SOLO
RAMALAZOS
Orquesta
Sinfónica Nacional: Director: Jordi Mora, Solistas: Laura Penchi (Soprano),
Alejandro Meerapfel (Barítono), Víctor Torres (Barítono), Ricardo González
Dorrego (Tenor), Carlos Esquivel (Bajo), Mario de Salvo (Bajo), Fabiola Masino
(Soprano), Maico Chia I Hisiao (Tenor), Laura Domínguez (Soprano), María Luisa
Merino Ronda (Mezzosoprano), Liliana Taboada (Contralto). Coro Polifónico
Nacional, Director: Ariel Alonso. Coro Nacional de Niños, Directora: María
Isabel Sanz. Programa: Robert Schumann: “Escenas Para El Fausto de Goethe”.
CCK-Sala Sinfónica, 20 de Octubre de 2017.
NUESTRA OPINION: BUENO.
Sin ningún
lugar a dudas abordar una obra que para Schumann fue tan ambiciosa, que tanto
le costó componer entre 1844 y 1853 (en medio de depresiones, sinsabores y
crisis nerviosas) y a la que en el mundo muy pocos Directores se le atreven, es
una invitación a la concurrencia, a entregarse a la escucha y por supuesto la
lógica pretensión de disfrutar de la misma. Una muy interesante cantidad de
espectadores se dio cita en el CCK (algo menos en cantidad de los que la
Filarmónica de Buenos Aires congregó en el mismo lugar 24 hs. antes) dispuestos
a afrontar la obra que Jordi Mora, el Docente, Preparador y Director de
Orquesta Español (y animador permanente del Camping Musical “Santa María de la
Armonía”, en Cobo, cercano a Mar del Plata durante Ntros. Veranos), decidió
presentar junto a la Sinfónica Nacional, el Coro Polifónico Nacional y el Coro
Nacional de Niños, mas un calificado número de voces solistas que lleva la obra,
seleccionados entre interpretes consagrados, valores del Teatro Colón y voces
del propio Polifónico.
Previo al
comienzo del Concierto, los integrantes de la Sinfónica ingresaron al escenario
en ropa de calle y con cintas argentinas anudadas en sus instrumentos. Faltaban
muchos atriles por cubrir. La Violonchelista María Eugenia Castro Tarchini,
micrófono en mano, informó al público que quienes estaban en ese momento en el
escenario eran los instrumentistas titulares. Que faltan resolver problemas muy
importantes en la discusión paritaria salarial, sumado a un atraso notorio en
el pago de cachets a los Directores invitados y a los instrumentistas de la
propia Orquesta que actuaron en calidad de solistas. Que falta un convenio
escrito por el cual el Sistema Nacional de Medios le garantice al Ministerio de
Cultura que la Sála Sinfónica del CCK y dependencias aledañas sean sede
permanente de la Orquesta y, lo fundamental, que fuera de escenario estaban los
músicos contratados que cubren vacantes, que llevan mucho tiempo sin cobrar sus
facturas por las prestaciones ya brindadas
y que aun así brindarían lo mejor para posibilitar la excelencia de la
versión a escuchar. Durante la previsible catarata de aplausos que sobrevino a
estas palabras, ingresaron entonces los contratados y, luego sí, todos a sus
atriles a iniciar el concierto.
Un déficit que
se ha ido incrementando en los últimos tiempos en el CCK es el de la
insuficiente cantidad de programas impresos. Quien llegue sobre la hora verá
que casi siempre el personal de sala ya se encuentra con las manos vacías y no
aparecen mas cajas con programas. Si tenemos en cuenta que la sala se hallaba
cubierta en un 60 %, es una carencia demasiado notoria. También a ello hay que
sumar que desde hace un tiempo en esos programas no hay comentarios de las
obras. ¿Deudas con los musicólogos?. Tampoco como en otros tiempos escriben los
integrantes de la Asociación Argentina de Musicología. Ojalá se supere este
tema y que no solo el programa se limite a mencionar autoridades, la nómina de
integrantes de los Cuerpos Estables que se presentan en cada concierto, y los
nombres y semblanzas de Directores Invitados y Solistas, sino que se incluyan
los comentarios de las obras a escucharse. Ese déficit fue en parte paliado por
un comentario preparado, leído por micrófono por el cantante Guillermo Gutkin
(integrante del Coro Polifónico Nacional),. De manera sencilla y directa se
puso al público en sintonía con lo que se iba a escuchar.
