martes, 24 de junio de 2025

 


Mariano Rey .luego del triunfo, exhibiendo su instrumento con el que descollara en la interpretación del Concierto Kv. 622 de Mozart ante los aplausos del Mtro. Maximiano Valdes y sus compañeros de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Créditos: Prensa Teatro Colón, fotografía de Juanjo Bruzza.RUTILANTE PRESENTACIÓN DEL M° Mariano Rey  EN EL TEATRO COLÓN

En la la sala Principal del Teatro Colón el sábado 21/6 se presentó Mariano Rey junto a la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires con el M° Maximiano Valdés en el podio
Después de una correcta versión de la Obertura de la ópera El Holandés Errante, continuó en la primera parte el Concierto para Clarinete y Orquesta de W.A Mozart donde el M° Rey utilizando su clarinete di bassetto (un tipo diferente de clarinete, más largo como tubo y que por ello alcanza notas aún más graves de lo habitual) brindo una brillante performance, donde supo reflejar la densidad emocional de la obra, que velando sus tortuosidades con una máscara afable y liviana, hacen de este concierto una de las creaciones más extraordinarias del compositor, El virtuosismo del solista reflejo plenamente la densidad emocional de la partitura
Al finalizar el concierto y después de interminables aplausos, el M. Rey brindó fuera de programa una transcripción de "E lucevan le stelle" de la ópera Tosca de G. Puccini. Recordando al virtuoso Anton Stadler, para quien dedicó Mozart su concierto, este refería que Stadler "hacia cantar a su instrumento" así el M. Rey logró generar saltos tan amplios en los arcos cantabiles, de modo que pudo escucharse un auténtico solo de voz operística en su versión de esta aria
Finalizando se pudo escuchar la Sinfonia N°1 en mi menor op.39, donde la Orquesta, brilló a pleno. En esta sinfonía, aunque influida por las convenciones clásicas,sobre todo en los movimientos primero y tercero, ya se pueden apreciar las "tormentas romanticas"con frecuentes cambios de clima y ruptura de tonos, que serán características del arte de Sibelius y que la Orquesta dejó translucir de la mano de su director, el maestro chileno Maximiano Valdés
Así la platea devolvió la entrega de los músicos con grandes aplausos finales 


                                                                                                                Marta Lugo de Palacio





domingo, 22 de junio de 2025

 

Mariano Rey, Maximiano Valdes y la Filarmónica , registrados de manera magistral por Juanjo Bruzza para el servicio de Prensa del Teatro Colón.


MUY BUENA NOCHE DE CONCIERTO

 

Teatro Colón, temporada 2025. Concierto de abono correspondiente al ciclo a cargo de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, Director: Maximiano Valdes. Solista: Mariano Rey (Clarinete). Programa: Obras de Wagner, Mozart y Sibelius. Sabado 21 de Junio de 2025.

 

NUESTRA OPINION: MUY BUENO.

 

  La Filarmónica retornó a su serie de conciertos en la sala de la calle Libertad, en esta oportunidad bajo la conducción del muy buen maestro chileno Maximiano Valdes, el que nunca defrauda en cada presentación a la que se lo convoca. Junto a El y a la Orquesta, se desempeñó como solista un brillante intérprete integrante de sus filas, el clarinetista Mariano Rey.

 

  El comienzo estuvo marcado por una correcta versión de la Obertura de “El Holandés Errante” de Wagner (A propósito, ¿no es hora de que se la ofrezca íntegra en el escenario del Colón, habida cuenta de que han pasado ya 23 años de la polémica puesta Suarez Marzal-Kuitca y que perfectamente se la puede montar en la sala sin ningún problema de duración, horas extras y demás yerbas?). Una vez más flotaron en la sala los temas de los marineros, del protagonista, Senta, los festejos y la redención por el amor. Valdes condujo esta apertura con pericia, discurso sostenido y total dominio de la página. La Orquesta, más allá de algunas pequeñas imperfecciones, respondió muy bien al desafío con un sonido amalgamado y muy buenas intervenciones de los principales solistas de instrumentos.

 

  Uno de los más destacados valores que integran la Filarmónica lo es, sin dudas, el clarinetista Mariano Rey, notable interprete de su instrumento, quien ha trascendido fronteras y se ha posicionado como uno de los mejores intérpretes iberoamericanos en el presente. Junto a Valdes y a sus compañeros ofrecieron una inspiradísima versión del concierto Kv. 622 de Mozart, la última obra que el genio de Salzburgo compuso para combinación instrumento solista y orquesta  y que dedicó a su amigo Anton Stadler. Estructurado en los cánones del genero con tres movimientos, intensos y con brillo los de punta (Allegro, Rondó-Allegro)  y absolutamente reflexivo el central (Adagio), es una obra que permitió el total lucimiento del solista. Mariano Rey es portador de un exquisito y refinado sonido, el que brotó de su instrumento de manera inmaculada y que tuvo en el adagio central su punto más alto con una descollante versión. La  orquesta, bajo la atenta guía del Maestro Valdes se acopló perfectamente en el acompañamiento, redondeando de esta manera una inmejorable interpretación. Ante el sostenido aplauso del público, Rey retribuyó con una magnífica interpretación del solo de clarinete con el que se inicia la célebre aria “E Lucevan le Stelle” de “Tosca” de Giacomo Puccini, la que logró hacer concentrar al público de tal manera que un prolongado y bienvenido silencio se interpuso entre el final y los aplausos. Bienvenido fue eso. Justa ovación para un extraordinario artista.

