viernes, 31 de octubre de 2025

 Como pianista, un muy buen director…


                                                                                             Por Jaime Torres Gómez

 El último programa de abono de la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile en su

nueva sede de la Gran Sala Sinfónica Nacional, tuvo como atractivo formato la

presencia de David Greilsammer en calidad de solista y director, y con obras

del Romanticismo de exigentes requerimientos interpretativos.

Cabe señalar que, desde la inauguración en julio pasado de este anhelado espacio

como sede de la decana sinfónica nacional, aún se encuentra en etapa de calibración

acústica, evidenciando desparejos resultados sonoros a lo largo de todo lo

presenciado, luego de asistir a casi todos los programas de la actual temporada.

 Comenzando con una tríada de piezas para coro y orquesta de Gabriel Fauré (1845-

1924), y quizás abultando innecesariamente la duración total del concierto, empero,

como contrapartida, se agradece la difusión de obras menos conocidas de este

compositor, pilar fundamental del pre-impresionismo musical francés.

Comenzando con el Cántico de Jean Racine, Op. 11, originalmente para coro mixto,

piano u órgano, y en una versión orquestal posterior hecha por el mismo compositor,

posee un amable carácter como atractivas armonías y texturas, y en consonancia a lo

más recurrente de toda la producción de Fauré. Lo mismo en el caso de las otras dos

piezas: la Pavana en fa sostenido menor, Op 50 (mejor conocida en su versión

puramente orquestal, agradeciéndose en esta oportunidad la versión coral) y el

Madrigal, Op. 35 (original para cuarteto vocal o coro, con piano, y luego llevado a un

orgánico orquestal). Estupendas versiones a cargo de la Camerata Vocal de la

Universidad de Chile en la primera vez que se le presenciaba en la Gran Sala

Sinfónica Nacional. Asimismo, atenta respuesta de los sinfónicos a los puntillosos

requerimientos de la batuta invitada en carácter, tempi, balances y dinámicas.

Como traumático contrapunto, una versión -a lo menos chapucera- del Tercer

Concierto para Piano de L.V. Beethoven, que auguraba mejor fortuna ante las

credenciales de Greilsammer como pianista, y a la vez como excelente director a la

luz de los resultados anteriores con las obras de Fauré. Estilísticamente desenfocado,

amén de una errática calidad de sonido y discurso, desplegando una desenfocada

arquitectura de las formas, con súbitos y descontextualizados cambios de tempi,

caprichoso sentido del rubato, mal uso del pedal y con toques machacados, más el

uso de una extemporánea cadenza de su propia autoría del último movimiento, no dio

cuenta, precisamente, de alguna “consistente provocación” so pretexto de algún

aggiornado contexto sigloveintiunero, incurriendo, a la postre, en total desvarío…

Curiosamente, en su rol de director, Greilsammer tuvo correctas indicaciones en

carácter y estilo, no entendiendo tan decepcionante disociación entre un mismo

solista y director en aspectos musicales básicos…

Luego del desaguisado beethoveniano de marras, felizmente una estupenda versión

de la siempre bienvenida Tercera Sinfonía “Escocesa” de Felix Mendelssohn.

Dedicada a la reina Victoria luego de un viaje a Escocia que lo marcara fuertemente

(reflejado también en su notable Obertura “La Gruta del Fingal”), tiene la característica

que en sus cuatro movimientos (sin interrupción) reflejan mucho de la música popular

escocesa. De cautivantes armonías más un soberbio manejo del contrapunto,


asimismo, con acabado oficio en texturas y timbres, hacen de la Escocesa una

irrefrenable audición, máxime estando muy bien servida, como en esta oportunidad,

con una coherente versión firmada por David Greilsammer.

De vigoroso enfoque -sonoramente más bien enérgico que genuinamente evocativo y

contemplativo de los paisajes escoceses inspirantes-, del todo encomiable el

escrupuloso trabajo del maestro Greilsammer en balances, dinámicas, acentos y

coherente adopción de tempi, sin perder carácter intrínseco. Gran respuesta de la

decana sinfónica nacional en todo orden, logrando sortear algunos escollos acústicos

recurrentes a lo largo del desarrollo de la temporada en la Gran Sala Sinfónica

Nacional, como la errática proyección sonora de los violines.

En suma, una sui generis presentación de la Sinfónica Nacional de Chile,

extrañamente liderada por un pianista como mejor y magnífico director…

 


La Salzburg Chamber Soloists en acción en el escenario del Teatro Colón en esta imagen de la Sra. Liliana Morsia provista por Prensa del Mozarteum Argentino.


Gran actuación del Constanze Quartett y Salzburg Chamber Soloists en el Colón


ELLAS TOCAN Y SE DESTACAN JUNTO A LOS GRANDES

Martha CORA ELISEHT


Fundado en 2016, el Constanze Quartett -así denominado en honor a Constanze

Weber, esposa de Wolfgang A. Mozart- tiene su sede en Salzburgo y está

exclusivamente integrado por mujeres: Emeline Pierre Larsen y Sara Mayer (violines),

Hana Hubmer (viola) y Julia Ammerer- Simma (violoncello). Todas son egresadas del

Mozarteum de Salzburgo y se destacan no sólo por la calidad de sus interpretaciones,

sino también por dar a conocer obras de compositores de los siglos XVIII y XIX

prácticamente desconocidas en la actualidad. Por dicho motivo, el cuarteto es invitado

permanente a realizar giras por Europa y América. En este caso, la agrupación se

presentó por primera vez en Argentina junto a otro conjunto local de prestigio

internacional: The Salzburg Chamber Soloists bajo la dirección de su fundador -Lavard

Skou- Larsen-, hecho que tuvo lugar en el Teatro Colón el pasado lunes 27 del corriente

dentro del Ciclo de Abono del Mozarteum Argentino, donde se interpretó el siguiente

programa:

- Concerto grosso- Vittorio GIANNINI (1903-1966)

- Quartettsatz, D.703 (Allegro assai)- Franz SCHUBERT (1797-1828)

- Introducción y Allegro para cuarteto y orquesta de cuerdas, Op. 47- Edward

ELGAR (1857-1934)

- Divertimento para orquesta de cuerdas, Sz.113- Bela BARTÓK (1881-1945)

El afamado director y violinista brasileño fundó el mencionado ensamble en 1991

inspirado en la labor de Sandor Végh -quien fuera uno de sus maestros- con el objetivo

de interpretar música de cámara orquestal al estilo de los grandes solistas. De esta

manera, se presentó junto a solistas de la talla de Mischa Maisky, Rodolfo Bonucci y

Boris Belkin, quien dirigió las giras sudamericanas del conjunto en 1993 y 1995. A

partir de allí, actuó en las principales salas de conciertos de todo el mundo, ente las

cuales se encuentra el Teatro Colón. Y comenzó con un Concerto groso compuesto por

Vittorio Giannini, que data de 1946 y está escrito a la usanza tradicional de dicho género

en 3 movimientos: Allegro/ Introducción. Moderato- aria- adagio/ allegro con brío. Su

apertura está a cargo del concertino, el 2° violín, la viola y el violoncello en di´logo con

el resto y posee un tinte moderno y clásico a la vez, con reminiscencias de compositores

argentinos como Drangosch y Piazzolla. En cambio, el movimiento central no sólo es el

más extenso, sino que posee un bellísimo canon a tres voces. Hubo una muy buena

marcación de tempi por parte del concertino y una excepcional labor de la cellista Julia

Ammerer- Simma, en el Allegro con brío final, al igual que los principales solistas de

cuerdas. La obra gustó mucho y fue sumamente aplaudida.

Seguidamente, Skou- Larsen dirigió desde el podio para ofrecer una gran versión del

Allegro assai del Quartettsatz (Cuarteto para cuerdas en Do menor), D.703 de

Schubert, compuesto en 1820 cuando tenía 23 años. Sin embargo, dejó en suspenso su


obra y nunca más la retomó. Posteriormente, Johannes Brahms adquirió el manuscrito

original de Schubert y lo estrenó de manera póstuma en 1867 en Viena. Es un Allegro de

sonata con dos temas llenos de efectos contrastantes, que marcaron un estilo diferente

de composición: el primero, vertiginoso e inquietante (fugato) y el segundo, apacible y

lírico. El conjunto brindó una versión brillante, con un gran desempeño de la solista

guía de primeros violines Eimi Wakui. Pero uno de los momentos más destacados de la

noche fue la magistral interpretación del Constanze Quartett en la Introducción y

Allegro para cuarteto y orquesta de cuerdas. Op.47 de Elgar, que sonó sumamente

preciso y con una muy buena profundidad desde los primeros compases. El primer tema

(introducción) se toca al unísono por el cuarteto al principio y luego, es replicado por la

orquesta. A diferencia de la obra de Giannini, Elgar se inspira en el concerto grosso

para desarrollar el contrapunto entre concertino y ripieno. Posteriormente, sigue un

tema mucho más romántico y lírico que se repite de varias maneras hasta transformarse

en una fuga exuberante del allegro, donde alcanza su clímax. Una versión sublime y de

gran jerarquía, que fue intensamente aplaudida por el público.

Tras el correspondiente intervalo, la orquesta eligió una obra emblemática del inicio

del exilio de Bela Bartók: su Divertimento para orquesta de cuerdas, Sz.113, compuesto

en 1939 en Basilea antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial por iniciativa del

director de orquesta suizo Paul Sacher, quien era amigo de Bartók y le solicitó escribir

una obra para su orquesta de cuerdas. Se estrenó en 1940 y consta de 3 movimientos:

Allegro non troppo/ Molto adagio/ Allegro assai, que sonaron sumamente precisas

desde los primeros compases merced a la calidad de los instrumentistas, que exploraron

al máximo los matices, texturas y contrapuntos en cuerdas, al igual que los giros

melódicos típicos del compositor húngaro. Se destacaron la primera viola y la solista

guía de segundos violines Emeline Pierre Larsen, al igual que la violoncelista Julia

Ammerer- Simma, mientras que el contrabajista Dalibor Zurinek brilló en el solo

correspondiente a su instrumento en el movimiento central. Por su parte, Lavard Skou-

Larsen brilló en sus solos en contrapunto con el resto de los solistas en el allegro assai

final. El público deliró tras tan excelsa interpretación y estalló en aplausos y vítores,

motivo por lo cual la orquesta ofreció dos bises: el Presto del célebre Divertimento para

cuerdas en Re mayor, K.136 de Mozart y la Melodía en La menor de Astor Piazzolla,

que sonaron sublimes. Tratándose de los Salzburg Chamber Soloists, no podía faltar la

música del gran Wolfgang Amadeus en el presente concierto y fue magnífica, al igual

que la Melodía en La menor de Astor Piazzolla. A su término, los músicos se

despidieron del público y se abrazaron luego del éxito obtenido.

