Estupendo concierto de cierre de temporada de la Sinfónica Municipal de 3 de Febrero
ORGULLO BONAERENSE POR PARTIDA DOBLE
Martha CORA ELISEHT
Fundada en 1986, la Orquesta Sinfónica Municipal de 3 de Febrero ostenta el
privilegio de ser el primer elenco estable de dicho municipio del Gran Buenos Aires,
cuyas interpretaciones se caracterizan por ser de alta calidad y por tener músicos de
primer nivel entre sus integrantes. Se ha presentado en los escenarios más importantes
del ámbito del Área Metropolitana de Buenos Aires (Teatro Colón, Bolsa de Comercio
de Buenos Aires, Basílica de Lourdes, Teatro Paramount de Caseros, Usina del Arte,
Centro Cultural Palacio Domingo F. Sarmiento -ex CCK- y Facultad de Derecho de la
UBA, entre otros) y decidió cerrar su ciclo de conciertos 2024 en su sede habitual -
Teatro Paramount de Caseros- el pasado sábado 14 del corriente con la presencia del
violoncelista Siro Bellisomi en calidad de solista y dos directores: su titular -Ezequiel
Fautario- y Nicolás Castillo en calidad de invitado para brindar el siguiente programa:
- Concierto n°1 para violoncello y orquesta en La menor, Op.33- Camille SAINT-
SAËNS (1835-1921)
- Sinfonía n°8 en Mi menor, Op.48- Kurt ATTERBERG (1887-1974)
Previamente al inicio del concierto- que comenzó puntualmente-, Ezequiel Fautario
se dirigió al público provisto de un micrófono para anunciar las obras y agradecer no
solamente a las autoridades municipales, sino también al público y a todo el equipo
técnico por el apoyo brindado durante el transcurso del corriente año para la realización
de la temporada.
Si bien los conciertos para instrumento solista y orquesta suelen ocupar el segundo
lugar en los programas habituales de concierto, en esta ocasión, Ezequiel Fautario y Siro
Bellisomi se presentaron sobre el escenario para dar comienzo con una magnífica
versión del Concierto n°1 en La menor para violoncello y orquesta, Op.33 de Saint-
Saëns. Fue compuesto en 1872 y dedicado a Auguste Tolbecque, descendiente de una
prestigiosa familia de músicos franceses que luchaba por intensificar las virtudes del
violoncello. En aquella época, el violín y el piano eran los instrumentos solistas por
excelencia en Francia y sólo se representaban obras de compositores locales ancianos o
muertos. Por lo tanto, su estreno – ocurrido en el conservatorio de París en 1873 con la
presencia de Tolbecque como solista- ayudó a mejorar la reputación de Saint- Saëns
como compositor, ya que era considerado como “modernista y profeta de Wagner”. La
obra no sólo fue muy bien recibida desde su estreno, sino también considerada como
“un concierto donde el instrumento solista demuestra todo su registro sin la menor
dificultad de penetrar a la orquesta”. En vez de estructurarlo en 3 movimientos, su
autor lo escribió en un solo movimiento en forma de sonata, dividido en 3 secciones:
Allegro non troppo/ Allegretto con molto/ Tempo primo, donde luego de un breve acorde
orquestal, el violoncello toma la melodía principal compuesta sobre una base de
tresillos. Posteriormente, la orquesta y el solista comienzan un juego de pregunta y
repuesta subrayando el discurso melódico mediante un juego de dobles cuerdas en el
instrumento solista y un tempo cada vez más rápido, mientras que el movimiento central
tiene la forma de un minuetto lírico delicado, que se entrelaza con la orquesta en una
melodía majestuosa y turbulenta. Cuando el violoncello entra solo, el resto de la
orquesta forma como una caja de música que realza el sonido del instrumento y sus
cadencias. El final comienza con los tresillos de la primera sección a cargo de la
orquesta, mientras el violoncello ejecuta una serie de síncopas donde el ritmo suena a
modo de sarabanda. Mediante una serie de pasajes de extrema dificultad técnica que
permiten explorar los matices del instrumento y el virtuosismo del solista en un rondó,
los tresillos del tema inicial desembocan en una coda que regresa a la tonalidad inicial
para dar fin al concierto. Sería una redundancia mencionar el curriculum y la calidad
interpretativa de Siro Bellisomi, quien una vez más demostró con creces su virtuosismo
sobre el escenario brindando una memorable versión. La orquesta supo acompañarlo
muy bien y tanto el director como el solista se retiraron sumamente aplaudidos tras su
interpretación.