 

  La primera sinfonía op. 39 de Jean Sibelius se enrola dentro de la primera etapa de su producción de corte verdaderamente nacionalista, Puede decisre que su música en muchos pasajes de la misma pinta como pocas veces  a su Finlandia natal. Desde un inicio desde las notas más bajas, hasta las primeras intervenciones de la cuerda, pareciera que el compositor quisiera describirle al oyente una pintura de su patria. Un segundo movimiento de expansión del discurso con momentos de exaltación en la música, al que sigue un brillante tercer movimiento y culminar luego con pasajes en donde surge la clara influencia de compositores de la época (por momentos puede decirse que el final de “Scheherezade” de Rimsky-Korsakov ha obrado como disparador de ideas). Valdes pudo plasmar su pensamiento respecto a esta notable página prácticamente en toda la interpretación. Obtuvo muy buenas respuestas de todos los sectores del conjunto, eligió tiempos muy precisos y sostuvo el discurso orquestal. Ha sido un acierto la elección de esta obra y fue muy grato escuchar a la Filarmónica en la misma.

 

  El balance nos entrega entonces la magnífica actuación de un estupendo solista y una orquesta que cuando está en muy buenas manos, logra lucir.

 

Donato Decina




miércoles, 18 de junio de 2025

 



Otro momento del muy buen recital de Javier Camarena del pasado Lunes en el Teatro Colón junto a Angel Rodriguez captado para Prensa del Mozarteum Argentino de manera magistral por la Sra. Liliana Morsia.


Concierto de Javier Camarena para Mozarteum

 

Una noche para recordar

Teatro Colón

Lunes 16 de Junio de 2025

 

Escribe: Graciela Morgenstern

Fotos: Liliana Morsia

 

Javier Camarena, tenor
Ángel Rodriguez, piano

 

Programa

 

Giovanni Bononcini: “Vado ben spesso cangiando loco”

Christoph Gluck: Orphée et Eurydice: J’ai perdù mon Eurydice” 

George F. Händel: Serse: Ombra mai fu” 

Gaetano Donizetti: “Me voglio fa na casa”

                              La Favorita: “Spirto gentil”

Gioacchino Rossini: La danza

Jules Massenet: Werther: Pourquoi me réveiller?”

Giuseppe Verdi: I Lombardi alla prima crociata: “La mia letizia infondere”. 

Francesco P. Tosti: “Aprile”

“Apri!”

“Vorrei morire!”

“Chitarrata abruzzese”

José Serrano: La Dolorosa: La roca fría del calvario” 

Pablo Sorozábal: La tabernera del puerto: “No puede ser” 

 

 

Un óptimo concierto por el tenor Javier Camarena, dejó al público de Mozarteum más que satisfecho y entusiasmado. Su nombre está claramente asociado al repertorio belcantista y con la emisión de agudos y sobreagudos. En la actualidad, su registro medio se ha ido engrosando y está en un momento de transición entre el belcanto y las obras para el repertorio lírico, motivo por el cual el programa elegido fue ecléctico en cuanto a estilos.

 

Su voz es caudalosa, de registro amplio y parejo, bello esmalte, con agudos seguros que mantiene sin esfuerzo aparente. Exhibe, técnica sólida, flexibilidad y buen manejo del fiato. Su legato es óptimo y canta con gran entrega y profundo sentimiento: cada palabra está vertida con intención, con una comunicatividad a la cual contribuye el excelente manejo de los matices.

 

La primera parte comenzó con Vado ben spesso cangiando loco”, seguida de J’ai perdù mon Eurydice”, en la que mantuvo un delicado  equilibrio entre la calidez de su tono vocal y su inteligencia emocional y musical. En Ombra mai fu”,  el tenor hizo gala de un admirable control y dosificación del fiato. Y siguió con " Spirto gentil" , cantada con refinamiento, sutileza y elegancia en el fraseo.

 

Luego de una briosa interpretación de “La danza”, de Rossini, vino una dramática y sentida rendición de Pourquoi me réveiller?”, para concluir la primera parte con el aria "La mia letizia infondere", de "I lombardi alla prima crociata".


Ya en la segunda, abordó cuatro canciones de Tosti, tal vez la parte más débil del espectáculo desde el punto de vista interpretativo. Y luego vino la zarzuela.
La roca fría del calvario”, de “La Dolorosa” y una conmovedora versión de No puede ser”, de “La Tabernera del Puerto”, para concluir.

 

El pianista Ángel Rodriguez realizó una excelente labor, que contribuyó a dar realce a las obras abordadas.

.

Al finalizar, el público los ovacionó con alegría.


Para coronar una gran noche, el tenor obsequió canciones mejicanas fuera de programa y tres tangos.


No quedaron dudas de que Javier Camarena es uno de los más destacados tenores de la actualidad y que su concierto será inolvidable.


CALIFICACIÓN: SOBRESALIENTE


martes, 17 de junio de 2025

 


Javier Camarena junto al muy buen pianista Angel Rodriguez descollando una vez más en el escenario del Teatro Colón. Fotografía de la Sra. Liliana Morsia aportada por Prensa del Mozarteum Argentino


 JAVIER CAMARENA

En su tercer concierto de esta temporada, el Mozarteum Argentino nos

ofreció un gran concierto del tenor mexicano Javier Camarena,

acompañado al piano por el talentoso pianista de origen cubano radicado

en Mexico, Angel Rodriguez.

Estos dos artistas vuelven a presentarse en el Teatro Colon reeditando el

éxito de sus presentaciones anteriores.

En un programa variado en estilos, Javier Camarena, uno de los tenores

líricos más importantes del momento, vuelve a demostrar su madurado

talento interpretativo, su depurada técnica vocal y la simpatía con que

además de sus otras virtudes, cautiva al público.