Un cuarteto formado íntegramente por mujeres dentro del marco de una orquesta de

cámara – a su vez, integrantes del ensamble- de altísimo nivel hizo su debut en un

ámbito de nivel internacional como el Colón y sorprendió por su calidad. Cuatro

talentosísimas mujeres que debutaron a la par de los grandes con el sello distintivo de

excelencia del Mozarteum.

domingo, 26 de octubre de 2025

Un esperado y triunfal regreso de Werther…

Por Jaime Torres Gómez
El tercer título de la presente temporada de ópera del Teatro Municipal de Santiago
contempló Werther, de Jules Massenet, luego de 28 años de ausencia.
Cabe señalar que, si bien aún falta retomar los 6 títulos de antaño como consecuencia
de la pandemia, los graduales pasos que ha dado el Municipal por normalizar la oferta
histórica han sido plausibles, tanto por el incremento de títulos a partir del año 2022
como la creciente inclusión de artistas de trayectoria internacional que permiten una
mayor visibilidad del decano coliseo artístico en el panorama externo. A la vez, ha
sido acertado el realismo programático ante las restricciones económicas post
pandemia, traducido en una necesaria focalización hacia nuevas audiencias –con una
incidencia superior al sesenta por ciento- más la debida atención al conocedor público
tradicional, este último como gravitante masa crítica en custodiar los altos referentes
históricos en la selección de títulos y nivel de producciones...
En este contexto, la llegada del Werther massenetiano se recibe con máximo
beneplácito, tanto por la elección del título como al importante nivel de su producción,
y a la vez equilibrando la oferta entre lo más conocido (primero con Madama Butterfly
y luego con La Traviata, ambas con estupendos resultados) con lo menos recurrente,
como pronto será con Salomé, último título de la temporada lírica.
Basado en la novela “Las Desventuras del Joven Werther” de Johann Wolfgang Von
Goethe (1749-1832), el argumento de la ópera, a cargo de los libretistas  Édouard
Blau , Paul Milliet y Georges Hartmann, recoge magistralmente el espíritu romántico de la
época (estrenada en 1892), al ser Goethe un directo precursor del Romanticismo, y,
particularmente Werther, clave en el desarrollo de las letras germanas y europeas a lo
largo de la mayor parte del siglo 19, asimismo, catalizador del denominado “Efecto
Werther”, fenómeno conocido en Psicología para los casos de jóvenes suicidas ante
la melancolía por amores no correspondidos.
Musicalmente, Massenet, con magnífica intuición dramática más un sólido oficio en
armonía y orquestación, asimismo con extraordinaria creatividad (y belleza) melódica,
conllevan una magnética audición en buena parte de su producción operística, siendo
Werther una de sus mejores contribuciones al género. Con una alta correlación entre
los perfiles psicológicos de los personajes junto a una partitura de certeros recursos
expresivos, con notable administración de la tensión, distención y expansión sonora,
hilvanan un relato musical de ineludible involucramiento, servido de una escritura
instrumental con gran riqueza de colores y timbres (notable la novedosa inclusión del
saxofón en pasajes de gran tensión dramática), amén de un acabado sentido del
“decir” de los textos, de penetrantes interpelaciones…
En Chile pocas veces se ha ofrecido este título, recordándose vivamente las
anteriores versiones de 1980 con un legendario Alain Vanzo como Werther, y la de
1997 con Luciana D´ Intino como Charlotte, ambas magistralmente dirigidas por
Miguel Ángel Veltri. Así, la presente inclusión de este fundamental título del repertorio
lírico francés, constituyó un acierto mayúsculo al repararse una deuda histórica de
casi tres décadas de ausencia.

La presente producción firmada por un inspirado Emilio Sagi, de sobradas
credenciales y felizmente habitual en el Municipal, destacó con un enfoque
teatralmente asertivo, perfilando con sumo cuidado el perfil de cada personaje, y
logrando extraer las máximas capacidades expresivas tanto en los roles principales
como secundarios. La mayor virtud de esta concepción escénica estribó en una
completa claridad de los elementos planteados en el mismo drama, reflejando con
magistral empatía el contrapunto entre la interioridad de sus principales protagonistas
–Werther, Charlotte y Albert- con los convencionalismos de la época, hoy en día
literalmente anodinos.
Muy acertado el diseño de ambientes a cargo de Pablo Núñez, en su mayoría
sombríos (como la recreación de la casa de Charlotte y Albert en el tercer acto, con
murallas desprovistas de cuadros, más esenciales elementos corpóreos en aras de no
desviar la atención al drama mismo). A la vez, del todo logrado el efecto lumínico en
diagonal de la última escena con un Werther moribundo, sin duda de fuerte impacto
visual (a cargo de Ricardo Castro).
En lo musical, la dirección de Maximiano Valdés, muy afín al repertorio francés,
constituyó un triunfo mayor al sostener el drama de punta a cabo, logrando guiar a las
voces con irrebatible autoridad, asimismo extrayendo lo mejor de la Filarmónica de
Santiago en ensamble y calidad de sonido. Grandes logros en diáfanas exposiciones
del tejido armónico, fraseos, progresiones expresivas y acentos.
De los roles principales, nuevamente se contó con dos elencos de similares perfiles
(se insiste en volver a los dos elencos de antaño, el primero con cantantes de
solventes carreras internacionales, y el otro con voces locales emergentes).
En el caso del primer elenco, excelente cometido de Sergey Romanovski como
Werther, de amplio caudal, hermoso timbre, parejísima línea de canto e irreprochable
musicalidad, no obstante cierta rigidez escénica en los dos primeros actos. Shannon
Keegan, de importantes medios vocales y escénicos, a pesar de no poseer el rango
vocal para Charlotte, compone una magistral interpretación del personaje, esperando
tenerla en próximas temporadas de ópera o conciertos. El barítono Luke Sutliff como
Albert, de correcto canto y musicalidad, poco dio con el physique du rôle, no
transmitiendo siempre la convencional severidad que demanda el personaje,
incurriendo a ratos en extemporánea amabilidad.
Del segundo elenco, algo errático el desempeño de Raffaele Abete como Werther, en
cuanto, si bien posee la vocalidad demandada para el rol, de bonito timbre y buena
proyección, en momentos su canto se apreció algo empujado, quizás ante cierta
incomodidad de salud en el día del estreno, no obstante una inobjetable composición
interpretativa en lo teatral. En cuanto a la mezzo Marcela Rahal, absolutamente ideal
en lo vocal para el rol de Charlotte, ofreciendo una interpretación musicalmente
convincente, aunque teatralmente sosa. Y de gran jerarquía el desempeño de Ramiro
Maturana en lo musical y teatral, componiendo una interpretación absolutamente
convincente de Albert, y brindando la debida gradualidad evolutiva del personaje,
desde la amabilidad hacia la más genuina severidad requerida.
De los demás personajes secundarios, todos con muy buenas intervenciones en
sendos elencos, y destacando la participación del Coro de Niños y Niñas Mawünko,
muy bien preparado por Cecilia Barrientos.

En suma, un triunfal regreso de Werther tras una larga ausencia, esperando no
transcurra tanto tiempo para su próxima reedición.

 Por Jaime Torres Gómez

En el marco de la 49° edición del Concurso de Ejecución Musical Dr. Luis Sigall de Viña

del Mar, se contó para la jornada de inauguración con la presencia de la legendaria

cellista Christine Wallevska, muy cercana a Latinoamérica, y en particular con

Argentina y Chile, aprovechándose su venida como integrante del jurado para la

presente versión de dicho certamen.

La importante trayectoria de Christine Wallevska ha sido ampliamente reconocida en

sus presentaciones a lo largo de varios continentes más su importante discografía para

Philips, con versiones de referencia de los Conciertos para Cello de Dvorak, Haydn N°

1 y 2, Kachaturian, Schelomo de Ernst Bloch, Saint-Saëns N° 1 y 2, Vivaldi, asimismo

una reciente y aclamada reedición de grabaciones en vivo a lo largo de más de

cincuenta años de carrera.

La relación de Christine con Chile es de larga data, comenzando a mitad de la década

de los sesenta con varias visitas a la entonces Filarmónica de Chile (antecesora de la

Filarmónica de Santiago), como puede apreciarse en un formidable registro del

Concierto N° 1 de Saint-Saëns en el Teatro Municipal de Santiago de 1966, y

disponible dentro del set de 8 discos recientemente puestos a la venta.

Posteriormente, el vínculo continuó junto a la Sinfónica Nacional de Chile con

legendarias presentaciones del Concierto de Dvorak en 1987, magistralmente dirigido

por el destacado maestro Guillermo Scarabino (de los más impactantes

acompañamientos presenciados en esa obra), y luego, en 1993, en el emblemático

Schelomo de Bloch, también notablemente dirigido por el titular de entonces, maestro

Agustín Cullell, prestigioso director y de gran recuerdo. Y desde 1981, en

ininterrumpidas visitas como jurado a las versiones de Cello del Sigall, recordándose su

gran participación al inaugurar la versión del 2001 con la Filarmónica Regional junto a

su recordadísimo titular, maestro Miguel Patrón Marchand, con el Concierto N° 1 de

Saint-Saëns.

De particular impronta sonora y expresiva, Christine Wallevska posee un especial valor

agregado -claro y distinto-, y, por lo tanto, con escaso parangón. De cálido timbre,

vigoroso sonido, más una cautivante musicalidad, ora apasionada, ora reflexiva, hacen

de Wallevska una artista cabal, situándose al estadio de las grandes cellistas de

nuestro tiempo…

Su reciente presentación en el patrimonial Teatro Municipal de Viña del Mar junto a la

Orquesta de Cámara de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV),

dirigida en calidad de invitado por el maestro Álvaro Gómez, Director Artístico del

Concurso Sigall, contempló un cuarteto de arreglos de piezas para cello y cuerdas que

le son afines y que la han acompañado por décadas.

Sin embargo, dada la envergadura de la solista, se lamenta no haber dispuesto de una

orquesta de mayor orgánico, y así haber podido hacer alguno de los conciertos que la

han hecho famosa, como el Dvorak o algunos de los de Haydn o Saint-Saëns, esto, en

el entendido de un contexto mayor como es la inauguración de un Concurso de la

relevancia del Sigall. Asimismo, se lamenta el diseño del programa de mano, con una


imagen que no hacía alusión a la presentación misma, apareciendo en portada un

director distinto a quien dirigió…, y además sin darle relevancia a la misma maestra

Wallevska con una reseña biográfica o alguna foto ad-hoc…

Como primera obra, una sobrecogedora versión del Arioso de la Cantata 156 de J.S.

Bach. Con honda profundidad interpretativa, impresionó la calidez de texturas,

hermosos fraseos y el gran manejo del rango dinámico del instrumento.

Seguidamente un tríada de estupendos arreglos de obras de los argentinos José

Bragato, Astor Piazzolla y Ennio Bolognini, varios de ellos especialmente dedicados a

Christine.

Así, y con un comprometido apoyo del director invitado junto a los camaristas porteños,

se ofrecieron idiomáticas versiones de “Milontan”, de José Bragato, estilísticamente

ideal como antesala al arrebatador “Adiós Nonino”, de Astor Piazzolla (en arreglo de

José Bragato), y terminando con la “Plegaria de un Violoncello”, de Ennio Bolognini

(en arreglo de Leo Arnauld). Con incuestionable oficio, Christine dio una lección de arte

a toda prueba, con versiones de honda poesía y profundas asimilaciones. Sólo

lamentar no haber incluido la “Serenata del Eco” del mismo Bolognini, máxime al ser la

maestra Wallevska una comprometida difusora de la obra de este compositor, este

último, en su momento, uno de los más grandes cellistas del mundo, y recordándose

vivamente la antológica interpretación de esta pieza por Christine en 1987 en el Aula

Magna de la Universidad Santa María en Valparaíso.

