miércoles, 8 de mayo de 2019


Estreno local de “UN TRANVÍA LLAMADO DESEO” de André Previn en el Colón

VIAJE EN TRANVÍA 5 ESTRELLAS DE LUJO
Martha CORA ELISEHT

            El pasado 7 del corriente se produjo el estreno local en el Teatro Colón de “UN TRANVÍA LLAMADO DESEO”, ópera del compositor André Previn (1929-2019) con libreto de Philip Littell, basada en el drama homónimo de Tennesee Williams (1911-1983), con escenografía de Enrique Bordolini y régie de Rita Cosentino. La iluminación estuvo a cargo de José Luis Fioruccio y el vestuario, de Gino Bogani, con diseño de video escénico de Álvaro Luna.
            El elenco estuvo integrado por los siguientes cantantes: Orla Boylan (Blanche Dubois), David Adam Moore (Stanley Kowalski), Sarah Jane McMahon (Stella Kowalski), Eric Fennell (Mitch), Victoria Livengood (Eunice), Darío Leoncini (Steve, hijo de Eunice), Pablo Pollitzer (Diariero), Alicia Ceccotti (Mujer mexicana/ Enfermera), Eduardo Marcos (Doctor) y Joaquín Tolosa (Pablo Gonzáles). La Orquesta Estable del Colón estuvo bajo la dirección del irlandés David Brophy.
            André Previn compuso esta ópera en 1994 por encargo de la Ópera de San Francisco y fue muy difícil poder realizar la adaptación de la obra original de Tennesee Williams por manifiesto pedido de los derechos del dramaturgo de no modificar ni reescribir drásticamente el manuscrito original. Compuesta en 1947, es un típico drama estadounidense de postguerra donde se combina el melodrama psicológico con la crudeza del realismo urbano. El deseo irrefrenable de la protagonista –Blanche Dubois- se manifiesta desde el inicio de la obra: “Me dijeron que tomara un tranvía llamado Deseo, que trasbordara a otro llamado Cementerio, para luego viajar seis cuadras y bajar en los Campos Eliseos”. Curiosamente, el deseo (sexualidad sin límites, sinónimo de vida) contrasta con el cementerio (muerte, marcada por la tragedia que Blanche vivió en su juventud tras el suicidio de su marido homosexual, motivo por el que se culpa) y los Campos Eliseos (lugar destinado a los luchadores), donde vive su hermana Stella, en la periferia del French Quartier de New Orleans, donde arriba Blanche como consecuencia de haber perdido su fortuna y donde se desarrollará su colapso mental. En la presente versión, tras un breve leitmotiv con el cual se inicia la obra –acordes de tutti orquestal entrelazados con clarinete y trompeta, que dan un cierto clima de misterio-, el video escénico muestra una mariposa blanca sobre fondo oscuro (que representa el deseo). Este tema se repite hacia el final de la obra, donde hay una secuencia de 6 notas suspendidas -concordantes con el parlamento de Blanche antes de ser llevada a un instituto psiquiátrico y que dan esa idea de suspensión del pensamiento, característica de los enfermos con enajenación mental-. Es un efecto perfectamente logrado –tanto musicalmente como en el video escénico-, donde al final de la obra, la mariposa se acerca a una bombilla eléctrica y se desvanece, quemada y destruida por la luz –concordante y coincidente con la locura de Blanche-. Unido esto al pianissimo final, donde la música se desvanece hasta desaparecer por completo, se logra un clímax entre el texto y la música.
            Esta obra se estrenó en San Francisco en 1998 y contó con la magistral interpretación de Renée Fleming como Blanche Dubois, a quien Previn dedicó la obra.  Se trata de un rol sumamente demandante por la complejidad dramática y la exigencia vocal de la partitura, donde la protagonista se ve muy agobiada por su derrumbe moral –que acaba en locura- y debe participar en 9 cuadros de los 3 actos en que se divide la obra. En esta versión, la soprano irlandesa Orla Boylan descolló no sólo por su poderoso y excelente caudal de voz, sino también por poseer excelentes dotes histriónicas para interpretar adecuadamente este rol. Se lució en las arias principales (“There are thousand of papers” en el 1ºActo, donde narra su decadencia económica y la pérdida de su mansión (Belle Rève) y “I want magic”, del 3º Acto) y llegó a su plenitud en la escena final del 2ºActo, donde le narra a Mitch –quien está enamorado de ella- el suicidio de su marido homosexual. La soprano estadounidense Sarah Jane McMahon interpretó una estupenda y cándida Stella –quien asiste al derrumbe psíquico y moral de su hermana-. Su bellísimo timbre de voz le permitió alcanzar con facilidad y holgura las notas agudas y sus dotes histriónicas son estupendas. Y la mezzosoprano Victoria Livengood brindó una Eunice Hubbell de excelencia vocal e interpretativa. Muy buena la intervención de Alicia Ceccotti como la vendedora mexicana de flores (“Flores para los muertos”), quien cantó con micrófono fuera de escena para hacer efecto a las alucinaciones auditivas que sufre la protagonista –impecable el efecto de las alucinaciones visuales mediante el recurso del video-, así como también, de la Enfermera que asiste a Blanche cuando está totalmente enajenada.
            En cuanto a los roles masculinos, David Adam Moore se llevó los laureles por su magnífica interpretación de Stanley Kowalski –cuñado de Blanche y responsable de su derrumbe mental luego de violarla en el 3º Acto de la obra- . No sólo posee un gran caudal de voz, sino además, una voz muy fuerte y potente, con buenos matices. Además de ser un excelente actor, su impecable musculatura lo ayuda aún más en la interpretación de un tipo rudo y vulgar.  Eric Fennell brindó un buen Mitch, destacándose en la escena donde abandona a Blanche, considerándola indigna de presentársela a su madre. De todos los roles, fue el que quizás estuvo algo más apagado en comparación con el resto del elenco, pero mantuvo la musicalidad y el fraseo. La dirección de David Brophy al frente de la Estable fue estupenda y soberbia, luciéndose en los pasajes jazzísticos y en los momentos de mayor dramatismo. Enrique Bordolini brindó una escenografía sencilla, donde con elementos simples y de buen gusto fue capaz de recrear los suburbios de la New Orleans de la postguerra. Lo mismo sucedió con el vestuario de Gino Bogani y la excelente régie de Rita Cosentino. El video escénico de Álvaro Luna –que representaba las vías del tranvía ante los constantes cambios de escenas- estuvo perfectamente bien logrado.
            Realmente, da gusto que el Colón incluya este tipo de obras en su programación; no sólo como homenaje póstumo a André Previn –fallecido el 28 de febrero de este año- sino también desde un punto de vista evolutivo, donde la ópera contemporánea alterne con los clásicos tradicionales. Y en este caso particular, por haber permitido al espectador viajar en un tranvía de lujo, con categoría 5 estrellas. 

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