UN MAHLER MUY INTIMO
(Gracias A Schömberg)
Teatro Colón
(Temporada 2021): Apertura del ciclo de abono de conciertos a cargo de la
Orquesta Filarmónica de Buenos Aires (Temporada del 75º Aniversario), Director:
Enrique Arturo Diemecke. Solistas: Guadalupe Barrientos (mezzosoprano), Gustavo
López Manzitti (Tenor). Programa: Gustav Mahler: “La Canción de la Tierra” (Una
sinfonía para orquesta y voces solistas) en versión de cámara de Arnold
Schömberg y Rainer Riehn completada en 1931. 02 de julio de 2021.
NUESTRA OPINION: MUY BUENO.
Si bien el cierre actual no fue tal extenso como el largo
silencio de un año y cuatro meses anterior, la nueva vuelta del Colón tuvo una
expectativa que superó lo musical, al punto que una televisora que no es “del
palo” del actual oficialismo de la Ciudad destacó un móvil de exteriores en la puerta de la sala
para cubrir el ingreso de la concurrencia, más
el de autoridades del gobierno capitalino. Me sorprendió muy gratamente una vez más el
comportamiento del personal de sala y de seguridad, a tono con la circunstancia
que se vivía, tanto como el formidable trato de la gente de prensa una vez más,
lo que ya es una constante en todo este traumático periplo.
El arreglo de Arnold Schömberg y Rainer Riehn
de “La Canción de la Tierra” de Gustav Mahler estaba pautado para la malograda
temporada 2020, es decir, antes de la
pandemia. Reprogramada para fin de Marzo
pasado, debió una vez más posponerse, pero afortunadamente ahora se la incluyó
para esta reapertura. Si tenemos en cuenta que el pasado 18 de Mayo se cumplieron
110 años de la desaparición física de este gran compositor, el contexto de
pandemia con sus trágicas consecuencias para Ntro. País y en el mundo entero, y
que coincida con la vuelta del Colón tras el forzado segundo silencio, no pudo
ser más oportuna su inclusión tanto como
hacerla en este arreglo y como única obra de programa, cumpliendo además con
todos los protocolos sanitarios que la situación impone, tanto por duración del
concierto como por haber el teatro mantenido las mismas disposiciones de índole
sanitario que rigieron durante Marzo pasado. Y en verdad, obró también como el mejor homenaje posible a
las víctimas, a quienes dieron también su vida por combatir al virus y a
quienes batallan incansablemente día a día contra esta terrible enfermedad. La
fuerza de la música y las palabras, potenciadas por este arreglo formidable,
lograron imponer el mensaje de despedida, primero de los tres que Mahler dejó para
la posteridad durante la progresión de su enfermedad y el paulatino deterioro
de su salud.
La obra original dispone de una gran
concentración de fuerza orquestal, aunque empleada en gran parte por sectores
de instrumentos, con lo cual para la versión que se empleó, pudo facilitar el
arreglo sin alterar y en algunos casos como ya dije hasta potenciar muchos pasajes. Mahler recibió
de un amigo personal un libro de poetas chinos en traducción al alemán hecha en
finales de la década de 1860 (Paradojas del destino, la década en la que el
compositor nació). En un contexto de situaciones difíciles (Renuncia a la Opera
de Viena, fallecimiento de una de sus hijas , descubrimiento de la endocarditis
bacteriana que acabó finalmente con su vida, la cual, además, tampoco fue nada fácil en New York hacia donde viajó
para hacerse cargo de la Dirección Musical del “Met” por tres temporadas y
otras dos al frente de la hoy New York Philarmonic), estos poemas actuaron como
disparador para esta nueva composición denominada una sinfonía para voces
solistas y orquesta (tal vez para superar la valla del número 9 en sinfonías en la que solo alguno de los grandes
de la música que pudieron llegar al mismo se detuvieron) . Escuchada la obra
podemos decir que las dos mejores definiciones
serían o una “cantata”(la menos probable), o un ciclo de canciones con
orquesta (la más ajustada). En todas
ellas hay momentos asignados a un registro en particular. El de Tenor en los
poemas impares (canto que llama a disfrutar de los pequeños placeres de la
vida, productores, estos de las mayores gratificaciones personales) y el de
mezzosoprano (o también barítono) para las pares, que son aquellas que transmiten,
dolor, melancolía y hasta una despedida tal vez abierta en la que perderse
eternamente en senderos, montañas y disfrutar del brillo de los días y la
soledad de los paisajes devuelven la calma y, porque no, abren la posibilidad
de un reencuentro allí.
