CRECIENTE
TENSION Y CRECIENTE INTENSIDAD
Teatro Colón,
Temporada 2017, Opera: “Ascenso y Caída de la Ciudad de Mahagonny”, Libreto:
Bertold Brecht, Música: Kurt Weil. Interpretes: Nikolai Schukoff (Jim Mahoney),
Nicola Bieller Carbone (Jenny), Iris Vermillion (Leokadja Begbick), Pedro
Espinoza (Fatty), Hernán Iturralde (Moses), Luciano Garay (Bill), Gonzalo Araya Pereira (Jack), Iván García
(Joe), Pablo Pollitzer (Toby Higgins),
Laura Pisani-Mariana Carnovali-Alejandra Tortosa-Virginia Correa Dupuy-Rocío
Arbizu-Lidice Robinson (Seis muchachas de Mahagonny). Bailarines y Actores
figurantes. Coro Estable del Teatro Colón, Director: Miguel Martínez. Orquesta
Estable del Teatro Colón. Escenografía: Diego Siliano. Vestuario: Luciana
Gutman. Iluminación: José Luís Fiorruccio. Coreografía: Ignacio González Cano. Dirección Musical: David Syrus. Dirección
Escénica: Marcelo Lombardero. Co-Producción entre el Teatro Colón junto al
Teatro Municipal de Santiago de Chile y al Teatro Mayor de Bogotá. Función del
25 de Agosto de 2017.
NUESTRA OPINION: MUY BUENO.
A treinta años
de su estreno absoluto en Argentina y en el Colón (lo que en su momento
constituyó un hito histórico en la rica historia del Teatro y un puntal en la recuperación democrática,
dada la represiva censura que imperó hasta Diciembre de 1983), como parece ser
recurrente, cada quince años retorna el
emblemático trabajo de la dupla Brecht Weil al escenario. Esta vez de la mano
de una co-producción que involucra al Municipal de Santiago de Chile (de donde
vinieron las primeras noticias de su suceso), al mayor de Bogotá y al Colón, con la Dirección Escénica de
Marcelo Lombardero y la musical de David Syrus (hasta el presente año Jefe de
Estudios Musicales del Covent Garden de Londres). Lo primero que debe tenerse
en cuenta es que para evaluar este trabajo, Usted querido lector,
oyente/espectador del programa en Internet y asistente al Colón, debe
despojarse de pensar en la ya mítica puesta de Jaime Kogan en aquel inolvidable estreno. Aquella,
reitero, fue una circunstancia única e
irrepetible. Entonces enfoquémonos en el presente, dado que Marcelo Lombardero
traslada la acción a época actual, pero respetando la esencia misma del
trabajo, lo que en cierto modo ayuda a llevar adelante la acción. Ese respeto
lleva a que el sobretitulado narre la historia de la ciudad. Solo durante el momento del huracán una filmación de un desopilante cronísta
encarnado por Hernán Iturralde, que pierde su peluca durante una ráfaga de
viento, es la única instancia en la que se recurre a ello. Un accidente
carretero durante la fuga es el punto de partida para que el trío de forajidos
decida emplazar una ciudad/páramo, la que luego mutará a ciudad del deseo en
donde todo estará permitido (por supuesto, dinero de por medio). Entonces, la
lujuria, el hedonismo, el sexo, pasan a ser la regla cotidiana. Es por eso que
el desarrollo escénico y la música van de la mano y crecen en tensión e
intensidad con el transcurrir de esta puesta, en donde hasta el final de la
primera parte, previo a la aproximación del huracán, se va desarrollando en
forma de algún modo monótona, en consonancia con lo que le va sucediendo a los
personajes. Justo en el momento en que el trío dueño de la ciudad comienza a
preguntarse como contener la fuga de los habitantes que se van buscando otras
motivaciones, es cuando cobra importancia el protagonismo de Jim Mahoney al
responderles que se quedaría si encontraría que todo estuviese permitido y que
el tiene El dinero suficiente para obtenerlo. Por ello es que en la segunda
parte, el ritmo va transcurriendo en forma vertiginosa. Placeres, juego, sexo,
comida (aquí uno de los mejores amigos de Jim se quedará “planchado” en una
