Excelente debut de Roberto Bolle en
“CARAVAGGIO” en el Teatro Colón
LA
BELLEZA Y PERFECCIÓN ABSOLUTA DEL CLAROSCURO
Martha
CORA ELISEHT
Dentro
de una temporada oficial de ballet, se programan títulos tradicionales, piezas
contemporáneas, reposición de coreografías y en ocasiones, un estreno.
Inspirado en la obra pictórica de Michelangelo Merisi, detto il Caravaggio (1571-1610),
el prestigioso coreógrafo italiano Mauro Bigonzetti
creó en 2008 CARAVAGGIO, ballet
en dos actos con música de Bruno Moretti sobre una serie de piezas de Claudio
Monteverdi (1567-1643) y cuyas representaciones tendrán lugar en el Teatro
Colón entre los días 28 de Mayo al 6 de Junio inclusive en calidad de estreno
local.
Esta
producción forma parte del ciclo DIVINA ITALIA y cuenta con la
colaboración de la Embajada de dicho país, representada por Fabrizio Lucentini
y el Instituto Italiano de Cultura, cuya directora es Donatella Cannova, además
de la siguiente ficha técnica: escenografía y diseño de luces de Carlo Cerri,
vestuario de Kristopher Millar y Lois Swandale, coreografía de Mauro
Bigonzetti, reposición coreográfica de Roberto Zamorano y participación de
Federico Sardella como director musical asistente. La dirección de la Orquesta
Filarmónica de Buenos Aires estará a cargo del propio compositor y participará
el Ballet Estable del Teatro Colón, dirigido por Mario Galizzi.
Quien
escribe tuvo la oportunidad de asistir a la función del pasado martes 30 del
corriente, con el siguiente reparto: Roberto Bolle (Caravaggio), María
Khoreva (la Luz), Ayelén Sánchez (la Sombra), Camila Bocca (la
Belleza), Lola Mugica Calvo (la Quiromántica), Emanuel Abruzzo y
Emiliano Falcone (amigos de Caravaggio); Nahuel Prozzi (Solista 1) y
Jiva Velázquez (Solista 2).
La
obra del maestro del claroscuro italiano y su realismo al pintar el
cuerpo humano sirvieron como fuente de inspiración para que Bigonzetti
realizara su ballet a pedido del Staatsballet de Berlín -bajo la
dirección de Vladimir Malakhov-, quien le solicitó realizar una obra de neta
inspiración italiana. Su estreno tuvo lugar en Diciembre de 2008 por la
compañía de la Berliner Staatsoper, con el siguiente reparto: Polina
Semionova, Vladimir Malakhov, Beatrice Knopp y Shoko Nakamura en los roles
principales. Forma parte del repertorio de las principales compañías de ballet
del mundo y su argumento no se refiere precisamente a la biografía del pintor,
sino que combina la expresión de los cuerpos con el manejo de las luces y
sombras. La coreografía conjuga elementos de la danza clásica (entrechats,
developés, sostenutos, pirhouettes) con contemporánea (contracción,
relajación, giros) y moderna. Las escenas de conjunto tienen que ser
ejecutadas con suma precisión, ya que requieren de una coordinación perfecta. Un
gran marco dorado se instala en la parte oscura de la escena, donde se
proyectan imágenes de alguno de sus cuadros. Los cuerpos en vivo dialogan con
estas imágenes de modo tridimensional, mientras el claroscuro se logra
mediante una muy eficaz técnica de iluminación, que resalta los cuerpos de los
bailarines sobre fondo oscuro. El vestuario es sumamente sencillo, pero en degradé:
túnicas para las mujeres y calzas para los hombres, mientras que el
protagonista luce solamente un taparrabo y las bailarinas que ejercen los roles
principales, una malla blanca (la Luz, musa inspiradora del pintor) y
gris (la Sombra). Ningún detalle está librado al azar, sino que el claroscuro
también se refleja en este ítem.
Al
igual que la coreografía, la música conjuga elementos del barroco (el aria
final de L’Incoronazione de Poppea en el pas de deux/ pas de trois del
1° Acto y otras piezas de Monteverdi) con elementos del minimalismo y abundante
percusión (solo de yunques y eolífono en la transición hacia el monumental pas
de six del 2° Acto) acompañados de trémolo a cargo de las cuerdas.
La orquestación de Bruno Moretti es una obra magistral, al igual que su
dirección a cargo de la Filarmónica. Hizo vibrar a la orquesta en los momentos
de mayor carga dramática (representación del Tríptico de San Mateo en el
2° Acto), al igual que “cantar” en los momentos más románticos -magistrales
intervenciones de Xavier Inchausti, Benjamín Báez y Alina Traine al respecto-.
La concordancia con los movimientos coreográficos fue perfecta, al igual que el
excelente nivel desempeñado por el Ballet Estable en las escenas de conjunto,
donde hubo una coordinación y una precisión de movimientos pocas veces vista
sobre el escenario del Colón. En cuanto a los solistas, puede decirse que
estuvieron al mismo nivel que las primeras figuras invitadas. Emanuel Abruzzo y
Emiliano Falcone se destacaron como los amigos de Caravaggio en el 1°
Acto, al igual que las variaciones en el 2° Acto a cargo de Nahuel Prozzi y
Jiva Velázquez. No sólo hicieron gala de su plasticidad y gracia en escena,
sino que supieron acompañar a Roberto Bolle con una perfecta coordinación de
movimientos “en espejo”. Ayelén Sánchez lució etérea como la Sombra en
el pas de trois del 1° Acto, mientras que Lola Mugica Calvo encarnó el
difícil rol de la Quiromántica en el cuadro homónimo. Hizo gala de su
gracia y técnica junto a Prozzi y demostró con creces por qué es una solista en
ascenso. Por su parte, Camila Bocca se lució como la Belleza junto al
binomio Abruzzo/ Falcone y al protagonista. Su crecimiento profesional en estos
últimos años le permite encarar este tipo de roles e incluso, asumir roles
protagónicos.
Esta
obra marcó el debut de Roberto Bolle en el Colón. A los 49 años, sigue siendo
estrella indiscutida del ballet mundial, debido a su asombrosa técnica, su
plasticidad y su histrionismo. Sus movimientos fueron de una perfección
deslumbrante, al igual que los de su partennaire María Khoreva. Es una
de las étoiles del Mariinsky de San Petersburgo y posee el physique
du rôle ideal para encarar a la Luz: etérea, pequeña y poseedora de
una técnica impecable, que hizo vibrar al público con la precisión de sus
movimientos. Una pareja de excelencia para una función de excelencia, que
culminó con una auténtica ovación de aplausos y vítores. Hacía rato que, luego
de bajar el telón, los principales protagonistas de un ballet no salían a
saludar. En este caso, aparecieron primero, los argentinos, y luego, la pareja
protagónica, que fueron ovacionados por igual.
Al
igual que lo expresado en otras funciones donde todo ha sido excelente y
sublime, es muy difícil encontrar sinónimos para referirse a la perfección. Sin
embargo, la excelencia se vio opacada por dos motivos: el primero, el hecho que
los bailarines no dispusieron del calzado adecuado para la primera función
(zapatillas de punta) y el segundo, que sólo figuraron los nombres de los
primeros bailarines invitados en los programas de mano, pero no el de los
bailarines intervinientes en el resto de las funciones. De no contar con la gacetilla
de prensa correspondiente, es una falta de respeto no sólo hacia los artistas,
sino también, a los periodistas especializados, ya que resulta indispensable
para poder escribir un artículo. Y también, una vergüenza que un teatro como el
Colón ignore a sus propios artistas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario