domingo, 26 de marzo de 2023

 

Impecable concierto de presentación de la Orquesta Estable del Colón

 

ESTA VEZ, EL COLÓN SE PUSO DE PIE  

Martha CORA ELISEHT

 

            En la presentación de la Temporada 2023, el Teatro Colón anunció una serie de actividades a desarrollarse en diferentes ámbitos (Colón Fábrica, Teatro Coliseo, Usina del Arte, entre otros escenarios). Inicialmente previsto en el teatro Coliseo dentro del ciclo “Colón en la Ciudad”, finalmente, el concierto de inauguración de la Orquesta Estable se produjo sobre el escenario del Colón el pasado domingo 26 del corriente, bajo la batuta de Carlos Vieu y con la participación de la flautista María Cecilia Muñoz, quienes interpretaron un programa formado por las siguientes obras:

-          Petite Suite (orquestación de Henri Büsser)- Claude DEBUSSY (1862-1918)

-          Concierto para flauta y orquesta en Re mayor, Op.283- Carl REINECKE (1824-1910)

-          Cuadros de una Exposición (orquestación de Maurice Ravel)- Modest MUSSORGSKY (1839-1881)

En esta ocasión, el encargado de dar la tradicional afinación de instrumentos fue el concertino Oleg Pishenin, logrando un sonido muy compacto. Seguidamente, el maestro Carlos Vieu hizo su aparición sobre el escenario para brindar una exquisita versión de la mencionada obra de Debussy, escrita originalmente para piano a cuatro manos en 1889 sobre poemas de Paul Verlaine. Posteriormente, Henri Büsser la orquestó en 1907 y es la versión que se representó en el presente concierto. Consta de 4 movimientos: En bateau (Andantino)/ Cortège (Moderato)/ Menuet (Moderato) y Ballet (Allegro giusto), que fueron interpretados con suma precisión y enjundia de la mano de un eximio director como Vieu. Se destacaron las maderas en general y el flautista Jorge de la Vega en particular, al igual que el oboísta Alejandro Lago. El sonido fue muy compacto, equilibrado y de neto corte impresionista.

El Concierto para flauta y orquesta en Re mayor, op.283 fue compuesto en 1908 y estrenado un año después por quien fuera director de la Gewandhaus de Leipzig y un notable pedagogo (fue maestro de Isaac Albéniz, Christian Sinding, Max Bruch, Frederick Delius, Edvard Grieg, Leoš Janaček y Felix Weingartner, entre tantos otros). Es una obra de gran solidez estructural e inspiración melódica, que consta de tres movimientos: Allegro moderato/ Lento e mesto/ Moderato- In tempo animato- Tempo I- Piú mosso- Piú lento maestoso, que representan un desafío para el solista; sobre todo, por las cadencias, staccatos y rubatos del último movimiento. Mientras los dos primeros son de carácter luminoso, el segundo es más sombrío. No sólo María Cecilia Muñoz lo ejecutó de memoria, sino que demostró un profundo conocimiento de la partitura y, por lo tanto, brindó una excelente interpretación de dicha obra merced a sus excelentes dotes interpretativas. El Colón estalló en aplausos y vítores tras la versión ofrecida, lo que motivó a la flautista a hacer un bis: Syrinx de Debussy, escrita en 1913 como música incidental para la obra Psyché de Gabriel Moury y que narra la historia de la ninfa del mismo nombre, quien fuera acosada por el dios Pan y transformada en un cañaveral para escapar de su perseguidor. Una versión magnífica y otra nueva ovación para la intérprete.

La obra de fondo elegida para completar el concierto fue la celebérrima Cuadros de una Exposición, con orquestación de Maurice Ravel sobre el original para piano de Mussorgsky en memoria del arquitecto y artista plástico Viktor Hartmann (1834-1873), quien falleció a los 39 años y sobre cuya obra Mussorgsky compuso en 1874 diez bocetos musicales: Gnomos, El viejo castillo, Tullerías, Bydlo (cabeza de ganado), Ballet de polluelos en sus cáscaras, Samuel Goldenberg y Schmuyle, Limoges: el mercado, Catacumbas, la cabaña de Baba Yaga sobre patas de gallina y La Gran Puerta de Kiev. Posteriormente, en 1922 Ravel realiza la orquestación que se conoce y se interpreta hasta la actualidad y agrega Promenade (Paseo)como leit motiv, donde el visitante al museo recorre la exposición de los cuadros mencionados anteriormente. Es la mejor conjunción de dos sistemas armónicos que el Grupo de los Cinco desarrolló durante su producción musical: la armonía diatónica para los temas folklóricos rusos y Promenade – equivalente al protyazhnaya ruso-, y la cromática, para los temas fantásticos, mágicos o demoníacos. Si bien es un clásico del repertorio sinfónico y “caballito de batalla” de la Filarmónica de Buenos Aires, la Orquesta Estable no se quedó atrás y ofreció una versión monumental, deslumbrante desde todo punto de vista. Los solos de los principales instrumentos tuvieron una ejecución impecable y una amalgama sonora sólida y compacta, con un perfecto dominio de los tempi y una marcación estupenda. Tal así fue, que la platea del Colón se puso de pie de manera casi unánime ni bien culminó la obra, seguida por el público de los palcos y de los sectores superiores. Hacía rato que una no veía una ovación semejante desde la platea en un concierto sinfónico -similar a la ocurrida hace 15 días atrás en el CCK, cuando Antonio Formaro brilló en el concierto n°2 de Saint- Saëns-.

Lo único que opacó esta actuación fueron los aplausos entre movimientos. Pese a que el maestro Carlos Vieu hizo gestos alusivos durante las dos primeras obras, tuvo que dirigirse al público antes de iniciar la obra de cierre para explicar que en música, las pausas y los silencios son necesarios para brindar una mayor concentración y dar respiro a los ejecutantes. Por lo tanto, si se aplaude a destiempo, se pierde concentración y se puede malograr un resultado brillante. Así como hay un aviso previo al inicio del concierto donde se ruega al público apagar o silenciar los teléfonos celulares, habría que hacer uno que explique por qué no se debe aplaudir entre movimientos. Así de simple. No cuesta nada educar al público para que se pueda disfrutar plenamente de un buen concierto.    

