jueves, 18 de abril de 2024

 






Momento de la Función de Ariadna en Naxos en el Teatro Colón. Créditos: Prensa Teatro Colón, Fotografía del Mtro. Arnaldo Colombaroli.




“Ariadna en Naxos” de Richard Strauss, en el Teatro Colón


 


Teatro Colón

Martes 16 de abril de 2024 

Escribe: Graciela Morgenstern 


 

"Ariadna en Naxos”, de Richard Strauss

Libreto: Hugo von Hofmannsthal

Elenco: Carla Filipcic Holm, Sergio Escobar, Laura Grecka, Ekaterina Lekhina, Alejandro

Spies, Pablo Urban, Felipe Carelli, Santiago Martínez, Iván García, Oriana Favaro,

Florencia Bugardt, Florencia Machado y otros.

Orquesta Estable del Teatro Colón.

Régie: Marcelo Lombardero

Escenografía: Diego Siliano

Vestuario: Luciana Gutman

Coreografía: Ignacio González Cano

Diseño de video Matías Otarola

Iluminación: José Luis Fiorruccio

Director musical: Gûnter Neuhold 


Como inicio de la Temporada Lírica 2024, el Teatro Colón ofreció la reposición de la

versión 2019 de Ariadna en Naxos. Con un prólogo y un acto, la estructura es muy

interesante. El prólogo presenta el conflicto entre una compañía de ópera y otra de

comediantes que se ven obligados por el capricho de un rico vienés, a actuar

simultáneamente en la representación de la ópera seria Ariadna en Naxos, lo que

provoca la indignación de quien compuso la obra, que finalmente, acepta el desafío. El

acto en sí mismo consiste en una ópera dentro de una ópera, en la que la frívola idea del

amor de la comediante Zerbinetta se opone al sentimiento pesimista de la desconsolada

Ariadna y su patética soledad en la isla de Naxos, donde ha sido abandonada hasta que

finalmente, el milagro del amor la une a Baco.

En esta oportunidad, hubo interpretaciones de diferentes niveles artísticos. El rol

protagónico contó con la excelente actuación de Carla Filipcic Holm. Con voz potente y

aterciopelada, de color atractivo e impecable línea de canto, expresó la variada gama de

sentimientos y estados de ánimo de Ariadna: esperanza, depresión y regocijo.


Su contraparte, Zerbinetta, estuvo, una vez más, a cargo de la soprano rusa Ekaterina

Lekhina quien cautivó al público con su esbelta figura y desenfado actoral. Desde el punto

de vista vocal, su actuación fue correcta, aunque se notó un desgaste vocal respecto de

su actuación en 2019.

En tanto, Laura Grecka, reemplazando a Tamara Gura, articuló el papel de la

compositora con intensidad. Aunque sus recursos vocales no siempre fueron suficientes,

especialmente en su registro grave, cantó con entrega.

Sergio Escobar posee buen material vocal, voz bien timbrada y adecuado caudal. Sin

embargo, no descolló como Baco y Tenor.

Oriana Favaro, Florencia Bugardt, Florencia Machado cantaron en forma armónica, con

tono parejo y equilibrio vocal.

El resto del elenco cumplió su labor con eficacia, destacándose Alejandro Spies como el

Maestro de Música, . mientras Carlos Kaspar fue un mayordomo correcto.

Gûnter Neuhold  al frente de la Orquesta Estable, realizó una lectura rutinaria de la

partitura, sin exhibir toda la riqueza instrumental y colorido que la misma contiene.

Desde el punto de vista visual, idéntico a la producción de 2019, mientras el vestuario de

Luciana Gutman , la escenografía de Diego Siliano y la iluminación de José Luis

Fiorruccio, estuvieron acordes a la puesta que se presentó, la producción escénica de

Marcelo Lombardero transportó la obra a tiempos modernos, con un Prólogo bien logrado,

que se adaptó perfectamente a la obra. En la segunda parte, el acto de Ariadna, introdujo

una serie de bufonadas irreverentes, que desvirtuaron el espíritu de la ópera y causaron

las risas del público y no les permitió disfrutar del verdadero romanticismo contenido en el

dúo y los momentos finales. Una verdadera pena, un concepto equivocado de una obra

sublime.


CALIFICACION: BUENA

 


Momento de "Ariadna en Naxos" con Puesta de Marcelo Lombardero en el Teatro Colón. Créditos: Prensa Teatro Colón, fotografía del Mtro. Arnaldo Colombaroli.


ARIADNA EN NAXOS
Teatro Colon 16/04/2024

Subió a escena en el Teatro Colon la opera de Richard Strauss, Ariadna en Naxos, con la misma
producción presentada en 2019 a cargo de Marcelo Lombardero.
Al igual que en aquella oportunidad, el rol protagónico estuvo a cargo de la soprano Carla
Filipcic-Holm quien volvió a brillar en el rol de Ariadna, tal como lo hiciera hace cinco años.
Sin duda alguna, Filipcic-Holm es una talentosa cantante y su desempeño crece
constantemente. Ariadna es un personaje que le cabe perfectamente a su voz.
En la función del día 16 la mezzo anunciada previamente para representar el papel de
Compositor fue reemplazada por Laura Grecka, quien cumplió con solvencia el rol asignado.
Cómoda en su registro y con buena soltura escénica, realizó una labor destacable.
Correcta, sin mayor lucimiento, la soprano Ekaterina Lekhina encarnó el rol de Zerbinetta, tal
como lo hiciera en la versión de 2019.
El personaje de Baco estuvo a cargo del tenor Sergio Escobar, de considerable material vocal
que sin embargo, solo cumplió con su rol sin mayor trascendencia.
Eficiente en su totalidad el resto del elenco; destacándose entre ellos la participación de
Santiago Martinez, como Brighella quien se lució entre el conjunto de comediantes y de
Alejandro Spies como Maestro de Música.
La dirección orquestal a cargo del Mtro. Günter Neuhold fue bastante deslucida. Pareció
limitarse a concertar orquesta y escenario, más que interpretar y profundizar en la maravillosa
partitura de Strauss.
Los mismos reparos de hace cinco años con la puesta en escena de Marcelo Lombardero.
Argumentalmente puede ser coherente, pero lejos de lo que pretendieron mostrar los autores.
Conclusión: La actuación de Carla Filipcic Holm fue lo más atrayente de la velada.
Roberto Falcone

