lunes, 17 de agosto de 2020

 

Monumental transmisión histórica por streaming de “LUISA MILLER” desde el Met

 

UN MAGNÍFICO THRILLER PSICOLÓGICO

Martha CORA ELISEHT

 

            Por definición, un thriller es una obra cuya trama se basa en la conjunción de intrigas y suspenso mediante coacción o presión psicológica ejercida sobre el protagonista. Si bien Alfred Hitchcock fue el gran mentor de este género, tuvo un predecesor: nada más ni nada menos que Giuseppe Verdi con una de sus óperas menos representadas: LUISA MILLER, que se ofreció en una histórica transmisión por streaming desde el Metropolitan Opera House de New York en el día de la fecha con puesta en escena de Nathanaiel Merrill, escenografía de Attilio Colonnello, vestuario de Charles Caine e iluminación de Gil Wechsler. Además, contó con la participación de David Reppa como diseñador invitado, mientras que la dirección de la Orquesta y Coro Estables de la institución estuvieron a cargo de James Levine y David Stivender, respectivamente.

            Esta transmisión data de 1979 y fue editada en video por el sello alemán Deutsche Grammophon, cuyo elenco estuvo compuesto por los siguientes cantantes: Renata Scotto (Luisa Miller), Plácido Domingo  (Rodolfo), Sherill Milnes (Miller), Bonaldo Giaiotti (Conde Walter), James Morris (Wurm), Jean Kraft (Duquesa Federica), Ariel Bybbe (Laura, amiga de Luisa) y Dale Caldwell (Mensajero). Y tal como en otras transmisiones históricas del Met, el material fílmico y sonoro se conservó en perfecto estado.

            Este auténtico thriller psicológico lleva el número 15 de la producción verdiana y marca el final de su primer período como compositor. Por lo tanto, conjuga elementos de intenso dramatismo con arias donde impera el bel canto, pero también se insinúa la transición hacia el verismo. Fue estrenada en el Teatro San Carlo de Nápoles en 1849 y el libreto fue escrito por Salvatore Cammarano sobre una novela de Friederich von Schiller (Kabale und Liebe: Intriga y amor),           donde la protagonista se debate entre su amor por Rodolfo –hijo del Conde Walter- y su padre, quien ha sido tomado como prisionero por orden del Conde. A su vez, el cortesano Wurm está enamorado de ella  y le dice que puede salvar a su padre escribiendo una carta donde manifiesta que su amor por Rodolfo fue falso y que está enamorada de él.  Ante semejante presión, su felicidad se ve truncada y sólo desea morir. Recién en la última escena se descubre el complot previamente urdido, pero ya es demasiado tarde. Por lo tanto, constituye un magnífico ejemplo del género mencionado previamente.

            La magnífica régie implementada por Nathanaiel Merrill se basa en una puesta en escena clásica, donde la obra transcurre a fines del siglo XVII en las montañas del Tirol. Para festejar el cumpleaños de Luisa, el Coro y la protagonista aparecen con trajes de aldeanos portando guirnaldas de flores, mientras Miller aparece caracterizado como un anciano que ha logrado buena posición como ex soldado del Conde, usando bastón y vestido a la moda centroeuropea de aquella época, con traje a saco y chaleco marrón. Por su parte, la protagonista usa un traje de aldeana con falda beige con galones ricamente bordados, chaleco marrón con vivos dorados, blusa blanca y guirnalda de encaje sobre su cabeza. Cuando aparece Rodolfo, lo hace como el aldeano Carlo y usa los mismos colores que la protagonista, mientras que el malvado Wurm lo hace con un traje marrón con doble hilera de botones. Ya en la segunda escena, los protagonistas y el Coro lucen vestimentas típicas de la nobleza de aquel entonces. Magnífico el vestido de la Duquesa Federica en terciopelo labrado con cuello isabelino, mientras que los caballeros lucen capas sobre sus respectivos trajes. Y para el final, Luisa aparece con un vestido negro con blusa gris, traduciendo perfectamente su atroz estado de ánimo. La escenografía alterna entre las diferentes escenas en que se divide la obra (aldea tirolesa, casa de Miller y castillo del Conde) y no sufren demasiados cambios durante los tres actos que integran la misma.