Los puntos culminantes de su actuación, fueron sin duda aquellos temas

donde Camarena despliega su maravilloso registro agudo, que el público

celebra enfervorizado. Y así lo debe haber entendido el tenor al agregar en

medio del programa el “Spirto Gentil” de "La Favorita" de Donizetti.

El tenor y su acompañante se lucieron también en una estupenda versión

de “La danza”, de Rossini, ejecutada virtuosamente por ambos a una

velocidad no acostumbrada. Excelentes también en el “Pourquoi me

révellier” de Werther de Massenet y las dos bellísimas romanzas de

zarzuela; “La roca fría del calvario”, de La Dolorosa, de Serrano y la famosa

“No puede ser”, de La tabernera del puerto, de Sorozabal.

Los bises fueron un concierto aparte. Con gran generosidad, Camarena

interpretó un gran número de canciones populares mexicanas y un

popurrit de tangos, donde el cantante se sintió muy cómodo y el público

celebró participando en algunos temas.

En síntesis un concierto muy bueno, donde la audiencia salió feliz y

satisfecha del teatro.

Un punto negativo, y que nada tiene que ver con los artistas, es el hecho

de aplaudir donde no corresponde. Por lo visto, ya ni siquiera se deja

concluir una pieza para comenzar el aplauso. Sería bueno que el teatro

comience a reeducar al público advirtiendo antes de comenzar el

espectáculo.

Roberto Falcone

 


Yuja Wang en acción como solista y directora interpretando en Concierto para Pianoy Orquesta Nº 1 de Tchaickovsky. Créditos:Prensa Teatro Colón con la impecable fotografía de Juanjo Bruzza.


Espectacular actuación de Yuja Wang al frente de la Mahler Chamber Orchestra

EL AVASALLANTE TIFÓN CHINO ARRASÓ EN EL COLÓN
Martha CORA ELISEHT

Fundada por Claudio Abbado en 1997, la Mahler Chamber Orchestra es una de
las agrupaciones de cámara más prestigiosas del mundo, que funciona como un
colectivo global dirigida por sus propios miembros. Sus integrantes son músicos
provenientes de unos 25 países y cuenta con sede en Berlín, bajo la dirección artística de
Daniele Gatti. Además, realiza giras por todo el mundo con sus dos socias artísticas:
Yuja Wang y Mitsuko Uchida, quienes muchas veces la dirigen desde el piano.
La prestigiosa pianista china se presentó junto a la mencionada agrupación –
dirigida por su concertino José María Blumenschein- el pasado sábado 14 del corriente
en el Teatro Colón dentro del ciclo Grandes Intérpretes Internacionales, donde se
interpretaron las siguientes obras:
- Obertura “Coriolano”, Op.62- Ludwig van BEETHOVEN (1770-1827)
- Concierto n°2 en Fa menor para piano y orquesta, op.21- Frederic CHOPIN
(1810-1849)
- Concierto en Mi bemol mayor “Dumberton Oaks”- Igor STRAVINSKY (1882-
1971)
- Concierto n°1 para piano y orquesta en Si bemol menor, Op.23- Piotr I.
TCHAIKOVSKY (1840-1893)
En la presente crónica se menciona el orden en el cual se interpretaron las obras. La
orquesta decidió comenzar con la célebre obertura de Beethoven, compuesta en 1807
sobre la tragedia homónima de Heinrich von Colin. Tanto Plutarco como Shakespeare
versaron sobre la historia de Coriolano, un general romano exiliado que se unió a los
volscos -enemigos de la República- y sitió a Roma. Las autoridades enviaron una
comisión encabezada por la madre con el objetivo de destrabar el conflicto, motivo por
el cual, Coriolano desiste del asedio y se suicida. Marca el comienzo del período
romántico de Beethoven y, para ilustrar el drama entre el amor y el deber, el genio de
Bonn emplea dos tema y dos tonalidades diferentes: Do menor y Mi bemol mayor
respectivamente. La versión ofrecida por la agrupación de cámara fue sumamente
precisa y compacta, imbuida del espíritu beethoveniano. Un Colón prácticamente
completo avaló con un sostenido aplauso su interpretación.
A continuación, la eximia intérprete china hizo su presentación sobre el escenario
del Colón para interpretar el celebérrimo Concierto n°2 para piano y orquesta en Fa
menor, Op.21 de Chopin como solista y directora de orquesta. Dedicado a la condesa
Delfina Potocka, fue compuesto hacia fines de 1829 y estrenado en Varsovia en 1830
bajo la dirección de Karol Kurpinski con la presencia del compositor al piano, con gran
suceso. Si bien este fue el primero de los dos conciertos para piano que Chopin
compuso, lleva el número 2 porque su homónimo en Mi menor n°1 fue publicado en
primer término. Escrito en forma de sonata, consta de tres movimientos: Maestoso/

Larghetto/ Allegro vivace, que fueron ejecutados con suma precisión, brindando una
versión vibrante de este celebérrimo concierto merced a su prodigiosa musicalidad,
pulsación y su imponente velocidad en la digitación, que le vino de perlas para abordar
la chispeante Mazurka que forma parte del Allegro vivace final. Es una pieza
caracterizada por su pirotecnia en materia de técnica pianística -precisamente, el fuerte
de Wang, que la hizo famosa a nivel internacional- y la interpretó con suma distinción.
Su perfeto dominio de tempi y la calidad de los integrantes de la Mahler Chamber
hicieron el resto para deleitar al numeroso público que se dio cita en el Colón,
coronando la versión con un estallido en aplausos, vítores y algunos gritos (más típicos
de un recital de rock o de un estadio de fútbol que de un teatro lírico o sala de
conciertos).
En la segunda parte del concierto, la orquesta adoptó la típica formación de cámara
para interpretar una obra muy poco conocida en el medio local: el concierto en Mi
bemol mayor “Dumberton Oaks” de Igor Stravinsky, compuesto en 1938 entre Ginebra
y París antes de trasladarse a Estados Unidos y dedicado al matrimonio Woods Bliss con
motivo del 30° aniversario de su matrimonio. Precisamente, la fastuosa residencia sita
en Georgetown (Washington D.C.) fue la que dio el nombre a este concierto de cámara
compuesto originalmente para 15 instrumentos (flauta, clarinete, fagot, dos cornos y
cuerdas) siguiendo el modelo de los Conciertos Brandemburgueses de Bach. Consta de
tres movimientos (Tempo giusto/ Allegretto/ Con moto) que se interpretaron sin
interrupción. El concertino José María Blumenschein dirigió a la agrupación con un
soberbio y perfecto manejo de tempi, donde los intérpretes de instrumentos de vientos
tuvieron una actuación excelente, con un estupendo balance sonoro en las partes donde
se conjugan las líneas clásicas con elementos de jazz (síncopa) y espléndidos
contrapuntos entre vientos y cuerdas. Sin dudas y, a juicio particular de quien escribe,
representó el clímax y lo mejor de una auténtica noche de Colón.
Como obra de cierre, Yuja Wang eligió el celebérrimo Concierto n°1 para piano y
orquesta en Si bemol menor, Op.23 de Tchaikovsky. No ha sido casual, porque permite
el lucimiento del solista en términos de complejidad, pirotecnia y velocidad sobre el
teclado en los pasajes de los tres movimientos que lo integran (Allegro non troppo e
molto maestoso- Allegro con spirito/ Andantino semplice- Prestissimo- Tempo I/ Allegro
con fuoco). Al igual que en Chopin, ejerció el doble rol como intérprete y directora y lo
hizo perfectamente bien, pero la versión ofrecida comenzó con un tempo más rápido que
lo habitual en los primeros compases del movimiento inicial, que se compensó con el
tempo caracterizado por la sucesión de arpegios del primer tema de dicho movimiento.
Lo mismo sucedió con el glissando del prestissimo en el 2° movimiento, mientras que el
allegro con fuoco final permitió el lucimiento de la pianista china en su máxima
expresión. Una versión particular donde su extraordinaria velocidad de digitación le
jugó en contra esta vez, pero que se vio parcialmente compensada por el
acompañamiento de la orquesta y por la precisión y calidad en la interpretación.
Tampoco faltaron los bises, donde Wang apeló a una partitura electrónica desde una
tablet: Jazz Ensembles, Op.53, de Nikolai Kapustin, donde Yuja Wang introdujo el tema
principal en el piano y, posteriormente, fue tomado por la orquesta. La interpretación
fue magistral, pero hubo un segundo encore: una magistral versión para piano y
percusión del Danzón n°2 del mexicano Arturo Márquez, donde los contrabajistas
acompañaron mediante efecto strappata -golpes de percusión sobre la caja del

instrumento-. Fue un broche de oro para coronar la noche, donde el público se quedó
saludando a los músicos que aún permanecían sobre el escenario. Pese a que el
concierto había llegado a su fin, nadie se quería ir.
Fue una auténtica noche de Colón en cuanto a la asistencia de público -sala
prácticamente llena, con gran afluencia en las localidades superiores y de pie- y calidad
de las interpretaciones, pero todavía falta educar a aquellos que asisten por primera vez
a una sala de conciertos; probablemente, atraídos por conocer el Colón merced a la
inmensa publicidad callejera y la difusión que tuvo este evento. Existe un código de
vestimenta y de comportamiento apropiado que se debe respetar en una sala de
conciertos, como el hecho de no aplaudir entre movimientos. Basta sólo con grabar un
simple anuncio por parte del locutor instando a no hacerlo. Desde su implementación en
el Auditorio Nacional del Palacio Domingo F. Sarmiento, fue una medida que logró un
muy buen resultado. Por lo tanto, también es factible para ponerlo en práctica en un
teatro como el Colón. Es inconcebible que todavía no se haya hecho.

 Estupenda actuación de Nicolás Agulló y Mariano Manzanelli en el Palacio Sarmiento


DOS BRILLANTES DE MÁXIMA PUREZA


Martha CORA ELISEHT


Dentro del ciclo de la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), participan directores

sumamente prestigiosos -tanto argentinos como extranjeros- en calidad de invitados.

Dicha responsabilidad cayó el pasado viernes 13 del corriente sobre un compatriota

radicado en Francia: Nicolás Agulló, quien tuvo la oportunidad de dirigir a la Sinfónica

en el Auditorio Nacional del Centro Cultural Palacio Domingo F. Sarmiento junto al

pianista Mariano Manzanelli en calidad de solista para desarrollar el siguiente

programa:

- Obertura “FAUSTO”, n°6, Op.46- Emilie MAYER (1812-1883)

- Concierto para piano y orquesta n°4 en Do menor, Op.44- Camille SAINT-

SAËNS (1835-1921)

- Sinfonía n°2 en Re mayor, Op.79- Johannes BRAHMS (1833-1897)

Tras la tradicional afinación de instrumentos a cargo de la concertino invitada

Alma Quiroga -una verdadera revelación y una grata sorpresa-, Nicolás Agulló hizo su

presentación en el podio para brindar una muy buena versión de la mencionada obertura

de Emilie Mayer, quien fuera una compositora alemana muy prolífica y talentosa -en su

