Impecable concierto de presentación
de la Orquesta Estable del Colón
ESTA
VEZ, EL COLÓN SE PUSO DE PIE
Martha
CORA ELISEHT
En
la presentación de la Temporada 2023, el Teatro Colón anunció una serie de
actividades a desarrollarse en diferentes ámbitos (Colón Fábrica, Teatro
Coliseo, Usina del Arte, entre otros escenarios). Inicialmente previsto en el
teatro Coliseo dentro del ciclo “Colón en la Ciudad”, finalmente, el concierto de
inauguración de la Orquesta Estable se produjo sobre el escenario del Colón el
pasado domingo 26 del corriente, bajo la batuta de Carlos Vieu y con la
participación de la flautista María Cecilia Muñoz, quienes interpretaron un
programa formado por las siguientes obras:
-
Petite Suite (orquestación
de Henri Büsser)- Claude DEBUSSY (1862-1918)
-
Concierto para flauta y
orquesta en Re mayor, Op.283- Carl REINECKE
(1824-1910)
-
Cuadros de una
Exposición (orquestación de Maurice Ravel)-
Modest MUSSORGSKY (1839-1881)
En
esta ocasión, el encargado de dar la tradicional afinación de instrumentos fue
el concertino Oleg Pishenin, logrando un sonido muy compacto.
Seguidamente, el maestro Carlos Vieu hizo su aparición sobre el escenario para
brindar una exquisita versión de la mencionada obra de Debussy, escrita
originalmente para piano a cuatro manos en 1889 sobre poemas de Paul Verlaine. Posteriormente,
Henri Büsser la orquestó en 1907 y es la versión que se representó en el
presente concierto. Consta de 4 movimientos: En bateau (Andantino)/ Cortège
(Moderato)/ Menuet (Moderato) y Ballet (Allegro giusto), que fueron
interpretados con suma precisión y enjundia de la mano de un eximio director
como Vieu. Se destacaron las maderas en general y el flautista Jorge de la Vega
en particular, al igual que el oboísta Alejandro Lago. El sonido fue muy
compacto, equilibrado y de neto corte impresionista.
El
Concierto para flauta y orquesta en Re mayor, op.283 fue compuesto en
1908 y estrenado un año después por quien fuera director de la Gewandhaus de
Leipzig y un notable pedagogo (fue maestro de Isaac Albéniz, Christian Sinding,
Max Bruch, Frederick Delius, Edvard Grieg, Leoš Janaček y Felix Weingartner,
entre tantos otros). Es una obra de gran solidez estructural e inspiración
melódica, que consta de tres movimientos: Allegro moderato/ Lento e mesto/
Moderato- In tempo animato- Tempo I- Piú mosso- Piú lento maestoso, que
representan un desafío para el solista; sobre todo, por las cadencias, staccatos
y rubatos del último movimiento. Mientras los dos primeros son de
carácter luminoso, el segundo es más sombrío. No sólo María Cecilia Muñoz lo
ejecutó de memoria, sino que demostró un profundo conocimiento de la partitura
y, por lo tanto, brindó una excelente interpretación de dicha obra merced a sus
excelentes dotes interpretativas. El Colón estalló en aplausos y vítores tras
la versión ofrecida, lo que motivó a la flautista a hacer un bis: Syrinx
de Debussy, escrita en 1913 como música incidental para la obra Psyché de
Gabriel Moury y que narra la historia de la ninfa del mismo nombre, quien fuera
acosada por el dios Pan y transformada en un cañaveral para escapar de
su perseguidor. Una versión magnífica y otra nueva ovación para la intérprete.
La
obra de fondo elegida para completar el concierto fue la celebérrima Cuadros
de una Exposición, con orquestación de Maurice Ravel sobre el original para
piano de Mussorgsky en memoria del arquitecto y artista plástico Viktor
Hartmann (1834-1873), quien falleció a los 39 años y sobre cuya obra Mussorgsky
compuso en 1874 diez bocetos musicales: Gnomos, El viejo castillo,
Tullerías, Bydlo (cabeza de ganado), Ballet de polluelos en sus cáscaras,
Samuel Goldenberg y Schmuyle, Limoges: el mercado, Catacumbas, la cabaña de
Baba Yaga sobre patas de gallina y La Gran Puerta de Kiev. Posteriormente,
en 1922 Ravel realiza la orquestación que se conoce y se interpreta hasta la
actualidad y agrega Promenade (Paseo)como leit motiv, donde el
visitante al museo recorre la exposición de los cuadros mencionados
anteriormente. Es la mejor conjunción de dos sistemas armónicos que el Grupo
de los Cinco desarrolló durante su producción musical: la armonía diatónica
para los temas folklóricos rusos y Promenade – equivalente al protyazhnaya
ruso-, y la cromática, para los temas fantásticos, mágicos o demoníacos. Si
bien es un clásico del repertorio sinfónico y “caballito de batalla” de la
Filarmónica de Buenos Aires, la Orquesta Estable no se quedó atrás y ofreció
una versión monumental, deslumbrante desde todo punto de vista. Los solos de
los principales instrumentos tuvieron una ejecución impecable y una amalgama
sonora sólida y compacta, con un perfecto dominio de los tempi y una
marcación estupenda. Tal así fue, que la platea del Colón se puso de pie de
manera casi unánime ni bien culminó la obra, seguida por el público de los
palcos y de los sectores superiores. Hacía rato que una no veía una ovación
semejante desde la platea en un concierto sinfónico -similar a la ocurrida hace
15 días atrás en el CCK, cuando Antonio Formaro brilló en el concierto n°2 de
Saint- Saëns-.
Lo
único que opacó esta actuación fueron los aplausos entre movimientos. Pese a
que el maestro Carlos Vieu hizo gestos alusivos durante las dos primeras obras,
tuvo que dirigirse al público antes de iniciar la obra de cierre para explicar
que en música, las pausas y los silencios son necesarios para brindar una mayor
concentración y dar respiro a los ejecutantes. Por lo tanto, si se aplaude a
destiempo, se pierde concentración y se puede malograr un resultado brillante.
Así como hay un aviso previo al inicio del concierto donde se ruega al público
apagar o silenciar los teléfonos celulares, habría que hacer uno que explique
por qué no se debe aplaudir entre movimientos. Así de simple. No cuesta nada
educar al público para que se pueda disfrutar plenamente de un buen concierto.