 


Un momento de la presentación de Hera Hyesang Park en el Teatro Colón el pasado Lunes 15. Créditos: Prensa Teatro Colón, fotografía del Maestro Arnaldo Colombaroli.

HERA HYESANG PARK

Teatro Colon - 15/04/2024

En el marco del 3er concierto extraordinario, se presentó en el Teatro Colon la soprano

coreana Hera Heysang Park, ya conocida en nuestro medio por su intervención el “La flauta

mágica” el año pasado.

Parte de este concierto, fue la presentación de su nuevo trabajo para el sello Deutsche

Gramophon llamado “Breathe”.

Sin duda Hera Heysang Park es una muy buena soprano lírica. Buena técnica, voz no muy

grande pero bella y muy expresiva y concentrada en la interpretación.

El recital tuvo momentos muy interesantes desde la presentación del video donde canta

“While you live”, de Luke Howard, filmado en el Teatro Colon y sus interpretaciones de “L’ora

fatal s’presta” de El Sitio de Corinto, de Rossini y “When I am laid” del Dido y Eneas de Purcel.

Otros números musicales como las “4 canciones Op. 27” de Richard Strauss, “Casta Diva” de

Norma de Bellini y “Canción del sauce y Ave Maria” del Otello de Verdi, fueron bien cantadas

por Park, pero no son obras escritas para su tipo específico de voz. Estas obras requieren un

mayor peso vocal que naturalmente su voz no tiene y que sin duda en una grabación sonaría

más aceptable que en vivo y en una gran sala como la del Colon. De este modo, la musicalidad

y la intención expresiva de la soprano sucumben ante la natural falta de contundencia vocal

necesaria que estas obras requieren para interpretarlas.

Por otro lado, las canciones “Estrellita”, de Ponce y “Te quiero, dijiste” de Maria Grever fueron

llevadas a un tiempo tan lento que resultaron monótonas.

Algo raro, y que la cantante no supo explicar su origen, ya que dijo que fue escrito para su

trabajo “Breathe”, sin dar mayor detalle, fue una composición de Un-Yung-La, con arreglo de

Benhard P. Eder (director musical el disco), llamada “Psalm 23”. Consiste en la música de

“Meditación de Thaïs” de la opera Thaïs de Massenet, con la letra del Ave Maria. Extraño en

verdad, y más teniendo en cuenta al escucharla, que a duras penas la letra encaja con la

música.

Excelente trabajo de Marcelo Ayub al frente de la Asociación de Profesores de la Orquesta

Estable del Teatro Colon. Muy buena su interpretación de “Sospiri, op. 70” de Edward Elgar.

Roberto Falcone

miércoles, 17 de abril de 2024

 


El Maestro Antonio Formaro hoy durante su recital en el Salón Dorado del Teatro Colón. Créditos: Martha Cora Eliseht


Extraordinario recital de piano de Antonio Formaro en el Salón Dorado


MAESTRÍA EN INTERPRETACIÓN EN CLÁSICO Y


ROMÁNTICO


Martha CORA ELISEHT


Antonio Formaro es uno de los mejores pianistas argentinos de la actualidad y lo

demuestra en cada una de sus presentaciones -tanto en conciertos como solista como en

recitales-. Este eximio intérprete tuvo a su cargo la apertura de los recitales de piano en

el Salón Dorado del Teatro Colón el pasado miércoles 17 del corriente, donde ofreció el

siguiente programa:

- Rondo n°2 en La menor, K.511- Wolfgang A. MOZART (1756- 1791)

- Fantasía en Fa sostenido menor, Op.28 (“Sonata Escocesa”) – Félix

MENDELSSOHN BARTHOLDY (1809-1847)

- Estados de ánimo, Suite Op.73- Edvard H. GRIEG 81843-1907)

- Scherzo n°2 en Si bemol menor, Op.31- Frederic CHOPIN (1810-1849)

Con un repertorio comprendido entre la etapa clásica y el romanticismo, Antonio

Formaro inició el recital con el mencionado Rondó K.511 de Mozart, compuesto en

1787 y que consta de un único movimiento (Andante) cuyo tema principal en La menor

consta de 8 notas, mientras que el primer episodio -escrito en Fa mayor- usa

semicorcheas. Cierra con un segundo episodio en la tonalidad inicial de La mayor,

caracterizado por presentar tresillos de semicorcheas. La interpretación fue sumamente

precisa, transparente y cristalina y sonó auténticamente mozartiana. Lo mismo sucedió

con la Fantasía en Fa sostenido menor op.28 “Sonata Escocesa” de Mendelssohn,

compuesta en 1833, logrando un sonido envolvente desde el glissando inicial del 1°

movimiento (Con moto agitato. Andante) y perfecta resolución de los crescendi en el 1°

y 2° movimiento (Allegro con moto). Su prodigiosa digitación fue clave para encarar el

dificilísimo Presto final, que consta en un torbellino de escalas ascendentes y

descendentes en 9/8 y 12/8, logrando una versión excepcional. Formaro es un

especialista en Mendelssohn y lo demostró con creces ante un Salón Dorado

prácticamente colmado de gente.

