Otra soberbia actuación de la Filarmónica en las
postrimerías de su Ciclo de Abono
ENTRE LO CLÁSICO Y LO
CONTEMPORÁNEO
Martha CORA ELISEHT
Apenas restan uno o dos conciertos
sinfónicos a cargo de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires dentro de su tradicional
Ciclo de Abono en el Teatro Colón. Este año, parece ser que tanto el
rendimiento de la orquesta como la calidad de sus interpretaciones van en
aumento casi al final de la presente temporada, tal como sucedió el pasado
jueves 14 del corriente en el Colón, bajo la dirección de Michael Seal y con la
presencia del violoncelista Gary Hoffman en calidad de solista.
El programa comprendió las
siguientes obras: Concierto para cello y
orquesta de Máximo Flügelman (1945), Variaciones sobre un Tema Rococó en La mayor, Op.33 para violoncello y
orquesta de Piotr I. Tchaikowsky (1840-1893) y la Sinfonía n° 8 en Do menor, Op.65 de Dimitri Shostakovich
(1906-1975).
El británico Michael Seal es un
director con mayúsculas. Ha dirigido numerosas orquestas en Inglaterra, Irlanda
y Escocia, así como también en Europa y Asia (Filarmónica de Malaysia, con la
cual debutó durante el transcurso del corriente año) y la Filarmónica de Buenos
Aires. Asimismo, es director musical de la City of Birmingham Symphony Orchestra
y participa también como director asociado de la ópera de dicha ciudad. Y Gary
Hoffman es un destacadísimo cellista, hasta tal punto que muchos compositores
contemporáneos le han dedicado sus conciertos: entre otros, el argentino Máximo
Flügelman, quien compuso su Concierto
para cello y orquesta en 1996 por encargo de la Filarmónica de Buenos Aires
con motivo del 50° aniversario de la creación de dicha entidad. Sin embargo, la
obra no llegó a concretarse y fue estrenada en París en 2005, con Hoffman en
calidad de solista. Por lo tanto, puede decirse que se produjo su estreno local
con el organismo sinfónico al cual
estaba destinada desde un principio. Consta de dos movimientos (Andantino rapsódico y Allegro moderato), donde se expresa una
línea melódica y armónica, agradable al oído del espectador. El primer
movimiento posee reminiscencias de Neptuno
de “Los Planetas” de Gustav Holst
en los glissandi a cargo de la
percusión y de “El Pájaro de Fuego” de
Stravinsky en su desarrollo. El instrumento solista realiza un trémolo durante el desarrollo y dos
cadencias –una, al principio y la otra, al final- que fueron perfectamente
ejecutadas merced al impecable fraseo del intérprete. Por momentos, la
composición posee ribetes sonoros que recuerdan a Coptic Lights del compositor estadounidense Morton Feldman. (Hay
que recordar que Flügelman estudió en Estados Unidos con John Corigliano y
David Diamond). En cambio, el segundo movimiento posee reminiscencias impresionistas-
que recuerdan a La Mer, de Débussy y
también, a Albert Roussel en los tutti orquestales
en tono menor. El solo de cello interpreta una fuga que es retomada
posteriormente por la orquesta en un tutti
con reminiscencias de jazz –al estilo de André Previn- , mientras que
también posee ribetes ginasterianos en ritmo de malambo a cargo del cello, que
son repicados por la orquesta. Tras un scherzo
giocoso, se escucha una recapitulación en acorde fff, reforzado por la orquesta y el instrumento solista. El público
recibió la obra con un cálido aplauso, que obligó a salir al compositor- quien
estuvo presente en el estreno local de su obra-
a saludar sobre el escenario.
Acto seguido, tanto Seal como
Hoffman ofrecieron una excelente versión de las celebérrimas Variaciones sobre un Tema Rococó de
Tchaikowsky. Desde su inicio, la orquesta logró una soberbia profundidad
sonora, con muy buenas intervenciones de los instrumentos solistas
–especialmente, se destacó el dúo de oboes conformado por Néstor Garrote y
Paula Llán, al igual que Claudio Barile en flauta, Matías Tchicouret en
clarinete y Fernando Chiappero en corno-.
Gary Hoffman dio muestra una vez más de su impecable fraseo y su calidad
interpretativa, logrando un sonido espléndido. Esto se vio fundamentalmente en
la variación n° 5 (Allegro maestoso/
Cadenza), donde el instrumento solista posee un pasaje de extrema
dificultad técnica, caracterizado por una sucesión de escalas cromáticas
ascendentes y descendentes, apoyadas por un fraseo mediante arco en cascada. Esto se profundiza aún más al llegar a la 7° variación (Allegro vivo), donde el instrumento solista enfrenta una coda
monumental junto a la orquesta, de gran dificultad técnica y donde es muy fácil
caer en notas falsas. Gary Hoffman superó la prueba con creces y tras los
aplausos al final de la obra, salió a hacer un bis con una Partita para
cello solista de Bach, que interpretó con su maestría habitual.
