LA HISTORIA OCULTA DEL
HIMNO NACIONAL ARGENTINO
Martha CORA ELISEHT
Detrás de todas las canciones
patrióticas existe una historia oculta y en muchos casos, completamente
desconocida por la mayoría de los habitantes del país. En el caso del Himno
Nacional Argentino, la historia es bastante más compleja que aquella que se enseñaba
en la escuela primaria. Todos recuerdan aquel cuadro donde se cantó por primera
vez el Himno el 11 de Mayo de 1813 en casa de Doña Mariquita Sánchez de
Thompson y que la canción patria que fuera aprobada por la Asamblea de 1813
constaba de 9 estrofas y un Coro. Posteriormente, fueron acotadas durante la
primera presidencia de Julio Argentino Roca por un decreto fechado el 30 de
Marzo de 1900, aduciendo que “El himno nacional contiene frases que fueron
escritas con propósitos transitorios, las que hace tiempo han perdido su
carácter de actualidad; tales frases mortifican el patriotismo del pueblo
español y no son compatibles con las relaciones internacionales de amistad,
unión y concordia”. Esta
versión es la que todos conocen y la que se canta en la actualidad.
Sin embargo, hubo canciones patrióticas que
reflejaron el sentimiento de los pensadores y poetas criollos anteriores a
1813. Para ser más precisos, todo comienza en 1807, luego del triunfo de los
patriotas en las invasiones inglesas. Los criollos estaban imbuidos de los
ideales de la Revolución Francesa e interpretaron este triunfo como un
prolegómeno de la Guerra de la Independencia, cuyo objetivo era desmembrar a
España para brindar a Napoleón Bonaparte la supremacía mundial. Por lo tanto,
no es raro que la poesía se imbrique con los fenómenos políticos del país. Los mejores representantes de ese período
fueron Juan Cruz Varela (1794-1839), Fray Cayetano Rodríguez (1761-1823) y
Esteban de Luca (1786-1824). A este último se le atribuyen las estrofas de la
primera marcha patriótica, que fueron publicadas en La Gazeta de Buenos Ayres el 15 de Noviembre de 1810:
La América toda
Se conmueve al fin,
Y a sus caros hijos
Convoca a la lid;
A la lid tremenda
Que va a destruir
A cuantos tiranos
La osan oprimir.
Sin bien los versos publicados en La Gazeta son anónimos, los
historiadores José Antonio Pillado y Vicente Gesualdo le atribuyeron la autoría
del texto y la música a Esteban de Luca y Blas Parera, respectivamente, ya que
el músico español era muy amigo de la familia de Luca. La obra tuvo su debut el
24 de Noviembre de ese mismo año en el marco de los festejos por el triunfo de
las armas patriotas en la batalla de Suipacha. Se escuchó en numerosas
ocasiones en las reuniones de la Sociedad Patriótica y alcanzó un cierto grado
de popularidad. Lamentablemente, la partitura original se extravió y sobrevive
en un arreglo del compositor Josué T. Wilkes, que data de 1909.
Hubo una segunda canción patriótica
con texto de Saturnino de la Rosa y música de Blas Parera, que se interpretó
por única vez el 26 de Mayo de 1812 en
el Cabildo de Buenos Aires, en presencia de autoridades nacionales y
municipales. Sin embargo, simultáneamente se estaba gestando una nueva canción
patria con motivo de la representación de la obra teatral El 25 de Mayo de Luis Ambrosio Morante en la Casa de la Comedia, el
24 de Mayo de 1812. Al final de la misma, los actores cantaron un encendido
himno con letra del mismo Morante y música de Blas Parera. Se dice que entre
los espectadores estaba Vicente López y Planes (1785-1856), quien imbuido de un alto sentimiento
revolucionario compuso esa misma noche las estrofas de una “Marcha Patriótica”
que desplazaría a la de Morante. No
obstante, la documentación histórica narra algo muy diferente.
