jueves, 27 de mayo de 2021

 

El espíritu de Verdi se hizo presente en la película “Rigoletto”

 

Muy buenas actuaciones

Desde el martes 25 de mayo de 2021
Escribe: Graciela Morgenstern                                                                     
https://www.boleteria.com.ar/.../rigoletto-online-e402

 

 

Rigoletto, de Giuseppe Verdi

Libreto: Francesco Maria Piave                                                                                                                                       Elenco:  Omar Carrión,  Laura Rizzo, Nicolás Sánchez, Lucas Miño, Celeste Cerine, Christian Peregrino, Miguel Gualano, Laura Aranda, Fabián Frías, Mateo Rodríguez, Facundo Marzano                                              Dirección Musical y Piano: César Tello                                                                                                      Presentaciones: Boris                                             

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Rigoletto cree que es el destino bajo la forma de la maldición de Monterone, lo que causa su destrucción. Pero en realidad no es así. Es el medio en el que él se mueve, plagado de gente cruel y caprichosa, entre los que él mismo está incluído. La corrupción, la discriminación por diferencias físicas, el crimen aplicado sobre los más desposeídos y la impunidad de los poderosos son moneda corriente. Esta historia no podría tener más vigencia.

Esta versión fílmica realizada durante la pandemia y el encierro de la cuarentena, fue llevada a cabo y financiada exclusivamente por los artistas, sin colaboración ni elementos profesionales. Ellos mismos se ocuparon  del audio, el vídeo y la utilería, reconstruyendo locaciones y escenografía

En cuanto al elenco de cantantes, una vez más, Omar Carrión, en el papel protagónico,  demostró sus cualidades canoras y actorales, dándole hondura expresiva a todos los estadíos que Rigoletto atraviesa. En todo momento, se mostró consubstanciado, realizando una interpretación sin quiebras. Tanto "Pari siamo"  como "Cortiggiani, vil razza"  fueron vertidos con vehemencia e intensidad dramática. Hizo creíble al bufón, tanto por su intensa actuación como por su pulido vocalismo.

Nicolás Sánchez como el Duque de Mantua, cantó con seguridad y actuó de manera convincente. Exhibió material vocal importante con bello timbre y compromiso con el personaje. Se  lució en las arias "Parmi veder …"  y "La donna e mobile, así como también en los dúos con Gilda. Es un tenor joven con muy buen potencial.

Gilda fue interpretada por Laura Rizzo, soprano de gran delicadeza, con una musicalidad sin fallas y técnica depurada. Su legato, coloratura, timbre atrayente y armónicos la hicieron de su "Caro nome" una caricia al oído y al corazón. Mostró extraordinaria sensibilidad y realizó una actuación sumamente emotiva. Fue desde todo punto de vista, impecable.

Celeste Cerine fue una Maddalena atractiva tanto física como vocalmente, mientras que  la voz de Lucas Miño  como Sparafucile, tuvo la profundidad en las notas graves que la partitura requiere. En tanto, el Monterone de Christian Peregrino fue cantado con pulcritud técnica y pasión.

 

Laura Aranda fue una Giovanna correcta y Miguel Gualano realizó una buena labor como Marullo.

 Así como también Fabián Frías, Mateo Rodríguez y Facundo Marzano en los roles de flanco.

 

Las escenas corales debieron ser acotadas por razones obvias.

Los movimientos escénicos, vestuario y efectos lumínicos, resultaron atinados, teniendo en cuenta las limitaciones que presenta la actual situación.  

Optima la dirección musical y acompañamiento al piano, a distancia, del Maestro César Tello.

Y muy adecuada y simpática la presentación de Boris.

El efecto general fue el de un muy buen trabajo en equipo y un gran esfuerzo. Si se pudiera ofrecer este espectáculo en un teatro, seguramente merecería fuertes aplausos. Pero ante la imposibilidad, felicitación y apoyo a nuestros artistas!

