domingo, 19 de septiembre de 2021

 

Muy buen desempeño de la Filarmónica en el Teatro Colón

 

VIENTOS QUE SOPLAN Y MELODÍAS QUE BRILLAN

Martha CORA ELISEHT

 

            Dentro de su Ciclo de Conciertos 2021 y de la Temporada de su 75º Aniversario, la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires ofreció el pasado sábado 18 del corriente en el Teatro Colón un concierto bajo la dirección de su titular -Enrique Arturo Diemecke- con la participación de la pianista Lilia Salsano y la mezzosoprano Cecilia Díaz, donde se interpretaron las siguientes obras:

-          Sinfonía para instrumentos de viento- Igor STRAVINSKY (1882-1971)

-          Concierto para piano e instrumentos de viento- Igor STRAVINSKY

-          “El Amor Brujo”- Manuel DE FALLA (1876-1946)

Debido a que en este año se cumplen 50 años del fallecimiento de Stravinsky y 75 años de la muerte de Manuel de Falla, este concierto se destacó no sólo como homenaje a ambos compositores, sino también porque se presentaron obras que raramente se ejecutan. Tal es el caso de la mencionada Sinfonía para instrumentos de viento, que fuera compuesta en 1920 y estrenada hace un siglo. Consta de un solo movimiento de no más de 10 minutos de duración, donde participan 15 maderas y 9 metales. Es una de las obras más tempranas del compositor, donde se conjugan melodías tradicionales rusas en un estilo más vanguardista -con matices impresionistas y pasajes con reminiscencias de La consagración de la primavera-. La versión ofrecida por la Filarmónica fue muy buena, donde los principales solistas de instrumentos de viento de la agrupación se lucieron en una armonía perfecta.

De la misma época es el Concierto para piano e instrumentos de viento, compuesto en 1923. Está escrito para 28 instrumentos: 11 maderas, 12 metales, timbales, piano solista y dos contrabajos. Escrito a la usanza clásica, consta de tres movimientos: Largo- Allegro- Piú mosso- Maestoso/ Largo- Piú mosso- Tempo primo/ Allegro- agitato- Lento- Stringendo, donde el piano toma la melodía inicial en cada uno de los mismos antes de la entrada de los metales en el 1º y 2º movimientos. Fue estrenado en París en 1924 con el compositor al piano y dirigido por Sergei Koussevitsky. Es una obra que se interpreta muy raramente por su dificultad técnica para el instrumento solista, que fue abordado de manera magistral por Lilia Salsano merced a su prodigiosa digitación y técnica impecable. También se lucieron los principales solistas de instrumentos de viento bajo una muy buena dirección de Diemecke. No sólo el público estalló en vítores y aplausos al final del concierto, sino que obligó a Lilia Salsano a hacer un bis. En este caso, la pianista santafesina eligió Fermina de Carlos Guastavino, que fue ejecutada con suma precisión y dulzura. El público volvió a aplaudirla.

En 1915 se estrenó en Madrid el ballet El Amor Brujo, compuesto por Manuel de Falla según el libreto de Gregorio Martínez Sierra por encargo de la bailarina flamenca Pastora Imperio. La historia se desarrolla en Andalucía y cuenta el amor que la gitana Candela siente por Carmelo, pero debió casarse con otro hombre por imposición paterna. Su esposo es asesinado a raíz de un amorío que tuvo con Lucía -la esposa del hombre que lo asesinó- y su fantasma atormenta a Candela por las noches, haciendo que la gitana baile para él. Para alejar el espíritu del muerto, Candela y Carmelo deben bailar una danza ritual sobre el fuego. Al no tener éxito, se organiza una segunda ceremonia de danza, donde también participa Lucía. Al salir el sol, se rompe el hechizo y los gitanos pueden disfrutar de su amor, ya liberados de toda amenaza. La música es de corte netamente andaluz y posteriormente, de Falla toma 8 números para elaborar la suite orquestal con participación de una mezzosoprano/ contralto que es la que forma parte habitual de los programas de conciertos. La versión ofrecida por la Filarmónica fue muy buena, con una gran calidad sonora -pese a algunos desacoples en pasajes muy conocidos, como El aparecido y la Danza del terror- y donde los principales solistas se lucieron en cada uno de sus instrumentos -Natalia Silippo en oboe, Mariano Rey y Eloy Fernández Rojas en clarinetes, Claudio Barile en flauta, Martcho Mavrov y Margaret Mengel en cornos, Diego Fainguersch en cello, Julián Medina en contrabajo, Jonathan Bisulca en trompeta y Leonardo Marcone en piano-. El número más famoso de la suite -la celebérrima Danza ritual del fuego- sonó perfectamente, muy precisa y por sobre todas las cosas, con acento andaluz. Por su parte, Cecilia Díaz dio vida a una vibrante Candela merced a su excelencia vocal y su perfecto dominio de las notas graves en sus tres arias (Canción del amor dolido, Canción del fuego fatuo y Las campanas del amanecer). Se encuentra en un momento donde su voz le permite alcanzar notas correspondientes al registro de contralto -ideal para el cantejondo gitano- y ofreció una excelente interpretación.

La pandemia ha venido muy bien para reponer estas obras, que son auténticas joyas y que se representan en muy pocas ocasiones.  En el vasto universo de la música clásica existen infinidad de composiciones para escaso número de instrumentos que -poco a poco- están renovando los programas de conciertos. Soplan nuevos vientos de cambio para que estas partituras sean rescatadas de un injusto olvido.

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