viernes, 10 de octubre de 2025

 


Momento del "bis" por el violinista James Ehnes, observado atentamente por los miembros de la Deutsche Kammerphilarmonie de Bremen. Fotografía de la Sra. Liliana Morsia.


Gran actuación de la Deutsche Kammerphilharmonie Bremen en el Colón


FINURA Y DELICADEZA PARA UN GRAN CONCIERTO

Martha CORA ELISEHT


Fundada en 1980, la Deutsche Kammerphilharmonie Bremen es una de las

orquestas de cámara más prestigiosas de Europa. Su director artístico es Paavo Järvi,

quien lleva más de 20 años junto a la agrupación trabajando en proyectos dedicados a

Beethoven, Schumann y Brahms y, desde 2021, al estudio de la obra sinfónica de Franz

Joseph Haydn. No sólo realiza numerosas giras europeas e internacionales, sino

también, grabaciones de las Sinfonías de Londres de este último compositor durante

2023 y 2024, motivo por el cual recibió la distinción a la mejor orquesta del año 2023

por la prestigiosa revista Gramophone y en 2024, por Opus Klassik.

Esta galardonada agrupación de cámara hizo su presentación en el Teatro Colón

dentro del Ciclo de Abono del Mozarteum Argentino el pasado lunes 6 del corriente

bajo la dirección de Riccardo Minasi, con la participación del violinista canadiense

James Ehnes como solista para ofrecer el siguiente programa:

- Obertura en Do mayor D.591 “Al estilo italiano”- Franz SCHUBERT (1797-

1828)

- Concierto en Re mayor para violín y orquesta, Op.61- Ludwig van

BEETHOVEN (1770-1827)

- Sinfonía n°4 en La mayor, Op.90 (“Italiana”)- Félix MENDELSSOHN

BARTHOLDY (1809-1847)

Previamente al inicio del concierto, una de las características que esta cronista pudo

apreciar fue la formación de la orquesta a la alemana (violas sobre el lado derecho del

escenario, a la izquierda del director y violoncellos en el medio, entre los segundos

violines y las violas), pero con una particularidad: colocó los contrabajos sobre el lado

izquierdo del escenario -en vez de hacerlo sobre la tradicional ubicación a la derecha-.

La velada comenzó con la mencionada Obertura al estilo italiano de Schubert,

compuesta en 1817 en respuesta al furor que causaban en aquel entonces las óperas de

Rossini en Viena. Probablemente, Schubert quería demostrar su ingenio y validar su

labor como compositor al crear dos oberturas de este tipo en dos movimientos: Adagio

(muy solemne) y Allegro (ágil y jovial). Suena muy rossiniana por su escritura, que

despliega motivos breves, combinaciones instrumentales y crescendos orquestales. En

este caso, con una excelente marcación de tempi por parte del director y por la finura,

sutileza y delicadeza en la interpretación.

Seguidamente, James Ehnes hizo su presentación sobre el escenario para brindar una

versión brillante del único concierto que Beethoven escribió para violín solista. Si bien

el genio de Bonn era un virtuoso del piano, sabía tocar el violín y la viola desde su

infancia y se mantuvo vinculado con dicho instrumento durante toda su vida.

Compuesto y estrenado en el teatro An der Wien en 1806 por el virtuoso Franz Clement,

fue dedicado a Stephan von Breuning y, posteriormente, revisado en 1807. Consta de 3


movimientos: Allegro ma non troppo (Re mayor, 4/4) / Larghetto (Sol mayor, 4/4) y

Rondo. Allegro (Re mayor, 6/8), que fueron abordados de manera impecable tanto por el

director como el solista. Riccardo Minasi logró una excelente profundidad sonora desde

los primeros compases de la forma sonata del 1° movimiento, imbuido del espíritu y la

pasión típicos de Beethoven previamente a la entrada del instrumento solista, que

encontró en James Ehnes a un intérprete de gran calidad y categoría.

Independientemente que lo haya ejecutado de memoria, su fraseo, manejo de tempi,

cadenza y ritornello fueron muy precisos y soberbios durante todo el concierto.

Especialmente, en el rondó final, que plantea al solista una de las mayores exigencias de

la obra. Fue sumamente aplaudido al final de su interpretación y tuvo que salir a saludar

varias veces antes de interpretar un bis: un movimiento de la Sonata n°6 de Eugène

Ysaÿe, que sonó muy precisa y magistral, digna de un solista internacional de primer

nivel.

La Sinfonía n°4 en La mayor, Op.90 “Italiana” del Mendelssohn fue compuesta en

1833 tras el impacto y la fascinación que los paisajes de la península provocaron

durante su viaje a dicho territorio en 1830. Italia siempre fue un destino de

peregrinación para pintores, escritores y músicos y se crecentó más aún durante el siglo

XIX. Según palabras del propio Mendelssohn: “La música no la he hallado en el arte

en sí mismo, sino en las ruinas, los paisajes y la alegría de la naturaleza”. Su estreno

se produjo en 1833 por la Orquesta Filarmónica de Londres con el propio compositor al

podio y se transformó en una de las obras más importantes del repertorio universal.

Consta de 4 movimientos (Allegro vivace/ Andante con moto/ Con moto moderato/

Saltarello- Presto) y posee una orquestación sumamente dinámica, que le otorga brillo y

luminosidad desde el movimiento inicial, mientras que el Andante con moto central

evoca un canto peregrino o una procesión napolitana en forma de balada, que contrata

poderosamente con el movimiento anterior. El 3° movimiento (Con moto moderato) es

un minueto con un trío central protagonizado por los cornos para desembocar en el

vibrante y frenético Saltarello- Presto final, donde se alude a la tarantela y otras danzas

típicas del sur de la península. Mediante una sumamente precisa y contundente

marcación de tempi y un magnífico lucimiento de solistas instrumentales, la orquesta

brindó una excelente versión de esta sinfonía. El público estalló en aplausos y vítores al

final del concierto, motivo por el cual, Riccardo Minasi ofreció dos bises: el scherzo del

Sueño de una noche de verano, Op.61 de Mendelssohn y la obertura de Las Bodas de

Fígaro de Mozart. Ambas obras sonaron perfectas y los artistas se retiraron sumamente

aplaudidos.

No es la primera vez que Riccardo Minasi visita la Argentina -de hecho, actuó sobre

el escenario del Colón en el 2000 como concertino del grupo IL GIARDINO

ARMÓNICO, invitado por el Mozarteum-, pero sí ha sido su primera vez en el medio

local como director de orquesta. Se sintió sumamente agradecido por volver a

presentarse en el escenario del Colón, dirigiéndose al público en un impecable

castellano al término del concierto y lo hizo de manera admirable, destacándose por dos

características primordiales: finura y delicadeza, que prevalecieron durante la

interpretación de todas las obras comprendidas en el programa. Una gran noche del

Mozarteum sobre el escenario del Colón con intérpretes de primer nivel y suma calidad.

 


Vista general del escenario durante la interpretación del "Requiem" de Giuseppe Verdi el pasado Domingo 5 en el Auditorio Nacional. Fotografia de la autora del presente comentario.