Según documentos de la época, el 22
de Julio de 1812 el Triunvirato envía al Cabildo un oficio en el “se recomienda muy eficazmente al patriótico
celo de V.E. el que se encargue de mandar hacer una composición sencilla, pero
majestuosa e imponente (...) que en todos los espectáculos públicos se entone
al principio de ellos, con la dignidad que corresponde a la marcha de la
patria, debiendo en el entretanto permanecer los concurrentes en pie y
destocados.” También debía cantarse a diario en las escuelas y además, en
un día señalado de cada semana, los estudiantes de primeras letras debían
concurrir a la Plaza de la Victoria acompañados por sus maestros y repetir la
canción patriótica alrededor de la pirámide del 25 de Mayo “con todo el decoro y acatamiento que exige esta augusta deidad de los
hombres libres”. El Regidor Manuel
José García encomienda la tarea de componer el texto a Fray Cayetano Rodríguez,
quien la cumple en la última semana de Julio de ese mismo año. El Cabildo
aprueba la letra el 4 de Agosto y le encarga la música a Blas Parera. Tras la
aprobación de la partitura para orquesta, el denominado Himno Patriótico se
estrena el 1° de Noviembre de 1812 y comienza a cantarse según las indicaciones
del decreto inicial. Posteriormente, se recomienda que los niños lo canten
solamente en días festivos.
Al no obtener la repercusión
esperada, la Asamblea General constituyente convoca nuevamente el 6 de Marzo de
1813 a la creación de un himno que resuma de manera heroica los ideales de la
Revolución de Mayo y simbolice el sentimiento patriótico del pueblo. En esta
ocasión, tanto Fray Cayetano Rodríguez como Vicente López y Planes preparan
–cada uno por su lado- un nuevo texto. Durante la sesión del 11 de Mayo de
1813, López y Planes presenta su obra, que es aprobada en forma unánime por la
Asamblea –inclusive a Rodríguez, quien retira su propia letra-. El original
aprobado por la Asamblea es el siguiente:
"Marcha patriótica"
(Himno Nacional Argentino)
Oíd,
mortales, el grito sagrado:
¡Libertad, Libertad, Libertad!,
oíd el ruido de rotas cadenas,
ved en trono a la noble igualdad.
Se levanta a la faz de la tierra
una nueva y gloriosa Nación,
coronada su sien de laureles
y a sus plantas rendido un León.
De los
nuevos campeones los rostros
Marte mismo parece animar:
la grandeza se anida en sus pechos,
a su marcha todo hacen temblar.
Se conmueven del Inca las tumbas
y en sus huesos revive el ardor
lo que ve renovando a sus hijos
de la Patria el antiguo esplendor.
Pero
sierras y muros se sienten
retumbar con horrible fragor,
todo el país se conturba por gritos
de venganza, de guerra y furor.
En los fieros tiranos la envidia
escupió su pestífera hiel,
su estandarte sangriento levantan
provocando a la lid más crüel.
¿No los
veis sobre México y Quito
arrojarse con saña tenaz?
¿Y cuál lloran bañados en sangre
Potosí, Cochabamba y La Paz?
¿No los veis sobre el triste Caracas
luto y llantos y muerte esparcir?
¿No los veis devorando cual fieras
todo pueblo que logran rendir?
A
vosotros se atreve, argentinos,
el orgullo del vil invasor.
Vuestros campos ya pisa, contando
tantas glorias hollar vencedor.
Mas los bravos que unidos juraron
su feliz libertad sostener,
a esos tigres sedientos de sangre
fuertes pechos sabrán oponer.
El
valiente argentino a las armas
corre ardiendo con brío y valor,
el clarín de la guerra, cual trueno,
en los campos del Sud resonó.
Buenos Aires se pone a la frente
de los pueblos de la ínclita unión,
y con brazos robustos desgarran
al ibérico altivo león.
San
José, San Lorenzo, Suipacha,
ambas Piedras, Salta y Tucumán,
la Colonia y las mismas murallas
del tirano en la Banda Oriental,
son letreros eternos que dicen:
aquí el brazo argentino triunfó,
aquí el fiero opresor de la Patria
su cerviz orgullosa dobló.
La
victoria al guerrero argentino
con sus alas brillantes cubrió,
y azorado a su vista el tirano
con infamia a la fuga se dio.
Sus banderas, sus armas se rinden
por trofeos a la libertad,
y sobre alas de gloria alza el pueblo
trono digno a su gran majestad.
Desde un
polo hasta el otro resuena
de la fama el sonoro clarín,
y de América el nombre enseñando
les repite: Mortales, oíd:
Ya su trono dignísimo abrieron
las Provincias Unidas del Sud
y los libres del mundo responden
al gran pueblo argentino, salud.
CORO
Sean eternos los laureles
que supimos conseguir,
coronados de gloria vivamos
o juremos con gloria morir.
