viernes, 29 de junio de 2018


Excelente versión de las Sinfonías de Schumann por la Estable del Colón  en la Usina del Arte

LAS SEGUNDAS PARTES FUERON AÚN MEJORES
Martha CORA ELISEHT

            El pasado sábado 16 del corriente tuvo lugar en la Usina del Arte la segunda parte del Ciclo Integral de las Sinfonías de Robert Schumann (1810-1856), a cargo de la Orquesta Estable del Teatro Colón, dirigida por Roberto Saglimberti. Se interpretaron la Sinfonía n° 2 en Do mayor, Op. 61 y la Sinfonía n° 4 en Re menor, Op. 120.
            De todas las sinfonías del gran compositor alemán, la Segunda Sinfonía en Do mayor es, quizás, la menos conocida y la menos interpretada en los programas de conciertos. Fue compuesta en 1845, luego de un período difícil en la vida del compositor, como consecuencia de un colapso mental por su patología de base (esquizofrenia). Sin embargo, posee una gran belleza armónica y un sinnúmero de contrastes: sombras al inicio del 1° movimiento (Sostenuto assai- Un poco piú vivace- Allegro ma non troppo) a cargo de las cuerdas y los metales,  que se transforman en luz mediante una  melodía basada en cánones de Johann Bach en el 2° movimiento (Scherzo- Trio I, Trio  II y coda: Alegro vivace)- , donde el violín, la viola y las maderas interpretan un trío, y luego, los segundos violines, los cellos y las maderas replican el otro, en las siguiente tonalidad: Si- La- Do- Fa sostenido (B-A-C-H, en nomenclatura sajona, formando un acróstico con las notas que forman el apellido del compositor).  Este estilo de composición se traduce en una melodía luminosa, romántica, pero que a su vez, se diferencia de otros compositores del mismo período (Beethoven, Weber), donde Schumann pone su sello personal. El 3° movimiento (Adagio espressivo) es nada más ni nada menos que una transfiguración hacia el final (Allegro molto vivace), donde la Orquesta Estable logró un equilibrio sonoro y unos matices perfectamente bien logrados, bajo la espléndida dirección de Saglimbeni.
            De todas las sinfonías de Schumann, la 4° Sinfonía en Re menor es la más conocida y la más ejecutada en los habituales programas de conciertos. Compuesta en 1841, fue dedicada a su esposa – Clara Wieck- para su cumpleaños. Lamentablemente, fue mal recibida y permaneció en el ostracismo hasta 1851, cuando Schumann decide revisar la partitura, armar una orquestación distinta y numerarla como 4° Sinfonía (cuando, en realidad, era la Segunda). Sus cuatro movimientos se representan en forma continua (Ziemlich langsam- Romanze- Scherzo & Trio- Langsam/Schneller/Presto) y están ligados mediante una sucesión de temas recurrentes, que aparecen bajo diferentes aspectos.  En este caso, Saglimberti ofreció una excelente versión, haciendo hincapié en los diferentes matices a los cuales alude la partitura. Fueron muy destacadas las intervenciones de los instrumentos solistas y el público respondió positivamente.
            Discípulo del Maestro José Abreu, el venezolano Rodolfo Saglimbeni es Director titular de la Orquesta Sinfónica de la Universidad Nacional de Cuyo (Mendoza) y es uno de los directores más solicitados en América Latina. Dentro de sus numerosos méritos y antecedentes, es especialista en desarrollo y entrenamiento de orquestas (fue Miembro fundador del Sistema del Orquestas Sinfónicas Juveniles de Venezuela) y reside en la Argentina desde 2013. Hubiera sido ideal que dirigiera las cuatro sinfonías del presente Ciclo, pero no ha sido posible por diferentes motivos. Le correspondió dirigir la segunda parte de este Ciclo Integral y ha sido excelente. Hasta tal punto, que vale la pena desterrar ese consabido dogma que dice:“las segundas partes nunca fueron buenas” y redoblar la apuesta. En este caso, fue exactamente a la inversa: las segundas partes han sido mejores.  


El Ballet Estable del Colón ofreció una excelente reposición de “COPPELIA”

RÊVES DES ÉTOILES
Martha CORA ELISEHT

            El título de esta nota es el sueño de cualquier bailarín: llegar a ser un/a étoile (estrella, en francés), que es sinónimo de primer bailarín o primera bailarina en  nuestro idioma. Y eso fue lo que sucedió en el Colón, cuyo Ballet Estable ofreció una estupenda versión de “COPPELIA” de Léo Délibes (1836-1891), en versión coreográfica del cubano Enrique Martínez, con la brasileña Dalal Aschcar como coreógrafa repositora y dirigido por Paloma Herrera- actual Directora del mencionado cuerpo Estable- . Participó la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, dirigida por Martin West.
            En la versión ofrecida el jueves 21 del corriente, participaron los siguientes intérpretes: Emilia Peredo Aguirre (Swanilda), Maximiliano Iglesias (Franz), Julián Galván (El Doctor Coppelius), Rocío Prina (la muñeca Coppelia), Igor Gopkalo (Burgomestre), Norma Molina (Madre de Swanilda), Camila Bocca (Aurora), Paula Cassano (Plegaria), Jiva Velázquez y Candela Rodríguez Echenique (Mazurka) y Georgina Giovannoni (Czarda solista).  La iluminación estuvo a cargo de Rubén Conde y la escenografía y vestuario, de José Varona.
            En su conjunto, la obra ha sido un placer para todos los sentidos: una hermosa puesta en escena, un magnífico vestuario y una coreografía espléndida, donde no sólo se lucieron todos los solistas y los primeros bailarines, sino también el cuerpo de baile, que sobresalió en las escenas de conjunto por su disciplina, técnica, brillo y talento. Hacía rato que no se aplaudía tan acaloradamente al cuerpo de baile en las escenas de conjunto.
            En cuanto a los principales intérpretes, Emilia Peredo Aguirre- quien encarnó los roles principales de Swanilda y la Muñeca, en el 2° acto- es una eximia bailarina, llena de gracia, talento, excelente técnica y una disciplina impecable. Ya lo había demostrado durante el transcurso del corriente año al interpretar el rol de Gulduna en El Corsario y, precisamente por su excelente desempeño  fue convocada a interpretar los roles anteriormente mencionados. Deslumbró en el escenario con sus piruetas, sus arabescos y tuvo una destacadísima actuación al imitar los movimientos de la Muñeca en el 2° Acto. Esto llegó al clímax al bailar las Danzas Española y Escocesa del mencionado Acto, donde el público estalló en aplausos. Muy bueno el desempeño actoral de Julián Galván como Coppelius – quien cree erróneamente haber dado vida a Coppelia, engañado por Swanilda- y de los solistas Nahuel Prozzi, Luciano García y Vinicius Vasconcellos, quienes dieron vida a los muñecos del gabinete del Dr. Coppelius.
            El rol de Franz estuvo a cargo de Maximiliano Iglesias, cuyo desempeño ha sido excelente- impecables los solages y las pirouhettes de los dos primeros Actos de la obra- .Se lo vio suelto y dinámico, luciéndose en trucos de extrema dificultad, que los ejecutó magistralmente. Es un gran bailarín, cuyo desempeño es diferente acorde a la partenaire que lo acompaña- una cosa es cuando baila con su pareja en la vida real (Macarena Giménez), y otra, con otra pareja-. En este caso, acompañó no sólo a Emilia Peredo Aguirre, sino que bailó la Czarda del 1° Acto junto a Georgina Giovanonni, formando una pareja encantadora. Excelentes las interpretaciones de la Aurora y la Plegaria – a cargo de Camila Bocca y Paula Cassano, respectivamente- dentro del marco del Vals de las Horas del 3° Acto, donde el ballet femenino tuvo una destacadísima actuación. Los bordados de las faldas y las pecheras lograron el efecto de representar las diferentes horas del día, a medida que las 12 bailarinas iban danzando. También se lucieron Candela Rodríguez Echenique y Jiva Velázquez en la célebre Mazurka del 1° Acto. Y el cuadro final- a cargo de toda la compañía- fue una conjunción perfecta de color, disciplina y coordinación. Unido esto a la excelente dirección orquestal del inglés Martin West, fue un espectáculo para admirar, recordar y recomendar.
            Hacía prácticamente más de 25 años que Coppelia estaba ausente de las temporadas de ballet en el Colón (se representó por última vez entre 1992 y 1993). Por lo tanto, la presente reposición no sólo fue muy bien recibida por el público, sino que además, se ofreció una performance de alto nivel y gran calidad. Y cuando se brindan este tipo de  espectáculos, el público responde positivamente. Ha sido un gran acierto por parte de las autoridades del Teatro de incluirla en la presente temporada y ojalá que no tengan que pasar otras dos décadas para poder volver a apreciarlo. De esta manera, los jóvenes bailarines podrán cumplir el anhelado sueño de ser un/a étoile.

