domingo, 13 de octubre de 2024

 

VEINTICINCO AÑOS PROMOVIENDO LAS MEJORES VOCES

 

  Juventus Lyrica ha cumplido un cuarto de siglo y quien esto escribe ha tenido el privilegio de ver crecer y desarrollar la idea: promover voces jóvenes, algunas de las cuales han llegado a trascender el medio argentino  para insertarse en el plano internacional. Ya al cumplir veinte años, en donde se festejó a lo grande en el Teatro Colón, reseñé acerca de los cantantes que por allí pasaron y se dieron a conocer, de los directores escénicos que plasmaron sus ideas en el escenario y de los importantes músicos que colaboraron. Hoy, mirando hacia atrás y en perspectiva, ha sido sumamente extenso el camino recorrido y se va plasmando una continuidad, la que es visible en los espectáculos para niños, en los aportes durante los ciclos lectivos con presentaciones en colegios o apoyos como con el proyecto C.A.S.A. llevando la lírica a zonas carenciadas.

 

  En esta oportunidad, los festejos se hicieron en la casa en que sus sueños se llevaron a cabo: el Teatro Avenida de Buenos Aires y dijeron presente voces que integraron los primeros elencos, junto algunas de épocas más recientes y otras que comienzan a marcarnos que el futuro ya llegó.  También dijeron presente, puntales fundamentales de la preparación, la Dirección Orquestal y Coral y el acompañamiento.

 

  En cuanto al contenido, pasajes de títulos de los grandes compositores que nos llevan a recordar grandes noches junto a alguna sorpresa. Se interpretaron pasajes de : “Don Giovanni” y “Cosi Fan Tutte” (Mozart), “Don Pasquale” (Donizetti), “Rigoletto” y Nabucco (Verdi), “La Boheme”, “Madama Butterfly” y “La Rondine” (Puccini), “Cavalleria Rusticana” (Mascagni), “Romeo y Julieta” (Gounod), “Los Cuentos de Hoffmann  (Offenbach), “El Murcielago” (Johann Strauss II), “El País de las Sonrisas” y “La Viuda Alegre” (Lehar), “Carmen” (Bizet) y la sorpresa: “Lohengrin” (Wagner).

 

  Intervinieron en la función que presencié el 13 de Octubre: Jaquelina Livieri, Laura Polverini, Natacha Nocetti, Constanza Díaz Falú, Sol Rise, Cintia Velázquez (Sopranos), Estefanía Cap (Mezzosoprano), Enrique Folger, Marcelo Gómez, Patricio Oliveira, Nazareth Aufe, Alvaro García Martínez, Rodolfo Pettinicchio, Gabriel Vacas (Tenores) y Ernesto Bauer, Juan Salvador Trupia, Alejo Alvarez Castillo, Gabriel Carasso y Nicolás Tumini (Barítonos). Una pequeña orquesta preparada como una gran sinfónica que condujo impecablemente Hernán Sánchez Arteaga (Venido especialmente de Brasil, en donde está actualmente trabajando, para esta ocasión). Una sólida labor coral bajo la preparación de Pablo Manzanelli, quien además lució en algunos pasajes como pianista acompañante. Y como colofón, el buen gusto y la sobria marcación escénica de Ana D’Anna y María Jaunarena, realizadora además del vestuario y la impecable iluminación y ambientación  de Gonzalo Cordova.

 

  Con la marcha nupcial de “Lohengrin”  cantada por los solistas y el coro ingresó la torta y fueron los propios cantantes quienes apagaron las velas. Hubo algunos “extras” como “Non ti scordar di me” y el “Brindis” de “La Traviata” aquí en total mancomunión con el público para que  los festejos sean completos.

 

 

Donato Decina.

 

   

viernes, 11 de octubre de 2024

 Sublime actuación de Pieter Wispelwey y Paolo Giaccometti en el Colón


EL MOZARTEUM SE RINDIÓ A SUS PIES


Martha CORA ELISEHT


El violoncelista neerlandés Pieter Wispelwey no es solamente un intérprete

eximio y un virtuoso de su instrumento, sino un asiduo concurrente a la Argentina. Ha

visitado el país en números oportunidades -siempre invitado por el Mozarteum

Argentino- y se presentó nuevamente en compañía del pianista italiano Paolo

Giacometti el pasado lunes 7 del corriente en el Ciclo de Abono de la prestigiosa

institución en el Teatro Colón, donde interpretaron el siguiente programa:

- Sonata en La mayor “Gran Dúo”, D.574 (versión para violoncello y piano)

Franz SCHUBERT (1797-1828)

- Kaddish de las Dos melodías hebraicas, Op.22 (versión para violoncello de

Pieter Wispelwey)- Maurice RAVEL (1875-1937)

- Sonata para violoncello y piano n°1 en Mi menor, Op.38- Johannes BRAHMS

(1833-1897)

- Sonata para violoncello solo en i menor, Op.8- Zoltan KODÁLY (1882-1967)

Cuando ambos músicos tomaron sus puestos sobre el escenario del Colón,

inmediatamente quedaron perfectamente establecidos los roles: Wispelwey, como el

virtuoso y Giacometti, como un gran pianista acompañante. Esto pudo apreciarse desde

los primeros compases de la mencionada Sonata en La mayor “Gran Dúo” de Schubert.

Compuesta originalmente para violín y piano en 1817, se enmarca siguiendo los

cánones del clasicismo y posee 4 movimientos: Allegro moderato/ Scherzo: Presto/

Andantino y Allegro vivace, que fueron ejecutados de manera brillante, donde

Wispelwey hizo gala de su perfecto fraseo, arpegios y exploró absolutamente todos los

matices de su instrumento; sobre todo, en el Rondó del scherzo, que sonó

magistralmente. En lo que respecta al piano, Paolo Giacometti se lució no sólo como

acompañante, sino también en pasajes de gran belleza que esta sonata posee.

De las Dos melodías hebraicas, Op.22 compuestas por Ravel a pedido de la soprano

rusa Alvina Alvi en 1914 se interpretó Kaddish, en una transcripción para violoncello

del propio Wispelwey con acompañamiento mínimo del piano, que despliega la línea

melódica en Do menor para aludir al lamento que los judíos utilizan ante la pérdida de

un ser querido, pero también, en alabanza a la grandeza divina. Posee matices a cargo

del violoncello que remedan al Kol Nidrei de Max Bruch, que sonaron de manera

perfecta y sublime, imbuyendo a la obra de un profundo sentido religioso. A

continuación, se interpretó un auténtico clásico para este dúo de instrumentos: la Sonata

n°1 para violoncello y piano en Mi menor, Op.38 de Brahms, compuesta en 1866 y

dedicada al violoncelista Joseph Gänsbcher, quien fuera su mentor en Viena. Consta de

3 movimientos: Allegro non troppo/Allegretto quasi minuetto/ Allegro, donde el piano

es el estructurador y marca el carácter de toda la obra desde los primeros compases del

movimiento inicial brindando apoyo al violoncello. Posteriormente, esto se invierte y en


el 2° movimiento se evoca al minuetto francés del siglo XVIII, de carácter jovial y

romántico para desembocar en el poderoso Allegro final, con numerosos contrapuntos y

fuga donde los músicos hicieron gala de su virtuosismo. De más está decir que en

manos de semejantes intérpretes, la versión fue descollante desde todo punto de vista, lo

que se tradujo en una ovación de aplausos por parte del público.