época, se la conoció como “la Beethoven con faldas”-, cuya música cayó

posteriormente en el olvido. Por lo tanto, ha sido un gran mérito el hecho de rescatarla e

incluirla dentro del presente programa. Fue compuesta en 1880, estrenada en 1881 y

describe muy bien la historia de Fausto y su pacto con el Diablo mediante dos temas:

uno inicial, misterioso y el otro, brillante y descriptivo. Es un perfecto ejemplo de

narración musical del romanticismo alemán tardío, que fue abordada de manera brillante

por Nicolás Agulló mediante una excelente marcación de tempi con mucho vuelo y

enjundia. Pese a que era la primera vez que una la escuchaba, pudo apreciar la

impecable labor del director frente a la orquesta, cuyos gestos estaban destinados hacia

los músicos. No sólo gustó mucho, sino que, además, fue muy bien recibida por parte

del público.

Junto con su homónimo n°2, el Concierto n°4 en Do menor para piano y

orquesta, Op.44 es el más popular que Camille Saint- Saëns compuso para dicho

instrumento. Data de 1875 y se estrenó ese mismo año en el Châtelet de París con el

compositor al piano. La particularidad es que, a pesar de poseer sólo dos movimientos

(Allegro moderato- Andante/ Allegro vivace- Andante- Allegro), el andante central está

ligado a la sección anterior; por lo tanto, puede interpretarse como un solo movimiento.

No sólo Mariano Manzanellli lo tocó de memoria, sino que brindó una interpretación

magistral, caracterizada por el brillo, la precisión en la digitación y la pulsación como

también los matices sonoros, la finura y las sutilezas. Tras una abreve introducción del

tema principal por parte de la orquesta, se produce la entrada del piano. Posteriormente,

se invierte el orden: el piano desarrolla una serie de variaciones sobre el tema principal,


que posteriormente, retoma la orquesta. El dominio del teclado por parte de Manzanelli

fue excepcional en cuanto a la resolución de pasajes de gran dificultad técnica, así como

también los trinos, arpegios y cadencias. El diálogo entre solista y orquesta fue

perfecto, con un gran equilibrio sonoro y correctísima marcación de tempi por parte de

Agulló, logrando una versión vibrante, brillante y luminosa. Tal así fue, que, a su

término, el Auditorio Nacional estalló en aplausos y vítores. Como no podía ser de otra

manera, el pianista ofreció como bis una improvisación sobre “Adiós, nonino” de Astor

Piazzolla, que también sonó magistral. Mariano Manzanelli no sólo es un eximio

director coral, sino también un extraordinario pianista de tango. Participó del disco

Impresiones sobre Buenos Aires, motivo por el cual ganó el Premio Gardel en dicho

rubro. Una nueva ovación de aplausos para el pianista, quien se retiró sumamente

satisfecho tras su interpretación.

Como obra de fondo se eligió la Sinfonía n°2 en Re mayor, Op. 79, una de las más

hermosas de la tetralogía sinfónica de Brahms, compuesta en 1877 y que consta de 4

movimientos: Allegro non troppo/ Adagio non troppo/ Allegretto grazioso- rondó (quasi

andantino) / Allegro con spirito. El tema bucólico del 1° movimiento ha hecho que se

catalogue a esta sinfonía como “Pastoral” sin realmente serlo, ya que es más bien

nostálgico, mientras que el Adagio non troppo es más romántico y envolvente. El

vertiginoso Allegretto grazioso es un rondó con un contrapunto magistral, rico en

matices, fresco y vivaz hasta desembocar en el monumental Allegro con spirito, escrito

en forma de sonata y que representa un desafío para el director de orquesta. Una ha

escuchado innumerables versiones de gran calidad de esta joya sinfónica por parte de

orquestas extranjeras, pero la versión ofrecida por la Sinfónica Nacional bajo la

dirección de Nicolás Agulló fue una de la mejores realizada por una orquesta argentina:

perfecto dominio del contrapunto, una marcación de los tempi, con garra, enjundia,

entusiasmo y una interpretación caracterizada por su impronta y sello personales. Una

nueva ovación de aplausos puso punto final a uno de los mejores conciertos ofrecidos

por la Sinfónica durante el transcurso del corriente año.

Es sumamente importante que se invite a dos músicos vernáculos muy talentosos a

participar de los conciertos de la Sinfónica Nacional, así como también convocarlos

para interpretar obras que se representan en escasas ocasiones. En este caso, el mérito

fue por partida doble, porque se trató de dos brillantes de máxima pureza.

 en el Palacio Sarmiento


UNA GRAN ÓPERA PARA NARRAR UNA VIEJA LEYENDA

Martha CORA ELISEHT


El compositor tucumano Eduardo Alonso Crespo es uno de los mejores de la

actualidad y uno de los más premiados a nivel internacional. Su vasta obra comprende

dos óperas, siete sinfonías, diecisiete conciertos, dos ballets, música de cámara y

conciertos sinfónico- corales.

El pasado miércoles 4 del corriente tuvo lugar en el Auditorio Nacional del

Palacio Domingo F. Sarmiento el estreno de su tercera ópera: PUTZI -una reflexión

sobre el bien y el mal donde se recrea el mito de FAUSTO en clave humorística,

mediante la representación de episodios de la vida de Franz Liszt (1811-1886)-.

