miércoles, 6 de diciembre de 2023

 


                  Créditos. Prensa Teatro Colón, fotografía del Maestro Arnaldo Colombaroli



Muy buena reposición de “LA CIUDAD AUSENTE” en Colón Contemporáneo


AUSENCIA Y SOLEDAD, UN COMÚN DENOMINADOR

Martha CORA ELISEHT


Con motivo de cumplirse el 10° aniversario de la desaparición física de Gerardo

Gandini (1936- 2013), el Teatro Colón decidió homenajearlo con una de sus óperas: LA

CIUDAD AUSENTE que, a su vez, marcó el fin del ciclo Colón Contemporáneo y cuyas

representaciones tendrán lugar entre los días 5 al 7 del corriente, con escenografía de

Carles Berga, dirección de escena de Valentina Carrasco, vestuario de Luciana Gutman

e iluminación de Peter Van Praet. A su vez, esta producción cuenta con los siguientes

asistentes: Diego Censabella en dirección musical, Lorenzo Nencini, en dirección de

escena; Martina Nosetto, en vestuario y Mercedes Camejo, en escenografía.

La dirección musical está a cargo de Christian Baldini al frente de la Orquesta

Estable del Colón, con participación del siguiente reparto: Oriana Favaro (Elena),

Sebastián Sorrarain (Macedonio), Gustavo Gibert (Ingeniero Russo), Alejandro Spies

(Junior), Andrés Cofré (Fuyita), Mairín Rodríguez (Ana), María Castillo de Lima

(Lucía Joyce), Constanza Díaz Falú (la Mujer Pájaro), Mariano Fernández Bautista

(Hombre Viejo), Iván Maier (Estudiante de Música), Santiago Martínez (Doctor Jung),

Verónica Cano (Enfermera), Darío Leoncini (Ayudante) y el conjunto de 6 sopranos

integrado por Laura Polverini, Analía Sánchez, Natacha Nocetti, Izumi Ishigaki, Selene

Lara Iervasi y Cintia Velázquez. También participó un elenco de figurantes encabezado

por Pablo Giles Pereyra, bajo la coordinación de María Eugenia López.

Publicada en 1992, la novela LA CIUDAD AUSENTE de Ricardo Piglia es un

relato basado en una idea crítica sobre otra novela: Museo de la novela de la Eterna, de

Macedonio Fernández (1874-1952), donde su autor “no trató de producir una réplica

del hombre, sino una máquina de producir réplicas” según palabras textuales de Piglia.

En ausencia de la mujer amada (Elena de Obieta), su alma se transforma en objeto de

representación y éste, a su vez, dará origen a la réplica. Pero a diferencia de la novela de

Piglia, la ópera de Gandini no es una pieza musical basada en la obra homónima, sino

que se trata de dos objetos diferentes. En el caso particular de LA CIUDAD AUSENTE

y, a modo de palíndromo, Gandini comienza y termina el relato con dos variables en

común: la ausencia de la persona amada (Elena), cuya alma -atrapada en una máquina-

se encuentra en soledad, que es la otra variable mencionada y, además, el motivo con el

cual la ópera comienza y termina. Los diferentes personajes femeninos que aparecen en

la recorrida que el periodista Junior realiza por el museo en compañía del guardián

Fuyita – la Mujer Pájaro, la cantante lírica Lucía Joyce y el coro formado por 6

sopranos- representan diferentes facetas de Elena, al igual que la ausencia y soledad a

las que su alma se ve sometida. Un círculo brillante con forma de luz dicroica simboliza

su alma, atrapada e inmortalizada dentro de una máquina a la cual, nadie puede acceder

y aguarda desesperadamente que alguien acuda a su rescate. Sólo el periodista Junior -

quien se encuentra escribiendo un artículo de investigación sobre el tema, pese a las


recomendaciones de su amiga Ana y de Fuyita de no seguir profundizando en ello- se

atreverá y perecerá en el intento.

El estreno de LA CIUDAD AUSENTE tuvo lugar en el Teatro Colón en 1995 y,

posteriormente, se representó en el Teatro Argentino de La Plata en 2011. Ésta es la

tercera vez que la ópera de Gandini se vuelve a ofrecer en menos de tres décadas y

posee un lenguaje musical tonal, con atisbos de atonalidad y numerosos contrapuntos

entre las diferentes secciones de instrumentos, al igual que magníficos glissandi en el

dúo de pianos alternando con la percusión, metales y cuerdas. Asimismo, cuenta con

numerosos inserts de música de diferentes épocas. Para el cuadro de la Mujer Pájaro,

Gandini apela al clasicismo mozartiano; para la escena de amor entre Macedonio y

Elena, a los grandes dúos de ópera del siglo XIX y, en el caso de Lucía Joyce, alterna

parte de LA TRAVIATA con Finnegan’s Wake. En otros pasajes, también se aprecian

reminiscencias del expresionismo de Alban Berg con ribetes de La Consagración de la

Primavera de Stravinsky. Por dicho motivo, no es fácil de dirigir ni de representar. No

pareció ser un obstáculo para Christian Baldini, cuya dirección fue magnífica desde el

inicio hasta el final. Supo conducir perfectamente a la Orquesta Estable con brillo y

enjundia, al igual que al elenco de cantantes. La selección de las voces no pudo haber

sido mejor, ya que el nivel de canto e interpretación han sido excelentes. Es una obra

donde todos son protagonistas -pese a la mayor preponderancia de las voces femeninas-

y no existen los roles coprimarios. Por lo tanto, sería muy injusto destacar la labor de un

cantante por sobre otro, ya que todos estuvieron espléndidos.

Si bien la puesta en escena estuvo acorde al título de la obra, no necesariamente

tenía que tratarse de una ciudad en ruinas. En declaraciones ofrecidas a un medio de

prensa, Valentina Carrasco dijo que …”se trataba de una búsqueda en forma de capas,

como si fueran estratos arqueológicos”. No es necesario montar una escenografía a

base de bolsas de residuos negras hechas añicos, simulando escoria y restos de

máquinas, bicicletas, hierros retorcidos y oxidados para representar la ausencia. Sí

estuvieron muy correctas la iluminación y los efectos de video simulando una nebulosa

al inicio y final de la obra, con la enorme luz dicroica mencionada anteriormente en

alusión a la máquina, al igual que el uso del escenario giratorio para los cambios de

escena. Ahora bien: ¿por qué el interior de la galería de un museo tenía que estar en

ruinas?... ¿Y por qué el bar de Ana tenía que ser un auto?... Tampoco se entendía qué rol

cumplía el figurante -caracterizado como un astronauta en vez de un arqueólogo- en

medio de semejante nivel de destrucción. El estilo de Valentina Carrasco continúa

siendo el mismo: pobre y carente de recursos. Lo demostró hace años atrás en Colón

Ring y persiste en la misma tesitura. Una ya está saturada de ver puestas de escena

mersas, pedorras y carentes de imaginación, indignas de un escenario como el del

Colón.

De no ser por este detalle, la presente reposición ha sido muy buena desde el

punto de vista musical, actoral y vocal. Un merecido homenaje al creador del Centro de

Experimentación del Colón (CETC) y a uno de los músicos más brillantes que ha dado

la Argentina. Es un placer contar con títulos nacionales dentro de una temporada lírica

y, en este caso, un perfecto cierre de Colón Contemporáneo.

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