domingo, 16 de junio de 2024

 Excelente interpretación del oratorio “ELÍAS” de Mendelssohn en el CCK


UNA PROFECÍA PERFECTAMENTE CUMPLIDA


Martha CORA ELISEHT


Uno de los profetas más representativos del Antiguo Testamento es Elías, cuya

historia forma parte del Libro de los Reyes. Bajo el reinado de Ajab, Elías erradicó la

idolatría del culto de Baal en Israel mediante una sucesión de hechos: la resurrección de

un niño ofrecido como víctima por los paganos; el sacrificio del Carmelo, donde Yahvé

convierte un sacrificio ofrecido en una columna de fuego, mientras una frenética

secuencia de plegarias ofrecidas por los sacerdotes de Baal fracasa; la invocación a la

lluvia por parte de Elías luego de una sequía prolongada para castigar la infidelidad de

Israel; la persecución del profeta por la reina Jezabel, su retiro al desierto, su visión de

Dios, su regreso a su trabajo y la ascensión mediante un carro de fuego al cielo. Esto

motivó a Félix Mendelssohn- Bartholdy (1809-1847) a componer un oratorio sobre este

personaje bíblico.

Tras muchos años de ausencia de los escenarios porteños, ELÍAS se representó

en el Auditorio Nacional del Centro Cultural Kirchner el pasado jueves 13 y viernes 14

del corriente con los siguientes intérpretes: la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil

“Libertador Gral. San Martín”, The Washington Chorus, The University of Michigan

Chamber Choir, bajo la dirección de Eugene Rogers; el Coro Nacional de Niños,

dirigido por María Isabel Sanz y la presencia de los siguientes solistas: Will Liverman

(barítono), Juliet Schlefer (soprano), Monique Spells (mezzosoprano) y Tyrese Byrd

(tenor).

Nacido en el seno de una familia judía y convertido posteriormente al

protestantismo, Mendelssohn era un profundo admirador de la obra religiosa de Bach y

de hecho, no sólo se convirtió en un férreo difusor de su obra, sino que también

organizó la primera representación de La Pasión según San Mateo en 1829. También

era admirador de Händel y preparó una edición de oratorios de este último compositor,

los cuales, a su vez, le sirvieron para componer su primer oratorio: Paulus (1836), con

textos elegidos por el pastor protestante alemán Julius Schubring. En 1845, el Festival

de Birmingham le pidió a Mendelssohn que compusiera un oratorio por encargo.

Originalmente, le solicitó el texto a Karl Klingemann sobre la figura del profeta Elías,

pero no fue capaz de terminarlo. Por lo tanto y, en colaboración con Schubring, lo

compuso con texto en alemán y luego, lo fue adaptando a la traducción inglesa realizada

por William Bartholomew. Esta versión fue la que se estrenó en 1846 y la que se

representó en el CCK. No fue hasta después de la muerte del compositor que se estrenó

la versión original en alemán en 1848 en Leipzig, bajo la dirección de Niels Gade. En

ambos casos, obtuvo un suceso rotundo desde su estreno y se representó con frecuencia

en los principales escenarios del mundo.

La obra se divide en dos partes (20 números en la primera y 22, en la segunda),

con una introducción a cargo de Elías y luego, se interpreta la obertura. El protagonista


está representado por el barítono, mientras que la soprano canta la viuda, el joven y el

segundo ángel; la mezzosoprano, el primer ángel y la reina Jezabel, mientras que el

tenor interpreta a Abdías y Ajab. Se alternan pasajes con recitativo y voces solistas

como con recitativo y coro, para lograr escenas de mayor dramatismo.

Eugene Rogers demostró ser un director sinfónico- coral de primer nivel. Es el

actual director del Washington Chorus, que sonó muy compacto, con una perfecta

selección de las voces y en compaginación con el University of Michigan Chamber

Choir. Ambos coros sonaron de manera celestial en los cánones a 4 voces que cierran

cada una de las dos partes del oratorio. Por su parte, el Coro Nacional de Niños también

tuvo una destacadísima actuación de la mano de María Isabel Sanz, sonando de manera

angelical en su intervención en la 2° parte. Una de sus integrantes actuó como el joven

en el penúltimo número de la 1° parte y tuvo un correctísimo desempeño vocal. Una

pena que quien escribe no supo su nombre, porque merece ser destacada.

La orquesta sonó magnífica merced a la excelente preparación y trabajo de su

titular -Mario Benzecry- y demostró estar a la altura del director y los principales

intérpretes, con un perfecto dominio de tempi y un sonido excelso. Asimismo, contó con

un intérprete de los quilates de Sebastián Aschenbach a cargo del órgano Kreis.

En cuanto a las voces solistas, el barítono Will Liverman fue el mejor desde todo

punto de vista. Independientemente de poseer una voz clara, redonda, contundente, con

brillo, squillo y esmalte, su legato y línea de canto fueron impecables, lo que le

permitieron ejercer sin dificultad el rol protagónico. La soprano Juliet Schlefer también

posee una bellísima voz con buenos matices, coloratura y muy buena línea de canto y se

destacó en cada una de sus intervenciones; principalmente, al inicio de la 2° parte

(Escucha, Israel). La mezzosoprano afroamericana Monique Spells posee una voz con

buen color tonal y matices dramáticos -característico de las voces afroamericanas- y

tuvo un mayor crecimiento en el aria de la reina Jezabel. Si bien el tenor Tyrese Byrd

posee una voz clara, fue el que menos se destacó del cuarteto de solistas. El Auditorio

Nacional estalló en aplausos y vítores tras tan sublime interpretación.

Cuando se escucha una versión tan perfecta y sublime de esta magnífica obra, es

muy difícil encontrar las palabras justas y necesarias para dar un cierre a la crónica. En

este caso, puede decirse que la profecía se cumplió a la perfección.

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