Precisamente, el título alude al apodo que dicho compositor recibió durante su infancia

y contó con la presencia del propio Alonso Crespo en el podio al frente de la Orquesta

Nacional de Música Argentina “Juan de Dios Filiberto” (ONMA) y los siguientes

cantantes: el tenor Norberto Miranda (Putzi), el barítono Marcelo Iglesias Reynes

(Paganini/ El Diablo), las sopranos Natalia Salardino (Vida) y Florencia Burgardt

(Muerte). La régie estuvo a cargo de Claudio Aprile, con participación de los bailarines

Paola Castro, Florencia Macchi, Leandro Otero y Marlon Casado. También contó con

subtitulado electrónico para que el público pudiera seguir y comprender la obra y saber

los nombres de los intérpretes.

Para permitir el desarrollo de las cinco escenas en las cuales se divide el único

acto de esta ópera, se liberó el proscenio relegando a la orquesta a las últimas tres filas.

Si bien hubo una reducción de la masa instrumental, contó con arpa, marimba y otros

instrumentos de percusión y piano. Previamente a la entrada de la concertino, sonó muy

bien afinada y afiatada.

La primera escena transcurre en un camino de Hungría en 1811 -año de

nacimiento de Liszt-, donde se cruzan la Vida y la Muerte acompañadas por su séquito:

dos bailarinas -Talento y Virtud- y dos bailarines -Rutina y Envidia- respectivamente

para disputarse la vida del protagonista. Pese a que Putzi tenía una salud muy frágil y

delicada desde que era niño, tuvo una vida muy prolongada, lo que causa la furia de la

Muerte. Mientras la Vida está representada por una soprano ligera e ingenua, la Muerte

es una soprano de coloratura más dramática y dañina. El vestuario -de neto corte clásico

y tradicional- representa muy bien la diferencias: todo lo alusivo al bien, de color blanco

y verde, mientras que el rojo representa al mal (la Muerte y el chaleco rojo de Paganini

en alusión al Diablo). La música es de línea melódica tonal, muy audible y, a diferencia

de otras obras de Alonso Crespo, no hace alusión a temas folklóricos, sino que posee

reminiscencias europeas y atisbos de compositores como Rossini, Mozart, Paganini,

Stravinsky y el propio Liszt, con muy buenos contrapuntos, profundidad sonora y

glissandi. Ambas sopranos se destacaron por la muy buena preparación vocal.


La segunda escena tiene lugar en el apartamento de Putzi en París en 1835,

donde se produce el encuentro entre el compositor y Paganini. Un adagio in crescendo

a cargo de la orquesta desemboca en un vals donde el protagonista evoca a su amada -

muy bien recreado por los bailarines, mientras una de ellas interpreta la alegoría de su

amada, quien luego muere-. La música posee reminiscencias de La Valse de Ravel y

aquí es donde aparece la primera aproximación del mito de Fausto: para salvarla, Putzi

hace un pacto con el Diablo, alabándolo y dedicándole varias de sus composiciones

(Vals Mefisto, Sinfonía “Fausto”, “Fuegos fatuos”, entre otras). María vuelve a la vida

y se produce la transmutación de la música – de clima de misterio en tono menor a vals,

en tono mayor-. Tanto Norberto Miranda como Marcelo Iglesias Reynes se lucieron en

sus interpretaciones. En la tercera escena, la Vida y la Muerte se encuentran en la

habitación de Putzi en medio de un clima de misterio, donde la primera triunfa por

sobre la segunda, quien se queja de la vanidad del Diablo en su respectiva aria, donde

Florencia Burgardt sobresalió por su coloratura, matices y línea de canto.

La cuarta escena se desarrolla en el apartamento de Putzi en París en medio de

una música alegre y triunfal, donde el Diablo le ruega que lo salve de la venganza de la

Muerte entregándole su alma y prometiéndole todo- similar a lo que sucede en Fausto-,

pero el protagonista lo rechaza. No obstante, Putzi le pide un violín. Al igual que en La

Historia del Soldado de Stravinsky, aquí confluyen ambas similitudes. Los bailarines le

entregan el violín, la pluma y el contrato a medida que van cambiando los tempi para

permitir los cambios de escena. Un gran acierto del compositor y una gran actuación de

Norberto Miranda en su aria (“Sabio cuerpo/ poderoso instrumento”), destacándose en

el agudo.

El pasaje del tiempo que transcurre hacia el final de la vida de Liszt en Roma se

logra mediante un interludio orquestal lleno de cromatismo y tonalidad expansiva,

donde los personajes desfilan mientras transcurre la música. Mediante un trémolo en

cuerdas, se logra un clima de misterio en contrapunto con la percusión y las maderas,

que desembocca en un tutti en tono mayor antes de pasar a la quinta y última escena,

que tiene lugar en el departamento de Liszt en Roma en 1865. La Vida y la Muerte se

enfrentan una vez más sobre el destino del protagonista y la primera lamenta que Putzi

hay afirmado el contrato, condenado por el peso de su arte y su éxito. Para defenderlo,

la Vida entona su aria (“Creador que vuela tras un sueño”), aduciendo que el alma de

Putzi no pertenece a este mundo, sino al universo del genio. Y aquí se produce una

sorpresa: ante la poderosa amenaza de la Muerte por querer llevarse su alma, el

protagonista toma los hábitos y logra su salvación. La Vida celebra su triunfo frente a la

estupefacta Muerte, quien se pone furiosa por haber fracasado. Un trémolo en cuerdas y

un glissando en percusión hacia el final de la obra anuncian el descenso de la Muerte y

su séquito hacia el Infierno en perfecta dicotomía (Vida/ Muerte; Triunfo/ fracaso;

Cristo/ El Diablo). La obra tuvo una muy buena aceptación por parte del público y los

protagonistas se retiraron sumamente aplaudidos.