lunes, 25 de junio de 2018


Extraordinario recital de Jan Lisiecki en el Colón

OTRA JOVEN PROMESA DE UNA GENERACIÓN DORADA
            Dentro del Segundo Ciclo de Abono del Mozarteum Argentino, el pasado lunes 18 del corriente se presentó el pianista polaco- canadiense Jan Lisiecki en el Teatro Colón, con un programa muy variado, que comprendió las siguientes obras: los Nocturnos n° 1 en Fa menor y n° 2 en Mi bemol mayor,  Op. 55 de Fredéric Chopin; Nachtstücke (Piezas Nocturnas) Op. 23, de Robert Schumann; Gaspard de la Nuit, de Maurice Ravel; Morceaux de Fantasie (Piezas de Fantasía), Op.3, de Sergei Rachmaninov y el Nocturno n° 1 en Mi menor, Op.72 de Chopin, para cerrar con el Scherzo n° 1 en Si menor, Op. 20, del mismo compositor.
            Jan Lisiecki debutó en nuestro país dentro del Ciclo de Abono del Mozarteum en 2015 en el Colón, cuando tan sólo contaba 20 años de edad y demostró ser un pianista extraordinario. Y a sólo tres años de su debut en Argentina, lo sigue demostrando con creces: es un joven exponente de una generación dorada de pianistas, que brindó un repertorio harto difícil. Baste decir que tan sólo tocar una obra sumamente compleja como Gaspard de la Nuit de Ravel,  con la maestría con que lo hizo Lisiecki,  representa un desafío para cualquier pianista. Su técnica impecable, su memoria prodigiosa y su elegancia interpretativa se conjugaron para ofrecer una versión memorable, que persistirá en los oídos de quienes se dieron cita esa noche en el Colón.
            A diferencia de su colega Dejan Lazic- a quien se pudo apreciar la semana anterior con un recital monotemático, dedicado a Franz Liszt- , el hecho de comprender un repertorio variado jugó positivamente. La interpretación de los famosos  Nocturnos de Chopin presentó los clásicos matices románticos, pero por tratarse de una obra conocida, quizás faltó el crescendo emocional característico del compositor- según criterio de esta cronista- . Sí pudieron apreciarse mucho mejor tanto la calidad sonora como la interpretación de las cuatro Piezas Nocturnas de Schumann. A medida que avanzaba en la secuencia de las mismas (Procesión Fúnebre, Curiosa Asamblea, Celebración Nocturna y Canto de ronda con voces solistas), la versión de Lisiecki iba in  crescendo, con mayor voluptuosidad, carga romántica y emocional. Estuvo muy bien lograda y equilibrada, con un sonido limpio y cristalino.
            La segunda parte del recital se abrió con las Piezas de Fantasía Op.3 de Rachmaninov- dentro de las cuales se encuentra el célebre Preludio en Do sostenido menor- , que sonaron con majestuosidad y virtuosismo. Por otra parte, Lisiecki logró un sonido puro, con excelentes matices, sin caer en exceso de pedal, haciendo hincapié en los fortissimi y pianissimi de las últimas dos piezas (Polichinela y Serenata). Y hacia el final, ofreció una versión memorable del Nocturno en Mi menor de Chopin, al igual que del célebre Scherzo n° 1 en Si menor, Op. 20 del mismo compositor.
            Para un recital de semejante magnitud, sólo hubo un bis de Schumann, cuya interpretación fue exquisita y admirable. A pesar de su juventud, Jan Lisiecki es uno de esos artistas completos y un virtuoso del piano, que vale la pena y da gusto escuchar. Y lo demostró con creces, deleitando con su arte una vez más al público argentino.
                                                                                                                                                                                     Martha CORA ELISEHT


UN ESTUPENDO CIERRE

Teatro Colón, temporada 2018 fuera de sede, Orquesta Estable del Teatro Colón, Director: Rodolfo Saglimbeni. Programa: Ciclo Integral de las Sinfonías de Robert Schumann, Sinfonías Nºs. 2 en Do mayor, Op. 61 y 4 en Re menor, Op.120. Usina del Arte, 16 de Junio de 2018.

NUESTRA OPINION: EXCELENTE

  Y culminó la “Integral Schumann” de sus sinfonías con esta sesión consignada al muy eficiente conductor Venezolano Rodolfo Saglimbeni,  dueño de una muy dilatada trayectoria, no solo recordada por su gestión en su País natal de la Orquesta Sinfónica “Gran Mariscal de Ayacucho”, como también por sus visitas a Ntra. Ciudad y gran parte de Ntras. Plazas musicales mas importantes con Organísmos Musicales de Venezuela, sinó que también es en la actualidad el Director Artístico de la Orquesta Sinfónica de la Universidad Nacional de Cuyo. Le cupo entonces la conducción de esta sesión en la que la Estable del Colón completó la interpretación de las sinfonías del enorme creador Alemán, luego de  que la velada inicial nos develara las sinfonías “impares” de la mano del Suízo Nicolás Rauss, que oportunamnte comenté en este blog.

  La Estable se reveló en este ciclo como un medio muy eficaz para abordar estas series integrales. Ha obtenido un sonido muy homogéneo, es muy flexible y se adapta a los requerimientos que los Directores le solicitan. Tanto con Rauss como en este caso con Saglimbeni , han sabido responder sobremanera a las acentuaciones, “tempi”, dinámica y profundidad interpretativa. Y ambos conductores conformaron en sus abordajes. Las cuatro sinfonías fueron objeto de excelentes versiones, pero a la hora de elegir cual de los dos conductores me satisfizo mas plenamente n,o dudo en señalar que ha sido Saglimbeni, que ha logrado la mayor profundidad interpretativa.

  En el comienzo, el Conductor debió explicarle al publico que abordaría el programa por orden cronológico. Sabido es que la Sinfonía Nº 4 Op. 120, fue compuesta en realidad en segundo lugar por Schumann, el que ante el fiasco producido en su estreno la relegó para luego 10 años mas tarde retomarla, revisarla y darle la forma final con la que hoy en día se la conoce. Por lo tanto se escuchó una versión potente, plena, intensa, rica en matices y de mucha profundidad interpretativa, alcanzando un momento superlativo en el segúndo movimiento con un solo de violín magníficamente expresado por Oleg Pishenin.

  Pero fue en la actual Sinfonía Nº 2, Op. 61 en donde Saglimbeni logró plasmar con la Estable una versión a la que no dudo en catalogar como de las mejores que Yo haya escuchado en vivo. Y tratándose de  una obra muy poco frecuentada (Lamentablemente), mayor es el merito que le cabe al Conductor Venezolano. Desde el mgnetísmo que irradia el scherzo del segundo movimiento, pasando por el imponente “canto” orquestal del tercero, en donde se pasó desde el “piano”  a la tensión absoluta y un cierre intenso que conmovió al Público que con sostenidos aplausos premió la labor. 

  No tengo duda alguna que este ciclo debió realizarse en la sala del Colón. Avatares de programación, la idea de “sacar” al Colón a través de sus Cuerpos Estables “a la calle” y así aprovechar la disponibilidad y la aceptable acústica de la Usina del Arte, han hecho que este ciclo se haya desarrollado de esta manera. También que debió hacerse con un solo Director. De todas formas, ambos Conductores convocados hicieron gala de sus condiciones y conocimientos, aunque como dije, por una pequeñísima “luz”, Saglimbeni me conformó mas

Donato Decina.


POR FIN EN ESCENA

Teatro Colón, Temporada 2018, Ballet: “Coppelia”, en tres actos con Música de Leo Delibes, Libreto de Charles Nuttier y Arthur Saint-Léon en coreografía de Enrique Martínez. Interpretes: Macarena Giménez (Swanilda) Juan Pablo Ledo (Franz), Tindaro Silvano (Coppelius), Rocío Prina (Coppelia), Igor Gopkalo (Burgomaestre), Norma Molina (Madre), Roberto Zarza (Sacerdote), Maximiliano Cuadra (Tabernero), Ayelén Sánchez (Solista Czardas), Candela Rodríguez Echenique-Jiva Velázquez (Pareja Solista Mazurcas), Lautaro Bisognio (Marioneta Arabe), Nahuel Prozzi (Marioneta China), Vinicius Vasconcellos (Marioneta Arlequín), Luciana Barrirero (Marioneta Escocesa), Clara Sisti Ripoll (Marioneta Española), Rodrigo Cuadra (Marioneta del Astrólogo), Camila Bocca (Aurora), Paula Cassano (Plegaria). Ballet Estable del Teatro Colón, Directora: Paloma Herrera. Coreógrafa Repositora: Dalal Achcar. Escenografía y Vestuario: José Luciano Varona, Iluminación: Rubén Conde. Orquesta Filarmónica de Buenos Aires: Director Invitado: Martin West.

NUESTRA OPINION: EXCELENTE.