 

FESTEJO A LO GRANDE

 

Teatro Colón, temporada 2023. Función Extraordinaria: Concierto en homenaje a los cuarenta años de la creación de la Academia Bach de Buenos Aires, Fundador y Director: Mario Videla. Actuación del Ensamble de la Academia Bach, Director: Andrés Spiller. Solistas: Soledad de la Rosa (Soprano), Martín Oro (Contratenor), Carlos Ullán (Tenor), Víctor Torres (Bajo/Barítono). Orfeón de Buenos Aires, Directores: Nestor Andrenacci y Pablo Piccini. Programa: Johann Sebastian Bach: Oratorio de Pascua, BWV 249. Teatro Colón, 26 de Marzo de 2023.

 

NUESTRA OPINION: MUY BUENO.

 

  Sostener una actividad durante cuarenta años ininterrumpidos y mantener inquebrantable la fe para seguir adelante es un hecho que debe enorgullecernos a los argentinos. Esto es lo que ha logrado a lo largo de todo este tiempo la Academia Bach de Buenos Aires bajo la tutela de su fundador, Mario Videla quién de manera férrea sostuvo todo este andamiaje trayendo desde conciertos explicados con sede en la Iglesia Metodísta Central, colaboraciones con otras entidades y entes y llevando adelante proyectos tomando como eje la difusión y enseñanza de la vida y la obra de Johann Sebastian Bach. Las circunstancias han querido que esta celebración coincida con la proximidad de la Semana Santa y para ello nada mejor que hacerlo tomando una de las obras más emblemáticas del Maestro de Leipzig: El Oratorio de Pascua que lleva el Nº 249 del catálogo de obras. El Teatro Colón se sumó a este aniversario ofreciendo su sala a esta entidad y en el muy buen horario de día Domingo por la mañana una muy apreciable cantidad de público se dio cita para escuchar la música de Bach.

 

  El concierto fue dirigido por el Mtro. Andrés Spiller, integrante y solista de los conjuntos de la academia, hombre de sólida formación y conocimiento del género, quien no solo en esta entidad sino también al frente de otros notables  conjuntos interpretó esta exquisita música. Al conjunto instrumental se sumó el probadísimo Orfeón de Buenos Aires con la experimentada guía de los Maestros Nestor Andrenacci y Pablo Piccini y cuatro solistas de verdadero fuste como la Soprano Soledad de la Rosa, el Contratenor Martín Oro, el tenor Carlos Ullán y un intérprete que es una verdadera autoridad en la materia: Víctor Torres.

 

  El Mtro. Videla escribió unos comentarios que fueron leídos por el Mtro. Spiller acompañados por ejemplos musicales de lo que iba a escucharse realizados con estupenda simpleza para que fueran entendidos por todo el público

 

Reformulando el texto de una cantata compuesta en ocasión del cumpleaños del Duque de Sajonia-Weissenfels, Bach tuvo en sus manos la simiente para esta estupenda obra que celebra la resurrección del señor. Sin identificar a las personas mencionadas en las sagradas escrituras, Bach pone en las voces de los interpretes palabras que surgen originalmente de María (la de Cleofás), María Magdalena, Simón Pedro y Juan.  Una magnífica orquestación que incluyen los instrumentos usuales para aquella época para llevar adelante una Sinfonía (hoy la llamaríamos Obertura), un gran coro inicial, una serie de Recitativos y Arias para solistas y momentos de Duetto o Trío sumados a un coro que lleva a una maravillosa fuga final.

 

  Dentro del Ensamble cabe destacarse las labores de Claudio Barile en Flauta Traversa, Ricardo Graetzer en Flauta Dulce, Pablo Saraví como Concertino y Solista, Rubén Albornoz en Oboe y Oboe D’Amore , Gabriel La Rocca en Fagot y el Trío de Trompetas que integraron Jonathan Bisulca, Ramiro Espetch y Maximiliano Rodríguez.

 

    Tal vez el momento más alto del Concierto se alcanzó en el aria entonada por Soledad de la Rosa acompañada de modo espectacular por Claudio Barile en Flauta. Al timbre cristalino de la Soprano se unió la impecable técnica de este exquisito intérprete alcanzando todo ello nivel superlativo.

 

El empaste logrado por Spiller estuvo presente en todo momento, mientras que Carlos Ullán y Victor Torres estuvieron en su salsa en este repertorio con autoridad y sobrado oficio, siendo interesante además el aporte de Martín Oro en fragmentos que se reservan habitualmente al registro femenino de Contralto.

 

  Por su parte el Orfeón de Buenos Aires aportó su reconocida solidez de la mano de sus Directores Néstor Andrenacci y Pablo Piccini para los coros de apertura y cierre de la obra.

 

  Tras la interpretación, la cosa no terminó ahí. Fiel a su vocación docente, Mario Videla integró al público explicando de modo sencillo un cántico de Bach como si se estuviera en misa, en idioma castellano y con Soledad de la Rosa entonando lo que iba a cantarse y así Solistas, Coro y Público acompañados por el Ensamble, entonamos a modo de bis esta página como magnífico broche de oro a esta celebración.

 

Donato Decina

 

 

 

UN GRATO INICIO

 

Teatro Colón,  temporada 2023. Concierto de apertura del ciclo de abono a cargo de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Director: Manuel Hernández Silva. Solista: Serguei Dogadin (Violín). Programa. Obras de Johannes Brahms. 25 de Marzo de 2023.

