domingo, 27 de agosto de 2017

CRECIENTE TENSION Y CRECIENTE INTENSIDAD

Teatro Colón, Temporada 2017, Opera: “Ascenso y Caída de la Ciudad de Mahagonny”, Libreto: Bertold Brecht, Música: Kurt Weil. Interpretes: Nikolai Schukoff (Jim Mahoney), Nicola Bieller Carbone (Jenny), Iris Vermillion (Leokadja Begbick), Pedro Espinoza (Fatty), Hernán Iturralde (Moses), Luciano Garay (Bill),  Gonzalo Araya Pereira (Jack), Iván García (Joe), Pablo Pollitzer  (Toby Higgins), Laura Pisani-Mariana Carnovali-Alejandra Tortosa-Virginia Correa Dupuy-Rocío Arbizu-Lidice Robinson (Seis muchachas de Mahagonny). Bailarines y Actores figurantes. Coro Estable del Teatro Colón, Director: Miguel Martínez. Orquesta Estable del Teatro Colón. Escenografía: Diego Siliano. Vestuario: Luciana Gutman. Iluminación: José Luís Fiorruccio. Coreografía: Ignacio González Cano.  Dirección Musical: David Syrus. Dirección Escénica: Marcelo Lombardero. Co-Producción entre el Teatro Colón junto al Teatro Municipal de Santiago de Chile y al Teatro Mayor de Bogotá. Función del 25 de Agosto de 2017.

NUESTRA OPINION: MUY BUENO.

