domingo, 25 de julio de 2021

 

Excelente concierto de cámara a cargo del Cuarteto Soldi y músicos invitados en el CCK

 

UNA SCHUBERTEADA DE ALTO VUELO

Martha CORA ELISEHT

             Franz Peter Schubert (1797-1825) fue un músico excepcional y sumamente prolífico. Además de ser el máximo representante de la canción de cámara alemana (lied), compuso 8 sinfonías, oberturas, un sinfín de obras de música de cámara y un ballet (Rosamunda, Princesa de Chipre), cuya célebre obertura forma parte de los tradicionales programas de conciertos. Pese a ser un compositor muy talentoso, su obra no gozó de gran popularidad en su época. Tal es así, que sus obras se interpretaban en reuniones de amigos, que pasaron a la historia como las schuberteadas. Dentro de su habitual programación, el Centro Cultural Kirchner (CCK) decidió organizar un concierto en homenaje al gran compositor vienés el pasado sábado 24 del corriente en la Sala Sinfónica –Auditorio Nacional- a cargo del Cuarteto Soldi, integrado por Freddy Varela Montero y Tatiana Glava (violines), Gloria Pankaeva (cello) y Adrián Felizia (viola) más un ensamble instrumental compuesto por los siguientes músicos: Oscar Carnero (contrabajo), Mariano Rey (clarinete), Gabriel La Rocca (fagot) y Fernando Chiappero (corno). El programa estuvo compuesto por las siguientes obras:

-          Cuarteto para cuerdas en La menor, Op.13, D 804 (“Rosamunda”)

-          Octeto para cuerdas y vientos en Fa mayor, D 803

Como ya es habitual desde el inicio de la pandemia, Freddy Varela Montero agradeció la presencia del numeroso público que se dio cita en la Sala Sinfónica y dio una breve reseña de las obras, comenzando por el mencionado Cuarteto en La menor –más conocido como “Rosamunda”, porque su segundo movimiento es un extracto de la música incidental de dicho drama, inspirado en la obra homónima de Helmina von Chézy-. Fue compuesto entre Febrero y Marzo de 1824 y está dedicado al violinista Ignaz Schuppanzigh, quien fuera integrante del Cuarteto de cuerdas patrocinado por Ludwig van Beethoven y quien la estrenó el 14 de Marzo de ese mismo año. Consta de 4 movimientos (Allegro ma non troppo/ Andante/ Menuetto: Allegretto- Trío/ Allegro moderato) que poseen reminiscencias de otras obras del mismo autor. Mientras que el Andante forma parte de la música incidental que da su nombre al cuarteto, el Allegro ma non troppo hace referencia al lied “Gretchen am Spinnade” (Gretchen en la rueca) y el Menuetto, a Die Götter Griechenlandes (“Los dioses de Grecia”). Dentro de la presente versión, el 1° movimiento se caracterizó por poseer un muy buen tinte dramático, con gran profundidad sonora y un sonido perfecto en la cadencia por parte de los violines, al igual que el excelente contrapunto ofrecido por Gloria Pankaeva en cello. Por su parte, Adrián Felizia ejecutó de manera impecable el solo de viola, brindando el sonido romántico característico de las obras de Schubert. Lo mismo sucedió en el Andante, donde el cuarteto logró una perfecta armonía en el crescendo, que se mantuvo en el Menuetto –excelente labor de Adrián Felizia en diálogo con los violines- y donde una vez más, Gloria Pankaeva ofreció un magnífico solo de cello. Por su parte, Varela Montero sobresalió en la cadencia del movimiento final y demostró ser un excelente guía durante los 30 minutos que dura la pieza. Naturalmente, el Auditorio Nacional respondió con un cálido aplauso al finalizar la misma.

Seguidamente, se realizó la presentación del resto de los músicos y se dio una breve reseña del Octeto en Fa mayor para cuerdas y vientos. Es la más extensa de las obras de cámara de Schubert y fue compuesta por encargo del clarinetista y mecenas Ferdinand Troyer en 1824, quien le sugirió que compusiera una partitura al estilo del Septiminio de Beethoven. El resultado fue una sinfonietta dividida en 6 movimientos (Adagio- Allegro- Piú allegro/ Adagio/ Allegro vivace- Trío- Allegro vivace/ Andante- Variaciones- Un poco piú mosso- Piú lento/ Menuetto- Allegretto- Trío- Menuetto- coda/ Andante molto- Allegro- Andante molto- Allegro molto), donde cada uno de los instrumentos posee una variación en cada uno de los movimientos. Y al igual que en otras obras de Schubert, el 1° movimiento hace alusión al lied “Die Wanderer”(El viajero), mientras que el tema con variaciones del 4° movimiento está inspirado en la ópera “El amigo de Salamanca”. Y al igual que en el Septiminio en Mi bemol mayor de Beethoven, el 1° y el último movimientos comienzan con una introducción lenta para desembocar en el Allegro, donde el violín y el clarinete ejercen un fantástico contrapunto, seguidos por el contrabajo y el corno. Este diálogo entre instrumentos prosigue en el Adagio y continúa en el Allegro vivace del 3° movimiento, donde los solistas de instrumentos de viento ejercieron una magnífica labor en todas y cada una de sus interpretaciones. Fue muy destacable la labor de Oscar Carnero en el solo de contrabajo y el contrapunto por parte de Gabriel La Rocca en fagot. Por su parte, tanto Mariano Rey como Gloria Pankaeva y Freddy Varela Montero se destacaron en los contrapuntos de sus respectivos instrumentos, mientras que Adrián Felizia tuvo una impecable labor de llevar la melodía –a cargo de la viola- en contraposición con el pizzicato por parte de los violines en el 5° movimiento. Y en el último, el impresionante trémolo a cargo del cello brindó ese clima oscuro y sombrío previo al brillante Allegro final en tono mayor. La labor de los músicos fue espléndida y sonó auténticamente schubertiana hasta el final.

Pese a la ovación de aplausos por parte del público, esta vez no hubo bises. Quizás se debió a la exagerada longitud de las obras –fue un concierto que duró prácticamente más de dos horas-, pero tampoco hicieron falta. Gracias a la pandemia se ha podido disfrutar de una auténtica schuberteada de alto vuelo, con  obras que raramente se representan y con intérpretes de gran jerarquía, reflejando el propósito del compositor.

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