Al analizar la letra, la Marcha Patriótica está cargada de
sangre, pasión y beligerancia. En efecto, por tratarse de una canción guerrera,
comienza describiendo el sonido de las cadenas rotas que sujetaban a España, y
continúa con la imagen del león ibérico muerto a manos de las armas patriotas.
Se observa una visión pronapoleónica en la alusión al Inca, diciendo
implícitamente en la segunda estrofa que los argentinos son “sus hijos”. No hay
que olvidarse que el Imperio Incaico era símbolo del ideal americanista para
los revolucionarios y la tradición de los pueblos originarios frente al
europeísmo de los conquistadores hispanos.
Asimismo, se refiere a los invasores
como “viles”.Un insulto mayúsculo en
aquella época, pero con una explicación lógica. Luego de la derrota argentina
en Huaqui, los generales realistas Pío Tristán y José Manuel Goyeneche penetran
comandando sus ejércitos en territorio nacional. Para López y Planes, la vileza
consiste en que ambos generales no eran españoles, sino criollos, y porque
además, Goyeneche había violado un armisticio en Huaqui. También es duro y
agresivo en su lenguaje: “fieros
tiranos”, “fieras devoradoras de pueblos”, “fiero opresor”, “infame tirano” y
“tigres sedientos de sangre”. Lo
mismo ocurre cuando se relata en la cuarta estrofa la feroz represión que los
españoles desataron contra los movimientos emancipadores en Ecuador, México y
Bolivia; sobre todo, en un fino juego de palabras donde “La Paz llora bañada en
sangre”. No sólo se refiere a la capital boliviana, sino también al concepto de
paz moral y pública.
Durante mucho tiempo, se consideró
que López había compuesto cada una de las estrofas del Himno bajo la advocación
de una de las Musas. Mientras que la primera corresponde a Clío –Musa de la
Historia-, la segunda pertenece a Euterpe –Musa de la Música-, ya que vibra
bajo el sonido de las marchas militares. En la tercera se puede apreciar a Calíope –Musa de la Épica-, ya que se
refiere a la guerra y las batallas. La cuarta estrofa se refiere a Melpómene
–Musa de la Tragedia-, donde llora la sangrienta reacción
contrarrevolucionaria, mientras que la quinta se pone bajo la advocación de
Talía -Musa de la Comedia-, porque hace referencia a la alegría y el optimismo
de cara al futuro. La sexta estrofa evoca a Terpsícore –Musa de la Danza-,
donde los acontecimientos históricos fluyen como un ballet de libertad y
gloria, mientras que la enumeración de las batallas de la Independencia en la
séptima estrofa recuerda a Erato-Musa de la Inspiración-, que levanta orgullosa
el canto de victoria. La octava pertenece a Polimnia -Musa de la Oratoria- y
finalmente, la novena y última, a Urania -Musa de la Astronomía-, donde el
mundo celebra el movimiento libertador y
un nuevo sol de justicia se levanta sobre la faz de la Tierra. Esta segunda
lectura puede sonar más poética desde lo estrictamente literario, pero no por
ello menos atrayente.
En cuanto a la música, Blas Parera
se inspiró no sólo en Mozart para la composición del Coro, sino también en la
ópera “Antonio y Cleopatra” de Jean
Baptiste Lully. Sin embargo, la mayoría de los historiadores no se han puesto
de acuerdo respecto de la auténtica talla musical del compositor. Mientras que
algunos afirman que era el director de orquesta más importante y la máxima
figura musical de aquella época, otros aseveran que sólo era un modesto
profesor de música que componía por encargo. Según Alberto Williams, “no era un compositor avezado en los
secretos técnicos del arte, sino más bien un autor ocasional, que se sobrepasó
a sí mismo a impulsos de la inspiración patriótica y de la sublimidad del
momento”. Sin embargo, su
inspiración patriótica ha sido puesta en tela de juicio. Tras la aprobación de
la letra por la Asamblea General Constituyente, el 12 de Mayo de 1813 la
institución le encargó a Parera componer con urgencia una nueva música. Éste
accedió, pero pasaron los días y no presentaba ningún resultado. Finalmente se
negó, ya que la letra era ofensiva contra España y temía represalias por parte
del rey. Fue encarcelado por el gobierno y obligado a componer bajo pena de
fusilamiento. Terminó la partitura en una noche –la misma que utilizó para el texto
de Morante- , fue liberado y partió en el primer barco hacia Río de Janeiro,
donde vivió algunos años y finalmente, en su tierra natal, donde falleció en
1840.
