domingo, 12 de noviembre de 2023

 


                      Créditos: Servicio de Prensa Teatro Colón, fotografía del Mtro. Arnaldo Colombaroli



Muy buena producción integral de “MADAMA BUTTERFLY” en el Colón


ENTRE LA NECESIDAD Y LA DIGNIDAD


Martha CORA ELISEHT


A menos de un año de cumplirse el centenario del fallecimiento de Giacomo

Puccini (1858-1924), el Teatro Colón decidió cerrar su temporada lírica con uno de los

títulos más emblemáticos del genio de Lucca: MADAMA BUTTERFLY, cuyas

representaciones podrán verse en el escenario del mayor coliseo porteño desde el 7 al 17

del corriente con puesta en escena de Livia Sabag, escenografía de Nicolás Boni,

vestuario de Sofía Di Nunzio, iluminación de José Luis Fioruccio y proyección en video

de Matías Otálora. Participan los maestros Diego Censabella y Masato Tamasaki como

asistentes de director musical; Mercedes Marmorek, en dirección de escena y Lilia

Scagliarini como asistente de vestuario. La dirección musical estará a cargo de Jan

Latham- Koenig para las funciones de abono, y Carlos Vieu, para las extraordinarias.

Asimismo, el Coro Estable actuará bajo la dirección de Miguel Martínez.

Esta cronista asistió a dos funciones extraordinarias los días 8 y 9 del corriente,

con el siguiente reparto, respectivamente:

- Daniela Tabernig/ Anna Sohn (Cio- Cio San/ Butterfly)

- Riccardo Massi/ Fermín Prieto (Pinkerton)

- María Lujan Mirabelli/ Cecilia Díaz (Suzuki)

- Omar Carrión/ Leonardo López Linares (Sharpless)

- Ramiro Pérez/ Gabriel Centeno (Goro)

- Felipe Carelli/ Fernando Grassi (Príncipe Yamadori)

- Emiliano Bulacios/ Christian Peregrino (tío Bonzo)

- Juan Barrile/ Sergio Wamba (Comisario Imperial)

- Edgardo Zecca/ Augusto Nureña Santis (Oficial)

- Rosario Mesiano/ Mariana Carnovali (Kate Pinkerton)

- Mariano Crosio/ Carlos Esquivel (Yacuside)

- Marina Torres/ Marta Del Giorgio (la Madre)

- Constanza Castillo/ Carmen Nieddu (la Prima)

- Roxana Horton/ Carina Höxter (la Tía)

y la participación de los niños Alina Geldymuradov Rutkauskas, Uma Michelle

Florencio y Lisandro Silva (Dolore, hijo de Butterfly).

Compuesta en 1904 con libreto de Giuseppe Giacosa y Luigi Illica sobre la

novela homónima de David Belasco (Madame Butterfly, a Tragedy of Japan), es la

ópera que mejor narra la situación de una mujer joven y adolescente dentro de un

contexto adverso. A su vez, Belasco se basa en el relato homónimo de John Luther

Long (1898) y éste, sobre la novela Madame Chrysanthéme, de Pierre Loti (1887). Sin

embargo, algunos estudiosos afirman que el libreto está basado sobre hechos verídicos

ocurridos en Nagasaki en 1890.


Hija de una familia noble y pudiente venida a menos tras el suicidio de su padre

por mandato del Mikkado, Cio- Cío San conoce la pobreza y debe trabajar como geisha

para poder sobrevivir. No eran muchas las posibilidades que tenía una mujer en aquel

entonces para subsistir en una sociedad paternalista y conservadora como la japonesa,

con excepción del matrimonio. Precisamente, la protagonista toma esta última decisión

como medio para salir de la pobreza y lo hace con un extranjero, con toda la esperanza

de una vida mejor, que incluye hasta un cambio de religión. Su tío Bonzo la descubre y

se lo reprocha delante de todos sus parientes el mismo día de su boda. Aquí se desata el