La suite para piano Estados de ánimo (Sstemninger), Op.73 es, quizás, una de las

obras menos conocidas de Edvard Grieg y fue compuesta entre 1901 y 1905. Consta de

7 números (Resignación/ Scherzo-impromptu/ Cabalgata Nocturna/ Canto folk/ Estudio

(homenaje a Chopin/ Serenata de estudiantes/ Lualåt (Canción montañesa)), donde el

compositor toma melodías y danzas folklóricas noruegas (halling, springar) hilvanadas

en diferentes tonalidades, que representan los estados de ánimo expuestos

anteriormente. El primer número (Resignación) posee un tema oscuro y sombrío,

mientras que el Scherzo- impromptu es un springar de carácter vivaz y luminoso. El

tercero (Cabalgata nocturna) es un aire noruego típico en tempo de halling y el Canto

folk, un bellísimo nocturno en tono menor, que abre con un glissando que descolló por

la sutileza y precisión en su interpretación. Por su parte, el Estudio en homenaje a


Chopin posee numerosas semejanzas y reminiscencias del Estudio Revolucionario del

compositor polaco. En este número, Formaro brindó una versión majestuosa y

arrolladora merced a sus prodigiosas digitación y pulsación. La serenata de estudiantes

sonó fresca y limpia, para culminar con Lualåt (Canto montañés), una melodía en tono

menor que remeda el sonido del langeleik -instrumento musical noruego de sonido

similar a una cítara-. La versión ofrecida fue estupenda y el artista recibió numerosos

aplausos tras su interpretación para, posteriormente, culminar el recital con el

celebérrimo e imponente Scherzo n°2 en Si bemol menor, Op.31 de Chopin, compuesto

entre 1835 y 1837. Una versión de fuste, que sonó sumamente precisa y, a la vez,

arrolladora, lo que le valió numerosos aplausos y vítores al final del concierto.

Naturalmente, no podía faltar un bis y el pianista eligió una obra en la que es

experto: el Preludio y fuga n°1 de Mendelssohn, que sonó magistralmente, motivo por

el cual se retiró sumamente aplaudido. Un inmejorable inicio de un ciclo prometedor

dentro de la amplia gama de propuestas que el Salón Dorado tiene para ofrecer durante

el transcurso del corriente año y una maestría en interpretación de un repertorio que

osciló entre lo clásico y lo romántico.

martes, 16 de abril de 2024

 Sinfónica en triunfales Quintas…


                                                                                 Por Jaime Torres Gómez

La actual coyuntura sanitaria ha permitido volver a los estándares ex

ante pandemiales en la oferta de espectáculos, aunque aún con dificultades en

casos puntuales.

Así, del todo encomiable el anuncio de la Sinfónica Nacional con el retorno de

la histórica venta de abonos de su programación anual, a diferencia de

la incertidumbre en los años críticos de la pandemia, con anuncios

parciales bimensuales, no obstante la continuidad de actividades en casi toda la

emergencia sanitaria.

En el ámbito de su proyección internacional, se celebra en los últimos dos años la

gradual llegada de artistas con reconocida trayectoria, como los directores

Maximiano Valdés, Francisco Rettig, Rodolfo Fischer, Carlos Vieu, Ligia Amadio,

Yeny Delgado, José María Moreno y otros, asimismo los talentosos directores

nacionales residentes como Alejandra Urrutia, Pablo Carrasco y Christian

Lorca. Lo mismo en solistas relevantes como Pacho Flores, Sergio Tiempo,

Armands Abols, Iñaki Alberdi, Arta Arnicane, Freddy Varela, Néstor Garrote y Amid

Peled.

El inicio de la actual temporada de abono ha contemplado un interesante ciclo de

diversas Quintas Sinfonías, dirigidas en su mayoría por el solvente titular

sinfónico, Rodolfo Saglimbeni, destacándose el rescate de algunas “Quintas”

largamente postergadas, como la Quinta Sinfonía de Jean Sibelius o la Sinfonía

N° 5 “La Reforma”, de Felix Mendelssohn. A la vez, conforme las

actuales dificultades económicas…, plausible ha sido la llegada de

excelentes solistas internacionales entre marzo y abril, dando cuenta de un real

esfuerzo por retomar la presencia internacional histórica.

Las tres primeras jornadas, a cargo de Saglimbeni, consultaron

las Quintas de Beethoven, Sibelius y Mendelssohn, las que tuvieron

extraordinarias interpretaciones y en algunos casos con visos de antología,

reflejando el notable trabajo del maestro titular en calidad de sonido y ensamble.

A la vez, estos programas han sido un “barómetro” en las preferencias del público,

reflejado en demandas variables según lo más y menos

conocido, advirtiéndose la directa condicionante de las “finanzas domésticas”

(propias de marzo).

