Excelente concierto a cargo de la Filarmónica en el
Auditorium de Belgrano
UNA CARICIA PARA EL
ALMA (de un corazón cátaro luterano)
Martha CORA ELISEHT
Dentro del Ciclo Colón en la Ciudad
2019, la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires se presentó el pasado jueves 7
del corriente en el Auditorium de Belgrano bajo la dirección de Darío Domínguez
Xodo, con la participación de Daniel Marcel Crespo como solista, en un
concierto donde se interpretaron las siguientes obras: la Obertura de “Rosamunde” de Franz Schubert (1797-1828), el Concierto para trompeta y orquesta de
Gerardo Gardelin (1965) (estreno mundial) y la Sinfonía n°5 en Re mayor, Op. 107 “La Reforma” de Félix
Mendelssohn- Bartholdy (1809-1847).
Entre sus numerosos antecedentes
curriculares, Darío Domínguez Xodo ha sido discípulo del célebre director
alemán Kurt Masur, director asistente de Enrique Arturo Diemecke en la
Filarmónica de Buenos Aires y se desempeña desde 2013 como director artístico
de la Orquesta Sinfónica Municipal de Florencio Varela. Ha dirigido en
numerosas oportunidades en Europa y Latinoamérica y quien escribe pudo
apreciarlo dirigiendo a la Filarmónica en varias oportunidades fuera del ámbito
del Colón, destacándose por lograr un sonido puro y por una impecable marcación
de los tempi. Y estas cualidades se
pusieron de manifiesto en el presente concierto, donde la orquesta brilló
durante la interpretación de las obras comprendidas en el programa.
La Obertura”
Rosamunde” fue compuesta
originalmente como obertura de ópera en 1820 por encargo del Theater an der Wien para el drama Die Zauberharfe (“El Arpa Mágica”). Debido
a que su estreno fue un fracaso rotundo, la obra desapareció para siempre de
los escenarios. No obstante, Schubert la rescató posteriormente y la incluyó
dentro del ballet “Rosamünde, Princesa de
Chipre”. A partir de allí, la obra adquiere su denominación popular y forma
parte del repertorio habitual y tradicional de conciertos. Comienza con un Andante al unísono, introducida por el
timbal y los bronces para luego desembocar en un Allegro vivace, compuesto por dos temas que contrastan entre sí en
un diálogo fluido, para desembocar posteriormente en un Scherzo giocoso hacia el final de la obra –que será retomado por
Paul Dukas como fuente de inspiración para El
Aprendiz de Brujo-. Es una obra que forma parte del repertorio habitual de
la Filarmónica y uno de sus tradicionales “caballitos de batalla”. En la
presente versión, la orquesta sonó de forma fresca y magistral a la vez,
transportando al espectador a la Viena del compositor. La coordinación y el
contrapunto entre los diferentes grupos de instrumentos en los dos temas
principales que integran la misma fueron soberbios y el público respondió con
un cálido aplauso.
