Excelente transmisión por streaming de “BORIS
GODUNOV” desde el Metropolitan
EL PUNTAPIÉ INICIAL DEL
NACIONALISMO MUSICAL RUSO
Martha CORA ELISEHT
Un ciclo sobre Política e historia en la ópera no puede dejar de incluir una obra
cumbre del nacionalismo musical ruso: BORIS
GODUNOV, de Modest Musorgsky (1839-1881) que se repuso en transmisión por streaming desde el Metropolitan Opera
House de New York y que contó –salvo el protagonista y algunos pocos cantantes-
con un elenco íntegramente ruso, con producción integral de Stephen Waldsworth,
escenografía de Ferdinand Wöggerbraud, vestuario de Mosdele Bakkel, coreografía
de Anastolia Tsouki e iluminación de Duane Schuler. La presentación estuvo a
cargo de Patricia Racette y contó con la dirección coral de Donald Palumbo y el
gran Valery Gergiev en el podio.
Esta representación data del 2010 y
fue interpretada por los siguientes cantantes: René Pape (Boris Godunov), Mikkail Svetlov (Mitiuschka), Alexey Markov (Schchekalov),
Oleg Balashov (Príncipe Shuisky), Mikhail
Petrenko (Pimen), Aleksandr Antonenko
(Grigory, luego Dmitri), Vladimir
Ognovenko (Varlaam), Nikolai Gassiev (Missail), Ekaterina Semenchuk (Marina), Evgeny Nikitin (Rangoni), Dennis Petersen (Khrutschev), Valerina Putinski (Nikitich), Olga Sanova (Posadera), Gennady Bezzubenkov (Oficial), Jennifer Zetlan (Xenia), Jonathan Makepeace (Feodor), Larisa Schevchenko (Nodriza), Andrew Oakden (Levitsky), Mark Schonwalter (Chernikovsky), Brian Frutiger (Boyardo) y Andrey Popov (Loco místico).
BORIS
GODUNOV es la obra
cumbre del nacionalismo musical ruso –movimiento que comenzó en 1841 con LA VIDA POR EL ZAR, de Mikhail Glinka y que se consolidó con el denominado
Grupo de los Cinco (Moguchaia Kuchka)
dirigido por Mily Balakirev- y se basa en un hecho histórico: la época de los
disturbios, que tuvo lugar en Moscú entre la muerte del zar Iván el Terrible hasta el advenimiento
de la dinastía Romanov. De los personajes que integran la ópera, cuatro han
sido zares de Rusia (Boris, su hijo Feodor, Grigory Otrépiev (el falso Dmitri, ya que el verdadero murió en un
hecho nunca bien esclarecido) y el boyardo Shuisky).
Uno de los temas centrales de la ópera es la búsqueda del poder mediante
engaños, que determina tanto las acciones de Boris como las de Grigory, la
nobleza polaca –representada por Marina, cuya
única ambición es ser zarina- y los boyardos. Además de ser una profunda
autocrítica, también denuncia –a manera de advertencia- lo que podría suceder en
Rusia si se continúa por el camino elegido por el zarismo y la aristocracia. El
pueblo –representado por la figura del Loco
Místico- es la mayoría y lamentablemente, el que siempre sale perdiendo.
Sin embargo, no es la primera obra donde se exponen el totalitarismo y el poder
central en Moscú. La primera ópera que pone de manifiesto estos temas es PSKOVITYANKA (La Doncella de Pskov) de
Rimsky- Korsakov, pero jamás alcanzó la popularidad de BORIS GODUNOV. Para su
autor, el arte debía revestir una responsabilidad y utilidad social y lo asumió
mucho más profundamente que cualquier otro compositor de su tiempo. No sólo
plantea la existencia de los problemas, sino también las causas de la ausencia
de igualdad y autonomía.
