domingo, 31 de enero de 2021

 

Última transmisión de “EL HOLANDÉS ERRANTE” por streaming desde el Met

 

SOBRE LA FIDELIDAD Y EL AMOR INCONDICIONAL

Martha CORA ELISEHT

 

            La temática de esta semana correspondiente a las transmisiones por streaming desde el Metropolitan Opera House de New York es Los Antihéroes. Y pese a que se trata de un rol hecho para un barítono heroico (heldenbariton), EL HOLANDÉS ERRANTE (DEN FLIEGENDE HOLLÄNDER) es un antihéroe por antonomasia. Esta auténtica joya del universo wagneriano se transmitió por streaming desde el teatro lírico neoyorquino el pasado 29 del corriente con producción integral de François Giraud, escenografía de John Mc Farlane, vestuario de Moritz Junge, iluminación de David Finn y coreografía de Carolyn Choa en coproducción con la ópera de Quebec, la Dutch National Opera (Amsterdam) y The Abu Dhabi Festival. Data del 10 de Marzo de 2020 y fue la última vez que se representó ópera en el Met previamente a la suspensión de todo tipo de actividades como consecuencia de la pandemia de COVID 19.

            El elenco estuvo integrado por los siguientes cantantes: Evgeny Nikitin (Holandés), Anja Kampe (Senta), Franz- Josef Selig (Daland), Sergey Skorokhorov (Erik), Mihoko Fujimura (Frau Mary) y David Portillo (Timonel). La bailarina Allison Clancey protagonizó la alegoría de Senta en la Obertura y Valery Gergiev estuvo a cargo de la dirección orquestal, mientras que Donald Palumbo dirigió al Coro Estable de la institución. Y contó con una presentadora de los quilates de Lisette Oropesa para engalanar aún más la función.

            La mencionada ópera constituye una bisagra dentro de la producción de Richard Wagner (1813-1883), ya que abandona los cánones de composición a la italiana presentes en sus primeras óperas (LAS HADAS, LA PROHIBICIÓN DE AMAR, RIENZI) y comienza a componer dentro del estilo romántico alemán. Si bien posee elementos típicos de la lírica italiana (cavatinas, cabalettas, cantábile y otros recursos), los enhebra y los engarza con su sello característico: los leitmotives (motivos conductores propios de cada personaje). Por otra parte, los tres Actos en los cuales se encuentra dividida se representan sin interrupción (attaca) y los cambios de escena se realizan en medio de los interludios orquestales. Fue compuesta entre 1841 y 1842 luego de una serie de sucesos desafortunados en la vida del compositor. En 1839, cuando era director de orquesta en el Teatro de la Corte de Riga (Latvia), su extravagante estilo de vida más el retiro de los escenarios de su esposa –la actriz Wilhemina (Minna) Planner- hicieron que Wagner contrajera numerosas deudas. En aquel momento se encontraba componiendo RIENZI y se le ocurrió un plan: escapar de sus acreedores yendo a París –vía Londres- para montar su ópera en escena. Sin embargo, todo salió mal: los acreedores le retuvieron su pasaporte, tuvo que escapar por Prusia y Minna sufrió un aborto durante la travesía. El capitán del Thetis ofreció llevar al matrimonio sin pasaportes, pero el viaje en barco se demoró más de lo normal a causa de numerosas tormentas hasta atracar en Tvedestrand (Noruega). Esto motivó a Wagner a retomar la antigua leyenda europea del Holandés Errante.  Según palabras textuales del compositor: “El viaje por los acantilados noruegos causó en mí una maravillosa impresión en mi imaginación: la leyenda del holandés errante –que los marineros verificaron- tomó un colorido distinto y extraño que sólo mi aventura por mar podía haberle dado”.  No obstante, el tema de la redención por el amor de una mujer está extraído de la sátira Memorias del Señor de Schabelewopski de Heinrich Heine. Mientras que el poeta presenta al personaje central como un judío errante de los mares condenado a navegar por blasfemia y el tema de la redención por amor como un medio para un humor irónico, Wagner lo transforma como un símbolo de amor incondicional, que permanece constante más allá de la muerte. Debido a sus penurias económicas, tuvo que vender el libreto –compuesto por sí mismo- al Director de la ópera de París, quien la estrenó en 1842 bajo el nombre Le Vaisseau Fantôme  (EL BUQUE FANTASMA). De ahí que también se la conozca con dicho nombre. Fue estrenada con su título original en Dresde en 1843 con el propio Wagner al podio y fue un éxito. También fue la primera ópera que se representó en Bayreuth y que marca el comienzo de Wagner como compositor maduro. En su obra Conversaciones a mis amigos, el compositor mencionó que su obra representó un antes y un después en su ttrayectoria: “Aquí comienza mi carrera como poeta y mi adiós a un mero cocinero de textos de ópera”.

