jueves, 26 de octubre de 2017

SOLO RAMALAZOS


Orquesta Sinfónica Nacional: Director: Jordi Mora, Solistas: Laura Penchi (Soprano), Alejandro Meerapfel (Barítono), Víctor Torres (Barítono), Ricardo González Dorrego (Tenor), Carlos Esquivel (Bajo), Mario de Salvo (Bajo), Fabiola Masino (Soprano), Maico Chia I Hisiao (Tenor), Laura Domínguez (Soprano), María Luisa Merino Ronda (Mezzosoprano), Liliana Taboada (Contralto). Coro Polifónico Nacional, Director: Ariel Alonso. Coro Nacional de Niños, Directora: María Isabel Sanz. Programa: Robert Schumann: “Escenas Para El Fausto de Goethe”. CCK-Sala Sinfónica, 20 de Octubre de 2017.

NUESTRA OPINION: BUENO.

  Sin ningún lugar a dudas abordar una obra que para Schumann fue tan ambiciosa, que tanto le costó componer entre 1844 y 1853 (en medio de depresiones, sinsabores y crisis nerviosas) y a la que en el mundo muy pocos Directores se le atreven, es una invitación a la concurrencia, a entregarse a la escucha y por supuesto la lógica pretensión de disfrutar de la misma. Una muy interesante cantidad de espectadores se dio cita en el CCK (algo menos en cantidad de los que la Filarmónica de Buenos Aires congregó en el mismo lugar 24 hs. antes) dispuestos a afrontar la obra que Jordi Mora, el Docente, Preparador y Director de Orquesta Español (y animador permanente del Camping Musical “Santa María de la Armonía”, en Cobo, cercano a Mar del Plata durante Ntros. Veranos), decidió presentar junto a la Sinfónica Nacional, el Coro Polifónico Nacional y el Coro Nacional de Niños, mas un calificado número de voces solistas que lleva la obra, seleccionados entre interpretes consagrados, valores del Teatro Colón y voces del propio Polifónico.

  Previo al comienzo del Concierto, los integrantes de la Sinfónica ingresaron al escenario en ropa de calle y con cintas argentinas anudadas en sus instrumentos. Faltaban muchos atriles por cubrir. La Violonchelista María Eugenia Castro Tarchini, micrófono en mano, informó al público que quienes estaban en ese momento en el escenario eran los instrumentistas titulares. Que faltan resolver problemas muy importantes en la discusión paritaria salarial, sumado a un atraso notorio en el pago de cachets a los Directores invitados y a los instrumentistas de la propia Orquesta que actuaron en calidad de solistas. Que falta un convenio escrito por el cual el Sistema Nacional de Medios le garantice al Ministerio de Cultura que la Sála Sinfónica del CCK y dependencias aledañas sean sede permanente de la Orquesta y, lo fundamental, que fuera de escenario estaban los músicos contratados que cubren vacantes, que llevan mucho tiempo sin cobrar sus facturas por las prestaciones ya brindadas  y que aun así brindarían lo mejor para posibilitar la excelencia de la versión a escuchar. Durante la previsible catarata de aplausos que sobrevino a estas palabras, ingresaron entonces los contratados y, luego sí, todos a sus atriles a iniciar el concierto.

  Un déficit que se ha ido incrementando en los últimos tiempos en el CCK es el de la insuficiente cantidad de programas impresos. Quien llegue sobre la hora verá que casi siempre el personal de sala ya se encuentra con las manos vacías y no aparecen mas cajas con programas. Si tenemos en cuenta que la sala se hallaba cubierta en un 60 %, es una carencia demasiado notoria. También a ello hay que sumar que desde hace un tiempo en esos programas no hay comentarios de las obras. ¿Deudas con los musicólogos?. Tampoco como en otros tiempos escriben los integrantes de la Asociación Argentina de Musicología. Ojalá se supere este tema y que no solo el programa se limite a mencionar autoridades, la nómina de integrantes de los Cuerpos Estables que se presentan en cada concierto, y los nombres y semblanzas de Directores Invitados y Solistas, sino que se incluyan los comentarios de las obras a escucharse. Ese déficit fue en parte paliado por un comentario preparado, leído por micrófono por el cantante Guillermo Gutkin (integrante del Coro Polifónico Nacional),. De manera sencilla y directa se puso al público en sintonía con lo que se iba a escuchar. 

  La versión se interpretó en dos partes, la primera con la Obertura y las seis Escenas que componen la primera parte de “Fausto”, con el encantamiento de Fausto y Margarita. La Consumación del Amor entre ambos. La muerte que Margarita le ha dado a su bebé surgido de su relación con Fausto (concebido en pecado). La Muerte de la propia Margarita y las apariciones fantasmagóricas de Mefistófeles , y, por último, la amarga soledad del protagonista y la entrega de su alma al Diablo. La Segunda parte arranca con el ascenso de Margarita a los cielos, los comentarios de otros personajes secundarios como el Pater Esctacticus, el Pater Profundus, Una Penitente, la Mujer Samaritana, la Madre Gloriosa, los Coros de Angeles, por citar a parte de los personajes de esa parte de la trama y el rol fundamental que le cabe al Doctor Marianus en la síntesis del final de esa segunda parte.

