sábado, 20 de junio de 2020


Histórica transmisión por streaming de “LA FORZA DEL DESTINO” en el Metropolitan

DERRUMBANDO MITOS SOBRE UNA MALA FAMA
Martha CORA ELISEHT

            Durante esta última semana, el Metropolitan Opera House de New York ha colocado dentro de sus transmisiones por streaming las óperas menos representadas. Comenzó con “ARMIDA” de Rossini, siguió con 2IFIGENIA EN TAURIDE” de Glück y entre el viernes 19 y el sábado 20 del corriente le tocó el turno a “LA FORZA DEL DESTINO” de Giuseppe Verdi (1813-1901) en una transmisión histórica de 1984, con dirección orquestal de James Levine, producción integral de John Dexter, escenografía de Eugene Berman, vestuario de Peter Hall y la participación de David Reppa como régisseur asociado. La coreografía estuvo a cargo de Donald Mahler y la dirección del Coro, de David Stivender.
            El elenco estuvo integrado por los siguientes cantantes: Leontyne Price (Leonora), Giuseppe Giacomini (Don Álvaro), Leo Nucci (Don Carlo), Isola Jones (Preziosilla), Bonaldo Giaiotti (Padre Guardián),  Enrico Fissore (Fra Melitore), Diane Kesling (Curra), Anthony Lasciura (Trabucco), John Darrenkamp (Cirujano), James Courtney (Mayor de Hornachuelos) y Richard Vernon (Marqués de Calatrava).
            La mencionada ópera forma parte del ciclo de obras de Verdi ambientadas en España, junto con “IL TROVATORE”, “DON CARLO” y “ERNANI” y constituye una auténtica joya de la corona verdiana. Lamentablemente, siempre se la consideró “maldita” porque acarreó numerosos contratiempos y desgracias desde el momento de su composición y estreno Fue compuesta por encargo del Teatro Bolshoi Kammény –actualmente, Marinsky- de San Petersburgo con libreto de Francesco María Piave, basado en la obra teatral DON ÁLVARO o LA FUERZA DEL SINO del escritor español Ángel de Saavedra –Duque de Rivas-  y se estrenó en dicha ciudad en 1862. Debido a su hondo dramatismo, la obra no fue bien recibida, pese a que Verdi recibió las felicitaciones correspondientes por parte del Zar Alejandro II de Rusia y una crítica favorable. Por lo tanto, Verdi le encomendó a Piave que revisara el libreto y no lo hiciera tan trágico para el estreno italiano, que tuvo lugar al año siguiente en Roma. Sin embargo, Piave enfermó y Verdi tuvo que llamar de urgencia a otro de sus grandes libretistas: Antonio Ghislanzoni –el mismo autor de “AÍDA”- quien modificó el 3° Acto y el final (en el libreto original, Don Álvaro se suicida arrojándose desde un acantilado). Por su parte, el músico compuso una nueva obertura –que es la que se conoce actualmente y que se interpreta muy a menudo formando parte de los programas de conciertos y recitales de ópera- y agregó una escena más en el 3° Acto, luego del duelo entre Don Carlo y Don Álvaro. Esta versión se estrenó en 1869 y es la que se representa hasta la actualidad. Y fue precisamente sobre el escenario del Met donde el barítono estadounidense Leonard Warren falleció súbitamente el 4 de Mayo de 1960 luego de interpretar el aria de Don Carlo en el 2° Acto (“É salvo! É salvo! O gioia!”) de esta obra. Pero también marcó el debut de Plácido Domingo en el Teatro Colón en 1972 junto a la soprano portorriqueña Martina Arroyo.
            Sea como fuere, quien escribe es bastante escéptica y no sólo se tomó la tarea de apreciarla en su totalidad, sino también de analizarla desde el pi8nto de vista psicológico y de derribar los mitos existentes sobre la misma. Es una bellísima obra por su pródiga musicalidad, rica en matices y numerosos leitmotives que identifican a cada uno de los protagonistas. La mayoría de los mismos están expuestos en la mencionada Obertura y el destino es el protagonista absoluto, que sella la vida de todos los personajes y del cual no pueden escapar. Leonora enfrenta la disyuntiva de desobedecer la orden de su padre –el Marqués de Calatrava- huyendo junto al hombre que ama –Don Álvaro- u obedecerlo; finalmente, decide refugiarse en la ermita de un convento por haber sido maldita por su padre, haber perdido a su amante y no poder contar con su hermano. Don Álvaro debe cargar con la maldición del asesinato involuntario del Marqués, huir para salvar su vida, renunciar a la mujer que ama e identificarse con otro nombre. Por su parte, el destino de Don Carlo –hermano de Leonora- también se debate entre la amistad con quien le ha salvado la vida y del cual desconfía, o vengar la muerte de su padre. Quienes no tienen problemas al respecto son los frailes Meritore y el Padre Guardíán, al igual que la gitana Preziosilla –a quien no se le escapan las falsas identidades de algunos personajes y que es la única capaz de vaticinar el destino mediante la quiromancia-. Por lo tanto, bien amerita apreciarla desde el principio hasta el final.