El resto del programa contempló atractivas obras como la Sinfonietta para Orquesta

de Cuerdas, de Albert Roussel, de formidable tratamiento contrastante y gran manejo

contrapuntístico, el “Allegro Bárbaro”, de Béla Bartók (original para piano y en un

excelente arreglo para cuerdas de Bob Lipton), la Sinfonía para Cuerdas N° 10 de

Felix Mendelssohn y la Sinfonía Simple, de Benjamin Britten, dando cuenta de

certera imaginación programática y en versiones de calibrado esmero, siendo

fundamental el trabajo de Routa Kromouvitch como concertina invitada, logrando

producir mayor presencia en sonido global.

En suma, el regreso de una gran artista como Christine Wallevska a Viña del Mar,

ciudad donde ha forjado una historia con grandes huellas…

La Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación y Giulio Biddau en el Palacio Libertad


Un concierto de excelencia

Jueves 23 de octubre de 2025


Sala: Palacio Libertad “Domingo Faustino Sarmiento”


Escribe: Graciela Morgenstern


Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación

Director: Sebastiano De Filippi

Solista: Giulio Biddau (piano)

Programa:

Wolfgang Amadeus Mozart: Concierto para piano y orquesta n.º 12, en la mayor, K.

414

I. Allegro II. Andante II. Allegretto

Josef Suk: Serenata para orquesta de cuerdas, op. 6

I. Andante con moto II. Allegro ma non troppo e grazioso III. Adagio

IV. Allegro giocoso, ma non troppo presto

Como parte de sus conciertos itinerantes, se presentó en el Palacio Libertad, la

Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación, con su director, Sebastiano De Filippi

y el italiano Giulio Biddau, en carácter de pianista invitado. El resultado no podía ser

mejor.

El Concierto para piano y orquesta n° 12 en la mayor, K. 414, fue uno de los tres que

Mozart compuso a fines de 1782 para la temporada de conciertos de invierno en

Viena, tras el éxito de su ópera El Rapto en el Serrallo. La obra fue concebida para ser

interpretada tanto por una orquesta en un teatro como en un salón más íntimo con

piano y un conjunto de cuerdas.

En este concierto el piano cumple un rol protagónico, mientras que la orquesta realiza

una introducción de los temas. Giulio Biddau así lo entendió y ofreció una versión

elegante, muy bien fraseada, especialmente en el Andante, en el que jugó con

flexibilidad en los tiempos. Se pudo apreciar un trabajo minucioso, una persecución de

la esencia estilística y expresiva de la partitura, con líneas transparentes, rítmica

cuidada, texturas claras, sonoridad ligera y fraseo de una finura indiscutible.

La Orquesta por su parte, con sonido límpido y ejecución sin quiebras, alcanzó un

equilibrio e integración total con el solista. Hubo en todo momento, coherencia

conceptual y una elegancia sonora magistral.


En la segunda parte del concierto, la Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación,

bajo la batuta de su director Sebastiano De Filippi, brindó una espléndida versión de la

Serenata para orquesta de cuerdas, op. 6, de Joseph Suk.

El compositor, discípulo y yerno de Dvorak, era un violinista especializado en música

de cámara. Ya desde el Andante con moto inicial, las cuerdas brillan con cálida

seguridad, a lo que sigue un baile insinuado en el segundo movimiento. Pero el centro

emocional de la obra es el movimiento lento, que llama a la reflexión. El final jocoso

"pero no demasiado rápido", lleva la obra nuevamente a un encanto despreocupado,

para finalizar con un fortissimo enfático.

La Orquesta transmitió estos diferentes temperamentos sin desacoples, con solvencia

en el desarrollo del discurso expresivo. De Filippi dirigió con energía pero resaltando al

mismo tiempo, las sutilezas que la obra contiene. Los integrantes de la Orquesta

respondieron a sus exigencias y juntos, lograron un resultado perfecto, que fue

ovacionado.

CALIFICACIÓN: EXCELENTE

 

Una vez mas la simpatía de Elina Garanca junto a su acompañante Malcom Martineau sobre el escenario del Teatro Colón en una magnífica captura de Juanjo Bruzza para Prensa del Teatro.


Otro éxito del Ciclo Aura en el Colón


Elina Garanča brilló en el Colón

Lunes 20 de octubre de 2025

Sala:Teatro Colón

Escribe: Graciela Morgenstern



Elina Garanča (Mezzosoprano)

Malcolm Martineau (piano)

Programa:

Johannes Brahms: Liebestreu, Geheimnis, O wüßt’ ich doch den Weg

zurück y Von ewiger Liebe.

Héctor Berlioz: D’amour, l’ardente flamme, de “La condenación de Fausto”

Jāzeps Vītols: Canción de cuna (piano)

Francesco Cilea: Io son l'umile ancella, de Adriana Lecouvreur

Jāzeps Mediņš: Sueño

Jāzeps Vītols: En sueños distantes; Aún recuerdo aquella silenciosa noche

Charles Gounod: Plus grand dans son obscurité, de “La Reina de Saba” 

Camille Saint-Saêns: Mon coeur s'ouvre a ta voix, de Samson y Dalila

Henri Duparc: Au pays où se fait la guerre, L’invitation au voyage

, Extase y Phidylé

Claude Debussy: Claro de luna (piano)

Pietro Mascagni: Voi lo sapete, de Cavalleria Rusticana

Ruperto Chapí: Cuando está tan hondo, de “El barquillero”

Carceleras, de “Las hijas del Zebedeo”

Victor Herbert: Art is calling for me, de “The Enchantress”


Con la sala repleta de un público expectante regresó al Teatro Colón la aclamada

mezzo soprano Elina Garanča, dentro del Ciclo Aura, y brindó un concierto de altísimo

nivel.


El programa fue sumamente interesante, por la variedad de obras que incluía, desde la

canción de cámara hasta la zarzuela pasando por arias de ópera, canciones de

Letonia, su país natal, otras del repertorio francés, hasta llegar a la opereta del

estadounidense Herbert. Desplegó así un abanico de estilos, idiomas y dificultades de

diversa índole que Garanča sorteó con impecable solvencia.

Para comenzar, encaró cuatro canciones de Brahms, exhibiendo su bellísimo

aterciopelado color vocal y expresividad comunicativa sin desbordes.

Luego, una óptima versión del aria de Margarita, D’amour, l’ardente flamme, de La

condenación de Fausto de Berlioz. Pero uno de los puntos cúlmines de esta primera

parte, fue Io son l'umile ancella, para soprano, en la que se desenvolvió con excelente

legato y óptimo manejo de la respiración.

Para iniciar una serie de obras de Letonia, Malcolm Martineau tocó la Canción de

cuna de Jāzeps Vītols y después Garanča interpretó Sueño de Jāzeps Mediņš y de

Vītols, En sueños distantes y Aún recuerdo aquella silenciosa noche. Todas ellas

tuvieron una sentida interpretación por parte de los artistas y fueron una gran

oportunidad para la concurrencia, de incursionar en un repertorio y un idioma casi nada

frecuentado.

Cerrando la primera parte, Plus grand dans son obscurité de La Reina de Saba de

Gounod , en la que la cantante letona salió más que airosa de la muchas dificultades,

especialmente en la tessitura, que la obra le impone. Y comenzando la segunda parte, la

muy esperada Mon coeur souvre à ta voix, de Samson et Dalila, permitió apreciar un

registro medio sólido e inmejorable dosificación del fiato, tras lo cual siguió la

delicadeza y refinamiento de las cuatro canciones de Duparc programadas.

Culminó el segmento dedicado al repertorio francés, con una buena versión de Claro

de luna, de Debussy, a cargo del pianista, quien también fue un hábil acompañante.

Dando muestra de su gran versatilidad, la mezzo soprano, oriunda de Riga, encaró

después el aria verista Voi lo sapete o mamma de Cavallería Rusticana, exhibiendo

profundo dramatismo y poderío vocal, para pasar luego a la zarzuela, con Cuando está

tan hondo, de “El barquillero” y Carceleras, de “Las hijas del Zebedeo”, ambas de Chapí.

Finalmente, como cierre de esta extraordinaria presentación, Garanča supo dar gracia y

humor refinado a Art is calling for me, de la opereta “The Enchantress”, de Herbert, con

la simpática intervención del pianista.

Ante la enorme ovación de un público enardecido, fuera de programa, Garanča cantó

la Habanera de “Carmen”, Musica proibita de Gastaldon, O mio babbino caro, de “Gianni

Schicchi”, de Puccini, Mi Buenos Aires querido y Nana,  de las “Siete canciones

populares españolas”,  de Falla. La ovación final parecía no tener fin

CALIFICACION: EXCELENTE



sábado, 25 de octubre de 2025

 

Martha Noguera, incansable batalladora brindando,como es tradicional, el Concierto de Cierre de un nuevo festival "Chopiniana". Fotografía de la autora del presente comentario.


Excelente concierto de cierre de CHOPINIANA 2025 a cargo de Martha Noguera


UN CIERRE DE PRIMER NIVEL INTERNACIONAL

Martha CORA ELISEHT


En base a la calidad de los intérpretes que formaron parte de la presente edición

de CHOPINIANA 2025, el concierto de clausura del festival tenía que estar a cargo de la

presidente de la institución: Martha Noguera, quien ofreció el mencionado recital

correspondiente al cierre del ciclo el pasado jueves 23 del corriente en la Federación de

Entidades Españolas de la Argentina (FEDESPA), cuyo programa estuvo integrado por

las siguientes obras:

- Nueve variaciones sobre un Minuetto de Dupont K.573- Wolfgang A. MOZART

(1756-1791)

- Allegro de concierto Op.46 (segunda parte)- Frederic CHOPIN (1810-1849)

- Suite bergamasque- Claude DEBUSSY (1862-1918)

- Sonata para piano n°1, Op.22- Alberto GINASTERA (1916-1983)


Luego de la presentación a cargo de Roque Santini Santoro, la talentosa pianista

argentina ofreció una impecable versión de las Nueve Variaciones sobre un Minuetto de

Dupont K.573 de Wolfgang A, Mozart, compuestas en Re mayor en 1789, que sonaron

muy precisas y seguras desde los primeros compases. La interpretación se caracterizó

por ofrecer ese sonido cristalino, prístino y fresco típicos de la música del genio de

Salzburgo.

Frederic Chopin tenía la idea de componer un 3° Concierto para piano en 1830,

pero sólo logró un Allegro maestoso en La mayor que data de 1832. Lo catalogó como

Allegro de concierto, Op.46 en 1841 y es una pieza de mucho mayor complejidad desde

el punto de vista técnico que el resto de sus obras por su virtuosismo, ya que posee

texturas densas, alternancia de digitación ligera con compleja, acordes, trinos y escalas

en notas dobles para la mano izquierda y octavas dificultosas. Pero para una pianista de

los quilates de Martha Noguera, nada es imposible. Sorteó semejante desafío mediante

una versión excepcional desde todo punto de vista: brillante, apasionada e imbuida del

espíritu chopiniano merced a su prodigiosa musicalidad, su dominio del teclado y su

impresionante memoria. Fue sumamente vitoreada y aplaudida tras su interpretación.

