lunes, 3 de noviembre de 2025

 

El Maestro James Judd la solista Amalia Hall y la Filarmónica de Buenos Aires durante el concierto del pasado Sábado en el Teatro Colón.


Buena interpretación de obras de Mendelssohn por James Judd con la Filarmónica


UN REPERTORIO CLÁSICO DE BUENA CALIDAD

Martha CORA ELISEHT


Prácticamente en las postrimerías de la Temporada, Noviembre se inicia con

invitados extranjeros en el Ciclo de Abono de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires

(OFBA). En esta ocasión, le tocó el turno al director británico James Judd y la violinista

neozelandesa Amalia Hall, quienes se presentaron en un concierto temático denominado

“MUNDOS ROMÁNTICOS III” que tuvo lugar el pasado sábado 1° del corriente en el

Teatro Colón y que estuvo integrado exclusivamente por obras de Félix Mendelssohn

Bartholdy (1809-1847), que se detallan a continuación:

- Concierto en Mi menor para violín y orquesta, Op.64

- Sinfonía n°3 en La menor, Op.56 (“Escocesa”)

Previamente al inicio del concierto, quien escribe pudo apreciar la formación de la

orquesta a la alemana, pero con una distribución un tanto particular: segundos violines a

la derecha del escenario, violoncellos al costado izquierdo de los primeros violines y los

contrabajos, detrás de los primeros violines sobre el lado izquierdo del escenario. Un

tipo de formación que está ganando terreno dentro de las agrupaciones de cámara o en

caso de no contar con la suficiente cantidad de instrumentistas, permite una mejor

distribución del sonido.

Luego de la tradicional afinación de instrumentos a cargo del concertino Xavier

Inchausti, James Judd y Amalia Hall hicieron su presentación sobre el escenario para

brindar una versión muy correcta del celebérrimo concierto de Mendelssohn, que contó

con una particularidad: sus tres movimientos (Allegro molto apassionato/ Andante/

Allegretto non troppo- allegro molto vivace) fueron ejecutados en forma attaca (sin

interrupción), acorde a la partitura original. Esta obra cumbre del romanticismo alemán

se compuso en 1838 en honor a Ferdinand David, amigo personal del compositor y un

encumbrado violinista. No obstante, se tardó mucho en componer y, por lo tanto, su

estreno se produjo recién en 1845 por la Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig bajo la

dirección de Niels Gade y el propio David como solista. Su éxito fue inmediato y pasó a

ser parte del repertorio de un virtuoso del instrumento. Amalia Hall no sólo lo tocó de

memoria, sino que también sorprendió por su impresionante velocidad de digitación,

fraseo y manejo de trinos y cadencias. No obstante, su interpretación sonó un tanto fría

al comienzo y fue mejorando el canto de su instrumento a medida que transcurría el

concierto. James Judd desempeñó una muy buena labor en cuanto a marcación y

matices en los tutti orquestales, aunque hubo algunas imprecisiones. La velocidad de

digitación y precisión de Amalia Hall en el movimiento final fueron impresionantes y el

público la aplaudió intensamente. Volvió a sorprender al auditorio anunciando el bis en

un impecable castellano: una transcripción para violín solo de La Cumparsita, de

Gerardo Matos Rodríguez. El público sonrió al reconocer los primeros compases de este

himno nacional rioplatense y se retiró muy aplaudida tras su interpretación.


