Muy buen recital del pianista austríaco Ingolf Wunder en el Palacio Paz
PASIÓN Y ENTREGA COMO INGREDIENTES
FUNDAMENTALES
Martha CORA ELISEHT
En el penúltimo de los conciertos dentro del Festival CHOPINIANA 2024 que
se desarrolla en el Palacio Paz, el pasado miércoles 11 del corriente se presentó el
pianista austro- suizo Ingolf Wunder, quien interpretó el siguiente programa:
- Preludio de la libertad
- Vals a la luz de la luna
- Fantasía Atlántida
- Meditación Mediterránea- Ingolf WUNDER (1985)
- Sonata en Do sostenido menor, Op.27, n°2 (“Claro de Luna”)- Ludwig van
BEETHOVEN (1770-1827)
- Nocturno en Do sostenido menor, Op. Póstumo
- Nocturno en Mi bemol mayor, Op.55, n°2
- Fantasía Impromptu en Do sostenido menor, Op.66
- Polonesa Fantasía en La bemol mayor, Op.64- Frederic CHOPIN (1810-1849)
No es la primera vez que este talentoso pianista visita la Argentina, sino que se
presentó en el Festival CHOPINIANA en dos ocasiones. Esta vez, lo hizo en su doble
calidad de intérprete y compositor, ya que en su extenso curriculum figuran estudios de
perfeccionamiento en la Universidad de Música y Artes Escénicas de Viena (Universität
für Musik und darstellende Kunst aus Wien) y diplomado en dirección orquestal. Su
estilo es apasionado y virtuoso, con una pulsación y digitación magníficas y su entrega
hacia la música es total, aunque tiende a usar el pedal en exceso -según opinión de quien
escribe-. Este último ítem fue señalado por varios pianistas presentes en la sala.
La primera parte del recital estuvo compuesta por cuatro de sus obras, de buena
línea melódica y estilo impresionista, con uso de escala diatónica para lograr la
característica típica del impresionismo musical en los glissandi. Mientras el Preludio de
la libertad sorprendió por su belleza melódica y su profundidad sonora, el Vals a la luz
de la luna posee pasajes donde el ritmo de ¾ típico se distorsiona mediante una serie de
variaciones; luego, retoma la melodía original cerrando con una recapitulación brillante.
A diferencia de las anteriores, la Fantasía Atlántida está escrita en tono menor y en su
desarrollo se intercala una melodía con reminiscencias españolas. Por último, la
Meditación Mediterránea abre con una serie de glissandi que brindan un efecto onírico
y, asimismo, geográfico. El desarrollo incluye una serie de pasajes de gran dificultad
técnica, que fueron resueltos de manera eficaz y con gran virtuosismo, lo que valió el
aplauso del público.
Si bien la celebérrima Claro de Luna estaba incluida en la primera parte del
programa, Wunder decidió hacer una modificación en el orden y, por dicho motivo, la
tocó en la apertura de la segunda parte del concierto. Dedicada a Giulietta Guicciardi -
quien fuera alumna de Beethoven-, fue compuesta en 1801 y, junto con la otra sonta
publicada en el Op.27, publicada en 1802. Tras la muerte de Beethoven, el crítico
alemán Ludwig Rellstab la apodó “Claro de Luna” en 1832 por relacionar el 1°
movimiento de la sonata con el claro de luna reflejado en las aguas del lago de Lucerna.
Representa una de las obras más populares y difundidas del genio de Bonn junto con las
Sinfonías n°5 y 9 y la bagatela para piano Para Elisa. Consta de 3 movimientos: Adagio
sostenuto (Do sostenido menor, 2/2), Allegretto (Re bemol mayor, ¾) y Presto agitato
(Do sostenido menor, 4/4) y, en este caso, si bien la interpretación del 1° fue correcta, se
apreció la tendencia del pianista de usar excesivamente el pedal en el 2° y 3°
movimientos, lo que le jugó en contra por la reverberación producida por el
revestimiento de mármol de la sala. Precisamente, en este último movimiento se
apreciaron numerosos errores y sufrió un traspié que fue subsanado rápidamente, pero
se notó. Le fue algo mejor en la interpretación de los dos nocturnos de Chopin, que
sonaron precisos y algo más románticos, pero no sucedió lo mismo con otra obra tan
famosa como la Fantasía Impromptu en Do sostenido menor, Op.66, donde se lo apreció
muy seguro en el Allegro agitato inicial, pero hubo exceso de pedal en el moderato
cantábile central antes de pasar al presto final. En cuanto a la Polonesa Fantasía en La
bemol mayor, Op.61, Wunder se lució por ser una obra de gran complejidad armónica,
que se escuchó muy correcta desde la métrica y desde el punto de vista técnico. No
obstante, sonó algo excesiva a oídos de esta cronista; precisamente, por su tendencia a
usar el pedal en forma exagerada.
Si bien se retiró aplaudido, en esta ocasión no hubo bises. Un buen recital y un
hermoso programa que permite el lucimiento de un virtuoso, pero que opacó la labor del
intérprete. Un festival con grandes pianistas y numerosos contrastes.
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