 Excepcional versión del Réquiem de Verdi por la Sinfónica Juvenil en el Palacio

Sarmiento


UN CLÁSICO RELIGIOSO QUE SIEMPRE GUSTA Y CONVOCA

Martha CORA ELISEHT


Dentro del vasto panorama de la música sacra y religiosa, la Misa de Réquiem

de Giuseppe Verdi (1813-1901) es un clásico sempiterno que gusta al público que asiste

a conciertos sinfónico- corales. Si bien Verdi era agnóstico, siempre tuvo la idea de

componer un Réquiem en colaboración con otros compositores tras la muerte de

Gioachino Rossini en 1868. Sin embargo, esta obra no vería la luz hasta muchos años

después. El músico italiano pasaría un largo tiempo in componer tras el rutilante éxito

alcanzado con AÍDA en 1871 hasta 1887, época de la cual datan OTELLO y el Réquiem.

Verdi quedó muy impactado por la muerte de su amigo Alessandro Manzoni en

1873, cuando militaban juntos por la unificación y el Risorgimento de Italia,

compartiendo las ideas de justicia y libertad. En aquel entonces, Italia estaba

fragmentada en múltiples reinos y el movimiento del Risorgimento proponía la

unificación en nombre del monarca Vittorio Emmanuele di Saboya, motivo por el cual

se vivaba al soberano con la consigna: ¡VIVA VERDI! (que, en realidad, no se refería al

compositor, sino a la sigla “Viva Vittorio Emmanuele, Re d’Italia”, que coincidía con su

apellido). Esto motivó la idea de componer una misa completa en homenaje a la

memoria de quien fuera su amigo. El estreno se produjo en la iglesia de San Marcos en

Milán en 1874 -justo un año después de la muerte de Manzoni- y alcanzó un éxito

rotundo desde la primera representación. Su fama trascendió las fronteras fuera de Italia

y, posteriormente, Verdi realizó en 1875 una revisión de la sección Liber scriptus.

Luego de tres años de haberla representado por última vez, la Orquesta Sinfónica

Nacional Juvenil “Libertador Gral. San Martín” decidió brindar nuevamente este gran

clásico en un concierto que tuvo lugar en el Auditorio Nacional del Palacio Domingo F.

Sarmiento el pasado domingo 5 del corriente bajo la dirección de su titular -Mario

Benzecry-, con la participación del Coro Polifónico Nacional -dirigido por Fernando

Tomé- y los siguientes cantantes: Mónica Ferracani (soprano), María Luisa Merino

Ronda (mezzosoprano), Fermín Prieto (tenor) y Marcelo Iglesias Reynes (barítono). Se

contó con subtitulado electrónico para que el público pudiera comprender el texto en

latín.

La duración aproximada de esta magnífica obra es de 1 hora y media y posee la

siguiente estructura, dividida en 7 movimientos:

 Réquiem y  Kyrie  (cuarteto solista, coro)

 Dies Irae

 Dies Irae (estribillo)

 Tuba mirum (bajo)


 Mors stupebit (bajo y coros)

 Liber scriptus (mezzo-soprano, coro)

 Quid sum miser (soprano, mezzo-soprano, tenor)

 Rex tremendae (solistas, coro)

 Recordare (soprano, mezzo-soprano)

 Ingemisco (tenor)

 Confutatis (bajo, coros)

 Lacrimosa (solistas, coro)

 Domine Jesu ( Offertorium ) (solistas)

 Sanctus (doble coro)

 Agnus Dei (soprano, mezzo-soprano, coro)

 Lux aeterna (mezzo-soprano, tenor, bajo)

 Libera me (soprano, coro)


Asimismo, posee una poderosa orquestación que incluye 3 flautas, piccolo, 2 oboes,

2 clarinetes, 4 fagotes, 4 cornos, 8 trompetas -de las cuales, 4 se hallan fuera de escena-,

3 trombones y un oficleido (un instrumento antiguo que, hoy en día, se reemplaza por la

tuba o el cimbasso, que equivale a un trombón contrabajo), timbales, bombo (cuyos

golpes ae aprecian en el Dies Irae) y cuerdas. En esta ocasión, se empleó cimbasso y

participó como director asistente Fausto Lemos, quien tuvo a su cargo al cuarteto de

trompetas fuera de escena.

Independientemente de escuchar una orquesta muy bien afinada y afiatada

previamente al inicio del concierto, el Coro Polifónico Nacional estuvo muy bien

balanceado desde los primeros compases del Réquiem y Kyrie iniciales, con unos

maravillosos matices vocales y sonoros y un perfecto balance entre el cuarteto de

solistas, la orquesta y el coro. La preparación vocal de Fernando Tomé fue estupenda, la

igual que las voces solistas. Si bien se lo apreció ligeramente tenso a Fermín Prieto al

inicio de su intervención en el Kyrie, se subsanó rápidamente y se lo pudo apreciar en

todas y cada una de sus intervenciones durante todo el desarrollo de la obra, descollando

en el Ingemisco a su cargo. Por su parte, Marcelo Iglesias Reynes se destacó en sus arias

(Tuba mirum, Mors stupebit y Confutatis) , así como también en los tríos y cuartetos

vocales, de los cuales, el Lacrimosa y el Domine Jesu del Offertorium fueron de un

calidad superlativa. María Luis Merino Ronda y Mónica Ferracani brillaron en todas y

cada una de sus intervenciones, pero sobre todo, en el Recordare, Quid sum miser -junto

a Fermín Prieto- y en el Lux æterna, que sonó sublime. La mezzosoprano brilló en el

Liber scriptus y la soprano tuvo a su cargo un sublime cierre brindando una versión

antológica del Libera me para cerrar una de las mejores versiones de este famoso

Réquiem que esta cronista haya escuchado por una orquesta argentina.


Con respecto de la Sinfónica Juvenil, su desempeño fue colosal; sobre todo, en las

fanfarrias a cargo de los metales y, particularmente, en el célebre Dies Irae -el

fragmento más conocido de la obra-. El balance sonoro y la marcación de tempi fueron

perfectos en todo momento, al igual que el diálogo entre la trompeta solista y las 4

trompetas fuera de escena, donde el director asistente Fausto Lemos se destacó por su

coordinación. Los tutti orquestales fueron de una perfección absoluta, al igual que los

pianissimi y, dentro de los solistas instrumentales, se lució el fagotista Esteban Panchi.

El otro momento donde la orquesta brilló fue el Sanctus junto al doble coro. Al término

de la función, el Auditorio Nacional no sólo estalló en un aluvión de aplausos y vítores,

sino que, además, se puso unánimemente de pie en reconocimiento a la labor

desempeñada.

El ímpetu y el entusiasmo que Mario Benzecry contagia a los jóvenes es fascinante,

lo que se traduce en una interpretación de fuste, tal como sucedió durante este concierto.

Pero, además, insta a los jóvenes a no bajar los brazos ante la adversidad y a

perfeccionarse. No solamente los resultados están a la vista, sino que se logró que dos

integrantes de las filas de violines de la orquesta prosigan su formación en el prestigioso

Conservatorio Monteverdi de Bolzano (Italia): Antonella Garvaglia e Irina Sosa,

quienes ya culminan su ciclo dentro de la agrupación y a quienes se las reconoció

mediante un aplauso sostenido previamente al concierto. Ésta es la juventud que se

destaca por mérito propio y la que todos quieren, además del ser el semillero del cual se

nutren las principales orquestas del país.

lunes, 6 de octubre de 2025

 

Una vez mas Raúl Canosa dio muestras de su talento interpretativo. Fotografía de la autora del presente comentario.