Se puede disfrutar de esta versión a través de https://www.boleteria.com.ar/.../rigoletto-online-e402

 

 

 

martes, 25 de mayo de 2021

 

LA HISTORIA OCULTA DEL HIMNO NACIONAL ARGENTINO

Martha CORA ELISEHT

 

            Detrás de todas las canciones patrióticas existe una historia oculta y en muchos casos, completamente desconocida por la mayoría de los habitantes del país. En el caso del Himno Nacional Argentino, la historia es bastante más compleja que aquella que se enseñaba en la escuela primaria. Todos recuerdan aquel cuadro donde se cantó por primera vez el Himno el 11 de Mayo de 1813 en casa de Doña Mariquita Sánchez de Thompson y que la canción patria que fuera aprobada por la Asamblea de 1813 constaba de 9 estrofas y un Coro. Posteriormente, fueron acotadas durante la primera presidencia de Julio Argentino Roca por un decreto fechado el 30 de Marzo de 1900, aduciendo que “El himno nacional contiene frases que fueron escritas con propósitos transitorios, las que hace tiempo han perdido su carácter de actualidad; tales frases mortifican el patriotismo del pueblo español y no son compatibles con las relaciones internacionales de amistad, unión y concordia”. Esta versión es la que todos conocen y la que se canta en la actualidad.

            Sin  embargo, hubo canciones patrióticas que reflejaron el sentimiento de los pensadores y poetas criollos anteriores a 1813. Para ser más precisos, todo comienza en 1807, luego del triunfo de los patriotas en las invasiones inglesas. Los criollos estaban imbuidos de los ideales de la Revolución Francesa e interpretaron este triunfo como un prolegómeno de la Guerra de la Independencia, cuyo objetivo era desmembrar a España para brindar a Napoleón Bonaparte la supremacía mundial. Por lo tanto, no es raro que la poesía se imbrique con los fenómenos políticos del país.  Los mejores representantes de ese período fueron Juan Cruz Varela (1794-1839), Fray Cayetano Rodríguez (1761-1823) y Esteban de Luca (1786-1824). A este último se le atribuyen las estrofas de la primera marcha patriótica, que fueron publicadas en La Gazeta de Buenos Ayres el 15 de Noviembre de 1810:

La América toda
Se conmueve al fin,
Y a sus caros hijos
Convoca a la lid;

A la lid tremenda
Que va a destruir
A cuantos tiranos
La osan oprimir.

         Sin bien los versos publicados en La Gazeta son anónimos, los historiadores José Antonio Pillado y Vicente Gesualdo le atribuyeron la autoría del texto y la música a Esteban de Luca y Blas Parera, respectivamente, ya que el músico español era muy amigo de la familia de Luca. La obra tuvo su debut el 24 de Noviembre de ese mismo año en el marco de los festejos por el triunfo de las armas patriotas en la batalla de Suipacha. Se escuchó en numerosas ocasiones en las reuniones de la Sociedad Patriótica y alcanzó un cierto grado de popularidad. Lamentablemente, la partitura original se extravió y sobrevive en un arreglo del compositor Josué T. Wilkes, que data de 1909.

            Hubo una segunda canción patriótica con texto de Saturnino de la Rosa y música de Blas Parera, que se interpretó por única vez  el 26 de Mayo de 1812 en el Cabildo de Buenos Aires, en presencia de autoridades nacionales y municipales. Sin embargo, simultáneamente se estaba gestando una nueva canción patria con motivo de la representación de la obra teatral El 25 de Mayo de Luis Ambrosio Morante en la Casa de la Comedia, el 24 de Mayo de 1812. Al final de la misma, los actores cantaron un encendido himno con letra del mismo Morante y música de Blas Parera. Se dice que entre los espectadores estaba Vicente López y Planes (1785-1856),  quien imbuido de un alto sentimiento revolucionario compuso esa misma noche las estrofas de una “Marcha Patriótica” que desplazaría a la de Morante.  No obstante, la documentación histórica narra algo muy diferente.