Es el caso de la inteligente estrategia de disponer en el primer (y motivador)

programa un binomio beethoveniano con el Concierto N°

5 “Emperador” para Piano junto a la siempre bienvenida Quinta Sinfonía, con

el plus de haber contado con un solista de clase mundial como Peter Donohoe,

largamente ausente, y a la vez debutante en la Sinfónica. Con una asistencia que


colmó el Teatro de la Universidad de Chile, tal como se esperaba, se trató de una

presentación de altos estándares artísticos, signada de una irrefutable autoridad

de cátedra de Donohoe (exacta digitación, delicado toucher y gran manejo de los

contrastes) más un escrupuloso trabajo global de Saglimbeni con la orquesta. Y a

su vez, gran versión de la Quinta Sinfonía (ya presenciada en varias

oportunidades a Saglimbeni, y siempre con deslumbrantes resultados), como al

inicio una atrapante versión de la Danza Fantástica, del emblemático compositor

nacional Enrique Soro (septuagésimo aniversario de su muerte), con neurálgico

pulso y eufónica sonoridad.  

A la semana siguiente, y lamentablemente con una considerable merma de

público, se ofreció el Concierto N° 5 “El Turco” para Violín de W.A. Mozart junto

a la Sinfonía N° 5 de Jean Sibelius -esta última,

inexplicable e irresponsablemente, ausente desde 1996 por estas latitudes…-,

constituyendo uno de los mayores atractivos del año musical. Si bien era

esperable una buena asistencia ante el equilibrio del programa, amén de la

popularidad de los compositores, quizás obedeció a la variada oferta de conciertos

en Santiago (muchos gratis), ante lo cual ameritaría reformular la estrategia

programática para el mes de marzo.       

Contándose con la joven violinista Elinor D´ Mellon (debutante en Chile), y

poseedora de una alabada técnica (formidable afinación y proyección de sonido),

empero, su abordaje estuvo mayoritariamente fuera de estilo,

con tempi aletargados y en general pesante. Saglimbeni, con cabal psicología,

acompañó sin tropiezos a la solista invitada, a quien sería interesante verla en

repertorio romántico y contemporáneo. Y en la Quinta sibeliana, autorizada y

triunfal versión del titular sinfónico. Con un enfoque de acertada limpidez (libre de

almibaramientos) y celebrada reciedumbre, sus fortalezas se dieron con notables

(y empáticas) adopciones de tempi más un soberbio manejo en tensión-distención-

expansión, de idiomática inmanencia discursiva.

Y la tercera jornada de la serie de las “Quintas”, contempló sólo dos obras de corta

duración (siendo prudente haber dispuesto alguna tercera pieza al inicio,

idealmente nacional) con el largamente ausente Concierto N° 2 para Violín “La

Campanella”, de Nicolo Paganini, más la Sinfonía N° 5 “La Reforma”, de Felix

Mendelssohn. 

Completo acierto la convocatoria del joven y deslumbrante violinista Yury Revich,

en su tercera visita a Chile, y ahora debutando con la Sinfónica Nacional. Notable

cometido en esta pieza de bravura técnica, ostentando virtuosismo y musicalidad a

borbotones. Excelente acompañamiento de Saglimbeni. E inusualmente, en la

primera parte, se ofreció una triunfal Reforma mendelssoniana, al umbral de lo

antológico…

Con escrupuloso análisis, Saglimbeni hilvana una interpretación llena de detalles

inadvertidos a lo largo de los cuatro movimientos, amén de obtener una respuesta

de gran jerarquía de la decana orquestal del país. Con gran profundidad, desde la


inicial exposición del “Amén de Dresde” (utilizado después por Wagner en la ópera

Parsifal) más todos los desarrollos posteriores hasta el final con el arrebatador

coral "Ein feste Burg ist unser Gott de Martín Lutero, este último sin la usual

prosopopeya con la que se le suele abordar, optando por un genuino sentido de

elevación, dieron cuenta de un momento muy especial en lo que corre de la

temporada de la Sinfónica Nacional.

domingo, 14 de abril de 2024

 

BUENA INTERPRETACION EN UN AMBITO PROPICIO

 

Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación, Director: Sebastiano de Filippi. Programa: Franz Joseph Haydn: “Música Incidental para las siete últimas palabras del redentor en la Cruz”  Hob.XX 1ª (versión de cuarteto de cuerdas de 1787, adaptado a orquesta de cuerdas). Segundo concierto del ciclo “Novena Musical 2024 (Distintas notas una sola Nación)”. Iglesia de San Ignacio de Loyola, 14 de Abril de 2024.

 

NUESTRA OPINION: MUY BUENO.

 

  Dentro del interesante ciclo que la Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación desarrolla en templos religiosos, este segundo concierto incluye una obra que luego de su versión original sufrió varias modificaciones hasta llegar a la última (quizás la más conocida), que es en forma de oratorio y que paradójicamente será interpretada esta misma semana por el Coro Polifónico Nacional. Me estoy refiriendo a la música incidental para “Las siete últimas palabras del Redentor en la Cruz”  y que en el catálogo Hoboken lleva el orden XX 1a.

 

  Esta obra es producto de un encargo que el compositor recibiera por parte  de Don José Saenz de Santa María, Canónigo de la Santa Cueva de la Catedral de Cádiz, quien le hizo llegar a Haydn (el compositor más famoso de esa época) la propuesta de este trabajo para acompañar los ejercicios espirituales de cuaresma. El compositor, quien ya se hallaba liberado de sus compromisos con la corte de Esterhazy, aceptó el ofrecimiento, puso manos a la obra y como resultado  emergió una obra dividida en una introducción, siete sonatas que llevan por título algunas frases pronunciadas por Jesús durante su agonía en la cruz y un final inspirado en la pasión, basado en el relato que manifiesta que al instante en que cuando el redentor fallece, la tierra tembló y aparecieron cuerpos alrededor del calvario.  Cada Sonata estaba precedida de la predica del sacerdote, con el tiempo y seguramente para que el trabajo sea ofrecido en sala de conciertos, se apeló a la presencia de un narrador. La versión escuchada en esta oportunidad pareció basarse en la efectuada en Gran Bretaña en el pasado siglo en donde solo se escucharon los dichos de Jesús, los que en esa oportunidad fueron leídos por el recordado tenor Peter Pears. Y en cuanto a la orquestación, sin ninguna duda, la que se escuchó está basada en la segunda versión para cuarteto de cuerdas del año posterior a la composición de la primera, 1787.