Impactante debut de CHOPINIANA 2025 a cargo de Raúl Canosa en FEDESPA


UN CAMBIO DE SEDE MUY APROPIADO PARA UN VIRTUOSO

Martha CORA ELISEHT


El Festival Internacional de piano CHOPINIANA no sólo es un clásico de la

amplia oferta cultural que posee la Ciudad de Buenos Aires, sino que reúne lo más

selecto del pianismo internacional, destacándose por reunir intérpretes nacionales e

internacionales de gran jerarquía. La prestigiosa fundación que dirige Martha Noguera

ha decidido montar un ciclo de 5 conciertos durante el mes de Octubre del corriente año

con pianistas procedentes de Italia, Brasil, España, Polonia y Argentina, cuyo concierto

inaugural tuvo lugar el pasado sábado 4 del corriente en la Federación de Entidades

Españolas en Argentina (FEDESPA) y que contó con el auspicio y el apoyo de las

Embajadas de Brasil, España, Polonia y del Instituto Italiano de Cultura.

El concierto inaugural de la presente edición del Festival estuvo a cargo del

pianista español Raúl Canosa, quien interpretó el presente repertorio:

- Sonata n°8 en La menor, K.310- Wolfgang A. MOZART (1756-1791)

- Polonesa- Fantasía en La bemol mayor, Op.61- Frederik CHOPIN (1810-1849)

- Suite “IBERIA”- Cuaderno n°1- Isaac ALBÉNIZ (1860-1909)

- Après une lecture du Dante: Fantasia quasi sonata- Franz LISZT (1806-1886)

Además de los representantes diplomáticos de los países participantes del Festival

anteriormente mencionados, se hicieron presentes aquellos pertenecientes a las

Embajadas de Bélgica, Paraguay, Alemania y República Dominicana, entre otras. Contó

con la presentación de Ricardo Aguirre y la presencia del representante de la Federación

de Entidades Españolas en Argentina Dante Caamaño, al igual que del Instituto

Gimaraes Rosa (Brasil).

Raúl Canosa nació en Madrid y obtuvo su título superior de música en el Centro

Superior de Enseñanza Musical Katarina Gurska de su ciudad natal, donde debutó en

público a los 15 años interpretando el concierto n°1 de Beethoven. Desde entonces ha

sido invitado a presentarse como solista en numerosas orquestas en España, Estados

Unidos y Argentina y ha ofrecido recitales en diferentes países europeos y americanos.

A los 20 años fue admitido en el Master en Piano en la Coburn School de Los Ángeles y

obtuvo su Diploma en la SMU de Dallas. Se perfecciona actualmente con Bruno Gelber

y durante el transcurso del corriente año participó en el prestigioso Concurso

Internacional Chopin en Miami (Estados Unidos), donde si bien no fue galardonado,

tuvo una destacada actuación. Sorprende por la jerarquía y calidad de sus

interpretaciones y lo demostró en el presente recital desde los primeros compases de la

mencionada Sonata n°8 en La menor K.310 de Mozart, compuesta en París en 1778 y

que consta de tres movimientos: Allegro/ Andante cantábile con espresione y Presto. Si

bien Mozart tenía sólo 22 años, para ese entonces ya había cambiado su estilo y sus

ideas. Los primeros compases del Allegro inicial suenan muy similares a Claro de Luna

de Beethoven, pero rápidamente pasa a tonalidad de Do mayor y suena auténticamente


mozartiana. El desarrollo se elabora sobre los motivos de la exposición mediante una

serie de polaridades armónicas y retrasa las cadencias mediante secuencias de

modulaciones. El movimiento central es lento, expresivo y deja entrever un estado de

preocupación donde se nivelan la forma y la expresión, característica propia de los

compositores románticos, mientras que el presto final es muy marcado y rítmico.

Canosa tuvo una precisión absoluta en la interpretación desde los primeros compases,

con un muy buen dominio de técnica y limpieza sonora para lograr el sonido cristalino -

casi prístino- del genio de Salzburgo. Su velocidad de digitación y su extraordinaria

pulsación se notaron desde el principio, pero se potenciaron en el movimiento final para

lograr una gran versión. La Polonesa- Fantasía op.61 representa una de las obras más

demandantes del repertorio chopiniano por su gran complejidad armónica y forma

musical intrincada. Se denomina así porque la fantasía es la forma en la que se basa la

pieza, pero luego adquiere matices de polonesa. En este caso, se escuchó una versión

refinada, equilibrada y con muy buen dominio de tempi (Allegro maestoso- Piú lento).

Y, pese a que hubo un problema con el pedal que desconcentró al pianista por un

momento, se pudo solucionar favorablemente por su virtuosismo y excelente dominio

del teclado.

El Libro I de la suite IBERIA de Albéniz se estrenó en la Sala Pleyel de París en

1906 y está conformado por tres números: Evocación, El Puerto y El Corpus Christi en

Sevilla. La primera consta de 4 partes: un primer tema (Allegretto espresivo) seguido de

un intermedio en ritmo de fandanguillo y un segundo, seguido de otros dos temas de

carácter impresionista. El Puerto es el más corto de los tres temas y hace alusión al

puerto de Santa María de Cádiz. Tras una breve introducción que servirá como

acompañamiento de gran parte de la pieza, se desarrollan dos temas: el primero (allegro

commodo) y el segundo, algo más suave que la introducción y que se desarrolla de

modo muy lánguido. El empleo de escala diatónica le otorga ese carácter impresionista,

pese a que la melodía res típicamente española. Por último, El Corpus Christi en Sevilla

es la más larga de las tres y, a su vez, la de mayor complejidad técnica en su ejecución,

debido a que el compositor dejó plasmadas numerosas indicaciones de matices, fraseo y

expresión. Comienza con una sucesión de acordes bien acompasados que semejan el

redoble de un tambor a los que les sigue una marcha basada en la canción popular La

tarara (allegro giocoso). Posteriormente, el segundo tema (La saeta) es de carácter más

calmo y tranquilo. Luego de una transición con motivos típicamente andaluces, se logra

un desarrollo contrapuntístico y rítmico muy rico que culmina en pianissimo. Raúl

Canosa demostró un notable crecimiento profesional en el dominio técnico mediante

una perfecta ejecución de trinos, arpegios, arabescos y glissandi en los temas

anteriormente mencionados, logrando una versión de altísima calidad. El público lo

ovacionó tras tan excelsa interpretación, digna de un virtuoso.

La obra elegida para cerrar este recital fue Après une lecture du Dante: Fantasia

quasi sonata de Liszt, compuesta en 1849 como fragmento basado en La Divina

Comedia de Dante Alighieri. Cuando Liszt se instala en Weimar en 1849, la recopila y

la publica en 1858 como parte de Año de peregrinaje. Escrita en un solo movimiento,

posee dos temas principales: el primero, cromático en Re menor, que representa el

sufrimiento de las almas en el infierno y que usa el tritono (intervalo de cuarta

aumentada o de quinta disminuida, conocido como “intervalo del Diablo”, que ayuda a

reforzar la idea del Infierno) y el segundo, un coral beatífico en Fa sostenido mayor, que


representa la alegría de quienes están en el Cielo. Termina con una sección de octavas

cromáticas veloces que, cuando se tocan con gran rapidez, dan la impresión de dividirse

en tres temas diferentes que aluden a las tres cabezas de Stanáass en el Infierno del

Dante. Una pieza que sólo puede ser interpretada por un virtuoso y Raúl Canosa lo

demostró fehacientemente desde el principio hasta el final de esta obra tremendamente

compleja merced a su poderosa velocidad de digitación, su eximia pulsación y el

perfecto dominio de elementos de técnica. El numeroso público que se dio cita esa

noche en el lujoso salón de la Federación Española lo ovacionó de pie luego de su

interpretación, lo que motivó a ofrecer un bis: una magnífica versión de la Danza

Oriental de Enrique Granados, que sonó magnífica. El pianista español se retiró

sumamente aplaudido y satisfecho por el logro obtenido.

