lunes, 1 de julio de 2019


TURANDOT – Teatro Colon 28/06/2019
En 1926,  a solo dos meses de su estreno en La Scala, el Teatro Colon llevó a escena Turandot, la opera póstuma e inconclusa de Giacomo Puccini. Desde entonces, Turandot se presentó en 15 temporadas previas a la presente. En cada una de esas 15 temporadas, grandes sopranos representaron a la princesa; Muzio, Raisa, Milanov, Callas, Nilsson, Udovic, Dimitrova, etc. Y otros tantos tenores de renombre interpretaron a Calaf;  Lauri Volpi, Thill, Merli, Del Monaco, etc.
Esto muestra la importancia, no solo por su belleza edilicia, que nuestro primer coliseo, supo tener en una época.
En las representaciones del primer elenco, que se llevan a cabo en estos momentos, destaca el nombre de una gran figura, al nivel de las que se mencionaron anteriormente, por la importancia de su carrera internacional y su calidad artística; Maria Guleghina.
Guleghina compone un personaje. No es la “Princesa hierática” que muchos suelen asociar a este rol; expresa cada una de las emociones que el texto o la situación argumental le pide a lo largo de la obra. Tal vez su voz no suene tan lozana como cuando la vimos en su recital, hace 14 años, pero suena vigorosa y contundente, resolviendo los pasajes más difíciles con la maestría y la experiencia que le dan sus 35 años de carrera.
Por el contrario, Kristian Benedikt, que interpreta el rol de Calaf, muestra lozanía y potencia vocal, pero lejos está de componer un personaje. No hay ductilidad en su canto. Se sabe poseedor de potentes agudos, y se prepara para emitirlos como para que el público los espere, los reciba y se asombre, y a veces sale bien, otras no tanto. El “Nessun dorma”, solo pareció una excusa para llegar al agudo final esperando la “apoteosis” que nunca ocurrió. De todos modos, esto es solo lo que diferencia a un cantante que cumple, con un artista que canta; y Benedikt, cumplió con su compromiso.
Otro tanto ocurrió con Verónica Cangemi en el rol de Liu. De gran trayectoria internacional y una especialista en música barroca, Cangemi incursiona en el verismo cumpliendo bien con un personaje fuera de su especialidad. Absolutamente exagerada en la muerte de Liu y con algunos sonidos fijos típicos del barroco pero no del verismo pucciniano.
El bajo James Morris ya no es el Wotan, que supimos ver en el 96. Sus casi 50 años de carrera se reflejan en su voz que ya perdió el color de su cuerda. A pesar de ello, dadas las características de Timur, su personaje, resolvió todo muy bien con lo que enseña la experiencia.
Raul Gimenez, otro artista de destacada actuación internacional, nos sorprende interpretando al Emperador Altoum. Lo hizo de manera irreprochable, dándole expresividad a cada palabra de su texto.
Ping, Pang y Pong, son una trinidad, tratada por Puccini como un solo personaje. Como dice Mosco Carner en su libro sobre Puccini: “Estas conforman un coro en miniatura, pues Puccini las trata no tanto como personajes individuales, sino como  un grupo que canta la misma música”. El contraste principal reside en sus voces, en efecto, Ping es barítono, y los otros dos tenores.
Sin embargo, es en  Ping, y fuera del trío, en quien recaen algunas frases importantes en el tercer acto, que deben ser dichas con autoridad y presencia vocal. Dicho esto, el rol de Ping interpretado por el barítono Alfonso Mujica, dejo mucho que desear. Su voz es buena, pero su performance carece de la relevancia y la experiencia necesarias para un artista de primer elenco en el Teatro Colon. Lo mismo vale para Santiago Martinez, en el rol de Pang. Correcta la actuación de Carlos Ullan, artista ya probado, y con años de trayectoria en el teatro. Correcto también el resto del elenco; Alejandro Meerapfel, como el Mandarín y Laura Polverini y Gabriela Ceaglio como Doncellas.
La dirección musical del Maestro Christian Badea, no conformó totalmente. No hubo fraseos ni matices. La solemnidad y pomposidad de las grandes escenas en la corte imperial, se convirtieron en simples marchas por los tiempos elegidos por el maestro.
Muy buen trabajo del Coro estable y el de niños del Teatro Colon, a quienes aún les restan 8 funciones prácticamente seguidas, de una opera agotadora.
La magnífica  escenografía que dejara el Maestro Roberto Oswald, fue la utilizada para esta reposición de Turandot. Matías Cambiasso y Anibal Lapiz, con la reggie y el vestuario, nos permitieron ver Turandot de Puccini. Para esta época, ver la opera como fue pensada por sus autores, es todo un logro.
Roberto Falcone

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