nudo central del drama: su familia la abandona por haber cometido una ofensa

irreprochable y deposita todas sus esperanzas en su marido. Sin embargo, la fidelidad

eterna no está dentro de los planes de Pinkerton, quien planea casarse con “una vera

sposa americana”, tal como lo plantea al final del dúo con Sharpless. Para el marino,

sólo se trata de una aventura más, motivo por el cual la abandona, dejándola librada a su

suerte y en la absoluta miseria, sin saber que ha concebido un hijo con ella y

enterándose por medio del cónsul. De ahí la genialidad de Puccini de tratar un tema tan

actual y candente como la violencia de género: no por medio de violencia verbal y

golpes, sino de privaciones e incertidumbre -otro tipo de violencia psicológica-. Al

comprender que sólo regresa para llevarse a su hijo con su nueva esposa, defraudada y

despojada de lo que más ama en este mundo, Butterfly decide cumplir con el mandato

de suicidarse con la espada de su padre mediante un harakiri para preservar su dignidad.

Precisamente, la régie de Livia Sabag se basa en estos dos conceptos: la pobreza y la

degradación de la protagonista, quien no está preparada para afrontar la maldad de este

mundo. De ahí que la puesta en escena sea árida, oscura y estéril, pero respetando la

concepción original de la obra. La minka – casa común japonesa- situada sobre la colina

permite el desarrollo de todas las escenas. Sin embargo, sólo Goro, Sharpless y Kate

Pinkerton la suben, mientras que el cortejo nupcial entra desde un costado del escenario.

Quizás este sea el error más importante acorde a lo especificado en el libreto (“¿É un po

dura la scalata?”). La escenografía se completa con un árbol seco y rocas diversas. Se

proyectan videos sobre un telón para marcar los cambios que suceden en el 2° y 3° acto

-un alud y la crecida de un río, que indican la situación en que se encuentra la

protagonista acorde a la concepción de la régieseusse- y se muestra el deterioro de la

casa durante los 3 años de ausencia de Pinkerton. En el preludio al 3° acto, aparece el

marino y juega con su hijo. La iluminación se concentra sobre ellos mientras el telón

donde se proyecta el video sigue funcionando. En el momento del tutti orquestal con el

leitmotiv de la boda de la protagonista, aparece el sueño de Butterfly de reunirse con su

marido y su hijo en un prolongado abrazo y un beso apasionado, dando la imagen de

una familia perfecta y feliz. Un recurso muy bien logrado, que luego se desvanece para

dar paso a la realidad. El vestuario de época también concuerda con la concepción

original de la obra y, a diferencia de otras puestas en escena donde la protagonista se

viste a la usanza occidental en el 2° acto, Butterfly usa un kimono cuyo ruedo y mangas

se ven un tanto sucios y desprolijos, al igual que el de Suzuki, acorde a la concepción

escénica anteriormente mencionada.

En ambas funciones, Carlos Vieu ha dirigido magistralmente a la Orquesta

Estable, que sonó auténticamente forte e appasionata -características de Puccini-, con

brillo y enjundia. Bien conocida es su vasta experiencia como director de ópera y

demostró un perfecto conocimiento de la partitura. También ha sido excelente la


participación del Coro Estable bajo la dirección de Miguel Martínez y conmocionó a la

audiencia en el celebérrimo coro a bocca chiusa al final del 2° acto.

En cuanto a los roles secundarios y, en líneas generales, los integrantes de ambos

elencos han tenido un muy buen desempeño. Ha sido un placer poder escuchar a una

destacada intérprete del rol protagónico como Marina Torres en el rol de la Madre, al

igual que Carmen Nieddu como la Prima y Carina Höxter y Roxana Horton como la

Tía. Lo mismo sucedió con Edgardo Zecca y Augusto Nureña Santis como el Oficial;

Juan Barrile y Sergio Wamba como el Comisario Imperial y, en el caso del tío Bonzo, el

de Christian Peregrino fue algo superior que el de Emiliano Bulacios. Tanto Mariana