En la segunda parte del concierto, se apartó al piano para que Pieter Wispelwey

ofreciera una versión magistral y sumamente precisa de la Sonata para violoncello solo

en Si menor, Op.8 de Zoltan Kodály, compuesta en 1915 durante la Primera Guerra

Mundial. El músico húngaro era un gran intérprete de instrumentos de cuerda y rescató

el rol del violoncello solista tras 200 años de intervalo entre las suites de Bach para

dicho instrumento, además de ser un gran etnomusicólogo que se dedicó a explorar la

música folklórica de su país. Posee tres movimientos: Allegro maestoso ma

appasionato/ Adagio con grande espressione/ Allegro molto vivace, que se ejecutan de

manera attaca – sin interrupción- y su dificultad radica en que no sólo compendia

diferentes y variadas técnicas, sino también numerosos desafíos tímbricos y texturas que

Kodály solicita al cello para generar la sensación acústica de incluir a otros

instrumentos utilizados en la música popular húngara. De hecho, el último movimiento

cierra con una melodía gitana característica de Europa Central, que incluye un pizzicato

en ritmo de czarda. También se escucha un efecto strappata -golpes en la caja del

violoncello- hacia el final. Es una de las grandes obras del repertorio para dicho

instrumento y Wispelwey descolló con su brillante y sublime interpretación sobre el

escenario del Colón hasta tal punto, que el público no sólo lo aplaudió unánimemente,

sino que, además, se puso de pie. Hacía mucho tiempo que esta cronista no observaba

un hecho de tal magnitud en un concierto del Mozarteum y, desde ya, la gente quería

más. Por lo tanto, Pieter Wispelwey salió a realizar dos números de la célebre Suite en

Sol mayor de Bach, que también sonaron de manera magistral. El músico agradeció los

aplausos y se retiró ovacionado.

Si bien los conciertos del Mozrteum Argentino son sinónimo de excelencia, éste ha

sido superlativo en materia de calidad sonora y jerarquía interpretativa. Una auténtica

noche de Colón, donde el público cayó rendido a los pies del violoncelista holandés en

uno de los grandes lujos del corriente año.

 Excepcional actuación de la Sinfónica Juvenil Libertador Gral. San Martín en el CCK


ÉSA ES LA JUVENTUD QUE UNO QUIERE


Martha CORA ELISEHT


Luego de su exitosa gira por Japón, la Orquesta Sinfónica Juvenil “Libertador

General San Martín” ha ofrecido dos conciertos desde su retorno al país dentro del Ciclo

de Conciertos en la Facultad de Derecho y el pasado domingo 6 del corriente, se

presentó por primera vez en la Sala Sinfónica del Centro Cultural Kirchner (CCK)

desde su regreso. En esta ocasión, lo hizo de la mano de su titular -Mario Benzecry- y

participaron los siguientes invitados: Santiago Bravo (violín), el Coro del Instituto

Municipal de Música de Avellaneda, dirigido por Pablo Manzanelli y el Coro Preto,

dirigido por Clara Balduzzi para interpretar el siguiente programa:

- Gagliarda Hispánica- Juan Francisco GIACOBBE (1907- 1999)

- Concierto n°3 en Si menor para violín y orquesta, Op.61- Camille SAINT-

SAËNS (1835-1921)

- “Pelleas et Mélisande”, Op.80- Gabriel FAURÉ (1845-1924)

- Danzas Polovtsianas, de “EL PRÍNCIPE IGOR”- Alexander BORODIN (1833-

1887)

Una vez que los integrantes de la orquesta ocuparon sus respectivos lugares sobre el

escenario del Auditorio Nacional, Mario Benzecry se dirigió al público para manifestar

su agradecimiento al Sr. Embajador de Japón en la Argentina -Hiroshi Yamaguchi,

quien se encontraba presente en sala- por todo el apoyo recibido para la reciente gira del

organismo por el país nipón, merced a la gestión del director de orquesta Pablo

Boggiano y su esposa, la soprano Ayako Tanaka, quienes fueron los artífices para lograr

el patrocinio de empresas privadas de dicho país. Caso contrario, hubiera sido imposible

realizarla. La orquesta no sólo tuvo un excelente desempeño, sino que también fue

agasajada por la Embajada Argentina en Japón, donde también asistió el embajador

Yamaguchi, quien se encontraba de vacaciones en Tokio y aprovechó la oportunidad

para apoyar a la orquesta y saludar a sus integrantes.

Tras las palabras de agradecimiento, Benzecry aprovechó para anunciar la despedida

de uno de sus asistentes luego de 13 años en la orquesta: Agustín Montalli, quien parte a

Rotterdam en búsqueda de nuevos horizontes como asistente en Holanda. Se retiró

aplaudido por el público y en presencia de sus compañeros (Agustín Tocalli, Lourdes

Sabeckis y Erik Luján Berman), quienes aprovecharon la oportunidad de regalarle un

presente de despedida.

Seguidamente, comenzó el concierto con una muy buena versión de la Gagliarda

Hispánica del compositor argentino Juan Francisco Giacobbe, compuesta en 1940 y

cuya primera representación data del mismo año como música de fondo de la obra

teatral “Rueda de Fuego”, estrenada en el Teatro Nacional de Comedias -actual

Cervantes-. Consta de dos temas bien definidos sobre motivos españoles: uno de

carácter lírico (contradanza española) y el otro, una chispeante muñeira introducida por


la flauta, el clarinete y el fagot y retomada por la orquesta. Existen dos versiones de esta

obra: una para clave y otra, para pequeña orquesta de cuerdas, arpa, timbales y maderas

(flauta, oboe, clarinete en Si bemol y fagot). La versión ofrecida fue magnífica en todo

sentido, donde se lucieron tanto los músicos como el director, que se destacó por su

precisión en los tempi y el vuelo orquestal, motivo por lo cual fue muy aplaudido.

Santiago Bravo es un joven violinista que se formó con Olga Szurpik, Roberto

Calomarde y Lucrecia Herrero en el Conservatorio “Astor Piazzolla” y en la actualidad,

se perfecciona con Rafael Gintoli. Ha sido seleccionado dentro de un concurso interino

de la misma orquesta -donde se desempeña como concertino adjunto- para interpretar

una obra sumamente difícil: el Concierto n°3 en Si menor para violín y orquesta, Op.61,

compuesto por Saint- Saëns en 1880 y dedicado al violinista español Pablo de Sarásate

(1844-1908), quien lo estrenó en Octubre de ese mismo año. Si bien parece ser menos

exigente en la parte técnica que sus predecesores, no obstante, posee numerosas

sutilezas de carácter impresionista que dificultan su interpretación. Sus tres

movimientos (Allegro non troppo/ Andantino quasi allegretto/ Molto moderato e

maestoso- Allegro non troppo) poseen pasajes de notable dificultad técnica, que fueron

bien resueltos por parte del solista desde los primeros compases del movimiento inicial.

Si bien inició correctamente, su interpretación fue creciendo a medida que avanzaba el

concierto hasta llegar al andantino quasi allegretto central, que fue donde más y mejor

se lució, con un muy buen fraseo, manejo de trinos y trémolo hasta llegar al movimiento

final, donde desarrolló una demostración de virtuosismo. Por su parte, la orquesta ha

manifestado un crecimiento exponencial en su interpretación y acompañamiento desde

su regreso tras la gira por Japón, lo que quedó perfectamente demostrado mediante un

aplauso sostenido por parte del público. El violinista brindó como bis un arreglo par su

instrumento de El día que me quieras de Gardel y Le Pera, que fue toda una

demostración de virtuosismo y sutileza interpretativa.

