LA SONNAMBULA.
OPERA DE VINCENZO BELLINI –LIBRETTO DE FELICE ROMANI BASADO EN UN GUION
PARA BALLET DE SCRIBE Y J.P. AUMIER CIA. DE OPERA DOV/E LA BUSSOLA
Elenco: Laura Avila, Luis Fuentes Bustos, Augusto Nureña Santi, Nair Giménez,
María Lilia Laguna, Hugo Negrete Blanco,Herman Juli. Orquesta Ensamble Sinfónico
21 con dirección. De Federico Sánchez. Dirección
Ejecutiva del Ensamble 21: Fernando Kiguel. Coro: Dove e la Bussola, dirigido
por Yessica Velázquez Barrientos, Ballet Dove e la Bussola?, dirigido por
Marcela Ostapchuk. Dirección Escénica Diego Cosin. Dirección General y Producción
Gustavo Vita, Sub dirección y Produccion Natalia Quiroga Romero. Función del
viernes 27 de abril de 2018. Teatro Asturias.
Anoche concurrimos al recuperado
Teatro Asturias para presenciar una función hecha con esfuerzo y calidad por la Compañía Dove e la Bussola?, que
trabajó con el Ensamble Sinfónico 21 y contó
con el apoyo de la Fundación Valta Tharsen.
Cualquier valoración que intente
hacerse sobre el espectáculo ha de ser bajo el
tamiz del sacrificio y del
esfuerzo que caracteriza a las producciones liricas independientes. En otras
palabras, no estamos en el Teatro Colón,
no contamos con sus medios técnicos, ni con su maravilloso escenario.
La Sonnambula en el Teatro
Asturias fue, al fin y al cabo, una aventura que produjo un resultado agradable
para el espectador. Se notó la seriedad
y profesionalismo con que se encaró el proyecto y la calidad de algunas
de las voces que escuchamos.
Las dificultades fueron muchas. comenzando
por la falta de foso, dificultad que afecta a la mayoría de las producciones
independientes y que atenta contra el resultado final de la concertación del sonido y sobre todo de la comunicación entre
lo que pasa arriba y abajo del escenario.
En este caso se contó con una
orquesta sinfónica excelente, como lo es el Ensamble Sinfónico 21, dirigida en la oportunidad por Federico
Sánchez. Y remarco muy especialmente que se trata de una orquesta sinfónica
porque en algunos pasajes de la opera
esta calidad primó por sobre el
resultado y la orquesta sonó demasiado “sinfónica”. Es que el estilo operístico
es único y tiene sus propios códigos, que aquí, no se notaron. Carga la responsabilidad
el. Director, quien, evidentemente, no posee la mano operística para conducir espectáculos
de esta naturaleza.
Aclarado lo anterior,
destacaré la calidad de los ejecutantes,
quienes si hubieran encarado el espectáculo bajo la forma de una suite, por ejemplo,
hubieran hipnotizado al público.
Todo esto paso en el improvisado “foso”.
Mientras tanto arriba del escenario se desarrollaba la acción.
La ópera es teatro más música.
Desde el punto de vista musical, el
espectador contó con una muy buena soprano en el rol de Amina. Laura Avila, con
un agraciado aspecto, dio perfectamente el rol de la bella protagonista,
cantando muy bien, llegando a todas las
notas e incluso cargando su voz con el carácter y el sentimiento
que el papel exige. A su lado, su enamorado, Elvino, fue encarado
por el joven tenor Luis Fuentes Bustos,
de quien sólo diremos que tiene una voz que enamora. Auguramos al artista
un futuro venturoso porque además de
belleza, su voz posee el volumen y el carácter que le permitieron encarar el rol
magníficamente.
La Lisa
de Nair Giménez fue excelente.
Graciosa en sus movimientos, afinada y con bella voz, fue una digna contrafigura
de la protagonista. Con ella, la mezzo, María
Lilia Laguna se lució en los pasajes en los que cantó como solista y su voz y su experiencia se notaron claramente en
las oportunidades en las cuales se sumó al coro. Aplauso mayor para esta artista que merece más que un comprimario.
