sábado, 27 de julio de 2019

Muy buena reposición de “LA FLAUTA MÁGICA” por Juventus Lyrica en el Avenida

IMBUIDOS DE LA MANO Y DEL ESPÍRITU MOZARTIANO
Martha CORA ELISEHT

            Dentro de la gran oferta en materia de espectáculos de música clásica y ópera que ofrece Buenos Aires en estas vacaciones de invierno, el pasado viernes 26 del corriente se llevó a cabo el segundo título de la 20° Temporada de Juventus Lyrica en el teatro Avenida: “LA FLAUTA MÁGICA” de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), en coproducción con la compañía de ópera holandesa OPERA2DAY, bajo la dirección musical de Hernán Schvartzmann y la dirección artística de María Jaunarena, quien también diseñó el vestuario. La iluminación y la escenografía estuvieron a cargo de Gonzalo Córdova y la dirección de escena, de Matías Fernández, con el siguiente elenco: Nazareth Aufé (Tamino), Jaquelina Livieri (Pamina), Gabriel Carasso (Papageno), Ana Sampedro (Papagena), Oriana Favaro (Reina de la Noche), Walter Schwarz (Sarastro), Patricio Olivera (Monostatos), Laura Penchi (Primera Dama), Verónica Canaves (Segunda Dama), Rocío Arbizu (Tercera Dama), Felipe Cudina Begovic (Spracher y Sacerdote), Rodrigo Olmedo (Sacerdote y Hombre de Armas) y los niños Sol Sánchez Arteaga, Micaela Sánchez Arteaga y Abril Roitman (Los tres Ñiños Sabios), mientras que Francisca D’Alessandro, Tomás Podzun y Gretel Tomas dieron vida a la prole de Papageno y Papagena en el cuadro final. Participó también el Coro de la entidad, dirigido por Hernán Sánchez Arteaga, que se destacó por la excelente preparación de sus voces y por brindar un perfecto acompañamiento en las escenas de conjunto.
            De todas las óperas de Mozart, LA FLAUTA MÁGICA es la predilecta de esta cronista, quien tuvo la oportunidad de verla en numerosas oportunidades; inclusive, en el Teatro de Marionetas de Salzburgo, donde los titiriteros animan a sus marionetas con excelentes versiones –de la talla de directores como Herbert von Karajan o Karl Böhm y de voces espléndidas como las de Wilma Lipp, Roberta Peters, Dietrich Fischer- Dieskau, Hermann Prey o Fritz Wunderlich-, pasando por las ofrecidas en 2013 y 2016 por el Metropolitan de New York, caracterizadas por su gran despliegue escenotécnico y sus magníficas puestas en escena. En este caso, la presente versión se caracterizó por estar muy bien interpretada –tanto desde el punto de vista vocal como actoral- y por un magnífico vestuario, donde contrastaban el blanco del vestido de Pamina (que representa pureza y la luminosidad del reino de Sarastro, donde reinan la sabiduría y la paz) con el negro usado por la Reina de la Noche y sus tres Damas (oscuridad, sombra y tinieblas, en contraposición con lo anterior). Por otra parte, la alegría y la comicidad de Papageno se vieron reflejadas en un traje de vívidos rojo, naranja y azul, que fueron los mismos para confeccionar el traje de Papagena. Pero además, todas las faldas largas estaban armadas como alas de murciélago, que permitían ocultar o proteger- acorde a las escenas- al ser desplegadas. Por ejemplo: en el caso de las Damas de la Reina de la Noche, de su interior salieron tanto la flauta mágica de Tamino como las campanillas de Papageno, además del candado que sella la boca  de este simpático personaje por haber mentido. Lo mismo sucede cuando Pamina intenta proteger a su amado cuando atraviesan juntos el reino de las sombras al compás de la flauta, o cuando la Reina de la Noche decide vengarse de Sarastro. Pese a ser sencilla, la escenografía permite dar paso a las numerosas escenas en las que se divide la ópera, con un excelente juego de luces para ilustrar los momentos donde los personajes pasan de la oscuridad a la luz; de la transición de las tinieblas donde habita la Reina de la Noche hacia la luminosidad  que caracteriza el reino de Sarastro.