En 1898, Gabriel Fauré compone la música incidental para la obra de teatro de

Maurice Maeterlinck PELLÉAS ET MÉLISANDE por encargo de la actriz Patrice

Campbell, quien deseaba estrenarla en Londres y le había encargado la composición de

la música a Debussy, quien se encontraba trabajando en su ópera sobre el drama

homónimo de Maeterlinck. Luego de la negativa de Debussy, Campbell le encarga la

música a Fauré, pese a que el compositor tenía poco tiempo par completarla. El estreno

se produjo en 1898 y gozó de un éxito rotundo. Posteriormente, Fauré compone una

suite orquestal de 5 movimientos en 1900, que incluye la Chanson de Mélisande. Este

fragmento puede o no representarse -tal como sucedió en la presente versión-, pero sí

los otros 4 números que integran la suite: Prélude (Quasi adagio); Fileuse (Hilandera)

(Andantino quasi allegretto); Siciliènne (Allegretto molto moderato) y La mort de

Mélisande (Molto adagio). La presente interpretación fue magnífica desde el principio

hasta el final, ofreciendo los matices sonoros y las sutilezas que posee esta bellísima

obra, perfectamente ejecutadas por la orquesta. Los solistas de las principales filas de

instrumentos tuvieron oportunidad de lucirse; sobre todo, el solo de flauta y arpa que

abre la célebre Siciliènne, así como también el oboe, el primer corno y el arpa en el 2°

número. Lo mismo se logró en el tema que marca la muerte de Mélisande en el último

número, de intenso dramatismo y profundidad sonora. Una versión magistral, que fue

sumamente aplaudida por parte del público.


Para el cierre, los integrantes del Coro del Instituto Municipal de Música de

Avellaneda y del Coro Preto hicieron su presentación y tomaron sus lugares para brindar

una muy buena versión de las famosísimas Danzas Polovtsianas de la ópera El Príncipe

Igor, de Alexander Borodin. Tras la repentina muerte del compositor en 1887,

Alexander Glazunov y Nikolai Rimsky- Korsakov completaron la orquestación. Su

estreno tuvo lugar en el Teatro Marinskii de San Petersburgo en 1890 y, en la ópera, se

representan al final del 2° acto, donde el Khan Kontchak- jefe de las fuerzas enemigas-

ofrece su hospitalidad al Príncipe Igor y a su hijo Valentín, que fueron capturados por

los polovtsy. Se trata de una serie de 8 números contrastantes, intercalados entre sí y que

se detallan a continuación:


 [a] Introducción: Andantino, 4/4, La mayor

 [b] Danza Deslizante de la Doncellas [Пляска девушек плавная]:

Andantino, 4/4, La mayor

 [c + a] Danza Salvaje de los Hombres [Пляска мужчин дикая]: Allegro

vivo, 4/4, Fa mayor

 [d] Danza General [Общая пляска]: Allegro, 3/4, Re mayor

 [e] Danza de los Jóvenes [Пляска мальчиков] y 2.ª. Danza de los

Hombres [Пляска мужчин]: Presto, 6/8, Re menor

 [b’ + e’] Danza Deslizante de las Doncellas (repetición, pronto

combinada con la danza más rápida de los jóvenes): Moderato alla breve,

2/2

 [e’’] Danza de los jóvenes y 2.ª. Danza de los Hombres (repetición):

Presto, 6/8, Re menor

 [c’ + a’’] Danza General: Allegro con spirito, 4/4, La mayor

La versión ofrecida fue electrizante y vibrante, con una perfecta preparación de

las voces -tanto masculinas como femeninas- y de la masa orquestal, donde Benzecry

demostró su consabida maestría con un perfecto dominio de tempi. La ovación del

público fue total al finalizar una versión tan brillante de esta consabida obra.

Cuando una escucha y sigue la evolución de una orquesta juvenil con el correr

del tiempo, queda demostrado que con esfuerzo, ahínco y tesón se pueden lograr cosas

maravillosas. Si se le suma una buena guía, los resultados están a la vista. Han sido los

mejores embajadores de la República en Japón y lograron un maravilloso crecimiento

profesional luego de la gira, que resultó muy enriquecedora. Ésta es la juventud que una

quiere y que marca el rumbo hacia el futuro.

domingo, 6 de octubre de 2024

 Excelente actuación de la Orquesta Estable del Colón en el CCK


MARCA SU NIVEL EN TODOS LOS ESCENARIOS


Martha CORA ELISEHT


Próxima a celebrar su centenario en 2025, la Orquesta Estable del Teatro

Colón es mucho más que una orquesta que interpreta mayoritariamente ópera y, en

algunas ocasiones, ballet. Es capaz de interpretar música sinfónica a la perfección y, de

hecho, durante el transcurso del corriente año también ha desarrollado un ciclo de

conciertos. En esta ocasión, la mencionada agrupación se presentó dentro del ciclo

“COLÓN EN LA CIUDAD” en un concierto que tuvo lugar en la Sala Sinfónica –

Auditorio Nacional- del Centro Cultural Kirchner (CCK) el pasado sábado 5 del

corriente bajo la dirección de Rodolfo Saglimbeni y la participación de Stanimir

Todorov (violoncello) como solista para interpretar el siguiente programa:

- Suite de “CARMEN”- Georges BIZET (1838-1875)

- Concierto n°1 en La menor par violoncello y orquesta, Op.33- Camille SAINT-

SAËNS (1835-1921)

- Suite n°2 de “ROMEO Y JULIETA”, Op.64- Sergei PROKOFIEV (1891-1953)

Ante una sala atiborrada de público hasta las bandejas superiores, los músicos

tomaron sus puestos sobre el escenario del Auditorio Nacional para dar comienzo al

concierto tras la tradicional afinación de instrumentos a cargo del concertino Freddy

Varela Montero. A continuación, Rodolfo Saglimbeni hizo sonar a la Estable con sus

consabidas calidad sonora y maestría interpretativa para brindar una excelente versión

de la celebérrima Suite de CARMEN, que consta de 4 números: Preludio, Aragonesa,

Intermezzo y la consabida Obertura. El director venezolano no sólo es un maestro en la

interpretación del repertorio sinfónico, sino también, muy didáctico al ofrecer

comentarios sobre las obras comprendidas en el programa. La consabida ausencia de

programas de mano en el CCK es un mal endémico y hace que muchas veces, la gente

no pueda entender lo que se está interpretando. Por lo tanto y, provisto de un micrófono,

Saglimbeni brindó explicaciones breves, concisas y didácticas sobre las mismas.

Seguidamente, Stanimir Todorov hizo su presentación sobre el escenario para

brindar una excelsa versión del Concierto n°1 en La menor para violoncello y orquesta,

Op.33 de Saint- Saëns, compuesto en 1872 y dedicado a Auguste Tolbecque,

descendiente de una prestigiosa familia de músicos franceses y que luchaba por

intensificar las virtudes del violoncello como instrumento. En aquella época, el violín y

el piano eran los instrumentos solistas por excelencia en Francia y sólo se representaban

obras de compositores locales ancianos o muertos. Por lo tanto, su estreno – ocurrido en

el conservatorio de París en 1873 con la presencia de Tolbecque como solista- ayudó a

mejorar la reputación de Saint- Saëns como compositor, ya que era considerado como

“modernista y profeta de Wagner”. Fue muy bien recibido desde su estreno y

considerado como “uno donde el instrumento solista demuestra todo su registro sin la

menor dificultad de penetrar a la orquesta”. En vez de estructurarlo en 3 movimientos,


su autor lo escribió en un solo movimiento en forma de sonata, dividido en 3 secciones:

Allegro non troppo/ Allegretto con molto/ Tempo primo. En vez de la clásica

introducción a cargo de la orquesta, tras un breve acorde orquestal, el violoncello toma

la melodía principal compuesta sobre una base de tresillos, tras la cual, la orquesta y el

solista comienzan un juego de pregunta y repuesta subrayando el discurso melódico

mediante un juego de dobles cuerdas en el instrumento solista y un tempo cada vez más

rápido, mientras que el movimiento central tiene la forma de un minuetto lírico

delicado, que se entrelaza con la orquesta en una melodía majestuosa y turbulenta.