La versión se
interpretó en dos partes, la primera con la Obertura y las seis Escenas que
componen la primera parte de “Fausto”, con el encantamiento de Fausto y
Margarita. La Consumación del Amor entre ambos. La muerte que Margarita le ha
dado a su bebé surgido de su relación con Fausto (concebido en pecado). La
Muerte de la propia Margarita y las apariciones fantasmagóricas de Mefistófeles
, y, por último, la amarga soledad del protagonista y la entrega de su alma al
Diablo. La Segunda parte arranca con el ascenso de Margarita a los cielos, los
comentarios de otros personajes secundarios como el Pater Esctacticus, el Pater
Profundus, Una Penitente, la Mujer Samaritana, la Madre Gloriosa, los Coros de
Angeles, por citar a parte de los personajes de esa parte de la trama y el rol
fundamental que le cabe al Doctor Marianus en la síntesis del final de esa
segunda parte.
Para abordar
ambas partes, el Director dispuso la ubicación
de los interpretes en diferentes sectores del escenario. No todo resultó
eficaz. En la primera parte los tres protagonistas centrales (Fausto, Margarita
y Mefistófeles) se ubicaron por delante de la orquesta. Y en la segunda, tanto
el Tenor como el Barítono principal lo
hicieron también en el mismo lugar. En la mayoría de las ocasiones los interpretes
debieron esforzarse al máximo ya que la orquesta virtualmente se “tragaba” a
las voces y si tenemos en cuenta que algunos de ellos tenían asignados también
los pasajes de roles secundarios, el ir
y venir por el escenario resultó ampliamente molesto. En cambio el resto de
interpretes de roles co-primarios al estar ubicados por detrás de la orquesta
proyectaron sus voces de mejor forma, por lo que se los escuchó a pleno. Es
evidente que todos deberían haberse ubicado por detrás. Otro acierto lo constituyó
la ubicación en un plano mas elevado del Coro Nacional de Niños, aprovechando
la posibilidad de los elevadores por sectores con los que cuenta el escenario
de la Sala Sinfónica del CCK. La emisión se escuchó óptima. Y aunque parezca
una mención algo “frívola”, ¿era necesario que las voces femeninas (que
mayoritariamente tienen intervenciones menores), hicieran cambio de vestuario
en el intervalo?. Dio la impresión que importó mas la pasarela que el canto.
Y entonces
yendo definitivamente al plano musical, digamos que las intervenciones de los
dos coros fueron sencillamente estupendas. En el caso del Polifónico Nacional,
se justifica con creces la contratación de Ariel Alonso como titular. La
agrupación está volviendo por sus fueros. El ajuste, el empaste en la
concertación. El hecho de que el propio Director estuviera como un integrante
mas y cantando a la par (acompañando a los suyos) y marcando las ubicaciones
finales en cuanto a los dos sectores de ángeles que tiene la obra (los jóvenes
y los mas perfectos) en el sector de Coro ubicado un nivel mas arriba por sobre
el escenario. Todo estuvo allí magníficamente ajustado. Y en cuanto al Coro
Nacional de Niños, María Isabel Sanz, su titular, es una magnífica continuadora
de la encomiable labor que Vilma Gorini, acompañada por su esposo René
Teseo llevaran a cabo desde la creación
misma del conjunto. Tiene excelente ajuste, magnífico empaste y sus miembros
tienen un conocimiento musical de excelencia. Un fragmento de la parte final
lleva la actuación de un cuarteto de niños solistas y los elegidos (a los que
dicho sa de paso ninguna información los mencionó) hicieron su parte con
absoluta solvencia.