            Según documentos de la época, el 22 de Julio de 1812 el Triunvirato envía al Cabildo un oficio en el “se recomienda muy eficazmente al patriótico celo de V.E. el que se encargue de mandar hacer una composición sencilla, pero majestuosa e imponente (...) que en todos los espectáculos públicos se entone al principio de ellos, con la dignidad que corresponde a la marcha de la patria, debiendo en el entretanto permanecer los concurrentes en pie y destocados.” También debía cantarse a diario en las escuelas y además, en un día señalado de cada semana, los estudiantes de primeras letras debían concurrir a la Plaza de la Victoria acompañados por sus maestros y repetir la canción patriótica alrededor de la pirámide del 25 de Mayo “con todo el decoro y acatamiento que exige esta augusta deidad de los hombres libres”.  El Regidor Manuel José García encomienda la tarea de componer el texto a Fray Cayetano Rodríguez, quien la cumple en la última semana de Julio de ese mismo año. El Cabildo aprueba la letra el 4 de Agosto y le encarga la música a Blas Parera. Tras la aprobación de la partitura para orquesta, el denominado Himno Patriótico se estrena el 1° de Noviembre de 1812 y comienza a cantarse según las indicaciones del decreto inicial. Posteriormente, se recomienda que los niños lo canten solamente en días festivos.

            Al no obtener la repercusión esperada, la Asamblea General constituyente convoca nuevamente el 6 de Marzo de 1813 a la creación de un himno que resuma de manera heroica los ideales de la Revolución de Mayo y simbolice el sentimiento patriótico del pueblo. En esta ocasión, tanto Fray Cayetano Rodríguez como Vicente López y Planes preparan –cada uno por su lado- un nuevo texto. Durante la sesión del 11 de Mayo de 1813, López y Planes presenta su obra, que es aprobada en forma unánime por la Asamblea –inclusive a Rodríguez, quien retira su propia letra-. El original aprobado por la Asamblea es el siguiente:

"Marcha patriótica" (Himno Nacional Argentino)

Oíd, mortales, el grito sagrado:
¡Libertad, Libertad, Libertad!,
oíd el ruido de rotas cadenas,
ved en trono a la noble igualdad.
Se levanta a la faz de la tierra
una nueva y gloriosa Nación,
coronada su sien de laureles
y a sus plantas rendido un León.

De los nuevos campeones los rostros
Marte mismo parece animar:
la grandeza se anida en sus pechos,
a su marcha todo hacen temblar.
Se conmueven del Inca las tumbas
y en sus huesos revive el ardor
lo que ve renovando a sus hijos
de la Patria el antiguo esplendor.

Pero sierras y muros se sienten
retumbar con horrible fragor,
todo el país se conturba por gritos
de venganza, de guerra y furor.
En los fieros tiranos la envidia
escupió su pestífera hiel,
su estandarte sangriento levantan
provocando a la lid más crüel.

¿No los veis sobre México y Quito
arrojarse con saña tenaz?
¿Y cuál lloran bañados en sangre
Potosí, Cochabamba y La Paz?
¿No los veis sobre el triste Caracas
luto y llantos y muerte esparcir?
¿No los veis devorando cual fieras
todo pueblo que logran rendir?

A vosotros se atreve, argentinos,
el orgullo del vil invasor.
Vuestros campos ya pisa, contando
tantas glorias hollar vencedor.
Mas los bravos que unidos juraron
su feliz libertad sostener,
a esos tigres sedientos de sangre
fuertes pechos sabrán oponer.

El valiente argentino a las armas
corre ardiendo con brío y valor,
el clarín de la guerra, cual trueno,
en los campos del Sud resonó.
Buenos Aires se pone a la frente
de los pueblos de la ínclita unión,
y con brazos robustos desgarran
al ibérico altivo león.

San José, San Lorenzo, Suipacha,
ambas Piedras, Salta y Tucumán,
la Colonia y las mismas murallas
del tirano en la Banda Oriental,
son letreros eternos que dicen:
aquí el brazo argentino triunfó,
aquí el fiero opresor de la Patria
su cerviz orgullosa dobló.

La victoria al guerrero argentino
con sus alas brillantes cubrió,
y azorado a su vista el tirano
con infamia a la fuga se dio.
Sus banderas, sus armas se rinden
por trofeos a la libertad,
y sobre alas de gloria alza el pueblo
trono digno a su gran majestad.

Desde un polo hasta el otro resuena
de la fama el sonoro clarín,
y de América el nombre enseñando
les repite: Mortales, oíd:
Ya su trono dignísimo abrieron
las Provincias Unidas del Sud
y los libres del mundo responden
al gran pueblo argentino, salud.

CORO
Sean eternos los laureles
que supimos conseguir,
coronados de gloria vivamos
o juremos con gloria morir.


