La expresividad gestual de Keri-Lynn Wilson captada de modo inmejorable por el Mtro. Arnaldo Colombaroli en esta fotografía suministrada por el Servicio de Prensa del Teatro Colón.
Antológica versión de la Novena de Beethoven a cargo de la Orquesta Estable del Colón
DOSCIENTOS AÑOS DE GOCE Y PLENA VIGENCIA
Martha CORA ELISEHT
El 7 de Mayo de 1824 se produjo el estreno de la Sinfonía n°9 en Re menor, Op.125
(“Coral”) de Ludwig van Beethoven en el Kärtnertortheater (Teatro de la puerta carintia)
de Viena. Tras 10 años de no realizar apariciones en público debido a su sordera,
Beethoven siguió su sinfonía con la partitura hasta que uno de los músicos lo tomó del
brazo para que pudiera apreciar su éxito. El público lo ovacionó en medio de un sinfín de
aplausos y agitando pañuelos al aire. Su inmensa popularidad radica en que se trata de una
obra universal, que subraya los valores fundamentales del hombre – libertad, igualdad,
fraternidad- dentro del marco de un elemento trascendental: la alegría. Su partitura original
forma parte de la herencia espiritual de la humanidad y se encuentra en el Registro de la
Memoria Mundial de la UNESCO desde 2001, además de ser el Himno oficial de la Unión
Europea.
Con motivo de cumplirse 200 años de su estreno, el Teatro Colón decidió incluir
esta celebérrima obra dentro de un concierto que tuvo lugar el pasado sábado 21 del
corriente donde participaron la Orquesta y el Coro Estables de dicho organismo dirigidos
por Keri-Lynn Wilson y Miguel Martínez respectivamente, con participación de los
siguientes solistas: Jorge de la Vega (flauta), Alina Traine (arpa), Monserrat Maldonado
(soprano), Alejandra Malvino (mezzosoprano), Santiago Ballerini (tenor) y Fernando Radó
(bajo) para ofrecer el siguiente programa:
- Concierto en Do mayor para flauta, arpa y orquesta, K.299/297c- Wolfgang A.
MOZART (1756-1791)
- Sinfonía n°9 en Re menor, Op.125 “Coral”- Ludwig van BEETHOVEN (1770-
1827)
Tras la tradicional afinación de instrumentos a cargo del concertino Freddy Varela
Montero, los solistas aparecieron sobre el escenario para brindar una hermosa versión del
mencionado concierto de Mozart, compuesto en 1778 durante un viaje desde París hasta la
corte de Guînes. El Duque de Guînes era flautista y su hija, arpista, quien recibía lecciones
de composición por parte de Mozart. Es la única obra que el genio de Salzburgo compuso
para dicho instrumento y consta de tres movimientos: Allegro (Do mayor, 4/4) / Andantino
(Fa mayor, ¾) y Rondó- Allegro (Do mayor, 2/2), que fueron interpretados de manera
exquisita y sublime. Los diálogos entre los solistas y la orquesta durante el 1° movimiento
fueron perfectos, al igual que las 4 variaciones sobre el tema principal en el movimiento
central, antes de ser tomado por los solistas. El rondó- allegro final – escrito en ritmo de
gavota- explora ampliamente los matices del arpa debido a las mejoras que Érard y
Krumpholz habían efectuado sobre el instrumento en aquella época. Por su parte, Keri-
Lynn Wilson hizo gala de su marcación, técnica y precisión en el podio. Luego de su
interpretación, el binomio de la Vega- Traine decidió ofrecer un bis: una transcripción para
flauta y arpa de una parte de la música incidental de La Arlesiana de Bizet, compuesta para
el drama homónimo de Alphonse Daudet, que sonó magistral. Ambos músicos se retiraron
sumamente aplaudidos.
Seguidamente, los integrantes de la Orquesta y del Coro Estables tomaron sus puestos
sobre el escenario para dar comienzo a la Novena Sinfonía. En 1817, la Sociedad
Filarmónica de Londres le encarga a Beethoven la composición de una sinfonía, cuya
fuente de inspiración fue la Oda a la alegría (Ode an der Feude) del poeta alemán
Friedrich von Schiller (1759-1805), compuesto entre 1785 y 1786. El manuscrito de
Schiller llegó a manos de Beethoven en 1793 y, tras leerlo, el genio de Bonn quedó tan
encantado con el texto, que decidió musicalizarlo. No fue nada sencillo debido a su larga
extensión -16 estrofas- y también, a que hasta ese momento nunca se había incluido la
participación de un coro dentro de una sinfonía. Por lo tanto, había que adaptarlo
musicalmente y diferenciarlo del texto original de Schiller. Por dicho motivo, Beethoven
decide llamarlo Ode/Hymn to Joy (Oda/ Himno a la alegría). La composición comenzó en
1818 y lo más difícil fue lograr una introducción musical para poder adaptar
adecuadamente el texto de Schiller.
En una conversación con Anton Schindler -biógrafo y amigo personal del compositor-,
éste narró: “Lo más difícil fue la composición del 4° movimiento, donde la lucha comenzó
como nunca. El objetivo era encontrar de un modo correcto la introducción a la oda de
Schiller, hasta que, un día, Beethoven entró a un cuarto y gritó: “¡Lo tengo! ¡Lo tengo!
Déjenos cantar la oda del inmortal Schiller”. No obstante, Beethoven siguió trabajando
hasta encontrar las palabras con las cuales, el bajo introduce la parte vocal: “O Freude!
Nicht diese Tönne!”. El movimiento es una sinfonía en miniatura dentro de una sinfonía,
debido a su perfecta síntesis entre lo instrumental y lo vocal. La versión ofrecida por la
Orquesta Estable bajo la batuta de Keri-Lynn Wilson fue memorable desde todo punto de
vista: fuste, enjundia, buen empaste y la pasión -ingrediente fundamental del universo y la
interpretación beethovenianas- en el crescendo característico del compositor en los
primeros tres movimientos instrumentales (Allegro/ Molto vivace/ Adagio). En el
movimiento final, con excepción de un traspié de Fernando Radó al comienzo de su aria,
las intervenciones de los solistas fueron magistrales, destacándose Santiago Ballerini por
sobre el resto. El Coro cantó maravillosamente bajo la impecable preparación vocal,
dirección y coordinación de Miguel Martínez. Una de las mejores versiones de esta
famosísima pieza interpretadas por una orquesta argentina, que fue aplaudida
unánimemente de pie a sala llena tras tan excelsa interpretación y un cierre perfecto desde
todo punto de vista, ya que fue una auténtica fiesta para los oídos. El rugido del Colón
volvió a sentirse en toda su plenitud para coronar una versión de antología.
A 200 años de su estreno, la Novena de Beethoven sigue gozando de inmensa
popularidad y plena vigencia y ha sido un broche de oro para el cierre de la presente
temporada en una auténtica noche de Colón.
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