Rocío Agüero y Juan Pablo Ledo, los magníficos protagonistas de "La Bayadera" con la que culmina la muy buena gestión de Mario Galizzi al frente del Ballet Estable del Teatro Colón. Créditos: Prensa Teatro Colón. No se consignó en la gacetilla respectiva la o el autor de la fotografía.
Gran despedida de Mario Galizzi al frente del Ballet Estable con “LA BAYADERA”
CON LA SATISFACCIÓN DEL DEBER CUMPLIDO Y LA
HUMILDAD DE LOS GRANDES
Martha CORA ELISEHT
Así como “GISELLE” marcó el inicio de Mario Galizzi en 2022 como Director
del Ballet Estable del Teatro Colón, el bailarín y coreógrafo argentino -quien será
reemplazado en su cargo por Julio Bocca a partir del año próximo- decidió cerrar su
ciclo con un clásico postergado desde el año pasado: LA BAYADERA, de Ludwig
Minkus (1826-1917) con coreografía de su autoría, basada en la original de Marius
Petipa (1818-1910), con participación del Ballet Estable y la Orquesta Filarmónica de
Buenos Aires, dirigida por Manuel Coves y Ezequiel Silberstein. Las representaciones
tendrán lugar en el Teatro Colón desde el martes 17 hasta el domingo 29 del corriente
inclusive.
La presente producción cuenta con la siguiente ficha técnica: reposición
coreográfica a cargo de Leonardo Cuestas, Natalia Sarraceno y Vagran Ambartsoumian;
supervisión general de Agustina Galizzi, escenografía de Verónica Cámara, vestuario de
Valeria Montagna e iluminación de Rubén Conde.
Quien escribe tuvo la oportunidad de asistir a la función del día miércoles 18 del
corriente, con el siguiente reparto: Rocío Agüero (Nikya), Juan Pablo Ledo (Solor),
Beatriz Boos (Gamzatti), Marcone Fonseca (Gran Brahmán), Igor Gopkalo (Rajá
Dugmanta), Juan Luis Fernández (Fakir Madgavaia), Noemí Szleszinsky (Ayá, esclava
de Gamzatti), Yosmer Carreño (Ídolo de Oro), Alejo Cano Maldonado y David Juárez
(sultanes, amigos de Solor) y el trío formado por Stephanie Kessel (1° variación),
Milagros Niveyro (2° variación) y Laura Domingo (3° variación del Reino de las
sombras). La dirección orquestal estuvo a cargo de Manuel Coves.
Este gran clásico de la danza se programó para dar cierre a la temporada del
Ballet Estable en 2023 con coreografía de Rudolf Nureyev, pero no pudo concretarse
por inconvenientes con derechos de autor y debió ser reemplazado en último momento
por EL CORSARIO. Su origen data de 1877 y Marius Petipa se inspiró en un viaje del
Príncipe de Gales a la India para ambientar su creación coreográfica en dicha tierra
exótica y lujosa. A su vez, el compositor austríaco Ludwig Minkus se inspiró para
componer la música en un libreto escrito por Sergei Júdekov y el propio Petipa basado
en dos dramas del poeta indio Kälidäsa. Contiene todos los ingredientes de un buen
drama: una historia de amor, poder, traición y muerte y el encuentro de las almas de los
enamorados tras la reencarnación en el Reino de las sombras. Por dicho motivo, tuvo un
suceso rotundo desde su estreno en San Petersburgo en ese mismo año y está
considerado un ballet operístico, donde la bayadera Nikya sería la soprano; la princesa
Gamzatti, la mezzosoprano y el sultán y guerrero Solor, el tenor. Ambas mujeres se
disputan el amor de un hombre y la más poderosa decide su venganza mediante la
muerte de la protagonista. Tras el deceso de la bayadera durante el compromiso de Solor
y Gamzatti, el guerrero se encuentra devastado y fuma el opio para aliviar sus penas,
pero la imagen de Nikya aparece en sus alucinaciones y la visita en el Reino de las
sombras. En algunas versiones, Solor despierta y se prepara para su boda en el Gran
Templo, pero la imagen de Nikya y del cesto de flores donde se encuentra la serpiente
que da muerte a la bayadera atormenta a Gamzatti, quien solicita desesperadamente al
Gran Brahmán que adelante el ritual. El templo se derrumba, todos perecen y las almas
de la pareja protagónica se unen en la eternidad. En cambio, en esta versión se omite
esta última escena y los amantes se reconcilian. Poco a poco, el Reino de las sombras se
desvanece mientras ce el telón.