Basada en el poema Fêtes galantes de Paul Verlaine, Debussy compuso su Suite

bergamasque en 1890 como obra de juventud y toma su nombre de las máscaras de la

Comedia dell’Arte di Bérgamo. No se publicó hasta 1905 y consta de 4 números:

Preludio, Minuetto, Claro de Luna y Pasapié. La primera es un rubato en Fa mayor de

carácter festivo, con contrastes muy dinámicos, cuyo principio y final son bastante

vigorosos. En cambio, la segunda posee alternancia de misterio y dramatismo, cuyo

tema principal consta de 4 vueltas compuestas en modo dórico. La celebérrima Claro de

luna forma parte del repertorio universal de todo pianista y es un andante muy expresivo


en Re bemol mayor que posee 4 partes: introducción, desarrollo, clímax armónico y

reexposición, mientras que el pasapié (passepied) es una danza francesa de carácter

jovial y alegre, tocada con arpegios picados en la mano izquierda. Es un allegretto ma

non troppo en Fa sostenido menor que posee ribetes barrocos. Una interpretación

sublime y exquisita, que se vio coronada por numerosos aplausos y vítores. Para cerrar

el recital, Martha Noguera eligió la Sonata n°1 Op.22 de Alberto Ginastera. Compuesta

en 1952, consta de 4 movimientos (Allegro marcato/ Presto misterioso/ Adagio molto

appasionato/ Ruvido et ostinato), donde Ginastera ofrece una versión elaborada y

enriquecida de ritmos folklóricos argentinos (malambo, gato, baguala, huella). La

versión fue excelsa desde todo punto de vista debido a su prodigiosa memoria, su

poderosa digitación, pulsación y musicalidad. Una ovación de aplausos para coronar la

labor de la pianista en una obra difícil y de gran complejidad.

A continuación, se hicieron presentes las autoridades de UTHGRA -uno de los

auspiciantes del Festival-, amigos y representantes de la cultura, quienes ofrecieron el

tradicional ramo de flores y numerosos regalos. Pero la distinción más importante llegó

de la mano del músico mexicano René Platini Godines y Castro, quien le entregó un

diploma y un distintivo del Premio Batuta – símbolo de liderazgo por su labor como

intérprete y por su trayectoria- con motivo de cumplirse 1000 años de la creación de la

partitura diastemática por Guido D’Alesso. En agradecimiento, Martha Noguera decidió

interpretar un bis: el célebre Bailecito de Carlos Guastavino, que sonó magistral y le

valió otra ovación de aplausos.

En 2026, la Fundación CHOPINIANA cumple 25 años de existencia desde su

creación en 2001 y el Festival se ha transformado en uno de los eventos culturales más

importantes del país. Cambia todos los años para ofrecer al público argentino los

mejores intérpretes del piano de fama internacional -tanto argentinos como extranjeros-

y lo viene haciendo de manera ininterrumpida -con excepción de 2020 como

consecuencia de la pandemia de COVID 19-. Ojalá que el año próximo sea aún mejor y

se pueda seguir disfrutando de intérpretes de alta jerarquía.

 

Vista de todas las fuerzas intervinientes en esta interpretación de la segunda sinfonía de Mendelsohn bajo la guía del Maestro Hernán Schvartzman, Fotografía de la autora del presente comentario.


Espectacular versión de “Lobgesang” por la Sinfónica Nacional y el Polifónico en el

Palacio Sarmiento


MUCHO MÁS QUE UNA SINFONÍA CORAL


Martha CORA ELISEHT


La Sinfonía n°2 en Si bemol mayor, MWV A18 (“Lobgesang”) de Félix

Mendelssohn Bartholdy (1809-1847) no sólo es una sinfonía/ cantata para solistas, coro

a 4 voces y orquesta sobre palabras de la Sagrada Biblia, sino también, una obra

maestra. Fue compuesta por encargo en 1840 con motivo de cumplirse 400 años de la

creación de la imprenta, debido a que el invento de Johannes Gutenberg tuvo un rol

decisivo en la difusión de las ideas de la Reforma protestante impulsada por Martín

Lutero. Precisamente, Lobgesang significa “canto de alabanza” en alemán y

Mendelssohn no sólo utilizó corales luteranos para su composición, sino también textos

bíblicos. Su partitura está dedicada al rey Federico II de Sajonia y su estreno se produjo

en la iglesia Santo Tomás de Leipzig en 1840- la misma iglesia de Johann Sebastian

Bach- con la presencia del compositor en el podio y se transformó en una sinfonía muy

popular. Dura aproximadamente 75 minutos y suele representarse con bastante

frecuencia en el país por las orquestas sinfónicas de la región metropolitana de Buenos

Aires (AMBA), tanto en iglesias como en salas de conciertos.

Si bien el concepto de sinfonía coral nació con la Sinfonía n°9, Op.125 de

Beethoven en 1824, el segundo compositor en recrear este género fue Héctor Berlioz

con su sinfonía Romeo y Julieta en 1839. En el caso de Lobgesang, guarda cierta

similitud con la 9° sinfonía porque comienza con 3 movimientos instrumentales y

termina con una cantata para coro y voces solistas, aunque los movimientos

instrumentales de Mendelssohn son mucho menos poderosos que los de Beethoven y

comparten relación entre sí, porque el tema inicial no sólo cierra la parte instrumental,

sino que, además, está presente al principio y al fin de la cantata.

La Orquesta Sinfónica Nacional y el Coro Polifónico Nacional decidieron incluir

esta bellísima obra dentro de su Ciclo de conciertos, hecho que ocurrió en el Auditorio

Nacional del Palacio Domingo F. Sarmiento el pasado viernes 24 del corriente bajo la

dirección de Hernán Schvartzman, con la presencia de los siguientes solistas: Marisú

Pavón y Ayelén Isaías (sopranos) y Ricardo González Dorrego (tenor). La preparación

del coro estuvo a cargo de Fernando Tomé.

La estructura de la sinfonía es la siguiente:

1) Sinfonía en 3 movimientos:


- Maestoso con moto- Allegro (Si bemol mayor, 4/4)

- Allegretto un poco agitato (Sol menor, 6/8)

- Adagio religioso (Re mayor, 2/4)


2) Alles was Odem hat Lobe den Herrn (Allegro moderato maestoso- Si bemol

mayor, 4/4) (soprano y coro)


3) Saget es, die ihr erlöst seid durch den Herrn. Recitativ (4/4) (Allegro moderato-

Sol menor, 2/2) (recitativo y aria del tenor)

4) Sagt es, die ihr erlöst seid vor den Herrn (A tempo moderato- Sol menor, 4/4)

(Coro)

5) Ich harrete des Herrn (Andante- Mi bemol mayor, 2/4) (Dúo de sopranos y coro)

6) Stricke des Todes hatten uns umfangen (Allegretto un poco agitato, ¾- Allegro

assai agitato- Do menor, 2/2) (Recitativo y aria del tenor)

7) Die Nacht ist vergangen (Allegro maestoso e molto vivace- Re mayor, 6/8)

(Coro)

8) Nun danket alle Gott (Andante con moto- Sol mayor, 4/4) (coro)

9) Drum sing ich mit meinem Liede (Andante sostenuto assai- Si bemol mayor, 2/4)

(dúo de tenor y soprano)

10) Ihr völker! bringet her dem Herrn Ehre und Macht (Allegro non troppo- Si

bemol mayor, 4/4) (Coro)

La orquestación de esta gran sinfonía/ cantata sigue el patrón típico del

romanticismo (cuerdas, maderas por 2, 4 trompas, 2 trompetas y 3 trombones, timbales

y órgano). El trío de trombones que tiene a su cargo el tema principal – fanfarria que se

repite en los tres movimientos instrumentales de la sinfonía que, a su vez, abre y cierra

la cantata- está formado por un trombón tenor, un trombón barítono y un trombón bajo.

Los tres movimientos instrumentales de la sinfonía se ejecutan en forma attaca (sin

interrupción), al igual que los números de la cantata.

En la presente versión, pudo apreciarse desde los primeros compases un sonido

brillante y homogéneo, comenzando por la fanfarria a cargo de los trombones ya

mencionada, con un perfecto equilibrio sonoro entre las diferentes secciones de la

orquesta, al igual que el coro y los solistas. Hernán Schvartzman demostró su maestría y

experiencia como director de ópera y coral mediante una muy precisa marcación de

tempi y de entradas. Y, con respecto de las voces solistas, Ricardo González Dorrego se

lució en los recitativos, arias y dúos a su cargo. Es uno de los mejores tenores expertos

en el repertorio de cámara en el país y lo demostró fehacientemente. Por su parte,

Marisú Pavón y Ayelén Isaías se complementaron muy bien en el dúo de sopranos. La

primera se lució en el agudo previamente a la entrada del coro en el 7° número de la

cantata (Die Nacht ist vergangen- La noche se desvanece), que anuncia el fin de la

noche mediante la llegada de la aurora. La segunda se destacó en el dúo de sopranos y

se la apreció muy segura. La actuación del coro a cappella previamente a la entrada de

la orquesta en el 8° número de la cantata fue espectacular. Precisamente, es el único

número cuya letra no se basa en la traducción de la Biblia al alemán realizada por

Lutero, sino en un himno luterano escrito por Martin Rinckart en 1636 (“De boca y

corazón/ load al Dios del cielo”). La orquesta se acopla mediante una variación de

dicho himno y, posteriormente, el tenor y la soprano realizan el canto de alabanza que

da el nombre a la sinfonía. El canon a 4 voces a cargo del coro y la orquesta del número

final sonó estupendo para el cierre con la fanfarria a cargo de los trombones en la

tonalidad inicial (Si bemol mayor) mediante una fuga magistral. A su término, el

Auditorio Nacional estalló en aplausos y vítores para coronar la labor de todos los

intérpretes.


La única objeción que una tiene para hacer es no haberla interpretado el mismo día

de la Reforma Protestante -31 de Octubre-. A veces, no se puede lograr por

compromisos artísticos contraídos con antelación, pero es un detalle para ser tenido en

cuenta a la hora de programar un concierto. Una obra de semejante envergadura así lo

amerita.

 

Ellina Garanca derrochando calidad y simpatía en esta nueva presentación, ahora en el marco del ciclo Aura, en el Teatro Colón. Créditos: Prensa Teatro Colón, fotografía de Juanjo Bruzza.


 recital de Elina Garanĉa dentro del ciclo AURA en el Colón


TODA LA SENSUALIDAD Y EXQUISITEZ DE UNA GRAN VOZ

Martha CORA ELISEHT


Organizado por Elisa Wagner y Mariano Nante, el Ciclo AURA es una iniciativa

que reúne a grandes intérpretes de la lírica internacional mediante una serie de recitales

ofrecidos sobre el escenario del Teatro Colón. Ya se presentaron el tenor Jonathan

Tetelman y la mezzosoprano Aigul Akhmetshina y, esta vez, le tocó el turno a una de las

mayores estrellas de la lírica mundial: Elina Garanĉa, quien se presentó sobre el

escenario del Colón acompañada al piano por Malcolm Martineau el pasado lunes 20

del corriente para ofrecer el siguiente programa:

- Liebestreu, Op.3, n°1 (Con cariño)

- Geheimnis, Op.71, n°3 (El Secreto)

- O wüβt’ich doch den Weg zurück, Op.63, n°8 (¡Oh! Si supiera el camino de

regreso)

- Von ewiger Liebe, Op.43, n°1 (Del amor eterno)- Johannes BRAHMS (1833-

1897)

- “D’amour, l’ardente flamme” de LA CONDENACIÓN DE FAUSTO- Héctor

BERLIOZ (1803-1869)

- Šüpuldziesma, Op.8 (Canción de cuna para piano solo)- Jäseps VITOLS (1863-

1948)

- “Io son l’umile ancella” de ADRIANA LÉCOUVREUR- Francesco CILEA

(1866-1950)

- Sapnojums (Sueño)- Jäseps MEDIŅŠ (1877-1947)

- Sapnu tälumä (En sueños distantes)

- Man prätä stäv vël klusä nakts (Aún recuerdo aquella silenciosa noche)- Jäseps

VITOLS (1863-1948)

- “Plus grand dans son obscurité” de LA REINA DE SABA- Charles GOUNOD

(1818-1893)

- « Mon cœur s’ouvre à ta voix » de SANSÓN Y DALILA- Camille SAINT-

SAËNS (1835-1921)

- Au pays oú se fait la guerre

- L’invitation au voyage

- Extase

- Phidylé- Henri DUPARC (1848-1933)

- « Clair de lune » de la Suite bergamasque- Claude DEBUSSY (1862-1918)

- « Voi ío sapete, o mamma» de CAVALLERÍA RUSTICANA- Pietro MASCAGNI

(1863-1945)

- “Cuando está tan hondo” de EL BARQUILLERO

- “Carceleras” de LAS HIJAS DEL ZEBEDEO- Ruperto CHAPÍ (1851-1909)

- “Art is calling for me” de THE ENCHANTRESS- Víctor HERBERT (1859-

1924)


No solo el repertorio elegido por la gran mezzosoprano letona ha sido sumamente

variado abarcando arias de ópera, canciones de cámara y fragmentos de zarzuela, sino

que, por primera vez, el público argentino pudo escuchar canciones de su país de origen

y en su lengua natal, lo que representó un auténtico acierto. Por otra parte, Malcolm

Martineau ha sido un pianista acompañante de primer nivel. Dio consabidas pruebas

durante todo el desarrollo del recital y, además, se lució en sus solos (Šüpuldziesma

(Canción de cuna) de Jäseps Vitols y la celebérrima Claro de Luna de Debussy), cuyas

interpretaciones fueron magistrales.