Schönberg y Reihn delinearon esta adaptación
en épocas en que se hacía muy difícil costear conciertos de grandes agrupaciones
orquestales en ámbitos privados (fin de la Primera Guerra Mundial y Crac de
1929), utilizaron un conjunto que según la decisión de quien conduzca puede
admitir hasta no más de 24 instrumentos, manteniendo en todo momento la esencia
de la obra. Diemecke empleó 17. El resultado fue ampliamente convincente.
Yendo a la parte estrictamente musical,
haremos ante todo honor a los integrantes de la Filarmónica que intervinieron en esta versión: Xavier Inchausti
(Primer Violín con extraordinarias intervenciones solistas), Nelly Guevara
(Segundo Violín), Denis Golovin (Viola), Benjamín Báez (Violonchelo), Javier
Dragun (Contrabajo), Claudio Barile (Flauta, también con soberbias
intervenciones), Néstor Garrote (Oboe), Paula Llan de Rosos (Corno Ingles),
Matías Tchicourel (Clarinete), Alfonso Calvo (Clarinete Requinto), Sebastián
Tozzola (Clarinete Bajo), Gabriel Larocca (Fagot), Fernando Chiappero (Corno),
Christian Frette y Federico del Castillo (Percusión), Marcelo Ayub (Piano) y
Felipe Delsart (Organo). Todos fueron sostenes fundamentales de la excelencia
en la interpretación. En cuanto a las
voces solistas, Gustavo López Manzitti demostró con creces que está atravesando
el mejor momento de su carrera. Exhibió
timbre robusto, capacidad de matizar, dar el sentido justo al texto expresando
como pocas veces vi a un cantante en esta obra. Éxito Rotundo. Guadalupe
Barrientos enfrentó un desafío que trascendió lo operístico, como ha sido esta
vez internarse en el arte del lied, faceta en la que yo jamás la había
escuchado. Emergió airosa del severo compromiso, cumpliendo con absoluta
corrección las dos primeras intervenciones, pero compenetrándose fundamentalmente
en la parte final de “Despedida”(acaso la canción más larga de la historia con
su casi media hora de duración según la
versión), fragmento este que deja a la interprete expuesta en escena más allá
del enlace instrumental entre los dos poemas que la conforman. Supo conmover al
decir y logró de ese modo conquistar al soberano.
Enrique Arturo Diemecke, retornó por sus
fueros. Dio la impresión de que este parate forzado le hizo mucho bien para
avocarse al interprete por sobre el gestor y el directivo. Ratificó las cualidades
que le conocemos como interprete Mahleriano. El conjunto virtualmente “cantó”,
le respondió y logró plasmar un final introspectivo pocas veces escuchado,
poniendo en foco las virtudes de este arreglo que necesitaba manifestarse de
ese modo. Aprovechó las mejores condiciones (boca de escenario cerrada,
distancia óptima entre instrumentistas ubicados sobre el sobre-escenario y le
extrajo todo el jugo a la partitura y el arreglo. Visiblemente conmovido en
todo momento, envió al final su gesto de saludo a la Directora General, tanto
como midió sus palabras a la concurrencia al inicio del concierto. Fue una
noche digna del Colón.
Donato Decina