            La concepción de François Giraud para la presente versión fue crear un clima de misterio con una puesta en escena sumamente simple, austera y oscura, donde la iluminación sólo se centra en los principales protagonistas. Una bailarina –apenas iluminada y vestida de rojo- representa la alegoría de Senta como la mujer capaz de poner fin al sufrimiento de un hombre atormentado durante la célebre Obertura en el leitmotiv de la Balada, mientras que el leitmotiv de la maldición se logra mediante la proyección de rayos blancos en forma de niebla. Hacia el final, la imagen desaparece –muy buena actuación de Allison Clancey-. Los efectos de iluminación permiten apreciar el clima de tormenta hasta que el barco de Daland atraca en la bahía de Sandviken durante el 1° Acto.. Cuando el protagonista hace su presentación en escena queda en tierra, mientras Daland desciende por la planchada para permitir el encuentro y el pacto entre los dos hombres –riqueza y una buena dote para Daland y la tan ansiada redención para el Holandés-. Hacia el final del 1° Acto, el Coro permanece tanto en la cubierta del barco como portando sogas en tierra para dar el efecto de soltar amarras. Esas mismas sogas son las que van a usar las hilanderas en el 2° Acto en la consabida aria de las ruecas (“Summ und brumm, du gutes Rädchen”), que se entrelazan formando un tejido. Al cantar la Balada de Senta, las hilanderas dejan de tomar las sogas y se arrodillan. Un ojo sobre el bastidor de fondo representa la mirada del Holandés, a la cual Senta no puede sustraerse. El barco permanece en el 3° Acto hasta el final y luego que Senta arroja al mar, la escena se oscurece y los amantes se reúnen transfigurados sobre una nube rosada. El vestuario no puede ser más sencillo: el vestido rojo de Senta es el único color vívido que prevalece sobre tonos de negro y gris usados por el resto de los protagonistas. Para diferenciarse de los marinos, Erik usa polera gris y pantalón negro con tiradores. Las hilanderas también usan delantales blancos sobre vestidos grises, al igual que Mary.

            La célebre Obertura representa el mejor ejemplo de tormenta marítima de toda la música clásica y contiene todos los leitmotives de la obra. Valery Gergiev no sólo imprimió brillo y dramatismo a la orquesta del Metropolitan, sino que sonó marcial y romántico a la vez, demostrando un perfecto conocimiento de la partitura wagneriana. Lo mismo sucedió con los interludios orquestales que marcan el pasaje de un Acto al otro. En una obra donde la participación del Coro es sumamente importante, Donald Palumbo hizo que sonara magistralmente en sus principales arias (“Mir Gewitter und Sturm…” al final del 1° Acto y “Steuermann, laβ die Wacht” en el 3°, además de la mencionada aria del 2° Acto). Y en cuanto a los roles secundarios, la mezzosoprano japonesa Mihoko Fujimura brindó una muy correcta Frau Mary y el tenor David Portillo fue una auténtica revelación como el Timonel. Posee una voz muy bella, de gran musicalidad y con un fraseo y legato perfectos para un tenor lírico spinto y se lució en su aria principal (“Mir Gewitter und Sturm aus fernem Meer”), que se repite en el 3° Acto junto al Coro.

            El bajo Franz-Josef Selig tuvo a su cargo el rol de Daland y comenzó muy flojo en la primera aria (“Kein Zweifel!”). No obstante, se fue afianzando a medida que fue transcurriendo la obra y se lo notó mejor en su cavatina (“Wie? Hört’ich recht? Meine Tochter sein Weiβ?”) y en los diálogos con el Holandés, al igual que en la cavatina del 2° Acto (“Mögst du, mein Kind, den fremden Mann vilkommen heiβen?”). Si bien el barítono Evgeny Nikitin puede no estar a la altura de Thomas Stewart, George London u otros grandes intérpretes de este rol, tuvo nada más ni nada menos que la difícil tarea de reemplazar a Bryn Terfel en el rol protagónico, ya que el barítono galés sufrió una fractura de cadera un mes antes de sus actuaciones en el Met y debió ser operado de urgencia. Y lo hizo con gran maestría desde el punto de vista histriónico y vocal desde su primera aria (“Den Fritz ist um”) y en los diálogos con Daland (“Durch Sturm und bösen Wind verschlagen”), alcanzando su mayor apogeo en los diálogos de la escena de amor con Senta (“Wie aus den Ferne längst vergang’ner Zeiten”) y cuando se cree traicionado (“Verloren, ach, verloren!”… “Du kennst mich nicht”). Una muy buena performance que se vio coronada junto a la participación de Anja Kampe como Senta. La soprano alemana es una de las mejores voces wagnerianas de la actualidad y posee una voz, fresca, potente, con un amplio registro que le permite alcanzar las notas agudas sin dificultad. Se la escuchó perfectamente en la Balada (Johohoe! Traft ihr das Schiff in Meere an”) y junto a los mencionados diálogos con el Holandés (“Wirst du des Vaters Wahl nicht schelten”) y Erik. Sus agudos fueron soberbios y al finalizar la función fue la más aplaudida del elenco, que se completó con el tenor ruso Sergey Skorokhorov como Erik. Posee un hermoso timbre y color tonal, que le permitió abarcar sin dificultad las notas agudas. Se destacó en su cavatina (“Bleib, Senta! Bleib nur einen Augenblick!”) y en el aria del 3° Acto (“Willst jedes Tags du nicht mehr dich entsinnen?”) y se retiró sumamente aplaudido.

            La redención por el amor es un tema que forma parte del universo wagneriano y que se repite en diferentes óperas, pero es aquí donde alcanza su mayor trascendencia en materia de romanticismo. Por eso es una obra bisagra dentro de la producción del genio de Bayreuth, que posee la característica de ser atemporal. La fidelidad y el amor incondicional son virtudes que escasean tiempos de postmodernidad y que sin embargo, poseen un significado tan trascendental como cuando Wagner los concibió. Por eso son eternos y gozan de buena salud cunado se los interpreta correctamente.

           

           

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