Dentro de la presente edición del festival, el cambio de escenario ha sido un

acierto, ya que la sala no posee revestimiento de mármol u otra roca que puede causar

reverberación del sonido. No obstante, el piano no fue el más apropiado por el motivo

anteriormente explicado. De todas formas, fue un inicio muy auspicioso de esta edición

de CHOPINIANA, donde se presentarán los siguientes pianistas: Pablo Rossi (Brasil),

Andree Gallo (Italia), Jakub Kuszlik (Polonia) y Martha Noguera (Argentina), quien

tendrá a su cargo el concierto de cierre. El concierto inaugural ha sido de excelencia y

consolida la presencia de Raúl Canosa en el ámbito local como un pianista sumamente

joven y un auténtico virtuoso del instrumento.


domingo, 5 de octubre de 2025

 


Lila Salzano-Carlos Guastavino. Dupla perfecta para brillar en el Salón Dorado del Teatro Colón. Fotografía de la autora del presente comentario.


Impactante recital de Lilia Salsano en el Salón Dorado del Teatro Colón


AL RESCATE DE LA OBRA DEL GRAN MAESTRO


SANTAFESINO


Martha CORA ELISEHT


Uno de los compositores nacionales más prolíficos dentro del ámbito de la

música académica como del folklore fue Carlos Guastavino (1912-2000). Nacido en

Santa Fe en 1912, se crío dentro de un ambiente musical, pese a que no había músicos

profesionales en su familia. Estudió piano con Esperanza Lothinger durante su infancia

en su ciudad natal, y, luego de finalizar el bachillerato, estudió Ciencias Exactas en la

Universidad Nacional del Litoral. Tras abandonar los estudios de Ingeniería Química en

1937, toma contacto con Héctor Ruiz Díaz para dedicarse de lleno a la música y obtuvo

una beca para proseguir sus estudios en Buenos Aires bajo la tutela de Athos Palma,

quien le enseñó armonía, composición y contrapunto. Allí comienza su carrera como

pianista y compositor, donde se hizo famoso por la calidad y variedad de sus obras. Su

estilo se caracteriza por insertar melodías folklóricas y danzas populares argentinas con

elementos del impresionismo y expresionismo europeos, siendo un maestro en el arte de

la fuga.

A pesar de haber compuesto numerosas piezas para piano, sólo tres intérpretes

han grabado su obra integral para dicho instrumento: Dora De Martini (Grupo

Mendoza), el inglés Martin Jones y Lilia Salsano, quien no sólo se ha transformado en

la gran difusora de sus composiciones realizando giras por todo el país (Herencia

Guastavino), sino que presentó la obra integral para piano en CD físico el pasado

sábado 4 del corriente en un recital que tuvo lugar en el Salón Dorado del Teatro Colón,

donde se ofreció el siguiente programa:

- Bailecito (1937)

- Danza de las Tres sonatinas sobre ritmos de la manera popular argentina

(1949)

- Romance de Cuyo: “La Zamacueca” (1953)

- Presencia n°1 (“Lodouvina”) (1960)

- Presencia n°5 (“Horacio Lavalle”) (1962)

- Diez preludios sobre melodías infantiles populares argentinas: (1952)

- N°8: “Un domingo de mañana”

- N°9: “La Torre en Guardia”

- N°10: “En coche va la niña”

- Sonata para piano en Do sostenido menor (1947)

- Cantilena n°3: “Jacarandá” (1953)

- “Las Niñas” (1948)

- “Gato” (1937)


Ante la ausencia de programas de mano, la pianista se dirigió al público provista

de un micrófono para anunciar las diferentes partes del recital y dar una breve reseña

sobre las mismas. Asimismo, agradeció a la ingeniera de sonido Fabiola Russo -que

participó del CD- antes de comenzar con el celebérrimo Bailecito, compuesto en 1937 y

que forma parte del repertorio de todo pianista argentino, a punto tal que suele ofrecerse

como bis en salas de conciertos y/o recitales. En este caso, sonó muy preciso y brillante

desde los primeros compases hasta el final. Siguió con la Danza de la Tercera sonatina

sobre ritmos a la manera popular argentina, compuesta durante la estancia del

compositor en Londres en 1949. Se trata de un Allegro scherzando in tempo di malambo

con ribetes de chamamé hacia el final, que fue interpretado de manera exquisita y

sublime, con un perfecto dominio en arabescos, cadencias y elementos de técnica

pianística. Lo mismo sucedió con Romance de Cuyo – compuesta en ritmo de

zamacueca en 1953-, donde Salsano demostró ser una profunda conocedora de la obra

merced a la resolución de la colosal cadencia de arpegios, glissandi y arabescos que se

dan tanto al inicio como al final de la obra.

A continuación, se interpretaron dos de las denominadas Presencias (retratos

musicales compuestos entre 1960 y 1962 sobre personajes imaginarios), donde el

compositor permite que el oyente se imagine las características de los personajes a

través de la música. Quien escribe describe a Lodouvina como una joven jovial, alegre y

romántica que sueña en busca del amor ideal, mientras se imagina a Horacio Lavalle

como un porteño -el mismo Guastavino lo describió como tal- preocupado y sumergido

en sus cavilaciones, pero que se da una pausa y un espacio para reflexionar. La melodía

en tono menor con ribetes impresionistas en las cadencias constituye la mencionada

descripción del personaje.

Seguidamente, se interpretaron tres de los Diez preludios sobre temas populares

infantiles, compuestos en 1952: Un domingo de mañana, La Torre y En coche va la

niña. Mientras el primero es una fuga a tres voces basado en el tema “Estaba la

Catalina”, el segundo es una versión libre sobre “La Torre en Guardia”. Ambas piezas

fueron ejecutadas de manera impecable y magistral, si se tiene en cuenta los numerosos

contrapuntos en la segunda. La última, en cambio, es una melodía fresca, con una

cadencia que posee numerosos glissandi in crescendo que desembocan en un final

abrupto y grandilocuente. Lilia Salsano demostró un perfecto dominio de técnica,

variaciones y fuga sobre el tema principal en los tres preludios y su interpretación fue

brillante, lo que se reflejó en los aplausos por parte del público.

La Sonata para piano en Do sostenido menor data de 1947 y es una de las obras

más hermosas y emblemáticas de este gran compositor. A pesar de su breve duración -

15 minutos-, posee 4 movimientos que se ejecutan de forma attaca (sin interrupción):

Allegretto íntimo/ Scherzo: molto vivace/ Recitativo: lento y Fuga y final: allegro. El

primer movimiento incluye dos temas: el primero, en la tonalidad inicial, mucho más

rítmico, mientras que el segundo es mucho más romántico y lírico. Como en toda la

obra de Guastavino, los temas folklóricos locales se entrelazan con un estilo europeo de

gran finura y delicadeza. El scherzo es un molto vivace in tempo di malambo precio y

contundente, con pasajes de extrema dificultad técnica, que luego pasa a un glissandi

para, posteriormente, retomar la melodía inicial. El recitativo (lento) es de gran belleza

melódica, que asienta sobre una serie de acordes desarrollados mediante una sucesión


de arpegios en tono menor que le brindan un tono netamente dramático, mientras que el

movimiento final se basa sobre un tema popular riojano (“Viniendo de Chilecito”) que

se desarrolla mediante una serie de fugas sucesivas y yuxtaposición de una fuga sobre

otra hasta desembocar en el tema principal del 1° movimiento, otorgándole un carácter

cíclico y un final impetuoso. La interpretación fue magistral y representó el punto más

alto del recital, donde la pianista se retiró sumamente aplaudida.

