miércoles, 14 de junio de 2023

 

Muy buena producción de “EINSTEIN ON THE BEACH” en Colón Contemporáneo

 

CUANDO LO MÍNIMO SE MAXIMIZA Y SE POTENCIA

Martha CORA ELISEHT

 

            Dentro de la música del siglo XX, una de las tendencias que predominó desde 1968 en adelante es el minimalismo, que nace como respuesta a la tendencia del serialismo integral -una técnica de composición que data de principios del siglo XX- y que se caracteriza por presentar los siguientes elementos: repetición de frases musicales cortas con variaciones mínimas durante un largo período de tiempo; éclasis (movimiento lento, que se representa muchas veces como zumbidos o tonos largos); énfasis en una armonía tonal/ modal y pulso constante. Mientras el serialismo elude la repetición, el minimalismo la celebra con regocijo y rompe con la tradición impuesta por el realismo dodecafónico, donde las doce notas que la integran no deben repetirse antes que todas hayan aparecido -tanto en forma simultánea como sucesiva-.

            La primera obra perteneciente a este género es el Trio for Strings del compositor estadounidense La Monte Young y data de 1958. Sin embargo, el término inglés minimal music (música minimalista, en español) se acuñó recién en 1968, cuando el compositor inglés Michael Nyman se refirió a una obra de su colega Cornelius Cardew. Numerosos autores de la talla de György Ligeti, Arvo Pärt y Brian Eno han adherido a este movimiento, pero el más prolífico ha sido el estadounidense Philip Glass (1937) con más de 25 óperas, 13 conciertos, 14 sinfonías y música para piano solo y órgano, así como también música para películas. Se considera a su ópera EINSTEIN ON THE BEACH (EINSTEIN EN LA PLAYA) como la primera compuesta dentro de este género. Su estreno se produjo en Avignon en 1976, con textos de Christopher Knowles, Samuel Johnson y Lucinda Childs, coreografía de esta última y puesta en escena de Bob Wilson, con un suceso rotundo. El pasado martes 13 del corriente se representó una versión reducida de esta ópera de Martín Bauer y Rodrigo de Caso dentro del ciclo COLÓN CONTEMPORÁNEO en calidad de estreno latinoamericano, con el siguiente reparto: Maricel Álvarez (Narradora 1), Analía Couceyro (Narradora 2), Iván García (Narrador 3), Carla Filipcic Holm (soprano solista), Gustavo Lesgart (Bailarín solista), Marina Giancaspro (Bailarina solista), un cuerpo de baile integrado por Federico Fontán, Constanza Feldman, Eugenia Roces, Mariela Puyol, Gerardo Merlo, Ramiro Cortez, Luciana Brugal y Lucas Minhondo, coro a 4 voces y el siguiente conjunto instrumental: Daniel Robuschi (violín), Patricia García (flauta), Fabio Godoy y María Noel Luxardo (flautas y saxofones), Lautaro Abrego (clarinete bajo), Lucas Urdampilleta y Malena Levin (órgano, sintetizador y teclados), dirigidos por Leo Warynski.

            La presente producción contó, además, con la siguiente ficha técnica: Martín Bauer (director de escena), Mariana Tirantte y Matías Sendón (concepto escénico), Alejo Moguillansky (dirección cinematográfica), Carlos Casella (coreografía), Luciana Gutman (vestuario), Sebastián Rivas (electrónica), Gustavo Biazzi (cámara), Daniel Osorio (diseño y operación de sonido), Rodrigo de Caso (coordinación y producción musical), Carolina Martín Ferro (coordinación de producción), Emanuel Fernández (asistente de dirección de escena), Martina Nosetto (asistente de escenografía), Cintia Dattoli (asistente de coreografía), María Armanini (enlace de régie) y Facundo di Stefano (Stage manager). El equipo cinematográfico estuvo a cargo de El Pampero Cine.

            Junto con SATHYAGRAHA (1980) y AKNATHÉN (1983), EINSTEIN ON THE BEACH integra la trilogía de óperas compuestas por Philip Glass sobre Hombres que cambiaron al Mundo. Pero a diferencia de las anteriores, que versan sobre aspectos biográficos de Mohandas K. Gandhi y el faraón egipcio Akenatón respectivamente, EINSTEIN ON THE BEACH no se basa en la biografía del autor de la teoría de la relatividad, sino que representa un alegato antinuclear escrito por un psicótico, donde cada elemento del género operístico es alterado y renovado constantemente. No posee ni la estructura de una ópera tradicional (arias, diálogos, dúos, etc.) ni una línea argumental definida. Los actores narran un monólogo, donde -por momentos- deben ejercer un tartamudeo o modificar las inflexiones de la voz para que el texto minimalista sea más dinámico. Con excepción de los solistas principales, los bailarines tampoco ejercen una coreografía determinada y la soprano solista solamente vocaliza la letra A durante todo el tiempo que dura su aria. La imagen de Einstein aparece sobre una pantalla de filmación en los diferentes fragmentos, de los cuales, Prison tiene lugar en la playa y representa una prisión simbólica. Se recurre a la amplificación vocal, coral e instrumental durante las 5 horas que dura originalmente la obra, dividida en 4 actos.