Cuando el violoncello entra solo, el resto de la orquesta forma como una caja de música

que realza el sonido del instrumento y sus cadencias. El final comienza con los tresillos

de la primera sección a cargo de la orquesta, mientras el violoncello ejecuta una serie de

síncopas donde el ritmo suena a modo de sarabanda. Mediante una serie de pasajes de

extrema dificultad técnica que permiten explorar los matices del instrumento y el

virtuosismo del solista en un rondó, los tresillos del tema inicial desembocan en una

coda que regresa a la tonalidad inicial para dar fin al concierto. Una de las mejores

versiones de esta célebre pieza que una escuchó en varias oportunidades sobre el

escenario del Colón -tanto por la Estable como por la Filarmónica-, pero la versión

ofrecida por Stanimir Todorov fue muy superior desde todo punto de vista. El cellista

búlgaro es un virtuoso del instrumento y lo demostró mediante un perfecto dominio del

fraseo y digitación para brindar un interpretación descollante y vibrante. La Estable

supo acompañarlo a la perfección merced a un excelente trabajo de compaginación,

afinación y sonido por parte de Saglimbeni. El público estalló en aplausos y vítores al

final del concierto, motivo por el cual Todorov ofreció un bis: una obra de compositor

italiano (probablemente, Giovanni Solima) donde volvió a hacer gala de su fraseo y

digitación, explorando todos los matices del instrumento. Una nueva ovación para el

solista, quien se retiró sumamente satisfecho tras el éxito obtenido.

Como obra de fondo, la Estable se presentó con un orgánico prácticamente completo

para brindar una excelsa versión de la Suite n°2, Op.64 del ballet “ROMEO Y

JULIETA” de Prokofiev, compuesto y estrenado en 1935 en Moscú, donde obtuvo

inmediatamente un gran suceso y popularidad. Posteriormente, Prokofiev decide

escribir dos suites tomando fragmentos de la música del ballet, de las cuales, la n°2 es l

más célebre y la que mejor se adapta al argumento del drama de William Shakespeare.

La orquestación es exuberante y consta de seis números: Rivalidad entre Capuletos y

Montescos; Julieta, la niña; Fray Lorenzo; Danza: Romeo y Julieta antes de separarse;

Danza de la niñas con lirios y Romeo en la tumba de Julieta, que ilustran perfectamente

la trama de la tragedia y que fueron abordados por la Orquesta Estable de manera

estupenda, con un excelente equilibrio sonoro, matices tonales y calidad interpretativa

para lograr una versión magistral de la mano de Rodolfo Saglimbeni, quien supo

imprimir su sello, marcación y dominio de tempi a la orquesta. Una ovación de aplausos

y vítores puso punto final al concierto.

A pesar de haber sido una de las mejores funciones de la Orquesta Estable durante el

transcurso del corriente año, hubo un detalle ajeno a la misma que, lamentablemente,

opacó el éxito del presente concierto: la mala organización en cuanto a la reserva y

reparto de entradas. Hubo gente que, pese a que reservó mediante la página web del

CCK sus entradas en tiempo y en forma con la debida antelación, no pudo ingresar

porque ya se habían terminado. No es la primera vez que esto sucede cuando los


cuerpos estables del Colón se presentan fuera del ámbito del teatro con entrada libre y

gratuita. Pasó durante el transcurso del corriente año en Parque Centenario y volvió a

pasar en el CCK. Las autoridades de ambos organismos debieran tener en cuenta estos

ítems para que nunca más se repitan estas desagradables situaciones.

 Magnífico concierto de Yeny Delgado al frente de la Sinfónica Nacional en el CCK


MÚLTIPLES TONOS DE UNA INTERESANTE PALETA


ORQUESTAL


Martha CORA ELISEHT


Luego del concurso realizado en 2023 para renovación de cargos vacantes, la

Orquesta Sinfónica Nacional está adquiriendo una nueva dimensión de sonido. La

inyección de sangre joven aporta ánimo y permite la ampliación del repertorio, algo

fundamental en toda orquesta sinfónica que se precie como tal. Si a esto se le suma una

buena batuta y un solista de gran nivel, puede decirse que el éxito está asegurado.

Precisamente, fue lo que sucedió en el concierto ofrecido por la agrupación el pasado

viernes 4 del corriente en la Sala Sinfónica del Centro Cultural Kirchner (CCK) dentro

de su ciclo de conciertos, donde participó la pianista Mónica Zubczuk en calidad de

solista bajo la dirección de Yeny Delgado para brindar el siguiente programa:

- “Una mañana de primavera”- Lili BOULANGER (1893-1918)

- Concierto n°1 para piano y orquesta en Fa sostenido menor, Op.1- Mili

BALAKIREV (1836-1910) (estreno local)

- Sinfonía n°3 en La menor, Op.44- Sergei RACHMANINOV (1873-1943)


Desde la tradicional afinación de instrumentos a cargo del concertino Gustavo Mulé

pudo apreciarse a una orquesta muy bien afinada, afiatada y con un orgánico

conformado por múltiples instrumentos para dar comienzo con la mencionada obra de

Lili Boulanger. Compuesta originalmente como un dúo para violín y piano en la

primavera de 1917, En jour du Printemps es un scherzo con brío audaz basado en una

melodía de baile de tres tiempos, que representa una expresión radiante de la alegría de

la naturaleza. Posteriormente, su autora escribió una partitura para orquesta antes de su

muerte en 1918. La melodía descripta anteriormente está introducida por las flautas en

un ostinato de cuerda ligeramente articulada, que brinda esa expresión radiante de

carácter impresionista. La orquestación es aérea y transparente, pero surge también una

gradación vehemente de la orquesta, que revela el dolor subyacente ante esta serenidad

tan precaria. Quien escribe tuvo la oportunidad de escucharla en más de una ocasión por

la Sinfónica y puede decirse que ya representa una de sus especialidades, con un

perfecto lucimiento de sus solistas instrumentales -impecable introducción de las flautas

a cargo de Amalia Pérez y Patricia Da Dalt y muy buenos solos de violín por parte de

Gustavo Mulé y de violoncello, por Esdras Campos-. Yeny Delgado aportó su maestría

en materia de marcación y dominio de tempi – sobre todo, en los tutti orquestales-,

logrando una muy buena versión que fue muy bien recibida por el público.

A continuación, Mónica Zubczuk se presentó sobre el escenario del Auditorio

Nacional para interpretar la primera audición en el país -a modo de estreno local- del

Concierto n°1 en Fa sostenido menor para piano y orquesta, Op.1 de Mili Balakirev,


compuesto entre 1855 y 1856 cuando era todavía estudiante en la Universidad de Kazán

y estrenado por el propio compositor como solista durante un concierto universitario.

Está estructurado en un único movimiento en forma cíclica: Allegro non troppo -

Maestoso - Più lento - Tempo I - Più mosso - Calmo - Adagio - Allegro non troppo

(Cadenza) - Moderato, alla Romanza - Maestoso - Risoluto – Finale y, siguiendo la

tradición del concierto clásico- romántico para piano y orquesta, se inicia con una

introducción a cargo de la orquesta previamente a la entrada del instrumento solista.