 

  La estructura entonces es: Introducción (Maestoso ed Adagio), Siete sonatas que llevan por títulos: “Padre, perdónalos porque no Saben lo que hacen” (largo); “De cierto te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso” (Grave e Cantábile); “¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!, Ahí tienes a tu madre!” (Grave); “¡Dios Mío, Dios Mío!, ¿Por qué me has abandonado?” (Largo), “Tengo Sed” (Adagio); “Todo está terminado” (Largo), “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Largo), para luego culminar en “El Terremoto” (Presto e con tutta la forza).

 

  En todos los casos hay un profuso desarrollo de los temas. Las sonatas tienen su clásica estructura de tema inicial, sección central o segundo  tema y recapitulación del tema del comienzo. Ahí es en donde radica la dificultad interpretativa, sobre todo en esta versión netamente instrumental. Hay que sostener el discurso  atravesando  una delgada línea en la que de un lado hay dinámica, pero que de caer en el otro  con un tempi excesivamente “pesante” puede llegarse a una situación verdaderamente insostenible e indigerible para el público. Aquí es en donde radicaron los méritos del Maestro De Filippi y de los músicos que integran el conjunto. Manteniendo la tensión en cada página se sostuvo el discurso y se logró cautivar al público.

 

  Este ciclo le permite al conjunto abordar temáticas diferentes a las que se ofrecen en los conciertos del salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo. Vale la pena prestar atención a los avisos de estas presentaciones, pueden encontrarse obras que rara vez se frecuentan.  

 

Donato Decina

 


Los protagonistas de la velada inaugural del ciclo de abono de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires: La Directora de Orquesta griega Zoe Zeniodi y el pianista uruguayo Homero Francesch. Cred.: Servicio de Prensa del Teatro Colón, fotografía del Maestro Arnaldo Colombaroli.


Muy buen inicio de ciclo de la Filarmónica en el Colón de la mano de Zoe Zeniodi


ENTRE EL ROMANTICISMO Y EL DODECAFONISMO

Martha CORA ELISEHT


El 2024 es un año donde se cumplen numerosos homenajes a varios

compositores con motivo de cumplirse el sesquicentenario o bicentenario de su

nacimiento (Arnold Schönberg y Anton Bruckner, respectivamente) o el centenario de

su fallecimiento (Giacomo Puccini). Por ende, es un año prolífico en materia de

conciertos sinfónicos. Por dicho motivo, la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires

(OFBA) decidió homenajear a Arnold Schönberg en el concierto inicial de su Ciclo de

Abono con motivo del 150° aniversario de su nacimiento, hecho que ocurrió el pasado

sábado 13 del corriente bajo la dirección de Zoe Zeniodi con la participación del

pianista uruguayo Homero Francesch como solista para brindar el siguiente repertorio:

- Pelleas und Melisande, Op.5- Arnold SCHÖNBERG (1874-1951)

- Concierto n°5 en Mi bemol mayor para piano y orquesta, Op.73 (“El

Emperador”)- Ludwig van BEETHOVEN (1770-1827)

Tras tomar ubicación sobre el escenario del Colón con un orgánico prácticamente

completo y la tradicional afinación de instrumentos por parte del concertino Xavier

Inchausti, Zoe Zeniodi hizo su aparición sobre el escenario del Colón provista de un

micrófono no sólo para agradecer el haber sido invitada para la inauguración del

presente Ciclo de la orquesta, sino también para referirse a la obra de Schönberg.

Basada sobre la tragedia homónima de Maurice Mæterlink, data de 1905 y se trata de un

extenso poema sinfónico para gran orquesta escrito en forma de sonata en un único

movimiento de aproximadamente 40 minutos de duración, que posee numerosas

secciones relacionadas entre sí, a modo de los 4 movimientos clásicos de una sinfonía.

Salvo que en vez de emplear leitmotives (asociados a personas o escenas individuales),

Schönberg utiliza grupos temáticos que conforman la construcción de un gigantesco

desarrollo sinfónico, que se inicia en el bosque -donde Goulaud encuentra a Mélisande

y, posteriormente, se casan-, continúa a través de los segmentos internos del Scherzo -

que retrata la fuente donde Mélisande pierde su anillo de bodas y se encuentra con

Pélleas (hermanastro de Goulaud), del cual, se enamora perdidamente-. El Adagio

retrata la escena de amor entre Pélleas y Mélisande, la despedida de los amantes y la

muerte de Pélleas de la mano de su hermanastro, mientras que el Finale anuncia la

recapitulación de la obra, que retrata la muerte de Mélisande. Los segmentos que lo

componen son los siguientes: Die Achtel ein wenig bewegt – zögernd (La octava se

movió un poco- vacilantemente) / Heftig (Violento) /Lebhalft (dinámico)/ Sehr rasch