El musicólogo Carlos Vega explica de
esta manera la partida repentina de Blas Parera: “Meses antes de su partida, el gobierno argentino (recuérdese que el
país estaba en guerra) exigió a todos los españoles residentes juramento de
fidelidad a la patria naciente y morir por su independencia total, legalizando
su adhesión mediante una carta de ciudadanía. Podría ser que la adopción de la
nacionalidad argentina hubiera sido una imposición demasiado dura para el
catalán, y acaso la causa de su extrañamiento súbito.”
Tampoco existe acuerdo unánime
respecto del lugar donde el Himno Nacional fue ejecutado por primera vez. Según
la tradición, tuvo su estreno en la casa de Mariquita Sánchez de Thompson,
mientras que otras fuentes sostienen que el debut de la obra se produjo el 25
de mayo de 1813 en la Plaza de la Victoria al pie de la Pirámide de Mayo,
cantado por los alumnos de la escuelita del maestro Rufino Sánchez. Y que ese
mismo día por la noche, se entonó en el Coliseo Provisional. Esta segunda
versión se fundamenta básicamente en que, tratándose de un encargo
gubernamental de tamaña magnitud, difícilmente su estreno se confinara a un
ámbito reducido. Lo cierto es que la Marcha Patriótica alcanzó gran popularidad
y muy pronto quedó instalada como canción patria, siendo interpretada tanto en
eventos oficiales y sociales como en el campo de batalla.
En cuanto al aspecto musical, se
realizaron arreglos y adaptaciones de toda índole –tanto para piano como para
diferentes grupos de instrumentos-. Previamente al arreglo de Juan Pedro
Esnaola de 1860, existieron varias versiones de la partitura: una edición en
París (1824), otra en Inglaterra (1830, bajo el nombre de Marcha del Río de la Plata) y una reducción para piano realizada
por el compositor belga Louis Massemaeckers (Chant
National de Buenos Aires). Y posteriormente, una edición para orquesta y banda
militar con motivo de su interpretación en San Petersburgo en 1866, realizada
por Crisanto del Cioppo. Cabe recordar que el arreglo de Esnaola fue por
encargo del entonces Director de Bandas Militares Francisco Farramiñán.
Sin embargo, el Himno Nacional
sufriría numerosas modificaciones con el correr del tiempo. Con el transcurso
de los años, el contenido de la letra –tan apropiada para exacerbar el
patriotismo en tiempos de guerra- no era apropiada para ser cantada en tiempos
de paz y acabó generando cierto malestar con España. En julio de 1893, a
instancias del Ministro del Interior Lucio Vicente López –nieto del autor de la
letra-, el Poder Ejecutivo resuelve que a partir de la fecha sólo se interprete
la última estrofa en actos oficiales. El diputado Osvaldo Magnasco solicita una
interpelación al Ministro López y consigue que el Gobierno dé marcha atrás con
la propuesta. No obstante, el decreto firmado por Julio Argentino Roca el 30 de
Marzo de 1900 mencionado anteriormente establece que sólo se canten los cuatro
primeros versos, los cuatro últimos y el Coro.
Posteriormente, el 2 de agosto de 1924 el
Presidente Marcelo T. de Alvear creó una comisión constituida por Floro Ugarte, Carlos López Buchardo y José André
para componer una nueva versión oficial del Himno Nacional. Gracias al hallazgo
de una partitura en el Museo Histórico Nacional atribuida a Blas Parera -a la
cual la comisión introdujo arreglos-, se pudo estrenar al público en el Teatro Colón el 25 de mayo de 1927. Sin embargo, debido a las
críticas que trajo el "nuevo himno", el 20 de Julio de ese mismo año
Alvear deja en suspenso la nueva versión y nombra otra comisión que restaura el
Himno Nacional a partir de la versión de Esnaola. Hoy en día, la versión
vigente del Himno corresponde a la transcripción realizada por Luis Lareta, que
se ajusta a lo acordado por decreto del 25 de septiembre de 1929 por el Poder
Ejecutivo de la Nación. De esta manera, se oficializa dicho trabajo como Himno
Nacional Argentino.
Posteriormente, el decreto n° 10302
del 24 de Abril de 1944 da la aprobación definitiva al Himno Nacional.