domingo, 8 de diciembre de 2024

 Presentación de “ENTRE REDES” del Conservatorio Piazzolla en el Sarmiento


UN EXPERIMENTO MUSICAL QUE SUENA BASTANTE BIEN

Martha CORA ELISEHT


“Vivimos hoy en día entre redes. No solamente me refiero con este término a las

redes sociales disponibles en los sitios web que todos manejamos, sino también a las

redes de la calle y las redes humanas; es decir, aquellas que representan a las

personas”.

Estas palabras fueron parte del discurso que el compositor Fernando Abinarrate

mencionó antes de la presentación en calidad de estreno de “ENTRE REDES” el pasado

jueves 5 del corriente en la Sala Sinfónica del actual Palacio Libertad Domingo

Faustino Sarmiento (ex CCK), donde participaron alumnos y profesores de varias

cátedras del Conservatorio de Música “Astor Piazzolla” del gobierno de la Ciudad de

Buenos Aires, con un total de más de 100 artistas sobre el escenario del Auditorio

Nacional. Ente otros, se presentaron el Ensamble de Percusión de dicha entidad, bajo la

dirección de Marina Calzado Linage; estudiantes de la Carrera de Producción Musical,

bajo la coordinación de Ezequiel Kosiner Blanco y Juan Domingo Infante Camaño; el

Coro del Piazzolla, dirigido por Miguel Ángel Pesce y la participación de los siguientes

artistas: Pablo Mainetti (bandoneón); Andrea Croce (guitarra eléctrica); Gonzalo

Lizama (piano), Anahí Scharovsky (soprano); Luis Gianneo (entrenamiento actoral) y

Agustín Daulte (narrador).

Durante la presentación, el compositor y creador agradeció a la directora del

centro cultural -Valeria Ambrosio- y a la del Conservatorio Piazzolla -Marina Calzado

Linage- por la cooperación y la organización de este proyecto. Se trata de un poema

musical -no sinfónico, ya que no está escrito para orquesta sinfónica- basado en 4

motivos conductores principales, que se entrelazan durante toda la obra. El primer

motivo es de carácter romántico y es muy similar al del Himno a la Alegría de

Beethoven; el segundo, de tinte más lento y dramático; el tercero, clásico, que alude a

los cornos en una melodía de cacería y el último, de línea melódica romántica. La

ilustración musical a cargo del propio compositor al piano fue muy eficiente para que el

público pudiera comprender mejor la obra.

Este poema se inicia con un solo de bandoneón, seguido por vocalización de la

soprano hasta la entrada del coro, siguiendo los motivos explicados anteriormente. La

línea melódica es simple, audible, que incorpora elementos de electroacústica hasta el

glissandi a cargo de la marimba, el xilofón y vibrafón -impecable tarea de Marina

Calzado Linage al respecto- con el coro in crescendo hasta culminar en un tutti con la

entrada del piano. Los efectos callejeros -introducidos por intervención del narrador,

que presenta las diferentes partes en las que se divide la obra- se logran mediante golpes

en instrumentos de percusión no convencionales (escaleras, tubos, caños, tachos de

metal) acompañados por un solo de guitarra eléctrica – demasiado estridente y

amplificada para gusto personal de quien escribe, al igual que el empleo de idiófonos no


convencionales en exceso-. Seguidamente, la entrada del piano alterna la línea melódica

y el motivo clásico con elementos de jazz (síncopa) y swing mediante idiófonos

pequeños (cucharas, cajas) que recrean la escena en un bar, seguidos por una melodía en

ritmo de tango -muy buen labor de Abinarrate en piano y Pablo Mainetti en bandoneón,

respectivamente-, acompañados por golpes de timbal (equivalentes al contrapunto que

realiza normalmente el contrabajo). Mediante una sucesión de contrapuntos entre los

instrumentos de percusión, el piano y la intervención de la soprano, la obra prosigue con

aparición del coro en una melodía religiosa acompañada por una mímica a cargo de

estudiantes de producción escénica, que desemboca en un poderoso solo de batería, al

cual se le acopla la guitarra eléctrica en ritmo de rock. A partir de allí, los estudiantes

se dispersan saliendo del escenario; todo es algarabía e invitan a aplaudir al público en

una especie de escena digna de la recordada serie FAMA, pero a la criolla. Le sigue un

solo de instrumentos de percusión no convencionales, dando una sensación de caos -

sonó demasiado fuerte y excesivo- hasta que, finalmente, la intervención de la soprano

da una sensación de alivio y consuelo acompañada por el piano -muy buena labor de

Anahí Scharovsky y Gonzalo Lizama al respecto-, ya que sólo vocaliza de manera suave

y romántica. Poco a poco, se van acoplando el coro y el resto de los intérpretes para

desembocar en un tutti que entrelaza todos los motivos mencionados al inicio.

Es muy valioso y meritorio que diferentes cátedras de un conservatorio realicen

obras y proyectos en común y se presenten en calidad de estreno con un género no

convencional, pero cuando se extiende demasiado (una hora de duración), puede llegar a

ser algo tedioso y un tanto iterativo. Sonó bastante bien, pero se podría mejorar bajando

un poco el grado de estridencia para que no resulte irritante a oídos del espectador. De

esta manera, todos pueden participar y lucirse junto a intérpretes de consabida actuación

y jerarquía que, al mismo tiempo, se desempeñan como profesores del conservatorio.

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