Excelente concierto de la Sinfónica Nacional junto a Alejandro Jassan en el CCK
TRES JOYAS QUE BRILLAN CUANDO SE LAS TOCA
Martha CORA ELISEHT
Luego de la pandemia, en estos últimos dos años parece haber un resurgimiento
de obras de música clásica que se han rescatado después de mucho tiempo. En 2022
hubo una notable recuperación de partituras de compositores nacionales -
principalmente, obras de Alberto Williams, con motivo de cumplirse el 50° aniversario
de su fallecimiento- y, durante el transcurso del corriente año, tanto de compositores
nacionales como extranjeros. Tal es el caso del repertorio que la Orquesta Sinfónica
Nacional ofreció en su último concierto el pasado viernes 27 del corriente en la Sala
Sinfónica del Centro Cultural Kirchner (CCK), con dirección musical de Alejandro
Jassan y la participación de Pablo Sangiorgio como solista invitado.
El programa estuvo formado por las siguientes obras:
- Scherzo sinfónico- Virtú MARAGNO (1928-2004)
- Fantasía escocesa en Mi bemol mayor para violín y orquesta, Op.46- Max
BRUCH (1838-1920)
- Sinfonía n°2 en Si menor, Op.5- Alexander BORODIN (1833-1887)
Alejandro Jassan es uno de los mejores directores de orquesta argentinos y demostró
su amplia experiencia y conocimiento del repertorio vernáculo desde los primeros
compases del Scherzo sinfónico de Virtú Maragno. Compuesta en la década del ’50, es
una obra de la primera etapa de este gran músico santafesino, que supo conjugar el
folklore local con la vanguardia italiana y fue profesor a cargo de la Cátedra de
Contrapunto en el Conservatorio de La Plata. Tal como lo indica su título, es un scherzo
en ritmo de malambo de breve duración, que posee numerosos contrapuntos y
cromatismo orquestal desde su inicio a cargo de la percusión y los bronces hasta la
entrada de las cuerdas. Posee también ribetes que remedan la obra de Carl Nielsen (en
cuerdas) y Ginastera (en metales) y permite el lucimiento de todas las secciones de
instrumentos. La perfecta marcación y dominio de tempi por parte del director y la labor
de los músicos permitieron una versión brillante de principio a fin en todos los aspectos.
La Fantasía Escocesa en Mi bemol mayor, Op.46 fue compuesta por Max Bruch en
1880 luego de un viaje a Escocia. En aquel entonces, el músico alemán se desempeñaba
como director de la Liverpool Philharmonic Society y decidió componer una fantasía
para violín y orquesta en 4 movimientos basada en temas folklóricos escoceses (Grave.
Adagio cantábile (Trough the Word Laddie)/ Allegro scherzando (The Dusty Miller)/
Andante sostenuto (My heart is in the Highlands- I´m a Doun of lack O´Johnie)/ Allegro
Guerriero (Hey Tuttie Tatie- Scots Wha Hae). Fue dedicada al gran virtuoso del violín
Pablo de Sarásate, pero también intervino otro gran violinista en su composición:
Joseph Joachim, quien la estrenó en Liverpool en 1881. Bruch quedó muy disconforme
con su interpretación y decidió volver a representarla junto a Pablo de Sarásate en 1883,
al frente de la Orquesta de la Liverpool Philharmonic Society. Ahí se convirtió en un
éxito rotundo, pese a que se ejecuta en muy raras ocasiones (la primera vez, en el caso
particular de esta cronista). Para su interpretación, se colocó al arpa entre los primeros y
segundos violines para que actuara de manera concertante con el violín. Pablo
Sangiorgio fue un solista excepcional: abordó desde el trémolo en el grave inicial con
un sonido prístino y un fraseo impecable, que se continuó con una excelente línea
melódica en el cantábile – que no sólo permite el lucimiento del solista, sino también de
todos los grupos de instrumentos- y continuó con la apertura de la melodía en el
vibrante Allegro scherzando en ritmo de giga escocesa, donde el solista enfrenta pasajes
de notable dificultad, cuyo fraseo debe sonar a la perfección. Sangiorgio lo logró
merced a su prodigiosa digitación, con una notable ejecución del pasaje de escalas
ascendente y descendente, al igual que el fraseo en cascada. Luego de un pasaje
bellísimo a cargo de las violas, se pasa directamente en modo attaca al Andante
sostenuto, donde el violín ejecuta una serie de variaciones sobre los dos temas escoceses
mencionados en la descripción de los movimientos (My heart is in the Highlands y I´m
a Doun for Lack O´Johnie), mientras la orquesta ejecuta la melodía. Aquí, el violinista
se destacó en los trinos mientras el oboe introduce la melodía final, seguido por el
solista y la orquesta. El impactante Allegro guerriero final es un Allegro molto maestoso
in tempo di marcia basado en dos canciones patrióticas escocesas (Hey Tuttie Tatie y
Scots Wha Hae -esta última, con letra de Robert Burns-), que fueron interpretadas con la
majestuosidad que requiere dicho movimiento. El solista hizo gala de su digitación y
precisión en las variaciones sobre los temas anteriormente mencionados, logrando un
muy buen dúo con el arpa en el concertante. Tras el fraseo en la fuga final, el Auditorio
Nacional se puso de pie para ovacionar a los intérpretes, motivo que obligó a Pablo
Sangiorgio a ejecutar un bis: Capricho para Buenos Aires II, de Bernardo Stalman, una
exquisita obra para violín solista en ritmo de tango -género que domina a la perfección,
ya que se desempeñó como concertino de la Orquesta de Tango de Buenos Aires-. Otra
ovación y numerosos vítores para este gran talento nacional.
Por último, la Sinfónica Nacional brindó una versión perfecta de cabo a rabo de la
mencionada Sinfonía n°2 en Si menor, op.5 de Borodin, que fue compuesta entre 1869 y
1876, orquestada por Borodin y revisada a posteriori para su publicación tras la muerte
del integrante del Grupo de los Cinco por Rimsky- Korsakov y Alexander Glazunov en
1877. Se la conoce también como Sinfonía Heroica, ya que remeda una reunión de
héroes de guerra en su primer movimiento (Allegro moderato). La marcación y el
dominio de los tempi por parte de Jassan fueron perfectos desde el inicio y continuaron
en el resto de los 4 movimientos que integran la obra (Scherzo- molto vivo/ Andante/
Finale: Allegro). El bellísimo scherzo- molto vivo posee reminiscencias de las Danzas
Polovtsianas de El Príncipe Igor, que permite un gran lucimiento de las cuerdas y las
maderas. Todos los solistas de la Sinfónica se lucieron y, muy especialmente, el corno
en la apertura del 3° movimiento (Andante). Y la interpretación y dirección del Allegro
in tempo di drushba final fue magistral desde todo punto de vista. Un concierto de
calidad excepcional de la mano de una gran batuta.
Lo bueno de la programación de las orquestas sinfónicas durante el transcurso del
corriente año es que han incluido obras que se representan en muy escasas
oportunidades y, por ende, son absolutamente desconocidas -en el caso particular de
quien escribe, las dos únicas veces que escuchó la sinfonía de Borodin fue,
precisamente, por la misma orquesta-. Tres auténticas joyas que brillan con luz propia
cada vez que se las ejecuta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario