Presentación de excelente nivel a cargo de la
Orquesta Estable de Tucumán en el CCK
CON PERFECCIÓN EUROPEA Y ALGARABÍA
CRIOLLA
Martha CORA ELISEHT
Dentro del Ciclo de Orquestas del Interior del país
organizado por el Centro Cultural Kirchner (CCK) y el Sistema Federal de Medios
Públicos, el pasado domingo 5 del corriente hizo su presentación en la Sala
Sinfónica de dicho organismo la Orquesta Estable de la Provincia de Tucumán,
dirigida por Alejandro Jassan y que contó con la participación de los
siguientes solistas: Valeria Albarracín (soprano) y Gustavo Mulé (violín), quienes,
a su vez, son oriundos de dicha provincia. Además, tuvo una presentadora de
lujo:Teté Coustarot.
El
concierto fue trasmitido en vivo por Canal 10 de Tucumán y por Radio Nacional
Clásica y contó con el auspicio del Ente Cultural de dicha provincia, presidida
por el Prof. Mauricio Daniel Guzmán, quien estuvo presente junto al Gobernador
–Dr. Juan Manzur- y a representantes de organismos oficiales: Hernán Lombardi,
por el Sistema Federal de Medios Públicos, y Gustavo Mozzi –Director del CCK-
en una sala prácticamente colmada de público.
El
programa comprendió las siguientes obras: Date
a Volar (lied sinfónico para soprano y orquesta), Op.26 de Eduardo Alonso
Crespo (estreno); el Concierto para
violín y orquesta en Si menor nº3, Op.61 de Camille Saint- Saëns (1835-1921)
y la Sinfonía nº 9 en Mi menor, Op.95
(“Del Nuevo Mundo”) de Antonin Dvorak
(1841-1904).
Previamente
al inicio, la orquesta sonó muy afiatada y muy bien afinada en un semitono más
alto –característica de las orquestas norteamericanas/estadounidenses-, donde
se mostraron la disciplina y el talento de Alejandro Hassan. Nacido en La
Rioja, inició sus estudios en el Conservatorio Nacional de Música “Carlos López
Buchardo” de Buenos Aires y los prosiguió en la Universidad Católica Argentina
(UCA), donde estudió dirección orquestal y composición. Posteriormente se perfeccionó
en París, donde obtuvo el Diploma Superior en Dirección Orquestal de L’École Superieur de Musique en dicha
ciudad. Y su formación y adiestramiento europeos han sido claves para poder
apreciar una orquesta sinfónica en toda su plenitud, logrando un sonido muy
compacto, con buenos matices y equilibrio sonoro durante todo el desarrollo del
concierto, acompañado de excelentes intervenciones de los solistas de los
diferentes grupos de instrumentos.
Tal
como lo indica su título, la obra de Eduardo Alonso Crespo es un lied sinfónico para soprano y orquesta,
que se estrenó en esta ocasión. Este compositor tucumano utiliza recursos
propios de la música folklórica del noroeste argentino, donde también incorpora
elementos utilizados por Alberto Ginastera y Luis Gianneo, logrando un tinte
característico de los próceres –junto a Julián Aguirre- del nacionalismo
musical argentino. El resultado es una música agradable al oído, armónica, sin
disonancias, a la cual se ensambla el canto de la soprano. Valeria Albarracín posee
un muy bello timbre de voz y buen caudal, lo que le permitió lucirse, pese a
algún que otro problema con el fraseo. No obstante, supo salvar muy bien la
situación y recibió los aplausos del público.
El
mencionado Concierto nº3 para violín y
orquesta de Saint- Saëns es una obra de muy difícil ejecución y un desafío
para el intérprete, donde hay pasajes de extrema complejidad debido a su
invención melódica y a sus sutilezas; por ende, representa un reto para el
intérprete. En el caso particular de Gustavo Mulé –quien lo ejecutó de
memoria-, la interpretación fue magistral en todos los sentidos: excelente
fraseo, digitación y técnica, donde los trinos
y arpegios sonaron con transparencia
y majestuosidad. Esto se notó más durante el 2º movimiento (Andantino quasi allegretto) y en el Coral del movimiento final (Molto
moderato a maestoso), que remeda al final del Concierto nº1 para piano y orquesta del mencionado compositor. La
orquesta acompañó perfectamente al solista en un diálogo impecable, motivo por
el cual el público estalló en aplausos hacia el final.
Durante
la segunda parte del concierto se interpretó la célebre Sinfonía nº9 en Mi menor, Op.95 (“Del Nuevo Mundo”) de Dvorak.
Compuesta durante la estadía del músico en Estados Unidos en 1893, fue
estrenada en el Carnegie Hall de New York el 15 de diciembre del mismo año por
la Filarmónica de dicha ciudad, dirigida por Anton Seidl con éxito absoluto de
público y crítica, lo que contribuyó a expandir su popularidad. En realidad, la
denominación “Del Nuevo Mundo” es un
error de traducción. Lo correcto sería decir “Desde el Nuevo Mundo”, ya que en el último acorde, la melodía
decrece a piano y da la idea de
alejamiento de la vieja Europa. Lo curioso es que Dvorak nunca incorporó temas
de los nativos americanos en su sinfonía, sino que compuso música bohemia pura.
Según palabras del mismo autor: “En realidad no he
utilizado ninguna de las melodías de los nativos americanos.
Simplemente he escrito temas originales que incorporan las peculiaridades de la
música indígena y usando estos temas como sujetos, los he desarrollado con
todos los recursos del ritmo, el contrapunto y
el color orquestal modernos.”
Pese a que Dvorak estaba interesado en los negro
spirituals y en la música nativa, no los utilizó. En cambio, se inspiró en
el poema de Longfellow La Canción de
Hiawatha para componer el bellísimo Largo
del 2º movimiento, donde se destaca el maravilloso solo de corno inglés
-magistralmente interpretado por la solista-. También se inspiró en dicho poema
para componer el Scherzo del 3º
movimiento, haciendo alusión a la danza de los nativos. La versión ofrecida por
Jassan y la orquesta fue memorable, pese a algunos desacoples –un poco rápido
el rondó del Länder en el 3º movimiento y alguna que otra fallida entrada de los
vientos en el Scherzo- que no le
restaron mérito. El consabido Allegro con
fuoco final fue de una perfección absoluta, donde la orquesta demostró un
alto grado de profesionalismo en una prueba de fuego. Y no sólo salió indemne,
sino que además, el público estalló en aplausos y vítores al final del
concierto.
Antes de despedirse,
aparecieron todos los instrumentistas y los solistas acompañados de un
percusionista, que ocupó el podio tocando el bombo para luego ser secundado por
Gustavo Mulé y la concertino Penélope
Albornoz para ofrecer-junto a las cuerdas- el único bis del concierto: la chacarera La
Olvidada, de Atahualpa Yupanqui, que puso punto final a una noche
brillante, donde el profesionalismo y la disciplina europeos se combinaron a la
perfección con la gracia y la algarabía del Jardín de la República
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