            Hernán Schvartzmann demostró ser un magnífico director de orquesta, logrando muy buenos matices y algunos efectos sonoros usando instrumentos desde fuera de escena (ej: tabla metálica, bombo, platillos) como también, desde el escenario (ramas de papel, cascos) más los silbatos para emular el canto de los pájaros en el aria de Papageno. Además de ser un gran cantante, Gabriel Carasso se llevó los laureles por ser un gran actor cómico, que dio vida al célebre e inquieto cazador de pájaros. Inclusive, se dio el lujo de improvisar junto a Hernán Schwartzmann una escena cómica ofreciéndole vino e invitándolo a beber, donde hizo desafinar la orquesta a propósito. Fue muy bien celebrado por el numeroso público presente y muy aplaudido. Además, él mismo tocaba la flauta de pan con la que Papageno emula el canto de las aves. Y junto a Ana Sampedro como Papagena, formaron un dúo inolvidable. Además de una buena cantante, la mencionada soprano se manifestó como una comediante estupenda, haciendo de las suyas sobre el escenario.  Obviamente, fueron los más aplaudidos hacia el final junto con su prole de Papagenitos. Nazareth Aufé brindó un excelente Tamino, con muy buenos matices vocales y una interpretación soberbia de su rol. También fue muy destacada la actuación del bajo Walter Schwarz, quien ofreció una estupenda interpretación de Sarastro, alcanzando perfectamente las notas más graves. Felipe Cudina Begovic también se lució como el Spracher que aconseja a Tamino cómo comportarse para entrar al reino de la sabiduría, al igual que el sacerdote que guía a los forasteros al rito de iniciación. El trío formado por Laura Penchi, Verónica Canaves y Rocío Arbizu fue espléndido, ya que las Tres Damas funcionan prácticamente como una sola voz, con diferentes matices. Todas hicieron gala de sus dotes histriónicas y fueron  muy aplaudidas.
            Enfundada en un bellísimo vestido negro con falda de alas de murciélago, Oriana Favaro hizo su presentación en escena como la Reina de la Noche presentando a Tamino el retrato de Pamina. Lamentablemente, en la célebre cavatina de la primera de las arias del personaje, sufrió una indisposición que la dejó sin voz, motivo por el cual se cerró el telón y se produjo un breve lapsus que fue solucionado rápidamente. Hernán Schvartzmann retomó desde donde había dejado pendiente y Favaro no sólo cantó nuevamente la difícil aria de exigente coloratura, sino que además, lo hizo con maestría y dio perfectamente las notas –un tanto ajustada-, motivo por el cual recibió un cálido aplauso por parte del público. Por suerte, estuvo en franca mejoría para interpretar la célebre aria de su personaje en el 2° Acto y siguió sin problemas hasta el final. Y Jaquelina Livieri tuvo a su cargo una brillante interpretación  de Pamina desde el principio hasta el final. Por su parte, Patricio Olivera también brilló como el odioso  Monostatos, mientras que los Tres Niños Sabios lograron una bella versión, con voces que sonaron angelicales.
Las producciones de Juventus Lyrica son de alta calidad sonora e interpretativa, y en este caso, LA FLAUTA MÁGICA lo confirma. Un excelente trabajo de preparación vocal y actoral junto a un vestuario espléndido, de muy buen gusto, una escenografía sencilla –pero muy efectiva- junto a un brillante director de orquesta forma la combinación perfecta para gozar de un espectáculo apto para todas las edades, donde el bien triunfa sobre el mal y la luz brilla sobre la oscuridad. Y, por sobre todas las cosas, de la mano del genio de Salzburgo, cuya fama perdura a través de los tiempos y cuya música es una caricia para el alma, imbuida de su espíritu

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