Representa una conjunción de estilos, donde se combinan el estilo de composición

romántica de Schumann y Brahms con melodías típicamente rusas, siguiendo la línea

del nacionalismo musical iniciado por Mikhail Glinka, de la cual el Grupo de los Cinco

-al que pertenecía el autor junto con César Cui, Alexander Borodin, Modesto

Mussorgsky y Nikolai Rimsky- Korsakov- fue su continuador y propulsor. Siguiendo

con esta conjunción ya mencionada, la parte del piano posee ciertas reminiscencias de

Chopin y Brahms, pero con estilo propio. Mónica Zubczuk brindó una versión brillante,

con un gran dominio de tempi y una muy buena interpretación en glissandi, trinos,

arpegios, arabescos y otros elementos de técnica pianística. La orquesta supo

acompañarla muy bien merced a un perfecto dominio de tempi por parte de Yeny

Delgado. También se destacó el trompetista Jonathan Bisulca en la parte donde el

instrumento toma la melodía que, posteriormente, es repicada por la orquesta. La obra

tuvo una excelente repercusión hasta tal punto, que el Auditorio Nacional estalló en

aplausos y vítores tras su interpretación. La pianista agradeció los aplausos del público

con un bis: el Momento Musical n°4 de Rachmaninov, que interpretó de manera

exquisita y brillante. Una nueva ovación para la intérprete, quien se retiró sumamente

emocionada y agradecida.

Compuesta durante su exilio en Villa Senar (Suiza) junto al lago Lucerna en

1935, la Sinfonía n°3 en La menor, Op. 44 es la que mejor refleja el exilio de Sergei

Rachmaninov, que debió abandonar su patria luego de la Revolución de 1917,

dirigiéndose primero a Escandinavia y, posteriormente, a Estados Unidos. Pese a que

allá desarrolló una promisoria carrera como pianista, Rachmaninov siempre se

identificó como un compositor de música sinfónica. Desde su celebérrima Sinfonía n°2

(1907) pasaron 28 años hasta que decidió retomar la composición de otra sinfonía,

escrita luego de la Rapsodia sobre un tema de Paganini y las Variaciones sobre un tema

de Corelli. Se estrenó en 1936 en Estados Unidos por la Orquesta de Filadelfia bajo la

dirección de Leopold Stokowki y consta de tres movimientos: Lento- Allegro moderato-

Allegro (La menor, 4/4) / Adagio ma non troppo- Allegro vivace (Do sostenido menor,

¾) y Allegro- Allegro vivace- Allegro (tempo primo)- Allegretto- Allegro vivace (L

mayor, 4/4). El estilo ruso se pone en evidencia desde los primeros compases del 1°

movimiento con un canto esclesiástico ortodoxo, que refleja las raíces del compositor y

el dolor por haber sido despojado de las mismas. Cuando la música estalla, la melodía y

la armonía lo hacen sobre sí mismas, reflejando el sentimiento de dolor provocado por

el exilio. El movimiento central asume el doble rol de movimiento lento y de scherzo y

se inicia con un solo de corno sobre el arpa que expone el motivo de una forma

diferente, que muta a un tema anhelante y doliente, introducido por el solo de violín.

Este tema se desarrolla ampliamente y alterna cuerdas en legato con otros instrumentos

solistas. La versión ofrecida por la Sinfónica Nacional fue sublime, con una espléndida

labor de los principales solistas de los grupos de instrumentos. Por su parte, Yeny


Delgado imprimió una excelente calidad de sonido a la agrupación y matices tonales. Su

maestría en el dominio de los tempi hizo “cantar” a la Sinfónica Nacional, brindando

una versión de fuste: sobre todo, en el 3° movimiento, donde el enérgico tema de

apertura alterna con otros de carácter más nostálgico, fantástico y grotesco, con

armonías mordaces que desembocan en el tema de Dies irae. Hacia el final, aparece el

tema inicial de manera triunfal y culmina con un tutti en forte. Una obra maestra, que el

público ovacionó de pie tras tan excelsa interpretación.

Un programa compuesto por una obra impresionista, una romántica y una

expresión del romanticismo tardío en pleno siglo XX siempre resulta atractivo. Sobre

todo, cuando una de ellas se representa por primera vez en el país y la otra, en raras

ocasiones. Más aún, cuando la interpretación está a cargo de músicos de primer nivel y

de gran jerarquía, que abarcan toda la gama de la paleta orquestal.

 Excelente actuación de la Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación


CON LO MEJOR DEL REPERTORIO CENTROEUROPEO

Martha CORA ELISEHT


Los conciertos de la Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación suelen

basarse en ejes temáticos. El pasado lunes 30 del corriente se llevó a cabo un concierto

denominado CORAZÓN EUROPEO en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso

Nacional bajo la dirección de su titular -Sebastiano De Filippi- con participación del

trompetista Fernando Ciancio en calidad de solista para interpretar obras de

compositores de países centroeuropeos, que se detallan a continuación:

- “Una página de álbum”- Richard WAGNER (1813-1883) (orquestación de

Clarence Le Massena)

- Canon y giga en Re mayor (para violines y bajo continuo)- Johann

PACHELBEL (1653-1706)

- Concierto para trompeta y orquesta en Mi bemol mayor- Johann Baptist Georg

NERUDA (1708-1780) (edición de Michel Rondeau)

- Metamorfosis, estudio para cuerdas solistas, TrV290/ Av 142- Richard

STRAUSS (1864-1949)

Posteriormente a la tradicional afinación de instrumentos a cargo del concertino

Pablo Pereira, Sebastiano De Filippi hizo su presentación para comenzar el concierto

con una obra cuasi inédita de Wagner: Una página de álbum, que lleva el número 94 de

su catálogo de composiciones (Wagner Werk Verseichnis, WWV), data de 1861 y fue

compuesta originalmente para piano en el álbum de la princesa Pauline von Metternich.

La transcripción para orquesta de cuerdas realizada por Clarence Le Massara sonó

sumamente romántica desde el principio hasta el final, con una muy buena profundidad

y equilibrio sonoros. Es raro incluir en un concierto música de cámara compuesta por el

genio de Bayreuth y ha sido un gran acierto por parte de la agrupación.

El celebérrimo Canon en Re mayor del compositor barroco alemán Johann

Pachelbel data de 1680 y fue compuesto originalmente para tres violines y bajo

continuo. Posteriormente, se realizó una gran variedad de arreglos para diferentes

instrumentos y es una obra que goza de inmensa popularidad. No obstante, la giga que

sigue al canon en la composición original prácticamente no se ejecuta. En la presente

versión, mientras cellos y contrabajos representan el bajo continuo, los violines

interpretan las 28 variaciones sobre el ostinato sobre una línea de dos compases, que se

repite 31 veces. En la giga, cada grupo ejecuta su parte en canon mediante un

contrapunto al mejor estilo de un concerto grosso. La versión por parte de los

integrantes de la orquesta fue sumamente precisa, correcta y de gran calidad.

Seguidamente, Fernando Ciancio hizo su presentación en el escenario para

interpretar el Concierto en Mi bemol mayor para trompeta y orquesta del compositor

bohemio Johann Baptist Georg Neruda. Fue compuesto originalmente en 1772 para

corno di caccia y, hoy en día, es raro que se toque con otro instrumento que no sea una


trompeta (en esta ocasión, se usó la edición de Michel Rondeau). Representa la obra

más conocida del compositor, cuyo manuscrito original se encuentra en la actualidad en

la Biblioteca Nacional de Praga y consta de tres movimientos: Allegro/ Largo/ Vivace,

siguiendo la estructura clásica de un concierto de aquella época. El movimiento inicial

presenta una introducción de la melodía a cargo de la orquesta, que luego, es tomada

por el instrumento solista. La interpretación de Fernando Ciancio fue estupenda,

logrando un sonido pleno, redondo, con perfecto dominio de trinos y glissandi. Los dos

últimos movimientos se ejecutan sin interrupción (de modo attaca), donde el Vivace

final es un rondó donde la orquesta y el solista establecen un perfecto diálogo. El

contrapunto a cargo de las cuerdas en graves y agudos fue perfecto, al igual que la

resolución de pasajes a cargo del solista. El público estalló en aplausos tras su

interpretación y tanto el encargado de Asuntos Culturales del Senado -Dr. Daniel Abate-

como de la Cámara de Diputados -Sra. Andrea Barbieri- aprovecharon la oportunidad

de entregar el diploma a Fernando Ciancio en calidad de artista invitado, retirándose

sumamente aplaudido.

