Muy buen concierto y estreno de
“TEREZIN” a cargo de la Académica del Colón
MÚSICA
PARA NUNCA MÁS OLVIDAR
Martha
CORA ELISEHT
Este
es el primer año donde la Orquesta Académica del Teatro Colón organizó un Ciclo
de Abono de conciertos. La agrupación dependiente del Instituto Superior de
Arte de dicho coliseo brinda la oportunidad de perfeccionarse y foguearse a
músicos muy jóvenes y talentosos que, con el correr del tiempo, pasarán a
formar parte de las orquestas más prestigiosas del país. Asimismo, el Instituto
Superior de Arte del Colón (ISATC) le brinda oportunidad a numerosos
compositores mediante obras compuestas por encargo para su correspondiente
estreno. Dentro de este ámbito, el pasado sábado 4 del corriente tuvo lugar en
la sala principal del Colón los estrenos de la cantata TEREZIN, de Nelly
Gómez y de He aquí la noche, de Claudio Alsuyet en el marco de un
concierto a cargo de la Orquesta Académica del ISATC bajo la dirección de Paolo
Bocchimuzzi, donde participaron los siguientes intérpretes: Iván Rutkauskas (piano),
Denise Pertusi (soprano) y el Coro de Niños del Colón, dirigido por
César Bustamante.
El
programa estuvo integrado por el siguiente repertorio:
-
Kikimora (leyenda para
orquesta), Op.63- Anatoli LYADOV
(1855-1914)
-
He aquí la noche (estreno
mundial)- Claudio ALSUYET (1957)
-
Concierto para piano y
orquesta n°2 en Fa mayor, Op.102- Dmitri SHOSTAKOVICH
(1906- 1975)
-
Cantata por Terezin
para narradora, coro de niños y orquesta (estreno
mundial) – Nelly Beatriz GÓMEZ
-
Sinfonía n°1 en Re
mayor, Op.25 (“Clásica”)- Sergei PROKOFIEV
(1891-1953)
Desde
la tradicional afinación de instrumentos se pudo apreciar una orquesta muy bien
afinada y afiatada, característica que prevaleció durante todo el
repertorio comprendido dentro del concierto. Discípulo de Carlos Vieu, Paolo
Bocchimuzzi no sólo es un director joven y talentoso sino que, además, se
desempeña como coordinador de la Académica. Formó un verdadero binomio junto
con los músicos desde los primeros compases de la mencionada obra de Lyadov.
Con excepción de El Lago Encantado, la producción de este gran
compositor ruso es poco conocida y frecuentada por estas latitudes. Por lo
tanto, ha sido un gran mérito incluir el poema sinfónico Kikimora, compuesto
en 1910 y que se basa sobre una leyenda de la mitología eslava. Las kikimoras
son espíritus femeninos que habitan las casas escondiéndose tras las
paredes y son protectoras cuando la casa está en orden; caso contrario, hace
ruidos, rompe la vajilla y es muy difícil poderla sacar. Se presentan en las
pesadillas como mujeres hermosas que torturan a los hombres con sus deseos
(casualmente, en inglés, el término nightmare deriva de dicha raíz, al
igual que cauchemar en francés). La obra se inicia en tono menor en los
instrumentos graves hasta la introducción de una melodía típicamente rusa a
cargo del corno inglés, que alterna con un segundo tema a cargo de las cuerdas
en trémolo, flauta y clarinete bajo. La alternancia de estos dos temas
da el clima de suspenso y misterio anteriormente descripto hasta desembocar en
un Allegro giocoso que posee reminiscencias de El Aprendiz de Brujo, de
Paul Dukas. La marcación y dirección de Bocchimuzzi fue muy buena, al igual que
en la obra de Alsuyet, que fuera comisionada por el Instituto Superior de Arte
del Colón. Es una melodía muy bien elaborada, con un glissando inicial a
cargo de las cuerdas, maderas y arpa donde hay un muy buen solo de flauta y
oboe, con contrapunto a cargo del fagot. La entrada de la noche se anuncia
mediante un trémolo en cuerdas con acompañamiento de trombones, que
marcan ese clima noctámbulo tan particular. Según palabras de su autor: “La
poética de la noche, tan representativa en la vida”. Posee una muy buena
línea melódica, tonal, con efectos de claroscuro, muy bien ensamblada. Fue muy
bien recibida por parte del público y el autor salió a saludar al escenario,
siendo sumamente aplaudido.