 Para abordar ambas partes, el Director dispuso la ubicación  de los interpretes en diferentes sectores del escenario. No todo resultó eficaz. En la primera parte los tres protagonistas centrales (Fausto, Margarita y Mefistófeles) se ubicaron por delante de la orquesta. Y en la segunda, tanto el Tenor como el Barítono  principal lo hicieron también en el mismo lugar. En la mayoría de las ocasiones los interpretes debieron esforzarse al máximo ya que la orquesta virtualmente se “tragaba” a las voces y si tenemos en cuenta que algunos de ellos tenían asignados también los pasajes de roles secundarios,  el ir y venir por el escenario resultó ampliamente molesto. En cambio el resto de interpretes de roles co-primarios al estar ubicados por detrás de la orquesta proyectaron sus voces de mejor forma, por lo que se los escuchó a pleno. Es evidente que todos deberían haberse ubicado por detrás. Otro acierto lo constituyó la ubicación en un plano mas elevado del Coro Nacional de Niños, aprovechando la posibilidad de los elevadores por sectores con los que cuenta el escenario de la Sala Sinfónica del CCK. La emisión se escuchó óptima. Y aunque parezca una mención algo “frívola”, ¿era necesario que las voces femeninas (que mayoritariamente tienen intervenciones menores), hicieran cambio de vestuario en el intervalo?. Dio la impresión que importó mas la pasarela que el canto.

  Y entonces yendo definitivamente al plano musical, digamos que las intervenciones de los dos coros fueron sencillamente estupendas. En el caso del Polifónico Nacional, se justifica con creces la contratación de Ariel Alonso como titular. La agrupación está volviendo por sus fueros. El ajuste, el empaste en la concertación. El hecho de que el propio Director estuviera como un integrante mas y cantando a la par (acompañando a los suyos) y marcando las ubicaciones finales en cuanto a los dos sectores de ángeles que tiene la obra (los jóvenes y los mas perfectos) en el sector de Coro ubicado un nivel mas arriba por sobre el escenario. Todo estuvo allí magníficamente ajustado. Y en cuanto al Coro Nacional de Niños, María Isabel Sanz, su titular, es una magnífica continuadora de la encomiable labor que Vilma Gorini, acompañada por su esposo René Teseo  llevaran a cabo desde la creación misma del conjunto. Tiene excelente ajuste, magnífico empaste y sus miembros tienen un conocimiento musical de excelencia. Un fragmento de la parte final lleva la actuación de un cuarteto de niños solistas y los elegidos (a los que dicho sa de paso ninguna información los mencionó) hicieron su parte con absoluta solvencia.


  Ahora vayamos a los solistas. Separo claramente en protagónicos y secundarios. De los primeros, sin dudas Victor Torres con su reconocido oficio dio lustre a su intervención en la segunda parte. Técnica impecable, dicción, belleza tímbrica. Ricardo González Dorrego sobresalió magníficamente, sobrepasando claramente con su voz al volumen de la Orquesta. Sigue siendo el interprete ideal para este tipo de repertorio. Alejándro Meerapfel asumió el rol protagónico del Doctor Fausto. Lo hizo con entrega absoluta, buen timbre y debió llegar a zonas muy agudas de su voz para sobrepasar a la orquesta. Entregó todo. Carlos Esquivel como Mefistófeles nos recordó a todos que es un interprete de fuste al que sería bueno verlo mas seguido en opera y conciertos. Voz cavernosa y profunda cumplió con creces, de la misma manera que como Pater Profundus en la segunda parte. Laura Penchi trazo con corrección a Margarita, aunque se la vio mas cómoda en la segunda parte, ya como la Penitente. Debería replantear si se conviene seguir intentando abordar roles de tinte mas dramático, cuando su registro parece seguir siendo lírico donde se la ve con mayores soltura y comodidad.
  En los roles secundarios, Fabiola Masino entregó su calidad acostumbrada. Mario de Salvo con muchísima corrección en sus participaciones. María Luisa Merino Ronda con máxima solvencia y tanto  Maico Chia I Hisiao como Liliana Taboada lo hicieron con justeza.

  Para el final la concertación, Jordi Mora viene desde hace años al País para efectuar seminarios de interpretación y las  ya mencionadas academias de verano de Santa María de la Armonia en las especialidades de Música Litúrgica y Oratorio. Ha dirigido tanto en Europa como en América y les es muy reconocida su capacidad como Maestro Preparador. Y de ahí ya partimos en que estuvo acertado en la ubicación de algunos solistas y el Coro de Niños. En cambio la interpretación o concertación es una materia aún pendiente, mas  siendo ya un veterano en  estas lides. Ya lo percibimos años atrás con una Misa de Bruckner junto a la Sinfónica y el Polifónico en el Auditorio de Belgrano. Exhibe siempre ajuste. A veces logra momentos de tensión y brillo y aquí se los percibió, pero da siempre la impresión que nunca termina de mimetizarse con los compositores que aborda. Cuando lo hizo con Bruckner siempre se mantuvo en un enfoque litúrgico  sin enfocarse  en el estilo del compositor. Y aquí con Schumann, ocurrió otro tanto. Su visión fue mas la de Oratorio y hubo muy poco de Schumann. No se entiende la carencia de apasionamiento, de lirismo y hasta de garra en muchos pasajes. Otro tanto ocurrió con los “tempi”, como en el final en que fueron extremadamente aletargados, por lo que esos pasajes adquirieron una lentitud insoportable. La primera parte le insumió una hora con veinte minutos. Casi la mitad de la concurrencia se retiró. La segunda rondó la hora y diez, con lo que sumados el intervalo de alrededor de quince minutos y la protesta y los comentarios iniciales de comienzo llevaron la duración total a casi tres horas de duración de las que estimo que con los “tempi” que Mora adoptó, estiraron la interpretación alrededor de unos diez a quince minutos. Por eso es que digo en el título de esta crónica es que la interpretación tuvo solo “ramalazos” de Schumann. Tal vez con un concertador de mayor peso, si es que se presenta otra oportunidad, pueda disfrutarse de esta obra a pleno.


Donato Decina

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