Si bien el Auditorio Nacional no posee la infraestructura de un teatro lírico, el

hecho de montar el estreno de una ópera de autor vernáculo en versión de concierto es

un gran logro y un acierto. Una vez más, esto demuestra que no se necesitan grandes

recursos para representar una buena ópera, sino una adecuada utilización y

administración de éstos. Se pueden lograr muy buenas cosas con escaso presupuesto.

 


Ciro Rolón protagonísta excluyente de dos jornadas para piano solo en Mar del Plata. Créditos al autor delpresente comentario.


Concierto de Ciro Alejandro Rolón en Villa Victoria Ocampo
.Ciro Alejandro Rolón, piano
.Centro Cultural Villa Victoria Ocampo, Mar del Plata, 9 de junio, hora 18.
El pianista Ciro Alejandro Rolón se presentó en el Centro Cultural Villa
Victoria Ocampo con un ecléctico y medular programa dedicado al
romanticismo musical.
El Impromptu nro. 2, opus 90 en mi bemol mayor, de Franz Schubert
(1797-1828) fue la primera obra del concierto.
“In promptu”: de improviso. El mismo nombre establece el carácter de
invención pura que, en un opus ya avanzado de la producción, significa un fluir
melódico que, como suele suceder en Schubert, se basa en la reiteración y la
transformación al mismo tiempo, en compás de ¾, pie ternario que le confiere
un carácter danzante. En este caso, el tema central es una rápida sucesión que
transita de manera descendente, permanece en un centro y asciende
nuevamente, hasta un segundo sujeto.
Su carácter encantador, amable y de enorme belleza melódica -debe ser
así en una buena interpretación- encubre la enorme dificultad técnica que
reside en darle continuidad y fluidez a pasajes rápidos y dificultosos.
El Impromptu nro. 4 Allegretto, en la bemol mayor y en compás de ¾, el
Episodio central en do sostenido menor le brinda un contraste expresivo de su
melodía siguió al anterior, del mismo modo que este comienza con una melodía
en cascada pero luego de una reiteración conduce a un episodio más relajado,
pero no por mucho tiempo, sucedido por otro motivo, en una línea melódica
que parece una canción. Unidad, variedad, distintas intensidades, y un fraseo
que debe expresar la ductilidad de las melodías –en sus cambios y en su fluir-.
Los impromptus, en su brevedad, son sin embargo obras mayores del
repertorio.
La Sonata nro. 23 en fa menor, opus 57, “Appassionata” de Ludwig
van Beethoven (1770-1827) fue la siguiente obra.
Tal como aclaró el intérprete, el nombre por el que es conocida le fue
dado por el editor. En su monumental serie de análisis de las 32 sonatas de
Beethoven (Wigmore Hall, Londres 2004-2006) András Schiff señala que el
nombre apropiado debió ser sonata “trágica”, debido al clima misterioso del
elemento inicial –un pasaje misterioso en unísono con notas separadas por dos
octavas, que le da una amplitud acechante-, uno que es suave y lento, como en
la mayor parte de las sonatas beethovenianas del periodo de madurez, agrega
que es uno de los monumentos de la música occidental.
Es mucho lo que se podría hablar de esta obra central del repertorio
pianístico, que expande el lenguaje en direcciones que podremos reconocer
por ejemplo en las sinfonías de Brahms: sencillez de los temas centrales y una
gran elaboración de ellos, llevados a otras tonalidades, invertidos,
fragmentados y expandidos hasta su cierre por otro elemento –en el caso del
primer movimiento de esta sonata por el “tema del destino” de la quinta
sinfonía.
Si bien el segundo movimiento, Andante con moto, tema con tres
variaciones construido en pocas notas, es amable, sin dejar de lado la

intensidad, el primer movimiento Allegro assai en un metro de 12/8, lo que le da
cierto carácter marcado e imperativo, es en sí un universo sonoro. No nos
vamos a detener en cada elemento pero sí conviene, para darle la importancia
que tuvo en esta presentación, reparar en algunos de ellos, por ejemplo en el
estallido que sigue a este motivo inicial, con un pasaje intenso, a la vez legato y
stacatto, lo cual es en sí mismo de gran dificultad (lo mismo sucede en el
pasaje de las octavas, que encontramos en el trío del scherzo del segundo
concierto para piano de Brahms: Beethoven abre un mundo de posibilidades).
Conviene reparar en estas cuestiones cuando un intérprete se presenta
con obras como esta, porque de otro modo nos quedaríamos en la superficie.
Como es habitual en muchas de sus obras, el tercer movimiento surge
sin interrupción luego del segundo y es, asimismo, de gran fuerza y
complejidad.
El Intermezzo nro. 1 en mi menor, del compositor mexicano Manuel
Ponce (1882-1948) siguiente, con su bella y sencilla calma vino a disipar la
tensión de la sonata. La idea central del concierto era la de presentar formas
del romanticismo, en este caso, en el seno de un movimiento de música
nacional, el componente romántico –que recuerda a obras como las escenas
románticas de Granados- está dado en el carácter sereno y contemplativo.
Le sucedió el Momento musical nro. 3, opus 16, andante cantabile en
si menor de Sergei Rachmaninoff (1873-1943). Las obras de bravura alternan
con momentos de serena nostalgia en el gran compositor de Novgorod, tal el
caso de este bellísimo momento musical, que discurre como una ordenada
improvisación que plantea una narrativa de enunciado, medio y final.
El concierto finalizó con el Estudio opus 25, nro 12, en do menor; el
Nocturno en do sostenido menor, opus póstumo y el Scherzo nro. 2 en si
bemol, opus 31, de Frederic Chopin (1810-1849)
En el documental El viajero inquieto que muestra al pianista Piotr
Anderszewski en un largo viaje en tren por los paisajes nevados de Polonia,
con su piano, el músico señala de Chopin esa “ebullición tan ordenada”, a
propósito de la invención pura y las sonoridades tan propias de su música,
invención que es muy minuciosamente trabajada: ímpetu y refinamiento al
mismo tiempo, a lo que cabe agregar el manejo de sonoridades amplias,
rápidas y momentos de enorme calma y dulzua que demandan un gran manejo
del tempo rubato (el retardar y moldear un sonido según las necesidades
expresivas). Tal el Scherzo, compuesto en 1837.
Ciro Rolón se refirió breve y precisamente a cada obra con aquello más
característico de cada una: el compositor, su lenguaje, el carácter. Es un eficaz
presentador que al par que estos aspectos connota lo que cada opus abordado
significa para él.
En la conversación posterior señaló la primacía del aspecto interpretativo
sobre el técnico y la necesidad del intérprete de ahondar en lo estético, máxime
en el lenguaje romántico en el cual el compositor transmite algo que está más
allá de las formas que lo sostienen.

