sábado, 30 de noviembre de 2019




UN CONCIERTO FORMIDABLE

Orquesta Nacional de Música Argentina “Juan de Dios Filiberto”, Director: Gustavo Fontana. Solistas: Pablo Bercellini (Violonchelo) y Lautaro Greco (Bandoneón). Programa: Obras de José María Castro, Pablo Escande, Lisandro Adrover y Juan Carlos Zorzi . CCK-Auditorio Nacional, 29 de Noviembre de 2019.

NUESTRA OPINION: EXCELENTE.

  Llegando casi al final de una temporada excepcional por el rescate de obras injustamente relegadas y por una espectacular política de estrenos de compositores nacionales, se presentó nuevamente en el Auditorio Nacional del CCK la Orquesta Nacional de Música Argentina “Juan de Dios Filiberto”, esta vez bajo la guía del muy buen director Gustavo Fontana. El programa incluyó como “puntas” a obras de uno de los integrantes de la “dinastía” Castro y de Juan Carlos Zorzi, mientras que en el centro se pudo apreciar trabajos poco frecuentados de Pedro Escande y Lisandro Adrover.

  En la apertura se escuchó una muy buena interpretación de la “Obertura para una Opera Cómica” de José María Castro, al decir de muchos el máximo exponente de los tres hermanos (por sobre Juan José y Washington). Fontana extrajo el máximo provecho de la Filiberto logrando “tempi” muy dinámico (casi Mozartiano), tuvo “chispa” y construyó una de las mejores versiones que yo recuerde haber escuchado de esta página, por lo que el comienzo del concierto no pudo ser más auspicioso.

  Una vez más se careció (lamentablemente), de programa de mano por lo que la información previa se limita a los comentarios que el Director efectuó antes del inicio, así como la gacetilla informativa previa. Así se resaltó que dentro de las nuevas tendencias musicales entre Ntros. compositores se hallan las de Pedro Escande y Lisandro Adrover, aun cuando no se especificó si ambas obras interpretadas constituían estrenos. El común denominador de ambas fue la presencia solista del Violonchelista Pablo Bercellini, aunque en la obra de Adrover lo hizo junto al muy buen bandoneonista Lautaro Greco.

  De Escande se escucharon “Dos Milongas” para Violonchelo y Orquesta. Dos muy buenas composiciones respetuosas de la esencia tanto de la milonga surera (la primera), como de la milonga ciudadana (la segunda). En la primera el solista desgrana una profunda melodía evocativa del paisaje campero la que entra en contrapunto con una segunda a cargo del violín concertino, la Orquesta se suma al discurso musical y completa la atmosfera de la página. En la segunda se pinta un paisaje urbano actual, diríamos hasta “eléctrico”, con un despliegue de fuerza instrumental muy interesante. Aquí el solista lleva la mayor carga y Bercellini lo hizo de manera admirable con estupenda técnica y bello sonido.

  En cuanto a la obra de Lisandro Adrover, se trata del “Doble Concierto” para Violonchelo, Bandoneón y Orquesta. Tiene una muy ingeniosa construcción. El compositor logró plasmar en el “Allegro con Carácter” inicial un tema de origen clásico a la usanza de los más grandes compositores de la historia y expresarlo en “tempi” de música ciudadana. Ese tema, al mejor estilo de la quinta de Beethoven retorna varias veces y es reelaborado.  Aun cuando el Violonchelo tiene una marcada participación, es aquí el Bandoneón el que marca la pauta y Lautaro Greco fue un solista con mayúsculas. Al igual que en la obra de Escande, Adrover incursiona en una milonga campera en la sección central (“Adagio”), mucho más profunda que en la obra anterior. Si tengo que tomar en ambas una referencia, me inclinaría por “Aquellos Tangos Camperos” del inolvidable Horacio Salgan. El “Allegro” final marca una tendencia “Piazzoleana”, aunque muy personal, muy logrado y un retorno casi al final al tema inicial, previo al desenlace de la obra. Aquí es muy bueno el contrapunto que lograron ambos solistas como muy bueno fue el marco logrado por Fontana junto a la Orquesta en el acompañamiento.

  Para el final, el Director y la Filiberto nos regalaron una de las mejores versiones que Yo recuerde de la “Suite Adolescente” de Juan Carlos Zorzi. Obra basada en sus cuadernos de composición estudiantil del Conservatorio Nacional en tiempos de la Dirección de Don Carlos López Buchardo (de hecho la “Buchardeana” es uno de sus números). Retrata a  una joven pareja transitando los ambientes de una gran residencia. Muchos de esos números merecieron por parte del compositor una reelaboración que se plasmaría en la partitura de la mejor de sus óperas: “Antígona Vélez”. Aquí Fontana, al igual que en la obra de Castro, imprimió una interesante dinámica, con un conjunto magníficamente ajustado del que extrajo las mejores respuestas de todos sus sectores.  Versión muy lograda para coronar una estupenda faena.

Donato Decina


Excelente presentación del CD del Trío Alberto Williams en el Museo Fernández Blanco

CUANDO SE LLEVA CON DIGNIDAD UN ILUSTRE APELLIDO
Martha CORA ELISEHT

            Dentro de la innumerable oferta de conciertos que se ofrecen en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires, muchos tienen lugar en museos. Además, el Museo de Arte Hispanoamericano “Isaac Fernández Blanco” posee una magnífica colección de instrumentos musicales notables, que fueron adquiridos por este gran coleccionista durante sus diferentes viajes. Tras un excelente trabajo de identificación y restauración llevado a cabo con la colaboración de Pablo Saraví- concertino de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires y experto en el tema- , los violines de la colección que se exhiben en dicho museo se pueden utilizar para brindar conciertos, como el que tuvo lugar en dicha institución el pasado miércoles 27 del corriente a cargo del Trío Alberto Williams, integrado por Nicolás Favero (violín), Siro Bellisomi (cello) y Antonio Formaro (piano).
            Además del valor agregado que representó la ejecución de las obras con los violines de la colección del museo, el mencionado trío presentó su primer CD (Tríos con Aires Argentinos) tras nueve años de trabajo, con un programa integrado por las siguientes obras: Trío en Re menor, Op. 25 de Constantino Gaito (1878-1945), Scherzo de la Sonata FAE para violín y piano, de Johannes Brahms (1833-1897), el Trío para violín, cello y piano en Re menor, Op. 63 de Robert Schumann (1810-1856) y Dos danzas populares para Trío: Huella y Bailecito, de Luis Gianneo (1897-1968).
            Esta agrupación comenzó sus actividades en 2011 y su debut se produjo con el Triple Concierto para violín, cello y piano de Ludwig van Beethoven bajo la dirección de Alejo Pérez al frente de la Orquesta Estable del Teatro Argentino de La Plata.  A partir de allí, desarrolló una intensísima actividad presentándose en las principales salas de conciertos del país y su repertorio no sólo comprende las numerosas obras de cámara para trío instrumental de la música universal, sino que también hace hincapié en la difusión de compositores argentinos y latinoamericanos. Y lleva el nombre del ilustre músico y compositor argentino  Alberto Williams (1862-1952) por ser el primer autor nacional que compuso un Trío en La menor para violín, cello y piano Op. 54 en 1904. No sólo fue un prolífico compositor, sino también una figura clave en la difusión de la música –tanto en la práctica como en la didáctica- mediante la creación de numerosos conservatorios en el interior del país, y principalmente, en la región pampeana. Además, incorporó elementos del folklore argentino siguiendo la tradicional formación europea, lo que resultó fundamental para el surgimiento del nacionalismo musical argentino.
            Previamente, Nicolás Favero realizó los comentarios sobre los diferentes violines que se utilizaron para interpretar las obras. Para el Trío de Constantino Gaito, Favero empleó un Guadanini construido en Piacenza en 1730. Desde el inicio de la obra, el trío logró un sonido perfecto, diáfano y muy compacto, logrando una interpretación caracterizada por su versatilidad y exquisitez durante los tres movimientos de la obra (Allegro moderato/ Lento/Allegro enérgico). En este último, el tema del 1° movimiento –con ribetes de música urbana de Buenos Aires-  se retoma y se desarrolla mediante una fuga que sonó magistralmente, seguida de un soberbio cantábile a cargo del violín antes del cierre en Sol mayor. Ante una sala colmada de público, el mismo respondió con un aplauso cálido y prolongado. Seguidamente, Nicolás Favero presentó el segundo de los violines de la colección para la obra de Brahms: un Santo Serafín construido en Venecia en 1730, de madera lustrada con numerosas vetas y con una sonoridad estupenda (según el solista, uno de los mejores instrumentos que ejecutó en su vida y asimismo, uno de sus predilectos). Por lo tanto, resultó sumamente apropiado para la excelente versión del Scherzo de la mencionada Sonata para violín y piano de Brahms, donde Favero y Formaro brindaron una versión brillante, con un sonido espléndido. Pero lo mejor de la noche fue el Trío en  Re menor, Op. 63  de Schumann. Compuesto en 1847, es una de las obras más bellas de este eximio compositor alemán y posee cuatro movimientos: Mit Energie und Leidenschaft (Con energía y pasión)/ Lebhaft, doch nicht zu rasch (vivo, pero no demasiado rápido)/ Langsam mit inniger Empfindung/ Bewegter/ Tempo/ Attaca (Lento con sensación sincera/ Movido/Tempo/ Attaca)/ Mit Feuer/ Nach und nach schneller (Con fuego/ más y más rápido). No sólo se respetaron los tempi y la partitura a rajatabla, sino que la ejecución fue impecable, muy precisa y con una maestría tal que los intérpretes lograron una profundidad sonora muy marcada. Siro Bellisomi ejecutó un magnífico contrapunto a cargo del cello y Nicolás Favero empleó un Guarnieri del Gesú de 1732. Un auténtico placer auditivo al ejecutar tan hermosa obra con el sonido de un instrumento emblemático. Mientras que el segundo movimiento posee aires de un Länder (danza popular alemana) en el scherzo, el tercero arranca en tono menor, que posteriormente, va creciendo en intensidad hasta culminar en el monumental 4° movimiento, a partir de una magnífica fuga en tono mayor, con un contrapunto espléndido entre los tres instrumentos. Tras los aplausos y los vítores del público, el Trío usó los mismos instrumentos para cerrar un concierto excelente con la mencionada obra de Luis Gianneo. Alumno de Gaito, pasó mucho tiempo en Tucumán y por lo tanto, su música recrea los ritmos folklóricos del noroeste argentino. En la Huella, el violín y el cello desarrollan la melodía mediante un soberbio contrapunto, mientras el piano sostiene la melodía principal. Posteriormente, el piano desarrolla dicho tema mientras el violín y el cello sostienen la melodía principal mediante un contrapunto con punteo. El Bailecito arranca con un Allegro molto en tono menor en 6/8 que permite el lucimiento de los instrumentos, seguido de un Lento a cargo del cello –impecable actuación de Siro Bellisomi- que es retomado por el piano –soberbia ejecución de Antonio Formaro-  para luego, recapitular sobre el primer tema a cargo del violín. La interpretación fue magistral y los músicos se retiraron ovacionados entre aplausos y vítores. Tras los mismos, Formaro agradeció la presencia del público y el hecho de poder presentar su primer CD luego de nueve años de trabajo.
            La velada siguió en los jardines del  museo- recientemente restaurados-, donde el público tuvo oportunidad de poder conversar con los músicos, las autoridades de la institución y degustar un espumante reservado para tal ocasión-a cargo de una bodega patrocinante-. Pero independientemente de ese detalle, la sede del Fernández Blanco constituyó el marco perfecto para un concierto de gran calidad y jerarquía con instrumentos de colección, donde los integrantes de la agrupación no sólo demostraron ser tres excelentes músicos, sino que además, honraron con creces el ilustre apellido del conjunto.   