La Cantilena n°3 “Jacarandá” forma parte de las Diez Cantilenas Argentinas

compuestas entre 1953 a 1958 y describe la explosión de flores celestes de dicho árbol

mediante un cantábile ricamente elaborado con ribetes impresionistas y una sucesión de

glissandi in crescendo. Seguidamente, se interpretó Las Niñas (1953), concebida

originalmente para dos pianos en homenaje a las hermanas Cavallini, quienes eran

prestigiosas pianistas. Posteriormente, Guastavino realiza una transcripción para un solo

piano, que es la que se escuchó en el presente recital. Una vez más, Lilia Salsano volvió

a deslumbrar con su magistral interpretación para culminar el recital con una de sus

obras más célebres: el Gato (1937), donde se ofrece una versión académica de este

tradicional ritmo folklórico. Un final de fuste, que se vio coronado por numerosos

aplausos y vítores, motivo por el cual la pianista santafesina ofreció un bis: FERMINA,

que también forma parte de las Presencias y es un auténtico caballito de batalla no sólo

de la intérprete, sino también una marca registrada del compositor.

No sólo ha sido un placer volver a escuchar a esta gran intérprete santafesina,

sino también, poder apreciar parte de la obra integral para piano de Guastavino

cristalizada en tres CD físicos por una intérprete nacional nada más ni nada menos que

en un ámbito como el del Salón Dorado. Un orgullo nacional y una brillante iniciativa

por parte de las autoridades del Colón de brindar homenaje a un compositor nacional.

 

NOCHE DE GRATAS SORPRESAS

 

Dirección Nacional de Elencos Estables, temporada 2025. Presentación de la Orquesta Sinfónica Nacional, Dirección: Carlos David Jaimes. Solista: Claudio Santoro (Piano) Programa: Obras de Flügelman, Beethoven y Tchaickovsky. Palacio Libertad, Auditorio Nacional, 03 de Octubre de 2025.

 

NUESTRA OPINION: MUY BUENO

 

  Una nueva presentación de la Orquesta Sinfónica Nacional tuvo lugar el pasado Viernes 3 en el Auditorio Nacional, en esta oportunidad bajo la dirección de Carlos David Jaimes, actual titular de la Banda Sinfónica de la Ciudad de Buenos Aires. El programa tuvo condimentos sumamente interesantes y el resultado final fue de muy buena factura, lo que el público refrendo con sostenidos aplausos para cada obra interpretada.

 

  El inicio del concierto tuvo lugar con el estreno local de la Sonatina para Orquesta de Máximo Flügelman, compositor argentino residente en Estados Unidos desde hace muchísimos años y que también por mucho tiempo colaborara con notas sobre música escritas desde allí para el matutino Ambito Financiero durante la etapa en la que se hallaba al frente su fundador, Julio Ramos.  Se trata de una composición en tres movimientos con predominio de la tonalidad, inteligentemente orquestada, con momentos en los que se distingue mucha influencia de compositores del país del norte. La versión escuchada tuvo equilibrio, justeza y, fundamentalmente, un gran ajuste, característica que se evidenciaría a lo largo de todo el concierto con total distinción del sonido de todas las familias de instrumentos. Flügelman, presente en la sala, fue invitado a subir al escenario. Dos llamadas del público con sus aplausos fueron muestra elocuente de la aceptación del trabajo.

 

  Con la participación del pianista Claudio Santoro, el concierto continuó con una muy buena versión del Concierto para Piano y Orquesta número 2 de Beethoven.  Hubo una total comunión solista-orquesta-director para lograr este resultado. Santoro con una interpretación meticulosa, que alcanzó su climax en el segundo movimiento, plasmó una versión de fuste, con exquisito sonido y técnica impecable, alcanzando pasajes de verdadera excelencia junto a un gran acompañamiento de Jaimes junto a la Orquesta. Ese pleno entendimiento hizo que el movimiento final fuera percibido pleno de energía y esplendor, redondeando todos una  memorable faena. Una vez más los aplausos se tradujeron en varios llamados a saludar para que Santoro respondiera con un Chopin de exquisita factura que llegó pleno al corazón de los presentes.

 

  La parte final estuvo  reservada a la Sinfonía Nº 5, op.64 de Tchaickovsky, célebre por su segundo movimiento y por las reiteradas citas al tema del destino. Jaimes fue construyendo con meticulosidad una versión sumamente sólida, obteniendo de todos los sectores impecables respuestas. Hubo muy buen empaste, colorido orquestal y un sonido muy bien trabajado. Gran labor del solista de corno en el célebre solo que inicia el segundo movimiento y una muy firme y marcial coda de cierre, a la que el público respondió categóricamente con una gran ovación.

 

  Luchador incansable y muy buen interprete, Carlos David Jaimes  obtiene en este concierto un logro importante para su carrera.

   

 

Donato Decina

 


Ciro Mansilla y Ayelen Sanchez deslumbrando en el escenario del Colón. Créditos: Prensa Teatro Colón, fotografía de Carlos Villamayor.


Muy buena versión de “ONEGUIN” a cargo del Ballet Estable del Colón


CUANDO SE SUFRE REALMENTE POR AMOR


Martha CORA ELISEHT


Basado en la ópera homónima de Piotr I. Tchaikovsky (1840-1893) sobre la

novela de Alexander Pushkin (1799-1837), ONEGUIN es uno de los grandes clásicos

del ballet y representa un drama de la vida real: el enamorarse de la persona que sólo

piensa en sí misma, el rechazo y el sufrimiento por un amor no correspondido. Pero el

egoísmo y la arrogancia del protagonista pagan un precio muy alto: cargar con la eterna

culpa por el asesinato de su mejor amigo al retarlo a duelo, a lo cual, se suman el

rechazo y desprecio por parte de la mujer que realmente ama y a quien le pagó con la

misma moneda en su juventud. Ésta es la trama original de la novela de Pushkin -

EUGÈNE ONEGUIN-, escrita originalmente en verso entre 1823 y 1831. Tchaikovsky

compuso su ópera luego de la muerte del poeta en un duelo con el mariscal francés

George D’Anthés en 1837, con libreto de su hermano Modest y Konstantin Shilovski.

Muchos años después, el coreógrafo sudafricano John Cranko (1927-1973) decidió

crear este ballet con música de Tchaikovsky en 1965 mientras se desempeñaba como

director del Ballet de Stuttgart, pero con una particularidad: no utilizó ninguno de los

temas de la ópera, sino una serie de melodías del compositor seleccionadas y

orquestadas por Kurt Heinz- Stolze. Posteriormente, Cranko realizó una revisión de su

obra en 1967 y es la que se representa actualmente.