En cuanto a la famosa mezzosoprano, se la pudo apreciar mucho más relajada y

compenetrada con su pianista acompañante con respecto de su debut en Bueno Aires en

2018, cuando participó de un recital con la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires

dirigida por Enrique Arturo Diemecke. Sus excepcionales dotes vocales y la textura

aterciopelada de su voz quedaron demostradas desde los primeros compases de la serie

de Lieder de Brahms elegida para abrir el recital, comenzando por Liebestreu (Con

cariño) perteneciente a las Seis canciones, O p.3, siguiendo con Geheimnis (El secreto)

de sus Cinco canciones Op.71 y ¡Oh! Si tan sólo supiera el camino de regreso -cuya

letra pertenece al poeta Klaus Groth- para culminar con Von ewiger Liebe (Del amor

eterno), perteneciente a las Cuatro canciones, Op.73. Lo mismo sucedió en la segunda

parte del recital con las cuatro canciones de cámara de Henri Duparc -maravillosas

creaciones que sobrevivieron a las óperas que su autor destruyó por considerarlas

creaciones menores como consecuencia de su enfermedad mental-, que fueron

abordadas con una musicalidad exquisita, un magistral acompañamiento en piano y una

interpretación sublime. La mezzosoprano es una especialista en el repertorio francés y

quedó fehacientemente demostrado en todas las arias que abarcó: desde la celebérrima

Mon coeur s’ouvre à ta voix de SANSÓN Y DALILA a Plus grand dans son obscurité de

LA REINA DE SABA de Gounod – título que quien escribe nunca apreció en forma

completa y que sería bueno recuperar-. Pero el plato fuerte de la noche fueron las

canciones letonas de Jäzeps Vitols, uno de los compositores más representativos de

dicho país y fundador del Conservatorio Nacional. Elina Garanĉa se dirigió al público

en español para referirse a estas canciones como “un recuerdo de infancia y parte del

repertorio de mi madre, que también era cantante y que aprendí desde temprana edad”.

La primera (En sueños distantes) posee una bella línea melódica, plena de turbulencias

sobre textos de la poetisa Johanna Emilia Lizete Rosenberga, mientras que la segunda

(Aún recuerdo aquella silenciosa noche) es mucho más romántica y sensual, ya que

recuerda una noche de amor a orillas del mar. El repertorio letón se completó con una

canción de Jäseps Mediņš (Sueños), otro de los grandes compositores de música de

dicho país y que tiene como protagonista al sonido del koke – instrumento nacional de

Letonia, cuyo sonido remeda a una cítara-, con una bella línea melódica.

No faltaron las grandes arias de ópera verista italiana, comenzando por “Ió son

l’umile ancella” de ADRIANA LÉCOUVREUR de Cilea ni el aria de Santuzza (“Voi ió

sapete, o mamma”) de CAVALLERIA RUSTICANA de Mascagni, donde se pone de

manifiesto la angustia de la protagonista al revelar a Mamma Lucía que su hijo Turiddu

mantiene un amorío secreto con Lola, sino también su deshonra y el hijo que alberga en

sus entrañas. Tampoco faltaron las de zarzuela, donde Garanĉa eligió para esta ocasión

dos del compositor valenciano Ruperto Chapí: “Cuando está tan hondo” de EL

BARQUILLERO y la célebre “Carceleras” de LAS HIJAS DEL ZEBEDEO. Lo que


sorprendió fue el aria elegida para cerrar el recital: “Art is calling for me” del irlandés

Victor Herbert, perteneciente a la opereta THE ENCHANTRESS (LA ENCANTADORA),

compuesta en 1911 durante su estadía en Estados Unidos, que narra la historia de la

prima donna de la ópera Vivien Savary, quien es presionada por el Ministro de Guerra

de Zergovia -Ozir- para seducir al príncipe Iván. Si éste se enamora de una plebeya,

debe abdicar al trono y, por lo tanto, Ozir se transformaría en el regente de dicho país.

Pero como Vivien se enamora de Iván, le pide al malvado Ozir los papeles de abdicación

y se encarga de destruirlos. Mientras tanto, la princesa Stellina – quien desea ser artista

y no quiere saber nada de política- es quien canta esta célebre canción en tiempo de

marcha, donde la protagonista quiere ser una prima donna. La encarnó con gracia y

simpatía, lo que le valió una ovación de aplausos.

Desde ya, no faltaron los bises, comenzando por la célebre Habanera de CARMEN

(tras recibir un ramo de rosas), siguiendo con una bellísima y magistral versión de

Música proibita (Música prohibida) de Carlo Campogalliani; la infaltable O mio

babbino caro de GIANNI SCHICCHI y, luego de una pausa, un tango que cantó por

primera vez y que lo interpretó muy bien: Mi Buenos Aires querido, de Gardel. Luego

de una lluvia de aplausos y, cuando todo el mundo se estaba retirando, Elina Garanĉa y

Malcolm Martineau volvieron a presentarse sobre el escenario para despedirse con “La

Nana” de las Siete canciones españolas de Manuel de Falla. Ahí se cerró

definitivamente el recital.

A diferencia de los otros conciertos del ciclo -donde aparecieron sorpresivamente de

manera no anunciada figuras de la talla de Arturo Chacón- Cruz en el recital de

Jonathan Tetelman y Germán Alcántara en el de Aigul Akhmetshina, respectivamente-,

aquí no hubo acompañamiento ni dúos, pero tampoco hicieron falta. Se produjo el

retorno y la reaparición triunfal de una gran voz en toda su plenitud sobre el escenario

del Colón frente a un público que la ama. Ojalá que la próxima vez sea para cantar una

ópera completa con toda la sensualidad y exquisitez de su voz.

 


Tras el estreno argentino de la obra de Estaban Benzecry, emergen triunfadores sus intérpretes. El pianista Sérgio Tiempo, el Maestro Roberto Minczuk y La Filarmónica  de Buenos Aires con su Concertino Xavier Inchausti (Reconocido cultor de la obra de Benzecry) a la cabeza y más atrás sus excelentes primeros atriles captados de manera magistral por Juanjo Bruzza para Prensa del Teatro Colón.


Excepcional desempeño de Roberto Minczuk al frente de la Filarmónica en el Colón


UN AUTÉNTICO CRISOL DE TEXTURAS, MATICES Y RITMOS

Martha CORA ELISEHT


La idea de organizar conciertos temáticos parece ser una tendencia adoptada por

las principales orquestas sinfónicas del país a la hora de incluir obras para armar cierto o

determinado programa. Lo hace habitualmente la Orquesta de Cámara del Congreso de

la Nación, lo puso en práctica el Ensamble CONCENTUS el año pasado en su ciclo

“ROMÁNTICOS Y REVOLUCIONARIOS” y prosigue con la Orquesta Filarmónica de

Buenos Aires (OFBA) durante el transcurso del corriente año. El pasado viernes 17 del

corriente tuvo lugar dentro de su tradicional Ciclo de Abono en el Teatro Colón un

concierto denominado “UNIVERSOS AMERICANOS”, que contó con la dirección de

Roberto Minczuk, la participación del pianista Sergio Tiempo en calidad de solista y el

Coro Estable del Colón dirigido por Miguel Martínez para ofrecer el siguiente

programa:

- Danzas sinfónicas de “WEST SIDE STORY”- Leonard BERNSTEIN (1918-

1990)

- Concierto para piano “Universos Infinitos” (estreno argentino)- Esteban

BENZECRY (1970)

- Tres movimientos tanguísticos porteños- Astor PIAZZOLLA (1921-1992)

- Chôros n°10, “Rasga o coraçaõ”, W.209- Heitor VILLA- LOBOS (1867-1959)

Si bien el orden de las obras estaba impreso a la inversa en el programa de mano, se

decidió realizarlo tal como figura en la presente crónica por razones de operatividad.

Luego de la tradicional afinación de instrumentos a cargo del concertino Xavier

Inchausti y con un orgánico prácticamente completo -que incluyó batería, piano, celesta,

tumbadoras y otros instrumentos de percusión-, Roberto Minczuk hizo su presentación

sobre el escenario del Colón para brindar una de las mejores versiones de las Danzas

sinfónicas de WEST SIDE STORY que esta cronista escuchó por la Filarmónica.

Compuestas en 1957, representan una fusión de ritmos europeos y latinoamericanos

(mambo, seis, cha-cha-cha) para narrar la historia de amor entre Tony y María,

pertenecientes a bandas rivales -al mejor estilo de ROMEO Y JULIETA en la New York

de la década del ’50- dentro de los 9 números que la integran (Prólogo: Allegro

moderato/ Somewhere (Adagio)/ Scherzo: vivace e legato/ Mambo (meno presto) / Cha-

cha-cha: andantino con grazia/ Meeting scene: meno mosso/ Cool fugue: Allegretto/

Rumble: molto allegro y Finale: adagio). Es muy fácil caer en excesos no sólo por su

poderosa orquestación, sino que hay pasajes donde los tutti orquestales son muy

intensos (Mambo), al igual que en los ribetes jazzísticos de la Cool fugue, integrados

por 12 notas pero que carecen de estructura dodecafónica porque el compositor era

enemigo acérrimo de la atonalidad. Sonó perfectamente equilibrada y los solistas de las

principales secciones de instrumentos pudieron lucirse en su totalidad.