La Sinfonía n° 8 en Do menor, Op. 65 forma parte del tríptico que
Dimitri Shostakovich compuso sobre la Segunda Guerra Mundial, junto a la n° 7 (“Leningrado”, 1941) y la n° 9 (1945). Data de 1943 y consta de 5 movimientos (Adagio/ Allegretto/ Allegro non troppo/
Largo/ Allegretto), que representan el sufrimiento humano durante el
conflicto bélico de manera íntima e introspectiva. Debido a su extrema
dificultad técnica, no es una obra que se escucha muy a menudo en los programas
de conciertos. Y si bien la Orquesta Sinfónica Nacional brindó una excelente
versión de la misma bajo la dirección de Stephan Lano durante el transcurso del
corriente año en el Centro Cultural Kirchner (CCK), la versión ofrecida por
Michael Seal fue estupenda y soberbia desde todos los aspectos: brillante
calidad de sonido, buena profundidad del mismo, perfecta entrada de los
diferentes instrumentos –tanto solistas como grupos de instrumentos al unísono,
en bloque-, jerarquía y excelencia interpretativa y estupenda marcación de tempi. Esto pudo apreciarse desde el trémolo inicial en cellos y contrabajos hasta la melodía suspendida de la Sinfonía n° 7 (Leningrado) a cargo de
los violines, que representa la desolación posterior a la guerra.
Posteriormente, el fagot toma la melodía –soberbia interpretación de Gabriel La
Rocca como solista, acompañado por el brasileño Abner Da Silva-, que es tomada
por el trombón bajo en contrapunto, para desembocar en un allegro in crescendo en tonalidad expansiva- similar a la música de
Carl Nielsen- donde seguidamente, los
trombones marcan una melodía similar al 3° movimiento de la Sinfonía n° 5 del compositor ruso. Tras
un poderoso tutti orquestal en fff, la melodía sigue con un trémolo en diminuendo en las cuerdas –sostenido por las violas-
hasta el bellísimo solo de corno inglés que marca una transición a Andante sostenuto – espléndida actuación
de la solista Michelle Wong- hasta la brillante fanfarria a cargo de los cornos y las trompetas con sordina que
marca el final del 1° movimiento, donde
se destacó el trompetista Daniel Marcel Crespo. Hubo una entrada perfecta de la
orquesta en el 2° movimiento (Allegretto),
seguida por un excelente contrapunto entre el flautín, el fagot y la tuba,
apoyados sobre el conjunto orquestal. También se destacó el solista de
contrafagot Daniel La Rocca durante el scherzo/vals
central y el timbalista Juan Ignacio Ferreiros, quien cierra el movimiento
con tres notas finales a cargo de dicho instrumento. Las violas entraron
perfectamente coordinadas en el ostinato que
abre el 3° movimiento (Allegro non
troppo), seguido de un perfecto contrapunto entre el requinto y el
contrafagot. Seguidamente, los primeros violines retoman la melodía principal
hasta la entrada de los trombones y la tuba en contrapunto. Posteriormente, los
violines realizan una segunda recapitulación del tema principal para
luego de un desarrollo frenético, dar paso a la clama que marca la transición
hacia el 4° movimiento (Largo), donde
se repite el tema que caracteriza la desolación provocada por la guerra
desarrollado durante el 1° movimiento. En este caso, lo retoma el flautín
–soberbia actuación de Horacio Massone- para desembocar en una disonancia a
cargo de las flautas –a modo de lamento- hasta la entrada del clarinete. Luego,
el fagot y la flauta solistas toman la melodía principal hasta la
recapitulación por parte de la orquesta, que desemboca en un soberbio
contrapunto por parte del oboe, el corno inglés, el fagot y el clarinete bajo
–donde se lucieron los solistas Néstor Garrote, Michelle Wong, Gabriel La Rocca
y Sebastián Tozzola, respectivamente. En el Allegretto
final, tras el desarrollo del tema por parte de violines y cellos con
bellísimos solos de estos instrumentos, las trompetas, cornos, trombones y tuba
interpretan una fanfarria triunfal
hasta desembocar en el tema inicial del 1° movimiento por parte de las cuerdas,
mediante una coda a cargo de los cellos y contrabajos. Pero en vez de terminar
con un final brillante, la obra culmina en pianissimo
mediante la repetición de 3 notas (Mi-
Sol- Do) hasta que la melodía se desvanece por completo. La sala estalló en
aplausos y vítores ante una versión tan excelsa de la mencionada sinfonía.
Según palabras textuales del
compositor: “En esta obra hay un intento
de expresar las experiencias emocionales del pueblo para reflejar la terrible
tragedia de la guerra”. No sólo se hizo honor a la maravillosa música que
Shostakovich compuso, sino que además,
todas las obras comprendidas en el programa fueron extraordinariamente
bien interpretadas, dentro de un repertorio que fue desde lo más clásico hasta
lo contemporáneo. Esto demuestra una vez más la opinión personal de quien
escribe: la Filarmónica suena como una orquesta europea cuando un director
logra transmitir a sus músicos su profesionalidad, garra, emoción y disciplina.
Si a eso se le suma la inmensa cantidad –y calidad- de talentos locales, los
resultados están a la vista: un excelente concierto, digno de la jerarquía del
Colón.