Estupendo recital del italiano Giulio Biddau en el Festival CHOPINIANA
MARCA SU NIVEL POR MÉRITO PROPIO
Martha CORA ELISEHT
Nacido en Cagliari (Cerdeña) en 1985, Giulio Biddau no sólo es un gran
pianista, sino también un asiduo visitante a la Argentina. Ha ofrecido numerosos
recitales -tanto como solista como en colaboración con otros músicos de prestigio- y, al
igual que en su última visita al país en 2022, se presentó nuevamente en la sala del
Palacio Paz para participar en la actual edición del Festival CHOPINIANA 2024, hecho
que tuvo lugar el pasado miércoles 4 del corriente en dicho espacio para brindar el
siguiente programa:
- Sonata en Si menor, K.173
- Sonata en Re mayor, K.96- Domenico SCARLATTI (1685-1757)
- Sonata n°3 en Sol menor, Op.50- Muzio CLEMENTI (1752-1832)
- Ballade, Op.19- Gabriel FAURÉ (1845-1924)
- Sonata n°3, Op.58- Frederic CHOPIN (1810-1849)
Según el catálogo del clavecinista y musicólogo Ralph Kirkpatrick, Doménico
Scarlatti compuso alrededor de 555 sonatas para teclado durante sus años de servicio a
las monarquías portuguesa y española. Todas poseen una estructura binaria compuesta
por dos partes: la primera, a modo de exposición y la segunda, donde se repiten los
elementos rítmicos y melódicos que figuran en la primera. Cada parte se repite y acaba
con cadencias similares: la primera, en dominante y la segunda, en tónica. La genialidad
de Scarlatti radica en las modulaciones, que permiten explorar todo el teclado y los
matices del instrumento. Algunas presentan pasajes de suma dificultad técnica (saltos de
octava, arpegios complicados, entrecruzamiento de manos o escalas rapidísimas), que,
en este caso, fueron resueltas magistralmente por Biddau. El italiano grabó la edición
crítica de las sonatas para piano de Scarlatti en 2022 y demostró que es un experto en el
tema desde los primeros compases de la K.173 en Si menor (Allegro), logrando una
interpretación sumamente precisa, segura y convincente. Lo mismo sucedió con su
homónima en Re mayor, K.96 (Allegrissimo), que sonó como una auténtica filigrana
barroca de alto nivel. En efecto, las principales características de las interpretaciones de
Giulio Biddau son la delicadeza al percutir sobre el teclado, la sutileza y el refinamiento
sonoro. Estas características se mantuvieron constantes durante todo el recital, que
siguió con una estupenda versión de la Sonata n°3 en Sol menor, Op.50 de Muzio
Clementi (“Didone abbandonata”), publicada en 1821 y que consta de 3 movimientos:
Largo patetico e sostenuto e Allegro ma con espressione/ Adagio dolente/ Allegro
agitato e con disperazione. La interpretación descolló por la precisión y el refinamiento,
motivo por lo cual el pianista se retiró sumamente aplaudido.
Seguidamente, le tocó el turno al repertorio francés mediante una bellísima
interpretación de la consabida Ballade en Fa sostenido mayor, Op.19, compuesta en
1877 y dedicada a Camille Saint- Saëns. Fauré la concibió originalmente como una
compilación de piezas individuales, pero posteriormente, las unió en una única obra
llevando el tema principal de cada sección como tema secundario. Es una obra que
cabalga entre el romanticismo tardío y el impresionismo y se inicia con un andante
cantabile en la tonalidad inicial, seguida por un lento, andante y finaliza con un allegro
donde regresa el segundo tema a modo de conclusión. Es otra de las especialidades del
italiano, donde volvió a hacer gala de su delicadeza y exquisitez interpretativas.
No podía faltar la música de Chopin en el festival que lleva su nombre, motivo por
el cual Giulio Biddau decidió homenajear al poeta del piano con la Sonata n°3 en Si
menor, Op.58, publicada en 1844 en Londres, París y Leipzig en simultáneo y dedicada
a la condesa Elise de Perthuis. Posee 4 movimientos: Allegro maestoso/ Scherzo: molto
vivace/ Largo/ Finale: Presto non tanto, que fueron ejecutados de manera impecable,
con muy buena marcación y profundidad sonora desde los primeros compases del
allegro maestoso inicial, con especial marcación de tempi en la segunda parte de dicho
movimiento (sostenuto e molto espressivo), mientras que prevaleció un hondo
dramatismo en el scherzo: molto vivace. El 2° y 3° movimientos se ejecutaron sin
interrupción y el largo sonó muy marcial y, a su vez, romántico para desembocar en el
imponente movimiento final (Presto non tanto), que irrumpe con 8 compases de
extrema densidad que preceden al tema principal, apasionado y fogoso. Este
movimiento de gran riqueza rítmica y melódica permitió que Biddau volviera a lucirse
como el intérprete eximio que es haciendo gala de su pulsación y digitación, retirándose
ovacionado después de su interpretación. El pianista volvió a sentarse frente al teclado
para ofrecer un bis: una brillante versión del Estudio Op.10 n°12 (“Revolucionario”),
compuesto en ocasión del Levantamiento de los Cadetes contra las tropas rusas en
Polonia en 1831. Debido a su frágil salud y la imposibilidad de volver a su país natal,
Chopin descargó sus sentimientos hacia la revolución en forma de piezas musicales.
Nada mejor para concluir el recital y retribuir a un público que se puso de pie para
aplaudirlo tras tan brillante interpretación. Es un auténtico placer escuchar a artistas de
alta jerarquía que, además, marcan su nivel por sus propios méritos.
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