 

NUESTRA OPINION: BUENO

 

  Con enorme expectativa se aguardó este concierto de inicio del ciclo de abono de la Filarmónica Porteña. En primer lugar por tratarse del retorno a la sala mayor del Colón luego de la participación en la controvertida “Resurrección” de Romeo Castelucci. Segundo por tratarse del primer concierto “post” era Diemecke y tercero porque no se produjo la presencia del violinista Frank Peter Zimmermann quién según por lo anunciado por una voz el “off” al público (previo al inicio del concierto) canceló el compromiso por motivos de salud,  por lo que fue reemplazado por el violinista ruso Serguei Dogadin, ganador de concursos internacionales e integrante de una familia de músicos. La velada fue confiada al Director venezolano radicado en Europa Manuel Hernández Silva, quien ya trabajó con la orquesta en anteriores temporadas. Si bien la programación oportunamente anunciada incluye interesantes novedades en cuanto a obras poco frecuentadas, este primer concierto (que debería marcar tendencia en cuanto a programación se refiere) se ajustó al molde clásico y se apoyó en dos obras rutilantes de Johannes Brahms: El concierto para Violín y Orquesta en Re mayor Op.77 y la Sinfonía Nº 1 en Do menor op.68. Sala con lleno apreciable en donde pudo percibirse la presencia de turismo extranjero, seguramente atraído por la promoción que se hace de Ntro. Primer coliseo en cuanto a acústica e historia, pero que también se traduce en aplausos fuera de lugar durante la interpretación de las obras. Evidentemente las autoridades deberán tomar cartas en el asunto a fin de instruir a la nueva audiencia acerca de las costumbres que se observan durante el concierto.

 

  Entrando de lleno al contenido, el inicio tuvo lugar con el Concierto para violín y orquesta en Re mayor Op. 77. Son bien sabidas las dificultades que el solista debe afrontar a lo largo de la obra, así como que la orquesta no se limita al mero acompañamiento. Debe haber diálogo fluido con el solista y éste a su vez demostrar su preparación, técnica y valía. Serguei Dogadin posee esas cualidades, las que fue desgranando de manera paulatina a lo largo de la interpretación. Algún pequeño desacople con el conjunto en el comienzo no fue impedimento para que con el correr del primer movimiento las cosas se fueran acomodando y ya a partir de la segunda parte de este extenso número se percibiera una interpretación homogénea y un buen ida y vuelta con la Orquesta. Sin duda el segundo movimiento, con su clima de intimidad y la amplia gama de sutilezas que el solista afronta,  fue lo más logrado de la noche. Al buen toque de Dogadin se sumó la circunstancia de que por primera vez en mucho tiempo confluyeron en el escenario dentro de la Orquesta los integrantes del Quinteto “Filarmónico” de Vientos (Claudio Barile en Flauta, Mariano Rey en Clarinete, Néstor Garrote en Oboe, Gabriel La Rocca en Fagot y Fernando Chiappero en Corno) y justamente al tener los vientos un papel preponderante junto al solista en esta página, la audición alcanzó uno de los puntos más altos de la noche. En el cierre, de por sí muy chispeante, se percibió una correcta integración solista/orquesta con el correcto trabajo de acompañamiento de Hernández Silva.

 

 

  El público premió con una afectuosa ovación a este trabajo y Dogadin aquí sí hizo gala de sus antecedentes con un exquisito bis de factura Paganiniana: “Nel cor piu non mi sento” en donde hizo gala de sutilezas, exquisita sonoridad y formidable entrega.

 

  La segunda parte nos trajo una correcta versión de la Sinfonía Nº 1 en Do menor op. 68, en donde los primeros atriles entregaron en sus intervenciones momentos de altísimo nivel ya sea por el estupendo solo de  Violín de Xavier Inchausti en el segundo movimiento, las intervenciones de Barile, Rey y Garrote y la muy buena intervención de toda la hilera de cornos en el cuarto tiempo. Hernández Silva condujo a la Orquesta con pericia a lo largo de la página logrando de esta manera ofrecer esta aceptable versión.

 

Donato Decina

 

Gran concierto de apertura del ciclo de la Filarmónica en el Colón

 

MARCA SU NIVEL EN UNA NUEVA ETAPA

Martha CORA ELISEHT

 

            El concierto de apertura de un organismo sinfónico siempre es una prueba de fuego, porque suele marcar tendencia y generar expectativas sobre el desarrollo de una temporada. En el caso particular de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires (OFBA), la expectativa era aún mayor por dos motivos: el cambio de día en el que se ofrecen los conciertos (pasó de viernes a sábados, donde tendrá lugar la mayoría del Ciclo) y el de director titular. Tras un largo período de 17 años bajo la batuta de Enrique Diemecke, se abre una nueva etapa sín Director Titular para el Conjunto. El concierto inaugural estuvo a cargo del venezolano Manuel Hernández Silva, quien dirigió a la Filarmónica el pasado sábado 25 del corriente en el Teatro Colón, en un programa compuesto íntegramente por obras de Johannes Brahms (1833-1897):

