viernes, 29 de junio de 2018


Excelente versión de las Sinfonías de Schumann por la Estable del Colón  en la Usina del Arte

LAS SEGUNDAS PARTES FUERON AÚN MEJORES
Martha CORA ELISEHT

            El pasado sábado 16 del corriente tuvo lugar en la Usina del Arte la segunda parte del Ciclo Integral de las Sinfonías de Robert Schumann (1810-1856), a cargo de la Orquesta Estable del Teatro Colón, dirigida por Roberto Saglimberti. Se interpretaron la Sinfonía n° 2 en Do mayor, Op. 61 y la Sinfonía n° 4 en Re menor, Op. 120.
            De todas las sinfonías del gran compositor alemán, la Segunda Sinfonía en Do mayor es, quizás, la menos conocida y la menos interpretada en los programas de conciertos. Fue compuesta en 1845, luego de un período difícil en la vida del compositor, como consecuencia de un colapso mental por su patología de base (esquizofrenia). Sin embargo, posee una gran belleza armónica y un sinnúmero de contrastes: sombras al inicio del 1° movimiento (Sostenuto assai- Un poco piú vivace- Allegro ma non troppo) a cargo de las cuerdas y los metales,  que se transforman en luz mediante una  melodía basada en cánones de Johann Bach en el 2° movimiento (Scherzo- Trio I, Trio  II y coda: Alegro vivace)- , donde el violín, la viola y las maderas interpretan un trío, y luego, los segundos violines, los cellos y las maderas replican el otro, en las siguiente tonalidad: Si- La- Do- Fa sostenido (B-A-C-H, en nomenclatura sajona, formando un acróstico con las notas que forman el apellido del compositor).  Este estilo de composición se traduce en una melodía luminosa, romántica, pero que a su vez, se diferencia de otros compositores del mismo período (Beethoven, Weber), donde Schumann pone su sello personal. El 3° movimiento (Adagio espressivo) es nada más ni nada menos que una transfiguración hacia el final (Allegro molto vivace), donde la Orquesta Estable logró un equilibrio sonoro y unos matices perfectamente bien logrados, bajo la espléndida dirección de Saglimbeni.
            De todas las sinfonías de Schumann, la 4° Sinfonía en Re menor es la más conocida y la más ejecutada en los habituales programas de conciertos. Compuesta en 1841, fue dedicada a su esposa – Clara Wieck- para su cumpleaños. Lamentablemente, fue mal recibida y permaneció en el ostracismo hasta 1851, cuando Schumann decide revisar la partitura, armar una orquestación distinta y numerarla como 4° Sinfonía (cuando, en realidad, era la Segunda). Sus cuatro movimientos se representan en forma continua (Ziemlich langsam- Romanze- Scherzo & Trio- Langsam/Schneller/Presto) y están ligados mediante una sucesión de temas recurrentes, que aparecen bajo diferentes aspectos.  En este caso, Saglimberti ofreció una excelente versión, haciendo hincapié en los diferentes matices a los cuales alude la partitura. Fueron muy destacadas las intervenciones de los instrumentos solistas y el público respondió positivamente.
            Discípulo del Maestro José Abreu, el venezolano Rodolfo Saglimbeni es Director titular de la Orquesta Sinfónica de la Universidad Nacional de Cuyo (Mendoza) y es uno de los directores más solicitados en América Latina. Dentro de sus numerosos méritos y antecedentes, es especialista en desarrollo y entrenamiento de orquestas (fue Miembro fundador del Sistema del Orquestas Sinfónicas Juveniles de Venezuela) y reside en la Argentina desde 2013. Hubiera sido ideal que dirigiera las cuatro sinfonías del presente Ciclo, pero no ha sido posible por diferentes motivos. Le correspondió dirigir la segunda parte de este Ciclo Integral y ha sido excelente. Hasta tal punto, que vale la pena desterrar ese consabido dogma que dice:“las segundas partes nunca fueron buenas” y redoblar la apuesta. En este caso, fue exactamente a la inversa: las segundas partes han sido mejores.  

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