Esteban Benzecry no sólo es un gran compositor, sino también uno de los máximos

exponentes y representantes de la música argentina en el exterior junto a Osvaldo

Golijov en la actualidad. Compuesto en 2011, su Concierto para piano y orquesta

(“Universos infinitos”) fue comisionado por la Filarmónica de Los Ángeles con la

condición de que lo estrenara el pianista chino Lang Lang. Sin embargo, no se pudo

concretar por diferentes motivos y recién se pudo estrenar en 2019 de la mano de Sergio

Tiempo bajo la dirección de Gustavo Dudamel. A partir de ahí, ambos músicos

argentinos formaron un tándem de cooperación en materia de trabajo y juntos estrenaron

este año en San Pablo el Concierto n°2 para piano y orquesta “Constelación del

tiempo” bajo la dirección de Roberto Minczuk. En este caso, el tándem Tiempo/

Minczuk fueron los encargados del estreno local de Universos infinitos, que consta de

tres movimientos: Un mundo interior/ Ñuque Cuyen (Madre Luna) y Toccata Willka

Kuti (Retorno del Sol). Se inicia con una fanfarria a cargo de los metales y la percusión

hasta la entrada de la orquesta en su conjunto previamente a la entrada del piano

mediante una monumental cadencia en diálogo con la percusión y los bronces, que

brinda ese carácter extrovertido. La interpretación de Sergio Tiempo fue magistral e

impecable, con su consabida maestría en el manejo del teclado mediante la ejecución de

glissandi, pasajes y cadencias de gran dificultad técnica, mientras que Roberto Minczuk

sobresalió por su excelente manejo de tempi. En cambio, el 2° movimiento se

caracteriza por presentar un tema mapuche de tres tonos en ritmo de baguala

desarrollado por el piano en contrapunto con las cuerdas y las maderas. Luego de una

serie de variaciones en glissandi, las reminiscencias de la música andina se logran

mediante golpes de bombo, mientras que el solista toca las cuerdas del piano para lograr

un sonido más profundo, mientras que las maderas remedan el sonido del erke, sikus u

otros instrumentos andinos. Culmina en pianissimo para pasar a un Allegro con brio a

cargo de toda la orquesta al inicio del último movimiento hasta la entrada del piano

luego del solo de timbal. Luego de temas con ribetes jazzísticos, síncopa y ritmos como

el malambo y carnavalito, se vuelve a la fanfarria inicial del 1° movimiento, lo que le

otorga a la obra una estructura cíclica antes de la recapitulación final mediante una fuga

monumental. La obra fue muy bien recibida por el público y se lo invitó al compositor

en el saludo final en medio de una lluvia de aplausos.

La segunda parte del concierto abrió con una muy buena versión de los Tres

movimientos tanguísticos porteños, compuestos por Astor Piazzolla en 1971 luego de

ganar el Premio Alfredo Hirsch de la Asociación Amigos de la Música y que son los

siguientes: Allegretto- Meno mosso e pesante/ Moderato- Poco piú mosso- Tempo I y

Vivace /fuga). El primero se abre con un solo de clarinete; el segundo, con uno de

violoncello y el tercero, con otro de fagot -magistrales intervenciones de Mariano Rey,

Benjamín Báez y Gabriel LaRocca, respectivamente-. No obstante, los principales

solistas de instrumentos de viento tuvieron intervenciones brillantes -Claudio Barile en

flauta, Néstor Garrote en oboe, Sebastián Tozzola en clarinete bajo-, al igual que Alina

Traine en arpa, Juan Ignacio Ufor en piano y el solista de güiro, así como también el

tándem Xavier Inchausti/ Elías Gurevich en primeros violines. Una versión que sonó

auténticamente piazzoliana y que fue intensamente aplaudida antes de pasar al célebre

Chôros n°10 de Heitor Villa- Lobos, compuesto en 1928 sobre la tonada “Rasga o

coraçaõ” con versos de Catulo da Paixaõ Cearense. El chôro es una serenata para

ensamble instrumental formado por flauta, clarinete, oficleido, cavaquinho, trombón,


guitarra y percusión que surgió en Río de Janeiro en 1870, con patrones rítmicos

sincopados. De la serie de 14 Chôros compuestos por Villa- Lobos entre 1920 y 1929, el

n°10 posee melodías politonales, motivos de inspiración de los pueblos originarios de

Brasil que remedan la vegetación y el canto de pájaros antes de la intervención del

Coro, cuya entrada se produce mediante un ostinato de sílabas onomatopéyicas antes de

pasar a la melodía propiamente dicha. De más está decir que Minczuk es un experto en

la materia, de modo tal que logró conjugar y equilibrar perfectamente la grandilocuencia

de la orquestación con el desempeño del coro -magistralmente preparado por Miguel

Martínez-. Hacía mucho tiempo que el Coro Estable del Colón no participaba dentro del

ciclo de conciertos de la Filarmónica, de modo que le otorgó prestancia y protagonismo

a la función para un cierre brillante, donde todos los intérpretes se retiraron sumamente

aplaudidos.

No sólo ha sido una auténtica noche de Filarmónica, sino también uno de los

mejores conciertos de la OFBA durante el transcurso del corriente año. En este caso, de

la mano de un director eximio que supo interpretar un verdadero universo y crisol de

texturas, ritmos y matices auténticamente americanos.

 Magistral actuación del pianista italiano Andree Gallo en CHOPINIANA


UN REPERTORIO ECLÉCTICO Y VARIADO DIGNO DE UN


VIRTUOSO


Martha CORA ELISEHT


La edición 2025 del Festival CHOPINIANA no sólo reúne a grandes pianistas

nacionales e internacionales, sino que también representa una gran oportunidad de

descubrir nuevos talentos. Tal es el caso del italiano Andree Gallo, quien se presentó en

el marco del Festival con un recital que tuvo lugar en la Federación de Entidades

Españolas en Argentina (FEDESPA) el pasado jueves 16 del corriente para interpretar el

siguiente programa:

- Preludio, fuga y variación en Si menor, Op.18- César FRANCK (1822-1890)

- Tres Intermezzi, Op.117- Johannes BRAHMS (183-1897)

- Sonata para piano n°1 en si menor, Op.1- Alban BERG (1885-1935)

- Sonatina- Maurice RAVEL (1875-1937)

- Petite suite- Luciano BERIO (1925-2003)

- Suite francesa (Suite française) - Francis POULENC (1899-1963)

- L’isle joyeuse- Claude DEBUSSY (1862-1918)

Este notable pianista se ha caracterizado por su eclecticismo desde los

comienzos de su carrera. A los 18 años fue invitado a ofrecer un recital en la

Konzerthaus de Berlín y a partir de allí, desarrolló una carrera meteórica que lo llevó a

actuar en los principales escenarios europeos. Ha interpretado la obra completa para

piano de Francis Poulenc, Debussy, Ravel, Erik Satie y Henri Dutilleux y no es casual

que haya elegido este repertorio para su presentación a nivel local en el presente recital.

También posee numerosos antecedentes pedagógicos, motivo por el cual ha sido

designado subdirector de la Academia Internacional de Piano de Imola.

El recital contó con el auspicio del Instituto Italiano de Cultura, cuya

Vicepresidente -Giuliana Gentile- dirigió unas palabras de agradecimiento. Tras la

presentación a cargo de Martha Noguera, el intérprete se presentó sobre el escenario y

contó con la asistencia de Roque Federico Santini Santoro para dar vuelta de página a

las partituras. Comenzó con el Preludio, fuga y variación en Si menor de César Franck,

compuesto originalmente para órgano en 1862 y dedicado a Camille Saint- Saëns. Fue

interpretado con suma precisión y delicadeza, características que prevalecieron durante

todo el desarrollo del presente concierto. No obstante, quien escribe escuchó que sonó

algo fuerte en los tutti. En cambio, se lo apreció mucho mejor en los Tres Intermezzi

Op.117 de Brahms, compuestos en 1892 y que poseen las siguientes características: el

primero es un Andante moderato- Piú adagio- Poco piú moderato escrito en Mi bemol

mayor (6/8), mientras que el segundo, un Andante non troppo e con molto espresione en

Si bemol menor (3/8) y el tercero, un andante con moto en Do sostenido menor (2/4),

que sonaron respetando las principales características del músico alemán: romántica,

solemne y marcial en una gran interpretación. Seguidamente, Gallo ofreció una


magnífica versión de la Sonata n°1 en Si menor de Alban Berg, compuesta en 1908. A

diferencia de otras obras del compositor austriaco, no se trata de una obra dodecafónica,

sino de estilo impresionista de la Segunda Escuela de Viena, escrita de manera tonal y

oscura. Demostró un perfecto dominio del teclado en una obra de difícil ejecución.

El recital continuó sin intervalo con la Sonatina de Ravel, compuesta en 1903

para un concurso organizado por la revista anglo-francesa Weekly Critical Review, cuyo

objetivo era la creación de un primer movimiento de una sonata para piano. El genio de

Ciboure la compuso como Sonatina en Fa sostenido menor y condensó el allegro de

sonata clásico tripartito en un solo movimiento. Debido a que no prosperó, Ravel la

completó en 1906 en tres movimientos: Moderé- Mouvement de minuet- Animé. La

versión fue precisa y deslumbrante desde los primeros compases, interpretados de

manera sublime. Continuó con una obra poco frecuentada de Luciano Berio: la Petite

suite, que data de 1947 y que, a diferencia de otras obras del principal autor italiano de

música electrónica y electroacústica, posee carácter impresionista, con ribetes que

remedan más a la obra de Ravel y Debussy. Recién a partir del cuarto número de la suite

deja de ser impresionista para pasar a tener el estilo personal de Berio. El quinto número

(Presto) remeda una tarantela con acordes acústicos. Fue el punto más alto del recital,

donde Andree Gallo no sólo demostró su perfecto dominio del teclado, sino también su

experiencia en este tipo de repertorio, sumamente ecléctico y variado. Lo mismo

sucedió con la Suite francesa FP 080 de Poulenc, compuesta en 1935 como música

incidental para la obra La Reine Margot de Édouard Bourdet e inspirada en la colección

de danzas Le Livre de danceries de Claude Gervaise. Su duración total es de

aproximadamente 14 minutos y consta de 7 números: Branle de Bourgogne/ Pavane/

Petite marche militaire/ Complainte/ Branle de Champagne/ Siciliènne/ Pavillion, que

fueron interpretados de manera sublime con precisión, firmeza y sutileza, con un

excelente manejo de tempi y muy buenos matices. La obra abre y cierra con el tema

inicial del primer número en forma cíclica y, junto con la de Berio, fueron las más

aplaudidas.

Para cerrar el recital, Gallo eligió L’isle joyeuse (La isla feliz) de Debussy, dando

cátedra en materia de interpretación del padre del impresionismo musical francés. Fue

compuesta originalmente como parte de la Suite bergamasque en 1904, pero se publicó

como obra independiente y se caracteriza por el empleo de escalas de tonos enteros,

diatónica y modo lidio. Hizo gala una vez más de su prodigalidad, su impresionante

velocidad de digitación y pulsación para brindar una versión impecable desde todo

punto de vista. Tras una ovación de aplausos y vítores, se dirigió al público en su lengua

natal para anunciar el encore: una versión exquisita y refinada de Claro de luna de la

Suite bergamasque de Debussy, que le valió otra ovación.

A pesar de que no se interpretaron obras de Chopin dentro del presente

concierto, valió la pena descubrir un intérprete de excepción, especialista en este tipo de

repertorio. Un recital que fue de menor a mayor, una innovación que ha rendido buenos

frutos y un placer de escuchar a un auténtico virtuoso.

viernes, 10 de octubre de 2025

 


Momento del "bis" por el violinista James Ehnes, observado atentamente por los miembros de la Deutsche Kammerphilarmonie de Bremen. Fotografía de la Sra. Liliana Morsia.