Como obra de cierre, la orquesta decidió rendir homenaje a Richard Strauss en

el 160° aniversario de su nacimiento con una de sus obras más emblemáticas:

Metamorfosis (Metamorphosen, en alemán), compuesta a fines de la Segunda Guerra

Mundial a comienzos de 1945 para 23 instrumentos solistas de cuerda y comisionada

por Paul Sacher, quien era director del Collegium Musicum de Zürich y la Orquesta de

Cámara de Basilea. Su estreno tuvo lugar en 1946 por la mencionada agrupación en

Zürich bajo la batuta de Sacher. Esta obra cumbre del siglo XX para orquesta de

cuerdas posee 5 temas principales y permite el lucimiento de todos los músicos, donde

cada uno de los instrumentos posee un solo y, por lo tanto, todos actúan como solistas.

El primer tema es lírico (cantábile) a cargo de los cellos, mientras que el segundo, de las

violas. A su vez, éste se divide en dos: uno, de 4 notas y el otro, de dos compases,

tomados de la Sinfonía n°5 de Beethoven. Strauss era un profundo admirador de la obra

del genio de Bonn y, al final de la partitura, escribió “In memoriam” a modo de

homenaje. El tercer tema es de carácter lírico y el cuarto, más dramático. Por último, el

quinto hace alusión a la Marcha Fúnebre de la Sinfonía n°3, “Heroica” de Beethoven y

está a cargo de los contrabajos. Los 5 movimientos que la integran (Adagio ma non

troppo- Aguisto- Piú allegro- Adagio, tempo primo- molto lento) se ejecutan sin

interrupción. En este caso, se hizo una revisión de Sergio Catelani, que se interpretó por

primera vez en el Salón de los Pasos Perdidos -la Orquesta la ejecutó por primera vez en

2023 en el Espacio Cultural El Molino-, donde se pudo apreciar un notable e intenso

trabajo de afinación, compaginación y ensayo mediante la pureza del sonido emanado

de los instrumentos de forma muy compacta desde los primeros compases. La

conjunción de los 5 temas previamente mencionados mediante el efecto de cuerdas

divididas crea ese efecto de devastación, desolación y cansancio causados por la guerra,

que alude asimismo al desánimo de la postguerra. Como todos los instrumentos son

solistas, se crean numerosos contrapuntos que fueron ejecutados a la perfección. Una

muy buena labor de Sebastiano De Filippi mediante una impecable marcación y

dominio de tempi para lograr una versión de excelencia, que fue sumamente aplaudida

al finalizar el concierto.

Es un placer escuchar este tipo de repertorio de la mano de una agrupación de

cámara de excelencia y de un solista que es un virtuoso del instrumento. En este caso,


para traer lo mejor del repertorio centroeuropeo de la mano de sus compositores más

prestigiosos.

 

La Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, la principal protagonísta del concierto de abono del pasado 28 de Setiembre. Créditos: Prensa Teatro Colón, Fotografía del Mtro. Arnaldo Colombaroli.


Gran actuación de Wolfgang Wengeroth al frente de la Filarmónica en el Colón


ESTILOS CONFLUENTES EN UN PROGRAMA ATRACTIVO

Martha CORA ELISEHT


Dentro de los programas de conciertos sinfónicos, se combinan obras del

repertorio clásico, romanticismo y música del siglo XX. Por lo general, se arman con

una obertura, un concierto para instrumento solista y orquesta y una obra de fondo, tal

como una sinfonía y/o poema sinfónico. Últimamente, en el ciclo de Abono de la

Orquesta Filarmónica de Buenos Aires (OFBA) se está estilando obviar la obra de inicio

y pasar directamente al concierto para instrumento solista y orquesta y la obra de cierre.

El pasado sábado 28 de Septiembre se llevó a cabo esta modalidad dentro del Ciclo de

Abono de la orquesta en el Teatro Colón, donde actuaron el director Wolfgang

Wengeroth y el violoncelista Alexander Hülshoff para brindar el siguiente programa:

- Concierto para violoncello y orquesta en La menor, Op.129- Robert

SCHUMANN (1810-1856)

- Sinfonía n°2 en Mi bemol mayor, Op.63- Sir Edward ELGAR (1857-1934)

En esta ocasión, actuó como concertino la violinista Ana Tarzta -contratada

especialmente para este concierto-. Tras la tradicional afinación de instrumentos, el

director y el solista se hicieron presentes sobre el escenario del Colón para brindar una

correcta versión del célebre concierto de Schumann, compuesto en 1850 y cuyo estreno

recién se produjo diez años después de su composición. Debido a que el músico alemán

aborrecía los aplausos entre movimientos, decidió componer este célebre concierto en

forma attaca -sin interrupción-. Consta de 3 movimientos (Nicht zu schnell- No

demasiado rápido en La menor/ La mayor, 4/4/ Langsam- Lento en Fa mayor, 4/4 y

Etwas lebhafter, sehr lebhaft- Un poco más animado, muy animado, en La menor- La

mayor, 2/4), que ofrecen una gran dificultad técnica en el fraseo, donde el solista debe

tener un absoluto dominio del contraste entre el registro grave y agudo del instrumento

mientras la orquesta acompaña. En el movimiento lento, el solista dialoga con otro cello

obbligato al abordar un pasaje para cuerdas dobles y, posteriormente, se acelera hasta

lograr un final impetuoso, donde las demandas técnicas se subordinan a las inquietudes

expresivas. Alexander Hülshoff brindó una versión muy correcta desde lo técnico

merced a un impecable dominio del fraseo y la digitación, pero carente de virtuosismo.

La Filarmónica sí supo ejercer su rol como acompañante merced a la muy buena

marcación de Wengeroth, logrando un equilibrio entre orquesta y solista. El

violoncelista alemán es un experto en el repertorio de cámara y lo demostró sobre el

escenario del Colón tocando una Partita de Bach como bis, que fue muy bien recibida

por parte del público.

Como obra de fondo se interpretó la Sinfonía n°2 en Mi bemol mayor, Op.63 de

Elgar, dedicada al rey Eduardo VII de Inglaterra y compuesta entre 1909 y 1911. Su

estreno se produjo en el Festival Musical de Londres en 1911 con el compositor al podio

y el mismo Elgar definió su obra como “el apasionado peregrinaje del alma”. Prueba


de ello es su poderosa orquestación -requiere de un orgánico prácticamente completo

que lleva cuerdas, maderas por 3, metales por 3, tuba, clarinete en Mi bemol, 2

clarinetes en si bemol y clarinete bajo, corno inglés, contrafagot, 2 arpas y abundante

percusión- y los diferentes motivos que aparecen en los 4 movimientos en los cuales se

divide la obra (Allegro vivace e nobilmente/ Larghetto/ Rondo/ Moderato e maestoso).

