Rocío Agüero y Lucas Erni, brillante pareja protagónica de "Cascanueces" retratada por Carlos Villamayor para Prensa del Teatro Colón
presente versión de “CASCANUECES” en el Colón
UN REGRESO MUY ESPERADO DEL CLÁSICO NAVIDEÑO
Martha CORA ELISEHT
Independientemente de ser el ballet que mejor refleja el festejo de la Navidad en
todo el mundo, CASCANUECES también representa la transición de niña a mujer que
sueña con su príncipe, que la enamora y del cual se enamora. La maravillosa y exquisita
música que Piotr I. Tchaikovsky (1840-1893) compuso por encargo del príncipe Iván
Vsevolojski -director de los Teatros Imperiales de San Petersburgo- en 1892 gusta y
cautiva a la audiencia universal hasta la actualidad y se representa muy a menudo como
suite en los programas de conciertos sinfónicos.
Basada en la adaptación que Alexandre Dumas realizó sobre el cuento de Ernest
T. Wilhelm Hoffmann (1776-1822) Cascanueces y el Rey de los ratones, Silvia Bazilis
creó una coreografía para el Ballet del SODRE de Montevideo en 2011 junto a Julio
Bocca -actual Director del Ballet Estable del Colón- de este clásico de la danza, que se
representó por primera vez sobre el escenario del mayor coliseo porteño el pasado
viernes 12 del corriente con la siguiente ficha técnica: escenografía de Gastón Joubert,
vestuario de Gino Bogani, iluminación de Rubén Conde y dirección de títeres de
Antoaneta Majdarova. Las funciones tendrán lugar hasta el 28 del corriente y participan
el Ballet Estable dirigido por Julio Bocca; el coro de Niños del Colón, por Helena
Cánepa y la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, dirigida por Emmanuel Siffert y
Diego Censabella alternando en el podio.
Quien escribe tuvo oportunidad de asistir a la función inaugural de Abono
nocturno el pasado viernes 12 del corriente, con el siguiente reparto: Rocío Agüero
(Clara), Lucas Erni (Cascanueces- Príncipe), Matías Santos (Drosselmeyer),Valentín
Fresno (Fritz), Ayelén Sánchez (Hada de Azúcar), Yosmer Careño y Caterina Stutz
(Arlequín y Colombina), Victoria Wolff, David Juárez y Alan Pereyra (Gitanos y
pirata), Luciano García (Rey de los ratones), Jiva Velázquez y Luciano García (Trépak);
Alan Pereyra y Milagros Niveyro (Danza árabe); Facundo Luqui y Sofía Ramela
(Danza española); Mora Capasso y Beatriz Boos (Danza de las flautas de junco) y el
trío formado por Stephanie Kessel, Lucas Bisogno y Magdalena Cortés (Danza china).
Participaron alumnos de danza del Instituto Superior de Arte del colón (ISATC) y la
dirección musical estuvo a cargo de Emmanuel Siffert.
“Mi idea era contar el cuento desde los ojos de un niño: no de esta época, sino
de la época original, que no necesita asustarse para asombrarse. La magia no pasa por
ahí, sino por la sencillez de un Drosselmayer paternal, cariñoso con los niños. Ése es el
centro de nuestro Cascanueces”.
Las palabras de Silvia Bazilis reflejan su concepción de la obra que, a diferencia
de otras versiones donde Drosselmayer se presenta como padrino de los niños Clara y
Fritz y es el artífice de la magia, aquí es el tío del Cascanueces, donde – según la
adaptación de Alexandre Dumas- le quita la máscara y recupera su forma humana
transformándose en el príncipe luego de haber matado de una estocada al Rey de los
ratones a fines del 1° acto. Otra diferencia es que Drosselmayer aparece recién dentro
del cuadro donde se monta la representación de títeres en casa de los Stalbaum. En vez
de empezar con el número de Arlequín y Colombina, se comienza con un teatro negro
donde se representa la batalla de Cascanueces y el Rey de los ratones - a modo de
anticipo de lo que posteriormente sucederá-. Y el número correspondiente a la pareja
que interpreta los Soldados o Diablos en las diferentes versiones fue reemplazado por
un trío donde la gitana es rescatada de su cautiverio por un pirata. Una variante más
simpática -y heroica- de dicho número, cuya música es la más dramática dentro del 1°
acto. En el 2° acto, el Hada de Azúcar y Clara son interpretadas por distintas bailarinas.