-          Concierto para violín y orquesta en Re mayor, Op.77

-          Sinfonía n°1 en Do menor, op.68

Pese al fin de semana largo, el Colón fue una fiesta. Hubo una importantísima afluencia de público en las localidades más económicas (Cazuela, Tertulia y Paraíso de pie, donde concurrieron numerosos turistas extranjeros), que brindó el marco propicio para este concierto inaugural de la Temporada 2023. Se escuchó una orquesta bien afinada y afiatada previamente al inicio del concierto -a cargo del concertino Xavier Inchausti- hasta que Hernández Silva hizo su presentación en el escenario junto al violinista ruso Sergei Dogadin, quien reemplazó en último momento a Frank Peter Zimmermann para la ejecución de la mencionada obra. Poco se sabía de este joven intérprete, quien fue ganador del Concurso Internacional Tchaikovsky en Moscú en 2019 y quien actualmente se está perfeccionando en la Universidad de Artes y Música en Viena con Boris Kuschnir – casualmente, el mismo tutor de nuestra compatriota Pilar Magalí Policano-. Dogadin tuvo a su cargo uno de los conciertos más difíciles para dicho instrumento, ya que posee numerosas dificultades técnicas; sobre todo, para la mano izquierda. Fue compuesto en 1878 y dedicado a su amigo Joseph Joachim, quien lo estrenó al año siguiente con el compositor al podio de la Gewandhaus de Leipzig.  Originalmente, estaba pensado para cuatro movimientos (Allegro non troppo/ Adagio/ Allegro giocoso, ma non troppo vivace- Poco piú presto/ Scherzo), pero finalmente, Brahms desistió de la idea e incorporó la música destinada a dicho movimiento en su Concierto n°2 para piano y orquesta. Tras el pasaje orquestal en el Allegro non troppo inicial, donde se muestran muchos de los temas que van a tener lugar durante el desarrollo del concierto, el solista hace su presentación luego del redoble de timbal. Al principio, una pudo apreciar que Dogadin comenzó algo tibio, pero a medida que se desarrolló el concierto, su interpretación fue creciendo en intensidad y brindó una versión de excelencia. Posee una técnica y un fraseo impecables, tocó dicho concierto de memoria y demostró sus cualidades interpretativas en las cadencias y pizzicatos de los dos últimos movimientos. Por su parte, la orquesta ofreció una amalgama perfecta entre sus integrantes y el solista bajo la muy buena dirección de Hernández Silva, donde los solistas de los principales instrumentos se lucieron -especialmente, Néstor Garrote en oboe, Mariano Rey en clarinete y Fernando Chiappero en corno, al igual que Juan Ignacio Ferreiros en timbal-. La interpretación de Dogadin fue brillante en el último movimiento, donde ejecutó sin mayores dificultades los dificilísimos pasajes de dobles cuerdas. El público lo aplaudió a rabiar al final del concierto, motivo que obligó al violinista a ofrecer un bis: Nel cor piú non mi sento, de Niccoló Paganini. Fue una auténtica demostración de virtuosismo, ya que los pasajes de dificultad extrema -particularmente, el pizzicato borto- aumentan de intensidad y se multiplican a medida que la obra se va acercando al final. Unido esto a su prodigiosa memoria, se ganó la ovación de un Colón atiborrado de gente. 

La Sinfonía n°1 en Do menor, Op.68 demoró 15 años en componerse. Brahms era sumamente autocrítico e inseguro y destruyó muchos de sus escritos y composiciones de juventud. Por otra parte, tanto el ambiente musical de la época como los amigos del compositor se preguntaban si iba a ser el continuador de la obra de Beethoven. Quizás por eso, Hans von Bülow la denominó en 1877 “la Décima de Beethoven” por las similitudes que presenta con la oda a la alegría de la Novena Sinfonía y el tema del Destino de la Quinta Sinfonía del genio de Bonn. Sin embargo, Brahms era sarcástico a la hora de enfrentar este tipo de comentarios. Es una obra monumental escrita en 4 movimientos (Un poco sostenuto- Allegro- meno Allegro/ andante sostenuto/ Un poco allegretto e grazioso/ Adagio- Piú andante- Allegro non troppo, ma con brío- Piú allegro), que figura en el repertorio de las principales orquestas sinfónicas del todo el mundo y que goza de una inmensa popularidad. Si bien posee numerosas influencias beethovenianas, el estilo de composición es propio del genio de Hamburgo. En esta versión, la Filarmónica sonó sumamente segura de principio al fin respetando las tres características de la música del compositor: romántico, firme y marcial. Los solistas de las diferentes secciones estuvieron magníficos, logrando un sonido prístino en los solos de sus respectivos instrumentos -sobre todo, el excelente solo de violín a cargo de Inchausti al final del segundo movimiento y el de Mariano Rey a principio del tercero, al igual que el de oboe, a cargo de Néstor Garrote-. También tuvo una destacada actuación Daniel LaRocca en la ejecución del contrafagot durante el 1° y 2° movimientos y lo mismo sucedió con la cadencia a cargo de los trombones en el último movimiento. Una versión muy buena de esta archiconocida joya sinfónica, que desató numerosos aplausos y vítores por parte del público.

Tras varios años de una dirección que cayó en una especie de sopor y letargo en su última etapa, parece que soplan nuevos vientos de cambio para la Filarmónica. Se terminaron los comentarios alusivos a las obras -totalmente innecesarios- y se anuncia un repertorio renovado para esta temporada, que impresiona ser brillante. Una espera que la orquesta vuelva a recuperar ese sonido europeo que siempre la caracterizó y que estuvo presente en este concierto inaugural. Se dio el primer paso y parece andar bien por este nuevo camino.        

jueves, 23 de marzo de 2023

 

LA FUERZA DE LA MUSICA TODO LO PUEDE

 

“Violins of Hope” (Violines para la Esperanza), concierto realizado en colaboración con  la UNESCO y el Ministerio de Cultura de la Nación en el marco del Foro Mundial de Derechos Humanos. Presentación de la Orquesta Sinfónica Nacional, Solista y Director: Shlomo Mintz (violín).  Participación de  Marcelo Lombardero (Recitante) e Integrantes de la Sección Masculina del Coro Polifónico Nacional, Director: Antonio Domeneghini. Programa; Obras de Schömberg, Mendelsohn y Brahms. Centro Cultural Kirchner (Auditorio Nacional), 22 de Marzo de 2023.

 

 

NUESTRA OPINION: MUY BUENO.

 

  “Violins of Hope” (Violines para la Esperanza) es una iniciativa llevada adelante por los luthiers Ammon y Avshalom Weinstein quienes residen en Tel Aviv,  los que han rescatado  violines pertenecientes a instrumentistas de religión judía que integraron orquestas en los campos de concentración Nazis durante la segunda guerra mundial. Algunos de esos músicos lograron sobrevivir (los menos) y por supuesto la mayoría perecieron en esos terribles sucesos. Cada instrumento rescatado tuvo su historia. Algunos de Luthería antiquísima, otros hasta del mismo siglo veinte. Los Sres. Weinstein (Padre e Hijo) se encargaron de restaurar cada instrumento en su taller y algunos de los mismos se facilitan para que sean utilizados en conciertos. Ocho fueron los violines que vinieron a la Argentina para que ocho violinistas de la Orquesta Sinfónica Nacional interpreten sus partes del concierto. Fueron entregados por Avshalom Weinstein a cada intérprete y Martín Wullich, con su reconocida autoridad y sobriedad, contó al público el origen y la historia de cada instrumento. Shlomo Mintz, el apreciado violinista que tantas veces vino a Ntro. País a ofrecer su arte y su docencia es quien artísticamente comanda la iniciativa. Tras las voces de la diplomacia  (enmarcada en el Foro Mundial de los Derechos Humanos dentro de una semana cargada de dramáticos recuerdos para los argentinos) y de la historia, sobrevino la música.