            Para la presente representación se empleó una escenografía que permite hacer muy rápidamente los cambios mediante un telón que divide a los Actos en numerosas escenas. Se usó un espléndido vestuario de época y también fue muy buena la coreografía empleada para recrear las escenas del Coro, donde aparecen los gitanos en el 1° Acto y la gente del pueblo cuando los soldados regresan de la guerra con Italia en el 2°. Este último estuvo magistralmente preparado y acompañó perfectamente las escenas de conjunto. También se apreció a un  muy joven James Levine a cargo de la orquesta, donde respetó perfectamente los  tempi y los tutti e hizo una muy buena marcación al dar las entradas de los diferentes grupos de instrumentos. No obstante, le faltó un poco de vuelo en la Obertura, que es fundamental escucharla para identificar los leitmotives de cada uno de los personajes. Una hubiera preferido que sonara con mayor fuerza dramática. Salvo este pequeño percance, el solo de violín que indica el leitmotiv religioso por parte de Leonora estuvo impecablemente ejecutado, al igual que el de clarinete que introduce la primera escena del 2° Acto y el de redoblante en el aria de Preziosilla junto al Coro (“Rataplán! Rataplán!”). Y el pianissimo que marca el final de la obra fue magistral, ya que se evanescía a medida que descendía el telón.
            Con  respecto de los roles principales, la legendaria Leontyne Price encarnó una Leonora ideal desde el principio hasta el fin. Esta gran soprano afroamericana empleó sus mejores matices de soprano dramática desde la primera aria, pasando por el “O Dío caro” al arribar al convento hasta desembocar en la celebérrima “Pace, pace, mio Dío”. Su pianissimo del aria final debe ser una de las mejores interpretaciones de la muerte de un personaje que una apreció sobre un escenario. Por su parte, el tenor Giuseppe Giacomini fue un impecable Don Álvaro, con excelentes matices vocales e inflexiones de la voz en los momentos más dramáticos, al igual que en las notas graves.  Descolló en el aria del 2° Acto (“O vita infelice! In vano la mort’aspiro”), en los dúos junto a Don Carlo –sobresaliente la escena del duelo- y en el magnífico trío final. Y el barítono Leo Nucci brindó una magistral interpretación de Don Carlo merced a su impecable técnica vocal y a su potente y melodiosa voz. Sus pianissimi fueron excelentes, al igual que la célebre “Ora fatale del mio destino” y la cavatina “É salvo! É salvo! O gioia!”. Asimismo, el bajo Bonaldo Giaiotti encarnó un estupendo Padre Guardíán, al igual que el bajo Enrico Fissore como Fra Melitore, que tiene a su cargo la única aria buffa de la ópera en el 2° Acto, previa a la ya mencionada “Rataplán” Rataplán!”. La mezzosoprano afroamericana Isola Jones fue la intérprete ideal de la gitana Preziosilla, ya que posee una bellísima voz y muy buenas dotes histriónicas, al igual que el tenor Anthony Lasciura como Trabucco. Y en cuanto a los personajes secundarios, el bajo Richard Vernon brindó un muy buen Marqués de Calatrava, al igual que los barítonos John Darrenkamp y James Courtney como el Cirujano y el Mayor de Hornachuelos respectivamente, mientras que Diane Kesling interpretó una muy buena Curra.
            Con intérpretes de semejante jerarquía, el Met estallaba en aplausos no sólo al final, sino también en cada una de las arias principales. Y al igual que en otras transmisiones históricas del mencionado teatro lírico, el video tape conservó perfectamente bien su calidad fílmica y sonora después de 36 años. Vale la pena escuchar esta gran ópera verdiana y no dejarse llevar por los mitos y habladurías en torno a la misma.

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