            Al analizar la letra, la Marcha Patriótica está cargada de sangre, pasión y beligerancia. En efecto, por tratarse de una canción guerrera, comienza describiendo el sonido de las cadenas rotas que sujetaban a España, y continúa con la imagen del león ibérico muerto a manos de las armas patriotas. Se observa una visión pronapoleónica en la alusión al Inca, diciendo implícitamente en la segunda estrofa que los argentinos son “sus hijos”. No hay que olvidarse que el Imperio Incaico era símbolo del ideal americanista para los revolucionarios y la tradición de los pueblos originarios frente al europeísmo de los conquistadores hispanos.

            Asimismo, se refiere a los invasores como “viles”.Un insulto mayúsculo en aquella época, pero con una explicación lógica. Luego de la derrota argentina en Huaqui, los generales realistas Pío Tristán y José Manuel Goyeneche penetran comandando sus ejércitos en territorio nacional. Para López y Planes, la vileza consiste en que ambos generales no eran españoles, sino criollos, y porque además, Goyeneche había violado un armisticio en Huaqui. También es duro y agresivo en su lenguaje: “fieros tiranos”, “fieras devoradoras de pueblos”, “fiero opresor”, “infame tirano” y “tigres sedientos de sangre”. Lo mismo ocurre cuando se relata en la cuarta estrofa la feroz represión que los españoles desataron contra los movimientos emancipadores en Ecuador, México y Bolivia; sobre todo, en un fino juego de palabras donde “La Paz llora bañada en sangre”. No sólo se refiere a la capital boliviana, sino también al concepto de paz moral y pública.

            Durante mucho tiempo, se consideró que López había compuesto cada una de las estrofas del Himno bajo la advocación de una de las Musas. Mientras que la primera corresponde a Clío –Musa de la Historia-, la segunda pertenece a Euterpe –Musa de la Música-, ya que vibra bajo el sonido de las marchas militares. En la tercera se puede apreciar  a Calíope –Musa de la Épica-, ya que se refiere a la guerra y las batallas. La cuarta estrofa se refiere a Melpómene –Musa de la Tragedia-, donde llora la sangrienta reacción contrarrevolucionaria, mientras que la quinta se pone bajo la advocación de Talía -Musa de la Comedia-, porque hace referencia a la alegría y el optimismo de cara al futuro. La sexta estrofa evoca a Terpsícore –Musa de la Danza-, donde los acontecimientos históricos fluyen como un ballet de libertad y gloria, mientras que la enumeración de las batallas de la Independencia en la séptima estrofa recuerda a Erato-Musa de la Inspiración-, que levanta orgullosa el canto de victoria. La octava pertenece a Polimnia -Musa de la Oratoria- y finalmente, la novena y última, a Urania -Musa de la Astronomía-, donde el mundo celebra el movimiento libertador  y un nuevo sol de justicia se levanta sobre la faz de la Tierra. Esta segunda lectura puede sonar más poética desde lo estrictamente literario, pero no por ello menos atrayente.  

            En cuanto a la música, Blas Parera se inspiró no sólo en Mozart para la composición del Coro, sino también en la ópera “Antonio y Cleopatra” de Jean Baptiste Lully. Sin embargo, la mayoría de los historiadores no se han puesto de acuerdo respecto de la auténtica talla musical del compositor. Mientras que algunos afirman que era el director de orquesta más importante y la máxima figura musical de aquella época, otros aseveran que sólo era un modesto profesor de música que componía por encargo. Según Alberto Williams, “no era un compositor avezado en los secretos técnicos del arte, sino más bien un autor ocasional, que se sobrepasó a sí mismo a impulsos de la inspiración patriótica y de la sublimidad del momento”. Sin  embargo, su inspiración patriótica ha sido puesta en tela de juicio. Tras la aprobación de la letra por la Asamblea General Constituyente, el 12 de Mayo de 1813 la institución le encargó a Parera componer con urgencia una nueva música. Éste accedió, pero pasaron los días y no presentaba ningún resultado. Finalmente se negó, ya que la letra era ofensiva contra España y temía represalias por parte del rey. Fue encarcelado por el gobierno y obligado a componer bajo pena de fusilamiento. Terminó la partitura en una noche –la misma que utilizó para el texto de Morante- , fue liberado y partió en el primer barco hacia Río de Janeiro, donde vivió algunos años y finalmente, en su tierra natal, donde falleció en 1840.