La Sinfonía n°3 en La menor, Op.56 (“Escocesa”) es la última obra sinfónica que

Mendelssohn completó en 1842. Sin embargo, su fuente de inspiración fue el primer

viaje del músico alemán a Inglaterra en 1829. Luego de visitar Londres, se dirigió a

Escocia en compañía de Karl Klingemann y se inspiró en el paisaje y las brumas de la

región en vez de sus melodías folklóricas típicas. Por otra parte, Mendelssohn había

leído los poemas de Sir Walter Scott, conocía los falsos poemas bárdicos de Ossian,

recorrió los Highlands y visitó la isla de Staffa, que le sirvió para componer su Obertura

“Las Hébridas”. Pero no fue hasta la visita de las ruinas del Palacio de Holyrood en

Edimburgo – donde fue coronada la reina María Estuardo- que Mendelssohn encontró

su verdadera fuente de inspiración. Escribió los primeros compases iniciales, pero tuvo

muchísimas dificultades para progresar debido a su viaje a Italia, donde se dedicó de

lleno a componer su célebre Sinfonía n°4 “Italiana” y no fue hasta Enero de 1842

cuando retomó el proyecto. La obra fue terminada en tan sólo 20 días y se estrenó en

Marzo de ese mismo año por la Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig con el

compositor al podio, logrando un éxito y popularidad rotundos desde su estreno.

Inclusive, Mendelssohn dedicó la obra a la reina Victoria I de Inglaterra tras una

interpretación exitosa en Londres y fue también la única de sus sinfonías publicada en

vida. Sus cuatro movimientos (Andante con moto (La mayor, ¾)- Allegro un poco

agitato (La menor, 6/8) / Scherzo: vivace non troppo (Fa mayor, 2/4) / Adagio cantabile

(La mayor, 2/4) y Allegro vivacissimo (La menor, 2/2)- Allegro maestoso assai (La

mayor, 6/8) se interpretan en forma attaca (sin interrupción), acorde al concepto de

unidad y continuidad característicos del romanticismo. Comienza con una introducción

lenta y evocativa que presenta el tema inicial de carácter sombrío que, posteriormente,

sufre variaciones y sigue con el Allegro un poco agitato, de gran fuerza expresiva

dramática. Recién en el 2° movimiento (scherzo: vivace non troppo) se puede apreciar

influencia de música escocesa típica a partir del solo de clarinete -magistral

interpretación de Mariano Rey-. El adagio cantábile se destaca por su profundidad,

orquestación y riqueza melódica, mientras que en el allegro de sonata final reaparecen

las reminiscencias folklóricas de Escocia hasta lograr un final triunfal en La mayor. La

presente versión fue correcta, con buen balance sonoro, pero careció del canto interno y

matices típicos de una orquesta del nivel de la Filarmónica. Por momentos, la marcación

de James Judd era electrizante y, en consecuencia, pudo haber contribuido a la

dispersión y a ciertas imprecisiones. Hubo momentos de mucha precisión -impecable

labor de las maderas en el 2° movimiento- alternando con momentos donde el sonido se

hizo pesado y monótono. No fue de las mejores versiones que esta cronista haya

escuchado en materia de esta sinfonía, pese a que el público respondió favorablemente a

su término.

Cuando se incluyen obras muy conocidas dentro del repertorio romántico, tienen

que sonar a la perfección, con brillo y enjundia, cosa que no sucedió durante el presente

concierto. No se logró el canto interno ni el desarrollo de la orquesta en todo su

potencial. La Filarmónica está para mucho más que un repertorio trillado y reiterativo.

 

El Público, el Maestro Emmanuel Siffert y los miembros de la Sinfónica Nacional en pleno, ovacionan a Pilar Policano luego de su extraordinaria interpretación del Concierto para Violín y Orquesta de Tchaikovsky.  Agradecemos a Gonzalo Quintás el facilitarnos la fotografía tomada por Santiago García de la Dirección Nacional de Elencos Estables.


Sublime interpretación de Pilar Policano junto a la Sinfónica Nacional en el Palacio

Sarmiento


EL AUDITORIO NACIONAL SE RINDIÓ A SUS PIES

Martha CORA ELISEHT


Con tan sólo 17 años, la violinista argentina Pilar Magalí Policano no sólo es una

eximia intérprete, sino también uno de los tantos jóvenes talentos argentinos que están

triunfando en el exterior. Radicada en este momento en Lichtenstein, sigue

perfeccionándose y superándose continuamente para incorporar a su repertorio los

grandes conciertos que se han compuesto para dicho instrumento y retorna

periódicamente a la Argentina para actuar con los principales organismos sinfónicos del

país. Se presentó como solista la semana anterior con la Orquesta Sinfónica de San Juan

bajo la dirección de Wolfgang Wengeroth y el pasado viernes 31 de Octubre, en el

Auditorio Nacional del Palacio Domingo F. Sarmiento junto a la Orquesta Sinfónica

Nacional dirigida por Emmanuel Siffert.

