viernes, 15 de noviembre de 2019


Otra soberbia actuación de la Filarmónica en las postrimerías de su Ciclo de Abono

ENTRE LO CLÁSICO Y LO CONTEMPORÁNEO
Martha CORA ELISEHT

            Apenas restan uno o dos conciertos sinfónicos a cargo de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires dentro de su tradicional Ciclo de Abono en el Teatro Colón. Este año, parece ser que tanto el rendimiento de la orquesta como la calidad de sus interpretaciones van en aumento casi al final de la presente temporada, tal como sucedió el pasado jueves 14 del corriente en el Colón, bajo la dirección de Michael Seal y con la presencia del violoncelista Gary Hoffman en calidad de solista.
            El programa comprendió las siguientes obras: Concierto para cello y orquesta de Máximo Flügelman (1945), Variaciones sobre un Tema Rococó en La mayor, Op.33 para violoncello y orquesta de Piotr I. Tchaikowsky (1840-1893) y la Sinfonía n° 8 en Do menor, Op.65 de Dimitri Shostakovich (1906-1975).
            El británico Michael Seal es un director con mayúsculas. Ha dirigido numerosas orquestas en Inglaterra, Irlanda y Escocia, así como también en Europa y Asia (Filarmónica de Malaysia, con la cual debutó durante el transcurso del corriente año) y la Filarmónica de Buenos Aires. Asimismo, es director musical de la City of Birmingham Symphony Orchestra y participa también como director asociado de la ópera de dicha ciudad. Y Gary Hoffman es un destacadísimo cellista, hasta tal punto que muchos compositores contemporáneos le han dedicado sus conciertos: entre otros, el argentino Máximo Flügelman, quien compuso su Concierto para cello y orquesta en 1996 por encargo de la Filarmónica de Buenos Aires con motivo del 50° aniversario de la creación de dicha entidad. Sin embargo, la obra no llegó a concretarse y fue estrenada en París en 2005, con Hoffman en calidad de solista. Por lo tanto, puede decirse que se produjo su estreno local con  el organismo sinfónico al cual estaba destinada desde un principio. Consta de dos movimientos (Andantino rapsódico y Allegro moderato), donde se expresa una línea melódica y armónica, agradable al oído del espectador. El primer movimiento posee reminiscencias de Neptuno de “Los Planetas” de Gustav Holst en los glissandi a cargo de la percusión y de “El Pájaro de Fuego” de Stravinsky en su desarrollo. El instrumento solista realiza un trémolo durante el desarrollo y dos cadencias –una, al principio y la otra, al final- que fueron perfectamente ejecutadas merced al impecable fraseo del intérprete. Por momentos, la composición posee ribetes sonoros que recuerdan a Coptic Lights del compositor estadounidense Morton Feldman. (Hay que recordar que Flügelman estudió en Estados Unidos con John Corigliano y David Diamond). En cambio, el segundo movimiento posee reminiscencias impresionistas- que recuerdan a La Mer, de Débussy y también, a Albert Roussel en los tutti orquestales en tono menor. El solo de cello interpreta una fuga que es retomada posteriormente por la orquesta en un tutti con reminiscencias de jazz –al estilo de André Previn- , mientras que también posee ribetes ginasterianos en ritmo de malambo a cargo del cello, que son repicados por la orquesta. Tras un scherzo giocoso, se escucha una recapitulación en acorde fff, reforzado por la orquesta y el instrumento solista. El público recibió la obra con un cálido aplauso, que obligó a salir al compositor- quien estuvo presente en el estreno local de su obra-  a saludar sobre el escenario.
            Acto seguido, tanto Seal como Hoffman ofrecieron una excelente versión de las celebérrimas Variaciones sobre un Tema Rococó de Tchaikowsky. Desde su inicio, la orquesta logró una soberbia profundidad sonora, con muy buenas intervenciones de los instrumentos solistas –especialmente, se destacó el dúo de oboes conformado por Néstor Garrote y Paula Llán, al igual que Claudio Barile en flauta, Matías Tchicouret en clarinete y Fernando Chiappero en corno-. Gary Hoffman dio muestra una vez más de su impecable fraseo y su calidad interpretativa, logrando un sonido espléndido. Esto se vio fundamentalmente en la variación n° 5 (Allegro maestoso/ Cadenza), donde el instrumento solista posee un pasaje de extrema dificultad técnica, caracterizado por una sucesión de escalas cromáticas ascendentes y descendentes, apoyadas por un fraseo mediante arco en cascada. Esto se profundiza aún más al llegar a la 7° variación (Allegro vivo), donde el instrumento solista enfrenta una coda monumental junto a la orquesta, de gran dificultad técnica y donde es muy fácil caer en notas falsas. Gary Hoffman superó la prueba con creces y tras los aplausos al final de la obra, salió a hacer un bis con una Partita para cello solista de Bach, que interpretó con su maestría habitual.