opípara mesa), Boxeo (en este caso un segundo amigo morirá en un combate contra
uno de los forajidos a consecuencia de los golpes recibidos) y consecuencia de
este combate, el protagonista perderá todo su dinero en una apuesta a mano solo
de su amigo y no solo eso, también su vida, al intentar ofrecer canilla libre
de whisky a los asistentes al bar sín tener recursos para abonarlo, mientras
que el mismo tribunal que juzga y condena este hecho se corrompe al absolver a
un asesino que convenientemente “acordó” con los jueces, mientras Bill, único
amigo sobreviviente del protagonista no le presta cien dólares a este para
intentar lo mismo). Detalle interesante, es que en este punto el vértigo se
detiene (como recordándole al protagonista masculino lo que era Mahagonny antes
del “vale todo” y en que terminó después) hasta el momento en que es llevado a
su ejecución, para de ahí en mas retomar ese vértigo hasta el final. Este es el
mérito del estudio a fondo que Marcelo Lombardero ha hecho del libreto y
encontrarle esta interesantísima
resolución a su trabajo, y desde ya sólidamente acompañado por todo su
equipo de colaboradores, desde la siempre efectiva escenografía de Diego
Siliano, que incluyó el tradicional “guiño Lombarderiano” de incluir un cartel
de “Welcome to Mahagonny” (Bienvenidos a Mahagonny) igual al del Teatro
Argentino que recibía a los automovilistas
en la bajada de ingreso a la Ciudad de La Plata durante su gestión al
frente de los destinos artísticos del Coliseo de esa ciudad. El formidable
vestuario de Luciana Gutman. La impecable iluminación de José Luís
Fiorruccio (exacta en todo sentido), y
las siempre efectivas colaboraciones coreográficas de Ignacio González Cano.
Todo estuvo allí, desde el desarrollo de los recursos de hoy como la
multimedia, el video y hasta bailarinas de cabaret (Poole dance o simplemente
“Caño”en el vale todo y cuerpo de baile en la escena del juicio). En cambio, lo
que no siempre fue de la mano fue la realización musical, en donde estuvo
pesante en muchos momentos y carente de energía en el cuadro final.
Consecuencia directa de esto fue la también discreta actuación del Coro
Estable, ajustado sí, pero sin desplegar lo que puede dar. En cambio las voces (tanto
en lo vocal como en lo actoral) conformaron un conjunto homogéneo de punta a
punta. Entonces, Nikolai Schukoff, fue un estupendo Jim Mahoney, voz muy
potente y una presencia actoral importantísima, debiera pensarse en El para
roles Wagnerianos. Nicola Bieller Carbone literalmente se “comió” el escenario
como Jenny con muy buenos recursos vocales y actorales. Iris Vermillión
exponiendo autoridad y oficio escénico como Leokadja. Pedro Espinoza fue un
Fatty de estupenda factura vocal además de buena actuación y Hernán Iturralde
como Moses, la Trinidad, lució a pleno como corresponde a sus antecedentes.
Luciano Garay como Bill, tuvo un lucimiento formidable, lo mismo que Iván
García como Joe, con voz y “physique du rol” ideales. Gonzalo Araya Pereira un
muy interesante Jack, aunque un detalle algo escatológico de escena empañó el
remate de su actuación y Pablo Pollitzer en la parte final como Toby Higgins fue avanzando paulatinamente en escena hasta
lucir a pleno. El “sexteto de chicas” que integraron Laura Pisani, Mariana
Carnovali, Alejandra Tortosa, Virginia Correa Dupuy, Rocío Arbizu y Lidice
Robinson, que siempre integraron los equipos de trabajo del Director Escénico,
mostraron no solo belleza y presencia, sino que supieron decir en sus
intervenciones vocales.
Entiendo que
se trata de un trabajo que debe verse mas de una vez, así puede comprenderse la magnitud de la tarea y todo
lo que conlleva lo expuesto anteriormente.
Donato Decina