  Despues de una inaceptable cantidad de años de ausencia del escenario del Colón, Paloma Herrera (Directora del Ballet Estable) con excelente criterio programó para la presente temporada de danza la vuelta a escena de este “Clásico” con música de Leo Delibes y la estupenda y noble Coreografía del Cubano Enrique Martínez la que a cincuenta años de su estreno sigue manteniendo una inalterable vigencia. Y es así, porque supo plasmar  en formas e imágenes la belleza que la música de Delibes muestra, describiendo con exactitud y minuciosidad las acciones que presenta el argumento elaborado por  Nuitter y Saint –Léon, transformando en una comedia el relato de E.T.A. Hoffman “El Hombre de Arena”, el que tuviera memorable correlato en un capítulo de serie de la Radio Televisión Española de finales de la década del 70 del pasado siglo, al que se lo conoció  simplemente como “Coppelius” protagonizado (¿Cuando no?) por el inolvidable Narciso Ibáñez Menta, el que en nuestro país fuera emitido por el intervenido militarmente Canal 11 en momentos en que su Programador Artístico fuera el “Maestro” Jorge “Cacho” Fontana. Pasar un Viernes a la noche  de la comicidad de algunos programas como se estilaba en aquellos duros tiempos en ese día de la semana en el horario central, al fantasioso (y porque no fantasmagórico) relato de Hoffmann (Si  uno no quería tocar el dial y entonces ver la novela de Alberto Migré con Arturo Puig y María Valenzuela, que era la única competencia directa en ese entonces), constituyó (el día de esa emisión) en un pasaje de tópicos que no hizo mas que aumentar el carácter “truculento” de la trama argumental de ese “Coppelius”. Y entonces ese inventor, que experimentaba con órganos humanos, visualizado por un niño escondido entre los muebles de su laboratorio, volvía reencarnado en el “Señor Coppola” sirviendo al entonces niño que ahora estaba hecho hombre y que recordando su niñez veía en Coppola la reencarnación del inventor y, tras una serie de sucesos, un error forzado lo lleva a caer desde un tejado al vacío lo que acaba con su vida. Partiendo desde ese punto, Nuitter y Saint-Léon recrearon una muy distinta historia, con la aldea en sí como escenario de la acción, pero con una simpática parejita de novios (Swanilda y Franz), en donde el varón se “enamora” del experimento de Coppelius, una muñeca  que actúa con algunos movimientos humanos (hasta tirando besos). Bastará una excursión de Swanilda y sus amigas al laboratorio, para ver que el inventor creaba muñecos de aparencia humana, en diferentes composiciones:  Arabe, Chino, un  “Arlequín”, un “Astrólogo” y las infaltables Española y Escocesa. Descubrir a “Coppelia” escondida y ratificar que solo es una muñeca. Swanilda tomará su lugar vistiendo sus ropas, Franz ingresará por la ventana. Coppelius descubrirá a las amigas de la novia y luego de ahuyentarlas, también descubrirá al joven que le explica  su fascinación por la muñeca (sin saber que Coppelia es solo eso) a la que cree humana e hija, el Inventor lo embriagará y tratará con el una paga (o “dote”) por su invención, Franz cae rendido y será el turno de Swanilda tomando el rol de la muñeca quien merced a acciones desopilantes lo desorienta, hasta que le revela al creador que la verdadera Coppelia está desvestida en el desván. Franz despertará de su Borrachera y los dos escaparán con los otros muñecos moviéndose por todo el taller y el inventor desesperado, ve como ha sido puesto en evidencia. Los Novios recomponen su amor y se casarán, no sin antes recibir la visita de Coppelius  en medio de la boda que reclamará una paga por los destrozos en su taller, afrontada por el Burgomaestre del Lugar y así junto a sus afectos la pareja cristalizará su felicidad.

  Lo primero que debo especificar es que Paloma Herrera ha logrado encauzar al conjunto entero y que ese trabajo se vió en plenitud en los movimientos previos al final en donde Interpretes y Compañía toda realizaron desplazamientos perfectamente sincronizados arrancando aplausos y bravos del público como hace rato que este cronista no apreciaba en la sala del Colón. Por supuesto que también es mérito de la repositora Dalal Achcar, discípula de Martínez con quién trabajara a finales e los ochenta y principios de los noventa del pasado siglo, durante la estancia del Cubano en Brasil hacia donde fue convocado para trabajar. A Partir de ahí, comencemos por analizar a quienes tuvieron a cargo los roles co-primarios. Camila Bocca como Aurora y Paula Cassano como Plegaria, tuvieron magníficas intervenciones en el tercer acto durante la escena de la boda. Ambas con técnica depurada e impecable y luciendo sus recursos a pleno. Simpática tarea les cupo a quienes actuaron como muñecos en el segundo acto (Taller de Coppelius). Entonces tanto Lautaro Bisognio como el Arabe, Nahuel Prozzi como el Chino, Vinicius Vasconcellos como el Arlequín, Luciana Barrirero  como la Escocesa, Clara Sisti Ripoll como la Española y Rodrigo Cuadra como el Astrólogo recrearon alos muñecos de Coppelius  moviéndose todos acertadamente y  trazando simpáticas composiciones que ayudaron a mantener la calidad del espectáculo.

   Por supuesto que en intervenciones mas actuadas que danzadas, los roles de mayores tienen también su destaque, así que entonces para Igor Gopkalo como un magnífico Burgomaestre, Norma Molina como la comprensiva Madre, Roberto Zarza como el simpático sacerdote que se confunde con los jóvenes en medio de la danza y un correcto Maximiliano Cuadra como el Tabernero, ayudaron en las escenas complementarias. Ayelén Sánchez lució en el cuadro de las Czardas del primer acto moviéndose con gracia y elegancia. Rocío Prina caracterizó a la muñeca Coppelia con acierto con total precisión en sus movimientos. Candela Rodríguez Echenique y Jiva Velázquez fueron excelente pareja de solistas en las Mazurcas y en el caso de Este último con estupendos giros que me llevaron a recordar que en esos roles surgieron a consideración del Público Julio Bocca y Maximiliano Guerra.  Tindaro Silvano (quien además vino como asistente de la repositora Achcar) fue un estupendo Coppelius, magnífico en los movimientos, gestualidad impecable y gracia por sobre todas las cosas. Y por último los protagonísitas. Juan Pablo Ledo fue un magnifico Franz, soberbio en los solos, estupendo al integrarse con Macarena Giménez. El “Pas de Deux” de ambos en el tercer acto fue memorable y en la actuación tuvo gestualidad, transmisión y absoluta entrega. Macarena Giménez fue la figura de la noche. Una sobresaliente protagonista, con técnica, desplazamientos certeros, maravillosa gestualidad, derroche de simpatía, superando con creces su intervención en el “Cascanueces” del año pasado . Estuvo a la altura de la última gran Liliana Belfiore o de la Venezolana Zhandra Rodríguez tanto como Nuestra Cristina Delmagro quien junto al inolvidable Daniel Escobar formaron una magnífica dupla protagónica. La Dupla Giménez-Ledo cautivó al público que los ovacionó justicieramente. Y todo esto no hubiese sido posible, sin la presencia en el podio del Inglés Martin West al frente de la Filarmónica. Precisión y sincronización con los movimientos del Cuerpo de Baile, Orquesta ajustadísima y aportes magníficos de sus solistas que ayudaron a redondear una función brillante.

  Es inadmisible que “Coppelia” haya estado tanto tiempo ausente del escenario del Colón. La cabe a Paloma Herrera el mayor elogio por devolverla y por elevar la Calidad del Cuerpo de Baile Estable. Ahora es el momento de programarla con mayor periodicidad.

Donato Decina


                                                                                                                 UN ORGANISMO QUE VA ATRAVESANDO TODOS LOS DESAFIOS

Orquesta Estable del Teatro Colón, Director: Enrique Arturo Diemecke. Solista: Guadalupe Barrientos (Mezzosoprano). Programa: Obras de Walton y Elgar. CCK-Sala Sinfónica, 23 de Junio de 2018.

NUESTRA OPINION: EXCELENTE.

  Dentro de los muy saludables intercambios que se realizan entre organismos musicales dependientes de la Nación y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, siempre es muy bienvenida la presencia en la Sala Sinfónica del CCK de los Cuerpos Estables del Teatro Colón. Y es en este caso la Presentación que la Orquesta Estable de Ntro. Primer Coliseo, bajo la dirección de Enrique Arturo Diemecke como parte de ese intercambio (24 horas antes la Sinfónica Nacional había hecho lo propio bajo la Conducción del Chileno Francisco Rettig en la Usina del Arte, comentario que hemos hecho por separado), llegó a la mencionada Sala para proponernos un programa basado en dos de los tres músicos mas influyentes de la pasada centuria en el Reino Unido: William  Walton y Edward Elgar (El otro es, por supuesto, Benjamin Britten).