(muy rápido) /Ein wenig bewegt (Un poco conmovido) / Langsam (Lento)/ Ein wenig

bewegter (Un poco más movido) / Sehr langsam (Muy lento) / Etwas bewegt (algo

movido) / In gehender Bewegung (En movimiento caminante) y Breit (Amplio). Es una

de las pocas obras tonales de Schönberg -escrita en Re mayor-, que permite que todos y

cada uno de los integrantes de la orquesta se luzcan. Precisamente, eso fue lo que

sucedió en la presente versión, donde hubo un notorio trabajo de afinación, ensayo y


ajustes en los diferentes grupos de instrumentos que integran la orquesta, que sonaron

de manera compacta y uniforme, con bellísimos matices y vuelo, así como en el

ensamblaje de sonido. Una muy buena interpretación de la orquesta, donde la labor de la

directora y los músicos se vio coronada por numerosos vítores y aplausos por parte del

público que se dio cita esa noche.

La obra elegida para la segunda parte del concierto fue el célebre Concierto n°5

para piano y orquesta en Mi bemol mayor “El Emperador”, Op.73 de Beethoven,

compuesto en 1811 y dedicado al archiduque Rodolfo de Austria. En aquel entonces y,

pese a su sordera, Beethoven había estrenado la totalidad de sus conciertos para piano

como virtuoso del instrumento. Sin embargo, no pudo hacerlo con este último, de modo

que la responsabilidad cayó sobre Friedrich Schneider el día de su estreno en la

Gewandhaus de Leipzig. No se sabe con certeza quién le puso el mote de

“Emperador”, ya que Beethoven no lo había consignado en la partitura. Algunos

atribuyen la frase “¡C’est l’ Émpereur!” (Es el Emperador) a un oficial francés que

asistió a su estreno en Viena (1812), mientras que otros, a Johann Baptist Cramer -editor

inglés del concierto-. Posee tres movimientos (Allegro (en Mi bemol mayor, 4/4) /

Adagio un poco mosso (en Si mayor, 4/4) / Rondó: Allegro m non troppo, (en Mi bemol

mayor, 6/8), escritos en forma sonata y de los cuales, el 2° y el 3° se ejecutan sin

interrupción. El tono mayor representa el carácter heroico y épico de la obra,

caracterizada al inicio por la larga introducción del piano y la cadencia característica del

genio de Bonn. Permite el total lucimiento del solista y, en este caso, Homero Francesch

desempeñó una muy buena labor junto a la Filarmónica durante los dos primeros

movimientos. Lamentablemente, hubo numerosas imperfecciones en el Rondó final,

pese a que la amalgama sonora entre orquesta y solista resultó perfecta. Zeniodi le

imprimió una marcación precisa y la Filarmónica respondió de la misma forma. No

obstante, el público respondió con un aplauso sostenido y Francesch culminó su

presentación con un bis: Escenas Infantiles de Schumann, donde tuvo un mejor

desempeño.

Debe ser una de las pocas veces donde ha dirigido una mujer en la apertura del Ciclo

de conciertos de la Filarmónica y no sólo Zoe Zeniodi se ganó el afecto del público

argentino, sino que se rindió un justo homenaje al padre de la atonalidad a 150 años de

su nacimiento en un concierto cuyo repertorio osciló entre el romanticismo y el

dodecafonismo.



sábado, 13 de abril de 2024

 Excelente recital de la pianista Lidia Ksiąźkiewicz en la Biblioteca Nacional


DIGNA REPRESENTANTE DE LA ARISTOCRACIA PIANÍSTICA

Martha CORA ELISEHT


La tierra polaca ha sido y sigue siendo pródiga en materia de artistas en todas sus

ramas y disciplinas. Pese a que su territorio ha sido invadido por numerosas potencias

extranjeras, su cultura y sus tradiciones han permanecido inalterables con el correr del

tiempo y ayudaron a mantener su identidad como nación. Precisamente, la promoción

de esta identidad es uno de los principales objetivos de la Asociación Cultural

Argentino- Polaca -entidad sin fines de lucro con más de 20 años de existencia-

mediante la creación de eventos y proyectos culturales entre los dos países. El pasado

jueves 11 del corriente se llevó a cabo el concierto inaugural de la Temporada 2024 en

el auditorio Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno con un recital

de la pianista Lidia Ksiąźkiewicz, donde se ejecutaron las siguientes obras:

- Polonesa en La mayor, Op.40, n°1 (“Militar”)- Frederic CHOPIN (1810-1849)

- “El Clave bien Temperado”. Libro 1. Preludio y Fuga n°1 en Do mayor, BWV

846- Johann S. BACH (1685-1750)

- Sonata n°14 en Do sostenido menor, Op.27 n°2 (“Claro de Luna”)- Ludwig van

BEETHOVEN (1770-1827)

- Estudio n°1, Op.2 en Do sostenido menor- Alexander SCRIABIN (1872-1915)

- “Sunny´s Game”- Astor PIAZZOLLA (1921-1992)

- Nocturno en Do sostenido menor, Op. póstumo

- Estudio Op.25 n°9 en Sol bemol mayor (“La Mariposa”)

- Balada Op.23 n°1 en Sol menor- Frederic CHOPIN (1810-1849)


Ante un auditorio prácticamente colmado de gente, el vocero de la institución –

Sebastián Zoltowski- dio inicio a la función y aprovechó la oportunidad no sólo para

agradecer al presidente de la institución -Juan José Okecki-, sino también, a las

autoridades de la Biblioteca Nacional, Sra. Susana Soto -presidente- y Guillermo David