domingo, 24 de noviembre de 2019


Première de “AKHNATEN” de Philip Glass en el Metropolitan de New York

CON LA MAGIA Y EL MISTERIO DEL ANTIGUO EGIPTO
Martha CORA ELISEHT

            A partir de la presente crítica, los lectores del blog van a poder apreciar la opinión  de quien escribe sobre los espectáculos líricos que se realizan en el exterior y que pueden apreciarse en el país merced a la tecnología. En este caso, las transmisiones en vivo en HD ofrecidas por el Metropolitan Opera House de New York, donde el sábado 23 del corriente se representó por primera vez “AKHNATEN” del compositor estadounidense Philip Glass con el siguiente reparto: Anthony Roth Constanzo (Akhnaten), J’Nai Bridges (Nefertiti), Dísella Lárusdóttir (Reina Tiy, madre de Akhnaten), Aaron Blake (Gran Sacerdote de Amón), Will Liverman (General Horemhab), Richard Bernstein (Aye, padre de Nerfertiti) y Zachary James (Narrador y Amenhotep III). La dirección musical estuvo a cargo de Karen Kamensek; la producción, de Phelim Mc Dermott, con escenografía de Tom Pye, vestuario de Kevin Pollard, iluminación de Bruno Poet y coreografía de Sean Gandini. (Estos dos últimos hicieron su debut en el Metropolitan con esta ópera).
            Las transmisiones en vivo desde esta prestigiosa institución  se destacan por su excelente proyección, la suntuosidad de sus puestas en escena y por tener una figura importante de la lírica estadounidense que actúa como presentador: en este caso, le tocó dicho honor a Joyce Di Donato, quien presentó a los protagonistas y a la directora de orquesta desde el backstage, además de narrar el argumento de la obra. La cuarta ópera de Philip Glass narra la historia del faraón Akenatón (Akhnaten), hijo de Amenophis III y la Reina Tiy y esposo de Nefertiti, quien durante su reinado decide eliminar la religión politeísta y establecer el culto a Atón –rey del sol- en vez de Amón- Ra, motivo por el cual encabeza una revuelta expulsando a los sacerdotes del templo y establece la nueva orden de Atón, fundando una nueva ciudad para el culto monoteísta. Sin embargo, tras 17 años de reinado, se aísla junto a su esposa y sus seis hijas hasta tal punto que crece el descontento popular –encabezado por los sacerdotes de Amón y el General Horemhab-. Al forzar las puertas de palacio para entrar, separan a Akenatón de su familia y es asesinado. Asume el trono su hijo –Tutankamón-, estableciéndose la antigua religión politeísta, mientras los fantasmas de Akenatón, Nefertiti y la Reina Tiy vuelven a oírse desde el mundo antiguo. Es una de las historias de los faraones del antiguo Egipto menos conocidas, que Glass ejecuta perfectamente mediante textos vocales escritos de fuentes originales por Sharon Goldman, mediante la expresión minimalista de su música. A diferencia de las óperas tradicionales, sólo hay un aria interpretada por el protagonista (Aria a Atón, el Sol) y un dúo entre Akhnatén y Nefertiti durante el segundo Acto, donde ambos se declaran su amor. Independientemente de los relatos del Narrador y Amenhotep III, el resto de los cantantes sólo vocaliza, acompañando perfectamente la música y siguiendo el precepto wagneriano mediante el cual, la voz es un instrumento más. La línea musical recapitula constantemente- por momentos, puede resultar algo monótona para quien no está habituado a escuchar música contemporánea-  pero es perfectamente audible y agradable al oído. La dirección musical de la estadounidense Kamensek ha sido soberbia, logrando un sonido perfecto, con  ciertas reminiscencias barrocas.
            La escenografía y el vestuario han sido espectaculares, donde un grupo de bailarines y malabaristas lucieron mallas que remedaban la corteza de un árbol –o la muda de piel de una serpiente-  mientras emplearon elementos (bolas, alas, palos) para ilustrar los diferentes momentos del desarrollo de la obra.  Unido esto a los efectos de iluminación y video mediante proyección de símbolos egipcios característicos más una ventana –que engloba a Akhnaten, Nefertiti y la Reina Tiy a modo de la Sagrada Familia, de la cual salen rayos-, se logró un perfecto clima de época. En el segundo acto, los protagonistas vistieron túnicas sencillas, con largas colas que permitían entrelazarse, mientras que en el 3° Acto sólo lucieron túnicas blancas. El efecto de iluminación empleado sobre una gran bola blanca –que representaba al Sol- fue perfecto mediante cambios de color en el aria del protagonista. También se utilizaron numerosos claroscuros para hacer énfasis sobre los principales personajes.
            En cuanto a las voces principales, el protagonista fue interpretado por el contratenor Anthony Roth Constanzo, quien ha sido un excelente Akhnaten en un  rol difícil por las notas sobreagudas que debe vocalizar durante toda la obra. Por otra parte, es un estupendo actor, además de un gran cantante. Y realizó un soberbio contrapunto en el aria de amor con la mezzosoprano afroamericana J’Nai Bridges, que dio vida a una estupenda Nefertiti, mientras que la soprano islandesa Dísella Lárusdóttir interpretó a la Reina Tiy –madre de Akhnaten- , quien realizó un contrapunto con notas muy agudas, dada su condición de soprano ligera. El barítono Zachary James –quien interpretó al Narrador y a Amenhotep III, padre del protagonista- también hizo su debut en el Metropolitan. Es un cantante de comedia musical, que no viene de la lírica tradicional, pero que posee una voz excelente y resultó sumamente efectivo en la interpretación de su rol, al igual que los tenores Will Liverman y Aaron Blake y el bajo Richard Bernstein, quienes participaron desde la coronación del protagonista hasta la invasión del Templo de Amón en el 2° Acto y son asimismo quienes encabezan la rebelión que concluye con el asesinato de Akhnaten en el 3° Acto. 
            Acorde al tercer principio de la filosofía egipcia de El Kybalión -escrito por Hermes Trimegisto-  los extremos se tocan. Por lo tanto, esta obra representa un excelente ejemplo de un paralelismo entre lo barroco y lo contemporáneo –al cual adhieren numerosos periodistas especializados-. Si además se tiene en cuenta el claroscuro empleado para resaltar a los protagonistas,  se puede decir que AKHNATÉN es una obra contemporánea con reminiscencias barrocas, que narra la historia de un faraón olvidado y recrea la grandeza y la suntuosidad del Antiguo Egipto. Una excelente producción con un magnífico nivel de canto e interpretación, que vale la pena ver. 

jueves, 21 de noviembre de 2019




UN INICIO ACORDE CON LA TRAYECTORIA

“Ciclo de Conciertos de Música Contemporánea 2019 del Complejo Teatral de Buenos Aires”: Concierto de apertura a cargo de Séverine Ballon (Violonchelo/Violín). Programa: Obras de Saunders, Czernowin (En transcripción de la solista), Lim, Xenakis y Aperghis. Sala Casacuberta del Teatro General San Martín, 19 de Noviembre de 2019.

