Estreno local de “UN TRANVÍA LLAMADO DESEO” de André
Previn en el Colón
VIAJE EN TRANVÍA 5 ESTRELLAS DE
LUJO
Martha CORA ELISEHT
El pasado 7 del corriente se produjo el estreno local en
el Teatro Colón de “UN TRANVÍA LLAMADO
DESEO”, ópera del compositor André Previn (1929-2019) con libreto de Philip
Littell, basada en el drama homónimo de Tennesee Williams (1911-1983), con
escenografía de Enrique Bordolini y régie
de Rita Cosentino. La iluminación estuvo a cargo de José Luis Fioruccio y
el vestuario, de Gino Bogani, con diseño de video escénico de Álvaro Luna.
El elenco estuvo integrado por los siguientes cantantes:
Orla Boylan (Blanche Dubois), David
Adam Moore (Stanley Kowalski), Sarah
Jane McMahon (Stella Kowalski), Eric
Fennell (Mitch), Victoria Livengood (Eunice), Darío Leoncini (Steve, hijo de Eunice), Pablo Pollitzer
(Diariero), Alicia Ceccotti (Mujer mexicana/ Enfermera), Eduardo
Marcos (Doctor) y Joaquín Tolosa (Pablo Gonzáles). La Orquesta Estable
del Colón estuvo bajo la dirección del irlandés David Brophy.
André Previn compuso esta ópera en 1994 por encargo de la
Ópera de San Francisco y fue muy difícil poder realizar la adaptación de la
obra original de Tennesee Williams por manifiesto pedido de los derechos del
dramaturgo de no modificar ni reescribir drásticamente el manuscrito original.
Compuesta en 1947, es un típico drama estadounidense de postguerra donde se
combina el melodrama psicológico con la crudeza del realismo urbano. El deseo
irrefrenable de la protagonista –Blanche
Dubois- se manifiesta desde el inicio de la obra: “Me dijeron que tomara un tranvía llamado Deseo, que trasbordara a otro
llamado Cementerio, para luego viajar seis cuadras y bajar en los Campos
Eliseos”. Curiosamente, el deseo
(sexualidad sin límites, sinónimo de vida) contrasta con el cementerio (muerte, marcada por la
tragedia que Blanche vivió en su
juventud tras el suicidio de su marido homosexual, motivo por el que se culpa)
y los Campos Eliseos (lugar destinado
a los luchadores), donde vive su hermana Stella,
en la periferia del French Quartier de
New Orleans, donde arriba Blanche como
consecuencia de haber perdido su fortuna y donde se desarrollará su colapso
mental. En la presente versión, tras un breve leitmotiv con el cual se inicia la obra –acordes de tutti orquestal entrelazados con
clarinete y trompeta, que dan un cierto clima de misterio-, el video escénico
muestra una mariposa blanca sobre fondo oscuro (que representa el deseo). Este tema se repite hacia el
final de la obra, donde hay una secuencia de 6 notas suspendidas -concordantes
con el parlamento de Blanche antes de
ser llevada a un instituto psiquiátrico y que dan esa idea de suspensión del
pensamiento, característica de los enfermos con enajenación mental-. Es un
efecto perfectamente logrado –tanto musicalmente como en el video escénico-,
donde al final de la obra, la mariposa se acerca a una bombilla eléctrica y se
desvanece, quemada y destruida por la luz –concordante y coincidente con la
locura de Blanche-. Unido esto al pianissimo final, donde la música se
desvanece hasta desaparecer por completo, se logra un clímax entre el texto y
la música.
Esta obra se estrenó en San Francisco en 1998 y contó con
la magistral interpretación de Renée Fleming como Blanche Dubois, a quien Previn dedicó la obra. Se trata de un rol sumamente demandante por
la complejidad dramática y la exigencia vocal de la partitura, donde la
protagonista se ve muy agobiada por su derrumbe moral –que acaba en locura- y
debe participar en 9 cuadros de los 3 actos en que se divide la obra. En esta
versión, la soprano irlandesa Orla Boylan descolló no sólo por su poderoso y
excelente caudal de voz, sino también por poseer excelentes dotes histriónicas
para interpretar adecuadamente este rol. Se lució en las arias principales (“There are thousand of papers” en el
1ºActo, donde narra su decadencia económica y la pérdida de su mansión (Belle Rève) y “I want magic”, del 3º Acto) y llegó a su plenitud en la escena
final del 2ºActo, donde le narra a Mitch
–quien está enamorado de ella- el suicidio de su marido homosexual. La
soprano estadounidense Sarah Jane McMahon interpretó una estupenda y cándida Stella –quien asiste al derrumbe
psíquico y moral de su hermana-. Su bellísimo timbre de voz le permitió
alcanzar con facilidad y holgura las notas agudas y sus dotes histriónicas son
estupendas. Y la mezzosoprano Victoria Livengood brindó una Eunice Hubbell de excelencia vocal e
interpretativa. Muy buena la intervención de Alicia Ceccotti como la vendedora
mexicana de flores (“Flores para los
muertos”), quien cantó con micrófono fuera de escena para hacer efecto a
las alucinaciones auditivas que sufre la protagonista –impecable el efecto de
las alucinaciones visuales mediante el recurso del video-, así como también, de
la Enfermera que asiste a Blanche cuando está totalmente
enajenada.
En cuanto a los roles masculinos, David Adam Moore se
llevó los laureles por su magnífica interpretación de Stanley Kowalski –cuñado de Blanche
y responsable de su derrumbe mental luego de violarla en el 3º Acto de la
obra- . No sólo posee un gran caudal de voz, sino además, una voz muy fuerte y
potente, con buenos matices. Además de ser un excelente actor, su impecable
musculatura lo ayuda aún más en la interpretación de un tipo rudo y vulgar. Eric Fennell brindó un buen Mitch, destacándose en la escena donde
abandona a Blanche, considerándola
indigna de presentársela a su madre. De todos los roles, fue el que quizás
estuvo algo más apagado en comparación con el resto del elenco, pero mantuvo la
musicalidad y el fraseo. La dirección de David Brophy al frente de la Estable
fue estupenda y soberbia, luciéndose en los pasajes jazzísticos y en los
momentos de mayor dramatismo. Enrique Bordolini brindó una escenografía
sencilla, donde con elementos simples y de buen gusto fue capaz de recrear los
suburbios de la New Orleans de la postguerra. Lo mismo sucedió con el vestuario
de Gino Bogani y la excelente régie de
Rita Cosentino. El video escénico de Álvaro Luna –que representaba las vías del
tranvía ante los constantes cambios de escenas- estuvo perfectamente bien
logrado.
Realmente, da gusto que el Colón incluya este tipo de
obras en su programación; no sólo como homenaje póstumo a André Previn
–fallecido el 28 de febrero de este año- sino también desde un punto de vista
evolutivo, donde la ópera contemporánea alterne con los clásicos tradicionales.
Y en este caso particular, por haber permitido al espectador viajar en un
tranvía de lujo, con categoría 5 estrellas.
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