Muy buena versión con segundo
elenco de “LOS PESCADORES DE PERLAS” en el Colón
DELEITE
VOCAL CON TERGIVERSACIÓN ESCÉNICA
Martha
CORA ELISEHT
Tras
más de un siglo de ausencia -119 años, para ser más exactos-, LOS PESCADORES
DE PERLAS (LES PÊCHEURS DE PERLES) se representa por primera vez en su
idioma original sobre el escenario del Colón. Esta obra maestra de Georges
Bizet (1838-1875) fue compuesta por encargo del Théatre Lyrique de París en
1863, con libreto de Eugène Cormon y Michel Carré. Como requisito para poder
ser representada, debía ser ambientada en un lugar exótico. Ceylán fue el lugar
elegido donde se desarrolla la trama de esta historia, donde además de existir
un triángulo amoroso entre la soprano, el tenor y el barítono, se contraponen
sentimientos: el juramento de amistad frente al hecho que ambos hombres están
enamorados de la misma mujer y una sacerdotisa al servicio de Brahma que rompe
su juramento por amor a un hombre.
La
presente coproducción con el Teatro Wielki Lódž (Polonia) contó con
escenografía de Luigi Scoglio, vestuario de Miní Zuccheri, iluminación de José
Luis Fioruccio, puesta en escena de Michal Znaniecki, coreografía de Diana
Theocaridis y la participación de Marina Nosetto como asistente de vestuario y
Nicole Chierico, como asistente de coreografía. Participaron la Orquesta y Coro
Estables de la institución bajo la dirección de Ramón Tebar y Miguel Martínez,
respectivamente. Se contrató a un grupo de bailarines que actuaron como figurantes
y a la acróbata figurante María Eva Di Leo.
Quien
escribe tuvo la oportunidad de asistir a la función ofrecida el sábado 29 del
corriente, que contó con el siguiente reparto: Sang- Jun Lee (Nadir), Federica
Guida (Leïla), Germán Alcántara (Zurga) y Emiliano Bulacios (Nourabad).
Acorde
a las especificaciones del libreto, la escena transcurre en una playa desierta
de Ceylán (Sri Lanka en la actualidad), donde Zurga es electo como líder
de los pescadores. En la presente puesta en escena, se utilizaron una serie de
tubos, dentro de los cuales se ubicaron a parejas de bailarines con escaso
ropaje, aludiendo al título de la obra. Mediante un efecto de iluminación, se
suponía que se sumergían en las profundidades del mar para pescar perlas. Aquí
aparece la primera de las tantas incoherencias que esta cronista pudo apreciar
respecto de la puesta en escena. La coreografía empleada dio a entender que se
trataba más de establecer una relación amorosa entre un hombre y una mujer que
de pescar perlas. Mientras tanto, un grupo de figurantes aparecía en el
escenario provistos de bolsas para recoger una gran cantidad de papeles en la
playa. Si se quiere hacer una alusión a la contaminación ambiental, no condice
para nada con el título de la obra. En todo caso, si se quiere manifestar una
protesta mediante una puesta en escena, debiera hacerse alusión a las
condiciones laborales infrahumanas que sufrían los pescadores de perlas en
aquella época. La falta de elementos de protección hacía que su rendimiento laboral
culminara a los 40 años como consecuencia de la descompresión constante al no
contar con un equipo de buceo, además de sufrir lesiones auditivas y bucales
por contacto permanente con el agua salada -independientemente de los ataques
ocasionados por tiburones-. Por otra parte, se observaron numerosas esferas que
posteriormente, se iluminaban en alusión a las perlas y, posteriormente, el
empleo del tubo como alegoría al velo que debe usar Leïla, dada su
condición de sacerdotisa. Este último recurso estuvo bien empleado, pero
tampoco se entendió el asiento formado por neumáticos que utiliza Zurga en
el 3° Acto. Se supone que es un pescador y, por lo tanto, duerme en su barca
-donde se hace cierta alusión- o posee una vivienda humilde. Por ende, tampoco se
entendió qué se quiso decir mostrando una carcasa de esqueleto de ballena sobre
fondo oscuro antes de pasar a la escena final, así como tampoco el agua donde
se mojaban los bailarines en un círculo donde -supuestamente- debía haber fuego
purificador para castigar la osadía de Leïla y Nadir con la
muerte. En síntesis: un adefesio visual y una tergiversación escénica, que nada
tiene que ver con la concepción original de la obra.
Dejando
de lado tan controversial puesta en escena, la Orquesta Estable brilló bajo la
dirección de Ramón Tebar. El español es uno de los mejores directores de la
actualidad y demostró con creces su oficio, logrando una estupenda versión de
este clásico desde el punto de vista musical. Sobre todo, en el preludio que
marca la entada de Leïla en el 1° Acto, donde tanto Freddy Varela
Montero como Stanimir Todorov se destacaron en los solos de violín y
violoncello respectivamente. Por su parte, el Coro Estable estuvo perfectamente
bien preparado y actuó como un instrumento más, brindando el marco necesario
para las escenas de conjunto.
En
cuanto a los roles principales, Emiliano Bulacios brindo un muy buen Nourabad,
tanto desde el punto de vista vocal como actoral. Germán Alcántara fue una
de las grandes revelaciones de la noche, dando vida a un excelente Zurga. Posee
un gran caudal de voz con bello timbre, fiato, esmalte y línea de canto,
pero por sobre todas las cosas, es un gran actor e interpretó el personaje a
través de su voz, lo que le valió el aplauso del público en todas y cada una de
sus intervenciones (dúo “Au fond du temple sainte”, junto a Nadir
y el aria del 3° Acto: “L’orage s’est calmé” / La tormenta se ha calmado),
al igual que en el dúo con Leïla en el 3° Acto (“Qu’ai-je vu? O ciel,
quel trouble”). El tenor coreano Sang-Jun Lee posee una bella voz -un tanto
justa para el escenario del Colón- muy bien timbrada, que resultó fundamental
para encarnar a Nadir. Descolló en el dúo del 1° Acto junto a Zurga en
la mencionada “Au fond du temple sainte” y en la celebérrima romanza del
1° Acto (“Je crois entendre encore”), que le valió el aplauso del
público, al igual que en el dúo de amor junto con Leïla del 2° Acto (“Ton
cœur n’a pas compris le mien”). La soprano italiana Federica Guida fue la Leïla
ideal: excelente coloratura, voz caudalosa, bien timbrada, que sobresalió
en sus arias (cavatina:” Comme autre fois” en el 2° Acto y “Zurga, je
viens demander grâce”, en el 3°), al igual que los dúos de amor
junto a Nadir. Junto con Germán
Alcántara fueron los más aplaudidos de la noche.
Si
se repone un título que está ausente durante más de un siglo, se debe realizar
una puesta en escena lo más tradicional posible, para que no se pierda la
concepción de la obra. Aquí sucedió todo lo contrario: desde el punto de vista
vocal y auditivo, un deleite para los oídos, pero un verdadero adefesio desde
el punto de vista visual. Se debe poner especial énfasis y cuidado en este tipo
de cosas para poder atraer al público y renovarlo. Caso contrario, tendrá que
volver a pasar otro largo período de tiempo para poder apreciar esta joya del
repertorio francés.