El programa estuvo integrado por las siguientes obras:

- Kikimora, Op.63- Anatoly LIADOV (1855-1914)

- Concierto en Re mayor pr violín y orquesta, Op.35- Piotr I, TCHAIKOVSKY

(1840-1893)

- Escenas de ballet, op.52- Alexander GLAZUNOV (1865-1936)

Luego de la tradicional afinación de instrumentos a cargo del concertino Daniel

Robuschi, Emmanuel Siffert tomó su lugar en el podio para iniciar el concierto con la

primera de las obras. Compuesto en 1910, Kikimora es un poema sinfónico basado

sobre una leyenda de la mitología eslava. Las kikimoras son espíritus femeninos que

habitan las casas escondiéndose tras las paredes y son protectoras cuando la casa está en

orden; caso contrario, hacen ruidos, rompen la vajilla y es muy difícil poderlas sacar. Se

presentan en las pesadillas como mujeres hermosas que torturan a los hombres con sus

deseos (casualmente, en inglés, el término nightmare deriva de dicha raíz, al igual que

cauchemar en francés). La obra se inicia en tono menor en los instrumentos graves

hasta la introducción de una melodía típicamente rusa a cargo del corno inglés, que

alterna con un segundo tema a cargo de las cuerdas en trémolo, flauta y clarinete bajo.

La alternancia de estos dos temas da el clima de suspenso y misterio anteriormente

descripto hasta desembocar en un Allegro giocoso que posee reminiscencias de El

Aprendiz de Brujo, de Paul Dukas. En este caso y, merced a la gran sensibilidad del

director, se logró una versión sumamente precisa y expresiva en matices, planos sonoros

y entradas instrumentales, que fue muy aplaudida.

El célebre Concierto para violín y orquesta en Re mayor fue el único que

Tchaikovsky compuso para dicho instrumento en 1878 durante su estadía en Clarens

(Suiza), donde se encontraba trabajando en la composición de una sonata para piano

luego de sufrir una depresión como consecuencia de su fallido matrimonio con

Antonina Miliukova. Por dicho motivo, carecía de suficiente inspiración hasta que


recibió la visita de uno de sus alumnos de composición: el violinista Iósif Kotec, quien

le propuso tocar una transcripción para violín y piano de la Sinfonía Española de

Édouard Lalo (1823-1892). Tchaikovsky quedó tan fascinado con la obra, que decidió

suspender la composición de su sonata y comenzó a componer su concierto para violín

bajo asesoramiento de Kotec. Estuvo listo en tan sólo un mes y quería que el mismo

Kotec lo estrenara, pero éste no se sintió lo suficientemente seguro como para poder

hacerlo. Por dicho motivo, se lo ofreció al talentoso Leopold Auer, pero lo rechazó

considerándolo “intocable”, razón por la cual hubo que buscar otro solista. La elección

recayó finalmente en Adolf Brodsky, quien lo estrenó en 1881en Viena. No obstante, la

crítica fue adversa por falta de ensayo y por su extrema complejidad. Recién en 1888, la

obra gana popularidad merced a la memorable interpretación de Karel Haliř.

Cuando Pilar Policano hizo su presentación junto con Emmanuel Siffert antes de

tomar sus puestos sobre el escenario, el público comenzó a vitorearla y aplaudirla.