El Allegro vivace e nobilmente inicial se inicia con intervalos amplios en las cuerdas y

maderas altas, sujeto a fluctuaciones métricas asombrosas, que le dan mucha

expresividad y pasión “tremendous in energy”, según palabras de su propio autor. Le

sigue un bellísimo tema lírico a cargo de las arpas seguido de un largo episodio

espectral a cargo de los trombones y la tuba, que Elgar definió como “una especie de

influencia maligna deambulando por el jardín en la noche de verano” dado por el

“motivo fantasma” en los violines. Mediante una serie de capitulaciones y

elaboraciones complejas, el movimiento más largo de la obra -dura alrededor de 17

minutos- culmina con una coda con final virtuoso. El 2° movimiento (Larghetto) es una

marcha fúnebre de carácter elegíaco por la muerte de Eduardo VII -fallecido en 1910-

de gran belleza tonal. El Rondó del 3° movimiento hace las veces de scherzo y estuvo

muy bien logrado por los integrantes de la Filarmónica merced a la magistral dirección

de Wengeroth, quien se lució por su marcación, empaste y dominio de tempi, que

culmina con un final brillante. El movimiento final (Moderato e maestoso) es tan o más

elaborado que el inicial, escrito en forma de sonata donde se intercalan tres melodías -

una de las cuales alude a Hans Richter, quien fuera promotor de la música de Elgar-. A

pesar de poseer un desarrollo brillante, culmina con un final en pianissimo, que se va

esfumando lentamente hasta que la melodía desaparece. La versión ofrecida por la

Filarmónica fue estupenda, logrando todos los matices desplegados en esta gran

sinfonía de modo solemne y dramático a la vez. Los grupos de instrumentos principales

se destacaron en conjunto, actuando como si fueran solistas. No es una obra que se

interprete muy a menudo y la orquesta brindó una excelente versión merced al

profesionalismo de sus integrantes. El director y los músicos se retiraron sumamente

aplaudidos al finalizar el concierto.

El hecho de incorporar obras que se ejecutan en escasas oportunidades es algo que le

hace muy bien a cualquier orquesta, porque permite la renovación del repertorio y, a su

vez, familiarizarse con el mismo. Un logro más en una larga lista de méritos y una

satisfacción para el público cuando se ofrecen versiones de gran calidad.

 Muy buena representación de “LA BOHÈME” en el Teatro Argentino de La Plata


LA BUHARDILLA PARISINA ES ATEMPORAL


Martha CORA ELISEHT


En el centenario del fallecimiento de Giacomo Puccini (1858-1924), no podía

faltar la más famosa y difundida de sus óperas: LA BOHÈME, compuesta en 1896 con

libreto de Luigi Illica y Giuseppe Giacosa basado, a su vez, en la novela “Escenas de

una vida de bohemia” de Henri Murger. El Teatro Argentino de La Plata decidió rendir

homenaje al genio de Lucca con este consabido título, cuyas funciones tendrán lugar en

la sala Alberto Ginastera del Centro Provincial de las Artes entre los días 27 de

Septiembre al 6 de Octubre, con la siguiente ficha técnica: puesta en escena de Mariana

Ciolfi; escenografía de Oscar Vázquez; vestuario de Stella Maris Müller; iluminación de

Fabricio Ballarati; sobretitulado y traducción al castellano de Raúl Carranza, asistencia

de escenografía de Lucas Borzi, asistencia de vestuario de María Fernanda Sánchez,

asistencia de dirección escénica y stage managing de Lucía Portela y coordinación de

figurantes de Vanesa Tempone. Participaron la Orquesta y coro Estables de la

institución dirigidos por Carlos Vieu y Santiago Cano respectivamente, al igual que el

Coro de Niños, dirigido por Mónica Dagorret.

Quien escribe tuvo la oportunidad de asistir a la función del pasado domingo 29

de Septiembre, con el siguiente elenco: María Belén Rivarola (Mimí), Nazareth Aufe

(Rodolfo), Juan Salvador Trupia (Marcello), Eugenia Coronel Bugnon (Musetta),

Emiliano Bulacios (Colline), Fernando Grassi (Schaunard), Fernando Alvar Núñez

(Benoit), Víctor Castells (Alcíndoro), Sergio Spina (Parpignol), Leonardo Palma

(Sargento), Alfredo Martínez (Aduanero), Pablo Gaeta (Vendedor ambulante) y

Guadalupe Sosa (niño).

Desde su estreno en el Teatro Reggio de Torino en Febrero de 1896, la primera

de las tres óperas que Puccini escribió en asociación con Giacosa e Illica se transformó

en un éxito rotundo en toda Italia, pese a la fría recepción por parte de la crítica que

recibió el día del estreno. Tras la inmensa popularidad que gozó en su país de origen, la

primera representación de LA BOHÈME en el exterior fue, precisamente, en el antiguo

Teatro de la Ópera en Buenos Aires en Junio de ese mismo año y, posteriormente, en

Lisboa, Alejandría, Moscú, Manchester y Londres al año siguiente, al igual que en

Estados Unidos. Su popularidad creció internacionalmente hasta tal punto, que Thomas

Alva Edison le dedicó a su autor las siguientes palabras en 1920:

“Men die and governments change, but the sounds of LA BOHÈME will remain

forever” (Los hombres mueren y los gobiernos cambian, pero los sonidos de LA

BOHÈME permanecerán para siempre). Puccini no solamente supo interpretar el

lenguaje musical de su época, sino que su magistral creación es la ópera que mejor

representa los sueños: la juventud, las ansias de triunfar como artistas o escritores por

parte de Marcello, Rodolfo, Schaunard y Colline en la París de 1840; el amor, los

sentimientos de sus protagonistas y el arte como refugio en tiempos de desesperación.


Lamentablemente, la enfermedad y el hecho de vivir en la pobreza harán que los

mismos se desvanezcan tras la muerte de Mimí, que representa el instante donde los

bohemios toman contacto con la realidad.

En la presente versión, Mariana Ciolfi decidió ambientar este gran clásico en la

París de la década del ’40, con una estética íntegramente realizada en blanco y negro,

que evoca la época del folletín de fines del siglo XIX. En los actos 1° y 4°, la buhardilla

de los bohemios y la habitación donde vive Mimí – ambas, en blanco- están contiguas,

mientras se muestra una proyección de fondo con los edificios de París en blanco y

negro a la luz de la luna. Si bien son modernas, poseen todos los elementos que se

narran en el libreto (la estufa, el atril de Marcello, escaso mobiliario y una cama amplia,

donde Rodolfo y Mimí consumarán su amor antes de ir al Momus). En el 2° acto, una

pasarela permite la entrada y salida de los personajes, mientras un letrero señala el

célebre café donde tiene lugar la escena. En el 3° acto, en vez de una taberna cerca de la

aduana de Porte d’Enfer, Marcello y Musetta se refugian en un cabaret mientras el

aduanero y el sargento dejan pasar a las granjeras y transeúntes. En el último acto y,

ante la inminencia de la muerte, el marco de la habitación se torna negro y aparece un

figurante en alegoría a la muerte arrojando un florero lleno de las rosas que borda la

protagonista justo cuando da su último suspiro. Con excepción de Mimí, Musetta,

Parpignol y los soldados en el desfile de Nochebuena, el vestuario es íntegramente en

tonos de blanco, negro y gris y se adapta a la época. El vestido de Mimí es color fucsia -

acorde con la coffieta rosa-, mientras que Musetta está ataviada con un tapado largo de

piel blanco bajo el cual, un traje de lentejuelas doradas con un tajo bastante pronunciado

deja entrever sus piernas -clara alusión a Marilyn Monroe en Los caballeros las

prefieren rubias-. Sea como fuere, la caracterización de los personajes respeta la

concepción original del autor: en el caso de Mimí, recatada, sencilla y candorosa, y en el

de Musetta, provocadora, atrevida y seductora. En el último acto, Mimí está vestida de

blanco -lo que resalta aún más su palidez previa al desenlace-, mientras que Musetta

luce un traje a saco en tonos de marrones y beiges al avisar a los bohemios que Mimí

está a punto de morir.