  A treinta años de su estreno absoluto en Argentina y en el Colón (lo que en su momento constituyó un hito histórico en la rica historia del Teatro  y un puntal en la recuperación democrática, dada la represiva censura que imperó hasta Diciembre de 1983), como parece ser recurrente,  cada quince años retorna el emblemático trabajo de la dupla Brecht Weil al escenario. Esta vez de la mano de una co-producción que involucra al Municipal de Santiago de Chile (de donde vinieron las primeras noticias de su suceso), al mayor de Bogotá  y al Colón, con la Dirección Escénica de Marcelo Lombardero y la musical de David Syrus (hasta el presente año Jefe de Estudios Musicales del Covent Garden de Londres). Lo primero que debe tenerse en cuenta es que para evaluar este trabajo, Usted querido lector, oyente/espectador del programa en Internet y asistente al Colón, debe despojarse de pensar en la ya mítica puesta de Jaime  Kogan en aquel inolvidable estreno. Aquella, reitero, fue una circunstancia  única e irrepetible. Entonces enfoquémonos en el presente, dado que Marcelo Lombardero traslada la acción a época actual, pero respetando la esencia misma del trabajo, lo que en cierto modo ayuda a llevar adelante la acción. Ese respeto lleva a que el sobretitulado narre la historia de la ciudad.  Solo durante el momento del huracán una  filmación de un desopilante cronísta encarnado por Hernán Iturralde, que pierde su peluca durante una ráfaga de viento, es la única instancia en la que se recurre a ello. Un accidente carretero durante la fuga es el punto de partida para que el trío de forajidos decida emplazar una ciudad/páramo, la que luego mutará a ciudad del deseo en donde todo estará permitido (por supuesto, dinero de por medio). Entonces, la lujuria, el hedonismo, el sexo, pasan a ser la regla cotidiana. Es por eso que el desarrollo escénico y la música van de la mano y crecen en tensión e intensidad con el transcurrir de esta puesta, en donde hasta el final de la primera parte, previo a la aproximación del huracán, se va desarrollando en forma de algún modo monótona, en consonancia con lo que le va sucediendo a los personajes. Justo en el momento en que el trío dueño de la ciudad comienza a preguntarse como contener la fuga de los habitantes que se van buscando otras motivaciones, es cuando cobra importancia el protagonismo de Jim Mahoney al responderles que se quedaría si encontraría que todo estuviese permitido y que el tiene El dinero suficiente para obtenerlo. Por ello es que en la segunda parte, el ritmo va transcurriendo en forma vertiginosa. Placeres, juego, sexo, comida (aquí uno de los mejores amigos de Jim se quedará “planchado” en una opípara mesa), Boxeo (en este caso un segundo amigo morirá en un combate contra uno de los forajidos a consecuencia de los golpes recibidos) y consecuencia de este combate, el protagonista perderá todo su dinero en una apuesta a mano solo de su amigo y no solo eso, también su vida, al intentar ofrecer canilla libre de whisky a los asistentes al bar sín tener recursos para abonarlo, mientras que el mismo tribunal que juzga y condena este hecho se corrompe al absolver a un asesino que convenientemente “acordó” con los jueces, mientras Bill, único amigo sobreviviente del protagonista no le presta cien dólares a este para intentar lo mismo). Detalle interesante, es que en este punto el vértigo se detiene (como recordándole al protagonista masculino lo que era Mahagonny antes del “vale todo” y en que terminó después) hasta el momento en que es llevado a su ejecución, para de ahí en mas retomar ese vértigo hasta el final. Este es el mérito del estudio a fondo que Marcelo Lombardero ha hecho del libreto y encontrarle esta interesantísima  resolución a su trabajo, y desde ya sólidamente acompañado por todo su equipo de colaboradores, desde la siempre efectiva escenografía de Diego Siliano, que incluyó el tradicional “guiño Lombarderiano” de incluir un cartel de “Welcome to Mahagonny” (Bienvenidos a Mahagonny) igual al del Teatro Argentino que recibía a los automovilistas  en la bajada de ingreso a la Ciudad de La Plata durante su gestión al frente de los destinos artísticos del Coliseo de esa ciudad. El formidable vestuario de Luciana Gutman. La impecable iluminación de José Luís Fiorruccio  (exacta en todo sentido), y las siempre efectivas colaboraciones coreográficas de Ignacio González Cano. Todo estuvo allí, desde el desarrollo de los recursos de hoy como la multimedia, el video y hasta bailarinas de cabaret (Poole dance o simplemente “Caño”en el vale todo y cuerpo de baile en la escena del juicio). En cambio, lo que no siempre fue de la mano fue la realización musical, en donde estuvo pesante en muchos momentos y carente de energía en el cuadro final. Consecuencia directa de esto fue la también discreta actuación del Coro Estable, ajustado sí, pero sin desplegar lo que puede dar. En cambio las voces (tanto en lo vocal como en lo actoral) conformaron un conjunto homogéneo de punta a punta. Entonces, Nikolai Schukoff, fue un estupendo Jim Mahoney, voz muy potente y una presencia actoral importantísima, debiera pensarse en El para roles Wagnerianos. Nicola Bieller Carbone literalmente se “comió” el escenario como Jenny con muy buenos recursos vocales y actorales. Iris Vermillión exponiendo autoridad y oficio escénico como Leokadja. Pedro Espinoza fue un Fatty de estupenda factura vocal además de buena actuación y Hernán Iturralde como Moses, la Trinidad, lució a pleno como corresponde a sus antecedentes. Luciano Garay como Bill, tuvo un lucimiento formidable, lo mismo que Iván García como Joe, con voz y “physique du rol” ideales. Gonzalo Araya Pereira un muy interesante Jack, aunque un detalle algo escatológico de escena empañó el remate de su actuación y Pablo Pollitzer en la parte final como Toby Higgins  fue avanzando paulatinamente en escena hasta lucir a pleno. El “sexteto de chicas” que integraron Laura Pisani, Mariana Carnovali, Alejandra Tortosa, Virginia Correa Dupuy, Rocío Arbizu y Lidice Robinson, que siempre integraron los equipos de trabajo del Director Escénico, mostraron no solo belleza y presencia, sino que supieron decir en sus intervenciones vocales.

  Entiendo que se trata de un trabajo que debe verse mas de una vez, así puede  comprenderse la magnitud de la tarea y todo lo que conlleva lo expuesto anteriormente.


Donato Decina

No hay comentarios:

Publicar un comentario