-encargado de Asuntos Culturales- antes de mencionar algunas palabras sobre el extenso

curriculum de la intérprete. No es la primera vez que esta prestigiosa pianista polaca

visita la Argentina -lo hizo en 2022 para brindar un concierto en la Legislatura Porteña,

junto al Coro de la Ciudad de Buenos Aires-, pero sí en un recital. Nacida en Poznan,

comenzó a estudiar piano a los 5 años y órgano a los 20. Luego de graduarse en las

Academias Nacionales de Música en Poznan y Bydgoscz con las más altas

calificaciones, ganó numerosos concursos internacionales y se encuentra actualmente

radicada en Francia, donde se desempeña como organista en la Catedral de Laon. Fue

finalista del Concurso Internacional de Órgano de Chartres en 2004 y desarrolla una

importante actividad como concertista a nivel internacional. No sólo posee una memoria

prodigiosa -ejecutó todas las obras comprendidas en el programa sin partitura-, sino

también un perfecto dominio del pedal, la pulsación y la digitación. Y pese a que hubo


programas de mano, comentó las obras dirigiéndose al público en un perfecto

castellano. Como si esto fuera poco, es profesora de tango y se encuentra

perfeccionándose en ritmos folklóricos argentinos como zamba y chacarera.

El recital comenzó con la célebre Polonesa en La mayor “Militar” de Chopin, que

sonó muy solemne, pero un tanto excedida en volumen para gusto personal de quien

escribe. Lamentablemente, hubo algunas desprolijidades que se repitieron

sistemáticamente en algunos acordes; por lo tanto, una supone que se debió a algún

problema en la cuerda o en el martillo del piano, lo que hizo que la concertista tuviera

que usar el pedal más que lo habitual para subsanar dicho inconveniente. Sin embargo,

tuvo su revancha con el Preludio y fuga n°1 en Do mayor del Libro 1 de El clave bien

temperado de Bach, que sonó cristalino, sutil, fino y delicado. Lo mismo sucedió con la

celebérrima Sonata para piano n°14 (“Claro de Luna”) de Beethoven, logrando una

excelente versión desde el principio hasta el final en los tres movimientos que la

integran (Adagio sostenuto en Do sostenido menor, 2/2 /Allegretto en Re bemol mayor,

en ¾ y Presto agitato en Do sostenido menor, 4/4). El público la ovacionó, pero para

esta cronista, el punto de inflexión lo marcó el Estudio Op.2 n°1 en Do sostenido menor

de Scriabin, que fue lo mejor de la noche. Escrito en ¾, forma parte de las Trois

morceaux para piano compuestas en 1877 y consta de acordes repetidos en ambas

manos, que le confieren riqueza en la armonía y voz interna, con reminiscencias de la

música gitana rusa. Lo mismo sucedió con Sunny´s Game, compuesta por Piazzolla en

su juventud mientras estudiaba con Nadia Boulanger en París para posteriormente,

cerrar el recital con tres obras de Chopin. La primera, el célebre Nocturno en Do

sostenido menor, Op. Póstumo, compuesto en 1830 y cuyo tema se repite en el

movimiento central del Concierto n°2 para piano y orquesta, aludiendo a la nostalgia de

su tierra natal. Seguidamente, Ksiąźkiewicz brindó una exquisita versión del Estudio

Op.25 n°9 en Sol bemol mayor (“La mariposa”), compuesto entre 1832 y 1834. De la

misma época data una de las obras más famosas del poeta del piano: la Balada Op.23

n°1 en Sol menor, compuesta en 1831 y revisada posteriormente entre 1834 y 1835. Fue

de menor a mayor a medida que iba transcurriendo el recital y brindó una excelente

versión desde todo punto de vista. No sólo se retiró sumamente aplaudida, sino que

aprovechó la oportunidad de ofrecer un bis: la Polonesa n°2 en Sol sostenido menor,

Op. Póstumo de Chopin. Compuesta en 1822, fue dedicada a Madame Du Pont y se

trata de una obra prácticamente desconocida en Argentina, ya que no forma parte del

repertorio de los tradicionales recitales de piano. La versión de Ksiąźkiewicz descolló

por su bellísima interpretación, llena de sutilezas y matices que sonaron sumamente

precisos. Era la primera vez que una pudo apreciar esta inédita y hermosa obra -al igual

que la mayoría de los asistentes- y la pianista recibió otra ovación de aplausos y vítores.

En resumen: un recital de alta calidad y jerarquía artística, de la mano de una digna

representante de la aristocracia pianística polaca.

 Muy buen concierto de Gustavo Fontana al frente de la Sinfónica Nacional en el CCK


CON LA ANUENCIA Y APROBACIÓN DEL GENIO DE BONN

Martha CORA ELISEHT


Una de las principales características dentro del ciclo de la Orquesta Sinfónica

Nacional es la presencia de numerosos directores invitados, ya que -lamentablemente y,

al igual que otros organismos sinfónicos- no cuenta con un director estable. Esta vez, le

tocó el turno a Gustavo Fontana, quien se puso al frente de la orquesta el pasado

miércoles 10 del corriente en el Auditorio Nacional del Centro Cultural Kirchner (CCK)

para dirigir un programa integrado principalmente por obras de Ludwig van Beethoven

(1770-1827) junto a la pianista polaca Anna Miernik en calidad de solista.