 

 El concierto se inició con la interpretación de “El Sobreviviente de Varsovia” de Arnold Schömberg. Obra de un autor ya veterano, pero con la suficiente fuerza e inteligencia para describir el horror de lo ocurrido y la esperanza de sobrevivir aferrado a su credo. Sorprendió gratamente Shlomo Mintz como Director. Buscó extraer todos los detalles y expresar la enorme carga dramática que conlleva la música a partir del texto. Aquí ocupó un rol fundamental Marcelo Lombardero con una magnífica actuación, enfatizando los pasajes fundamentales del texto de manera estupenda. Muy buen aporte de los integrantes de la Sección Masculina del Coro Polifónico Nacional en donde Antonio Domeneghini le dio el justo matiz a la breve y muy potente intervención.

 

  Mucho hemos escrito sobre el Concierto para Violin y Orquesta Op. 64 de Félix Mendelsohn en esta página. Obra capital para el instrumento solista, con pasajes de bravura, otros de carga dramática y otros enmarcados en una belleza superlativa. Shlomo Mintz acometió el doble desafío de ser solista y director. Contó también en José Daniel Robuschi (Concertino de la Sinfónica Nacional) con un aliado fundamental para que el control orquestal sea completo. El cristalino sonido que Mintz le extrajo a su instrumento, los detalles de jerarquía ofrecidos, que son los que hacen a un grande, dan por resultado que la versión haya sido muy lograda. El tempi que Mintz empleó fue tal vez un tanto más lento del habitual, pero la entrega y la belleza del sonido del solista compensaron cualquier objeción que pudiera hacerse.

 

   Tras la impresionante ovación que el público tributó a los intérpretes, Mintz ofreció como bis una formidable versión de una Balada de Eugene Ysaye que logró captar la mayor atención de la concurrencia.

  Luego de unas breves palabras del Maestro acerca de la significación que tenían para El  “Violins of Hope” y su presencia entre Ntros., se interpretó la Obertura Trágica Op. 81 de Johannes Brahms en donde Mintz extrajo lo mejor en los momentos de mayor cargazón dramática de la partitura. Aquí los Maestros de la Sinfónica Nacional lucieron de manera formidable y demostraron a lo largo de todo el Concierto estar a la altura del compromiso.

 

  Para poder presenciar este concierto, muchos colegas como yo mismo debimos superar los escollos de una evidente desorganización, que incluyó la búsqueda de Ntras. acreditaciones en tres listas diferentes de invitados y acreditados y retirar las mismas en un único mostrador junto con las reservas del público en general. Dada la importancia y la gratuidad del evento, era evidente que el público se volcaría masivamente al Centro Cultural Kirchner y la extensísima fila que recorría desde la escalera mecánica por la que se accede al Auditorio Nacional hasta la otra por la que se sale del mismo era la evidencia palpable. El retraso era considerable, y hasta se llegó a un punto en que el personal debió dar la cara y decirle al público que aún conformaba la hilera que no había más lugar en el Auditorio Nacional y que no se podría  ingresar ya que se habían entregado más entradas de las correspondientes. Hubo protestas, afortunadamente sin incidentes, y finalmente antes de comenzar la música, se optó por dejar ingresar a quienes quedaron afuera y que se sentaran en las escalinatas de la sala. Realmente muy desafortunado. Por suerte la música obró de bálsamo para el muy mal trago.

 

Donato Decina

 

Sinfónica Nacional en “provocador” inicio…

                                                                                    Por Jaime Torres Gómez

Con máximo interés se asistió al concierto inaugural de la temporada internacional de la decana Sinfónica Nacional de Chile, dirigida -como es esperable en estas ocasiones- por su maestro titular.

En rigor, desde enero la Sinfónica ha estado muy activa, y con muy buenos resultados junto a Rodolfo Saglimbeni, titular de la agrupación, recordándose muy buenas versiones de la Séptima Sinfonía de Beethoven, las Suites del “Lago de los Cisnes” (Tchaikovsky) y de la ópera “Carmen” (Bizet), la “Titán” de Mahler y las “Tramas Discontinuas” de Aliosha Solovera, aunque por pulir “Mi Madre la Oca (Ravel)” en su versión completa, ameritando pudiera reponerse a futuro...     

Cabe señalar que aún no se ha anunciado oficialmente la temporada internacional del año, conociéndose sólo los dos primeros programas de marzo, y quedando naturalmente expectantes al anuncio respectivo. Sin perjuicio de ello, se celebra el carácter internacional de esta jornada inaugural, al contarse con una figura solista de importantes credenciales.

Llevado a cabo en el Teatro de la Universidad de Chile, sede de la Sinfónica, felizmente se retomó la tradición de realizarse en día viernes con repetición en sábado, esperando así se continúe ante las mejores condiciones post estallido social del 2019, que imposibilitó programar actividades los días viernes en las cercanías del teatro universitario.   

Con conocidas piezas del romanticismo musical, contempló un binomio de obras de Hector Berlioz y el siempre bienvenido Concierto para Violín de Johannes Brahms, dando cuenta de un programa conservador, y convocante para capturar mayores audiencias.

Con una notable versión de la Obertura “Carnaval Romano” de Berliozcomo inicio, evidenció el magnífico estado de la Sinfónica y la autoridad de su titular. De gran virtuosismo orquestal (como la mayoría de las obras berliozianas), las respuestas de conjunto y solísticas tuvieron alto rendimiento, amén de una celebrada frescura de lectura de Saglimbeni. Notable ensamble desde los primeros acordes, más un extraordinario solo del corno inglés en la melodía de la escena de amor de Cellini y Teresa (extraído de la ópera Benvenuto Cellini, del mismo Berlioz), amén de una formidable repetición de la misma por las violas, extendida por una sólida fila de flautas. Transparentes exposiciones de las melodías en contrapunto y temas sincopados. Sin duda, un inapelable triunfo cabal…

Luego, un sólido debut en Chile de Virginie Robilliard con el Concierto para Violín de Brahms. Obra asidua en la Sinfónica, es destacable que en los últimos 10 años este concierto haya contado con excelentes figuras internacionales, no decayendo ahora el nivel junto a la violinista francesa. De autorizada musicalidad y acabado dominio técnico (notable paso del arco), Robilliard brindó completa claridad de conceptos interpretativos, con soberbias exposiciones contrastantes de los caracteres insertos, entre lo angustioso, melancólico y jubiloso, hilvanando un discurso sin tropiezos, a pesar de una provocadora (casi desvariada) cadenza de su propia autoría, de poliestilístico carácter y no del todo correlacionada al conjunto de la obra... Esmaltada y amplia proyección de sonido más perfecta afinación. Notable complemento en todo orden de Saglimbeni y los sinfónicos.