  La sesión comenzó con una muy buena versión de “Corona Imperial” de William Walton. Trabajo comisionado por la Corona para matizar la ceremonia de Coronación de Jorge VI (Padre de la actual Soberana Isabel II, quien debió hacerse cargo del trono ante la abdicación de su hermano Eduardo VIII quien antepuso su relación sentimental con la Norteamericana Wallis Simpson, rechazada por la realeza británica dada su condición de divorciada, antes que asumir el trono tras la muerte de su Padre Jorge V). Como explicó muy bien el Conductor Mexicano, se ofreció una versión acotada (Y en este caso es absolutamente comprensible), dado que el manuscrito original tiene repetición de momentos que sirvieron en la ceremonia para acompañar el ingreso de dignatarios que lo hacían según la importancia del rango social, de acuerdo al protocolo de esa época. La interpretación puso de relieve los momentos cargados de “majestuosidad”, acorde con la importancia del acontecimiento para el cual esta partitura fue comisionada y, lógicamente, la imponencia del final,  que acompañó la entrada de Jorge VI al lugar en el que fue coronado en 1936.

  Para referirme a “Pinturas Marinas” de Edward Elgar que cerró la primera parte del Concierto, debo realizar antes un desagravio a la Mezzosoprano Guadalupe Barrientos. Es inadmisible que quien haya proporcionado la información ya sea a Prensa del CCK y/o del Colón, no advirtiese que “Pinturas Marinas” son cinco poemas musicalizados para Mezzosoprano y Orquesta, ignorando la presencia de esta notable interprete Argentina, por lo que su nombre no apareció ni en la Newsletter de Internet del CCK, ni en los programas de mano, ni en la Comunicación de Prensa emitida por el Colón. Ante una notable lectura por parte de Diemecke, traducida en una respuesta soberbia de todos los sectores de la Estable, Barrientos contribuyó con una acertada interpretación que se robusteció a partir del tercero de los poemas y de ahí hasta final de la obra. Enfatizó los pasajes mas acentuados de manera excelente, con notable emisión, buena pronunciación y gran entendimiento con el Director y la Agrupación.

  Y en la parte final, se escuchó una imponente versión de las siempre bienvenidas “Variaciones Enigma” del mismo Elgar, en la que el Canto orquestal fluyo de modo espontáneo, con momentos de sublime belleza interpretativa e intervenciones solistas de viola y violonchelo a cargo de Javier Cárdenas y Stamir Todorov respectivamente, ambos con notable faena. Las variaciones Nºs. 7 (Presto) y 9 (La celebre Nimrod), mas las mencionadas con participación solista, marcaron los puntos mas altos de la noche, como así también me cabe consignar que la asistencia de espectadores a la sala fue, sin temor a equivocarme, una de las mas altas para Conciertos sinfónicos de los últimos tiempos. Señal de que ante lo muy bueno, la gente responde.

Donato Decina


MUCHO MAS QUE AIRES DE RENOVACION

Usina del Arte: Ciclo de Conciertos: Presentación de la Orquesta Sinfónica Nacional (En el año del 70º aniversario de su fundación), Director: Francisco Rettig. Programa: Obras de Von Weber, Stravinsky y Lutoslawski. 22 de Junio de 2018.

NUESTRA OPINION: EXCELENTE.

  Originalmente se había anunciado que el Concierto abriría con “Requiem para Camila” de Juan Carlos Zorzi, quien fuera titular de la Orquesta en tres períodos: 1968 (Obligado por el nefasto “Onganiato” [o Benévola “Dictablanda” según el cristal de quien lo mire] a hacerse cargo ya que por esos tiempos era becario del Fondo Nacional de las Artes [estudios en Siena con Goffredo Petrassi y Franco Ferrara, formadores de innumerables “camadas” de músicos Argentinos] y, según la Optica “Morsiana” debía retribuirle al Estado con esa “Titularidad”. El recuerdo se cierra con el hecho que a la Ida se le dio pasaje en un Carguero de la hoy extinta “E.L.M.A.” y a la vuelta se lo hizo retornar de emergencia a bordo de un flamante Boeing 707 de Aerolíneas Argentinas), 1979-1983 (Acaso uno de los tres mejores en la historia de la agrupación junto a los de Juan José Castro entre 1956 y 1960 y el mas extenso y reciente entre 2004 y 2015 de Pedro Ignacio Calderón, hoy justicieramente Director Emérito del Conjunto)  y uno breve en 1992, que luego paso a ser el rol de Director Invitado Principal. Por lo que pude recabar, el material de Orquesta y, lo fundamental, la Partitura del Director, llegaron cinco días antes del Concierto a manos de la gente de la Sinfónica y a Rettig, por lo que dada la complejidad del trabajo de Zorzi, no había garantías de poderse interpretar de una  manera mínimamente digna, por lo que se recurrió a la Obertura de “Der Freischutz” de Carl María Von Weber (muy eficaz para estos casos) en el inicio del mismo. Esperemos la reprogramación de este título emblemático de Juan Carlos Zorzi, por parte de la agrupación que lo contó como titular y entiendo y acepto el criterio profundamente profesional del Maestro Rettig, el que además reaparecía luego del sonoro portazo que pego el pasado año al negarse a dirigir a la Orquesta no solo por la deuda que esta mantenía por anteriores presentaciones suyas, sino porque además el Hotel en que se alojaba, por las mismas razones, le suspendió la Cuenta Corriente a la Sinfónica y le solicitó a Rettig el anticipo del dinero del Bolsillo de Este. Evidentemente algún acuerdo y cancelación parcial o total de lo adeudado hubo y entonces pudo ocurrir la renovación del extraordinario vínculo Director-Orquesta que desde hace mas de veinte años une al Conductor Chileno con la Sinfónica Nacional.Nacional. a la que encontró renovada con nuevos instrumentistas titularizados en los atriles. Con una conjunción experiencia-juventud que está funcionando muy bien y en donde hay ganas, enjundia  y total entrega.Weber fue objeto de una muy prolija versión, con notorio destaque de la sección vientos, la que a lo largo de la noche se desempeñó de modo extraordinario.

  Una espectacular versión de “El Canto del Ruiseñor” de Igor Stravinsky completó la primera parte. Obra derivada de su Opera “El Ruiseñor”(basada en el cuento de Hans Christian Andersen), compuesta luego de la creación de sus tres máximas criaturas para el ballet (“Petrouchka”, “El Pajaro de Fuego” y “La Consagración de la Primavera”) y en donde la Opera original misma tuvo retrasos con motivo del proceso creativo de esos tres monumentos, es innegable que esas influencias musicales han sido notorias y sin bien no se puede afirmar que haya mucho de “autoplagio”, la estructura musical contiene mucho de lo apreciado en sus otros trabajos que he mencionado. La versión tuvo, ajuste, colorido, plena sonoridad, lo dicho referente a la excelencia de los vientos y un gran trabajo con la acústica del Auditorio de la Usina, por momentos mejor que la de la Sala Sinfónica del CCK.

  Luego del intervalo, se escuchó en la parte final el “Concierto para Orquesta” de Witold Lutoslawski, obra que volverá a ser escuchada en seis días mas, en esta ocasión por la Filarmónica en el Colón. Nuevamente aquí, Rettig hizo gala de su gusto por las obras de los grandes creadores del Siglo Veinte. Una versión inspirada, excelentemente ajustada, con pasajes de brillo Orquestal, de notable lucimiento de los sectores como en el tercer tiempo, en el que la sutileza fue el fuerte, haciéndola merecedora de la ovación que el Público le tributó a los interpretes.

  Ha sido un gran acierto de la gente de la Usina, esta invitación. Al igual que iniciar la velada a las 21 hs. La ubicación del lugar y su proximidad con la Autopista Buenos Aires-La Plata con sus clásicos embotellamientos de Viernes a la noche, hacen que se llegue mas fácilmente en ese  horario y la proximidad a la Av. Almirante Brown y sus medios de locomoción que por ella circulan, garantizan una rápida salida después de las 22,30 hs. Ojalá se mantenga no solo con la Sinfónica o los Organismos del Colón. Puede ser una gran vidriera para Conjuntos de la Ciudad y el Gran Buenos Aires, que merecen también esta gran vidirera.

Donato Decina


BUENOS SOLISTAS REALZARON LA VELADA

Asociación Cultural “La Bella Música” y “Verano Italiano 2018”: “Vivaldi Fest”: Concierto integrado por Obras de Antonio Vivaldi. Solistas: Víctor Villadangos (Guitarra), Rubén Albornoz (Oboe), Fernando Ciancio-Jonathan Bisulca (Dúo de Trompetas), José Daniel Robuschi, Delmir Lulja, Marta Roca, Serdar Geldymuradov (Violínes). Con la participación de Pancho Virasoro y Sergio Pelacani (Actores) Puesta de Espacio, Vestuario y Figurantes de la Compañía “Opera Prima”, Luces: Luís Pereiro. Orquesta de Cuerdas “La Bella Música”, Organo y Clave Continuo: Sergio Antonini. Dirección Musical: Patricia Pouchulu. Teatro Avenida, 21 de junio de 2018.

