Final de Cuadro de "Un Ballo in Maschera " de Verdi en el Teatro Colón. Créditos: Prensa Teatro Colón, fotografía del Mtro. Arnaldo Colombaroli
VERDI, VERDI, VERDI
Teatro
Colón, temporada 2024 (cierre de temporada): “Un Ballo In Maschera”, Drama en
tres actos con música de Giuseppe Verdi y libreto de Antonio Somma basado en el
original de Eugene Scribe que fuera empleado por Daniel Auber “Gustave III ou
Le Bal Masqué”. Intérpretes: Gastón Oliveira Weckesser (Riccardo), María Belén
Rivarola (Amelia), María Luján Mirabelli (Ulrica), Constanza Díaz Falú (Oscar),
Emiliano Bulacios (Samuel), Mario de Salvo (Tom), Sergio Wamba (Silvano), Juan
González Cueto (Juez), Diego Bento (Sirviente). Escenografía: Enrique
Bordolini, Vestuario: Stella Maris Müller, Iluminación: José Luís Fiorruccio.
Coro Estable del Teatro Colón, Director: Miguel Martínez. Orquesta Estable del
Teatro Colón. Dirección Musical: Beatrice Venezi. Dirección Escénica y
Coreografía: Rita Cosentino. Función del 29 de Noviembre de 2024 (segundo
elenco).
NUESTRA OPINION: BUENO
Llegamos al final de una temporada enmarcada
en una casi total austeridad, con algunas polémicas (fundamentalmente las
correspondientes a presentaciones escénicas y otras [las menos] respecto al
nivel de voces o de concertaciones), títulos mayoritariamente archiconocidos,
convocantes y que garantizaron una recaudación que permitió cubrir los
desfasajes de temporadas anteriores con compromisos asumidos en moneda
extranjera y que, aun con ciertas
demoras, el Teatro Colón honró. Haciendo un balance de este año transcurrido,
los creadores escénicos nacionales le pusieron el hombro al primer coliseo, los
cantantes y músicos del medio local también lo hicieron. Se completó la
colaboración que brindó el Instituto Italiano de Cultura con el (al menos
controvertido) ciclo “Divina Italia” y, como arista saliente, se vio la puesta
de “Carmen” de Calixto Bieito, de la que estimo ya se habló lo suficiente a
favor y en contra. En este cierre se contó con el concurso en el protagónico
del primer elenco del gran tenor mexicano Ramón Vargas, quién en este final le
agregó un necesario brillo que puede ser el punto de partida para contar con
intérpretes extranjeros de nombre en próximas temporadas.
Se eligió para el cierre “Un Ballo In
Maschera” de Giuseppe Verdi que regresó de este modo al escenario del Colón
tras la controvertida puesta de la década anterior del colectivo “La Fura dels
Baus”. Se confió a Rita Cosentino, bien conocida por todos por sus trabajos en
la recordada “Buenos Aires Lírica” y en el Teatro Argentino de La Plata quién hoy reside en España. La realizadora
optó por la versión de la obra tamizada por la censura austríaca con Riccardo,
Gobernador de Boston, en lugar de la tendencia actual en mostrar al verdadero
protagonista de la obra, el rey sueco Gustavo III, asesinado a fines del siglo
XVIII durante un baile de máscaras. Cosentino al hacerlo, le da una vuelta de
tuerca más al trasladar la acción a 1901 en Estados Unidos tomando como base el
asesinato del presidente Wlliam Mackinlay a manos de un anarquista. Es decir,
algo de la historia del País del Norte que para el libreto aprobado por la
censura austríaca al situar en cuanto a época el desarrollo de la acción, aun
no existía. Su decisión fue centrarse en las intrigas políticas, las
conspiraciones, la lucha por el poder y la visión, desde su niñez, del hijo de
Amelia y Renato con respecto a los hechos que transcurren. En mi modo de ver, dicha traslación no
siempre resulta efectiva, sobre todo porque al emplearse el texto original, las
alusiones a Inglaterra y a su urbe principal no se condicen con la narración
pretendida. A Ulrica se le asigna un rol de pitonisa que, al iniciarse su
escena, está en verdadero trance actuando como “médium” en una residencia y no
tal como se la conoce y en cuanto a Oscar, el paje, es un joven que
virtualmente hace de “secretario” del protagonista, también con alguna
marcación discutible como la de beber confianzudamente el Whisky puesto a la
mesa de Renato en el instante de llevar la invitación al baile, sin que le
llame la atención la presencia en el recinto de los dos conspiradores. Renato
adquiere un rol de verdadero secretario y brazo derecho del Gobernador, lo que
le da a éste contacto casi permanente con su amada Amelia. Tampoco ayuda un movimiento coreográfico a
cargo de los figurantes de tipo “music hall” en el final del primer cuadro, el
que distrae al público de la acción que se está desarrollando. Sí, en cambio,
hay aciertos en las escenas de conjunto, en
la marcación a los cantantes durante el quinteto en la referida escena
de la entrega de la invitación al baile, en la escena inicial entre Riccardo y
Renato y luego entre Renato y Amelia antes del célebre “Morro ma prima in grazia”.
Un verdadero esfuerzo fue el llevado a cabo
por las secciones técnicas del Teatro para cumplir con los requerimientos de la
Directora Escénica, comenzando por el
impecable marco escenográfico de Enrique Bordolini, el muy buen vestuario
realizado por Stella Maris Muller y, una vez más, la impecable iluminación de
José Luís Fiorruccio, de absoluta precisión en cada detalle. Todos ellos
aportaron el sello de calidad “Teatro Colón” para este espectáculo.
En cuanto a la faz vocal, el Coro Estable
exhibió su acostumbrada solvencia bajo la guía de Miguel Martínez. Muy
correctos en los roles coprimarios Sergio Wamba como Silvano, Juan González
Cueto como el Juez y Diego Bento como el Sirviente. Una sólida labor le cupo a
Emiliano Bulacios como Samuel e irreprochable presentación para Mario de Salvo
como Tom. Aunque por momentos la marcación escénica le llevó a la
sobreactuación, Constanza Díaz Falú brilló vocalmente como Oscar aportando
gracia en el decir y frescura en su emisión. María Luján Mirabelli con
innegable oficio trazó una muy correcta Ulrica, agregando de este modo un nuevo
rol verdiano a su carrera. Leonardo López Linares con presencia, oficio y total
entrega en sus intervenciones principales dio vida de manera muy efectiva a
Renato. Gastón Oliveira Weckesser en el protagónico cumplió con corrección,
administrando sus recursos vocales en todo momento. Tiene buen timbre y
adecuada línea canora, aunque esa administración de recursos a la que hago
referencia puede jugarle a veces una mala pasada en cuanto a la actuación y la
expresividad. El punto vocal más alto de la función, correspondió a la
espectacular Amelia de María Belén Rivarola, con una inmaculada línea vocal,
canto franco, sólido y de absoluta expresividad, mostrando al público que es
una verdiana de pura cepa, arrancándole con justicia al soberano una larga y
merecida ovación.
Y el otro puntal fundamental estuvo a cargo
de Beatrice Venezi (desde la próxima temporada, concertadora invitada principal)
con una muy convincente dirección. Muy buen fraseo, pleno dominio del estilo y
conexión con el palco escénico. Todo esto contribuyó a que el mensaje musical
verdiano llegara al público más vigente que nunca.
Final. En un corto tiempo más sabremos que
nos deparará el 2025.
Donato Decina
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