Desde el punto de vista musical, la presencia de Carlos Vieu en el foso es toda

una garantía y sinónimo de excelencia. No sólo es el mejor director de ópera en el país

en este momento, sino también, un profundo conocedor del drama pucciniano y un

experto en el repertorio del verismo italiano. La marcación, las entradas y el dominio de

los tempi fueron perfectos, al igual que el sonido desarrollado por los músicos de la

Estable del Teatro Argentino. También han sido excelentes la preparación del Coro

Estable por parte de Santiago Cano y la del coro de Niños, por Mónica Dagorret. Los

intérpretes de roles coprimarios han estado muy correctos y se destacó Sergio Spina

como Parpignol. También ha sido muy buena la preparación y el desempeño de los

figurantes de escena, con excepción de la alegoría de la muerte -representada por una

joven vestida de blanco, que anuncia el final de Mimí mediante una proyección a fines

del 3° acto y a quien también Colline le coloca su gabán en “Vecchia zimarra mía” en

el último acto. A juicio particular de quien escribe, totalmente innecesario y fuera de

lugar.

En cuanto a las voces principales, se destacaron tanto Emiliano Bulacios como

Colline y Fernando Grassi como Schaunard. Por su parte, Eugenia Coronel Bugnon dio


vida a una desenfadada y provocativa Mussetta, que fue muy buena tanto desde el punto

de vista vocal como actoral. Su physique du rôle fue perfecto para la interpretación de

este personaje desde su célebre aria (“Quando men vo”) y lo logró con creces. Del

cuarteto de voces principales, el que más se destacó fue Juan Salvador Trupia, quien

encarnó a un excelente Marcello. El barítono se encuentra en el apogeo de su voz y lo

demostró con creces en los diálogos y arias principales con todos los protagonistas, pero

sin sobresalir en las escenas de conjunto ni en el célebre cuarteto del 3° acto (“Addío

senza rencor”). El tenor uruguayo Nazareth Aufe fue muy correcto en la interpretación

de Rodolfo, con buen color y esmalte vocal, aunque con ciertas limitaciones en las arias

principales (“Che gélida mannina” y “O soave fanciulla”). Y María Belén Rivarola

hizo gala de su legato, brillo y línea de canto dando una brillante interpretación de Mimí

desde su primera aria (“Sí, mi chiamano Mimí”), sorprendiendo al público con su voz,

que adquirió los matices dramáticos necesarios en el dúo del 3° acto con Marcello y en

el célebre cuarteto del mismo acto. Fueron los más aplaudidos de la noche y volvió a

deleitar al público platense con su interpretación.

Además de ser una obra maestra, quedó perfectamente demostrado que LA

BOHÈME es atemporal. Las buhardillas parisinas siguen existiendo en los áticos de los

edificios y están habitadas por artistas y diseñadores, al igual que los protagonistas del

drama pucciniano. Y, pese a que se cuenta desde hace ya muchos años con vacuna y

drogas capaces de curarla, la tuberculosis sigue siendo moneda corriente hasta el día de

la fecha y representa una causa importante de mortalidad en poblaciones que viven en la

pobreza. En momentos de incertidumbre y desesperación, el arte continúa siendo un

refugio para ahogar las penas. Lo era en época de Puccini y persiste hasta la actualidad.

Nada ha cambiado desde aquel entonces al respecto.

martes, 1 de octubre de 2024

 Clausura Festival Música Contemporánea


Por Jaime Torres Gómez

Recientemente acaba de realizarse la 24 versión del prestigioso Festival

Internacional de Música Contemporánea de la Universidad de Chile.

Cabe señalar la buena salud en Chile de los encuentros de música

contemporánea, destacándose los Festivales de la Universidad Católica de Chile,

el “Darwin Vargas”, de la Católica de Valparaíso, y el “Musicahora”, de La Serena,

siendo todos estos, de alguna forma, herederos de los encuentros de música

contemporánea en la década de los 60 del siglo pasado.

En la presente edición del Festival de la Universidad de Chile se dio un marcado

énfasis en compositores latinoamericanos, contemplando estrenos en diversos

formatos e incluyendo obras de culto de la música contemporánea, como Cuarteto

para el Fin de los Tiempos, de Olivier Messiaen. Sin embargo, siendo un año

Schoenberg (150 años de su nacimiento), no hubo ninguna obra considerada,

revistiendo una inexcusable omisión…

Desde hace varios años la clausura de este Festival ha estado a cargo de la

Sinfónica Nacional de Chile, retomando esta tradición -post pandemia- recién el

año pasado, y en esta oportunidad dirigida por su titular, Rodolfo Saglimbeni.

El perfil del concierto final normalmente incluye obras encargadas por concurso a

jóvenes compositores, asimismo alguna obra contemporánea de un compositor

nacional de trayectoria más una pieza contemporánea tradicional.

Del todo acertado haber contemplado un estreno mundial de Fernando García

(1930), emblemático compositor chileno y Premio Nacional de Música (2002). Con

una contribución internacionalmente reconocida en el campo de la música

electroacústica, concreta y dodecafonismo, su labor se ha expandido a otras áreas

del quehacer musicológico, además de sus múltiples aportes a la investigación y

docencia en Chile.

Abrió la jornada con “Comentario Sinfónico” del mismo García, compuesto poco

antes de la pandemia. Denotando completo oficio, formidable el manejo de los

timbres, colores y rítmica, brindando atractivo discurso interno. Asimismo,

admirable su concisión expositiva junto a una atrapante progresividad expresiva.

Muy comprometida entrega de los sinfónicos junto a su titular.

Posteriormente, dos estrenos de obras ganadoras del concurso para jóvenes

compositores. En el caso de “De trenes y aves”, de Iván Tapia-Bruno (25), se

trata de una interesante exploración sonora imbuida del espectralismo musical, en

este caso inspirada en sonidos de las aves y trenes de algunas estaciones del

Metro de Santiago. Y acorde a la percepción del compositor, tales características

sonoras se plasman en un atractivo tratamiento de una variada paleta de timbres,


colores y ritmos. Gran labor de Saglimbeni y la Sinfónica en transparencias y

ensamble.

Luego, de Ismael Huerta (30), “Queixada”, inspirada en una explícita fascinación

del compositor por la “capoeira” (expresión multifacética afro-brasileña que incluye

arte marcial, danza, música, acrobacias y expresión corporal, creada por los

esclavos africanos llevados por los portugueses). Con eficacia, y en un lenguaje

tonal, la obra cumple su cometido de reflejar el ritual frenesí del toque propio de la

“queixada” (quijada), con una amalgamada batería rítmica y colorística, más un

logrado manejo de la tensión interna. Entusiasta entrega de Saglimbeni y la

decana orquestal del país.

Y finalmente, “Redes”, de Silvestre Revueltas (1899-1940), una de las más

conocidas obras del gran compositor mexicano. Compuesta para el film homónimo

(1936), de explícito adoctrinamiento desde el socialismo mexicano de la época, el

material musical es de gran originalidad al asimilar lo autóctono como una

inteligente adopción de ciertas corrientes europeas (atisbos de Poulenc en la

sección de la muerte del hijo del pescador). Normalmente se ofrece una re-

compaginación con un arreglo de orquestación de Erich Kleiber, presenciada años

atrás con la Sinfónica junto a Eduardo Díazmuñoz y luego con Carlos Miguel

Prieto, de grandes recuerdos.

En esta oportunidad se ofreció, en calidad de estreno local, la versión original del

mismo Revueltas al momento de estrenarla antes de ponerla a disposición de la

película, percibiéndose una sonoridad algo más agreste y no considerando la

última parte incluida en la versión de Kleiber (el regreso de los pescadores a la

bahía), que musicalmente enriquece la obra.

Si bien fue interesante presenciar esta versión original con un resultado

excepcional de Saglimbeni y los sinfónicos, empero, poco aportó al contexto de la

presentación, habiendo sido más pertinente elegir otra obra contemporánea,

idealmente de Arnold Schoenberg, a quien, curiosamente en el mismo día de la

presentación, se conmemoraban sus 150 años de nacimiento (13 de

septiembre…).