NUESTRA OPINION: EXCELENTE.

 Fiel a un estilo que se impone desde su creación hace 24 años (cuando solo dependía del Teatro General San Martín), el Ciclo de Conciertos de Música Contemporánea, que ahora se extiende a todo el Complejo Teatral de Buenos Aires, dio comienzo a su vigésimo cuarta temporada. Con una programación ambiciosa más allá de que al momento de escribir estas líneas debemos lamentar la cancelación del Makrokosmos Quartett de Suíza (debido a que su gira además de Ntro. País se extendía a Chile y bien se sabe lo que allí, desgraciadamente, está ocurriendo), la que será desarrollada en dos etapas llamadas como musicalmente corresponde Primer y Segundo movimiento y que en Diciembre incluye un formidable concierto en el Auditorio Nacional con la participación del Contratenor Flavio Oliver, el Coro Nacional de Jóvenes y la Sinfónica Nacional bajo la Dirección de Natalia Salinas.

    Los auspicios de entidades Franco-Argentinas posibilitaron que la violonchelista Francesa Séverine Ballon sea la encargada de inaugurar este ciclo.  Se reveló como una extraordinaria interprete del repertorio contemporáneo abordando un programa harto comprometido con obras de alta exigencia interpretativa a las que respondió con notable solvencia, refinadísima técnica, muy buen sonido y demostrando la amplísima gama de posibilidades que ofrece su instrumento.

  Hace un tiempo atrás esta gran interprete presentó un álbum discográfico que lleva por título “Solitude” (Soledad), tal también el nombre del trabajo que la compositora Rebeca Saunders compuso para Bailon en el año 2013. Aquí encontramos una obra que va desde la mayor profundidad sonora hasta una vehemencia contundente no dando a la intérprete tregua alguna. Bailon  no dejó nada librado al azar y desde el vamos impuso su categoría como instrumentista. Casi una contrapartida puede decirse que es “Adiantum Capilus Veneris” Nº 1 del ciclo “Songs Of The Muted One” (Canciones del Silenciado) de la compositora Israeli Chaya Czernowin. Obra del año 2015 transcripta aquí por Bailon en donde se va a las sonoridades más ínfimas que se van tornando imperceptibles y en donde el despliegue interpretativo de la solista francesa fue imponente.  Más allá de un perdonable olvido que motivo tener que reiniciar “da Capo” la obra, “An Ocean beyond Earth” de Liza Lim es una increíble composición en donde los encordados del Violonchelo y de un Violín son unidos por hilos los que al ser accionados por la solista de forma manual al comienzo y luego con el arco del violonchelo van dando lugar a diferentes sonoridades logradas con ambos instrumentos con increíbles resultados. Me atrevo a decir que aquí Bailon alcanzó una verdadera cumbre en el concierto. Y si de contemporáneos se trata, Iannis Xenakis no podía estar ausente. De él se escuchó “Kottos” de 1977. Aquí si hay una melodía trabajada en diferentes tonalidades a la que Bailon expuso de modo superlativo. Va escalando dramáticamente y sin embargo culmina suspendida en el aire de modo jocoso, logrando aquí un momento distendido luego de las tensiones de las obras anteriores. El final vino de la mano de “Recitation 2” de Georges Aperghis en la que justamente la solista en voz baja va recitando las notas que va interpretando en “pizzicato” con su instrumento. A lo largo del concierto, Bailon mantuvo cautivado al público. Puede decirse que en ningún momento decayó el interés, por lo que  la actuación de esta estupenda interprete será recordada en mucho tiempo. Un gran comienzo para un Ciclo muy prometedor.

Donato Decina   

miércoles, 20 de noviembre de 2019




UN CONCIERTO INOLVIDABLE

Orquesta Sinfónica Nacional, Temporada 2019. Director: Carlos Vieu, Solistas: José Daniel Robuschi (Violín), Coro Polifónico Nacional, Preparador Invitado: Hernán Sánchez Arteaga. Programa: Obras de Shostakovich y Verdi. CCK-Auditorio Nacional, 15 de Noviembre de 2019.

NUESTRA OPINION: EXCELENTE.

  Por muchos motivos fue una noche emotiva. En primer lugar porque la Orquesta ingresó al Auditorio Nacional junto a ex integrantes de la misma portando el Konex de Platino a la mejor orquesta argentina de la década. Una gran ovación marcó ese momento en donde sus delegados además de expresar la satisfacción por el premio obtenido, anunciaron también que tomó estado parlamentario el proyecto presentado por el Diputado Nacional Daniel Filmus, integrante del próximo bloque oficialista de Diputados a partir del 10 de Diciembre próximo, el que daría un principio de solución a muchos de los planteos presentados por los músicos de la Sinfónica. De todos modos se volvió a recordar que el Sr. Secretario de Estado de Cultura Pablo Avelluto sigue sin recibir a los músicos para encaminar las negociaciones, desatando la lógica silbatina de la mayoría de los presentes.  También otra grata ocasión fue el reencuentro de José Daniel Robuschi y Carlos Vieu como Solísta y Director respectivamente para reiterar junto a la Sinfónica el Concierto N 2 para violín y Orquesta de Dimitri Shostakovich que realizaran hace unos años atrás en el Auditorio de Belgrano. Y por último, la participación del Coro Polifónico Nacional, esta vez con Hernán Sánchez Arteaga como preparador invitado (Y que trabajara junto al Director de Orquesta en el Argentino de la Plata) para reiterar con Vieu las “Cuatro Piezas Sacras” de Giuseppe Verdi que recrearan en el Teatro Roma de Avellaneda hace algunos años atrás con la Sinfónica Avellanedense (que algunos miembros de la Nacional también integran) como soporte orquestal. Como se ve, muchos recuerdos y coincidencias para que la velada resultara brillante.

  Inexplicablemente (al igual que la noche anterior con el Concierto de Bruno Gelber y la Banda Sinfónica de Ciegos “Pascual Grisolía”) no hubo programas de mano para el público, por lo que haré una pequeña reseña al analizar las dos obras que integraran el programa. ¿Otro recorte presupuestario?.

  Compuesto en 1967, casi como un regalo de cumpleaños Nº 60 para David Oistraj (Su dedicatario), tiene la clásica forma de tres movimientos. El primero es un Moderato que lleva un largo discurso solista con la apoyatura de la Orquesta, exige mucha concentración y destreza interpretativa, reforzada por una cadencia  que pide todo del intérprete. Aquí Robuschi exhibió excelente sonido, técnica impecable y total conexión con la Orquesta. Vieu obtuvo del conjunto una magnífica respuesta llegando a alcanzar momentos de sonido bello y homogéneo. Prosigue con un Adagio en donde la carga dramática tan afín a Shostakovich se hace presente como en tantas obras. Las tensiones del pasaje fueron plenamente expuestas por Robuschi y Vieu acopló de modo admirable a la Sinfónica, logrando ambos un trabajo de orfebrería. El Rondó final es una muestra tan cara al compositor del paso de la tensión a la luminosidad, plenamente expuesto por Robuschi y acompañado por Vieu de modo magistral, por lo que quedará esta versión en el recuerdo para muchos de nosotros, máxime cuando en esta oportunidad la acústica del Auditorio Nacional jugó a favor de los intérpretes.  El bis no se hizo esperar: Una exquisita versión de un movimiento de sonata de Eugene Ysaye, admirablemente llevado por Robuschi.

  Compuestas entre 1889 y 1897, las Cuatro Piezas Sacras de Giuseppe Verdi son el último testimonio de su inmensidad creativa. Parece mentira que no quisiera que se interpretaran y que mostrara su total disconformidad ante la decisión de Arturo Toscanini de darlas a conocer en Milán. Son páginas  compuestas  por una mente que entre los 76 y 84 años de esa época muestra una capacidad asombrosa y una lucidez increíble.

   Si el “Ave María” de Otello conmueve al ser bien interpretado, éste, que es la primera de las piezas, sacude al oyente aún más. El trabajo “A Cappella” del Polifónico fue conmovedor, logrando Vieu todas las respuestas a sus requerimientos. Sonó homogéneo en la emisión y todos sus sectores respondieron a la perfección.

