Final de función de "Il Trovatore" de Giuseppe Verdi con todo el elenco aplaudido por el público que se dio cita en el Teatro Asturias. Fotografía suministrada por Valquiria Compañía.
Impresionante versión de “IL TROVATORE” en la Sala Alejandro Casona
UNA PRODUCCIÓN DIGNA DE JUGAR EN LAS GRANDES
LIGAS
Martha CORA ELISEHT
Situada en el Centro Asturiano de Buenos Aires, la Sala Alejandro Casona del
teatro ASTURIAS se ha transformado en un nuevo espacio para producciones de ópera
independiente. Una apreció en dicha sala la versión de DON GIOVANNI con puesta en
escena de Boris Laures hace algunos años atrás y una muy buena producción de LA
FLAUTA MÁGICA organizada por MÚSICA EN ESCENA durante el transcurso del
corriente año. Precisamente sobre este mismo escenario, el pasado domingo 28 del
corriente tuvo lugar la primera de dos representaciones organizadas por VALQUIRIA
COMPAÑÍA de un gran clásico de Giuseppe Verdi (1813-1901): IL TROVATORE, que
contó con la presente ficha técnica: dirección escénica de Facundo Nahuel Aguilar;
asistencia de dirección escénica y caracterización de Cecilia Castellano; dirección
musical interna y preparación de coro a cargo de Fernando Angulo y preparación al
piano de Constanza López. Participaron el Coro y Orquesta de la compañía bajo la
dirección musical de Germán Zacoro Nielsen.
El elenco estuvo integrado por los siguientes cantantes: Lucas Arrieta (Manrico),
Sofía Godoy (Leonora), Omar Carrión (Conde de Luna), Ericka Cussy (Azucena),
Luciano Straguzzi (Ferrando), Claudia Drescher (Inez) y Maximiliano Figueroa (Ruiz).
Estrenada en 1853 en el Teatro Apollo de Roma, IL TROVATORE forma parte de
la trilogía más popular compuesta por Verdi a mediados de su carrera junto con
RIGOLETTO y LA TRAVIATA y también, de la tetralogía verdiana ambientada en
España con ERNANI, LA FORZA DEL DESTINO y DON CARLO. A su vez, el libreto
de Salvatore Cammarano (1801-1852) se basó en la obra homónima de Antonio García
Gutiérrez sobre un hecho histórico: la revuelta del Conde Jaime de Urgel en junio de
1413 contra el rey Fernando I de Aragón por el desacuerdo del Compromiso de Caspe,
cuando el rey Martín I de Aragón muere sin dejar herederos. De ahí que la trama de esta
ópera se desarrolla entre Vizcaya y Aragón a principios del siglo XV.
Lamentablemente, Cammarano falleció en 1852 poco después de concluir el libreto,
motivo por lo cual, Verdi recurrió a uno de sus colaboradores - Leone Emanuele
Bardare-, quien añadió el cantábile del Conde de Luna (“Il balen del suo soriso”) y el
de Leonora (“D’amor sull’ali rose”) y cambió la métrica de la canción de Azucena
(“Stride la vampa”). El éxito fue rotundo desde su estreno y se transformó en una de las
óperas más representadas del repertorio verdiano por la belleza de sus melodías, que
contrarresta la dificultad de exigir cinco voces de gran calidad.
Si bien la presente producción careció de escenografía, contó con un magnífico
vestuario de época y una perfecta caracterización de los personajes, tanto en los roles
principales como el coro (soldados, gitanos y monjas en la escena del convento en el 2°
acto). También se aprovechó el balcón del 1° piso de la sala para ubicar al coro fuera de
escena en el Miserere del 4° acto, lo que fue un gran acierto. La preparación a cargo de
Fernando Angulo y Constanza López fue muy buena, al igual que el desempeño de
Germán Zacoro Nielsen al frente de la orquesta de la compañía, integrada por músicos
muy jóvenes pero que sonó auténticamente verdiana y fue una agradable sorpresa para
deleite de los oídos de quien escribe. El coro tuvo muy buenas intervenciones en el
Coro de los Gitanos del 2° acto y en las escenas donde participa. Tanto Maximiliano
Figueroa como Claudia Drescher interpretaron muy correctamente los roles de Ruiz e
Inez respectivamente y sucedió lo mismo con Luciano Straguzzi como Ferrando. Pese a
que el bajo no tiene tantas intervenciones como los cuatro roles principales, se necesita
una voz rotunda para este rol y cumplió su papel de manera contundente.
Los intérpretes que estuvieron a su cargo los roles principales fueron de una
extraordinaria calidad, dignos de un gran teatro lírico como el Colón o el Argentino de
La Plata. Tal fue el caso de Omar Carrión como el Conde de Luna, donde brilló en todas
y cada una de sus intervenciones desde el inicio hasta el final. El barítono es un
conocido intérprete de este rol y se lució como tal, al igual que la mezzosoprano Ericka
Cussy como la gitana Azucena. Posee una hermosa voz, rica en matices dramáticos, con
buena línea de canto, legato y perfecto dominio de trinos en la célebre Stride la vampa,
pero se lució como actriz en el duetto del 2° acto con Manrico (“Condotta ell’era in
ceppi”) donde su interpretación dramática fue excepcional. Por su parte, Sofía Godoy
brindó una excelente Leonora mediante sus recursos vocales e histriónicos. Es notable
el crecimiento profesional de la soprano desde su salto a la fama como finalista del
Concurso CLARA el año pasado hasta el presente. En este caso, sobresalió en todas sus
arias (“Tacea la notte placida”; “Di tale amor, che dirsi”; “D’amor sull’ali rose” y
“Tu vedrai che amore in terra”) y en los dúos con Manrico y el Conde. Y Lucas Arrieta
brilló como Manrico merced a sus recursos vocales e histriónicos desde su presentación,
cuando canta fuera de escena (“Deserto sulla terra”), continuando con el trío del 1°
acto (“Qual voce!... Ah, dalle tenebre”), el duetto con Azucena (“Mal reggendo al
aspro assalto”) y la celebérrima “Di quella pira”, donde fue ovacionado. Al finalizar la
función, todo el elenco recibió un sinfín de aplausos y vítores.
Independientemente de que le guste el fútbol a esta cronista, la paráfrasis
deportiva a la que alude el título de esta nota resulta muy apropiada para describir esta
magnífica producción de ópera independiente. Es una lástima que sólo se ofrezcan dos
funciones de este gran clásico de Verdi, porque se trata de un espectáculo digno de
apreciar y escuchar. Merecería ser representada dentro de un teatro lírico de la jerarquía
del Colón, porque cuenta con intérpretes de alta calidad y es una producción digna de
jugar en las grandes ligas.
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