            En la presente versión, la adaptación de Martín Bauer y Rodrigo del Caso sobre el original de Glass y Wilson duró 3 horas y media y se representó sin intervalos para que el público pudiera desplazarse libremente -cosa muy fácil de realizar en la platea o los palcos del Colón, pero muy difícil en los pisos superiores dada la angostura de los pasillos-. El ensamble instrumental y el coro estuvieron ubicados estratégicamente en el foso y la Narradora 1 hizo su presentación sobre el escenario del Colón a media luz en la sala unos 15 minutos antes del comienzo de la función, seguida por los Narradores 2 y 3 mientras los integrantes del equipo de escenario y luminotecnia colocaron pantallas y luces para realizar los cambios de escena dentro de los diferentes fragmentos en los cuales se divide la obra (Knee Play 1, Train, Trial, Knee Play 2/ Dance 1, Night Train, Knee Play 3/Trial 2, Prison, Dance 2, Knee Play 4/ Building, Bed (Cadenza- Prelude- Aria), Spaceship, Knee Play 5). Mientras los intérpretes toman su lugar en el escenario, sus posturas y gestos se ven reflejados en pantallas y, en determinado momento, dos reflectores se dirigen al público iluminando la sala y haciendo que participe en la obra.

La labor de edición de fragmentos de diferentes películas sobre juicios famosos que alternan con la imagen de Einstein y la proyección del hongo atómico han sido un excelente trabajo de coordinación y compaginación por parte del equipo actuante, al igual que la participación del conjunto de bailarines en las diferentes coreografías al compás de la música. Y, con respecto de la pareja de bailarines solistas, Gustavo Lesgart descolló merced a su plasticidad y su gracia. No puede decirse lo mismo de su compañera Marina Giancaspro, cuya actuación fue muy buena desde el punto de vista acrobático, pero carente de expresión en las escenas a su cargo. Fue muy buena la coordinación de movimientos donde la pareja de bailarines participa junto a los tres narradores en el penúltimo número del 4° Acto. Y fue un auténtico placer escuchar al bajo venezolano Iván García en el recitativo de amor del número final (Knee Play 5) narrado en castellano. La labor de las actrices Maricel Álvarez y Analía Couceyro fue magnífica, tanto en la pronunciación del inglés como en la modulación del relato y las inflexiones vocales. Brillante actuación de Carla Filipcic Holm en la Bed Scene del 4° acto (única intervención vocal de la obra), donde sólo vocaliza la letra A durante los 8 minutos que aproximadamente dura su aria.

La dirección del francés Leo Warynski fue estupenda, al igual que la labor del conjunto instrumental, donde todos y cada uno de los músicos intervinientes tuvieron oportunidad de lucirse en las secuencias de notas y frases cortas a repetición. Los solos de violín a cargo de Daniel Robuschi sonaron magistralmente, al igual que las cadencias en órgano, sintetizador y teclados a cargo de la dupla formada por Lucas Urdampilleta y Malena Levin. El desempeño del ensemble coral fue monumental, teniendo en cuenta que sólo entonan frases cortas o cadencias de notas (Fa- La- Do- Si- La y Mi- Do- Re en Night Train). La selección de voces fue perfecta y todos los artistas intervinientes se retiraron sumamente aplaudidos.

Pese a que el público que asiste al ciclo Colón Contemporáneo es completamente distinto al que concurre asiduamente a funciones de ópera, ballet y conciertos, hubo una notable deserción luego de los primeros 30 minutos de comenzada la obra. El minimalismo puede resultar reiterativo y algo pesado para quienes no están habituados a escucharlo y más aún, cuando se representa una obra que no posee la estructura de una ópera tradicional. No obstante, cuando se suman las partes, el todo se transforma en una obra maestra y eso fue lo que una pudo apreciar anoche sobre el escenario del Colón. Un espectáculo de alta calidad y jerarquía que marcó el inicio de un ciclo prestigioso.  

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