Emergente
batuta en gran debut…
Por
Jaime Torres Gómez
Luego de
importantes galardones en gravitantes concursos europeos para directores, Luis
Toro Araya (28) hizo un esperado debut junto a la Filarmónica
de Santiago en el decano coliseo artístico nacional,
el Teatro Municipal capitalino.
No
era la primera vez que se veía al maestro Toro Araya por
estas latitudes, recordándose vivamente una triunfal presentación junto a
la Orquesta de Cámara de Chile el año pasado, dando cuenta de
un talento desbordante que amerita seguirle su derrotero
profesional.
Actualmente
radicado en Europa, es director asistente de
la prestigiosa Sinfónica Nacional de España, combinando su
actividad como invitado en diversas agrupaciones
internacionales. En Chile, curiosamente, su debut en “orquesta
grande” no lo hizo precisamente con la Sinfónica Nacional,
como habría sido natural, al ser por varios años integrante de sus segundos
violines, dando pie a una anotación de mérito a las
autoridades del Teatro Municipal haberlo fichado oportunamente y
en un inmejorable contexto como el abono filarmónico,
esperándose en lo pronto su debut con la misma Sinfónica…
Con un
convocante y bien hilvanado programa, asimismo de alta exigencia artística, se
destaca el equilibrio de las obras escogidas -con lo muy conocido y menos
recurrido-, más una inteligente combinación entre las mismas.
Muy
bienvenida la inclusión de la Obertura de la ópera “Genoveva”
(Op. 81), de Robert Schumann, no recordándose su
programación en las últimas décadas. Y de las oberturas schumanianas,
la más recurrente localmente ha sido “Manfredo”, asimismo la “Obertura, Scherzo y Final”, que,
en rigor, es un orgánico de tres partes que incluye una obertura. En el caso de Genoveva,
se trata de la única ópera del compositor, basada en la leyenda medieval de Genoveva de
Brabante. En lo formal, esta obertura
está bien estructurada y pletórica de recursos musicales que enriquecen su
discurso interno, asimismo, como es recurrente en Schumann, signada de un transparente tejido armónico.
Excelente
lectura de Toro Araya, logrando
auscultar con entera asimilación las complejidades armónicas -de expuesta
desnudez- mediante un acabado manejo de las dinámicas, acentos, fraseos e
indicaciones de carácter, obteniendo debida correspondencia general de los filarmónicos.
Con
certero criterio complementario, seguidamente se ofreció el Preludio
y Muerte de Amor de la ópera Tristán e Isolda, de Richard
Wagner. Pieza fundamental de la historia de la música, este Preludio, construido por
algunos de los leivmotiv de la ópera, expone magistralmente, a
través de un largo crescendo seguido de un rápido decrescendo,
la vívida pasión y éxtasis entre los amantes. Revolucionario el inicio con el disonante “Acorde de Tristán”,
abriendo nuevos horizontes armónicos, y sin duda antesala al quiebre de
la tonalidad desarrollada luego fundamentalmente por Schönberg.
Y coherentemente engarzado con la Muerte de Amor de Isolda,
se provee total unidad a esta pieza de concierto.
Magistral entrega de la joven batuta, con madurez musical a
borbotones que comprendió en plenitud el pathos
interno global, traducido en un continuum
discursivo de progresivo (y atrapante) interés… Con deslumbrante técnica, Toro Araya logra sacar lo mejor de la Filarmónica en todo orden. Notable la precisión
inicial en la indicación de la séptima
disminuida del acorde tristaniano,
más una galería de logros en acentos, matices y balances. Certera adopción de
tempi más notable trabajo en texturas y timbres. Sin duda, una versión triunfal
y largamente ovacionada por el numeroso público…
Como cierre, una versión de antología de la Sexta
Sinfonía “Patética” de P.I. Tchaikovsky. Obra de habitual
repertorio local y generalmente bien abordada, empero, en esta oportunidad, Luis Toro Araya trasunta toda rutina, proponiendo
una visión no necesariamente de viscerales desgarros, optando por una mirada
compasiva (y estoica) al dolor impreso por el compositor en esta obra, escrita poco antes de morir…
Con puntilloso análisis del todo,
Toro Araya saca a relucir detalles
casi inadvertidos en todo orden. Escrupuloso trabajo en fraseos, inflexiones,
empáticos tempi, amén de un soberbio manejo de matices, dinámicas y carácter. Inapelablemente,
una cátedra de musicalidad servida de una deslumbrante técnica de dirección.
Formidable respuesta de los filarmónicos
santiaguinos.
En suma, una presentación con visos de
antología de una joven batuta nacional,
que dio cuenta de sus grandes proyecciones
internacionales…
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