Gran actuación de la Deutsche Kammerphilharmonie Bremen en el Colón


FINURA Y DELICADEZA PARA UN GRAN CONCIERTO

Martha CORA ELISEHT


Fundada en 1980, la Deutsche Kammerphilharmonie Bremen es una de las

orquestas de cámara más prestigiosas de Europa. Su director artístico es Paavo Järvi,

quien lleva más de 20 años junto a la agrupación trabajando en proyectos dedicados a

Beethoven, Schumann y Brahms y, desde 2021, al estudio de la obra sinfónica de Franz

Joseph Haydn. No sólo realiza numerosas giras europeas e internacionales, sino

también, grabaciones de las Sinfonías de Londres de este último compositor durante

2023 y 2024, motivo por el cual recibió la distinción a la mejor orquesta del año 2023

por la prestigiosa revista Gramophone y en 2024, por Opus Klassik.

Esta galardonada agrupación de cámara hizo su presentación en el Teatro Colón

dentro del Ciclo de Abono del Mozarteum Argentino el pasado lunes 6 del corriente

bajo la dirección de Riccardo Minasi, con la participación del violinista canadiense

James Ehnes como solista para ofrecer el siguiente programa:

- Obertura en Do mayor D.591 “Al estilo italiano”- Franz SCHUBERT (1797-

1828)

- Concierto en Re mayor para violín y orquesta, Op.61- Ludwig van

BEETHOVEN (1770-1827)

- Sinfonía n°4 en La mayor, Op.90 (“Italiana”)- Félix MENDELSSOHN

BARTHOLDY (1809-1847)

Previamente al inicio del concierto, una de las características que esta cronista pudo

apreciar fue la formación de la orquesta a la alemana (violas sobre el lado derecho del

escenario, a la izquierda del director y violoncellos en el medio, entre los segundos

violines y las violas), pero con una particularidad: colocó los contrabajos sobre el lado

izquierdo del escenario -en vez de hacerlo sobre la tradicional ubicación a la derecha-.

La velada comenzó con la mencionada Obertura al estilo italiano de Schubert,

compuesta en 1817 en respuesta al furor que causaban en aquel entonces las óperas de

Rossini en Viena. Probablemente, Schubert quería demostrar su ingenio y validar su

labor como compositor al crear dos oberturas de este tipo en dos movimientos: Adagio

(muy solemne) y Allegro (ágil y jovial). Suena muy rossiniana por su escritura, que

despliega motivos breves, combinaciones instrumentales y crescendos orquestales. En

este caso, con una excelente marcación de tempi por parte del director y por la finura,

sutileza y delicadeza en la interpretación.

Seguidamente, James Ehnes hizo su presentación sobre el escenario para brindar una

versión brillante del único concierto que Beethoven escribió para violín solista. Si bien

el genio de Bonn era un virtuoso del piano, sabía tocar el violín y la viola desde su

infancia y se mantuvo vinculado con dicho instrumento durante toda su vida.

Compuesto y estrenado en el teatro An der Wien en 1806 por el virtuoso Franz Clement,

fue dedicado a Stephan von Breuning y, posteriormente, revisado en 1807. Consta de 3


movimientos: Allegro ma non troppo (Re mayor, 4/4) / Larghetto (Sol mayor, 4/4) y

Rondo. Allegro (Re mayor, 6/8), que fueron abordados de manera impecable tanto por el

director como el solista. Riccardo Minasi logró una excelente profundidad sonora desde

los primeros compases de la forma sonata del 1° movimiento, imbuido del espíritu y la

pasión típicos de Beethoven previamente a la entrada del instrumento solista, que

encontró en James Ehnes a un intérprete de gran calidad y categoría.

Independientemente que lo haya ejecutado de memoria, su fraseo, manejo de tempi,

cadenza y ritornello fueron muy precisos y soberbios durante todo el concierto.

Especialmente, en el rondó final, que plantea al solista una de las mayores exigencias de

la obra. Fue sumamente aplaudido al final de su interpretación y tuvo que salir a saludar

varias veces antes de interpretar un bis: un movimiento de la Sonata n°6 de Eugène

Ysaÿe, que sonó muy precisa y magistral, digna de un solista internacional de primer

nivel.

La Sinfonía n°4 en La mayor, Op.90 “Italiana” del Mendelssohn fue compuesta en

1833 tras el impacto y la fascinación que los paisajes de la península provocaron

durante su viaje a dicho territorio en 1830. Italia siempre fue un destino de

peregrinación para pintores, escritores y músicos y se crecentó más aún durante el siglo

XIX. Según palabras del propio Mendelssohn: “La música no la he hallado en el arte

en sí mismo, sino en las ruinas, los paisajes y la alegría de la naturaleza”. Su estreno

se produjo en 1833 por la Orquesta Filarmónica de Londres con el propio compositor al

podio y se transformó en una de las obras más importantes del repertorio universal.

Consta de 4 movimientos (Allegro vivace/ Andante con moto/ Con moto moderato/

Saltarello- Presto) y posee una orquestación sumamente dinámica, que le otorga brillo y

luminosidad desde el movimiento inicial, mientras que el Andante con moto central

evoca un canto peregrino o una procesión napolitana en forma de balada, que contrata

poderosamente con el movimiento anterior. El 3° movimiento (Con moto moderato) es

un minueto con un trío central protagonizado por los cornos para desembocar en el

vibrante y frenético Saltarello- Presto final, donde se alude a la tarantela y otras danzas

típicas del sur de la península. Mediante una sumamente precisa y contundente

marcación de tempi y un magnífico lucimiento de solistas instrumentales, la orquesta

brindó una excelente versión de esta sinfonía. El público estalló en aplausos y vítores al

final del concierto, motivo por el cual, Riccardo Minasi ofreció dos bises: el scherzo del

Sueño de una noche de verano, Op.61 de Mendelssohn y la obertura de Las Bodas de

Fígaro de Mozart. Ambas obras sonaron perfectas y los artistas se retiraron sumamente

aplaudidos.

No es la primera vez que Riccardo Minasi visita la Argentina -de hecho, actuó sobre

el escenario del Colón en el 2000 como concertino del grupo IL GIARDINO

ARMÓNICO, invitado por el Mozarteum-, pero sí ha sido su primera vez en el medio

local como director de orquesta. Se sintió sumamente agradecido por volver a

presentarse en el escenario del Colón, dirigiéndose al público en un impecable

castellano al término del concierto y lo hizo de manera admirable, destacándose por dos

características primordiales: finura y delicadeza, que prevalecieron durante la

interpretación de todas las obras comprendidas en el programa. Una gran noche del

Mozarteum sobre el escenario del Colón con intérpretes de primer nivel y suma calidad.

 


Vista general del escenario durante la interpretación del "Requiem" de Giuseppe Verdi el pasado Domingo 5 en el Auditorio Nacional. Fotografia de la autora del presente comentario.


 Excepcional versión del Réquiem de Verdi por la Sinfónica Juvenil en el Palacio

Sarmiento


UN CLÁSICO RELIGIOSO QUE SIEMPRE GUSTA Y CONVOCA

Martha CORA ELISEHT


Dentro del vasto panorama de la música sacra y religiosa, la Misa de Réquiem

de Giuseppe Verdi (1813-1901) es un clásico sempiterno que gusta al público que asiste

a conciertos sinfónico- corales. Si bien Verdi era agnóstico, siempre tuvo la idea de

componer un Réquiem en colaboración con otros compositores tras la muerte de

Gioachino Rossini en 1868. Sin embargo, esta obra no vería la luz hasta muchos años

después. El músico italiano pasaría un largo tiempo in componer tras el rutilante éxito

alcanzado con AÍDA en 1871 hasta 1887, época de la cual datan OTELLO y el Réquiem.

Verdi quedó muy impactado por la muerte de su amigo Alessandro Manzoni en

1873, cuando militaban juntos por la unificación y el Risorgimento de Italia,

compartiendo las ideas de justicia y libertad. En aquel entonces, Italia estaba

fragmentada en múltiples reinos y el movimiento del Risorgimento proponía la

unificación en nombre del monarca Vittorio Emmanuele di Saboya, motivo por el cual

se vivaba al soberano con la consigna: ¡VIVA VERDI! (que, en realidad, no se refería al

compositor, sino a la sigla “Viva Vittorio Emmanuele, Re d’Italia”, que coincidía con su

apellido). Esto motivó la idea de componer una misa completa en homenaje a la

memoria de quien fuera su amigo. El estreno se produjo en la iglesia de San Marcos en

Milán en 1874 -justo un año después de la muerte de Manzoni- y alcanzó un éxito

rotundo desde la primera representación. Su fama trascendió las fronteras fuera de Italia

y, posteriormente, Verdi realizó en 1875 una revisión de la sección Liber scriptus.

Luego de tres años de haberla representado por última vez, la Orquesta Sinfónica

Nacional Juvenil “Libertador Gral. San Martín” decidió brindar nuevamente este gran

clásico en un concierto que tuvo lugar en el Auditorio Nacional del Palacio Domingo F.

Sarmiento el pasado domingo 5 del corriente bajo la dirección de su titular -Mario

Benzecry-, con la participación del Coro Polifónico Nacional -dirigido por Fernando

Tomé- y los siguientes cantantes: Mónica Ferracani (soprano), María Luisa Merino

Ronda (mezzosoprano), Fermín Prieto (tenor) y Marcelo Iglesias Reynes (barítono). Se

contó con subtitulado electrónico para que el público pudiera comprender el texto en

latín.

La duración aproximada de esta magnífica obra es de 1 hora y media y posee la

siguiente estructura, dividida en 7 movimientos:

 Réquiem y  Kyrie  (cuarteto solista, coro)

 Dies Irae

 Dies Irae (estribillo)

 Tuba mirum (bajo)


 Mors stupebit (bajo y coros)

 Liber scriptus (mezzo-soprano, coro)

 Quid sum miser (soprano, mezzo-soprano, tenor)

 Rex tremendae (solistas, coro)

 Recordare (soprano, mezzo-soprano)

 Ingemisco (tenor)

 Confutatis (bajo, coros)

 Lacrimosa (solistas, coro)

 Domine Jesu ( Offertorium ) (solistas)

 Sanctus (doble coro)

 Agnus Dei (soprano, mezzo-soprano, coro)

 Lux aeterna (mezzo-soprano, tenor, bajo)

 Libera me (soprano, coro)


Asimismo, posee una poderosa orquestación que incluye 3 flautas, piccolo, 2 oboes,

2 clarinetes, 4 fagotes, 4 cornos, 8 trompetas -de las cuales, 4 se hallan fuera de escena-,

3 trombones y un oficleido (un instrumento antiguo que, hoy en día, se reemplaza por la

tuba o el cimbasso, que equivale a un trombón contrabajo), timbales, bombo (cuyos

golpes ae aprecian en el Dies Irae) y cuerdas. En esta ocasión, se empleó cimbasso y

participó como director asistente Fausto Lemos, quien tuvo a su cargo al cuarteto de

trompetas fuera de escena.