Ahora vayamos
a los solistas. Separo claramente en protagónicos y secundarios. De los
primeros, sin dudas Victor Torres con su reconocido oficio dio lustre a su
intervención en la segunda parte. Técnica impecable, dicción, belleza tímbrica.
Ricardo González Dorrego sobresalió magníficamente, sobrepasando claramente con
su voz al volumen de la Orquesta. Sigue siendo el interprete ideal para este
tipo de repertorio. Alejándro Meerapfel asumió el rol protagónico del Doctor
Fausto. Lo hizo con entrega absoluta, buen timbre y debió llegar a zonas muy
agudas de su voz para sobrepasar a la orquesta. Entregó todo. Carlos Esquivel
como Mefistófeles nos recordó a todos que es un interprete de fuste al que
sería bueno verlo mas seguido en opera y conciertos. Voz cavernosa y profunda
cumplió con creces, de la misma manera que como Pater Profundus en la segunda
parte. Laura Penchi trazo con corrección a Margarita, aunque se la vio mas
cómoda en la segunda parte, ya como la Penitente. Debería replantear si se
conviene seguir intentando abordar roles de tinte mas dramático, cuando su
registro parece seguir siendo lírico donde se la ve con mayores soltura y
comodidad.
En los roles
secundarios, Fabiola Masino entregó su calidad acostumbrada. Mario de Salvo con
muchísima corrección en sus participaciones. María Luisa Merino Ronda con
máxima solvencia y tanto Maico Chia I
Hisiao como Liliana Taboada lo hicieron con justeza.
Para el final
la concertación, Jordi Mora viene desde hace años al País para efectuar
seminarios de interpretación y las ya
mencionadas academias de verano de Santa María de la Armonia en las especialidades
de Música Litúrgica y Oratorio. Ha dirigido tanto en Europa como en América y
les es muy reconocida su capacidad como Maestro Preparador. Y de ahí ya
partimos en que estuvo acertado en la ubicación de algunos solistas y el Coro
de Niños. En cambio la interpretación o concertación es una materia aún
pendiente, mas siendo ya un veterano
en estas lides. Ya lo percibimos años
atrás con una Misa de Bruckner junto a la Sinfónica y el Polifónico en el
Auditorio de Belgrano. Exhibe siempre ajuste. A veces logra momentos de tensión
y brillo y aquí se los percibió, pero da siempre la impresión que nunca termina
de mimetizarse con los compositores que aborda. Cuando lo hizo con Bruckner
siempre se mantuvo en un enfoque litúrgico sin enfocarse
en el estilo del compositor. Y aquí con Schumann, ocurrió otro tanto. Su
visión fue mas la de Oratorio y hubo muy poco de Schumann. No se entiende la
carencia de apasionamiento, de lirismo y hasta de garra en muchos pasajes. Otro
tanto ocurrió con los “tempi”, como en el final en que fueron extremadamente
aletargados, por lo que esos pasajes adquirieron una lentitud insoportable. La
primera parte le insumió una hora con veinte minutos. Casi la mitad de la
concurrencia se retiró. La segunda rondó la hora y diez, con lo que sumados el
intervalo de alrededor de quince minutos y la protesta y los comentarios
iniciales de comienzo llevaron la duración total a casi tres horas de duración
de las que estimo que con los “tempi” que Mora adoptó, estiraron la
interpretación alrededor de unos diez a quince minutos. Por eso es que digo en
el título de esta crónica es que la interpretación tuvo solo “ramalazos” de
Schumann. Tal vez con un concertador de mayor peso, si es que se presenta otra
oportunidad, pueda disfrutarse de esta obra a pleno.
Donato Decina
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