La presente versión cuenta con una escenografía ambientada en la India antigua,
que permite los cambios de escena en los diferentes cuadros en los que se divide el
ballet y vestuario de época, empleándose trajes típicos en los dos primeros actos y tutú
clásico en el pas d’action y el pas de deux entre Solor y Gamzatti del 2° acto y el cuadro
del Reino de las sombras, donde 24 bailarinas vestidas de blanco desarrollan una serie
de arabesques sobre un plano inclinado, motivo por el cual se lo considera como una
joya coreográfica mundial. La excelente iluminación de Rubén Conde completa el resto.
La magnífica tarea de coordinación y sincronización de movimientos por parte
del cuerpo de baile en las escenas de conjunto ha sido una característica de la gestión de
Mario Galizzi al frente del Ballet Estable y se la pudo apreciar en toda la obra.
Particularmente, en dos momentos: la escena de la boda en el palacio del Rajá y en el
Reino de las sombras. Y, al igual que en otras ocasiones, otro acierto de la gestión de
Mario Galizzi es haber incorporado a alumnos de danza del Instituto superior de Arte
para participar en las escenas de conjunto. Merece un párrafo aparte la impresionante
actuación y la plasticidad de movimientos de Juan Luis Fernández como el Fakir, quien
fue una de las revelaciones de la noche, al igual que Luciano García como el conductor
en la escena del Tambor Salvaje en el 2° acto y Yosmer Carreño como el Ídolo de Oro.
Es un bailarín acrobático y se lució en sus pirouhettes y giros. También se destacaron
Stephanie Kessel, Milagros Niveyro y Laura Domingo en sus respectivas variaciones
del Reino de las sombras. Tras una lesión que lo mantuvo ausente por mucho tiempo del
escenario del Colón, Marcone Fonseca retornó como el Gran Brahmán con una
magnífica caracterización de su personaje y demostró sus dotes histriónicas.
En cuanto a los roles principales, de más está resaltar las enormes virtudes de
Jun Pablo Ledo como primer bailarín de la compañía -tuvo que reemplazar en último
momento a una figura internacional de la talla de Kimin Kim-. Cumplió con creces la
difícil tarea brindando un magnífico Solor, con perfecto dominio técnico en las fouettes,
developés y solages en sus variaciones del 2° y 3° acto. Beatriz Boos es una bailarina en
ascenso y le tocó interpretar un rol tan complejo – y protagónico- como el de Gamzatti,
logrando una excelente composición de su personaje. Por su parte, Rocío Agüero brilló
en el rol protagónico dando vida a una emotiva y doliente Nikya, destacándose en todas
sus intervenciones en los tres actos que dura la obra. Es una bailarina- actriz y se lució
en la danza del 2° acto, donde Nikya debe bailar mostrando sus diferentes estados de
ánimo durante la boda de Solor y Gamzatti. Sus fouettes, developées, entrechats y
battiments fueron perfectos. Naturalmente, nada de esto hubiera sido posible si no se
contaba con una batuta de los quilates de Manuel Coves. El reconocido director español
es un experto en ballet que, además de acomodar el tempo al tiempo del bailarín, logró
que la Filarmónica emitiera un sonido brillante. Excelentes los solos de Xavier Inchausti
(violín), José Araujo (violoncello) y Claudio Barile (flauta) en los pasajes
correspondientes.
Ha sido un placer haber contemplado este clásico del ballet -ausente desde 2016
del escenario del Colón, con la sublime interpretación de Ludmila Pagliaro- con una
versión de gran jerarquía y apreciar el excelente trabajo realizado por Mario Galizzi
durante su gestión como director del Ballet Estable en estos últimos dos años. Cuando
alguien culmina su ciclo de manera exitosa, se retira con la satisfacción del deber
cumplido. En este caso, con la humildad y el respeto que caracterizan a los grandes.
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