martes, 16 de marzo de 2021

 

Monumental transmisión por streaming de “FEDORA” desde el Metropolitan

 

UNA TRAGEDIA CON VALOR AGREGADO

Martha CORA ELISEHT

 

            Durante el transcurso de esta semana, las transmisiones por streaming desde el Metropolitan Opera House de New York están dedicadas al verismo italiano. Y dentro de esta magnífica corriente operística tuvo lugar una representación de FEDORA, de Umberto Giordano (1867-1948) el día 12 del corriente con puesta en escena de Beppe De Tomasi, escenografía de Ferruccio Vilagrosi, vestuario de Pier Luciano Cavalotti e iluminación de Wayne Howard, dirección coral  de Raymond Hughes y dirección orquestal de Roberto Abbado.

            La presente versión data de 1997 y fue una coproducción conjunta con el Grand Teatro del Liceu de Barcelona, que contó con un elenco de notables encabezado por Mirella Freni (Fedora Romazov), Plácido Domingo (Loris Ipanov), Ainhoa Arteta (Condesa Olga Sukierev), Dwayne Croft (De Siriex), Stephrn West Comisario Grecht), Charly Anthony (Desiré), Rebeka Mavrovtis (Dmitri), Yanni Yannissis (Cirilo), Eduardo Valdes (Barón Rouvet), James Courtney (Doctor Borov), Vernon Hartman (Losek), Denis Sedon (Nicola), Bernard Fitch (Sergio), John Russell (Michele) y Benjamin Deskant (Paisano). Además, contó con la participación del pianista Jean- Yves Thibaudet como Lasinski.

            Por su excepcional calidad sonora y artística, esta versión ha sido llevada al DVD y contó con un valor agregado: cuando el entonces alcalde de New York Rudolph Giuliani le entregó a Mirella Freni la llave de la ciudad en el intervalo, declarándola Ciudadana Ilustre de New York por haber actuado en el Metropolitan en numerosas oportunidades, llevándolo a su apogeo. 

            Giordano compuso esta magnífica joya del verismo entre 1897 y 1898 con libreto de Antonio Colauti, quien a su vez se basó en el drama homónimo de Vincent Sardou. Se estrenó en 1898 en el Teatro Lírico de Milano y fue muy representada en sus comienzos, pero cayó en el olvido hasta que resurgió tras un largo silencio después de la Segunda Guerra Mundial. Constituye una de las óperas menos representadas de su autor y posee todos los ingredientes que debe tener un buen drama verista: intrigas, traición, venganza, amor, dolor y además, muestra las consecuencias funestas que puede acarrear una acción despiadada. Fedora desea vengar la muerte de su prometido seduciendo a Loris, pero al mismo tiempo manda a capturar al hermano de este último, quien termina ahogado en una prisión cercana al río Neva en San Petersburgo. Como consecuencia de ello, la madre de Loris muere de pena. Al enterarse éste que justamente la mujer que ama fue la que ha urdido semejante plan, la aborrece y la desprecia. A Fedora no le queda otra opción que la muerte ante semejante humillación.

            Pese a su brevedad, cada uno de los tres Actos en los cuales se divide la obra se desarrolla en diferentes lugares (Rusia, París y Suiza). Por ende, requiere numerosos cambios de escenografía y vestuario. Se utilizó una puesta en escena muy lujosa, con un suntuoso vestuario de época para recrear el clima de la Rusia imperial de fines del siglo XIX  Los nobles usan lujosas vestimentas, mientras que los campesinos –mujik-, sus ropas tradicionales. En el 1° Acto, la protagonista luce un magnífico vestido azul, que pasa a blanco en el 2° Acto para la recepción en su palacio de París. Por su parte, su sobrina Olga lo hace en celeste, mientras que los caballeros y el pianista usan frac y las damas, vestidos largos de colores vívidos. Dada su condición de diplomático, De Siriex porta una chaqueta de terciopelo negro con bordados dorados. Durante el 3° Acto, Fedora utiliza un vestido de gasa color beige y Loris, chaqueta gris y pantalón beige. De Siriex lo hace con un traje color castaño claro, mientras que Olga se encuentra vestida con falda beige y chaqueta verde. El paisano luce un típico traje tirolés. Para pasar de un palacio al otro se emplean paneles, y de una escena a la otra, mediante cambios de iluminación. Esto se acentúa más hacia el final, con la muerte de la protagonista.

            La dirección musical de Roberto Abbado fue magistral en todos los aspectos para ilustrar esta obra maestra del verismo, poniendo énfasis en los momentos de mayor intensidad dramática. Por su parte, Jean- Yves Thibaudet se lució en el bellísimo solo de piano del 2° Acto. Si bien no es una ópera con gran participación del Coro, éste se lució cuando tuvo que brindar el marco necesario para la recreación de la Corte en París, al igual que cantando fuera de escena en las montañas suizas. En cambio, cuenta con numerosos roles secundarios, donde se destacaron la mezzosoprano Rebeka Mavrovtis como el criado Dmitri, rl bajo Yanni Yannissis como el cochero Cirilo y el bajo Stephen West como el inspector Grecht. Fueron lo más sobresaliente de la constelación de roles secundarios.

            Respecto de los roles principales, Ainhoa Arteta sorprendió como la pizcueta y coqueta Olga, derrochando gracia y frescura en su interpretación y destacándose como soprano ligera de coloratura en sus dos arias principales (“Ió presenta Lasinski” y “Lúomo francese é comme il vino”). También se destacó en sus coqueteos con De Siriex en el 3° Acto. El barítono Dwayne Croft es un histórico del Met y se destacó en sus arias principales (“Ecco é la vera donna rusa”y Il maestro polaco sucesore de Chopin”) ofreciendo una actuación de gran calidad. Naturalmente, un tenor de los quilates de Plácido Domingo brindó un Loris Ipanov de antología desde su primer aria (“Amor, ti vieta”), siguiendo con los duettos junto a la protagonista y recibiendo la ovación del Met al final del aria que cierra el 2° Acto (“Comme ió piango”). Lo mismo sucedió con el momento de mayor intensidad dramática de la obra (Aria del telegrama). Y Mirella Freni dio vida a una excelente Fedora desde el principio hasta el final. Antes de comenzar a cantar, el Met la ovacionó prolongadamente. Luego de su primer aria (“Questo é il suo soriso”), el Met cayó rendido a sus pies merced a su exquisita interpretación y a sus insuperables agudos hasta el final del 1° Acto (“Vladimiro, mio amado”).  Posteriormente, se destacó acompañada por el piano en “Prov’ ancor la tua innocenza” y fue creciendo hasta llegar al paroxismo en los duettos de amor junto a Plácido Domingo y en la bellísima “O, Dío de giustizia” del 3° Acto. A medida que la intensidad dramática en el 3° Acto fue creciendo, el final no pudo ser más antológico (“É Tarde!”), caracterizado por un pianissimo monumental que marca el final de su vida, mientras el paisano canta fuera de escena.

            Cuando se brinda este tipo de obras con elencos estelares, una magistral dirección de orquesta y una soberbia puesta en escena, es difícil poder sintetizar algo tan perfecto. Si a eso se le suma que se trató de una función histórica con valor agregado, mejor aún. Vale totalmente la pena volver a mirar una joya tan poco representada –pero no por ello menos bella- del verismo italiano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario