Sólido
inicio filarmónico…
Por Jaime Torres Gómez
Enmarcada
dentro de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer,
la inauguración de la temporada de abono de la Filarmónica de
Santiago estuvo confiada a la directora chilena Alejandra
Urrutia, titular de la Orquesta de Cámara del Teatro Municipal
de Santiago.
Es
menester destacar la gravitación de la temporada filarmónica, tanto
como la de ópera y ballet del Municipal,
al tratarse de la orquesta residente del decano coliseo artístico nacional, más su
reconocido nivel histórico. Y particularmente para los tiempos que corren,
teniendo en cuenta una buena recuperación de la producción artística en pandemia,
se encomia, en lo macro, el criterio programático para este año, dando cuenta
de un importante salto hacia un repertorio algo postergado. A la vez,
se celebra el nuevo horario para las presentaciones de los días viernes y sábados -18:00
y 17:00 hrs, respectivamente-, como una forma de adecuación a las actuales
rutinas del público.
Sin
perjuicio de lo anterior, se lamenta la
reducción del abono filarmónico a
sólo ocho programas, considerando el promedio histórico de diez.
Y teniendo de referencia la presencia de orquestas invitadas (como
la Sinfónica Nacional, algunos años complementando dicho abono),
es de máxima pertinencia incorporar
a las mejores orquestas locales
para fortalecer la temporada de conciertos del decano
coliseo, ayudando así al regreso de los diez programas…
Sobre
el programa inaugural, del
todo laudatoria su concepción con obras sigloveinteras de
culto largamente ausentes en la Filarmónica, más un estreno en
Chile de una pieza de una compositora viviente, dándose completa redondez al
hito. Y paralelamente, una nueva ocasión para apreciar los sólidos avances
de Alejandra Urrutia.
De Gabriela Lena
Frank (1972) se ofreció “APU: A Tone Poem for
Orchestra” -así oficialmente anunciada…-, cuya traducción literal al
castellano sería “APU: Poema Tonal para Orquesta”. Esta compositora
norteamericana, de multivariado origen (de padre judío-lituano y madre
china-peruana), ocupa un destacado lugar en la escena composicional actual,
llegando a ser compositora residente de la prestigiosa Orquesta
de Filadelfia. Su música, impregnada de raíces vernáculas con
acentos latinoamericanistas, posee una directa asimilación
multicultural estilizada dentro de los cánones propios
de la música occidental.
APU, comisionado por el Carnegie Hall
para la Orquesta Juvenil Nacional de los Estados Unidos, está inspirado en los
“apus”, que son espíritus protectores de la órbita andina, y naturalmente
permeado de música nativa
latinoamericana en lo rítmico y melódico, apreciándose también directas
influencias de compositores norteamericanos como Aaron
Copland, Samuel Barber y Leonard Bernstein. Interesante
su organicidad estética a través de una frondosa batería de recursos como el
uso de las síncopas, pizzicatos y en general un atractivo
dominio del color y del timbre, aunque, en momentos, con un discurso interno algo
difuso. Comprometida entrega de la maestra
Urrutia y los filarmónicos.
Luego de casi 20 años, regresa a
la Filarmónica las Variaciones
Concertantes de Alberto Ginastera, obra fundamental
del gran compositor argentino.
Referirse a Ginastera no requiere de
mayor presentación, y sólo referir que la pieza ofrecida la compuso en 1953
ante un difícil período político en su país. Inscrita dentro del denominado “nacionalismo subjetivo” (segundo período
estilístico), el material folclórico inspirante
discurre dentro de una admirable estilización que lo entroniza hacia una
completa universalidad. Y como buena parte de la música ginasteriana, la armonía dominante es la derivada de las
cuerdas abiertas de la guitarra. Pieza
demandante para varios instrumentos solistas, el entrañable solo de la viola (tercera variación -Variazione
drammatica-) se erige como uno de los más importantes para dicho
instrumento dentro del repertorio de la música de tradición escrita.
La versión de la maestra Urrutia llegó con entera
asimilación global, brindando en plenitud la idiomática atmósfera esperable, de
respetuosa contemplatividad ante el halo idealizado (subjetivo) de lo vernáculo por el compositor. Muy bien
administradas las transiciones y
soberbio manejo del tempo interno. Excelente
respuesta de conjunto, aunque desparejos los cometidos solísticos. Rimbombante
y fuera de estilo el solo inicial del cello
al inicio, aunque mejorado en su segunda intervención, como excelente el violín en su pasaje de bravura, lo mismo el contrabajo solista, aunque poca precisión rítmica más una mortecina
proyección del arpa, y derechamente
frustrante el esperado solo de la viola,
acusando desafinaciones y completa falta de carácter ante el desgarrador
requerimiento del pasaje, al tratarse de una elegía…
Como colofón, y con acertado
criterio musical, se ofreció una idiomática
versión del Concierto para Orquesta de Béla Bartók, sin duda una de las piezas fundamentales de todo el
repertorio de la música universal.
Largamente ausente en la Filarmónica,
se recibe con total beneplácito, máxime al darse buen rendimiento general,
producto del autorizado trabajo de la maestra
invitada. Obra cautivante y de inmisericorde exigencia global, requiere
alta concentración ante el tratamiento concertante de los instrumentos (o
grupos de ellos) y siendo verdaderos solistas al contrastarse ampliamente con
el grupo orquestal.
Logros innegables en una
sugerente exposición inicial (obteniéndose el enigmático carácter requerido), buena marcación del segundo movimiento (fabuloso
ensamble general, en especial el pasaje de los fagotes), desgarrador carácter
en el tercero, lograda amabilidad en el cuarto y jubiloso discurso en el último
movimiento, no obstante cierta desconcentración en parte de la fuga final, en
sí de bestial exigencia. Magnífico trabajo global en texturas, balances y
timbres.
En suma, un sólido arranque de la
temporada de abono de la Filarmónica,
dejando buen referente para el desarrollo de la misma, más un nuevo triunfo
artístico de Alejandra Urrutia…
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