Seguidamente,
Iván Rutkauskas hizo su presentación sobre el escenario para brindar una
excepcional versión del concierto n°2 para piano y orquesta en Fa mayor de
Shostakovich. Compuesto en 1957, fue dedicado a su hijo Maxim con motivo de su
graduación en el Conservatorio de Moscú. Su estreno se produjo a fines de ese
mismo año con la presencia del compositor al piano y consta de 3 movimientos: Allegro/
Andante/ Allegro y los dos últimos se ejecutan sin interrupción (attaca).
Pese a su breve duración (20 minutos), posee pasajes de gran dificultad
técnica, que fueron abordados de manera magistral, con un perfecto dominio de cadencias,
arpegios y arabescos. Los numerosos contrapuntos a cargo de las
maderas (fagot, clarinete y oboe en el Allegro inicial) estuvieron
perfectamente ejecutados, con un gran desempeño por parte de la orquesta. Unido
esto a la precisa marcación de Bocchimuzzi, la versión fue de excelencia y se
vio traducida en un sinfín de aplausos y vítores al final de su interpretación.
A
continuación, el Coro de Niños hizo su presentación en el escenario junto a la
soprano Denise Pertusi (narradora) para interpretar la segunda obra en
calidad de estreno mundial: la Cantata por Terezin, compuesta por Nelly
Gómez por encargo del ISATC y basada en poemas encontrados en dicho campo de
concentración, ubicado a 60 kilómetros de Praga y donde miles de judíos
provenientes de varios países europeos fueron deportados a partir de 1941. Ubicado
en una antigua ciudad amurallada fundada sobre la confluencia de los ríos Elba
y Ohre por la emperatriz María Teresa de Austria (de ahí deriva su nombre en
alemán, Theresienstadt), fue una fachada donde los nazis trataron de
mostrar a la Cruz Roja que los reclusos en dicho ghetto estaban bien
atendidos. Para ello, llevaron a artistas de diferentes rubros (pintores,
escultores, escritores) para que los niños y adolescentes hicieran dibujos y
escribieran poemas. Desgraciadamente, sólo quedaron 17.200 de los 150.000
habitantes que dicho campo de concentración poseía hacia 1942 antes de partir
hacia los campos de exterminio. En base a los poemas escritos por los niños de Terezin,
la compositora ideó una cantata para narradora, coro de niños y un ensamble
orquestal de 19 instrumentos, donde cada uno de los números que la integran
abre con un solo de shofar. Las cuerdas en trémolo y el murmullo
del coro infantil crean la sensación de miedo, incertidumbre y desolación ante
la evacuación del ghetto mediante un lamento muy bien elaborado por la
orquesta. El efecto de cuerdas divididas y disonancias- reforzado por la
percusión- muestra la incertidumbre ante lo que vendrá (Mi corazón sigue
latiendo, en palabras de la narradora, que repite el coro a 4 voces). El
coro estuvo muy bien preparado y ensamblado, mientras la melodía in
crescendo – donde posteriormente, la soprano se une al canto- finaliza abruptamente
con un redoble de timbal, que representa la resolución y el destino final de
aquellas almas inocentes. Un merecido homenaje y un cálido aplauso por parte
del público a los intérpretes y la compositora, quien también estuvo presente
sobre el escenario.
Por
último, la Académica brindó una versión fresca y chispeante de la Sinfonía
n°1 (“Clásica”) de Prokofiev, compuesta en 1917 y escrita según los cánones
tradicionales en 4 movimientos (Allegro, en Re mayor (2/2) / Larghetto,
en La mayor (3/4) / Gavotta. Non troppo allegro, en Re mayor (4/4) y
Finale: Molto vivace, en Re mayor (2/2)). Sus texturas son económicas y
su carácter, desenfadado y algo humorístico. Si bien posee disonancias propias
del estilo del compositor, su base es tonal y representa el primer esfuerzo de
Prokofiev respecto de este género, al cual retornaría en numerosas
oportunidades durante el resto de su carrera.
Esta
cronista se vio sorprendida por la diversidad de las obras comprendidas en el
programa y por la calidad en sus interpretaciones. Es un orgullo para la
Académica haber contado con dos estrenos mundiales, de los cuales, Terezin refleja
los horrores de un pasado atroz, que amenaza con volver de la mano de los
aprendices de Hitler. Hoy, más que nunca, se necesita de este tipo de obras
para refrescar la memoria y no olvidar jamás las atrocidades del pasado cometidas
por el odio y la intolerancia ante el hecho de pensar diferente o poseer otro
credo. Desgraciadamente, la humanidad sigue cometiendo los mismos errores.
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