NUESTRA OPINION: BUENO.

  En el marco del “Verano Italiano 2018”, y en coincidencia con la actividad musical anual de la Asociación Cultural “La Bella Música”, tuvo lugar en el Teatro Avenida, este Concierto presentado como “Vivaldi Fest”, en el que se desarrolló una vasta audición de Obras del “Prete Rosso”. No fue un concierto formal, sino que se lo presentó a través de una recreación actoral con Pancho Virasoro dando vida al compositor y a Sergio Pelacani encarnando a uno de los protectores de Vivaldi, esperando de este la culminación de una obra que  terminaría siendo aquella con la que cerró la velada. Datos históricos que el recorrido actoral se encargó de revelarle a la platea, la que de manera gratamente sorpresiva se hallaba colmada en un 60 % de la capacidad de la sala, casi a la par de las últimas funciones de opera de las diferentes compañías que en el Avenida se presentan (A propósito de ello [y síntoma inequívoco de las consecuencias de la actualidad nacional], dos compañías que habían instalado en la entrada de la sala sus “Carttelone” quitaron los mismos, por lo que luego del concierto solo quedó en firme las fechas de “Juventus Lyrica” para el resto del año). Datos que de alguna manera se encargaron de ilustrar al público neófito, ya que a pesar de la abundante información respecto a la trayectoria de los artistas intervinientes, careció de comentarios respecto a la programación a abordarse, lo que entiendo deberá ser tenido en cuenta a futuro.

  La primera parte del programa se centró únicamente en “Las Cuatro Estaciones”, los Célebres cuatro conciertos para violín, continuo y cuerdas integrantes del tratado “Il Cimento dell’Armonia e dell’Inventione”. Sabido es que hoy está en boga una tendencia revisionista que busca llevar la interpretación con la mayor fidelidad posible a la época de composición de las obras del período antíguo tanto como en el Barroco. Por el contrario en muchas partes del mundo se continúa haciéndolo como a finales del siglo diecinueve y gran parte del veinte (época del descubrimiento de muchísimos manuscritos y partituras originales no solo de Vivaldi sinó también de muchos otros compositores), para formaciones con instrumentos modernos. Entiendo que en este punto, necesidades de programación, costos y otro tipo de necesidades artísticas han llevado a la Mtra. Patricia Pouchulu, no solo titular de la Entidad Organizadora sino también Directora Musical de la Velada, a hacerlo en la segunda forma. Y para ello supo rodearse de una muy buena selección de instrumentistas de las tres principales Orquestas de la República Argentina (Sinfónica Nacional, Filarmónica de Buenos Aires Y Estable del Teatro Colón) mas la convocatoria a un especialista en el género como lo es Sergio Antonini para la función de Organísta y Clavecinísta para el “Continuo” que esas obras llevan. Y es así que en “Las Cuatro Estaciones” aparecieron como solistas tanto el Concertino como su suplente y los dos guías principales de los segundos violines como solistas en cada “Estación”. Hablar de José Daniel Robuschi, es hablar de al menos veinte años en la Sinfónica Nacional. Hacer lo mismo de Delmir Lulja es hablar no solo de que fueron compañeros de fila con Robuschi en la Sinfónica, sino también de su presente como segundo Concertino de la Filarmónica de Buenos Aires. De Serdar Geldymuradov , es remitirnos de manera directa a la Estable del Teatro Colón y por que no hablar también del paso de alguno de ellos por la Camerata Bariloche y de innumerables formaciones camarísticas, con las que mas de alguna vez han abordado Vivaldi. En cambio tuve aquí la oportunidad de conocer a Marta Roca, violinista Española que ha frecuentado la Argentina como solista ya sea en el genero clásico como en la temática popular, la que aquí tuvo a su cargo la sección del Verano.

  En lo que a la parte Orquestal se refiere, la totalidad de los conciertos fueron abordados de manera muy prolija pero con un sonido un tanto apagado y a un tempi llamativamente mas lento de lo habitual. Pero en cuanto a los solistas, decimos que Lulja brilló en su interpretación de la Primavera. Roca (fue la única que hizo de memoria la parte que le correspondió) se nos reveló como una interprete temperamental, con movimientos electrizantes y un apasionamiento tal que la lleva a sacar un  sonido a veces “sucio” que conspira contra la calidad de lo que ofrece en el fragmento de “El Verano”. Geldymuradov muy sobrio y elegante en su intervención en el “Otoño” y  para el cierre, una fina y muy buena interpretación de Robuschi para el “Invierno”  (Que casualmente en ese día hacía su ingreso triunfal por estas latitudes). En todo momento hubo intervención actoral ya que Pancho Virasoro recitaba los poemas compuestos por Vivaldi para cada estación antes del inicio de cada una de ellas, mientras Pelacani en su rol de protector, acotaba y aprobaba cada una de las intervenciones de “Vivaldi” y, como también se suele ver en el Teatro Coliseo en los conciertos, cada estación estuvo representada por un diseño diferente de iluminación, brillo en la Primavera, Rojo  el Verano, Ocre el Otoño y Oscuro el Invierno.

  Para  la segunda parte se programaron cinco obras de diferente temática. Incluyeron una transcripción de Laud a Guitarra del Concierto Rv. 93 en Re mayor. Un concierto para dos Trompetas del regístro Rv.537 en Do mayor. El Célebre Concierto para Cuatro Violines del regístro Rv. 580 en Sí menor con los mismos Solistas de “Las Cuatro Estaciones” el Concierto para Oboe Rv. 447 en Do mayor y cerrar con la “Stravaganza Nº 2 para Violín , Cuerdas y Cémbalo Rv. 279 en Mi menor.  La velada arrancó con unos veinte minutos de atraso, ya que para la hora de inicio fijada recién ahí se permitió el ingreso de los espectadores a la sala. Si sumamos que con la intervención actoral en su transcurso “Las Cuatro Estaciones” tuvo una duración aproximada de cincuenta y cinco minutos, mas otros veinte de intervalo, alrededor de las 21,45 hs. se inició la segunda parte. Tomando en cuenta la duración de todo el repertorio programado para la segunda parte, hubo alrededor de una hora veinte de música, por lo que no dudo en señalar que la programación musical fue harto excesiva, no permitiendo un mayor lucimiento de los solistas convocados para esa segunda sección, por lo que o se suprimía el Concierto de Cuatro Violines ( a los que por otra parte se los había ya apreciado en “Las Cuatro Estaciones”)  o, porque no, la Stravaganza Nº 2, si no se quiso hilar mas fino para no caer en “Las Cuatro Estaciones”.

  Y he hecho este análisis previo, porque en el Concierto para Guitarra se tuvo la presencia del mejor Guitarrísta Argentino de la Actualidad como lo es Víctor Villadangos, quien desarrolló una faena memorable, mas allá de la corta extensión de la Obra (Dieciocho minutos). A tal punto fue lo suyo, que no dudo en señalar que superó ampliamente a la ofrecida el año pasado por Angel Romero junto a Diemecke y la Filarmónica en el Colón (Mas allá que esa fue de apuro para reemplazar al Concierto de Lalo Schiffrin [dedicado al solista] nunca mas reprogramado). Me quedé con las ganas de algún “bis”.

  Otro punto alto lo constituyó la presencia de un “Dueto” de trompetas compuesto por Fernando Ciancio, Solista de la Filarmónica y Jonathan Bisulca, Solista de la Sinfónica Nacional y alumno del Primero, quienes realizaron una notable intervención en el Concierto en Do mayor Rv. 580, limpio, fresco y muy ágil, con impecables interpretaciones de ambos.

  Los cuatro Violinistas solistas retornaron para la interpretación del también célebre Concierto Rv. 580, en donde todos se complementaron e hicieron una versión sumamente homogénea (Aquí sí a Roca se la vió muy compenetrada y siempre al nivel del resto de sus colegas).

  El otro lujo de la noche fue la participación del Oboísta Rubén Albornoz como solista del Concierto Rv. 447 . Sonido noble, realzando pasajes de indudable belleza sonora, rematando en el Minuetto final una faena memorable.

  Durante toda la segunda parte, se la pudo percibir a Patricia Pouchulu mucho mas comoda y asentada al frente del grupo instrumental. Inclusive en la conexión con los solistas, por  lo que las obras tuvieron en su totalidad un buen marco en los respectivos acompañamientos.