            La Sinfonía n° 8 en Do menor, Op. 65 forma parte del tríptico que Dimitri Shostakovich compuso sobre la Segunda Guerra Mundial, junto a la n° 7 (“Leningrado”, 1941) y la n° 9 (1945). Data de 1943 y consta de 5 movimientos (Adagio/ Allegretto/ Allegro non troppo/ Largo/ Allegretto), que representan el sufrimiento humano durante el conflicto bélico de manera íntima e introspectiva. Debido a su extrema dificultad técnica, no es una obra que se escucha muy a menudo en los programas de conciertos. Y si bien la Orquesta Sinfónica Nacional brindó una excelente versión de la misma bajo la dirección de Stephan Lano durante el transcurso del corriente año en el Centro Cultural Kirchner (CCK), la versión ofrecida por Michael Seal fue estupenda y soberbia desde todos los aspectos: brillante calidad de sonido, buena profundidad del mismo, perfecta entrada de los diferentes instrumentos –tanto solistas como grupos de instrumentos al unísono, en bloque-, jerarquía y excelencia interpretativa y estupenda marcación de tempi. Esto pudo apreciarse desde el trémolo inicial en cellos y contrabajos  hasta la melodía suspendida de la Sinfonía n° 7 (Leningrado) a cargo de los violines, que representa la desolación posterior a la guerra. Posteriormente, el fagot toma la melodía –soberbia interpretación de Gabriel La Rocca como solista, acompañado por el brasileño Abner Da Silva-, que es tomada por el trombón bajo en contrapunto, para desembocar en un allegro in crescendo en tonalidad expansiva- similar a la música de Carl Nielsen-  donde seguidamente, los trombones marcan una melodía similar al 3° movimiento de la Sinfonía n° 5 del compositor ruso. Tras un poderoso tutti orquestal en fff, la melodía sigue con un trémolo en diminuendo  en las cuerdas –sostenido por las violas- hasta el bellísimo solo de corno inglés que marca una transición a Andante sostenuto – espléndida actuación de la solista Michelle Wong- hasta la brillante fanfarria a cargo de los cornos y las trompetas con sordina que marca el final del 1°  movimiento, donde se destacó el trompetista Daniel Marcel Crespo. Hubo una entrada perfecta de la orquesta en el 2° movimiento (Allegretto), seguida por un excelente contrapunto entre el flautín, el fagot y la tuba, apoyados sobre el conjunto orquestal. También se destacó el solista de contrafagot Daniel La Rocca durante el scherzo/vals central y el timbalista Juan Ignacio Ferreiros, quien cierra el movimiento con tres notas finales a cargo de dicho instrumento. Las violas entraron perfectamente coordinadas en el ostinato que abre el 3° movimiento (Allegro non troppo), seguido de un perfecto contrapunto entre el requinto y el contrafagot. Seguidamente, los primeros violines retoman la melodía principal hasta la entrada de los trombones y la tuba en contrapunto. Posteriormente, los violines realizan una segunda recapitulación  del tema principal para luego de un desarrollo frenético, dar paso a la clama que marca la transición hacia el 4° movimiento (Largo), donde se repite el tema que caracteriza la desolación provocada por la guerra desarrollado durante el 1° movimiento. En este caso, lo retoma el flautín –soberbia actuación de Horacio Massone- para desembocar en una disonancia a cargo de las flautas –a modo de lamento- hasta la entrada del clarinete. Luego, el fagot y la flauta solistas toman la melodía principal hasta la recapitulación por parte de la orquesta, que desemboca en un soberbio contrapunto por parte del oboe, el corno inglés, el fagot y el clarinete bajo –donde se lucieron los solistas Néstor Garrote, Michelle Wong, Gabriel La Rocca y Sebastián Tozzola, respectivamente. En el Allegretto final, tras el desarrollo del tema por parte de violines y cellos con bellísimos solos de estos instrumentos, las trompetas, cornos, trombones y tuba interpretan una fanfarria triunfal hasta desembocar en el tema inicial del 1° movimiento por parte de las cuerdas, mediante una coda a cargo de los cellos y contrabajos. Pero en vez de terminar con un final brillante, la obra culmina en pianissimo mediante la repetición de 3 notas (Mi- Sol- Do) hasta que la melodía se desvanece por completo. La sala estalló en aplausos y vítores ante una versión tan excelsa de la mencionada sinfonía.
            Según palabras textuales del compositor: “En esta obra hay un intento de expresar las experiencias emocionales del pueblo para reflejar la terrible tragedia de la guerra”. No sólo se hizo honor a la maravillosa música que Shostakovich compuso, sino que además,  todas las obras comprendidas en el programa fueron extraordinariamente bien interpretadas, dentro de un repertorio que fue desde lo más clásico hasta lo contemporáneo. Esto demuestra una vez más la opinión personal de quien escribe: la Filarmónica suena como una orquesta europea cuando un director logra transmitir a sus músicos su profesionalidad, garra, emoción y disciplina. Si a eso se le suma la inmensa cantidad –y calidad- de talentos locales, los resultados están a la vista: un excelente concierto, digno de la jerarquía del Colón.  

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