Y dentro de las tradicionales danzas de dicho acto, se emplean títeres gigantes antes de
la presentación de cada uno de los números (completamente innecesarios, a título
personal de quien escribe). En cuanto a la coreografía, hay algunas variantes: el Hada
de Azúcar danza el célebre vals de las flores con el cuerpo de baile; el Príncipe
interpreta el Trépak (Danza rusa) junto a los dos bailarines y sucede lo mismo con
Clara junto a las intérpretes de los mirlitons en la Danza de las flautas de junco. La
escenografía de Gastón Joubert y el vestuario de Gino Bogani son espectaculares y
brindan el marco necesario para que el público comprenda de qué se trata la obra. En
este caso, los ratones son presentados como gordos y pesados en vez de delgados y
atléticos, lo que despierta risas por parte del público. Clara tiene un camisón de manga
larga en vez de uno sin mangas y, en vez de usar tutú clásico en el pas de deux del 2°
acto, utiliza un vestido blanco de corte más romántico, que amplía la libertad de
movimientos. Dos detalles fundamentales que marcan una notoria diferencia respecto de
las versiones tradicionales.
La interpretación de los personajes secundarios estuvo a cargo de prestigiosas
figuras del Ballet Estable como Julián Galván y Maricel Di Mitri – impecables en la
Danza del Abuelo-, Nahuel Prozzi (padre) y Natacha Bernabei (Madre), al igual que
Valentín Fresno como Fritz. Dentro de los números del 1° acto, Yosmer Carreño y
Caterina Stutz se destacaron como Arlequín y Colombina, al igual que el trío formado
por Victoria Wolff, David Juárez y Alan Pereyra como los gitanos y el pirata, cuya
actuación fue descollante. El cuerpo de baile se lució en las escenas de conjunto, donde
los puntos más altos fueron el combate, el Vals de las flores, la apoteosis final y -muy
especialmente- el Vals de los copos de nieve, cuya coreografía fue magnífica, al igual
que la impecable preparación del coro de Niños bajo la dirección de Helena Cánepa. En
cuanto a los números del 2° acto, todos los intérpretes de las tradicionales danzas
tuvieron destacadas actuaciones, pero la interpretación de la Danza árabe a cargo de
Milagros Niveyro y Alan Pereyra fue sublime en cuanto a la precisión y coordinación de
movimientos. También fueron perfectas la plasticidad y precisión de Jiva Velázquez y
Luciano García en el Trépak, donde Lucas Erni se sumó para formar un trío colosal.
En cuanto a los roles principales, Ayelén Sánchez brindó una interpretación
magistral del Hada de Azúcar, destacándose en los developées y pliés. Matías Santos es
un soberbio bailarín de carácter y lo demostró con creces haciendo uso de sus dotes
histriónicas para interpretar un Drosselmayer que se destacó más desde lo actoral que lo
coreográfico. A diferencia de otras versiones donde la coreografía exige más lo atlético
desde un punto de vista técnico, la de Bazilis se basó más en lo paternal y, por lo tanto,
primó lo actoral y se logró el efecto deseado. Si bien estaba anunciada originalmente
Yoshino Horita, sufrió una lesión en último momento y tuvo que ser reemplazada por
Rocío Agüero, quien demostró sus dotes de bailarina actriz encarnando la
transformación de Clara de niña en el 1° acto a mujer en el segundo. Sus developées,
panchés, fouettes y battiments fueron impecables en todas sus intervenciones. Y Lucas
Erni demostró por qué es el primer bailarín del Ballet de Düsseldorf. Radicado en
Alemania desde hace ya muchos años, el santafesino brindó un Cascanueces
inolvidable por sus saltos, piruetas, coordinación, perfección y plasticidad de
movimientos, destacándose en las fouettes y solage de su variación en el pas de deux
del 2° acto. Un acierto de Julio Bocca al convocarlo para interpretar el rol principal.
Tras ocho años de ausencia en el foso de la orquesta, Emmanuel Siffert retornó
al podio del Colón como director. Pese a algunas leves imperfecciones en los metales al
inicio, supo darle vuelo y brillo a la Filarmónica que -esta vez- contó con numerosos
instrumentistas contratados para la ocasión, careciendo de sus principales solistas. Su
temperamento apasionado y su marcación precisa fueron fundamentales para brindar las
características anteriormente mencionadas, además de adecuar el ritmo de la música al
tiempo del bailarín. También demostró sus dotes de director sinfónico- coral mediante
una marcación muy precisa en las entradas del Coro de Niños. Fue sumamente
aplaudido y vitoreado ante un Colón atiborrado de público al término de la función, al
igual que toda la compañía, los principales solistas y se aplaudió intensamente a Silvia
Bazilis en mérito a su trayectoria como primera bailarina del Colón.
Llamó la atención que hubo bastantes recortes en cuanto a la duración de la
música respecto de otras versiones en la presente interpretación. En una conversación
que esta cronista tuvo con el director al término de la función, manifestó que se debió
fundamentalmente a la exigencia coreográfica. Sea como fuere, este gran clásico
navideño conmueve y moviliza multitudes en todo el mundo. Un retorno muy esperado
con una nueva versión, donde se hizo justicia a la concepción de la obra desde una
óptica distinta y a la música de Tchaikovsky.
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