  Previo a la última obra, los actores, que participaron caracterizados cada uno a ambos lados del escenario manteniendo un rol pasivo a lo largo de las interpretaciones, se unieron para que Virasoro en el rol de Vivaldi, manifestara que la obra estaba lísta, entregando de manera simbólica la partitura a Pouchulu. Era la “Stravaganza” Nº2, y como  su estreno ocurrió durante los célebres “Carnavales Venecianos”, dio el pié para que a instancias del mecenas caracterizado por Pelacani ingresaran por la nave central de la sala actores figurantes caracterizados, con las máscaras del Carnaval Veneciano ocultando en sus rostros y guiados al son de un bombo (Aunque en realidad en esos tiempos era mas un  tambor). Y ahí surgió José Daniel Robuschi, rematando la parte musical con una estupenda intervención solista.

  Cuando los espectadores iniciaban el retiro de la sala, Pelacani pidió la permanencia ya que había un “Bis” aun cuando todos teníamos la sensación de que todo había concluido. Se convocó nuevamente a Rubén Albornoz quien reiteró el Minuetto de cierre del Concierto de Oboe y aquí los figurantes danzaron una coreografía de “Contradanza”, que cerró musicalmente la noche.

  La Maestra Pouchulu, agradeció al público la presencia y dijo que aun cuando las propuestas de “La Bella Música” no fueron tenidas en cuenta para calificar para el “Mecenazgo Cultural”, la respuesta que el público da en cada presentación es el impulso que recibe para cada concierto. Es entendible y hasta discutible. Me consta que quienes se encargan de calificar los proyectos no miden con la misma vara a todos quienes participan de la selección. Pero por otra parte, no escuche mención alguna a la inclusión de este evento en la programación del “Verano Italiano 2018”, el que así también figura en el programa de mano. Esperemos saber si es así y si algún aporte, por mínimo que fuere, hubo y me Comprometo, como corresponde, a publicarlo.

Donato Decina


EN ESTA NUEVA VISITA, LISIECKI MOSTRO SU CRECIMIENTO ARTISTICO


Mozarteum Argentino, Temporada 2018. Actuación de Jan Lisiecki (Piano). Programa: Obras de Chopin, Schumann, Ravel y Rachmaninoff. Teatro Colón, 18 de Junio de 2018.(Segundo Ciclo).

NUESTRA OPINION: EXCELENTE.
Por capricho de los calendarios y de los programadores, el Mozarteum se vió privado de ofrecerle a su público en Ambos Cíclos a Dejan Lazic en el caso del segundo y a Jan Lisiecki en el caso del primero. Si consideramos además que en la visita de la Bachakademie de Stuttgart, la misma debió actuar  dos Lunes consecutivos (28 de Mayo y 04 de Junio), veremos que por cuatro Lunes continuados el Mozarteum debió realizar sus actividades en el Teatro Colón, ya que por “Aída” y “Coppelia” solo se le permitió ocupar el teatro en esas fechas a la Entidad Organizadora. Ojala se recapacite en todos los estamentos correspondientes y no se tengan mas desaguisados de esta naturaleza.

  Luego de esta reflexión, ha sido estimulante reencontrarme con el arte de Jan Lisiecki, este verdadero gigante de 23 años, el que en esta segunda oportunidad de presentación para el Mozarteum y en el Colón, retornó con un programa de altísimo compromiso, con obras que son solo patrimonio de unos pocos,  y que puestas en sus manos estuvieron no solo a la altura de la exigencia, sino que además nos mostró cuanto ha crecido artísticamente en los tres años en que mediaron ambas presentaciones.

  Se lo nota seguro, enjundioso, dueño de una digitación sobresaliente.  Se apreció un sonido amplio. Logró momentos de una calidez e intimidad absolutas, para pasar luego a pasajes de fuerza en donde el piano fue una Orquesta, sin caer en los excesos de pedal y mucho menos en el aporreo.

  Las dos obras centrales de la primera parte, tanto como la central de la segunda, permitieron apreciar el mejor tramo del concierto.  Comenzando por Nachtstücke, del Op. 23 de Robert Schumann, dedicada a la memoria de su hermano Eduard fallecido durante la composición del trabajo , compuesto de cuatro fragmentos del cual el inicial refiere a una “Procesión Fúnebre”, para luego describirnos una “Curiosa Asamblea” que pasa del bullicio a la reflexión, dar paso a una “Celebración Nocturna” y cerrar con un “Canto de Ronda con Voces Solistas”. Pasar de lo lúgubre a lo enérgico, de lo sutil a la intensidad con total facilidad. Ver la entrega puesta en cada interpretación parece ser la norma que impera en este joven y espectacular valor Canadiense, y a partir de esta obra comenzar la espiral ascendente de la calidad del recital durante el resto de la noche.

Una imponente versión de “Gaspar de la Nuit” de Ravel,  una sucesión de tres “poemas” para piano basado en textos de Aloysius Bertrand, cerró la primera parte de manera espectacular. Plena de “canto”, sutilezas, “filigranas”, es decir, todo lo necesario para conquistar al público de manera definitiva. Y así pasar al comienzo de la segunda parte con “Morceaux de Fantaisie” (Piezas de Fantasía), del Op. 3 de Serguei Rachmaninoff. Cinco fragmentos que sintetizan una “Elegía”, en Mi bemol menor, escrita en el estilo de Chopin. Un Preludio, en Do sostenido menor. Una Melodía, en Mi mayor. “Polichinela” , en La mayor para recordar aquí al personaje de la comedia del arte mediante danzas de carácter Español   y culminar con una Serenata, en Re bemol mayor, momentos todos en los que Lisiecki se desenvolvió con absoluta comodidad y plenitud de medios.

  Las “Puntas” del concierto fueron al igual que hace tres años con Chopin. La constante en los cuatro trabajos que abordó del gran compositor Polaco, es que es una interpretación absolutamente viril, enérgica, para nada edulcorada, en donde  conmueve y mucho el apasionamiento que siente en cada nota que emite. Así tuvimos al comienzo los “Nocturnos” en Fa menor, Nº1 del Op. 55 y En Mi bemol mayor Nº 2  también del Op. 55 y culminar la noche con el Nocturno en Mi menor Nº1 del Op. 72 y  el “Scherzo” en Si menor, Nº 1 del Op. 20 redondeando una magistral faena que tuvo como correlato un único y sentido “Bis”:  un Schumann delicado y sutil que calzó a la perfección con el resto del recital.

Donato Decina

sábado, 16 de junio de 2018

Sorprendente recital de piano de Dejan Lazic en el Colón

UN EXQUISITO REPERTORIO Y UNA FILIGRANA PIANÍSTICA

            Puede que el título de esta nota suene muy rimbombante, pero es la impresión que no sólo sintió la que escribe, sino también el público y la crítica especializada que se dieron cita en el Colón el pasado lunes 11 del corriente, donde el pianista croata Dejan Lazic ofreció un recital dentro del 1° Ciclo de Abono del Mozarteum Argentino.
            El mencionado intérprete ofreció un programa dedicado enteramente a la obra de Franz Liszt (1811- 1886), pero no precisamente de sus obras más conocidas: la primera parte estuvo compuesta por la Rapsodia Húngara n° 18 en Fa sostenido menor, S.244/18, dos números de la suite Anées de Pélerinage (Años de Peregrinaje): Le jeux de l’eau à la ville d’Este (S.163/4, Libro III) y Venezia e Napoli (S.162, Libro II); Dos Czardás (S.225) y la Paráfrasis de Concierto sobre Rigoletto, de Verdi (S.434), mientras que la segunda, por transcripciones para piano sobre obras de Franz Schubert. el vals Capricho Soirées de Vienne n° 6 (S.427) y Erkönig (El Rey de los Alisios); de Mozart (Confutatis maledictis & Lacrimosa, del Réquiem del mencionado compositor) y Wagner (Muerte de Amor de Isolda, de Tristán e Isolda, S.447; “O du mein holder Abendstern” (Canción de la Estrella Vespertina) de Tannhäuser (S.444) y la Fantasía “Sancto Spirito Cavaliere”, de Rienzi (S.439). La única melodía propia del gran compositor húngaro fue su celebérrimo Sueño de Amor n° 3 (Liebenstraum) (S.541), que, pese a ser muy conocida –y, hasta cierto punto, trivial- sonó magníficamente bien; a tal punto, que muchos de los colegas presentes manifestaron que – en este caso particular- cuando una melodía archiconocida suena distinto, es un placer escucharla.
            Desde el primero hasta el último momento del recital, Dejan Lazic no sólo demostró una memoria prodigiosa- ejecutó todo el recital de memoria- sino además, una interpretación exquisita de todas las obras mencionadas anteriormente. El piano sonaba como una auténtica filigrana en los trinos, arpegios, pianissimi y prácticamente no hizo uso del pedal en los fortissimi. Unido esto a una extraordinaria pulsación y una excelente calidad interpretativa, se ha transformado en uno de los pianistas jóvenes de mayor renombre a nivel mundial. Eligió un repertorio para nada convencional, sumamente complejo y con obras que salen del programa habitual que se suele ofrecer en este tipo de recitales. El piano sonó limpio, sin excesos en los forti- un defecto que poseen algunos grandes del teclado- y con gran sutileza. La interpretación no sólo fue un auténtico placer para los oídos, sino también fina y delicada. 
            Después de semejante repertorio y semejante filigrana pianística, ofreció como bis las Piezas Fantásticas n° 1 y 2 de Dmitri Shostakovich- otra obra fuera de lo común dentro del repertorio de bises de un pianista famoso- , que sonaron magníficas.
La respuesta y el aplauso por parte del público fueron unánimes: ¡¡BRAVO!! Y a una le gustaría escucharlo en un futuro no muy lejano, acompañado por alguna orquesta de alto nivel, para apreciar su calidad interpretativa como virtuoso del teclado en alguno de los numerosos Conciertos para piano y orquesta de compositores menos conocidos (Scriabin, Sinding, Prokofiev, Saint- Saëns), dentro del marco que ofrece nuestro mayor Coliseo. 
                                                                          Martha CORA ELISEHT

jueves, 14 de junio de 2018


UN RECITAL SOBERBIO, PERO FALTO UNA “PIZQUITA” MAS.