  Le sigue un “Stabat Mater” que en sus relativamente breves minutos de duración condensa en música e ideas mucho más que lo que muchos colegas de Verdi expresaron en mucha mas duración. La carga dramática es apabullante y grafica todo el sufrimiento de esa madre que presencia estoicamente la cruel muerte de su hijo. Aquí el Polifónico alcanzó alturas insospechadas y la Orquesta, sabiamente guiada por Vieu tuvo un rendimiento superlativo.

  El sector Femenino del coro tuvo una destacada participación en el “Laudi alla Vergine María”, única de las piezas cantada en Italiano (las tres restantes, obviamente, en latín), momentos de gran delicadeza coronaron esta página sentida.

  Y el cierre se da con un “Te Deum”, acción de gracias que en esta oportunidad llega de la mano de un Verdi Imponente, casi como en los momentos más solemnes de su “Otello”. Y aquí Vieu en su salsa, haciendo alcanzar a la Sinfónica y al Polifónico alturas insospechadas con mucho apasionamiento y sentimiento, coronando de este modo una faena colosal a la que desde ya incluimos dentro de las cosas muy buenas que pudimos apreciar a lo largo de esta temporada.

Donato Decina


GELBER: ACTITUD QUE LO ENALTECE

Banda Sinfónica Nacional de Ciegos “Pascual Grisolía”, Director: Martín Merayo Bivort. Solista: Bruno Gelber (Piano). Programa: Obras en transcripción para banda de Mozart, Beethoven y Giménez, sin poderse especificar autor o autores de las mismas. CCK-Auditorio Nacional, 14 de Noviembre de 2019.

 NUESTRA OPINION: EXCELENTE.

  En una actitud que lo enaltece y tras observar un documental relativo a la actividad de la Banda Sinfónica Nacional de Ciegos “Pascual Grisolía”, el Mtro. Bruno Gelber se comunicó con el titular de la agrupación, el joven director Martín Merayo Bivort para comunicarle su interés en encarar alguna actividad junto a este organismo. El sí no se hizo esperar y derivó en este histórico concierto realizado en el Auditorio Nacional del CCK, que para la Banda fue su primera vez en el que tal vez haya sido el concierto más importante desde su creación  hace 70 años. La absurda ausencia de programas de mano impidió saber quiénes fueron los autores o el autor de los arreglos de las obras ofrecidas, como también conocer a los integrantes con nombre, apellido e instrumento que interpreta cada uno de ellos. En mi caso era la segunda vez que la escuchaba. La primera había sido durante un festival que los cuerpos estables de Cultura de la Nación ofrecieron en las escalinatas de la Facultad de Derecho de Buenos Aires, en tiempos de Pacho O’Donnell como secretario del área durante la gestión Menem. Llamó mi atención en aquel momento no solo la Banda en sí, sino que un desprendimiento de sus integrantes formó una “big band” de jazz de la que actuó como vocalista una integrante del Coro Polifónico Nacional de Ciegos “Carlos Larimbe”, actuación que arrancó la gran ovación de la noche ante las presencias, entre otros, de Eleonora Cassano, Julio Bocca, Pedro Ignacio Calderón , Osvaldo Piro y María Rosa Gallo, entre otros.

  Conmueve ver la entrega de los instrumentistas, su amor en lo que hacen. Puede decirse que se sobreponen ante la adversidad y la música obra como bálsamo. Tocan de memoria, el Director los guía con una batuta metálica que genera un sonido marcando las entradas de los diferentes instrumentos y a veces hasta golpes de pié en el piso del podio. A lo largo de la noche el afiatamiento de la agrupación no mostró fisura alguna y el sonido fue homogéneo.

  Las obras de punta fueron: una muy simpática versión de la obertura de la ópera “Las Bodas de Fígaro” de Mozart y el celebérrimo intermedio de la zarzuela “La Boda de Luís Alonso” de Gerónimo Giménez que arrancó la ovación de los presentes.

  Bruno Gelber ofreció uno de sus “caballitos de batalla”, el concierto para Piano y Orquesta Nº 3 de Beethoven. Como digo siempre, el más íntimo y personal de los cinco conciertos. Aquí los primeros clarinetes toman el lugar del violín, la única cuerda grave es el contrabajo. Hay un timbal y el resto se divide en saxofones, trombones, trompetas, filiscornios, cornos y flautas. El arreglo fue sumamente respetuoso de la obra y la versión fue sobresaliente atento a la circunstancia. Gelber ofreció una versión antológica, plena de canto y con un refinamiento absoluto. Se consustanció con el conjunto y la prueba fue el abrazo que le brindó al primer clarinete del conjunto. Para el Director, no me caben dudas de que este concierto obrará como espaldarazo en su carrera. Lleva de manera magnífica a la Banda y le extrae todo el jugo. Está en todos los detalles y conmueve su comunicación con los integrantes, algunos de ellos tan jóvenes que duele ver que pasen por semejante limitación. El Auditorio así se transformó en una caldera que saludó la versión tras lo cual Gelber ofreció al público una de sus especialidades: un Chopin de antología con calidez, refinamiento y plenitud interpretativa. ¡¡¡¡Gracias Maestro!!!!!. No olvidaremos la grandeza de su gesto y esta fiesta para la música.

Donato Decina





CUATRO DECADAS PRESTIGIANDO A LA ARGENTINA

  El pasado día 12 del cte. mes la Fundación Konex produjo su cuadragésima entrega de premios a los mejores protagonistas de la década. Las premiaciones comenzaron en 1980 con deportes y culminaron al cerrar ese primer decenio con música clásica. En la primera oportunidad se otorgaron galardones a los mejores de la historia hasta el momento de la entrega,  para luego en cada edición posterior hacerlo con los mejores de la década.

  Esta circunstancia permitió el reencuentro con verdaderos maestros de la interpretación musical. Así pudo verse, entre otros, a cuatro de los más grandes Directores de Orquesta que dio la Argentina: Pedro Ignacio Calderón, Mario Perusso (Presidente del Jurado), Mario Benzecry y Guillermo Scarabino. Bailarines como Raul Candal, Karina Olmedo, Silvina Perillo y Guido de Benedetti. Coreógrafos como Oscar Aráiz y Mauricio Vainrot. Voces como Virginia Correa Dupuy e Instrumentístas diversos. Por supuesto dieron el presente la mayoría de los nominados y quienes no pudieron hacerlo y recibieron premios hicieron por vía de teleconferencia su agradecimiento.

  Tras las palabra de bienvenida del titular de la entidad anfitriona el Dr. Luís Ovsejevich y del Presidente del Gran Jurado Mtro. Mario Perusso, el Mtro. de Ceremonias,  Fernando Bravo, comenzó con los anuncios de los ganadores de cada rubro, quienes recibieron la estatuilla de platino, quedando la de Brillante para la personalidad de la década.

  Los ganadores fueron:


 Compositor: Esteban Benzecry.
 Director de Orquesta: Alejo Pérez.
 Director de Coro: Compartido entre Andrés Máspero y Mariano Moruja.
  Orquesta: Sinfónica Nacional.
  Coro: Estable del Teatro Colón.
  Conjunto de Cámara: Cuarteto Gianneo.
  Cantante Femenina: Verónica Cangemi.
  Cantante Masculino: Marcelo Alvarez.
  Pianista: Nelson Goerner.
 Instrumentista de Cuerda: Sol Gabetta.
 Instrumentista de Viento: Compartido entre Jorge de la Vega y Mariano Rey.
 Instrumentos Diversos: Eduardo Isaac (Guitarra).
  Coreógrafo: Oscar Araiz.
 Compañía de Danza: Ballet Contemporáneo del Teatro General San Martín de Buenos       Aires.
  Bailarina: Ludmila Pagliero.
  Bailarín: Herman Cornejo.
  Regisseur: Marcelo Lombardero.
  Musicólogo: Leonardo Waisman.
  Pedagogo: María del Carmen Aguilar.
  Entidades Musicales: Mozarteum Argentino.
  Konex de Honor: Mtro. Gerardo Gandini (In Memoriam).
  Mención Especial: Bruno Gelber (Trayectoria).
  Mención Especial: Mario Benzecry (Por la Creación y Compromiso con la Orquesta Sinfónica Juvenil Nacional “Libertador General San Martín”)
  Konex del Mercosur:
  José Antonio Abreu (In Memoriam-Venezuela).
  Gustavo Dudamel (Venezuela).
  Juan Diego Florez (Perú).
  Nelson Freire (Brasil).

  Asimismo se anunciaron las siguientes revelaciones:

  José Antonio Araujo (Violonchelo).
  Marcelo Balat (Piano).
  Mariano Chiacchiarini (Director de Orquesta).
  Lucía Luque (Violin).
  Ciro Ernesto Mansilla (Danza).
  Fernando Radó (Cantante).

  De la misma manera se anunciaron los siguientes hechos destacados:

  Ciclo de conciertos de Música Contemporánea del Teatro San Martín (Hoy del Complejo Teatral de Buenos Aires).
  Festival Internacional de Percusión de la Fundación Cultural Patagonia.
  Festival Internacional de Música Clásica “Por los Caminos del Vino”-Gourmet Musical Ediciones (Mendoza).
  Iguazú en Concierto.
  Radio Nacional Clásica.

  Finalmente se entregó el Konex de Brillante a la personalidad destacada de la década. La ansiada estatuilla recayó en el Coreógrafo Oscar Araiz, quien fue ovacionado de pié por la concurrencia.

  Y así tras el vino de honor posterior, se esperará hasta el final del próximo decenio para saber quiénes serán los continuadores en este fascinante camino.

Donato Decina 


Primera representación de “TRISTÁN E ISOLDA” en el SODRE de Montevideo

UN SUEÑO HECHO REALIDAD
Martha CORA ELISEHT

            Hace 20 años atrás, era totalmente impensable representar una ópera de Wagner con elenco nacional y/o latinoamericano. Y no porque faltara experiencia al respecto en materia de producción y puesta en escena –baste recordar esa dupla monumental integrada por Roberto Oswald y Aníbal Lápiz en materia de puestas de escena de la Tetralogía, Lohengrin y tantas otras-  , sino porque no se contaba con voces vernáculas para los roles principales. Hoy en día, merced al trabajo de formación de cantantes especializados en repertorio alemán  y a la profesionalidad del tándem integrado por Marcelo Lombardero (dirección escénica y régie), Luciana Gutman (vestuario), Diego Siliano y Matías Otálora (reposición escenográfica, diseño de video y multimedia) y a un director de los quilates de Alejo Pérez –quien reemplazó en último momento al uruguayo Diego Nasser- se logró una versión histórica con elenco rioplatense, cuyo estreno tuvo lugar en el Auditorio Nacional “Adela Reta” del SODRE de Montevideo el pasado domingo 17 del corriente, con el siguiente elenco: Gustavo López Manzitti (Ttistán), Carla Filipcic Holm (Isolda), Cecilia Díaz (Brangäne), Hernán Iturralde (Rey Marke), Leonardo Neiva (Kurvenal), Gerardo Marandino (Melot/ voz de marino), Álvaro Godiño (Timonel) y Javier Mayo Cordero (Pastor). Participaron asimismo la Orquesta Sinfónica del SODRE y el Coro Nacional de dicha entidad, dirigido por Esteban Louise. La iluminación estuvo a cargo de Horacio Efron, mientras que Mercedes Marmorek se desempeñó como asistente de dirección escénica. También participaron alumnos del SODRE en calidad de figurantes.
            Bajo el lema “El amor es más fuerte que la muerte”, Marcelo Lombardero ofreció una versión memorable del clásico wagneriano, que se representaba por primera vez en la República Oriental del Uruguay. Su mérito consistió en mejorar ostensiblemente una versión brindada con antelación en La Plata (2011) mediante recursos de luminotecnia y video, que podían proyectar en simultáneo las escenas transcurridas en el barco durante el 1° Acto –el camarote donde Isolda es transportada hacia Cornwall y el palo mayor de la nave, con la cabina del Timonel -que canta fuera de escena- o el pasaje desde la cubierta hacia el camarote-. El espléndido trabajo de proyección y el exquisito diseño de video llevados a cabo por Diego Siliano y Matías Otálora brindaron el marco perfecto para una puesta en escena magnífica, con un vestuario de época sencillo, pero de muy buen gusto, que les calzaba como un guante a todos los personajes. Y para las escenas de amor entre los protagonistas, se empleó una tarima que los elevaba, mientras la iluminación y el video sólo se concentraban en ellos. Este detalle se repitió en los dos primeros Actos, pero cobró mayor fuerza en el 2° Acto, donde la pareja protagónica está abstraída en la inmensidad de la noche, sin sospechar la traición urdida por Melot. Y en la escena final, la iluminación sólo se concentra en Isolda aferrándose al cuerpo sin vida de Tristán, cumpliendo a la perfección con el precepto wagneriano de la redención por el amor, que permanece constante más allá de la muerte.
            Una vez más, Alejo Pérez demostró en el podio su enorme profesionalidad y jerarquía interpretativa al frente de la Orquesta Sinfónica del SODRE. Si se tiene en cuenta que fue convocado de urgencia –con lo cual, tuvo sólo 5 ensayos para representar una obra tan monumental y tan compleja musicalmente- , su mérito es doble. No sólo condujo magistralmente la orquesta, sino que además brindó una versión muy versátil y dinámica. Quizás, una tiene el oído acostumbrado a que el prólogo se ejecute con más solemnidad, pero no se notó en absoluto. Respetó absolutamente el carácter romántico por antonomasia de la obra y brindó unos matices excelentes. Pudo haber sonado algo más opaco el difícil solo de corno inglés que interpreta la triste melodía del pastor en el 3° Acto, pero se trata de un detalle al margen. Tal así fue, que el público comenzó a aplaudir antes que terminara el pianissimo acorde final.  El Coro Nacional también estuvo muy bien preparado y los figurantes fueron muy aplaudidos al final de la obra.
            Con excepción del brasileño Leonardo Neiva y de los uruguayos Gerardo Marandino y Javier Mayo Cordero, el resto del elenco fue íntegramente argentino. Cecilia Díaz ofreció una Brangäne excelente, demostrando su impecable línea de canto y el color de su voz profunda y dramática en el aria principal (Einsam wächend in der Nacht). Hernán Iturralde dio vida a un Rey Marke que sobresalió por su capacidad actoral y vocal, puestas al servicio del personaje y por dicho motivo, se retiró ampliamente aplaudido. A su vez, Leonardo Neiva encarnó un Kurvenal que será recordado por su excelencia sonora e interpretativa. Y el crecimiento de Gustavo López Manzitti fue descomunal: de pasar a encarnar a Melot en la versión ofrecida por Daniel Barenboim en el Colón el año pasado, encaró el rol protagónico con gran maestría, dignidad, impecable línea de canto e histrionismo. El rol de Tristán es agotador para cualquier heldentenor que se precie como tal por el enorme esfuerzo actoral que ello implica (de la lealtad a la traición, del odio al amor y de la herida mortal infringida por Melot a resistir para dar el último hálito de vida en brazos de Isolda) más el esfuerzo vocal que requiere ante los tutti orquestales (que actúan como una muralla sinfónica a derribar, donde la voz debe sobresalir). Era la primera vez que interpretaba dicho personaje y lo hizo con gran solidez. Y Carla Filipcic Holm es la gran soprano dramática argentina especialista en repertorio alemán: por ende, brindó una Isolda memorable, donde su voz se destacó por su armonía, musicalidad y línea de canto. Sus dotes histriónicas se destacaron en todos los momentos de la obra –sobresaliendo en las escenas de mayor dramatismo y, fundamentalmente, en la Liebestod final (Mild und Leise, wie er wächelt)-, donde el público comenzó a aplaudir antes del acorde final. La ovación se prolongó durante varios minutos mediante aplausos y numerosos vítores por parte del público.
            Sin  lugar a dudas, se trató de un hecho lírico histórico que tuvo lugar en Montevideo, ya que fue la primera vez que TRISTÁN E ISOLDA se representó en Uruguay y con elenco íntegramente rioplatense/latinoamericano, donde la mayor parte de los roles fueron cantados por argentinos, con un director de orquesta, régisseur, vestuarista y escenografía de la misma nacionalidad, con una puesta en escena y una versión memorables. Una vez más, esto demuestra que cuando se quiere, se puede. Un sueño cumplido que se hizo realidad, del cual una ha tenido el enorme privilegio de ser testigo.

lunes, 18 de noviembre de 2019




EL COMIENZO DE UN AMBICIOSO CAMINO

S.O.D.R.E (Montevideo-Uruguay), Temporada  musical 2019: Opera: “Tristán e Isolda”, Drama en tres actos con Libro y Música de Richard Wagner basada en el relato homónimo de Godofredo de Estrasburgo. Intérpretes: Gustavo López Manzitti (Tristán),  Carla Filipcic Holm (Isolda), Leonardo Neiva (Kurwenal), Cecilia  Díaz (Brangania), Hernán Iturralde (Rey Marke), Gerardo Marandino (Melot/Marinero), Alvaro Godiño (Timonel), Javier Mayo Cordero (Pastor). Orquesta Sinfónica del S.O.D.R.E.,  Coro Nacional del S.O.D.R.E., Director: Estéban Louise. Reposición Escenográfica y Diseño de Video: Matías Otalora, Vestuario: Luciana Gutman, Dirección de Arte y Multimedia: Diego Siliano, Iluminación: Horacio Efron. Dirección Musical: Alejo Pérez. Dirección Escénica: Marcelo Lombardero. Auditorio Nacional Dra. Adela Reta de Montevideo, 17 de Noviembre de 2019.

 NUESTRA OPINION: EXCELENTE.

  He tenido el inmenso privilegio de haber asistido a un acontecimiento histórico. Una puesta Wagneriana producida y protagonizada por fuerzas Sud-Americanas de espectacular nivel, de primera oportunidad de producirse íntegramente para la hermana República Oriental del Uruguay y que respondió plenamente, justificando totalmente el porqué de Ntra. presencia en la Capital Uruguaya.