Dentro de los festejos correspondientes al centenario de los Cuerpos Estables del

Teatro Colón, el director del Ballet Estable -Julio Bocca- decidió incorporar este clásico

en la presente temporada, cuyas representaciones tendrán lugar entre los días 3 al 14 del

corriente con la siguiente ficha técnica: supervisión coreográfica de Reid Anderson-

Gräfe; reposición coreográfica de Agneta y Víctor Valcu; escenografía de Pier- Luigi

Samaritani; vestuario de Roberta Guidi Di Bagno, iluminación de Rubén Conde y

casting de Reid Anderson- Gräfe y Marcia Haydée. Participa la Orquesta Estable bajo la

dirección de Ermanno Florio.

Esta cronista tuvo la oportunidad de asistir a la función de Abono Nocturno

ofrecida el pasado viernes 3 del corriente, con el siguiente reparto: Ciro Mansilla

(Oneguin), Ayelén Sánchez (Tatiana), Stephanie Kessel (Olga), Facundo Luqui

(Lenski), Eliana Figueroa (Espejo), Julieta Lerda (Tatiana- libro), Maricel Di Mitri

(Nodriza), Natacha Bernabei (Madame Larina) y David Juárez Vizgarra (Príncipe

Gremin).

El estreno local de ONEGUIN se produjo sobre el escenario del Colón en 1979 a

cargo del Ballet de Stuttgart dirigido por Marcia Haydée, con la participación de

Richard Cragun y ella misma en los roles protagónicos, alternando junto con Birgit Keil

y Vladimir Klos. Posteriormente, el Ballet Estable del Colón lo incorpora a su repertorio

en 1994 interpretado por Silvia Bazilis y Raúl Candal en los roles protagónicos,

acompañados por Maricel Di Mitri como Olga e Iñaki Urlezaga como Lenski.


Precisamente, fue el ballet elegido para la despedida de Bazilis y Candal sobre el

escenario del Colón y luego, interpretado por estrellas de la talla de Alessandra Ferri,

Maximiliano Guerra, Marianela Núñez y tantos otros. La última representación sobre el

escenario del Colón fue en 2022, con la participación de Elisa Badenes y Martí Paixá -

primeros bailarines del Ballet de Stuttgart- bajo la dirección de Mario Galizzi y Tara

Simoncic al frente de la Filarmónica de Buenos Aires,


La escenografía de Pier- Luigi Samaritani y el imponente vestuario

diseñado por Guidi di Bagno para las escenas en la casa de campo de Madame Larina -

madre de Olga y Tatiana- y en el palacio del Príncipe Gremin brindaron el marco ideal

para el desarrollo de la trama. Mientras casi todos los personajes principales realizan

cambios de vestimenta, el único que permanece inalterable es el protagonista -ataviado

con traje negro desde el principio hasta el final, demostrando su carácter de aristócrata

arrogante, despectivo y hedonista-. Los cambios de escena se lograron mediante telones

negros y efectos de iluminación. El mayor logro radicó en los reflejos en el espejo del

1° acto, donde aparece la imagen de Tatiana antes de quedarse dormida soñando con el

hombre que ama (escena de la carta). Todo es brillo y luminosidad en las primeras

escenas de cada uno de los tres actos y oscuridad y penumbra en las segundas

(habitación y sueño de Tatiana, duelo entre Oneguin y Lenski y escena final), logrando

una perfecta puesta en escena.

El Ballet Estable tuvo una muy buena coordinación, plasticidad y elegancia de

movimientos en las principales escenas de conjunto (gopak del 1° Acto, vals y mazurka

del 2° y la polonesa del 3°). Eliana Figueroa brindó una excelente imagen en espejo de

Tatiana junto a Ayelén Sánchez, mientras que Maricel Di Mitri y Natacha Bernabei

encarnaron correctamente a la nodriza y Madame Larina respectivamente (Una muy

buena oportunidad y un acierto por parte de Julio Bocca de ofrecer este tipo de roles a

grandes estrellas que supieron brillar sobre el escenario del Colón). Por su parte, David

Juárez Bizgarra se destacó como el Príncipe Gremin con seguridad y firmeza en las

escenas de conjunto del 2° Acto y en el pas de deux junto a Ayelén Sánchez en el 3°.

Independientemente de la pareja protagónica, la dupla formada por Stephanie Kessel y

Facundo Luqui tuvo una destacadísima actuación. Ella brilló como Olga: fresca,

espontánea, coqueta y despreocupada en los pas de deux junto a su novio Lenski en el 1°

acto y junto a Oneguin en el 2°. Independientemente de su impecable técnica, se destacó

como bailarina- actriz en las escenas dramáticas, llorando desesperadamente la muerte

de su amado tras haberse batido a duelo. Y él se destacó desde su presentación,

logrando elegancia y plasticidad de movimientos en sus solos. A pesar de un ligero

traspié en el solo previo a la escena del duelo, fue subsanado inmediatamente y tuvo un

gran despliegue de movimientos, luciéndose en los giros y piruetas.

Con respecto de la pareja protagónica, ha sido un acierto convocar al argentino

Ciro Mansilla- primer bailarín del Ballet de Stuttgart- para encarnar el rol protagónico.

Posee el physique du rôle ideal para interpretar este personaje, pero, además, una

notoria plasticidad, técnica y expresividad. Puso de manifiesto sus dotes histriónicas al

servicio del personaje y lo demostró con creces sobre el escenario del Colón; sobre

todo, en la escena de la carta y sueño de Tatiana, donde aparece Oneguin tras el espejo

y le declara su amor. Sus sisonées, developées y fouettes fueron ejecutadas con

impecable técnica. Esta coordinación de movimientos es similar en la escena final


(escena del boudoir), donde un arrepentido Oneguin suplica e implora

desconsoladamente por el amor de Tatiana, pero ella lo rechaza, dada su condición de

mujer casada. Ayelén Sánchez se consolidó una vez más como étoile asumiendo este

fascinante rol, luciéndose en los developées, sostenues y fouettes y experimentando la

metamorfosis de su personaje desde el punto de vista histriónico, De ser una joven

campesina ingenua y romántica despechada, pasó a ser una mujer amada y poderosa,

quien posee la fortaleza suficiente para rechazar al hombre que ama. Al terminar la

función, el público los ovacionó junto al resto del elenco y tuvieron que salir varias

veces a saludar. Ermanno Florio demostró su maestría al frente de la Orquesta Estable,

logrando un muy buen sonido y desempeño acorde a los tiempos de los bailarines.

A pesar de que los programas de mano del Colón poseen muchos más datos

sobre la producción, curriculum vitae de las principales figuras invitadas e historia de

las representaciones, siguen adoleciendo del reparto -reducido simplemente a un código

QR- pero en esta ocasión, sucedió algo mucho más grave: omitieron colocar el

argumento de la obra. Algo totalmente incomprensible para quien asiste por primera vez

a ver un espectáculo coreográfico a menos que haya alguien que conozca la obra y le

explique de qué se trata, lo que representa una total falta de respeto hacia el público. A

diferencia de la ópera, el ballet es expresión corporal y carece de subtitulado electrónico

como para poder seguirlo. Dicho sea de paso, ¿cuánto hace que EUGÈNE ONEGUIN

no se representa sobre el escenario del Colón?... Desde 1997, para ser más exactos.

Sería muy bueno poder volver a apreciar este gran clásico emblemático de la ópera rusa

sobre el escenario de un teatro lírico por definición.

jueves, 2 de octubre de 2025

 

Final de función de "Il Trovatore" de Giuseppe Verdi con todo el elenco aplaudido por el público que se dio cita en el Teatro Asturias. Fotografía suministrada por Valquiria Compañía.