Fue un concierto de obras de gran relevancia en la literatura pianística
que alternó obras de distinto carácter, cada una con su diferente grado de
dificultad.
Ciro Rolón es un pianista muy seguro de su estética y de sus
posibilidades que lleva a cabo una actividad sostenida.
El mismo programa se repite en el Teatro Municipal Colón el 10 de junio.

Eduardo Balestena

 Rodolfo Saglimbeni: una sentida partida…


Por Jaime Torres Gómez

Profundo impacto ha provocado la temprana partida del maestro Rodolfo Saglimbeni

(62), sin duda un referente de la dirección orquestal en Latinoamérica.

El vasto legado de Saglimbeni como director y docente, y ante todo, de su reconocida

bonhomía, no ha dejado indiferente al medio artístico en su conjunto.

Con una privilegiada formación desde su natal Venezuela y luego perfeccionada en la

prestigiosa Royal Academy of Music de Londres, fue un fiel exponente como músico

integrante y luego director de agrupaciones del Sistema de Orquestas Juveniles de

Venezuela creado por José Antonio Abreu, amén de importantes reconocimientos en

concursos de dirección orquestal, habiendo proyectado su carrera desde su país,

obedeciendo así a una genuina vocación por colaborar al desarrollo de los organismos

orquestales latinoamericanos.

Titular y fundador de varias orquestas sudamericanas, destacables son sus

reconocidas vinculaciones con la Sinfónica Gran Mariscal de Ayacucho (Venezuela),

de la que fue su fundador, como la Sinfónica Municipal de Caracas, con más de 20

años de vinculación hasta hoy… , la Sinfónica de la Universidad Nacional de Cuyo,

Mendoza, y desde el año 2019 como maestro titular de la Sinfónica Nacional de Chile,

también hasta el momento de su fallecimiento…, amén de estrechas colaboraciones

como Principal Director Invitado de la prestigiosa Sinfónica Nacional de Colombia, y

asiduas presentaciones como invitado en las principales orquestas de Argentina y toda

Latinoamérica, como varias europeas y norteamericanas.

Su solidez de cátedra más su gran capacidad de gestión, lo llevó a ser Director

Artístico por varios años del importante Teatro Teresa Carreño de Caracas,

organizando todas sus temporadas de música, ópera y ballet. A la vez, de gran

reconocimiento ha sido su labor formativa tanto en Venezuela como en la Royal

Academy of Music de Londres, siendo sus discípulos importantes directores de la

escena internacional.

En lo humano, su cercanía con los músicos y al público, más su gran ética profesional,

han sido valores transversalmente reconocidos, plasmados con genuinas

demostraciones de afecto en las dos orquestas de las que aún ejercía de titular,

asimismo con importantes reconocimientos de colegas directores tras su partida…

Su relación con Chile data desde 1999 al ganar el Concurso para Directores de

Orquesta Latinoamericanos organizado por la Sinfónica Nacional, y continuando con

una asidua colaboración hasta llegar a ser, por aclamación de los músicos, su Maestro

Titular en el año 2019.

Su trabajo como titular en Chile ha sido de los más brillantes que se tenga recuerdo en

cuanto su completa dedicación a la Sinfónica, especialmente su inestimable

acompañamiento en los críticos momentos pandemiales, siendo clave su trabajo para

recuperar el nivel histórico luego de una prolongada reclusión global, y posteriormente

organizando importantes temporadas oficiales, con gravitantes estrenos e invitando a

excelentes directores y solistas internacionales.

Pero el aporte en Chile de Saglimbeni no sólo se circunscribió a la Sinfónica Nacional,

destacándose sus sólidas presentaciones como invitado junto a la Orquesta de


Cámara de Chile, Orquesta Clásica de la Universidad de Santiago, la Sinfónica

Nacional Juvenil, y la Orquesta y Coro de la Universidad Católica de Chile, asimismo

en regiones con orquestas como la Sinfónica de la Universidad de Concepción, y las

Sinfónicas de Antofagasta y Temuco.

De vasto repertorio, de imborrable recuerdo serán sus notables interpretaciones de

Haydn, Mozart, Beethoven, Mendelssohn, Tchaikovsky y Mahler, más compositores

contemporáneos como Stravinsky, Prokofiev, Sofía Gubaidulina, Witol Lutoslawsky,

más la música de compositores latinoamericanos y chilenos en particular.

En suma, una muy sentida y prematura partida de un maestro de gran altura, dejando

un alto referente, y ameritando la presente coyuntura una extrema ponderación en la

búsqueda de sus sucesores en las orquestas que aún fungía de titular. Que en Paz

Descanse, apreciado Maestro…