Créditos: Servicio de Prensa Teatro Colón, Fotografía del Sr. Máximo Parpagnoli
Gran actuación de Osiel Gouneo junto al Ballet Estable del Colón
CON TODO EL FERVOR Y EL ESPÍRITU SHAKESPERIANO
Martha CORA ELISEHT
La obra de William Shakespeare (1564-1616) es gloriosa y monumental desde
todo punto de vista. Nadie lo ha superado desde el punto de vista de la variedad y
profundidad de sus obras, el recurso lingüístico y la representación de sus personajes.
Por ello es el mayor escritor de la literatura inglesa y uno de los más grandes a nivel
universal.
Asimismo, su extensísima obra ha sido fuente de inspiración para numerosos
compositores de ópera y música clásica: entre otros, Georg Friedrich Haendel (JULIO
CÉSAR), Giuseppe Verdi (MACBETH, OTELLO, FALSTAFF), Ambroise Thomas
(HAMLET), Charles Gounod, Piotr I. Tchaikovsky, Héctor Berlioz (ROMEO Y
JULIETA), Otto Nikolai (LAS ALEGRES COMADRES DE WINDSOR) y, más
recientemente, Thomas Ades (LA TEMPESTAD). Y dentro del ballet, a Sergei Prokofiev
(ROMEO Y JULIETA), Félix Mendelssohn- Bartholdy (EL SUEÑO DE UNA NOCHE
DE VERANO) y LA FIERECILLA DOMADA, estrenada en 1969 por el Ballet de
Stuttgart con coreografía de John Cranko y música orquestada por Kurt- Heinz Stolze
sobre melodías de Domenico Scarlatti (1685-1757). Precisamente y, luego de más de 18
años de ausencia de los escenarios porteños, el Ballet Estable del Teatro Colón decidió
incorporar este título a su temporada, cuyas representaciones tienen lugar entre el 15 y
el 21 del corriente sobre el escenario del mayor coliseo porteño bajo la dirección de
Mario Galizzi, con participación de Pablo Aharonian como coreógrafo repositor y una
supervisora coreográfica de lujo: Marcia Haydée, quien lo estrenó en Buenos Aires en
1982 junto a Richard Cragun en los roles protagónicos con la participación del Ballet
de Stuttgart sobre el escenario del Colón.
Quien escribe tuvo la oportunidad de asistir a la función el pasado martes 17 del
corriente, con el siguiente reparto: Camila Bocca (Catalina), Osiel Gouneo
(Petrucchio), Ayelén Sánchez (Blanca), Federico Fernández (Lucencio), Emanuel
Abruzzo (Hortensio), Vinicius Vasconcelos (Gremio), Lucas Garcilazo de la Vega
(Bautista), Adrián López (Sacerdote), Omar Urraspuru (Tabernero), Cecilia Lucero y
Luciana Barriero (Dos taberneras); David Gómez, Emiliano Falcone, Martín Vedia y
Nicolás Scianca (sirvientes de Petrucchio); Paula Cassano, Eliana Figueroa, Julieta
Urmenyi, Gerardo Wyss, Alan Ferreyra y Pablo Noriega (pas de six). La presente
reposición es una producción del Teatro Municipal de Santiago de Chile y contó con
escenografía y diseño de luces de Steen Bjarke (basada en el diseño de Elizabeth
Dalton), vestuario de Elizabeth Dalton, supervisado por Diana Eckmann e iluminación
de Rubén Conde. La dirección musical estuvo a cargo de Javier Logioia Orbe al frente
de la Orquesta Estable.
Una de las particularidades que posee esta joya del ballet es que, además de ser
eximios bailarines, los protagonistas también deben ser muy buenos actores para poder
interpretar a la intempestiva y colérica Catalina, quien -por momentos- debe alternar
pasos y figuras de la danza clásica (sostenuto, developée) con elementos de danza
contemporánea (giro, contracción, relajación) y recursos de pugilato para poder pelear
con Petrucchio. Por su parte, el bailarín debe desarrollar saltos y piruetas de extrema
dificultad para dar vida al tosco pretendiente -un campesino que ha cobrado una jugosa
herencia y le ofrece una muy buena dote a Bautista -padre de Catalina y Blanca- para
reclamar la mano de su hija. La menor de las dos hermanas es la antítesis de la mayor:
dulce, refinada y llena de pretendientes, está enamorada de Lucencio, pero no puede
casarse hasta que su indomable hermana no se despose. Todo esto genera una deliciosa
comedia de enredos al estilo de Shakespeare, donde los vecinos se quejan de los
escándalos provocados por la protagonista. Y, como dice el refrán, a todo chancho le
llega su San Martín: Petrucchio la hace pasar hambre, frío y penurias hasta que la
orgullosa Catalina depone su actitud y no sólo se transforma en una esposa ejemplar,
sino que les enseña a su hermana y a las demás mujeres cómo se debe tratar a un
marido.
La orquestación de Kurt- Heinz Stolze sobre la música barroca de Scarlatti
estuvo magistralmente interpretada por Logioia Orbe al frente de la Estable y es
fundamental para la coreografía de Cranko, donde se pudo apreciar el extraordinario
trabajo de Marcia Haydée en la preparación de los roles protagónicos:
fundamentalmente, el de Catalina, con una gran actuación de Camila Bocca. Su
desempeño no sólo fue brillante como bailarina, sino también, como comediante.
Derrochó gracia, soltura y simpatía sobre el escenario y reafirmó lo que esta cronista
manifestó hace exactamente 5 años atrás: ser la sucesora natural de Karina Olmedo
como prima ballerina del Colón. Ha tenido un enorme crecimiento profesional, motivo
por el cual fue elegida para este rol. Por otra parte, su partenaire no pudo haber sido
mejor: dueño de una técnica y disciplina sorprendentes adquiridas durante su formación
en el Ballet Nacional de Cuba, Osiel Gouneo es un bailarín excepcional. Sus
pirhouettes, saltos, entrechats y la monumental solage del 3° Acto fueron de una
perfección absoluta. Independientemente de los recursos acrobáticos -que fueron
festejados por el publico en todas y cada una de sus intervenciones-, resultó un
magnífico intérprete de Petrucchio.
La segunda pareja protagónica estuvo a cargo de Ayelén Sánchez y Federico
Fernández como Blanca y Lucencio, quienes también tuvieron una muy buena
actuación, al igual que Emanuel Abruzzo y Vinicius Vasconcelos como Hortensio y
Gremio respectivamente. Este último se destacó mediante sus dotes histriónicas para dar
vida a este último personaje. La interpretación de las taberneras a cargo de Luciana
Barriero y Cecilia Lucero fue muy correcta, al igual que el cuerpo de baile en las
escenas de conjunto. Si bien no hay tanta coordinación como en otros ballets, el Ballet
Estable se destacó en la primera y segunda bodas y especialmente, en el soberbio pas
de six del 2° acto, con una gran actuación. El numeroso público que se dio cita esa
noche en el Colón estalló en aplausos y vítores al final.
Desde que Mario Galizzi asumió la dirección del Ballet Estable se han sucedido
una serie de éxitos rotundos con estrenos locales, reposición de clásicos y títulos que
hacía muchos años que no se representaban, como en este caso. Una lección de buen
ballet con intérpretes de gran jerarquía para dar vida a este clásico shakesperiano, con
todo el fervor y el espíritu del genio de Stratford- on Avon.
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