Carla Filipcic Holm, la figura estelar de este concierto de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires dirigido por Zoe Zeniodi. Crédditos, Prensa Teatro Colón con fotografía de Juanjo Bruzza.
Muy buen concierto de Zoe Zeniodi y Carla Filipcic Holm junto a la Filarmónica
LOS ESTRENOS FLUYEN EN LA INTIMIDAD DE LA MÚSICA
Martha CORA ELISEHT
Luego de una gira exitosa al frente de la Orquesta Sinfónica del Estado de Saō
Paulo, la directora titular de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires - Zoe Zeniodi-
volvió a asumir sus funciones al frente del organismo el pasado sábado 6 del corriente
en el Teatro Colón en un concierto denominado “ETERNIDADES ÍNTIMAS”, que contó
con la participación de la soprano Carla Filipcic Holm en calidad de solista.
El programa estuvo integrado por las siguientes obras:
- Adagio para orquesta en Re menor (estreno local)- Leós JANÁČEK (1854-
1928)
- Sinfonía n°8 en Si menor, D.759 (“Inconclusa”)- Franz SCHUBERT (1797-
1828)
- Hymn 2001 (estreno local)- Valentín SILVESTROV (1937)
- Cuatro últimas canciones- Richard STRAUSS (1864-1949)
Previamente al inicio del concierto, la directora helénica se dirigió al público
provista de un micrófono para explicar que no sólo se incluyeron dos obras en calidad
de estreno local, sino que también sirvieron como preludio a dos grandes obras
sinfónicas en un concierto formado por piezas de carácter íntimo. Para respetar aún más
ese clima, solicitó al público no aplaudir entre movimientos o entre las canciones de la
última obra. Una muy buena y sana costumbre que se debe explicar a la gente que -en
muchos casos- asiste por primera vez a un concierto sinfónico y desconoce las normas.
El Adagio para orquesta en Re menor de Janáćek data de 1891 y su carácter
sombrío y trágico se debió a la muerte de su hijo Vladimir el año anterior, cuando sólo
tenía 2 años. Marca el estilo maduro del compositor moravo y permite el lucimiento de
la orquesta. Hacia el final, un bellísimo solo de corno inglés- impecablemente
interpretado por Michelle Wong- marca la disolución de la obra. Una muy buena
versión en calidad de primera audición en el ambiente local, que fue muy bien recibida
por el público. Seguidamente, la orquesta brindó una correcta versión de la célebre
Sinfonía n°8 en Si menor D.759 (“Inconclusa”) de Schubert, compuesta en 1822 para
permitir su admisión como miembro honorario de la Musikverein für Steiermark
(Sociedad Musical de Estiria), bajo la presidencia de Anselm Hüttenbrenner, quien era
su amigo personal. Schubert ya había escrito los dos primeros movimientos -
completamente orquestados- para finales de ese año y el scherzo de un tercero -casi
terminado- en una reducción para piano. Desgraciadamente, la obra quedó en un cajón y
no se encontró hasta su descubrimiento por parte de Joseph Hüttenbrenner – hermano de
Anselm- en 1860, muchos años después de la muerte del compositor. La consideró un
tesoro perdido y convenció al director de orquesta Johann von Herbeck que la
interpretara. Su estreno se produjo en 1865 en Viena, pero la partitura de los dos
movimientos que la integran (Allegro moderato/ Andante con moto) no se publicó hasta
1867. Es una de las sinfonías más famosas en toda la historia de la música y representa
el vínculo poético de Schubert con la intimidad de la muerte.
La segunda parte del concierto se abrió con otro estreno: Hymn 2001, del
compositor ucraniano Valentín Silvestrov, uno de los principales representantes del
movimiento “La vanguardia de Kiev”, formado en 1965 por compositores de dicho país
en desafío a la estética conservadora musical soviética. Silvestrov lo compuso para
orquesta de cuerdas en 2001, cuando ya era un referente musical a nivel universal. Es un
adagio envolvente, de carácter íntimo, donde las cuerdas interpretan un sinfín de
texturas tenues que brindan una atmósfera de quietud dentro de una línea melódica
tonal. Sin embargo, posee una particularidad: el protagonismo no está a cargo del
concertino, sino del solista guía de segundos violines. En este caso, una óptima labor de
Demir Lulja, quien se lució en la interpretación. La pieza fue muy bien recibida por
parte del público, cuya respuesta se tradujo en numerosos aplausos.
Por último, y con un orgánico prácticamente completo, la Filarmónica brindó una
versión fantástica de las Cuatro últimas canciones de Richard Strauss, que encontraron
en Carla Filipcic Holm a una intérprete ideal: no sólo por su perfecto dominio del
repertorio germano -en el cual, es una especialista y la mejor dentro de las intérpretes
nacionales-, sino también por los matices, sutilezas, exquisitez y buen gusto en cuanto a
su interpretación, ofreciendo ese carácter íntimo e introspectivo de la obra. Por su parte,
Zoe Zeniodi ajustó adecuadamente a la orquesta para permitir el lucimiento de la voz y,
asimismo, de los principales solistas de las diferentes secciones de instrumentos en los 4
títulos que la integran (Frühling (Primavera), September (Septiembre), Beim
Schlafhengen (Al irme a dormir) y Im Abendrot (Al atardecer)). Fueron compuestas en
1948, cuando Strauss decide establecerse en Suiza luego de finalizar la Segunda Guerra
Mundial, con textos de Hermann Hesse en las tres primeras y de Joseph von
Eichendorff en la última. El público coronó la labor de la intérprete, la directora y los
músicos con numerosos aplausos y vítores.
La idea de incluir estrenos locales dentro de un concierto temático ha sido muy
original y un verdadero acierto. No sólo contribuyen a enriquecer el repertorio de una
orquesta, sino que tanto el público como el periodismo especializado siempre las
reciben de muy buen grado. En este caso, con música de carácter íntimo y universal.
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