  Corresponderá a Ariel Cazes el honor de haber sostenido y completado la programación de este evento. A Marcelo Lombardero de “Aggiornar” en el aspecto visual su propuesta que le conociéramos en La Plata sin traicionar un ápice su esencia, y a Alejo Pérez (quien respondió en la emergencia ante la imposibilidad de Diego Naser de completar la concertación por El asumida) de  lograr con pocos ensayos el formidable rendimiento de la Orquesta Sinfónica del S.O.D.R.E., entidad a quién agradecemos desde Cazes hasta sus máximas autoridades la invitación que se nos cursó para presenciar este inolvidable espectáculo. Para las dos orillas (Argentina-Uruguay), la semilla que plantaran  Fritz Busch y Erich Kleiber dio finalmente plenos frutos. Tal vez tardando un poco, pero no cabe duda alguna que se logró y a lo grande.

  Dije líneas arriba que la base de esta puesta de Marcelo Lombardero era la visión que nos ofreció años atrás en el Argentino de La Plata. Diego Siliano como realizador de Arte y Multimedia (quién participó del espectáculo platense), efectuó una actualización a los recursos tecnológicos hoy vigentes, expuestos con mejor definición y logrando un formidable impacto visual. Tanto Horacio Efrón en la estupenda iluminación como Matías Otalora en los detalles escenográficos y el diseño del video lograron completar un formidable conjunto visual el que se completó con el formidable vestuario de época de Luciana Gutman. Lombardero una vez más logró un trabajo de equipo imponente para una versión absolutamente fiel a Wagner, leyendo al milímetro el libreto y  no dejando absolutamente nada librado al azar. Logró de los cantantes los mejores desempeños actorales. Todos supieron que se cantaba, que se decía y como había que expresarlo escénicamente. Como figurantes, apoyaron la escena los integrantes del Coro Juvenil del S.O.D.R.E y en cuanto al Coro Nacional, Esteban Louise logró un empaste formidable, acoplándose plenamente en la concertación.

   En lo vocal, muy correctas fueron las participaciones de Alvaro Godiño como el timonel y Javier Mayo Cordero como el pastor. Fue una gran alegría reencontrarme con la estupenda voz de Gerardo Marandino como el Marinero en el primer acto y en el siniestro rol de Melot después. Timbre acerado, actoralmente logró exponer la perversidad del personaje. Hernán Iturralde fue imponente Rey Marke, exteriorizando el sufrimiento ante la traición y entonando y expresando en el máximo nivel. Cecilia Díaz se mostró de modo estupendo componiendo a Brangania. Fue la perfecta ladera de Isolda, mostró la desobediencia al reservar el filtro del amor contradiciendo a la futura reina y dejó expuesta su desesperación al darse cuenta que todo se le fue de las manos. El barítono brasileño Leonardo Neiva fue la gran revelación de la noche como Kurwenal el fiel servidor de Tristán. Mostró la fidelidad a su señor en la máxima expresión, capaz de soportar estoicamente los reproches del héroe, pero acompañándolo fielmente hasta el último aliento. Voz estupenda de noble caudal, muy buenos recursos actorales. Creo que estamos en presencia de un muy importante valor. Los protagonistas tuvieron su actuación consagratoria. Carla Filipcic Holm comenzó midiendo cada gesto e intervención para irse soltando hasta descollar con una estupenda “Muerte de Amor”. Firme, con estupendo caudal y muy buena línea de canto, demostró cómo se puede pasar del odio al amor y sostenerlo hasta las últimas consecuencias. El “Tristán” le llegó a Gustavo López Manzitti en el momento justo. Timbre acerado, voz penetrante, seguro desde el vamos mostró al héroe en toda su dimensión. Los momentos finales terminan por  conmover al espectador.

  Párrafo final para el formidable trabajo de Alejo Pérez, acaso Ntra. mayor batuta luego de Daniel Barenboim.  Con mucha pericia y gran oficio le extrajo a la Orquesta todos los matices, aun en pasajes muy comprometidos como el inicio del tercer acto. Llevó magistralmente a los cantantes, tuvo total conexión y de modo muy paciente logró llevar a “Tristán, Isolda “ y a todos los demás a la orilla para que el espectáculo se consume por completo y que ese mar albergue final y eternamente el pleno amor de los dos amantes.   

Donato Decina

sábado, 16 de noviembre de 2019


Extraordinario recital a cargo de John Elliot Gardiner en el Colón

OTRO FINAL BRILLANTE PARA UN GRAN ABONO
Martha CORA ELISEHT

            El Ciclo de Abono de Grandes Intérpretes Internacionales 2019 organizado por el Teatro Colón se caracterizó por la excelencia de sus funciones y la eximia jerarquía de los artistas que han actuado durante el transcurso del mismo. Desde su inicio, con la monumental actuación de la London Symphony Orchestra bajo la soberbia batuta de Sir Simon Rattle, siguiendo con la Filarmónica de Israel bajo la dirección del legendario Zubin Mehta, acompañado por artistas de la talla de Martha Argerich, Anne-Sophie Mutter, Elina Garanca, Aída Garifullina, Thomas Hampson y Luca Pisaroni. Y cerró con una figura emblemática: Sir John Elliot Gardiner, quien dirigió la English Baroque Orchestra acompañado por el Coro Monteverdi (Monteverdi Choir) el pasado miércoles 13 del corriente, con un programa compuesto por las siguientes obras: Jehová, quam multi sunt hostes, 2.135 y Hear my prayer, O Lord, 2.15 de Henry Purcell (1659-1695); la Messa a 4 voci da cappella, SV 190 de Claudio Monteverdi (1567-1643), el oratorio Jephté de Giacomo Carissimi (1605-1674) y el  Stabat Mater en Do menor de Domenico Scarlatti (1685-1757).
            Es la primera vez que este eminente artista británico visita la Argentina y lo hizo con un ensamble (The English Baroque Soloists) fundado por sí mismo en 1978 y representa uno de los conjuntos instrumentales de época más importantes del mundo. Está      formado por los siguientes músicos: Valerie Botwright (contrabajo), Kinga Gáborjäni (cello da gamba), Gwyneth Wentink (arpa barroca), James Johnstone (órgano y clave) y Thomas Dunford (tiorba). Por su parte, Gardiner también fundó The Monteverdi Choir en la década del ’60 y desde ese entonces se presenta con regularidad en los más importantes escenarios del mundo. No sólo abarca el repertorio eminentemente barroco, sino también algunas óperas (Los Troyanos de Héctor Berlioz y Der Freischütz (El Cazador furtivo) de Carl María von Weber). Asimismo, se destaca por la calidad de todos y cada uno de sus integrantes, que actúan en conjunto y en calidad de solistas. En el presente concierto, como coro sonó muy compacto, con voces muy bien trabajadas, potentes y que sonaban angelicales tanto en los cánones como en las arias de narradores y solistas merced a una impecable línea de canto y un soberbio trabajo de ensayo y repertorio.
            La primera de las dos obras de Purcell (Jehová, quam multi sunt hostes) es uno de los pocos motetes que este gran compositor inglés ha escrito en latín, tomado del Salmo 3 del Antiguo Testamento. Está escrito para 5 voces (dos sopranos, contralto, tenor y bajo) más continuo. Independientemente de su bellísima línea melódica, sonó de forma magistral gracias a la perfecta armonía entre voces e instrumentos, con una muy buena actuación individual del tenor y el bajo. En la mencionada Messa a 4 voci de Monteverdi, en cambio, se canta sólo mediante el acompañamiento del cello. En este caso, puede decirse que el instrumento solista actuó como una voz más –a diferencia de la concepción wagneriana, donde la voz actúa como un instrumento más-. Estupenda labor de Kinga Gáborjäni y del coro, ya que Gardiner permitió que todas las voces se lucieran. Hubo un excelente juego ondulante de voces en el Kyrie y una magnífica actuación del tenor en Gloria, al igual que en el canon  de sopranos y contraltos en Sanctus y el de tenores y bajos en Resurrexit. Pero sin lugar a dudas, lo mejor de la noche fue el oratorio Jephté, basado sobre el Libro de Amos en el Antiguo Testamento. Es una obra que se representa en muy escasas oportunidades y la versión ofrecida por el ensamble instrumental y el coro fue maravillosa. Hubo una gran labor del contratenor y el bajo solista como los narradores, mientras que el barítono  interpretó al rey que debe ofrecer a la primera persona que aparezca festejando el triunfo en batalla contra los hijos de Amón a Dios en holocausto. Lamentablemente, se trata de su única hija (excelente labor de la soprano, con una soberbia línea melódica y una voz dulce y profunda). Debido a que no puede faltar a su palabra, el rey Jephté manifiesta su profunda angustia mientras que su hija se retira a las montañas para morir virgen. Para lograr el efecto del eco, salen dos sopranos fuera de escena cantando en pianissimo –estupendo, por cierto- , mientras que la soprano cierra la obra con el número final (Plorate, filii Israel/ Llorad, hijos de Israel). La versión fue de una exquisitez suprema y una delicadeza de sonido, con una maravillosa actuación del solista Thomas Dunford en tiorba. Al término de la misma, el público estalló en un aplauso sostenido con numerosos vítores.
            La segunda parte del concierto comenzó con una obra instrumental de Purcell (Hear my prayer, O Lord/ Escucha mi oración, Señor), donde todos se lucieron. Y mientras se esperaba la entrada del coro para el Stabat Mater de Scarlatti, Dunford se animó a improvisar acordes de tango con su tiorba entre el final del madrigal de Purcell y previamente a la entrada del coro. Una humorada con un instrumento antiguo que fue muy bien tomada por parte del público y se llevó todos los aplausos –además de sonar como los dioses-. Y la versión de la mencionada obra del gran compositor napolitano –desgraciadamente, tan ausente también de los repertorios de conciertos- fue bellísima, con una gran labor de la contralto y la soprano solistas. Quizás, el mayor mérito de Sir John Elliot Gardiner ha sido que todas las voces del coro se luzcan, rotando los roles solistas. Es una pena no haber podido individualizar a los mismos en cada una de las obras, a fines de poder brindar los créditos correspondientes a cada uno de los intérpretes y enriquecer la nota periodística.  
            Ante el aplauso tan cálido, sostenido y cordial por parte del público, Gardiner formó de manera diferente al coro y al ensamble instrumental para brindar un bis – que tampoco fue anunciado y que sonó magistral y exquisitamente perfecto-, brindando muestra de su enorme generosidad y talento. Otro final brillante a cargo de uno de los mejores músicos expertos en el tema, que cerró un deslumbrante y monumental Ciclo de Abono.