Mozarteum Argentino, temporada 2018. Presentación del Pianista Dejan Lazic. Programa: Recital Liszt. Teatro Colón, 11 de Junio de 2018.

NUESTRA OPINION: MUY BUENO.

  Fue un estupendo recital, en donde Dejan Lazic mostró toda su categoría. Desde las sutilezas mas increíbles, hasta la energía máxima sín necesidad de abusos. Sín caer en el aporreo . Sin abusar de los pedales. Haciéndolo todo con inteligencia. Desde “Precalentar” con la “Rapsodia Húngara Nº 18” S. 244/18, aumentar la tensión con Dos Csárdás, S.225, pasar por algún momento de los cuadernos que conforman los “Anneès de Pèlerinage, S. 163/4, en este caso “Les jeaux d’eaux à la Villa d’Este”. Florearse con la paráfrasis de Concierto sobre “Bella Figlia dell amore” de “Rigoletto” de Verdi.  S. 434  Y retornar a “Aneès”, en este caso al Nº de catálogo S.162 sobre “Venezia e Napoli”, descriptas en tres momentos y cerrar de forma magistral la primera parte. La segunda parte estuvo compuesta por transcripciones para piano de otros compositores: Schubert, con el “Vals-Capricho Nº 6, S.427, que integra las “Soirées de Vienne” y “Erlkönig” (El Rey de los Alisos) S. 558/4, en la que no se necesitó a la voz para los énfasis ya que desde el piano Lazic dijo todo. Resaltar toda la carga dramática del “Confutatis Maledictus” y el “Lacrimosa” del catálogo S.550 tomado a su vez del Requiem Kv. 626 de Mozart. Transformar algo tan trivial en una obra para virtuosos el “Liebestraum” Nº 3 S.541 y tomar las trascripciones y/o fantasías en homenaje a su yerno, Richard Wagner,  comenzando con una conmovedora versión de la “Muerte de Amor” con la que culmina “Tristán e Isolda”, y que aquí lleva el S,447. Un noble intermedio con el recitativo y la “Canción de la Estrella Vespertina” de “Tannhäuser, S. 444 y cerrar con la “Invocación” del Quinto acto de “Rienzi”, con la que de modo espectacular culminó formalmente el concierto para, generosamente, entregarle al Público que sostenidamente lo aplaudió un “Encore” que rompió todos los moldes con dos de las tres “Danzas Fantásticas” de Dimitri Shostakovich.  Pues bien, a Ud. Le cabe todo el derecho a preguntarse: ¿Por qué califico solo como muy buena a la presentación?. Y yo le respondo con una pregunta: ¿Y la Sonata S. 178 en lugar de tantas transcripciones? ¿O alguna otra “Rapsodia”?. Esa es, a mi humilde entender la “Pizquita” que faltó.

Donato Decina

sábado, 9 de junio de 2018


SUPERARSE A SI MISMA EN CADA CONCIERTO

Concierto a cargo de la Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación, Director: Sebsatiano de Filippi. Con la participación del Coro Polifónico Nacional, Director: José María Sciutto. Solístas: Soledad de la Rosa (Soprano), Santiago Bürgi (Tenor), Martín Caltabiano (Barítono) y la intervención de Cesar Bustamante (Organo). Programa: Obras de Gianneo, Dvorak y Schubert. CCK-Sála Sinfónica, 06 de Junio de 2018.

NUESTRA OPINION: EXCELENTE.

  Asumir compromisos, desafíos e irlos superando manteniendo siempre la calidad en los resultados artísticos. Ese es a mi juicio el saldo que deja esta visita que la Orquesta de Camara del Congreso de la Nación ha hecho a la Sála Sinfónica del CCK, acaso el único ámbito de importancia de la Ciudad de Buenos Aires en el que le faltaba presentarse. Y lo hizo con un programa de exigencia, con una archiconocida obra central, un clásico Argentino en el comienzo y una prácticamente desconocida obra para las salas de conciertos de un verdadero gigante de la música. Sumado a Ello, la participación del mejor Coro Estable Argentino, tres solistas de fuste y un importante Maestro para desgranar las notas en el imponente órgano Klais de la sala. Interesante de punta a punta.

  El inicio nos trajo la interpretación de “Tres Piezas Criollas” de Don Luís Gianneo,  de quien (como se sabe) se cumple este año el cincuentenario de su fallecimiento (al igual que otro grande, Juan José Castro). Son ellas: “Tríste”, la celebérrima “Criolla” (Tan célebre como “El Tarco en Flor” o el “Concierto Aymará”) y el cierre con el no menos famoso “Lamento Quichua”. Sebastiano de Filippi tuvo la virtud de hacer “Cantar” al conjunto en todo momento, con un tempi mas que interesante en la “Criolla” y un cierre profundo y muy reflexivo en el “Lamento Quichua”. Siempre estas páginas son  mas que bienvenidas. No solo por hacerlas, sino para recordarle al público de la existencia de ellas cumpliendo una misión que hoy por hoy solo mantiene a la par la Orquesta Nacional de Música Argentina “Juán de Dios Filiberto” y de la que ni la Sinfónica Nacional, y mucho mas aun la Filarmónica de Buenos Aires se ocupan hoy en día (Que lejanos están los días en los que esta última Orquesta mencionada iniciaba sus Conciertos en el Colón con obras deCompositores Nacionales sean estos estrenos o reposiciones.

   Una espectacular, profunda y muy reflexiva versión de la Serenata para Cuerdas de Antonin Dvorak culminó la primera parte. Momentos muy intensos, pasajes de brillo y alto vuelo interpretativo en los que De Filippi hizo “Florear” a la agrupación con un maravilloso e intenso remate en el Allegro Vivace final. Y aquí cabe decir que siendo obras muy conocidas del repertorio camaristico la exigencia es mayor tanto para el grupo como para con la vara con la que el público y quienes tenemos la misión de Opinar medimos la versión, y aquí la agrupación superó con creces el objetivo.

  El cierre nos trajo al gran Franz Peter Schuert y su Misa en Sol mayor para Solistas, Coro, Organo y Orquesta del catálogo D.167, obra que cuenta con el Ordinario normal de misa, lógicamente con textos en latín (faltaba más de un siglo para el Concilio Vaticano II, obra de San Juan XXIII).

  Varios ingredientes “fuertes” dieron lustre a la versión ofrecida. En primer lugar la presencia del Coro Polifónico Nacional, acaso la mejor agrupación oficial en su tipo hoy por hoy en el país. Conducido de manera sabia por José María Sciutto y dispuesto por detrás del conjunto instrumental en el escenario de manera semi-circular, prescindiendo de su lugar en la bandeja superior de la sala , desarrolló una “inmaculada” faena con el brillo y la solidez que le son reconocidas. Una descomunal Soledad de la Rosa (Que a mi juicio atraviesa el mejor momento de su carrera), un interesante Santiago Bürgi en sus dos intervenciones y un muy efectivo Martín Caltabiano, junto a la muy equilibrada participación de Cesar Bustamante al comando del Organo. De Filippi aquí logró el justo punto en la interpretación sín que nadie esté por sobre los demás, lo que redundó un un formidable trabajo de Equipo en el que todo el conjunto (Orquesta, Coro, Solistas, Organo) se prodigó de manera extraordinaria, haciendo justcia con un gigante de la música y honor a una obra injustamente relegada.