Carnovali como Rosario Mesiano brindaron una muy buena Kate Pinkerton, al igual

que Mariano Crosio y Carlos Esquivel como Yacuside. En cuanto al Príncipe Yamadori,

Felipe Carelli fue superior a Fernando Grassi en la interpretación de este rol, al igual

que Gabriel Centeno como Goro. Su presencia escénica fue imponente, ya que es el

principal personaje dentro de los coprimarios. Ramiro Pérez estuvo muy bien

caracterizado y compenetrado con el personaje, pero vocalmente, fue inferior. Si bien no

cantan, la actuación de los niños que interpretan a Dolore fue fantástica y se retiraron

muy aplaudidos.

En cuanto a los roles principales, tanto Omar Carrión como Leonardo López

Linares brillaron sobre el escenario del Colón como Sharpless. Ambos son notables

intérpretes de este rol y lo demostraron con creces sobre el escenario. Lo mismo sucedió

en el rol de Suzuki merced a la profesionalidad y al oficio actoral tanto de María Luján

Mirabelli como de Cecilia Díaz. Desde el punto de vista vocal, ambas fueron muy

parejas y quizás se la vio mejor plantada a esta última desde lo actoral.

El tenor italiano Riccardo Massi es una voz un tanto justa para las dimensiones

del Colón -ya se lo apreció como Radamés en 2018, donde, precisamente, no brilló- y

comenzó un tanto flojo en los diálogos con Goro. A medida que transcurría la acción,

fue creciendo paulatinamente hasta el dúo de amor (“Vieni la sera”) y sí se destacó en

el 3° acto (“Addío, fiorito asil”). Sin embargo, su voz carece del squillo que sí posee

Fermín Prieto, quien tuvo un destacadísimo desempeño desde el comienzo al final. El

tenor mendocino se lució sobre el escenario del Colón para dar vida a un excelente

Pinkerton desde los primeros compases hasta brillar en el dúo con Sharpless

(“Dovunque al mondo/ il yankee vagabondo”) y se mantuvo durante toda la obra.

Daniela Tabernig se encuentra en el mejor momento de su carrera y lo demostró

con creces una vez más sobre el escenario del Colón, dando vida a una Butterfly ideal en

todos los aspectos desde el comienzo en el fuera de escena (“Ancora un paso or vía”)

hasta los diferentes pasajes de su estado de ánimo en el dúo de amor (“Rinnegata e

felice” y el bellísimo “Vogliatemi bene”). Fue sumamente aplaudida en la célebre aria

del 2° acto (“Un bel di vedremo”) y sus dotes histriónicas se pusieron de manifiesto al

escuchar las duras palabras de Sharpless al final de la lectura de la carta. Lo mismo

sucedió en el encuentro con Kate y en la despedida de su hijo (“Addío, idolo mío”). Y,

como no podría ser de otra manera, la ovación del público fue total al finalizar la obra.

En cuanto a la soprano coreana Anna Sohn, es una buena cantante y una excelente

actriz. Quizás, su voz sea un tanto justa para un teatro como el Colón, pero lo compensó

merced a su oficio, al conocimiento del personaje y al physique du rôle. En el 1° acto se


la escuchó un tanto justa y, al igual que Massi, fue creciendo a medida que iba

avanzando la obra. No obstante, también recibió una nutrida ovación al final.

De las pocas versiones de MAADAME BUTTERFLY que esta cronista ha visto y

escuchado en el Colón, ésta ha sido la mejor desde lo estrictamente musical y vocal. (La

primera, en 1980, con Elena Mauti Nunziata en el rol protagónico, que fue espantosa y

la de Yoko Watanabe en 1984, que fue una muy buena intérprete de este rol, pero donde

falló el tenor). Una vez más, se demuestra que existe mucho talento a nivel nacional

como para contratar a cantantes internacionales cuyas voces no sobresalen ni brillan

sobre el escenario del Colón. Acorde al título de esta nota, los cantantes locales tienen la

necesidad imperiosa de presentarse en el mayor coliseo nacional para honrar y

dignificar su profesión.

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