Y EL GIGANTE POR FIN ACTUO

Teatro Colón, Temporada 2019. Ciclo de Grandes Intérpretes Internacionales. Presentación del “Monteverdi Choir” acompañado por “The English Barroque Soloists”, Director: Sir John Eliot Gardner. Programa: Obras de Monteverdi, Carissimi, Purcell y Doménico Scarlatti. Teatro Colón, 13 de Noviembre de 2019.

NUESTRA OPINION: EXCELENTE.

No  voy a caer en frases hechas o en lugares comunes. Si, en cambio voy a manifestarles que en un año en que a través de diferentes organizadores se registró para el género barroco una programación variada, riquísima, plena de composiciones raramente frecuentadas que han logrado como nunca ampliar el panorama, el conocimiento y la audición de lo que este concierto que logró finalmente el tan ansiado debut de Sir John Eliot Gardiner entre Ntros. fue la cumbre.

    Para este programa, el gran conductor inglés trajo a sus dos preciadas criaturas musicales: el “Monteverdi Choir” y su habitual acompañante, la formación “English Barroque Soloists”. Grupos camaristicos de 20 cantantes el primero y de 5 instrumentistas el segundo, suficientes para abordar este repertorio y que no resultaron para nada escasos en un ámbito de las dimensiones de la sala mayor del Colón. Actuaron entre el proscenio y el sobrescenario  y llamativamente a telón abierto, contrario a lo que habitualmente se hace, lo que realza aún más a los intérpretes.

  Tras la ovación con la que se recibió el ingreso de Gardiner al escenario para el tan ansiado debut, los interpretes acometieron “Jehova Quam Multi Sum Hostes”, motete indicado con el registro Z.135 de la producción de Henry Purcell, el más emblemático compositor Inglés del género. Es una de las dos composiciones de ese tipo en latín, a cinco voces y contínuo con el texto del salmo N 3. Desde el inicio mismo se percibió la apabullante calidad de las agrupaciones visitantes y la extraordinaria guía de su creador y conductor. Dirige con gestos precisos y pulcros, sabe llegar a cada uno de los integrantes y extrae todo lo que se propone. La emisión del “Monteverdi” es de extrema belleza y el conjunto de instrumentos de época lució completamente amalgamado.

   La “Messa a 4 Voci da Capella”, registro SV. 190 de Claudio Monteverdi es una composición dividida en los números clásicos del rito católico: Kyrie-Gloria-Credo-Sanctus-Benedictus y Agnus Dei. Solamente un Violonchelo actúa como sostén de la interpretación y lo hace en un registro por momentos imperceptible.   Al momento del Credo descubro que el texto se corresponde con el que había aprobado la reforma del Concilio Vaticano II para la misa dominical y que se empleó hasta mediados de la década del 70 del pasado siglo en que se volvió al texto antiguo. La frescura que emana ese pasaje subraya aún más al texto y pone en evidencia al compositor hasta ubicarlo en su justa dimensión. El coro tuvo un magnífico desempeño, sus sectores ofrecen una homogénea emisión, nadie sobrepasa a los demás y se brindan por igual. Hay una sola mezzosoprano la que es acompañada por tres estupendos contratenores que en todo momento se unen a ella. La Violonchelista Kinga Gaborjani posee una sutileza absoluta y cumplió con su misión de modo superlativo.

  El momento más fuerte de la noche ocurrió en el final de la primera parte con la interpretación del Oratorio “La Historia de Jepthe” de Giacomo Carissimi, “maestro di capella” del Oratorio del Santissimo Crocifisso di Roma, basado en el texto del Libro de los Jueces del Antiguo Testamento. Narra la historia del Capitán del Ejército de Israel quién al ganar una batalla librada contra los Amonitas jura ofrecer a Dios en holocausto a la primera persona que salga a su encuentro al retornar a su hogar. Quien lo hace para terror suyo es su única hija y debe confesarle a ella su juramento. La joven asume entonces con férrea entereza la noticia de  que será sacrificada y pide a su padre como único deseo sesenta días para recorrer montañas y praderas para revelar la naturaleza de este sacrificio y piedad de su gente al hacerlo por su progenitor aun cuando no se ha consumado como mujer. Las tensiones, la carga dramática,  la narración de la historia y la plenitud del discurso musical fueron expuéstos por este enorme conductor de modo admirable. El rol de narrador está distribuido a cuatro voces distintas las que en algún momento se unen y todas lo hicieron con exquisita solvencia, al igual que las  voces femeninas que acompañan a la protagonista en la infortunada travesía asumiendo los roles de sus amigas. El coro narra la acción a la usanza griega con una imponente labor en el lamento final.    Llamativamente no se mencionó  a los dos cantantes protagonistas. Ella es una soprano de exquisito timbre y de plena garra. Y la voz masculina que asumió el protagónico lo hizo totalmente consustanciado con el rol, dando en el punto exacto de ese ser atribulado puesto en la disyuntiva de cumplir o no con el sacrificio, y peor aún ante la decisión de su única hija de cumplir con ello. El conjunto instrumental respondió a la perfección, llevando a la versión a una excelencia absoluta. Una nota de color la dio el intérprete de tiorba quien al culminar la afinación previa  desgranó la primera frase del tango “Por una Cabeza”. ¿Simple ocurrencia o para distender previo a la tensión de lo que se desgranaría después?.

   Ya en la segunda parte, Gardiner amalgamó con sabiduría “Hear My Prayer Oh Lord”, un himno fúnebre de Purcell que lleva el registro Z15  de su producción al que a posteriori enlazó con el “Stabat Mater” de Doménico Scarlatti, composiciones ambas de gran carga dramática de la que la primera bien puede entenderse como una súplica respecto a lo que narra la posterior. No es necesario agregar mucho más a lo ya expuesto, sino subrayar el trabajo que este imponente interprete realiza con ambos conjuntos desde hace 55 años a esta parte y su rescate de las formas musicales interpretativas más puras del barroco y clasicismo hasta elevarlas al más alto nivel, por lo que el cierre de este ciclo 2019 de Grandes Intérpretes Internacionales fue en consonancia con la totalidad de la propuesta: Rattle-Garanca-Mehta-Argerich-Hampson-Pisaroni-Garifullina (aun siendo ésta muy discutida)-Mutter-Gardiner. Todo lo que siempre se pide para presentar en el país, aun cuando deberá debatirse si son las instituciones oficiales quienes lo hagan, resignando su objetivo específico de casa de opera como en el caso del Colón.

  Hubo un bis posterior no especificado pero que de todos modos reafirmo la inmensa categoría de Gardiner y sus conjuntos.