            Pudo apreciarse a un muy joven – y entusiasta- James Levine en el podio, que ejecutó magníficamente bien el célebre Preludio antes del 1° Acto, ganándose el aplauso de la audiencia. Asimismo, supo imprimir su sello característico a la orquesta, brindando vuelo, dramatismo y equilibrio sonoro a la vez. Y acompañó perfectamente a los solistas en las arias de mayor intensidad dramática. Por su parte, el Coro desempeñó también un muy buen papel, destacándose desde el inicio  tanto en las arias festivas como en las de mayor dramatismo –cuando Miller ha sido tomado prisionero y acompañando a Luisa en su dolor al inicio del 3° Acto-. Si bien es una ópera donde hay escasez de roles secundarios, el tenor Dale Caldwell y la mezzosoprano Ariel Bybbe ejercieron una muy correcta interpretación del Mensajero y Laura –amiga de Luisa-. Y la contralto Jean Kraft posee un estupendo color tonal, un muy buen fraseo y una línea de canto que le permitieron componer a la Duquesa Federica sin dificultades. Se lució en su cavatina y en el dúo del 1° Acto junto a Rodolfo (“De la parola amara perdona al labbro mío”), al igual que en el cuarteto del 2° Acto junto al Conde, Wurm y Luisa. Aquí se puede hacer un análisis interesante: predominan 3 voces graves –los poderosos, representando la maldad y la oscuridad mediante un complot-  sobre una aguda (Luisa), que representa lo contrario –una aldeana humilde, bondadosa, transparente, que no tiene nada que ocultar y que es capaz de sacrificar su amor para salvar a su padre de la prisión-. Este cuarteto sonó magistralmente merced a la extraordinaria calidad interpretativa de los cantantes. James Morris encarnó al malvado e intrigante Wurm desde el inicio, pero fue en el dúo junto a Bonaldo Giaiotti donde más se destacó, ya que decide sellar su destino al del Conde (“L’alto retaggio non ho bramato”). Ese dúo entre los dos bajos recibió la ovación del Met al finalizar el mismo. Por su parte, el gran bajo italiano se destacó desde su aparición en escena (“Il mio sangue la vita darei”) y en el dúo y cuarteto mencionados anteriormente. Sus espléndidas dotes histriónicas hicieron el resto para componer al omnipotente e inflexible Conde, deseoso de imponer su voluntad a cualquier precio.

            ¿Qué se puede decir de un barítono de los quilates de Sherill Milnes?... Miller fue el rol que lo catapultó a la fama internacional y ha sido uno de los mayores intérpretes del mismo.  Su impecable fraseo, su línea de canto y su voz melodiosa sonaron perfectamente desde su primera aria (“Sacra la scelta é d’un consorte”) y la confirmación de su sospecha respecto del pretendiente de Luisa (“Ah! Fu giusto il mio sospetto”), que se lo confirma en la 3° escena del 1° Acto (“Mio temor non era in vano”).  Una vez liberado en el 3° Acto, el conmovedor dúo entre padre e hija (“La filia, vedi, pentita”) fue de una exquisitez sublime –donde se puede establecer un paralelismo con el dúo entre Rigoletto y Gilda, que demuestra el amor y la preocupación de un padre frente a su hija- y recibió una ovación de aplausos. Lo mismo sucedió con el monumental trío donde Luisa pide a su padre que la bendiga antes de morir (“Padre, ricevi l’estremo addío”), mientras él se desespera al ver que su única hija se está muriendo (“O, figlia, o vita del cor paterno!”) y Rodolfo le pide que lo perdone (“Ah! Tu perdona il fallo mio”). Una actuación magnífica, que se vio coronada por innumerables aplausos y vítores. Lo mismo sucedió con el gran Plácido Domingo –con cabello y barba rubios para interpretar al hijo del Conde- , que brindó un Rodolfo sublime desde su aparición en el dúo con Luisa (“T’amo d’amor qu’esprimere”), al confrontar a su padre y amenazarlo en la 3° escena del 1° Acto, donde se produce un soberbio cuarteto (Luisa, Rodolfo, el Conde y Miller), en el mencionado dúo con Federica  y en el aria más famosa de la ópera (“O si negar potesse… Quando le sere al placido”), al igual que en la cavatina final del 2° Acto (“L’ara o l’avella aprestami”), el monumental dúo con Luisa tras beber el agua envenenada, donde ella le confiesa la verdad (“Ah! Piangi il tuo dolor”) y la escena final tras matar a Wurm, dirigiéndose a su padre antes de morir (“La pena tua mira”). Su magistral interpretación le valió la ovación del Met al final, con la interminable lluvia de flores desde los palcos. Y Renata Scotto hizo una sublime interpretación del rol protagónico desde todo punto de vista desde su aparición en escena (“Lo vidi e’l primo palpito”), mostrándose feliz y despreocupada al interpretar su cavatina y el dúo de amor ya mencionado. Posteriormente, su alegría se transformará en dolor ante ver prisionero a su padre más la coerción ejercida por Wurm al escribir la carta (“Tu puniscimi, o Signore”), donde hizo gala de sus espléndidos agudos en un aria de gran intensidad dramática, al igual que en la cabaletta donde lo maldice  (“A brani, a brani, o pérfido!”). Independientemente de las escenas ya mencionadas, su cavatina del 3° Acto (“La tomba e un letto sparso di fiori”) fue soberbia. Al finalizar el dúo con su padre, el Met aplaudió a rabiar antes de terminar el aria. Lo mismo ocurrió en el impresionante trío final.

            Gracias al streaming, una vez más se pudo disfrutar de un espectáculo de gran jerarquía, con un elenco de primerísimo primer nivel para dar vida a este thriller psicológico verdiano. Un auténtico precursor del género que tanto gusta y atrapa a miles de espectadores hecho ópera, con la monumental música del genio de Roncole.

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