lunes, 23 de diciembre de 2024

 


La expresividad gestual de Keri-Lynn Wilson captada de modo inmejorable por el Mtro. Arnaldo Colombaroli en esta fotografía suministrada por el Servicio de Prensa del Teatro Colón.



Antológica versión de la Novena de Beethoven a cargo de la Orquesta Estable del Colón


DOSCIENTOS AÑOS DE GOCE Y PLENA VIGENCIA


Martha CORA ELISEHT


El 7 de Mayo de 1824 se produjo el estreno de la Sinfonía n°9 en Re menor, Op.125

(“Coral”) de Ludwig van Beethoven en el Kärtnertortheater (Teatro de la puerta carintia)

de Viena. Tras 10 años de no realizar apariciones en público debido a su sordera,

Beethoven siguió su sinfonía con la partitura hasta que uno de los músicos lo tomó del

brazo para que pudiera apreciar su éxito. El público lo ovacionó en medio de un sinfín de

aplausos y agitando pañuelos al aire. Su inmensa popularidad radica en que se trata de una

obra universal, que subraya los valores fundamentales del hombre – libertad, igualdad,

fraternidad- dentro del marco de un elemento trascendental: la alegría. Su partitura original

forma parte de la herencia espiritual de la humanidad y se encuentra en el Registro de la

Memoria Mundial de la UNESCO desde 2001, además de ser el Himno oficial de la Unión

Europea.

Con motivo de cumplirse 200 años de su estreno, el Teatro Colón decidió incluir

esta celebérrima obra dentro de un concierto que tuvo lugar el pasado sábado 21 del

corriente donde participaron la Orquesta y el Coro Estables de dicho organismo dirigidos

por Keri-Lynn Wilson y Miguel Martínez respectivamente, con participación de los

siguientes solistas: Jorge de la Vega (flauta), Alina Traine (arpa), Monserrat Maldonado

(soprano), Alejandra Malvino (mezzosoprano), Santiago Ballerini (tenor) y Fernando Radó

(bajo) para ofrecer el siguiente programa:

- Concierto en Do mayor para flauta, arpa y orquesta, K.299/297c- Wolfgang A.

MOZART (1756-1791)

- Sinfonía n°9 en Re menor, Op.125 “Coral”- Ludwig van BEETHOVEN (1770-

1827)

Tras la tradicional afinación de instrumentos a cargo del concertino Freddy Varela

Montero, los solistas aparecieron sobre el escenario para brindar una hermosa versión del

mencionado concierto de Mozart, compuesto en 1778 durante un viaje desde París hasta la

corte de Guînes. El Duque de Guînes era flautista y su hija, arpista, quien recibía lecciones

de composición por parte de Mozart. Es la única obra que el genio de Salzburgo compuso

para dicho instrumento y consta de tres movimientos: Allegro (Do mayor, 4/4) / Andantino

(Fa mayor, ¾) y Rondó- Allegro (Do mayor, 2/2), que fueron interpretados de manera

exquisita y sublime. Los diálogos entre los solistas y la orquesta durante el 1° movimiento

fueron perfectos, al igual que las 4 variaciones sobre el tema principal en el movimiento

central, antes de ser tomado por los solistas. El rondó- allegro final – escrito en ritmo de

gavota- explora ampliamente los matices del arpa debido a las mejoras que Érard y

Krumpholz habían efectuado sobre el instrumento en aquella época. Por su parte, Keri-

Lynn Wilson hizo gala de su marcación, técnica y precisión en el podio. Luego de su

interpretación, el binomio de la Vega- Traine decidió ofrecer un bis: una transcripción para

flauta y arpa de una parte de la música incidental de La Arlesiana de Bizet, compuesta para


el drama homónimo de Alphonse Daudet, que sonó magistral. Ambos músicos se retiraron

sumamente aplaudidos.

Seguidamente, los integrantes de la Orquesta y del Coro Estables tomaron sus puestos

sobre el escenario para dar comienzo a la Novena Sinfonía. En 1817, la Sociedad

Filarmónica de Londres le encarga a Beethoven la composición de una sinfonía, cuya

fuente de inspiración fue la Oda a la alegría (Ode an der Feude) del poeta alemán

Friedrich von Schiller (1759-1805), compuesto entre 1785 y 1786. El manuscrito de

Schiller llegó a manos de Beethoven en 1793 y, tras leerlo, el genio de Bonn quedó tan

encantado con el texto, que decidió musicalizarlo. No fue nada sencillo debido a su larga

extensión -16 estrofas- y también, a que hasta ese momento nunca se había incluido la

participación de un coro dentro de una sinfonía. Por lo tanto, había que adaptarlo

musicalmente y diferenciarlo del texto original de Schiller. Por dicho motivo, Beethoven

decide llamarlo Ode/Hymn to Joy (Oda/ Himno a la alegría). La composición comenzó en

1818 y lo más difícil fue lograr una introducción musical para poder adaptar

adecuadamente el texto de Schiller.

En una conversación con Anton Schindler -biógrafo y amigo personal del compositor-,

éste narró: “Lo más difícil fue la composición del 4° movimiento, donde la lucha comenzó

como nunca. El objetivo era encontrar de un modo correcto la introducción a la oda de

Schiller, hasta que, un día, Beethoven entró a un cuarto y gritó: “¡Lo tengo! ¡Lo tengo!

Déjenos cantar la oda del inmortal Schiller”. No obstante, Beethoven siguió trabajando

hasta encontrar las palabras con las cuales, el bajo introduce la parte vocal: “O Freude!

Nicht diese Tönne!”. El movimiento es una sinfonía en miniatura dentro de una sinfonía,

debido a su perfecta síntesis entre lo instrumental y lo vocal. La versión ofrecida por la

Orquesta Estable bajo la batuta de Keri-Lynn Wilson fue memorable desde todo punto de

vista: fuste, enjundia, buen empaste y la pasión -ingrediente fundamental del universo y la

interpretación beethovenianas- en el crescendo característico del compositor en los

primeros tres movimientos instrumentales (Allegro/ Molto vivace/ Adagio). En el

movimiento final, con excepción de un traspié de Fernando Radó al comienzo de su aria,

las intervenciones de los solistas fueron magistrales, destacándose Santiago Ballerini por

sobre el resto. El Coro cantó maravillosamente bajo la impecable preparación vocal,

dirección y coordinación de Miguel Martínez. Una de las mejores versiones de esta

famosísima pieza interpretadas por una orquesta argentina, que fue aplaudida

unánimemente de pie a sala llena tras tan excelsa interpretación y un cierre perfecto desde

todo punto de vista, ya que fue una auténtica fiesta para los oídos. El rugido del Colón

volvió a sentirse en toda su plenitud para coronar una versión de antología.

A 200 años de su estreno, la Novena de Beethoven sigue gozando de inmensa

popularidad y plena vigencia y ha sido un broche de oro para el cierre de la presente

temporada en una auténtica noche de Colón.

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