Como encore una original pieza de raíz vernácula, y original para un dúo de violín y percusión nativa integrado por la misma Robilliard, ofreciéndose la parte del violín respectiva. Entrañable el pasaje central (al parecer improvisado) citando el Gracias a la Vida de Violeta Parra, y cantado por la misma violinista, exhibiendo pleno dominio estilístico más un alto vuelo global.

Finalmente, una provocadora (casi polémica) versión de la Sinfonía Fantástica de Berlioz… Referirse a esta gravitante obra del romanticismo amerita mucha tinta (o caracteres informáticos, en clave actual). Sólo destacar lo revolucionario, en su momento, la concepción de una música programática con inimaginables proyecciones estéticas, y sin duda clave para el desarrollo orquestal.

La versión de la Fantástica propuesta por Saglimbeni, conforme lo presenciado en la obertura, discurrió por un insospechado carril, con una densidad sonora no habitual y con una adopción de tempi en general lentos, no obstante una irrefutable coherencia de discurso. Distanciándose de cierto canonicismo, en momentos se creyó estar escuchando Wagner e incluso Bruckner. Ciertamente existen relaciones entre estos compositores -cada uno con sus debidas improntas-, sólo que la propuesta saglimbeniana, para el suscrito, momentáneamente queda relegada a un estado de “procesamiento”… En todo caso, se celebra vivamente la llegada de nuevos enfoques enriquecedores de las percepciones, máxime al ofrecerse con excelencia de resultados de la orquesta.

En suma, un excelente y provocador inicio de temporada de la decana orquestal del país, y con un vuelo imposible de indiferencia…

 

Sólido inicio filarmónico…

                                                                                   Por Jaime Torres Gómez 

Enmarcada dentro de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, la inauguración de la temporada de abono de la Filarmónica de Santiago estuvo confiada a la directora chilena Alejandra Urrutia, titular de la Orquesta de Cámara del Teatro Municipal de Santiago.

Es menester destacar la gravitación de la temporada filarmónica, tanto como la de ópera y ballet del Municipal, al tratarse de la orquesta residente del decano coliseo artístico nacional, más su reconocido nivel histórico. Y particularmente para los tiempos que corren, teniendo en cuenta una buena recuperación de la producción artística en pandemia, se encomia, en lo macro, el criterio programático para este año, dando cuenta de un importante salto hacia un repertorio algo postergado. A la vez, se celebra el nuevo horario para las presentaciones de los días viernes sábados -18:00 y 17:00 hrs, respectivamente-, como una forma de adecuación a las actuales rutinas del público.

Sin perjuicio de lo anterior, se lamenta la reducción del abono filarmónico a sólo ocho programas, considerando el promedio histórico de diez. Y teniendo de referencia la presencia de orquestas invitadas (como la Sinfónica Nacional, algunos años complementando dicho abono), es de máxima pertinencia incorporar a las mejores orquestas locales para fortalecer la temporada de conciertos del decano coliseo, ayudando así al regreso de los diez programas…

Sobre el programa inaugural, del todo laudatoria su concepción con obras sigloveinteras de culto largamente ausentes en la Filarmónica, más un estreno en Chile de una pieza de una compositora viviente, dándose completa redondez al hito. Y paralelamente, una nueva ocasión para apreciar los sólidos avances de Alejandra Urrutia.

De Gabriela Lena Frank (1972) se ofreció “APU: A Tone Poem for Orchestra” -así oficialmente anunciada…-, cuya traducción literal al castellano sería “APU: Poema Tonal para Orquesta”. Esta compositora norteamericana, de multivariado origen (de padre judío-lituano y madre china-peruana), ocupa un destacado lugar en la escena composicional actual, llegando a ser compositora residente de la prestigiosa Orquesta de Filadelfia. Su música, impregnada de raíces vernáculas con acentos latinoamericanistas, posee una directa asimilación multicultural estilizada dentro de los cánones propios de la música occidental.

APU, comisionado por el Carnegie Hall para la Orquesta Juvenil Nacional de los Estados Unidos, está inspirado en los “apus”, que son espíritus protectores de la órbita andina, y naturalmente permeado de música nativa latinoamericana en lo rítmico y melódico, apreciándose también directas influencias de compositores norteamericanos como Aaron CoplandSamuel Barber y Leonard Bernstein. Interesante su organicidad estética a través de una frondosa batería de recursos como el uso de las síncopas, pizzicatos y en general un atractivo dominio del color y del timbre, aunque, en momentos, con un discurso interno algo difuso. Comprometida entrega de la maestra Urrutia y los filarmónicos.   

Luego de casi 20 años, regresa a la Filarmónica las Variaciones Concertantes de Alberto Ginastera, obra fundamental del gran compositor argentino. Referirse a Ginastera no requiere de mayor presentación, y sólo referir que la pieza ofrecida la compuso en 1953 ante un difícil período político en su país. Inscrita dentro del denominado “nacionalismo subjetivo” (segundo período estilístico), el material folclórico inspirante discurre dentro de una admirable estilización que lo entroniza hacia una completa universalidad. Y como buena parte de la música ginasteriana, la armonía dominante es la derivada de las cuerdas abiertas de la guitarra. Pieza demandante para varios instrumentos solistas, el entrañable solo de la viola (tercera variación -Variazione drammatica-) se erige como uno de los más importantes para dicho instrumento dentro del repertorio de la música de tradición escrita.     

La versión de la maestra Urrutia llegó con entera asimilación global, brindando en plenitud la idiomática atmósfera esperable, de respetuosa contemplatividad ante el halo idealizado (subjetivo) de lo vernáculo por el compositor. Muy bien administradas las transiciones y soberbio manejo del tempo interno. Excelente respuesta de conjunto, aunque desparejos los cometidos solísticos. Rimbombante y fuera de estilo el solo inicial del cello al inicio, aunque mejorado en su segunda intervención, como  excelente el violín en su pasaje de bravura, lo mismo el contrabajo solista, aunque poca precisión rítmica más una mortecina proyección del arpa, y derechamente frustrante el esperado solo de la viola, acusando desafinaciones y completa falta de carácter ante el desgarrador requerimiento del pasaje, al tratarse de una elegía…     

Como colofón, y con acertado criterio musical, se ofreció una idiomática versión del Concierto para Orquesta de Béla Bartók, sin duda una de las piezas fundamentales de todo el repertorio de la música universal. Largamente ausente en la Filarmónica, se recibe con total beneplácito, máxime al darse buen rendimiento general, producto del autorizado trabajo de la maestra invitada. Obra cautivante y de inmisericorde exigencia global, requiere alta concentración ante el tratamiento concertante de los instrumentos (o grupos de ellos) y siendo verdaderos solistas al contrastarse ampliamente con el grupo orquestal.

Logros innegables en una sugerente exposición inicial (obteniéndose el enigmático carácter requerido), buena  marcación del segundo movimiento (fabuloso ensamble general, en especial el pasaje de los fagotes), desgarrador carácter en el tercero, lograda amabilidad en el cuarto y jubiloso discurso en el último movimiento, no obstante cierta desconcentración en parte de la fuga final, en sí de bestial exigencia. Magnífico trabajo global en texturas, balances y timbres.

En suma, un sólido arranque de la temporada de abono de la Filarmónica, dejando buen referente para el desarrollo de la misma, más un nuevo triunfo artístico de Alejandra Urrutia

 

Mahlerfest…

                                                                   Por Jaime Torres Gómez

Desde fines del 2022 e inicio de este año, se ofreció una secuencia de sinfonías de Gustav Mahler a cargo de la Filarmónica de Santiago, Sinfónica Nacional de Chile, Sinfónica Nacional Juvenil y la Orquesta Academia del Festival Internacional de Música Portillo, dándose una suerte de Festival Mahler.

Las obras de este compositor postromántico cada vez adquieren mayor interés, siendo hoy en día culto en buena parte de las orquestas profesionales, e incluso en agrupaciones amateur y juveniles aventajadas. Esto, fundamentalmente, ante el amplio arco de temáticas insertas en toda la producción mahleriana, al estar directamente imbuidas de ideas filosóficas provenientes desde SchopenhauerNietscheDostoyevski y otros, más una adhesión a una espiritualidad directamente influida por la tradición judeo-cristiana, aunque sin duda trasuntándola...

En el caso de las obras presenciadas, viéndolas como conjunto, tienen como elemento común la búsqueda de una trascendencia construida principalmente desde el amor más una visión del ser humano como sujeto de conquistas por ideales superiores, asimismo una atrapante contemplación del mundo como un todo, dándose una interesante simbiosis entre el hombre y la naturaleza (con visos panteístas), amén de la omnipresencia de una quasi hegeliana dialéctica ante los tormentos existenciales del compositor.

En lo intrínsecamente musical, como buen heredero del romanticismo, Mahler expande con entera propiedad el vuelo rupturista propio de ese período, adoptando una libertad formal completamente atípica, manifestada en una rara síntesis entre la música pura y lo programático, donde lo expresivo cobra relieves superiores, junto a un genial dominio de lo armónico y de la orquestación.            

Ante tan atrapantes elementos, es normal verlos traducidos en amplias convocatorias, y consecuentemente hitos de innegable popularidad, al umbral de los devocional… Y en el caso de lo ofrecido, quedó felizmente reflejado con importantes audiencias e interpretaciones en las Sinfonías 1, 2, 4 y 8, más La Canción de la Tierra.

Cronológicamente, a fin de octubre, se ofreció la Cuarta Sinfonía a cargo de la Filarmónica de Santiago deslumbrantemente dirigida por Maximiano Valdés, siendo dicha presentación distinguida por el Círculo de Críticos de Arte de Chile. A la vez, importante consignar que estuvo precedida de magníficas versiones de la Danza Fantástica de Enrique Soro y la música completa del ballet Mi Madre de Oca (Ma Mére L´Oye) de Maurice Ravel, al parecer estreno en Chile (normalmente se ofrece la suite de cinco números), con un resultado de alto idiomatismo más una atenta respuesta de los filarmónicos.

En cuanto a la Cuarta MahlerianaValdés nuevamente demostró su gran afinidad con este compositor (recordándose vivamente sus magníficas lecturas de la N°1 “Titán”, las N° 5 y 6, y una impactante versión de “La Canción de la Tierra”), validándolo como un genuino mahler specialist… Grandes logros en empáticos tempi, transparentes texturas e irrefutable carácter. Gran respuesta de los filarmónicos.

Luego en diciembre, y finalizando la temporada de abono de la Filarmónica, una esperada Segunda Sinfonía “Resurrección” con Paolo Bortolameolli, quien cada vez cosecha más logros en el abordaje de obras mahlerianas. Y si bien la Resurrección se ha ofrecido asiduamente, empero la presencia de Bortolameolli (Principal Director Invitado) revestía máximo interés, ante el referente de haberla dirigido junto a una de las más importantes orquestas de Berlín.   

Además, cabe señalar que esta presentación constituyó el retorno de los conciertos al escenario del Teatro Municipal de Santiago, debido al emplazamiento de la orquesta en platea a lo largo de la pandemia, elemento relevante ante la experiencia de una sonoridad distinta dentro de este período, y, por tanto, debiéndose acomodar a la histórica percepción auditiva. Así, ante un resultado desparejo en la primera función, era menester asistir nuevamente para aquilatar mejor la interpretación, estando presente -adicionalmente- en la última presentación.        

Importantes logros especialmente en el primer movimiento (notable manejo de los contrastes y acentos, más una bien resuelta globalidad), aunque algunas debilidades en el segundo (cierto almibaramiento -abuso del rubato- en detrimento del candoroso carácter requerido…), excelente análisis conceptual en el tercero (Predicación de San Antonio de Padua a los Peces), contenida entrega en el Urlicht (excelente Evelyn Ramírez como mezzo solista) y notables desarrollos posteriores, con calibrado manejo de la tensión-distensión-expansión sonora. Formidables intervenciones de las sopranos Yaritza Véliz y Paulina González, en la primera y última función, respectivamente, más una excelente preparación del Coro Profesional del Municipal de Santiago. Importante destacar el premio a esta presentación del Círculo de Críticos de Arte de Chile.   

Posteriormente, en enero, el festival mahleriano de marras adquirió mayor protagonismo, concentrando tres obras representativas de diversos períodos creativos, como la Sinfonía N°1 “Titán”, la N°8 “De los Mil” y “La Canción de la Tierra”. Sin embargo, no fue oportuna la cercanía de fechas entre la 1 y 8, quedando la primera algo eclipsada en convocatoria ante el mega-despliegue de producción de la última, al ser un estreno largamente esperado.      

Así, la llegada de la Octava de Mahler fue posible concretarla sobre la base de una fuerte voluntad desde la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles (Foji) para celebrar en grande sus 30 años de existencia, proyecto admirablemente liderado en lo artístico por Paolo Bortolameolli como Titular de la Sinfónica Nacional Juvenil. Y sin soslayar el inmenso aporte de la Foji al desarrollo formativo, lo concreto que el hito de ofrecerse la Sinfonía de los Mil amerita completa plausibilidad, máxime al saberse que intentos anteriores no llegaron a puerto por la complejidad de sus enormes requerimientos. Y para darle debida concreción, fue del todo adecuado ofrecerla en el Teatro Caupolicán, emblemático recinto multipropósito y de amplia capacidad global.    

La versión de Bortolameolli superó todas las expectativas respecto a lo esperable de los jóvenes músicos y del amplio contingente de coros convocados, labor del mayor encomio y que dio cuenta del buen momento de los jóvenes talentos existentes en Chile, amén de una excelente salud coral junto al magnífico nivel de cantantes para los roles solísticos. Por su parte, Bortolameolli nuevamente demostró ser un magnífico mahleriano ante su completa claridad de conceptos interpretativos, radicados en una admirable unidad global. Importantes logros en la uniformidad de las cuerdas, más buen ensamble de maderas y percusión, quedando algo pendiente mayor homogeneidad en los bronces.

Excelentes desempeños del octeto de cantantes nacionales (varios radicados en el extranjero) Constanza Olguín (soprano), Andrea Aguilar (soprano), Evelyn Ramírez (contralto), Camila Guggiana (soprano), María Luisa Merino (mezzo), Juan Pablo Dupré (tenor), Ramiro Maturana (barítono)  y Sergio Gallardo (bajo). Asimismo, el conjunto de nueve coros provenientes desde varias regiones (incluidos varios de Santiago) constituyó un gran estímulo para que agrupaciones profesionales en el futuro repliquen esta experiencia, máxime al disponerse del adecuado nivel artístico para un proyecto de tal monumental magnitud…        

En el intertanto, y dentro del concierto aniversario de la Sinfónica Nacional, se ofreció la Sinfonía N° 1 “Titán”. Siendo muy recurrente localmente, el mayor interés estribó presenciarla por el actual titular sinfónico, el destacado maestro Rodolfo Saglimbeni, a quien poco se le conoce en Mahler (se le recuerda una gran versión del Adagio de la Décima Sinfonía más Las Canciones del Caminante), pudiendo ahora verlo en una obra de otras dimensiones y carácter. Felizmente se pudo corroborar la afinidad mahleriana de Saglimbeni, no obstante no estar ciento por ciento de acuerdo con la edición usada (al parecer, de cierta aproximación a la original, donde se realzan bruscos giros en perjuicio de las transiciones, especialmente en los dos primeros movimientos). Grandes momentos a partir del tercero, con impactantes honduras expositivas globales (soberbia administración de lo emotivo y descriptivo). Grandes logros de conjunto (esmalte sonoro y ensamble) y solísticos (formidable el solo del contrabajo en el tercer movimiento), dando cuenta del buen nivel de la decana orquestal del país.                

Y con inmensa satisfacción se recibió "La Canción de la Tierra" en una versión pletórica de idiomatismo liderada por Alejandra Urrutia, quien demostró profundo conocimiento de la partitura, y ante todo, con estremecedora humildad, dejando hablar por sí misma a la obra… Importante aporte haberla ofrecido en su versión masculina, en complemento a la recurrente de mezzo-contralto.

A la vez, impresionante el resultado de la Orquesta Academia del Festival Internacional de Música Portillo, donde sus jóvenes integrantes -aún en formación- lograron una respuesta con altísimo nivel de ensamble y musicalidad. Gran trabajo de los instructores internacionales. Asimismo, descollante el desempeño de Patricio Sabaté (barítono) y Javier Weibel (heldentenor), cada uno absolutamente consubstanciado en el espíritu de la obra y con entera autoridad en el “decir” de los textos. Magnífico Weibel en esta nueva experiencia como heldentenor (más se le conoce como barítono), con un mayor asentamiento vocal y sin duda hoy en día de los más apropiados en Chile para La Canción de la Tierra. Por su  parte, Sabaté estremecedor en el abschied (final de la obra), con cabal empoderamiento, más una vocalidad y musicalidad irredargüiblemente ad hoc para la parte.   

A su vez, muy oportuna la intervención previa de Elicura Chihuailaf (Premio Nacional de Literatura), con alta correlación reflexiva entre el sentido interno de la obra y su macro visión de la Madre Tierra… sumándose a un completo triunfo global en musicalidad, excelencia de preparación y alto sustrato de contenido…    

En suma, un Mahlerfest que consolidó una importante recuperación de la oferta programática -aún en los estertores de la pandemia-, sólo convocado por el gran Gustav