Donato Decina

viernes, 15 de noviembre de 2019


Otra soberbia actuación de la Filarmónica en las postrimerías de su Ciclo de Abono

ENTRE LO CLÁSICO Y LO CONTEMPORÁNEO
Martha CORA ELISEHT

            Apenas restan uno o dos conciertos sinfónicos a cargo de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires dentro de su tradicional Ciclo de Abono en el Teatro Colón. Este año, parece ser que tanto el rendimiento de la orquesta como la calidad de sus interpretaciones van en aumento casi al final de la presente temporada, tal como sucedió el pasado jueves 14 del corriente en el Colón, bajo la dirección de Michael Seal y con la presencia del violoncelista Gary Hoffman en calidad de solista.
            El programa comprendió las siguientes obras: Concierto para cello y orquesta de Máximo Flügelman (1945), Variaciones sobre un Tema Rococó en La mayor, Op.33 para violoncello y orquesta de Piotr I. Tchaikowsky (1840-1893) y la Sinfonía n° 8 en Do menor, Op.65 de Dimitri Shostakovich (1906-1975).
            El británico Michael Seal es un director con mayúsculas. Ha dirigido numerosas orquestas en Inglaterra, Irlanda y Escocia, así como también en Europa y Asia (Filarmónica de Malaysia, con la cual debutó durante el transcurso del corriente año) y la Filarmónica de Buenos Aires. Asimismo, es director musical de la City of Birmingham Symphony Orchestra y participa también como director asociado de la ópera de dicha ciudad. Y Gary Hoffman es un destacadísimo cellista, hasta tal punto que muchos compositores contemporáneos le han dedicado sus conciertos: entre otros, el argentino Máximo Flügelman, quien compuso su Concierto para cello y orquesta en 1996 por encargo de la Filarmónica de Buenos Aires con motivo del 50° aniversario de la creación de dicha entidad. Sin embargo, la obra no llegó a concretarse y fue estrenada en París en 2005, con Hoffman en calidad de solista. Por lo tanto, puede decirse que se produjo su estreno local con  el organismo sinfónico al cual estaba destinada desde un principio. Consta de dos movimientos (Andantino rapsódico y Allegro moderato), donde se expresa una línea melódica y armónica, agradable al oído del espectador. El primer movimiento posee reminiscencias de Neptuno de “Los Planetas” de Gustav Holst en los glissandi a cargo de la percusión y de “El Pájaro de Fuego” de Stravinsky en su desarrollo. El instrumento solista realiza un trémolo durante el desarrollo y dos cadencias –una, al principio y la otra, al final- que fueron perfectamente ejecutadas merced al impecable fraseo del intérprete. Por momentos, la composición posee ribetes sonoros que recuerdan a Coptic Lights del compositor estadounidense Morton Feldman. (Hay que recordar que Flügelman estudió en Estados Unidos con John Corigliano y David Diamond). En cambio, el segundo movimiento posee reminiscencias impresionistas- que recuerdan a La Mer, de Débussy y también, a Albert Roussel en los tutti orquestales en tono menor. El solo de cello interpreta una fuga que es retomada posteriormente por la orquesta en un tutti con reminiscencias de jazz –al estilo de André Previn- , mientras que también posee ribetes ginasterianos en ritmo de malambo a cargo del cello, que son repicados por la orquesta. Tras un scherzo giocoso, se escucha una recapitulación en acorde fff, reforzado por la orquesta y el instrumento solista. El público recibió la obra con un cálido aplauso, que obligó a salir al compositor- quien estuvo presente en el estreno local de su obra-  a saludar sobre el escenario.
            Acto seguido, tanto Seal como Hoffman ofrecieron una excelente versión de las celebérrimas Variaciones sobre un Tema Rococó de Tchaikowsky. Desde su inicio, la orquesta logró una soberbia profundidad sonora, con muy buenas intervenciones de los instrumentos solistas –especialmente, se destacó el dúo de oboes conformado por Néstor Garrote y Paula Llán, al igual que Claudio Barile en flauta, Matías Tchicouret en clarinete y Fernando Chiappero en corno-. Gary Hoffman dio muestra una vez más de su impecable fraseo y su calidad interpretativa, logrando un sonido espléndido. Esto se vio fundamentalmente en la variación n° 5 (Allegro maestoso/ Cadenza), donde el instrumento solista posee un pasaje de extrema dificultad técnica, caracterizado por una sucesión de escalas cromáticas ascendentes y descendentes, apoyadas por un fraseo mediante arco en cascada. Esto se profundiza aún más al llegar a la 7° variación (Allegro vivo), donde el instrumento solista enfrenta una coda monumental junto a la orquesta, de gran dificultad técnica y donde es muy fácil caer en notas falsas. Gary Hoffman superó la prueba con creces y tras los aplausos al final de la obra, salió a hacer un bis con una Partita para cello solista de Bach, que interpretó con su maestría habitual.
            La Sinfonía n° 8 en Do menor, Op. 65 forma parte del tríptico que Dimitri Shostakovich compuso sobre la Segunda Guerra Mundial, junto a la n° 7 (“Leningrado”, 1941) y la n° 9 (1945). Data de 1943 y consta de 5 movimientos (Adagio/ Allegretto/ Allegro non troppo/ Largo/ Allegretto), que representan el sufrimiento humano durante el conflicto bélico de manera íntima e introspectiva. Debido a su extrema dificultad técnica, no es una obra que se escucha muy a menudo en los programas de conciertos. Y si bien la Orquesta Sinfónica Nacional brindó una excelente versión de la misma bajo la dirección de Stephan Lano durante el transcurso del corriente año en el Centro Cultural Kirchner (CCK), la versión ofrecida por Michael Seal fue estupenda y soberbia desde todos los aspectos: brillante calidad de sonido, buena profundidad del mismo, perfecta entrada de los diferentes instrumentos –tanto solistas como grupos de instrumentos al unísono, en bloque-, jerarquía y excelencia interpretativa y estupenda marcación de tempi. Esto pudo apreciarse desde el trémolo inicial en cellos y contrabajos  hasta la melodía suspendida de la Sinfonía n° 7 (Leningrado) a cargo de los violines, que representa la desolación posterior a la guerra. Posteriormente, el fagot toma la melodía –soberbia interpretación de Gabriel La Rocca como solista, acompañado por el brasileño Abner Da Silva-, que es tomada por el trombón bajo en contrapunto, para desembocar en un allegro in crescendo en tonalidad expansiva- similar a la música de Carl Nielsen-  donde seguidamente, los trombones marcan una melodía similar al 3° movimiento de la Sinfonía n° 5 del compositor ruso. Tras un poderoso tutti orquestal en fff, la melodía sigue con un trémolo en diminuendo  en las cuerdas –sostenido por las violas- hasta el bellísimo solo de corno inglés que marca una transición a Andante sostenuto – espléndida actuación de la solista Michelle Wong- hasta la brillante fanfarria a cargo de los cornos y las trompetas con sordina que marca el final del 1°  movimiento, donde se destacó el trompetista Daniel Marcel Crespo. Hubo una entrada perfecta de la orquesta en el 2° movimiento (Allegretto), seguida por un excelente contrapunto entre el flautín, el fagot y la tuba, apoyados sobre el conjunto orquestal. También se destacó el solista de contrafagot Daniel La Rocca durante el scherzo/vals central y el timbalista Juan Ignacio Ferreiros, quien cierra el movimiento con tres notas finales a cargo de dicho instrumento. Las violas entraron perfectamente coordinadas en el ostinato que abre el 3° movimiento (Allegro non troppo), seguido de un perfecto contrapunto entre el requinto y el contrafagot. Seguidamente, los primeros violines retoman la melodía principal hasta la entrada de los trombones y la tuba en contrapunto. Posteriormente, los violines realizan una segunda recapitulación  del tema principal para luego de un desarrollo frenético, dar paso a la clama que marca la transición hacia el 4° movimiento (Largo), donde se repite el tema que caracteriza la desolación provocada por la guerra desarrollado durante el 1° movimiento. En este caso, lo retoma el flautín –soberbia actuación de Horacio Massone- para desembocar en una disonancia a cargo de las flautas –a modo de lamento- hasta la entrada del clarinete. Luego, el fagot y la flauta solistas toman la melodía principal hasta la recapitulación por parte de la orquesta, que desemboca en un soberbio contrapunto por parte del oboe, el corno inglés, el fagot y el clarinete bajo –donde se lucieron los solistas Néstor Garrote, Michelle Wong, Gabriel La Rocca y Sebastián Tozzola, respectivamente. En el Allegretto final, tras el desarrollo del tema por parte de violines y cellos con bellísimos solos de estos instrumentos, las trompetas, cornos, trombones y tuba interpretan una fanfarria triunfal hasta desembocar en el tema inicial del 1° movimiento por parte de las cuerdas, mediante una coda a cargo de los cellos y contrabajos. Pero en vez de terminar con un final brillante, la obra culmina en pianissimo mediante la repetición de 3 notas (Mi- Sol- Do) hasta que la melodía se desvanece por completo. La sala estalló en aplausos y vítores ante una versión tan excelsa de la mencionada sinfonía.
            Según palabras textuales del compositor: “En esta obra hay un intento de expresar las experiencias emocionales del pueblo para reflejar la terrible tragedia de la guerra”. No sólo se hizo honor a la maravillosa música que Shostakovich compuso, sino que además,  todas las obras comprendidas en el programa fueron extraordinariamente bien interpretadas, dentro de un repertorio que fue desde lo más clásico hasta lo contemporáneo. Esto demuestra una vez más la opinión personal de quien escribe: la Filarmónica suena como una orquesta europea cuando un director logra transmitir a sus músicos su profesionalidad, garra, emoción y disciplina. Si a eso se le suma la inmensa cantidad –y calidad- de talentos locales, los resultados están a la vista: un excelente concierto, digno de la jerarquía del Colón.