Seguidamente, el trompetista Daniel Marcel Crespo
tomó el micrófono para anunciar el estreno mundial del mencionado Concierto para dicho instrumento del
compositor argentino Gerardo Gardelin –quien estuvo presente en la sala durante
la ejecución de su obra-. Al mismo tiempo, aclaró que iba a utilizar una
trompeta diferente para cada uno de los tres movimientos que integran el
concierto: la primera, en Mi bemol (Allegro),
mientras que para el segundo movimiento (Adagio)
utilizó una trompeta en tono más grave (Guggelhorn)
y para el Vivace final, una piccolo
en Do mayor. El Allegro inicial
abre con una melodía en Mi bemol mayor, en ritmo y cadencia de tango –al estilo
de Astor Piazzolla- mientras que la trompeta solista retoma el tema principal
con un solo en fuga. Daniel Marcel Crespo logró un sonido compacto, redondo,
con excelentes matices, mientras que la orquesta respondió con un contrapunto
admirable. Por el contrario, el 2° movimiento (Adagio) presenta un tema lento y romántico, donde la trompeta
lleva la voz cantante. El oyente podrá
apreciar ciertas reminiscencias de la Sinfonía
n° 2 (“Romántica”) de Howard Hanson y de Rimsky- Korsakov en el solo de
oboe y clarinete que abre el movimiento antes de dar paso al instrumento
solista. Posteriormente, los cellos inician un contrapunto que es retomado por
la trompeta solista, luego del cual se acopla el resto de la orquesta. Este
tema presenta ribetes de jazz, tango y romanticismo tardío (al estilo de las Rapsodias noruegas n° 1 de Halvorsen y
Johan Svendsen), pero con una impronta personal. El Vivace final abre en Do mayor, donde la melodía presenta síncopa y otros elementos del jazz, que
recuerdan a Gershwin y Ravel. Posteriormente, hay un segundo tema lento a cargo
de la trompeta, que posteriormente es tomado por la orquesta hasta la
recapitulación final con el tema inicial. Tras el último acorde de la trompeta
que cierra el concierto, el público aplaudió este estreno, obligando a Gardelin
a subir al escenario en medio de numerosos aplausos.
La Sinfonía
n° 5 en Re menor, Op. 107 (“La Reforma”) fue compuesta en 1830 para la
celebración de los 300 años de la Reforma Protestante iniciada en 1517 por Martín Lutero en el
monasterio de Wittemberg. Sin embargo, no se estrenó hasta 1832 debido a la
enfermedad del compositor –se dice que Mendelssohn había contraído sarampión
para ese entonces y, por ende, su recuperación recién se produjo luego de los
festejos-. Por otra parte, había un antisemitismo profuso para la misma época –
hay que recordar que Mendelssohn era descendiente de una prestigiosa familia
judía, posteriormente convertida al protestantismo y donde adopta el apellido
Bartholdy- y probablemente dicha circunstancia también demoró el estreno. Posee
4 movimientos (Andante- Allegro con
fuoco- Andante- meno allegro/ Allegro vivace/ Andante con moto/ Chorale:
Andante con moto- Allegro vivace- Allegro maestoso) y comienza con la
Confesión Agustina (Salmo 46, que da origen a la Reforma) escrita en forma de
sonata, con una lenta introducción de tipo coral, que aparece casi como una
fuga. Posteriormente, se escucha el Amén
de Dresde dos veces en las cuerdas antes de llegar al Allegro en tono mayor, mientras que el 2° movimiento (Allegro vivace) es el más típicamente mendelssohniano y abre
con un scherzo en ¾ en Si bemol
mayor, derivado del Amén de Dresde y
que culmina con la misma tonalidad. En cambio, el 3° movimiento es un Andante en Solo menor en 2/4, que remeda
más a la música coral que instrumental. Se alterna con una melodía en Si bemol
mayor hasta desembocar en los majestuosos acordes del himno “Castillo
fuerte es nuestro Dios”, compuesto por el mismo Lutero e introducido por la
flauta, seguida por el resto de las maderas y los metales. Finalmente, la
orquesta recapitula con una magistral versión de dicho himno en forma coral.
Independientemente del credo de esta cronista, la versión ofrecida por la
Filarmónica fue magnífica, logrando una interpretación sublime en todos los
aspectos, que podría definirse como cálida y versátil, solemne y majestuosa al
mismo tiempo. Hacía rato que esta joya sinfónica estaba ausente de los
tradicionales programas de conciertos, de modo tal que el mérito de Domínguez
Xodo al reflotarla fue por partida doble: rescatar del olvido a una obra
maestra y además, ejecutarla espléndidamente, en una versión acorde al título
de esta nota: una auténtica caricia para el alma. En este caso, la residente en
un corazón cátaro (puro, según este emblemático grupo protestante del sur de
Francia) de una luterana
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