Independientemente de haber sido un compositor muy prolífico, Kurt Atterberg fue
una figura fundamental en la vida musical de Suecia. Fue uno de los fundadores de la
Asociación de Compositores Suecos, crítico musical del periódico Stockholmstidende y
líder de la Academia Sueca de Música entre los años 1940 a 1950. En esa época, la
Academia tenía el control sobre las colecciones estatales, la música eclesiástica y
disponía de los fondos del Estado para otorgar becas para intérpretes y compositores.
Por lo tanto, se lo acusó de otorgar favoritismo hacia aquellos cuya música era de su
agrado. Unido esto a su vinculación con músicos y compositores alemanes antes y
durante el nazismo, fue condenado al ostracismo y su música cayó en el olvido. Su
estilo es clasicista nacional con marcada influencia del folklore sueco, característica
prevalente en el título de su 8° Sinfonía en Mi menor, Op.48 (“På Svenska Folkmotiv” /
De los motivos folklóricos suecos). Fue compuesta en 1944 y su estreno tuvo lugar en
Helsinki en Febrero de 1945, donde Atterberg recibió un telegrama de felicitación de
parte de Jan Sibelius tras su interpretación. Consta de 4 movimientos: Largo/ Adagio/
Scherzo. Molto vivo y Con moto. Allegro, cada uno de los cuales se estructura en base a
canciones folklóricas suecas. Con respecto de la utilización de motivos folklóricos en
una sinfonía, el compositor escribe lo siguiente en un artículo publicado en 1950: “Por
ello, mi sinfonía es en esencia sencilla y la construcción de sus movimientos sigue de un
modo bastante estricto las formas sinfónicas tradicionales”. Luego de una sombría
introducción, el 1° movimiento (Largo) se basa en una canción folclórica llamada el
canto del caballero, donde el tema principal es presentado por la flauta y el clarinete
con un motivo rítmico ascendente, seguido por un segundo tema de carácter lírico
introducido por los violoncelos. El desarrollo consiste en una repetición secuencial
variada de los temas hasta llegar a su clímax hasta terminar con la interpretación
solemne del tema principal. Tras una corta introducción, el Adagio posee un bellísimo
tema principal de carácter nostálgico a cargo del corno inglés -brillante interpretación de
la solista-. Se trata de un canto popular del Gästrikland -región histórica de la costa este
de Suecia- que se entrelaza con otra canción popular del Medelpad - región histórica del
norte de Suecia- en la parte central del movimiento. El tema está interpretado de
manera camarística por los principales solistas de instrumentos de cuerdas (violoncello,
viola, primeros y segundos violines) en un bellísimo contrapunto con las maderas hasta
lograr un desarrollo netamente sinfónico del primer tema en la parte final. El Scherzo.
Molto vivo se basa en dos temas folklóricos: uno, más alegre (Vara vem det vara vill/ Sé
lo que quieras ser) y otro, más rudo, de la isla de Öland más un tercero (Siete hermosas
chicas en un anillo) de carácter melódico. Por último, el movimiento final (Con moto.
Allegro) emplea como tema principal la canción Jag vill väl hos dig gästa (Deseo
visitarte), tema vigoroso presentado luego de una brillante fanfarria a cargo de los
metales. El movimiento está estructurado en forma de rondó alternando con secciones
más melódicas y, al igual que Carl Nielsen, Atterberg también emplea coros de
instrumentos en el desarrollo, pero manteniendo la misma tonalidad. Hacia el final, el
tema es interpretado de una forma más lenta y solemne por el metal. La versión ofrecida
por Nicolás Castillo fue brillante, con una soberbia marcación de tempi, entradas muy
precisa y un sonido típicamente escandinavo. El público respondió con un aplauso
cálido y sostenido tras su interpretación. Continuación, Ezequiel Fautario tomó
nuevamente la batuta para culminar el año con un bis: un arreglo monumental sobre
temas navideños típicos de Eliel Garberi, que sonó magistral para dar el cierre perfecto
al concierto final de la temporada como un broche de oro.
Es una lástima que estas obras no se interpreten más a menudo por parte de las
orquestas sinfónicas más importantes del país y que los cronistas que cubren este tipo de
conciertos sean tan pocos. Sería conveniente repetir este repertorio en alguna sala de
conciertos de mayor envergadura para que las orquestas sinfónicas pertenecientes a los
municipios del AMBA tengan mayor difusión y poder acceder a premios otorgados por
diferentes entidades. El orgullo bonaerense tiene su prestigio ya bien ganado y, en este
caso, por partida doble.
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