Presentación de “ENTRE REDES” del Conservatorio Piazzolla en el Sarmiento
UN EXPERIMENTO MUSICAL QUE SUENA BASTANTE BIEN
Martha CORA ELISEHT
“Vivimos hoy en día entre redes. No solamente me refiero con este término a las
redes sociales disponibles en los sitios web que todos manejamos, sino también a las
redes de la calle y las redes humanas; es decir, aquellas que representan a las
personas”.
Estas palabras fueron parte del discurso que el compositor Fernando Abinarrate
mencionó antes de la presentación en calidad de estreno de “ENTRE REDES” el pasado
jueves 5 del corriente en la Sala Sinfónica del actual Palacio Libertad Domingo
Faustino Sarmiento (ex CCK), donde participaron alumnos y profesores de varias
cátedras del Conservatorio de Música “Astor Piazzolla” del gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires, con un total de más de 100 artistas sobre el escenario del Auditorio
Nacional. Ente otros, se presentaron el Ensamble de Percusión de dicha entidad, bajo la
dirección de Marina Calzado Linage; estudiantes de la Carrera de Producción Musical,
bajo la coordinación de Ezequiel Kosiner Blanco y Juan Domingo Infante Camaño; el
Coro del Piazzolla, dirigido por Miguel Ángel Pesce y la participación de los siguientes
artistas: Pablo Mainetti (bandoneón); Andrea Croce (guitarra eléctrica); Gonzalo
Lizama (piano), Anahí Scharovsky (soprano); Luis Gianneo (entrenamiento actoral) y
Agustín Daulte (narrador).
Durante la presentación, el compositor y creador agradeció a la directora del
centro cultural -Valeria Ambrosio- y a la del Conservatorio Piazzolla -Marina Calzado
Linage- por la cooperación y la organización de este proyecto. Se trata de un poema
musical -no sinfónico, ya que no está escrito para orquesta sinfónica- basado en 4
motivos conductores principales, que se entrelazan durante toda la obra. El primer
motivo es de carácter romántico y es muy similar al del Himno a la Alegría de
Beethoven; el segundo, de tinte más lento y dramático; el tercero, clásico, que alude a
los cornos en una melodía de cacería y el último, de línea melódica romántica. La
ilustración musical a cargo del propio compositor al piano fue muy eficiente para que el
público pudiera comprender mejor la obra.
Este poema se inicia con un solo de bandoneón, seguido por vocalización de la
soprano hasta la entrada del coro, siguiendo los motivos explicados anteriormente. La
línea melódica es simple, audible, que incorpora elementos de electroacústica hasta el
glissandi a cargo de la marimba, el xilofón y vibrafón -impecable tarea de Marina
Calzado Linage al respecto- con el coro in crescendo hasta culminar en un tutti con la
entrada del piano. Los efectos callejeros -introducidos por intervención del narrador,
que presenta las diferentes partes en las que se divide la obra- se logran mediante golpes
en instrumentos de percusión no convencionales (escaleras, tubos, caños, tachos de
metal) acompañados por un solo de guitarra eléctrica – demasiado estridente y
amplificada para gusto personal de quien escribe, al igual que el empleo de idiófonos no
convencionales en exceso-. Seguidamente, la entrada del piano alterna la línea melódica
y el motivo clásico con elementos de jazz (síncopa) y swing mediante idiófonos
pequeños (cucharas, cajas) que recrean la escena en un bar, seguidos por una melodía en
ritmo de tango -muy buen labor de Abinarrate en piano y Pablo Mainetti en bandoneón,
respectivamente-, acompañados por golpes de timbal (equivalentes al contrapunto que
realiza normalmente el contrabajo). Mediante una sucesión de contrapuntos entre los
instrumentos de percusión, el piano y la intervención de la soprano, la obra prosigue con
aparición del coro en una melodía religiosa acompañada por una mímica a cargo de
estudiantes de producción escénica, que desemboca en un poderoso solo de batería, al
cual se le acopla la guitarra eléctrica en ritmo de rock. A partir de allí, los estudiantes
se dispersan saliendo del escenario; todo es algarabía e invitan a aplaudir al público en
una especie de escena digna de la recordada serie FAMA, pero a la criolla. Le sigue un
solo de instrumentos de percusión no convencionales, dando una sensación de caos -
sonó demasiado fuerte y excesivo- hasta que, finalmente, la intervención de la soprano
da una sensación de alivio y consuelo acompañada por el piano -muy buena labor de
Anahí Scharovsky y Gonzalo Lizama al respecto-, ya que sólo vocaliza de manera suave
y romántica. Poco a poco, se van acoplando el coro y el resto de los intérpretes para
desembocar en un tutti que entrelaza todos los motivos mencionados al inicio.
Es muy valioso y meritorio que diferentes cátedras de un conservatorio realicen
obras y proyectos en común y se presenten en calidad de estreno con un género no
convencional, pero cuando se extiende demasiado (una hora de duración), puede llegar a
ser algo tedioso y un tanto iterativo. Sonó bastante bien, pero se podría mejorar bajando
un poco el grado de estridencia para que no resulte irritante a oídos del espectador. De
esta manera, todos pueden participar y lucirse junto a intérpretes de consabida actuación
y jerarquía que, al mismo tiempo, se desempeñan como profesores del conservatorio.
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