El repertorio elegido fue el siguiente:

- “ELÁN”- Alejandro JUÁREZ

- Concierto n°3 para piano y orquesta en Do menor, Op.37- BEETHOVEN

- Sinfonía n°7 en La mayor, Op.92- BEETHOVEN


A partir de este año, y ante la ausencia de programas de mano, las obras

comprendidas en los conciertos -al igual que los intérpretes- se anuncian por

altoparlante. Tras los anuncios y, ante un orgánico prácticamente completo, Gustavo

Fontana hizo su presentación sobre el escenario para iniciar el concierto con la

mencionada obra del compositor argentino Alejandro Juárez. Ganadora del Premio

SADAIC, ELÁN es una obra contemporánea de aproximadamente 12 minutos de

duración. Se inicia con un ostinato en percusión, arpa y celesta y posee armonías y

contrapuntos muy interesantes entre las diferentes secciones de instrumentos, que

ofrecen un clima de suspenso -con atisbos de atonalidad- y alternan con otro tema más

tonal, con ribetes de jazz y síncopa en los tutti orquestales. Las diferentes melodías se

van armando como si fuera un rompecabezas para confluir en un tema con

reminiscencias folklóricas -a modo de malambo-, que desemboca en un poderoso tutti

en fff para luego, esfumarse al final de la obra. Tuvo una muy buena recepción por parte

del público y Fontana invitó al compositor -quien se encontraba presente en la platea- a

subir al escenario, pero éste prefirió recibir los aplausos desde su butaca.

Tras retirar buena parte de los instrumentos de percusión y del grupo de los metales,

Anna Miernik hizo su presentación sobre el escenario junto a Fontana para ejecutar el

célebre Concierto n°3 en Do menor, Op.37 de Beethoven, compuesto en 1800 y

estrenado en 1803 en el Theater An der Wien con la presencia del compositor al teclado.

Beethoven ya estaba sordo al momento de su estreno, pero no le impidió demostrar que

era un pianista virtuoso. Por lo tanto, es una obra que marca un punto de inflexión

respecto del rol del intérprete. Escrito en forma de sonata con doble exposición -

introducción a cargo de la orquesta y luego, intervención del solista-, posee 3

movimientos: Allegro con brío (en Do menor, 2/2) / Largo (en Mi mayor, 3/8) y Rondó-


Allegro (en Do mayor, 2/4) y su autor se inspiró en el concierto homónimo de Mozart,

pero con una diferencia: Beethoven introduce una nueva melodía en la cadencia del 1°

movimiento -mitad recitativo, mitad aria- que se desarrolla durante toda la exposición.

En la presente versión, hubo una muy buena amalgama sonora entre solista y orquesta,

con una perfecta marcación a cargo del director. Anna Miernik demostró un profundo

conocimiento y compenetración con la obra -de hecho, la ejecutó de memoria- y brindó

una interpretación excelsa merced a su muy buena pulsación y digitación. Los crescendi

sonaron auténticamente beethovenianos y sus arabescos, trinos y arpegios, sumamente

precisos. El público aplaudió calurosa y extensivamente al final, lo que motivó a la

pianista a ofrecer un bis: una exquisita versión del Nocturno en Do sostenido menor,

Op. Póstumo de Chopin, que le valió otra ovación.

Antes de comenzar la segunda parte del concierto, Gustavo Fontana se dirigió al

público provisto de un micrófono para dedicar la Sinfonía n°7 en La mayor, Op.92 de

Beethoven a la memoria Carlos Céspedes -clarinete solista de la Orquesta Estable del

Teatro Colón, fallecido la semana pasada- a modo de homenaje. Esta celebérrima obra

data de 1812 y consta de 4 movimientos: Poco sostenuto- Vivace (en La mayor, 4/4 y

6/8) / Allegretto (en La menor, 2/4)/ Presto (en Fa mayor, ¾) y Allegro con brío (La

mayor, 2/4), que deben ser ejecutados con una precisión milimétrica (especialmente, los

dos últimos, donde es fácil caer en exceso cuando se utiliza un tempo más rápido que lo

habitual). Precisamente, el último movimiento es una variante en compás dúplice del

ritornello instrumental compuesto por el mismo Beethoven como arreglo de la canción

irlandesa “Save me from the grave and wise” (Sálvame de la tumba y del sabio), que

lleva el Op.8 de sus Doce canciones populares irlandesas, Wo.O 154. Esta monumental

obra recibió el mote de “Apoteosis de la Danza” en 1849 por Richard Wagner, quien la

definió de la siguiente manera, según sus propias palabras:

“Esta sinfonía es la apoteosis de la danza en su esencia suprema, la realización más

lograda del movimiento del cuerpo humano casi idealmente en el sonido”. Prueba de

ello han sido las fantásticas versiones coreográficas de Margarita Wallmann en el film

argentino “DONDE MUEREN LAS PALABRAS” (1946), con participación de María

Ruanova y Jorge Alario y la de Maurice Béjart en “LOS UNOS Y LOS OTROS”, de

Claude Lelouch (1981), que catapultó al argentino Jorge Donn a la fama internacional.

La orquestación, marcación y dominio de tempi por parte de Fontana fueron magníficas.

Si bien los dos últimos movimientos se ejecutaron en un tempo más rápido respecto de

las versiones discográficas que una está habituada a escuchar, la precisión milimétrica

anteriormente descripta se cumplió a rajatabla, logrando una versión de fuste y enjundia.

El Auditorio Nacional estalló en aplausos y vítores tras la ejecución de esta celebérrima

sinfonía.

Ha sido una noche auténticamente beethoveniana y una maestría en interpretación.

Y una está prácticamente segura que en caso de haberlos podido escuchar, el genio de

Bonn los hubiera aprobado.