Luego de la majestuosa introducción por parte de la orquesta en el Allegro moderato

inicial, Pilar Policano sorprendió no sólo porque lo ejecutó de memoria, sino por su

notorio crecimiento profesional. Brindó una versión sublime y excelsa de este famoso

concierto merced a su impecable fraseo, con muy buena musicalidad en las cadencias y

pasajes en cascada en las notas agudas de extrema dificultad técnica en el movimiento

inicial. El acompañamiento y el diálogo por parte de la orquesta fue soberbio, mientras

que la solista se destacó por brindar un sonido netamente romántico en el 2°

movimiento (Canzonetta: Andante), muy preciso y con numerosas sutilezas, para pasar

de manera attaca súbito (sin interrupción, de golpe) al impetuoso Allegro vivacísimo

final, donde Tchaikovsky inserta una drushba como tema principal hasta la introducción

del 2° tema (Poco meno mosso), que luego crece en intensidad a medida que el solista

acelera el tiempo (Poco a poco stringendo) hasta la monumental coda final, donde hubo

un más que perfecto diálogo entre solista y orquesta. Se notó en todo momento una

perfecta correspondencia entre director y solista tan sólo con intercambiar un gesto o

una mirada. No hay que olvidar que Siffert es violinista y, por lo tanto, se encontraba

perfectamente compenetrado con la obra, además de poseer un perfecto conocimiento

sobre la misma. Un Auditorio Nacional completamente atiborrado de público la

ovacionó de pie al finalizar su interpretación. Luego de tan sostenido aplauso, la

violinista agradeció no sólo al director y a los músicos, sino que ofreció junto a la

orquesta un bis: una magnífica y bellísima versión de Oblivion de Astor Piazzolla,

donde Pilar Policano demostró ser una genial intérprete de tango. El público se puso de

pie una vez más, lo que obligó a Policano a ofrecer un bis para violín solo: Applemania,

del compositor austríaco Alexei Ibudesman -un sonido nuevo para el público local-,

donde la solista se lució una vez más haciendo gala de su maestría y dotes

interpretativas. Una nueva ovación de aplausos para coronar una velada inolvidable.

Escenas de Ballet, Op.52 de Glazunov es una suite orquestal de 7 números

compuesta en 1894 que -pese a su título- no fue prevista como obra coreográfica. Lleva

un orgánico que incluye cuerdas, arpa, piano, celesta, maderas por 3, 4 cornos, 2

trompetas, 3 trombones, tuba, abundante percusión -que incluye xilofón, bombo,

glockenspiel y otros-. Se inicia con una brillante fanfarria a cargo de los metales,

seguida por una melodía que posee ciertas reminiscencias italianas, mientras que el

segundo número abre con un glissandi en piccolo, arpa, xilofón y triángulo que logra un

sonido similar al de una caja de música, seguido por las cuerdas. El tercero es una


mazurka y el cuarto, una fuga a cargo de los cornos, madera y cuerdas en escalas

ascendentes y descendentes desarrollada magistralmente, que culmina con un final

suave. La quinta escena es un bellísimo adagio que se inicia con un tema de carácter

lírico y romántico a cargo del arpa y posteriormente desarrollado por la orquesta,

mientras que la sexta se caracteriza por una serenata a cargo de las cuerdas en pizzicato,

donde se insertan dos bellísimos solos a cargo del oboe y el corno inglés

respectivamente. La última escena es un vals de hermosa línea melódica, con amplio

vuelo en cuerdas, arpa y maderas. Finalmente, la obra cierra con el tema inicial

desarrollado de manera brillante en ritmo de polonesa/ mazurka por toda la orquesta y

culmina con la fanfarria inicial a cargo de los metales de modo brillante en la coda y

capitulación final. La versión ofrecida fue magistral, donde se lo aprecio a Emmanuel

Siffert con una entrega absoluta en cuerpo y alma en materia de interpretación y canto

interno de la orquesta, muy bien afinada, afiatada y gran lucimiento de todos los solistas

de los principales grupos de instrumentos. Una obra poco frecuentada, pero de línea

melódica exquisita para poner punto final a una noche mágica en el Auditorio Nacional.