Musorgsky comienza a escribir su
obra en 1868 y la culmina a mediados del año siguiente, basándose en el drama
homónimo de Alexander Pushkin. Sin embargo, el Comité de Teatros Imperiales de
San Petersburgo la censuró en 1871. Por .lo tanto, comienza a trabajar
arduamente en ella y a revisarla, agregando versos propios sobre Historia del Estado Ruso de Nikolai
Karamzin. Gracias a esta última pudo estrenarse en 1874 en el Teatro Marinsky
de San Petersburgo y es la estructura que se conoce en la actualidad (un
Prólogo y 4 actos). Posteriormente, Rimsky- Korsakov realiza una orquestación
definitiva en 1883, tras la muerte del compositor y que es la partitura que se
representa hasta nuestros días.
La puesta en escena es sencilla y permite realizar
correctamente los múltiples cambios de escena que se suceden durante toda la
obra. Se utilizó vestuario de época, donde el blanco está reservado solamente
para los monjes (Pimen y el Loco Místico), mientras que Boris sólo lo usará en el momento de su
muerte. También es el color predominante en la corte polaca, mientras que Marina
y el monje Rangoni están
vestidos de negro. La caracterización de los personajes es perfectamente acorde
a la época y la excelencia vocal de todos los cantantes ha sido la
característica distintiva de esta versión. Debido a que es una obra con un
reparto sumamente extenso –abundante en roles secundarios- , todos han
desarrollado magistralmente sus respectivos personajes. Por otra parte, el Coro
actuó como un personaje más, brindando el marco perfecto para la escena de la coronación
de Boris en el Prólogo, la corte de Marina en Polonia y la escena final,
donde el pueblo se levanta contra los boyardos y los cosacos hasta que entra Dmitri subiendo una escalera ubicada en
el centro del escenario.
Independientemente de ser uno de los mejores
directores de orquesta de la actualidad, Valery Gergiev es invitado permanente
del Met. Dirigió con suma precisión, énfasis y distinción, logrando un clímax
insuperable en los momentos de mayor tensión dramática. Y en cuanto a los roles
principales, el tenor Andrey Popov fue el que más se lució en el difícil rol
del Loco Místico, quien abre la obra
señalando a Boris como el futuro zar
y cierra la misma en la última escena, donde todo seguirá igual gobierne quien
gobierne. Es un excelso actor y sobresalió por ello, aunque también se
desempeñó muy bien vocalmente. El barítono Mikhail Petrnko ofreció un excelente
Pimen de cabo a rabo, al igual que
Evgeny Nikitin como el intrigante Rangoni.
Ekaterina Semenchuk brilló como la princesa Marina merced al hermoso color y matices de su voz, al igual que su
impecable fraseo y línea de canto. El
bajo- barítono Vladimir Ognovenko se lució como el sacerdote Varlaam en su aria principal (Una vez en la ciudad de Kazán),
mientras que Oleg Balashov encarnó un muy buen Shuisky. Es un excelente tenor y brindó unos agudos insuperables.
Su compatriota Aleksandr Antonenko dio vida a un gran Grigory/Dmitri, destacándose en sus arias principales y en los
diálogos con Pimen y Marina. Y René Pape fue un Boris de antología desde todo punto de vista. Su transformación fue
plena cuando le informan que el zarévich
Dmitri puede estar vivo, ya que su trono
está en peligro. Unido esto a la maestría de sus interpretaciones y a su
prodigiosa voz, no necesitó nada más para encarnar al protagonista: vocalmente,
sublime e histriónicamente, perfecto.
Hacía mucho tiempo que una no escuchaba esta
auténtica obra maestra de la lírica rusa –una recuerda la magistral
interpretación de Evgeny Nesterenko en el Colón- y fue un auténtico placer
poder revivirla. Una gran producción al estilo Metropolitan, con gran cantidad
de figurantes en escena y un inmenso despliegue de recursos. Y con un elenco
que permite recrear los orígenes de la ópera en Rusia para brindar una
magnífica lección de historia.
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