Impresionante versión de “IL TROVATORE” en la Sala Alejandro Casona


UNA PRODUCCIÓN DIGNA DE JUGAR EN LAS GRANDES


LIGAS


Martha CORA ELISEHT


Situada en el Centro Asturiano de Buenos Aires, la Sala Alejandro Casona del

teatro ASTURIAS se ha transformado en un nuevo espacio para producciones de ópera

independiente. Una apreció en dicha sala la versión de DON GIOVANNI con puesta en

escena de Boris Laures hace algunos años atrás y una muy buena producción de LA

FLAUTA MÁGICA organizada por MÚSICA EN ESCENA durante el transcurso del

corriente año. Precisamente sobre este mismo escenario, el pasado domingo 28 del

corriente tuvo lugar la primera de dos representaciones organizadas por VALQUIRIA

COMPAÑÍA de un gran clásico de Giuseppe Verdi (1813-1901): IL TROVATORE, que

contó con la presente ficha técnica: dirección escénica de Facundo Nahuel Aguilar;

asistencia de dirección escénica y caracterización de Cecilia Castellano; dirección

musical interna y preparación de coro a cargo de Fernando Angulo y preparación al

piano de Constanza López. Participaron el Coro y Orquesta de la compañía bajo la

dirección musical de Germán Zacoro Nielsen.

El elenco estuvo integrado por los siguientes cantantes: Lucas Arrieta (Manrico),

Sofía Godoy (Leonora), Omar Carrión (Conde de Luna), Ericka Cussy (Azucena),

Luciano Straguzzi (Ferrando), Claudia Drescher (Inez) y Maximiliano Figueroa (Ruiz).

Estrenada en 1853 en el Teatro Apollo de Roma, IL TROVATORE forma parte de

la trilogía más popular compuesta por Verdi a mediados de su carrera junto con

RIGOLETTO y LA TRAVIATA y también, de la tetralogía verdiana ambientada en

España con ERNANI, LA FORZA DEL DESTINO y DON CARLO. A su vez, el libreto

de Salvatore Cammarano (1801-1852) se basó en la obra homónima de Antonio García

Gutiérrez sobre un hecho histórico: la revuelta del Conde Jaime de Urgel en junio de

1413 contra el rey Fernando I de Aragón por el desacuerdo del Compromiso de Caspe,

cuando el rey Martín I de Aragón muere sin dejar herederos. De ahí que la trama de esta

ópera se desarrolla entre Vizcaya y Aragón a principios del siglo XV.

Lamentablemente, Cammarano falleció en 1852 poco después de concluir el libreto,

motivo por lo cual, Verdi recurrió a uno de sus colaboradores - Leone Emanuele

Bardare-, quien añadió el cantábile del Conde de Luna (“Il balen del suo soriso”) y el

de Leonora (“D’amor sull’ali rose”) y cambió la métrica de la canción de Azucena

(“Stride la vampa”). El éxito fue rotundo desde su estreno y se transformó en una de las

óperas más representadas del repertorio verdiano por la belleza de sus melodías, que

contrarresta la dificultad de exigir cinco voces de gran calidad.

Si bien la presente producción careció de escenografía, contó con un magnífico

vestuario de época y una perfecta caracterización de los personajes, tanto en los roles

principales como el coro (soldados, gitanos y monjas en la escena del convento en el 2°

acto). También se aprovechó el balcón del 1° piso de la sala para ubicar al coro fuera de


escena en el Miserere del 4° acto, lo que fue un gran acierto. La preparación a cargo de

Fernando Angulo y Constanza López fue muy buena, al igual que el desempeño de

Germán Zacoro Nielsen al frente de la orquesta de la compañía, integrada por músicos

muy jóvenes pero que sonó auténticamente verdiana y fue una agradable sorpresa para

deleite de los oídos de quien escribe. El coro tuvo muy buenas intervenciones en el

Coro de los Gitanos del 2° acto y en las escenas donde participa. Tanto Maximiliano

Figueroa como Claudia Drescher interpretaron muy correctamente los roles de Ruiz e

Inez respectivamente y sucedió lo mismo con Luciano Straguzzi como Ferrando. Pese a

que el bajo no tiene tantas intervenciones como los cuatro roles principales, se necesita

una voz rotunda para este rol y cumplió su papel de manera contundente.

Los intérpretes que estuvieron a su cargo los roles principales fueron de una

extraordinaria calidad, dignos de un gran teatro lírico como el Colón o el Argentino de

La Plata. Tal fue el caso de Omar Carrión como el Conde de Luna, donde brilló en todas

y cada una de sus intervenciones desde el inicio hasta el final. El barítono es un

conocido intérprete de este rol y se lució como tal, al igual que la mezzosoprano Ericka

Cussy como la gitana Azucena. Posee una hermosa voz, rica en matices dramáticos, con

buena línea de canto, legato y perfecto dominio de trinos en la célebre Stride la vampa,

pero se lució como actriz en el duetto del 2° acto con Manrico (“Condotta ell’era in

ceppi”) donde su interpretación dramática fue excepcional. Por su parte, Sofía Godoy

brindó una excelente Leonora mediante sus recursos vocales e histriónicos. Es notable

el crecimiento profesional de la soprano desde su salto a la fama como finalista del

Concurso CLARA el año pasado hasta el presente. En este caso, sobresalió en todas sus

arias (“Tacea la notte placida”; “Di tale amor, che dirsi”; “D’amor sull’ali rose” y

“Tu vedrai che amore in terra”) y en los dúos con Manrico y el Conde. Y Lucas Arrieta

brilló como Manrico merced a sus recursos vocales e histriónicos desde su presentación,

cuando canta fuera de escena (“Deserto sulla terra”), continuando con el trío del 1°

acto (“Qual voce!... Ah, dalle tenebre”), el duetto con Azucena (“Mal reggendo al

aspro assalto”) y la celebérrima “Di quella pira”, donde fue ovacionado. Al finalizar la

función, todo el elenco recibió un sinfín de aplausos y vítores.

Independientemente de que le guste el fútbol a esta cronista, la paráfrasis

deportiva a la que alude el título de esta nota resulta muy apropiada para describir esta

magnífica producción de ópera independiente. Es una lástima que sólo se ofrezcan dos

funciones de este gran clásico de Verdi, porque se trata de un espectáculo digno de

apreciar y escuchar. Merecería ser representada dentro de un teatro lírico de la jerarquía

del Colón, porque cuenta con intérpretes de alta calidad y es una producción digna de

jugar en las grandes ligas.

 

El saludo del Maestro Sebastiano de Filippi y de la Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación tras un nuevo concierto en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo. Fotografía de la autora del presente comentario.