Independientemente de escuchar una orquesta muy bien afinada y afiatada

previamente al inicio del concierto, el Coro Polifónico Nacional estuvo muy bien

balanceado desde los primeros compases del Réquiem y Kyrie iniciales, con unos

maravillosos matices vocales y sonoros y un perfecto balance entre el cuarteto de

solistas, la orquesta y el coro. La preparación vocal de Fernando Tomé fue estupenda, la

igual que las voces solistas. Si bien se lo apreció ligeramente tenso a Fermín Prieto al

inicio de su intervención en el Kyrie, se subsanó rápidamente y se lo pudo apreciar en

todas y cada una de sus intervenciones durante todo el desarrollo de la obra, descollando

en el Ingemisco a su cargo. Por su parte, Marcelo Iglesias Reynes se destacó en sus arias

(Tuba mirum, Mors stupebit y Confutatis) , así como también en los tríos y cuartetos

vocales, de los cuales, el Lacrimosa y el Domine Jesu del Offertorium fueron de un

calidad superlativa. María Luis Merino Ronda y Mónica Ferracani brillaron en todas y

cada una de sus intervenciones, pero sobre todo, en el Recordare, Quid sum miser -junto

a Fermín Prieto- y en el Lux æterna, que sonó sublime. La mezzosoprano brilló en el

Liber scriptus y la soprano tuvo a su cargo un sublime cierre brindando una versión

antológica del Libera me para cerrar una de las mejores versiones de este famoso

Réquiem que esta cronista haya escuchado por una orquesta argentina.


Con respecto de la Sinfónica Juvenil, su desempeño fue colosal; sobre todo, en las

fanfarrias a cargo de los metales y, particularmente, en el célebre Dies Irae -el

fragmento más conocido de la obra-. El balance sonoro y la marcación de tempi fueron

perfectos en todo momento, al igual que el diálogo entre la trompeta solista y las 4

trompetas fuera de escena, donde el director asistente Fausto Lemos se destacó por su

coordinación. Los tutti orquestales fueron de una perfección absoluta, al igual que los

pianissimi y, dentro de los solistas instrumentales, se lució el fagotista Esteban Panchi.

El otro momento donde la orquesta brilló fue el Sanctus junto al doble coro. Al término

de la función, el Auditorio Nacional no sólo estalló en un aluvión de aplausos y vítores,

sino que, además, se puso unánimemente de pie en reconocimiento a la labor

desempeñada.

El ímpetu y el entusiasmo que Mario Benzecry contagia a los jóvenes es fascinante,

lo que se traduce en una interpretación de fuste, tal como sucedió durante este concierto.

Pero, además, insta a los jóvenes a no bajar los brazos ante la adversidad y a

perfeccionarse. No solamente los resultados están a la vista, sino que se logró que dos

integrantes de las filas de violines de la orquesta prosigan su formación en el prestigioso

Conservatorio Monteverdi de Bolzano (Italia): Antonella Garvaglia e Irina Sosa,

quienes ya culminan su ciclo dentro de la agrupación y a quienes se las reconoció

mediante un aplauso sostenido previamente al concierto. Ésta es la juventud que se

destaca por mérito propio y la que todos quieren, además del ser el semillero del cual se

nutren las principales orquestas del país.

lunes, 6 de octubre de 2025

 

Una vez mas Raúl Canosa dio muestras de su talento interpretativo. Fotografía de la autora del presente comentario.

Impactante debut de CHOPINIANA 2025 a cargo de Raúl Canosa en FEDESPA


UN CAMBIO DE SEDE MUY APROPIADO PARA UN VIRTUOSO

Martha CORA ELISEHT


El Festival Internacional de piano CHOPINIANA no sólo es un clásico de la

amplia oferta cultural que posee la Ciudad de Buenos Aires, sino que reúne lo más

selecto del pianismo internacional, destacándose por reunir intérpretes nacionales e

internacionales de gran jerarquía. La prestigiosa fundación que dirige Martha Noguera

ha decidido montar un ciclo de 5 conciertos durante el mes de Octubre del corriente año

con pianistas procedentes de Italia, Brasil, España, Polonia y Argentina, cuyo concierto

inaugural tuvo lugar el pasado sábado 4 del corriente en la Federación de Entidades

Españolas en Argentina (FEDESPA) y que contó con el auspicio y el apoyo de las

Embajadas de Brasil, España, Polonia y del Instituto Italiano de Cultura.

El concierto inaugural de la presente edición del Festival estuvo a cargo del

pianista español Raúl Canosa, quien interpretó el presente repertorio:

- Sonata n°8 en La menor, K.310- Wolfgang A. MOZART (1756-1791)

- Polonesa- Fantasía en La bemol mayor, Op.61- Frederik CHOPIN (1810-1849)

- Suite “IBERIA”- Cuaderno n°1- Isaac ALBÉNIZ (1860-1909)

- Après une lecture du Dante: Fantasia quasi sonata- Franz LISZT (1806-1886)

Además de los representantes diplomáticos de los países participantes del Festival

anteriormente mencionados, se hicieron presentes aquellos pertenecientes a las

Embajadas de Bélgica, Paraguay, Alemania y República Dominicana, entre otras. Contó

con la presentación de Ricardo Aguirre y la presencia del representante de la Federación

de Entidades Españolas en Argentina Dante Caamaño, al igual que del Instituto

Gimaraes Rosa (Brasil).

Raúl Canosa nació en Madrid y obtuvo su título superior de música en el Centro

Superior de Enseñanza Musical Katarina Gurska de su ciudad natal, donde debutó en

público a los 15 años interpretando el concierto n°1 de Beethoven. Desde entonces ha

sido invitado a presentarse como solista en numerosas orquestas en España, Estados

Unidos y Argentina y ha ofrecido recitales en diferentes países europeos y americanos.

A los 20 años fue admitido en el Master en Piano en la Coburn School de Los Ángeles y

obtuvo su Diploma en la SMU de Dallas. Se perfecciona actualmente con Bruno Gelber

y durante el transcurso del corriente año participó en el prestigioso Concurso

Internacional Chopin en Miami (Estados Unidos), donde si bien no fue galardonado,

tuvo una destacada actuación. Sorprende por la jerarquía y calidad de sus

interpretaciones y lo demostró en el presente recital desde los primeros compases de la

mencionada Sonata n°8 en La menor K.310 de Mozart, compuesta en París en 1778 y

que consta de tres movimientos: Allegro/ Andante cantábile con espresione y Presto. Si

bien Mozart tenía sólo 22 años, para ese entonces ya había cambiado su estilo y sus

ideas. Los primeros compases del Allegro inicial suenan muy similares a Claro de Luna

de Beethoven, pero rápidamente pasa a tonalidad de Do mayor y suena auténticamente


mozartiana. El desarrollo se elabora sobre los motivos de la exposición mediante una

serie de polaridades armónicas y retrasa las cadencias mediante secuencias de

modulaciones. El movimiento central es lento, expresivo y deja entrever un estado de

preocupación donde se nivelan la forma y la expresión, característica propia de los

compositores románticos, mientras que el presto final es muy marcado y rítmico.

Canosa tuvo una precisión absoluta en la interpretación desde los primeros compases,

con un muy buen dominio de técnica y limpieza sonora para lograr el sonido cristalino -

casi prístino- del genio de Salzburgo. Su velocidad de digitación y su extraordinaria

pulsación se notaron desde el principio, pero se potenciaron en el movimiento final para

lograr una gran versión. La Polonesa- Fantasía op.61 representa una de las obras más

demandantes del repertorio chopiniano por su gran complejidad armónica y forma

musical intrincada. Se denomina así porque la fantasía es la forma en la que se basa la

pieza, pero luego adquiere matices de polonesa. En este caso, se escuchó una versión

refinada, equilibrada y con muy buen dominio de tempi (Allegro maestoso- Piú lento).

Y, pese a que hubo un problema con el pedal que desconcentró al pianista por un

momento, se pudo solucionar favorablemente por su virtuosismo y excelente dominio

del teclado.

El Libro I de la suite IBERIA de Albéniz se estrenó en la Sala Pleyel de París en

1906 y está conformado por tres números: Evocación, El Puerto y El Corpus Christi en

Sevilla. La primera consta de 4 partes: un primer tema (Allegretto espresivo) seguido de

un intermedio en ritmo de fandanguillo y un segundo, seguido de otros dos temas de

carácter impresionista. El Puerto es el más corto de los tres temas y hace alusión al

puerto de Santa María de Cádiz. Tras una breve introducción que servirá como

acompañamiento de gran parte de la pieza, se desarrollan dos temas: el primero (allegro

commodo) y el segundo, algo más suave que la introducción y que se desarrolla de

modo muy lánguido. El empleo de escala diatónica le otorga ese carácter impresionista,

pese a que la melodía res típicamente española. Por último, El Corpus Christi en Sevilla

es la más larga de las tres y, a su vez, la de mayor complejidad técnica en su ejecución,

debido a que el compositor dejó plasmadas numerosas indicaciones de matices, fraseo y

expresión. Comienza con una sucesión de acordes bien acompasados que semejan el

redoble de un tambor a los que les sigue una marcha basada en la canción popular La

tarara (allegro giocoso). Posteriormente, el segundo tema (La saeta) es de carácter más

calmo y tranquilo. Luego de una transición con motivos típicamente andaluces, se logra

un desarrollo contrapuntístico y rítmico muy rico que culmina en pianissimo. Raúl

Canosa demostró un notable crecimiento profesional en el dominio técnico mediante

una perfecta ejecución de trinos, arpegios, arabescos y glissandi en los temas

anteriormente mencionados, logrando una versión de altísima calidad. El público lo

ovacionó tras tan excelsa interpretación, digna de un virtuoso.

La obra elegida para cerrar este recital fue Après une lecture du Dante: Fantasia

quasi sonata de Liszt, compuesta en 1849 como fragmento basado en La Divina

Comedia de Dante Alighieri. Cuando Liszt se instala en Weimar en 1849, la recopila y

la publica en 1858 como parte de Año de peregrinaje. Escrita en un solo movimiento,

posee dos temas principales: el primero, cromático en Re menor, que representa el

sufrimiento de las almas en el infierno y que usa el tritono (intervalo de cuarta

aumentada o de quinta disminuida, conocido como “intervalo del Diablo”, que ayuda a

reforzar la idea del Infierno) y el segundo, un coral beatífico en Fa sostenido mayor, que


representa la alegría de quienes están en el Cielo. Termina con una sección de octavas

cromáticas veloces que, cuando se tocan con gran rapidez, dan la impresión de dividirse

en tres temas diferentes que aluden a las tres cabezas de Stanáass en el Infierno del

Dante. Una pieza que sólo puede ser interpretada por un virtuoso y Raúl Canosa lo

demostró fehacientemente desde el principio hasta el final de esta obra tremendamente

compleja merced a su poderosa velocidad de digitación, su eximia pulsación y el

perfecto dominio de elementos de técnica. El numeroso público que se dio cita esa

noche en el lujoso salón de la Federación Española lo ovacionó de pie luego de su

interpretación, lo que motivó a ofrecer un bis: una magnífica versión de la Danza

Oriental de Enrique Granados, que sonó magnífica. El pianista español se retiró

sumamente aplaudido y satisfecho por el logro obtenido.

Dentro de la presente edición del festival, el cambio de escenario ha sido un

acierto, ya que la sala no posee revestimiento de mármol u otra roca que puede causar

reverberación del sonido. No obstante, el piano no fue el más apropiado por el motivo

anteriormente explicado. De todas formas, fue un inicio muy auspicioso de esta edición

de CHOPINIANA, donde se presentarán los siguientes pianistas: Pablo Rossi (Brasil),

Andree Gallo (Italia), Jakub Kuszlik (Polonia) y Martha Noguera (Argentina), quien

tendrá a su cargo el concierto de cierre. El concierto inaugural ha sido de excelencia y

consolida la presencia de Raúl Canosa en el ámbito local como un pianista sumamente

joven y un auténtico virtuoso del instrumento.