            El musicólogo Carlos Vega explica de esta manera la partida repentina de Blas Parera: “Meses antes de su partida, el gobierno argentino (recuérdese que el país estaba en guerra) exigió a todos los españoles residentes juramento de fidelidad a la patria naciente y morir por su independencia total, legalizando su adhesión mediante una carta de ciudadanía. Podría ser que la adopción de la nacionalidad argentina hubiera sido una imposición demasiado dura para el catalán, y acaso la causa de su extrañamiento súbito.”

            Tampoco existe acuerdo unánime respecto del lugar donde el Himno Nacional fue ejecutado por primera vez. Según la tradición, tuvo su estreno en la casa de Mariquita Sánchez de Thompson, mientras que otras fuentes sostienen que el debut de la obra se produjo el 25 de mayo de 1813 en la Plaza de la Victoria al pie de la Pirámide de Mayo, cantado por los alumnos de la escuelita del maestro Rufino Sánchez. Y que ese mismo día por la noche, se entonó en el Coliseo Provisional. Esta segunda versión se fundamenta básicamente en que, tratándose de un encargo gubernamental de tamaña magnitud, difícilmente su estreno se confinara a un ámbito reducido. Lo cierto es que la Marcha Patriótica alcanzó gran popularidad y muy pronto quedó instalada como canción patria, siendo interpretada tanto en eventos oficiales y sociales como en el campo de batalla.

            En cuanto al aspecto musical, se realizaron arreglos y adaptaciones de toda índole –tanto para piano como para diferentes grupos de instrumentos-. Previamente al arreglo de Juan Pedro Esnaola de 1860, existieron varias versiones de la partitura: una edición en París (1824), otra en Inglaterra (1830, bajo el nombre de Marcha del Río de la Plata) y una reducción para piano realizada por el compositor belga Louis Massemaeckers (Chant National de Buenos Aires). Y posteriormente, una edición para orquesta y banda militar con motivo de su interpretación en San Petersburgo en 1866, realizada por Crisanto del Cioppo. Cabe recordar que el arreglo de Esnaola fue por encargo del entonces Director de Bandas Militares Francisco Farramiñán.

            Sin embargo, el Himno Nacional sufriría numerosas modificaciones con el correr del tiempo. Con el transcurso de los años, el contenido de la letra –tan apropiada para exacerbar el patriotismo en tiempos de guerra- no era apropiada para ser cantada en tiempos de paz y acabó generando cierto malestar con España. En julio de 1893, a instancias del Ministro del Interior Lucio Vicente López –nieto del autor de la letra-, el Poder Ejecutivo resuelve que a partir de la fecha sólo se interprete la última estrofa en actos oficiales. El diputado Osvaldo Magnasco solicita una interpelación al Ministro López y consigue que el Gobierno dé marcha atrás con la propuesta. No obstante, el decreto firmado por Julio Argentino Roca el 30 de Marzo de 1900 mencionado anteriormente establece que sólo se canten los cuatro primeros versos, los cuatro últimos y el Coro.

            Posteriormente, el 2 de agosto de 1924 el Presidente Marcelo T. de Alvear creó una comisión constituida por Floro UgarteCarlos López Buchardo y José André para componer una nueva versión oficial del Himno Nacional. Gracias al hallazgo de una partitura en el Museo Histórico Nacional atribuida a Blas Parera -a la cual la comisión introdujo arreglos-, se pudo estrenar al público en el Teatro Colón el 25 de mayo de 1927. Sin embargo, debido a las críticas que trajo el "nuevo himno", el 20 de Julio de ese mismo año Alvear deja en suspenso la nueva versión y nombra otra comisión que restaura el Himno Nacional a partir de la versión de Esnaola.​ Hoy en día, la versión vigente del Himno corresponde a la transcripción realizada por Luis Lareta, que se ajusta a lo acordado por decreto del 25 de septiembre de 1929 por el Poder Ejecutivo de la Nación. De esta manera, se oficializa dicho trabajo como Himno Nacional Argentino.

            Posteriormente, el decreto n° 10302 del 24 de Abril de 1944 da la aprobación definitiva al Himno Nacional.