Gran actuación de César Angeleri junto la Orquesta de Cámara del Congreso


DANZAS DEL MUNDO QUE GUSTAN Y CONVOCAN

Martha CORA ELISEHT


Los conciertos que brinda la Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación se

caracterizan no sólo por ser de excelente calidad y participación de solistas de alta

jerarquía -tanto invitados como integrantes del conjunto-, sino también por ser

temáticos. El pasado lunes 29 del corriente tuvo lugar en el Salón de los Pasos Perdidos

del Congreso Nacional un concierto denominado “NOTAS EN DANZA” que contó con

la participación del guitarrista César Angeleri como solista bajo la dirección del titular

de la agrupación -Sebastiano De Filippi- para interpretar el siguiente programa:

- «Pavana para una infanta difunta»- Maurice RAVEL (1875-1937)

(orquestación de Juan Elías)

- Cinco danzas griegas- Nikos SKALKOTTAS (1904-1949)

- Cinco arreglos de música urbana rioplatense:

“A don Agustín Bardi”- Horacio SALGÁN (1916-2016)

“Golondrinas”- Carlos GARDEL (1893-1935)

“Ausencias”

“Prepárense”- Astor PIAZZOLLA (1921-1992)

“Garabato”- Osvaldo FATTORUSO (1948-2012)

(orquestación de Cristian Zárate)- César ANGELERI (1963)

- Quince cantos campesinos húngaros- (orquestación: Alan Bonds) (estreno

argentino)- Bela BARTÓK (1881-1945)

- Danzas transilvanas (orquestación de Alan Bonds) (estreno argentino)- Bela

BARTÓK (1881-1945)

- Danzas populares rumanas (orquestación de Arthur Willner)- Bela

BARTÓK (1881-1945)

El concierto contó con el auspicio y la presencia de los directores de Cultura de

ambas Cámaras parlamentarias: el Magister Daniel Abate, por el Senado, y la Lic.

Flavia Alemann, por Diputados, además de una notoria afluencia de público.

Con motivo del 150° aniversario del nacimiento de Maurice Ravel, la Orquesta

de Cámara del Congreso decidió homenajearlo con su célebre Pavana para una infanta

difunta, compuesta en 1899 cuando el genio de Ciboure todavía estudiaba con Gabriel

Fauré en el conservatorio de París -de hecho, se basó para componerla en la Pavanne,

Op.50 de su maestro-. Dedicada a su mentora, -la princesa de Polignac- recrea la

elegancia y distinción de una infanta bailando una pavana -danza lenta renacentista muy

popular entre los siglos XVI y XVII- en la corte española, inspirada e inmortalizada en

los cuadros de Diego Velázquez. No obstante, su título no tiene nada que ver con la

composición. Según palabras del propio Ravel: “Simplemente me gustó cómo sonaban

las palabras y así las escribí en la partitura. Eso es todo”. Posteriormente, fue

orquestada en 1910 y en esta ocasión, se la pudo apreciar en esta bellísima transcripción


para cuerdas de Juan Elías, donde De Filippi imprimió una marcación puntillosa y

precisa para lograr los matices característicos de la versión tradicional para orquesta

sinfónica. Lo mismo sucedió en la interpretación de las Cinco danzas griegas de Nikos

Stalkottas (Epirótica/ Cretense/ Cameriense/ Arcádica/ Clefticense), compuestas entre

1931 y 1936 tras su regreso a su tierra natal. En ellas, el compositor fusiona danzas

folklóricas típicas de diferentes regiones griegas con elementos de la Segunda Escuela

de Viena. En particular, la última (Clefticense) posee reminiscencias de la Danza ritual

del Fuego de EL AMOR BRUJO, de Manuel de Falla. Los músicos se destacaron en una

versión de fuste, colorida y vibrante.

Seguidamente, César Angeleri se presentó sobre el escenario para interpretar los

Cinco arreglos de música urbana rioplatense de su autoría con orquestación de Cristian

Zárate sobre tangos de Horacio Salgán, Carlos Gardel, Astor Piazzolla y Osvaldo

Fattoruso. Se apreció una muy buena labor por parte de la guitarra solista junto a la

orquesta desde los primeros compases de A don Agustín Bardi al ritmo del 2/4, con

excelentes intervenciones de la violoncelista Mariana Levitin, el concertino Pablo

Pereira en los solos de violín y la entrada de las cuerdas en pizzicato en el célebre tango

de Gardel (Golondrinas). Los mismo sucedió en Ausencias y Prepárense, de Piazzolla.

En cambio, la pieza de Fattoruso (Garabato) está escrita en ritmo de candombe y sonó

como tal, vibrante y negro como los esclavos rioplatenses que le dieron origen. La

percusión se logró mediante efecto strappata (golpes sobre la caja) de la guitarra. El

público aplaudió al término de cada pieza, pero también, al término de las cinco en

reconocimiento a la magnífica labor desempeñada por la orquesta y el guitarrista para

cerrar la primera parte del concierto.

Durante el transcurso del corriente año se cumple el 80° aniversario del

fallecimiento de Bela Bartók, motivo por el cual Sebastiano de Filippi decidió incluir

todas obras del compositor húngaro para la segunda parte del concierto, de las cuales,

dos se presentaron en calidad de estrenos locales: los Quince cantos campesinos

húngaros y las Danzas transilvanas. Las primeras fueron compuestas originalmente

para piano durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y llevan el número Sz.71/79,

acorde al catálogo realizado por el musicólogo András Szöllösy (1921-2007). La

orquestación corresponde a Alan Bonds y consta de 4 números: Cuatro viejas melodías,

Scherzo, Balada (tema con variaciones) y Nueve viejas melodías de baile. El primero es

un adagio donde los violoncellos y las violas llevan la melodía hasta la entrada de los

violines hasta el vibrante scherzo para seguir con las variaciones en la balada, que

permite el lucimiento de los solos de violín a cargo del solista guía de segundos violines

y el concertino – gran labor de Catriel Galván y Pablo Pereira, respectivamente-. El

movimiento final es un allegro que inician los violoncellos seguidos por los demás

instrumentos de cuerda que reúne czardas, polkas, ländern y otros ritmos folklóricos

centroeuropeos desarrollados mediante una serie de variaciones. Una versión exquisita,

donde De Filippi demostró su maestría al frente del organismo y que fue muy aplaudida.

A diferencia de su predecesora, las Danzas transilvanas Sz.96/102 b fueron compuestas

originalmente para orquesta en 1931 y también se empleó la orquestación para cuerdas

de Alan Bonds en calidad de estreno local. Posee 3 números: Gaiteros, Danza del oso y

final. El primero es un allegro marcato que sonó como tal y el segundo, una danza de

carácter vibrante que desemboca en el movimiento final en ritmo de czarda, cuya

velocidad va aumentando en intensidad a medida que avanza la melodía. Un gran


desempeño del director y los músicos y otra ovación de aplauso luego de su

interpretación. Por último, se interpretaron las Danzas populares rumanas Sz.56/68 en

orquestación de Arthur Willner. Compuestas originalmente para piano en 1915, reúne

los siguientes números: Danza con bastón, danza del brazo, danza en el lugar, danza

con cornamusa, polca rumana y danza rápida, donde Bartók inserta temas folklóricos

típicos de dicho país y de su Hungría natal. Constituye otra de las especialidades del

ensamble, donde el concertino Pablo Pereira se lució en todos los solos a su cargo y

acompañado magistralmente por el resto. La precisión y la marcación de De Filippi

fueron perfectas y sumamente precisas hasta tal punto, que el Salón de los Pasos

Perdidos estalló en aplausos y vítores tras su interpretación, motivo por el cual se tuvo

que hacer un encore de la Danza rápida final, que sonó mejor todavía que en la primera

versión para poner punto final a una función de eximia jerarquía.

El título del presente concierto no sólo fue completamente acorde con el

repertorio ofrecido, sino que, además, cumplió plenamente con las expectativas. Se

unieron danzas de países tan disímiles como Hungría, Grecia, Argentina, Uruguay y

Francia para integrar un programa versátil y de excelencia que gusta y convoca, además

de rendir homenaje a dos grandes de la música universal.