Donato Decina

viernes, 8 de junio de 2018


OTRA OPTICA SOBRE UN MISMO ESPECTACULO

Teatro Colón, Temporada 2018, Opera: “Aida”, en cuatro actos, Música de Giuseppe Verdi con Libreto de Antonio Ghislanzoni sobre idea de Auguste Mariette y Camille du Locle. Elenco: Latonia Moore (Aída), Ricardo Massi (Radamés), María Luján Mirabelli (Amneris), Mark Rucker (Amonasro), Roberto Scandiuzzi (Ramfis), Lucas Devebec-Mayer (El Rey), Marisu Pavón (La Sacerdotisa), Raúl Iriarte (Mensajero). Bailarines Solistas: Federico Fernández – Paula Cassano. Coro Estable del Teatro Colón: Director Miguel Martínez, Ballet Estable del Teatro Colón, Directora: Paloma Herrera. Orquesta Estable del Teatro Colón. Concepción Escénica y Diseño de Escenografía: Roberto Oswald (Producción año 1996). Repositor de Escenografía: Christian Prego, Diseño de Iluminación: Rubén Conde. Coreografía: Alejandro Cervera. Dirección Musical: Carlos Vieu. Repositor Escénico y Diseñador de Vestuario: Anibal Lápiz. Función del 05 de Junio de 2018.

NUESTRA OPINION: MUY BUENO.







  El Colón festejó sus 110 años con la reposición de su título emblemático: “Aída”. Cada vuelta del gigantesco trabajo verdiano genera enormes expectativas, no solo por lo escénico sino que también por lo musical. Siempre se espera “Opulencia Escénica” y elenco de primerísima línea. Es algo así como que en su título emblemático el Colón debe darlo con todas las de la ley. Mucho se ha hablado en el transcurso de los últimos años (en especial desde el cierre del año 2006 de la sala para el plan de restauración [del que se presume aún está inconcluso]) sobre cómo encarar este título. Se llegó a decir hace una década atrás que existía la firme intención de reabrir la sala ya restaurada con una puesta facilitada por el Teatro Real de Madrid y con la participación de la Orquesta  y Coro Estables del Teatro Alla Scala de Milán, figuras internacionales y la Batuta de Ntro. Daniel Barenboim. Una polvareda feroz se levantó en torno a estos dichos, los que conllevaban la exclusión para ese momento trascendente de los Cuerpos Estables de la Casa. Caída la primera Administración del Colón bajo el signo del actual oficialismo de la Ciudad, se siguió hablando de la puesta de Madrid (El extínto Gerard Mortier [por ese entonces titular de la sala Madrileña] había anunciado que esa puesta era facilitada al Colón) hasta que finalmente nos enteramos que la reapertura sería con “La Boheme” de Puccini (Curiosamente también presente en la actual temporada) y que Aída, al igual que el Requiem de Verdi sería hecha sí por la gente de  “La Scala”, pero ya en versión de concierto y con Barenboim en el podio, lo que hizo posible que al menos por una vez pudiéramos escuchar en vivo al malogrado Salvatore Licitra y conocer a voces de Primer y Segundo circuitos mundiales como Oksana Dyka, Ekaterina Grubanova, Kuangwul  Chul y Andersej Dobber, comprobar el extraordinario nivel de los Cuerpos Estables de la Casa Milanesa y ratificar la inmensa concepción verdiana de Ntro. Compatriota y, mas aun, la confraternización entre los Cuerpos Estables de Ambos Teatros (que incluyó un comunicado de coincidencias totales entre los Delegados Gremiales Italianos y Argentinos) y un ágape servido al final del último concierto con el “Requiem” Verdiano (El que también se realizará este año en Julio) en el Backstage del Escenario, al que quien esto escribe pudo presenciar. Desde ese punto y para atrás, recordar que en el estreno de la Producción que nuevamente sube ahora a escena participó una voz de la importancia de Michael Sylvester. La anterior producción del tándem Oswald-Lápiz de 1989 con Silvia Mosca-Giuseppe Giacomimi y la Extinta Elena Obratzova, junto a valores locales, la batuta del “Patrón de la Estable” el gran Miguel Angel Veltri, y su posterior reposición al año siguiente con Adelaida Negri-Liborio Simonella-la ya por entonces muy veterana pero muy efectiva Fiorenza Cossotto y el “eterno” Nino Meneghetti (este en esas dos ocasiones) en los roles centrales, con  la Dirección de Reinaldo Censabella,  y aún mas atrás en ocasión del 75 aniversario, con la Escenografía de Oswald de la puesta de ¡1966! (recuérdese que hablo de 1983) y Dirección Escénica ahora plena de este inmenso artista, con un primer elenco compuesto por Natalia Trotskaya, Maurizio Frusoni, Janice Meyerson, Fernando Texeira y (por supuesto) Meneghetti, con la inmensa batuta del inolvidable “Tío” Franz Paul Decker (Lo llamo así ya que si Héctor Cámpora era el Tío [porque la juventud de entonces decía que era el Hermano de Perón], Decker, que conoció nada menos que a Richard Strauss en casa de su Maestro de Música bien podía también hacerse acreedor al mismo apodo) y un elenco nacional que cantó el segundo cuadro del segundo acto en la gala de honor, presidida a cinco meses del acto comicial que nos devolvió la Democracia para Siempre, por el último Presidente “de facto” el recientemente fallecido Reynaldo Bignone. Los enormes Mabel Veleris y Liborio Simonella encabezaron el elenco y “Nano” Censabella  en el podio tuvo la responsabilidad de la Dirección Musical.

  De mas está decir que quienes conocimos a Oswald sabemos de sus concepciones escénicas y que ya sabemos lo que vamos a ver en las mismas. Y los que no lo conocieron, tuvieron la oportunidad tanto en la Tosca de 1996, como en “Adriana Lecovereur” el año pasado de ver el trabajo realizado por su fiel y leal colaborador, Aníbal Lápiz, respetuoso de la esencia y, por supuesto, consustanciado hasta con los mínimos detalles y entonces la opulencia que el título reclama, el Vestuario de calidad suprema, la Escenografía, rescatada por Christian Prego, conteniendo todo lo que debe contener. y un ajustadísimo diseño lumínico de Ruben Conde (anteriormente era el propio Oswald quien lo formulaba), muy eficaz. que permitió resaltar la belleza escénica de la propuesta. En cuanto a la marcación escénica, todos los cantantes supieron actuar, expresar y moverse con amplísima soltura sobre el escenario.
  Completando lo visual, en los cuadros de ballet  se puso “toda la carne en el asador”, con magnificas coreografías de Alejandro Cervera y una pareja protagónica de Lujo con Paula Cassano y Federico Fernández encabezando el Cuerpo de Baile(Pocas veces una figura de la talla de Fernández encabezó el Ballet de una Opera).

 El Coro Estable se prodigó a pleno y lució magníficamente preparado por Miguel Martínez.

  En lo musical, Carlos Vieu al frente de la Estable le ofreció al Colón su mejor trabajo.  Tuvo matices, conexión con el palco escénico, detalles.  Rescató toda la paleta de color orquestal con la que cuenta la partitura. Estuvo a la altura del desafío y del Colón, retribuyendo así  a la confianza que el Teatro depositó en El a la hora de convocarlo para este espectáculo.

  Y en lo vocal, Ricardo Massi trazó un Radamés demasiado personal. La Romanza “Celeste Aída” fue expuesta con un raro fraseo, dosificando en demasía su respiración. Tanto fue su preocupación por dar el agudo final en “Vicino al Sol”,  que llegó para cortarlo de inmediato ya que no lo podía sostener. Pareció asentárse con el transcurrir de la representación, en donde actuó con corrección y al final del tercer acto se prodigó en el fiato, mirando al público como para que Este vea que tiene capacidad de hacerlo. No me pareció atinada la actitud y en todo caso su Radames quedó a mitad de camino. Otro tanto le cabe a Mark Rucker en el rol de Amonasro. Fraseo muy entrecortado, timbre bastante ingrato. Mitigó con actuación sus carencias vocales. En cambio se pudo apreciar a un muy correcto Raúl Iriarte como el Mensajero,  a una espléndida Marisu Pavón como la Sacerdotisa y a un Lucas Debevec-Mayer plenamente asentado como El Rey. Y lo mejor provino de atrás hacia adelante en el orden de merito  por el inmenso Roberto Scandiuzzi que con total sabiduría, posesión de Medios Vocales y actorales y una imponente presencia escénica trazó un extraordinario Ramfis (Sumo Sacerdote). Luego una María Luján Mirabelli en la mejor actuación que Yo le recuerde en el Colón:  garra, apasionamiento, recursos actorales estupendos, presencia escénica, registro vocal sólido. Se hizo cargo del rol para el elenco titular por indisposición de Nadia Krasteva desde la función del Domingo 3 y como se puede apreciar, le devolvió con creces al Teatro su designación. Y por último una formidable Latonia Moore como Aída, con voz de estupendo caudal, muy buena actuación (no hace falta medir 90-60-90 para ser Aída y la desagravio por los conceptos de mal gusto que de Ella se vertieron en una página de la red social Facebook), proyección de agudos “Acerados”, estando a la altura del compromiso.

  En el balance final, fue un trabajo satisfactorio por el cual el Colón celebró una década mas de existencia, y mas allá del par de defecciones vocales señaladas, salimos ampliamente satisfechos del Teatro.   

Donato Decina