En cuanto al Conde Rodolfo, encarado
por Augusto Nureña Santi, lamentablemente no hemos de elogiar su faena. Naturalmente dotado de presencia física,
logra imponerse en el escenario solo por esta condición. Su voz, en cambio, se escuchó
gastada y abúlica. En algunos pasajes superada en sonoridad por la soprano,
este bajo, no tuvo ayer, una de sus mejores noches.
El resto del elenco, Hugo Negrete
Blanco y Herman Juli, en roles demasiado pequeños como para evaluar su calidad vocal, tuvieron un
desempeño muy correcto, pese a los defectos o a la falta de marcación actoral.
En cuanto al coro, hay en él todas las voces
necesarias para que “suene”. Y todas
esas voces “suenan” individualmente. Falta al coro concertación y trabajo de dirección
para que pueda considerarse como tal y no como un conjunto de gente, que canta
muy bien, pero que jamás canto junta y
desconoce cómo ensamblarse para que suene como una sola voz matizada.
Finalmente, y siempre
recordando las dificultades espaciales
que presenta el teatro que no posee proscenio y cuyo escenario es pequeño y con
una boca estrecha, me ocupare de la puesta en escena y la dirección actoral.
En primer lugar señalaré que la traslación en tiempo y lugar pergeñada
por la regie “aguantó “ perfectamente el libretto que se estaba desarrollando.
Fue, en principio muy raro encontrarnos en una playa con bañistas vestidos a la
usanza de los años 50, enmarcados por el
recurso de una proyección sobre una pantalla
que ocupaba todo el ancho de la escena y sobre la cual se
proyectaba un mar que llegaba a la playa con un bello cielo. Esta
imagen me pareció un hallazgo estético. Incluso llegare a decir que el recurso técnico
utilizado salvó las dificultades de movimiento que demostraba el coro.
Demasiada gente en el escenario y todos mirando al Director para saber cuándo les daba la entrada.
Si bien la regie se ocupó de
distribuir algunas acciones a los coreutas, las mismas resultaron insuficientes
como para disimular la dificultad del amontonamiento que las dimensiones del escenario generaban.
Finalmente, fue como si promediando el primer acto, hubieran
descubierto el escenario secundario al costado
del escenario, que, mal iluminado, albergó mayoritariamente al coro, durante el resto de
la función.
En suma, la puesta, con una
propuesta simpática, adoleció de falta de imaginación, proponiendo una “Sonnambula
“que, vestida a la usanza de los 50, era actuada a la manera de esa época. Los cantantes, por ejemplo,
en pleno dúo de amor, giraban hacia el director, sin mirarse entre ellos, y dedicándose,
a la vez, las frases amorosas más tiernas.
Tampoco fue muy acertada la marcación
de la escena entre Amina (dormida) y Rodolfo. Todo resultó en un confuso
revoltijo de sábanas que, contrariamente a lo que marca el libretto, generaban
en el público una duda razonable en relación con la caballerosidad del conde. Tal fue el
desorden en esa escena, que pasó totalmente desapercibida la acción que
resuelve el argumento. Nadie notó que Lisa perdió su pañuelo (aquí reemplazado
por un chal) y mucho menos que Rodolfo cubrió
con el mismo a la protagonista.
A la mejor manera de
las manifestaciones que diariamente
vivimos en la Ciudad de Buenos Aires, el
coro se presentó como la “hinchada de Amina”, portando inclusive, carteles que rezaban
“VIVA AMINA”, invadiendo el escenario en unos de los momentos claves de la obra.
El mismo coro, ahora desde el escenario
secundario, decidió, cual político moderno, cambiarse de bando) (y de carteles) y alabar a Lisa, la contrafigura.
En fin, todo terminó muy bien,
con gran beso y abrazo entre los protagonistas y los espectadores que,
abandonamos el teatro con una sonrisa y la certeza de que la gente de Dove é la
Bussola? Había puesto mucho trabajo y
mucho respeto al público para enseñarlo..
Ahora la temporada de la compañía en el Teatro Asturias continuará con
dos títulos interesantes que presentan sus dudas. “ L Orfeo” de Monteverdi y “ La Serva Padrona “ de Pergolesi. Mientras
sigan manejando estos estándares de trabajo y respeto hacia el público,
podremos hablar, como lo hacemos hoy, de
espectáculos dignos de verse.
MONICA ROSSI
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