Una vez más, la mejor orquesta sinfónica del país dio prueba de su capacidad

merced a la perfecta interacción y correspondencia entre los músicos y el director. Si a

esto se le suma una intérprete en ascenso de eximia jerarquía, se completa el equipo

ideal para ofrecer un gran concierto. En este caso, el Auditorio Nacional cayó rendido a

los pies de una pequeña gigante.

domingo, 2 de noviembre de 2025

 

LUCIO ISABEL MINGUEZ EN EL ATARDECER DEL JOCKEY

 

Jockey Club de Buenos Aires, ciclo de extensión cultural año 2025. Concierto con la participación de Isabel Mínguez (Mezzosoprano) acompañada por Sebastián Teijeiro (Piano). Programa: obras de Montsalvage, Falla, Serrano, Lecuona, Luna, Giménez, Chapí,  Chueca y Alonso. Salón Anasagasti, 30 de Octubre de 2025.

 

  Una gratificante velada tuvo lugar el pasado Jueves 30 del Corriente en el Salón Anasagasti del Jockey Club de Buenos Aires, en donde dentro del marco del ciclo de extensión cultural que preside Ntro. estimado colega José María Cantilo,  se presentó la Mezzosprano Isabel Mínguez acompañada por Sebastián Teijeiro al piano para ofrecer un repertorio iberoamericano de interesante estructuración compuesto por una primera parte de canciones de cámara y otra consagrada a la Zarzuela, genero por el que más se la ubica a esta reconocida interprete.  Las presentaciones estuvieron a cargo de Rodolfo Gallo, reconocido socio de la institución. Un salón colmado fue el apropiado marco para esta presentación.

 

  Comenzando el recital, Mínguez mostró una faceta interesante de su personalidad artística, acometiendo con solvencia las cinco canciones negras de Xavier Montsalvage, las que virtio de manera sólida con instantes de buena expresividad, sumado a un muy buen acompañamiento del Mtro. Teijeiro. De ellas, se apreció un muy buen desempeño en la “Canción de Cuna” con texto de Ildefonso Valdés, con un absoluto dominio de la introspección y en la final “Canto Negro” con textos de Nicolás Guillén, en donde hizo gala del gracejo, con un remate final de gran calidad.

 

  A renglón seguido, la interprete brindó una interesante lectura de las Siete Canciones populares Españolas de Don Manuel de Falla  en donde la Jota (Con su famoso “Dicen que no nos Queremos”) y aquí nuevamente en una “Canción de Cuna” fueron los puntos más altos de una lucida versión.

 

  Tras un breve intervalo, los intérpretes retornaron al escenario en donde Mínguez brindo muy correctas versiones de su repertorio más conocido con la siempre exigente escena de Rosa de “Los Claveles”, el momento más importante de “María La O” de Lecuona en donde la media voz de la intérprete se impuso por completo, para luego lucir a pleno con sus dotes vocales y expresivas en “De España Vengo” de “El Niño Judío”, las “Carceleras” de “Las Hijas del Zebedeo” , el “Tango de Menegilda” de “La Gran Vía” del Mtro. Chapí y el muy interesante rescate del “Pasodoble de La Bandera” de Alonso, muy poco frecuentada y que terminó siendo un verdadero acierto.

 

Párrafo aparte para el joven pianista Sebastián Teijeiro, quien supo acompañar con gran lucidez a la solista y aportar de modo impecable una estupenda interpretación del célebre intermedio de “La Boda de Luís Alonso” de Gimenez,  justicieramente aplaudido por el público, tanto como a la solista en el final para que ambos retribuyeran con una simpática versión de “La Tarantula” de  “La Tempranica” y cerrar con una impecable y muy expresiva “Habanera” de “Carmen” de Bizet, en la que Míguez  recorrió la sala, integrando al público en el remate final.

 

  Interesante combinación de estilos que merecería la repetición y un muy placentero momento, el vivido en el salón Anasagasti.

 

Donato Decina